Mi Ángel Guardián I : La verd...

By JRosewell

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Tyler Ross, es un joven que muere en un accidente en coche, despertando al día siguiente en la habitación de... More

Mi ángel guardian
CAPITULO 2: ¿Un fantasma?
CAPITULO 3: El Funeral
CAPITULO 4 : Enfrentamientos
CAPITULO 5: La hija y la madre
CAPITULO 6: Invisible
CAPITULO 7 : ¿Rata de biblioteca?
CAPITULO 8 : Querido Tyler
CAPITULO IX : Soy real
CAPITULO 10: Narco
CAPITULO 11: Derrumbe
CAPITULO 12 : ¿Amiga?
CAPITULO 13: Anna y Holly
CAPITULO 14: Partido
CAPITULO 15 : Transformación
CAPITULO 16: Un nuevo comienzo
CAPITULO 17: Cotilleo
CAPITULO 18: Verdades.
CAPITULO 19: Venganza
CAPITULO 20: Peleas.
CAPITULO 21: La cena
CAPITULO 22: Una mañana agitada
CAPITULO 23: Amor
CAPITULO 24: Lluvia
CONCURSO
CAPITULO 25: Hospital
CAPITULO 26: Mas secretos
CAPITULO 27: ¿Roy?
CAPITULO 28 : Desaparecido
CAPITULO 29: Ayuda
CAPITULO 30: Ellos
CAPITULO 31: Verdad o Reto
Capitulo 32: Celos
CAPITULO 33: Resaca
CAPITULO 34: Un lugar
CAPITULO 35: La verdad duele
PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE LA NOVELA
LA NOVELA SERÁ PUBLICADA POR EDITORIAL
FECHA DE PUBLICACIÓN: 10 DE OCTUBRE 2016
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CAPITULO 1 : Mi ultimo día de vida

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By JRosewell


Mi nombre es Tyler Ross, tengo dieciséis años y vivo en Chicago, donde hoy hay una población de 853.114 personas, y justo a mí me tuvo que suceder esto.

Viernes, mi último día de vida.

Fue como cualquier otro día, me desperté por el sonido de la alarma de mi móvil, y tratando de apagarla como lo hacía siempre, cayó al suelo y no tuve más remedio que salir de la cama a regañadientes. Sentí un grito de James desde una de las habitaciones continuas a la mía. Era usual que mi hermano mayor se despertara aullando con una olla en la mano para fastidiarnos, aunque claro, solo cuando estaba de buen humor, y en especial para mí, ya que sabía que estaba con resaca.

—¡A despertarse, pequeñajo, hoy es tu gran partido! —gritaba, golpeando aún más fuerte la olla.

Abrió la puerta de mi habitación y sin tener tiempo de esconderme ya estaba encima de mí inmovilizándome los brazos, mientras yo intentaba quitármelo de encima. Hubo una serie de golpes, puñetazos, patadas, pero fue en vano, ya que James era un luchador nato.

—¿Cómo te llamas?

—Tyler Ross.

—¿Quién eres?

—Un campeón.

—¡Más fuerte! No te escucho.

—Un campeón.

—Repítelo todo.

—Me llamo Tyler Ross y soy un campeón —solté enfadado. Había llegado a casa hacía unas horas y ya estaba molestándome.

—¿Eso es lo más fuerte que puedes hablar, marica? ¿Eres un Ross, no es así? Mira, enano, si tienes mi apellido demuéstralo.

Esa conversación era la típica que había todos los viernes por la mañana cuando tenía partido, por lo que tomé todo el aire que mi boca podía aguantar y respondí.

—¡SOY TYLER ROSS Y SOY UN CAMPEÓN! – grité con todas mis fuerzas, a lo que recibí un golpe en mi mejilla.

Me llevé ambas manos ahogando un grito, mientras que mi hermano bajó de mi cama y se dirigió a la puerta sin antes tomar su olla y su cuchara de madera.

—Si gritas así en el partido seguro que pierdes, enano – se despidió, saliendo de mi habitación con una sonrisa burlona.

Me quité la ropa interior, que era lo único que llevaba puesto, y entré a la ducha.

Ayer había habido fiesta en casa de Lauren, mi novia. Aunque era una relación más bien solo para aparentar en el instituto, teníamos nuestras libertades. Como por ejemplo ayer, que besé a cinco chicas, llegué a segunda base con dos y a tercera solo con una, algo que a Lauren no le importa si en el instituto solo la beso a ella como supuestos novios.

La fiesta en un comienzo partió siendo solo con unos cuantos amigos hasta que llegó todo el instituto, e incluso los de último curso, entre ellos mi hermano mayor, al que ya conocieron, James.

Al ya estar listo entré a la cocina a comer algo y ahí estaba con su olla puesta en la cabeza como un sombrero y a su lado Mark con una sonrisa dibujada en su rostro, estos son mis dos hermanos mayores. James está en último año, Mark en penúltimo y luego vengo yo. Estos dos estaban compitiendo en quien se terminaba primero sus huevos con tocino. Algo típico en casa de los Ross, siempre todo era una competencia.

James era el que le había dado el prestigio a nuestro apellido en el instituto, ya que cuando tenía mi edad salía con una chica de último curso, además de que estaba buenísima y era mayor que él. Luego Mark se destaca por su romanticismo y ser un cupido. La chica que tiene la suerte de caer en sus ojos sabe que será como un príncipe. Es así como nuestro apellido Ross en el instituto es una leyenda, somos como decirse... los reyes del instituto.

—He ganado —dijo James mientras miraba intimidantemente a Mark.

—Te he dejado —se defendió, dándose la vuelta y llevando los platos sucios al lavaplatos para irse de una vez. James y yo nos miramos, sabíamos que no era cierto. Mark era el que la mayoría de las veces perdía.

—Por fin llegó —se burló este cuando pasó a mi lado—. ¿Qué pretendías? ¿Despertar a toda la casa? —Había llegado hacía al menos tres horas y me había olvidado las llaves, así que no tuve más remedio que escalar hasta llegar a mi habitación. Con mis compañeros no podíamos parar de reír.

—Si no saliste ayer es tu problema, no me vengas a molestar —James rio por el bajo, a lo que Mark se me acerco aún más con el ceño fruncido.

— Ayer me llevé mi salida a la cama —me dijo sonriendo como engreído, y yo lo miré interrogante—. Está arriba, ni la toquen, es mi novia —se apresuró a decir—, es Diana.

—¿Del instituto? —pregunté intrigado.

—Claro que no, es modelo, va a clases en casa —aunque Mark ya nos había advertido fue en vano, ya que al escuchar la palabra modelo James y yo comenzamos a correr hacia el segundo piso sin pensarlo dos veces. — ¡Ni se atrevan! —gritaba Mark desde abajo viniendo tras nosotros.

Iba a la delantera, James estaba detrás, pero yo sabía que era más rápido. Entre gritos y risas, empujones y tirones salí rodando al piso, ya que el infeliz tomó un vaso olvidado que alguno de nosotros habíamos dejado por la casa ayer y se lo llevó a mis pies, por el susto frené y salté para no pisar los vidrios cayendo al suelo. Yo me lamentaba gritándole a James insultos, pero este solo me sacó el dedo del medio y entró victorioso a la habitación de Mark, cerrándola con cerrojo. Al poco rato apareció por detrás Mark, enojado.

—Ya es tarde —le dije. James ya debía hacer lo suyo con su tal... Diana. Que por el momento no había forzado la puerta para salir, al parecer estaba a gusta con James.

—Maldito imbécil.

—Mejor olvídala, hermano —le consolé parándome de una vez y encaminándome de vuelta a la cocina, ya que mi estómago pedía comida a gritos.

Pude escuchar cómo Mark golpeaba la puerta para que lo dejaran entrar, mientras se pasaba la mano por su cabello rubio, furioso al no obtener respuesta. «Pobre», pensé mentalmente, ha habido dos veces ya en que Mark ha pillado a James con sus novias.

—¿Quieres una fruta, Tyler? —me preguntó Martha, la señora del servicio. Yo ni la miré y seguí tomándome mi bebida; ese era el desayuno tan natural en mi hogar, unas frituras más una Coca-Cola. —Uno de mis nietos tiene tu edad, está en Colombia... —siempre con el mismo cuento, volqué los ojos.

—No me interesa —le dije ya cansado, no quería escuchar su espantosa vida. ¿Para qué?

Esta me miró, no puedo describirla bien, enojada pero más bien algo... ¿Triste? ¿Decepcionada? Qué más da, la cosa era que hoy es el partido, luego el baile de primavera y finalmente la fiesta en mi casa donde por fin se podía celebrar con alcohol nuestro triunfo. Estupendo, ¿no?

—¿Dónde está papá?

—Se fue temprano al trabajo, no vuelve hasta el lunes —respondió sin siquiera mirarme. No le di importancia. Estupendo, sin Fernando, mi padre, iba a ser una pasada. Aunque de todas formas nunca estaba, no era nada del otro mundo. Mi padre está en la política, se presenta para alcalde en las próximas elecciones, que serían en unos tres meses.

—¿Kelly?

—Se fue a Punta Cana, enano —ese era Mark, que se sentó en uno de los asientos de la isla con una cara espantosa. Kelly era nuestra madrastra.

—¿Hasta cuándo?

—Una semana, se fue con sus amigas.

—¿Georgina? —le solté.

Mark me miró riendo, todos sabían de la aventura de James con ella. Mi sueño algún día era tener algo con ella. Era la típica amiga de Kelly que nos miraba todo el tiempo, había llegado a besarla el año pasado en una comida, le había dado un tour por la mansión y ni me sacaba el ojo de encima, por lo que aproveché y lo intenté.

—Qué mujer, ¿eh? —dijo con deseo.

Los dos comenzamos a reír nuevamente. En realidad con mis hermanos nunca hemos sido tan cercanos, cada uno tenía su lado, sus amigos, su habitación, sus problemas. En resumen: cada uno tenía su vida. Pero era más cercano con Mark que con James, que siempre estaba en la cama con una chica. James era un holgazán, no hacía ni un deporte salvo salir a trotar. Lo que lo hacía un casanovas era su auto último modelo, además de ese rumor que salía con chicas mayores, haciendo que todos los hombres lo admiraran y las chicas lo miraran con deseo.

Mark era más bien el chico tierno que las de mi curso y hasta las chicas más pequeñas soñaban, era como un príncipe azul, siempre atento con toda clase de chicas, nunca había tratado mal a una, era estudioso pero nunca considerado un sabelotodo, y además era el hermano de James Ross.

Y finalmente venía yo, el capitán del equipo de fútbol de la escuela, el más guapo por cierto y con la novia más codiciada del instituto. Además, nuestra familia era la más adinerada e íbamos a un instituto público, por lo que llamábamos la atención.

—¿Qué es eso?

—El trabajo de ciencias de James, no tengo la menor idea de lo que es.

—Creo que prefiero no saberlo —le respondí. Lo que haya llegado a querer hacer James, no era eso. Parecía una montaña rusa con pelotas de colores esparcidas por todos lados, sin olvidar el pegamento, que se podía notar desparramado en cualquier dirección, además de tres palos que seguramente se le habían roto y el muy idiota había juntado con chicle.

En ese momento se escuchó el timbre, Mark fue corriendo a terminar de vestirse, pues seguía en bóxer y una sudadera. Algo normal, ya que solo somos hombres.

Este en menos de un minuto corría por la escalera, tropezando, a lo que yo me burle de él, y me tiró un lápiz que con la suerte que tenía esquivé.

—Adiós enano —gritó desde la entrada, donde se escuchaban bocinazos de sus amigos—. Si ves a Diana dile que la espero a las siete fuera de su agencia —volqué los ojos, incrédulo, pobre Mark.

Luego de unos quince minutos por fin apareció James con el pelo algo desordenado y el cuello algo sonrojado.

—¿Terminaste? —le pregunté algo enojado. No se me había olvidado el vaso que había estrellado en mis pies.

—¿Terminar qué? Acabo de comenzarlo, esa Diana... —me miró dándome a entender a qué se refería, no quería saber más.

—¿No estabas de novio? —recordaba ayer a James arriba de la mesa de Lauren borracho diciéndole a una chica de su curso que si quería ser su novia y diciendo puras cursilerías.

—Puf... eso fue ayer, hoy es Diana —respondió sentándose en una de las sillas que antes había sido ocupada por Mark, tomó la leche sin siquiera ponerla en un vaso, llevándosela a los labios.

Yo lo miré sin creérmelo, James era mi ídolo.

La mismísima Diana era una modelo sin lugar a dudas, debía medir más de un metro setenta, cabello lacio, rubio corto muy bien cuidado, llevaba solo un vestido negro que la hacía verse una diosa, y cuando la vi bajando las escaleras no pude cerrar la boca. Era impresionante.

—Tú debes ser... Tyler —me saludó tomándome la cara y planteándome dos besos en cada mejilla. Tenía un acento, ¿francés? Yo seguía ahí mirándola embobado.

—Nena venga ya que vas a llegar tarde al trabajo —habló James tomando su chaqueta de la mesa de la entrada, mientras movía sus llaves entre sus dedos. La francesa me dedicó una mirada que me derritió por completo y fue hacia la entrada, yo seguía ahí, en el mismo lugar desde hace tres minutos sin hablar.

—Ty, ¿quieres irte caminando al instituto? —me gritó James, a lo que yo sacudí mi cabeza para volver a la Tierra, solo asentí y me fui corriendo hacia su auto. Los viernes siempre me iba con James, en realidad era para volverme con Lauren luego y quedarnos en mi casa haciendo... bueno, ya se lo imaginan.

Nos subimos a su Maserati Gran Cabrio Sport rojo  , que era una pasada. Diana protestó diciendo que mejor volvía en su auto, que lo tenía aparcado en la calle, pero James se negó asegurándole que él la pasaba a buscar para llevarla a la fiesta en nuestra casa y luego ella se iba con su auto. Diana acepto plantándole un beso a James en los labios a lo que yo sonreía mirando hacia el cielo, con mis manos entrelazadas detrás del cuello. Hoy iba a ser un día muy largo.

Dejamos a Diana en su departamento, luego llegamos al instituto, donde todas las mujeres nos dirigieron miradas descaradas, algo muy usual cuando llegaba con mi hermano, ya que eran dos Ross en un auto. James, como siempre, las ignoró a todas, para él era la mejor táctica, hacerse el duro y poco interesado, así las chicas se quedaban con ganas. Yo en cambio busqué a Lauren con la mirada, que estaba hablando con el equipo de animadoras moviendo su cabello negro oscuro y largo de un lado a otro. Vestía una falda rosa que le llegaba hasta más arriba de la cintura, algo suelto, pero le quedaba cortísimo, lo que hacía mostrar sus definidas piernas, que la mayor parte de las veces me ponían loco, más una blusa blanca con cuello rectangular, algo muy Lauren.

—Para de babear Ty, concéntrate —me sacó del trance James, que me golpeó la cabeza, yo solté un gruñido ya enojado, era la segunda vez que me golpeaba en el día. —Hoy tienes partido, el más importante de la temporada, si no lo ganas ¿Entiendes lo que pasaría?

—Perderíamos.

—No solo perderías el juego, me dejarías en total vergüenza. Nadie quiere ser hermano de un perdedor, ¿vale?

Asentí, era cierto. Yo no quería ser un perdedor y James tampoco. Iba a ganar este partido aunque fuera de vida o muerte.

—Voy a ganar, idiota, no soy un perdedor. ¿O qué? ¿Crees que Tyler Ross podría llegar a perder un partido? —solté un bufido—. James, estás hablando con el mejor jugador de fútbol en todo Chicago —alardeé, a lo que James se sacó los lentes de sol riendo.

—No me defraudes —fue lo último que escuche de él cuando por fin salí del auto.

—Suerte en tu exposición —le dije despidiéndome.

—¡Mierda! ¡Mierda! —escuché que decía James llevándose las manos a la cabeza—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? —me saltó encima tomándome de la camisa, algo exaltado.

—¿Perdón? No es mi problema, ahora suéltame —le grité sacándomelo de encima—. Te hice un favor, tu trabajo era espantoso.

Pensé que iba a golpearme, pero en cambio salió disparado hacia el coche. Lo último que escuché de James fue su motor arrancando a toda velocidad. Iba a tener que esperar un milagro, ya que el timbre ya había comenzado a sonar anunciando el comienzo de las clases.

—¿Tyler Ross? —me preguntó una chica por detrás.

En mi cabeza sentía un dolor tremendo de la maldita jaqueca que tenía por la fiesta de anoche, luego ya había sufrido dos golpes esa mañana, más la ira de James hace segundos y además al ver a esa enana con gafas, el cabello tomado en una cola mirándome con algo de timidez y con aire de ser una sabelotodo, no me quedaba paciencia, y menos para ella.

—Eh, ¡Steve! —grité hacia mi amigo, que estaba a unos metros bajando de su coche, me alejé de ella, y con la suerte que tuve ni se me acercó por detrás, como me había esperado.

Estaba saliendo de Historia, mi primera clase. Cuando vino Lauren hacia mí, mirándome sensualmente, por detrás podía ver como todos los chicos la miraban, algo totalmente normal.

—¿Quieres escapar? —me preguntó haciendo un puchero, tomándome de la chaqueta del equipo de fútbol, acercándome mucho a ella.

Hice una mueca pensándomelo bien, soltándome de su agarre, dándole la espalda, luego caminé unos pasos dejándola atrás, y ni se movió. Y bueno soy Tyler Ross, ¿Qué más podían esperar de mí?

—¿Qué haces ahí parada? Vamos —le dije dándome la vuelta hacia ella y mirándola extrañado. Estaba que explotaba de carcajadas con la cara que puso.

Ella se mordió el labio y corrió hacia mí tomándome el rostro y llevándose sus labios a los míos, y como siempre el beso fue como cualquier otro, totalmente salvaje y excitante. Yo me la llevé hacia los casilleros, aplastándola hacia mí. Era la típica escena que siempre montábamos en el instituto para dejar claro quiénes eran los reyes, y además hoy se votaban para el baile de primavera el rey y la reina. Por supuesto nosotros encabezábamos la lista.

Yo empecé a besar el cuello de Lauren mientras ella reía como una cría.

—Disculpen —una voz tartamuda nos hizo separarnos. Yo seguí besándola sin ni siquiera mirarla, pues sabía que no era ni un profesor ni alguien mayor. Por su parte Lauren soltó una burla—. Quiero abrir mi casillero.

—Cuatro ojos lárgate que se te cae la baba.

Ni miré a la chica, aunque su voz me sonaba extremadamente familiar. Era la típica frase que usaba Lauren hacia las chicas que me miraban, algo que solo le molestaba en el instituto.

Seguimos con lo que estábamos haciendo sin movernos, Lauren hizo un giro para dejarme a mí en la posición donde antes estaba ella y tomó la iniciativa, besándome ella el cuello.

Nos separamos cuando el entrenador del equipo pasó junto a nosotros haciendo sonar el pito en nuestras orejas.

Ross te quiero en mi oficina ya no lo soportaba, era un anciano que hace más de diez años que debía ya haberse jubilado—, y tú, preciosura, has algo productivo y anda a clases, por el amor de dios —le exigió a Lauren. Además, debía de ser ciego, ya que era la única persona que trataba de esa manera a mi novia, como si fuera una niñata sin neuronas.

Lauren me dio un beso rápido en los labios y salió corriendo a clases. No me había dado cuenta de que ya no quedaba nadie en los pasillos, y al ver como el entrenador ya había empezado a caminar en dirección a su oficina me fui tras él arrastrando los pies, cansado.

—¡Enano! —me grito Mark, que estaba saliendo del baño luego de saludar al entrenador, que como ya verán le caía estupendo a Mark—. ¿En qué problemas te metiste ahora?

—El entrenador quiere hablar conmigo.

—Este niño necesita disciplina, Mark, necesita que le den límites —decía el anciano Whitey saludando a mi hermano con un apretón de manos.

Mark reía mirándome y volcando los ojos como si fuera mi padre.

—Está en su etapa de inmadurez Whitey, solo hay que esperar que se le pase.

—Ese es el problema hijo, no sé si se le llegará a pasar.

—¿Hola? Estoy aquí, por si se han olvidado.

Los dos se voltearon a verme, Mark se marchó sin antes hacerle un cumplido al entrenador sobre su estado y pasando junto a mi guiñándome un ojo; en cambio el anciano siguió su camino hacia la oficina sin siquiera mirarme.

Por fin llegamos, me desplome sobre la silla ya cansado, mis ojos estaban a punto de cerrarse.

—¿Qué hice ahora?

—¿Que qué hiciste? Mira niño consentido, supe que ayer te montaste una fiesta con la mayor parte del equipo. ¿Y te digo que? Dos defensas faltaron a clase llamando que no se sentían bien para el partido de hoy. ¿Entiendes lo que digo? Dos jugadores estrella no estarán para el partido. ¿Por qué? Porque el capitán del equipo se montó una fiesta el día antes —el entrenador puso los brazos en jarra, furioso—. ¿En qué mierda estabas pensando?

—Qué más da, me tienes a mí.

—¿Que te tengo a ti? —me gritó furioso. Sonaba como pregunta, pero realmente Whitey lo decía al viento, como si creyera que una fuerza sobrenatural estuviera en la oficina junto a él—. No me hagas reír, con tu orgullo no vamos a ganar.

—¿Qué quiere que haga?

—Quiero que traigas de inmediato a todo el equipo —yo asentí con la cabeza. Me daba una lata terrible ir a buscarlos a todos—. ¡Ahora! Vas a arreglar este desastre.

Me levanté del asiento lo más rápido posible, quería salir de ahí. Fui hacia uno de los baños y marqué el número de Steve, mi mejor amigo.

—Steve a tus órdenes —me respondió de inmediato. Por detrás sentí como una voz femenina anticuada le gritaba que saliera de... ¿La clase? Solté una carcajada. Muy típico de Steve responder el celular en medio del aula—. Listo, ya estoy fuera ¿Dónde estás?

—En el baño, pero no vengas. Primero búscate a todo el equipo, tenemos práctica.

—¿A esta hora?

—Whitey, es por Jason y Yerko —le comenté—, están enfermos luego de la pasada de ayer y no van a jugar hoy.

—¿Me estás jodiendo? —exclamó fuera de sí—. Nos van a estrangular.

—Claro que no.

Steve se quedó en silencio un momento, seguramente meditando qué podía hacerse.

—Llamaré al equipo.

—Estaré en la cancha calentando —finalicé cortando el móvil y pensando qué estrategia de juego debíamos usar esta tarde para darles una patada en el trasero a nuestros enemigos—.

«Qué día», me dije.

Ya estábamos calentando. Steve se tomó cinco minutos en reunir a todos los jugadores. Cuando ya habían llegado todos les di las órdenes de las jugadas haciendo dos equipos para ir jugando de una vez. Whitey llegó luego contándole a todos que jugaríamos sin Jason y Yerko, a lo que se escucharon suspiros frustrados.

—No sean niñatas —les grité, a lo que todos dirigieron sus miradas hacia mí—. ¿Quiénes somos?

—¡Los Red Dragons!

—¿Y cómo somos?

—Invencibles.

—¡Más fuerte! ¿Quiénes somos?

—Los Red Dragons.

—¿Y cómo somos?

—Invencibles.

—¿Quiénes somos? —volví a repetir ahora con la garganta.

—¡LOS RED DRAGONS!

—¿Y cómo somos?

—¡INVENCIBLES!

Todos saltamos a gritos y aplausos para alentarnos.

—Aunque nos falten dos jugadores tienen que saber que vamos a ganar de todas formas. La única regla que deben tener clarísima es pasarme el balón cuando tengan la oportunidad. ¿Entendido? —les dije a todos mirándolos a cada uno para ver si les quedaba claro. Todos asintieron con la cabeza.

—Bueno, si terminaste con tu discurso, muévanse —me cortó el entrenador—. Tú también, Ross, mueve tu tan grande ego a la cancha. ¡Ya!

Nos perdimos las tres horas siguientes jugando, y luego Whitey nos obligó a volver a clases, ya que no podía llegar el partido y que todos ya estuviéramos sin fuerzas. Nos necesitaba con la energía máxima si quería que ganáramos el partido.

Ya estaba en la cafetería, estaba con todos los chicos del equipo entrando con nuestra chaqueta que nos distinguía de los demás, como siempre yo iba a la cabeza hablando con Steve. Él era el segundo mejor jugador sin lugar a dudas. Pedimos nuestra comida y nos dirigimos a nuestras mesas. Eran las dos de más al fondo de la cafetería, así podíamos hacer puras idioteces sin que los profesores nos pillaran. Mientras me acercaba a mi mesa con los chicos riendo e imitando al entrenador, me percaté de un flacucho que estaba caminando hacia nosotros, se hizo a un lado para dejarnos pasar, pero aunque fuera cruel alguien tenía que serlo, era una tradición. Todos los viernes en el almuerzo cuando había partido.

Antes de que se escapara les ordené con señas que lo agarraran.

—Vamos, la víctima ya ha sido elegida —dije aplaudiendo mientras dos del equipo tomaban sus brazos mientras este trataba de zafarse pidiendo clemencia.

Tomé su bandeja. Hoy nos habían dado puré de patatas. Empujaron al perdedor hacia una mesa donde lo dejaron recostado encima. Toda la cafetería nos miraba, mientras que afuera, donde comían los mayores, vivían en su mundo sin siquiera mirarnos.

—¡Por favor, no lo hagan! Por favor... no —iba gritando tratando de hacer fuerza, pero era inútil, mis chicos eran el triple de fuertes que ese saco de huesos.

—Buenas tardes, damas y caballeros, mujeres y hombres, hembras y machos, alumnos y alumnas, mis fieles compañeros y compañeras —les saludé con una sonrisa mostrando mis perfectos dientes—. Como todos los viernes antes del partido hemos elegido a nuestro sacrificio de honor para honrar a los dioses de... —hice un gesto apuntando al cielo, volcando los ojos, a lo que toda la cafetería comenzó a reír, esperé que hubiera silencio de nuevo para proseguir —. Bueno, aquí lo tienen. Su nombre a quién le importa —carcajadas nuevamente—. La cosa es que si ganamos este perdedor podrá vivir tranquilamente como antes, pero si no el pobre será colgado de la bandera que hay en la entrada del instituto. Como ya ven el equipo hará todo lo posible para que eso no suceda y salvar a nuestro queridísimo perdedor —guiñé un ojo hacia todas las bellezas que me miraban, entre ellas las chicas con las que me había ligado y también Lauren, que estaba junto con las animadoras—. De nada por mi discurso y un aplauso adelantado para nuestro triunfo de esta noche —toda la cafetería saltó a gritos, aplausos y risas.

Los del equipo, como era tradición, bueno tradición que yo inventé, me abrieron paso para ir hacia la víctima, que seguía forcejeando, me acerqué a él y sin siquiera mirarla le unté todo el puré en la cara, a lo que me volteé al terminar mi trabajo hacia el equipo con los brazos levantados chocando cuerpos con todos mis compañeros.

—Invencibles —vociferé.

—Invencibles —repitió todo el equipo, más la mayor parte de la cafetería.

El día, que se me había hecho extremadamente largo, había llegado a su fin, cada clase más aburrida que la otra. Lo único que había hecho realmente era gritar y reír con los del equipo y molestar a uno que otro perdedor, como hacíamos todos los días.

—Ross, ¿estás escuchando? —me interrumpió la anciana que tenía como profesora de Literatura, que era mi última clase del día. Yo solo asentí poniendo mi carita de cachorrito. Pero esta ni se inmutó.

—He leído sus trabajos y solo puedo decirles una palabra: decepcionantes— la anciana iba puesto por puesto entregándolos, para mi sorpresa había sacado una pésima nota, al menos tenía por asegurado que iría a la universidad por mi padre o por alguna beca de fútbol americano. El trabajo trataba sobre un tema cualquiera, pero debía ser profundizado. Yo había elegido mi balón de fútbol y hablé de lo bueno que soy jugando.

—¿Qué nota, Ross? —me preguntó Steve más los del equipo. Les mostré el trabajo y todos comenzaron a reír, aunque ellos habían tenido peor nota que yo.

—Silencio, señor Ross, lo voy a echar de mi clase —me amenazó. Yo me crucé de brazos pero me callé, no quería que Whitey me sacara del partido si se enteraba.

La profesora ojeó su cuaderno con las notas, por mientras los del equipo bromeaban y molestaban unos a otros, yo me restaba a contemplar el espectáculo y a sonreír a una y otra chica que se cruzaba con mi mirada. El sonido de unos libros caerse en los pupitres de primera fila llamaron mi atención. Ahí estaba una chica con el pelo oscuro, castaño.

—Gafotas, que se te cayó tu vida social —se burlaron unos de los chicos del equipo, a lo que yo también reí, aunque no tenía ni la menor idea de quién era.

Toda la clase comenzó a reír por el comentario, y la chica solo se restó a tomar sus libros para ponerlos en su lugar, sin voltearse hacia donde estábamos.

—Haley Dickens, pasa adelante y lee tu trabajo, que fue el único pasable entre todos estos monos incivilizados.

(Haley)

Estaba nerviosa cuando la señora Torres me llamó hacia adelante. No pude ni creérmelo. Mis manos temblaban y pensaba que iba a desmayarme en cualquier comento.

Solo pude asentir con la cabeza y tomar mi trabajo, en el que había sacado un sobresaliente. Por detrás pude escuchar unos bufidos, pero no les di importancia, no iba a derrumbarme por lo que dijeran unos jugadores de fútbol sin cerebro.

Ni me di cuenta, cuando ya estaba al frente de toda la clase, al alzar la vista pude ver a Tyler Ross, ahí sentado. Con su rostro esculpido de un ángel. Sus cabellos rubios algo ondulados le daban un aire rebelde, me quedé como tonta mirándolo hasta que otras burlas que dijeron sobre mí me hicieron volver al mundo real.

Apreté con fuerza el papel que tenía en mis manos y mentalicé en mi cabeza que debía hacerlo bien para no ser el hazmerreír como siempre.

—La máscara que nos disfraza —dije leyendo el título. Exhalé e inhalé pausadamente y seguí—. ¿Una máscara? ¿Un disfraz? ¿Un sentimiento? ¿Un engaño? ¿Un defecto? ¿Un deseo? Todos queremos ser algo que no somos. ¿Para qué? Para ocultar esos defectos que cada uno de nosotros tiene dentro, para engañarnos a nosotros mismos. Esa es la máscara que nos disfraza cada vez que hacemos algo que en vez de hacernos algún bien, nos hace ser malas personas, solo para disimular ser alguien que no somos, solo para caer bien. ¿Caerle bien a quién? Caerle bien a alguien que seguramente no vale la pena. ¿Porque quién lo vale si hay que disfrazarse para estar a su altura? ¿Es algo normal tener que ser otra persona por miedo a ser rechazado? No, no lo es. La vida es corta para estarla viviendo de la sombra de alguien. Cada persona es diferente, cada persona tiene algo que aportar al mundo y si todos vamos a estar con una máscara disfrazados, ¿qué sentido tiene? Solo quiero dejar claro que la vida no es para vivirla disfrazado, y en cambio sí es para vivirla tal cual somos. Sacarse esa mascara que nos ciega y vivirla como adolescentes que somos. Haley Dickens.

Al terminar levanté la vista para ver qué les había parecido y el único que estaba aplaudiendo era Simon, mi mejor amigo, y tres compañeros de primera fila. En cambio, el equipo de fútbol, que estaba lo más atrás, se habían perdido lo más seguro en el momento que comencé a hablar. Tuve una leve esperanza de que Tyler Ross hubiera escuchado mi trabajo, pero al verlo éste estaba coqueteando animadamente con una chica a su lado.

Sentí como si me tiraran un balde de agua fría. Ni había notado mi existencia.

(Tyler)

Ya era hora del partido, estábamos en los camarines cambiándonos. Se podía notar lo nerviosos que estaban mis compañeros, yo en cambio sabía que íbamos a ganar, no me cabía duda. Por mi parte iba a dar todo lo que podía. No iba a llegar al baile de primavera como un perdedor y luego en la fiesta en mi casa.

El entrenador nos empezó a gritar en la cara como cualquier partido sobre lo importante que era ganar y que estábamos en nuestra cancha y no podíamos darles ni una oportunidad de ganar ni un solo punto.

—Quiero que hoy den todo lo que tengan —iba hablando el entrenador mirándonos a cada uno a los ojos— porque les prometo que ellos van a dar todo en nuestra cancha y este es su momento para demostrarles quiénes realmente mandan —todos aplaudimos, este nos silenció con su mano para que lo dejáramos terminar—. Este es un juego en equipo, quiero que lo tengan realmente claro. Y por último quiero que muevan sus traseros y ganen este partido —gritó.

Todos saltamos y gritamos poniéndonos nuestros cascos, Whitey se acercó a mí para darme algunas indicaciones y estrategias, yo solo asentía y las memorizaba en mi mente.

Al salir hacia el campo las luces me cegaron, miré hacia las gradas, estaba todo el instituto ahí, gritando como locos. Algo usual en todos los partidos. Miré hacia las animadoras y ahí estaba Lauren, que me guiñó un ojo, a mi lado estaba Steve, que estaba mirando en la misma dirección, pues los dos nos habíamos acostado con todas las porristas, sin excepción.

El partido comenzó. Nuestros adversarios eran buenos, su defensa era nuestro punto débil, ya que sin nuestros dos jugadores estrella nos arrasaban cuando tenían la oportunidad. El marcador reflejaba una gran diferencia entre nosotros y ellos. Mi equipo estaba debilitándose y yo no podía hacer mucho, ya que era quarterback. Solo me disponía a dar las estrategias en cada juego y tiraba el balón a mi compañero que estuviera al alcance, pero los malditos siempre lo derribaban antes de que pudiera llegar a meter una anotación importante.

Llegamos a la mitad, con ellos ganando por una diferencia enorme, no podía creerlo. Mis manos temblaban y estaba que explotaba de furia, no iba a perder, no iba a hacerlo. Al llegar al camarín me abalancé sobre los casilleros y comencé a golpearlos hecho una furia, lo único que pasaba por mi cabeza era ir donde el enemigo y descuartizarlos uno por uno. Las palabras de James en mi cabeza esta mañana venían una y otra vez.

«Nadie quiere ser hermano de un perdedor». Una y otra vez, seguí golpeando con más fuerza, hasta que el entrenador hizo tocar su pito en mi oreja. Golpeé por última vez y fui hacia donde estaban todos, que me miraban de cierta forma pidiéndome perdón.

Eso no va a arreglar nada, sus malditas caras no iban a arreglar el hecho de que estuviéramos perdiendo el partido más importante de la temporada.

—¿Cuántas veces hemos oído el dicho de que si uno cae, debe ser fuerte y levantarse? —Whitey se notaba que estaba igual de furioso que yo, pero en cambio este nos miraba como si nada pasara, para no hacernos perder la esperanza—. Hoy no voy a decírselo, porque aquí nadie ha caído aún. Estamos por hacerlo, de eso que no les quede duda, y por ello son ustedes quienes juntos deben sostenerse para no caer —un silencio—. Este juego no se ha acabado, no hemos caído, así que dejen la cara de que así lo fue, y oigámoslo una vez más —este me dedicó su mirada y supe lo que debía decir.

—¡Red Dragons!

—Invencibles.

—¡Red Dragons!

—INVENCIBLES —gritaron todos.

—Ahora demuéstrenme lo que les he enseñado.

Salimos a la cancha, las palabras de Whitey me habían hecho mejor de cierta manera, me daba cuenta de que no debía darme por vencido. Podíamos ganar, podíamos hacerlo. No me iba a vencer.

Ahí me di cuenta de que la única forma de que ganáramos era si yo metía los puntos, eso quedaba claro en el primer tiempo cuando le pasaba el balón a mis compañeros y estos siempre eran derribados por el equipo contrario, pero no conmigo, a mí no me iban a derribar.

Partió el segundo tiempo y yo sin dudarlo al tener el balón en mis manos corrí mientras que mis enemigos estaban sorprendidos, sin habérselo esperado. Yo solo corrí y salté, cuando se me tiraban encima. En un abrir y cerrar de ojos ya había ganado cinco puntos haciendo una anotación increíble. Todo el estadio saltó a gritos alentándonos, yo me abalancé sobre mis compañeros, ahora sí teníamos esperanzas de ganar el partido.

Así fui anotando puntos sin pasarle el balón a nadie, sabía que mis compañeros me gritaban que se los pasara y más de una vez el enemigo me derribó al no haber lanzado el balón. Pero no me importaba, debía ganar el partido, aunque jugara yo solo. Cuando quedaba menos de un minuto, el marcador mostraba que estábamos iguales en puntos. El entrenador me llamo hacia él.

—Ross, si no pasas el balón a tus compañeros, te prometo que te saco del equipo, ¿entendido?

Yo asentí, apenas podía respirar. Me dirigí hacia el centro de la cancha para comenzar el partido, grité la estrategia y el balón llego a mis manos. Me eché hacia atrás para buscar a quién le daba el balón, mis amigos estaban todos bloqueados por los del equipo contrario, en un momento dado vi el marcador, quedaban cuarenta y cinco segundos, luego al entrenador que me decía con sus gestos que hiciera algo, luego vi a Diana. ¿Diana? Estaba con James gritando, alentándome, me derretí al ver su cuerpazo.

«Concéntrate», me dije mentalmente mientras vi a un jugador. Seguramente debía ser el reemplazo de la defensa, estaba solo, podía tirarle el balón, pero no tenía la confianza de que metiera el punto para hacernos ganar, no podía entregarle el balón si había una posibilidad de que no anotara y perdiéramos el partido.

Allá voy. No le di el balón, estaba completamente solo en esto, necesitaba llegar para anotar. No sentía mis piernas, solo veía cómo iba avanzando.

No pensaba, solo escuchaba mi propia respiración y el sonido del balón mientras corría, cada vez más rápido.

No vi venir a uno de mis enemigos, este se abalanzó contra mí, en ese momento pensé que todo estaría perdido y sería un fracasado el resto de mi vida. Pero no fue así, sucedió exactamente lo contrario. Cuando pensé que ya estaba todo perdido me agaché en el momento en que él había saltado hacia mí, pasando por abajo rodé y me enderecé enseguida para llegar. Todo el estadio gritaba y me alentaba, pero yo solo corría, corría, corría hasta que sin ni siquiera creérmelo había anotado un punto dándole la victoria a los Red Dragons.

Luego de eso todo el equipo se me echo encima, más las animadoras, que habían entrado a la cancha, todo eran sonrisas, risas y gritos alabando mi grandiosa jugada. Yo me sentía en el cielo, como si no estuviera realmente ahí. Ese día era el mejor día de mi vida. Lauren apareció de la nada, me sacó el casco felicitándome por lo bien que había jugado, luego me agarró del uniforme del equipo y me besó. Yo estaba tan absorto por todo que le seguí el beso ahí, enfrente de todo el instituto.

—¡Estás fuera! Te lo advertí, Ross.

No podía ser cierto lo que mis oídos escuchaban. El entrenador luego del partido me había llamado a su oficina para hablar de algo muy importante. El cretino me estaba sacando del equipo.

—Gané el partido, si no fuera por mí los Red Dragons hubieran perdido, un «gracias» al menos estaría mejor —le dije mirándolo confundido.

—Desobedeciste una orden.

Sabía que era cierto y que Whitey siempre cumplía sus promesas.

—No había nadie para darle el balón.

—Claro, ¿acaso tengo cara de estúpido? —Whitey estaba furioso. ¿Qué le sucedía?

—Mire, sin mí su equipo se iría hacia abajo. ¿Eso quiere?

—No te atrevas a hablarme de ese modo, niño, yo sé lo que hago y creo que el equipo estará mejor sin ti.

Solté una carcajada, esto debía de ser una broma.

—¿Sin mí? Sin mí eso no es un equipo, no ganarán ni un partido.

—Sin ti serán un equipo, contigo dentro no lo parecen, solo eres tú y el balón. Tu equipo no juega, solo juegas tú, Ross. Ese es tu problema, tienes un ego tan grande que hundirás al equipo y eso no lo voy a permitir.

—Váyase a la maldita mierda —le solté ya cansado con las estupideces que hablaba—, cuando me venga a rogar que vuelva a su equipo se va a arrepentir —le amenacé. Este se cruzó de brazos sonriendo, burlándose de mí.

Lo que más quería en ese momento era abalanzarme contra él y darle un puñetazo al anciano.

El lunes ya se le pasará —me dije tranquilizándome. El baile de primavera comenzaba en una hora.

—Me gustaría comerte —le planté un beso a Lauren cuando entró en la limusina blanca que había arrendado, además había invitado a venir conmigo a Steve y dos más del equipo con sus parejas, animadoras, por cierto.

Todos estábamos aprovechando de tomar alcohol, champaña. Ya que en el baile estaba prohibido, ya que éramos solo unos críos de 16 años, nos solían decir los profesores la semana antes para que ni siquiera intentáramos entrar con una botella.

—Estás guapísimo. ¿Te felicité por haber ganado el partido?

Ladeé la cabeza pensándomelo, esta soltó una risa colgándose de mi hombro y yo negué con la cabeza.

—No lo creo.

—¡Mentiroso! —me gritó—, pero te lo tienes merecido.

Se me acercó y me comenzó a besar, pude sentir que lo hacía con más deseo que otras veces, como si quisiera mostrarle a los que nos observaban que estaba locamente enamorada de mí. Para mí estaba bien, si ella quería aparentar que éramos los reyes del baile antes de tiempo, no había problema.

Luego de un momento Steve se aclaró la garganta interrumpiendo nuestra intimidad.

—Quiero hacer un brindis —levantó su copa hacia mí— por Tyler Ross.

—Por Tyler Ross —todos dijeron alzando sus copas y llevándoselas a sus bocas.

Llegamos al baile con algo de retraso, ya que preferíamos quedarnos en la limusina bebiendo antes de entrar porque los profesores estaban fisgoneando hasta por debajo de nuestros zapatos.

Lauren sacó un espejo de su cartera para ver si su cabello, su maquillaje o algo por el estilo estaban mal. Para mí estaba simplemente perfecta, el vestido era rojo, su cabello se lo había ondulado para darle más volumen, se le veía espectacular.

—Te ves bien, vamos —le comenté ya cansado, esta cerró el espejo y sin quejarse esperó que abriera la puerta. Así lo hice y como todo un caballero le tomé de la mano para que saliera con la mirada de la mayor parte de nuestro curso puestas en nosotros. Algo de esperar.

El baile no estuvo mal, Lauren desapareció luego de sacarnos la foto juntos en la entrada, y por mi parte disfruté de ello bailando con un par de chicas y riendo con los del equipo. Por supuesto el comité periodístico me acechaba una y otra vez, ya que querían hacer un artículo sobre mí, y ya me tenían harto. No se cansaban nunca, lo peor es que eran puros chicos con caras intelectuales y de sabelotodo que hasta llegué a alarmarme por si era una especie de epidemia y podía contagiarme. A eso llegó Steve espantándolos de una vez.

—Realmente son odiosos —comentó mi amigo cuando ya se habían ido.

—Dímelo a mí.

—¿Te lo estás pasando bien?

—Prefiero ir a mi casa para la fiesta de verdad —le comenté. James y Mark ya deberían estar ahí preparándolo todo con chicas mayores, con solo imaginármelo sentía el impulso de dejar a Lauren plantada y largarme de una vez por todas.

—Luego de que te coronen rey, nos vamos de fiesta —me animó mi amigo.

Con Steve éramos los mejores amigos desde que entré a la secundaria hacía un año, era por decirlo así mi ayudante personal, sin él estaría perdido. Siempre me consigue lo que quiere y siempre está cuando lo necesito.

—¿Qué mierda pensaba Whitey cuando metió a ese novato al juego? —le pregunté al ver a ese chico que había estado hoy jugando reemplazando a Jason o Yerko.

—Ese "novato" es Simon Adams, entró al equipo al mismo tiempo que nosotros —lo observé atentamente, sin decir nada—. Apesta, nunca antes Whitey lo había puesto a jugar salvo hoy. ¿Por qué el interés?

—Porque su defensa es malísima.

Steve soltó una carcajada.

—Además es un perdedor, mejor olvídalo que no creo que lo vuelvan a poner en el juego —me habló encogiéndose de hombros y dando un sorbo a su bebida—. Una fiesta y tomando soda, quien lo diría, damos lástima Ross.

Solté una carcajada, era cierto. Dábamos lástima.

Steve se despidió de mí cuando su pareja, una chica que me había ligado hacía unos meses, lo vino a buscar, guiñándome un ojo al darse la vuelta, yo le sonreí subiendo una ceja.

Así fue pasando la fiesta, yo no vi a Lauren desde que había desaparecido al comienzo y tampoco a Steve, luego de que tuve que bailar con su pareja y esta tampoco sabía dónde se había metido. De todas formas, bailé con todas las chicas que pude pero sin poder llegar a la primera base, pues si Lauren me veía me comía vivo. Así que me resté a hacer cortes y comportarme como un caballero.

Llegó la hora de coronar al rey y reina del baile, que no fue otro que el increíble Tyler Ross. Yo sonreí mirando a mi alrededor con una sonrisa de agradecimiento mientras subía al escenario. Al llegar ahí estaba Lauren, tan perfecta como siempre, mirándome sonriendo de oreja a oreja. La primera que coronaron fue a ella, esta se acercó hacia el micrófono para decir unas palabras.

—Gracias, gracias, gracias, gracias. No saben cuánto se lo agradezco, a todos ustedes por votar por mí, tienen que saber que les quiero a todos mucho, son lo mejor. Chau, pásenlo muy bien —su discurso fue... muy Lauren. Todos aplaudieron mientras ella daba una vuelta modelando su vestido para las cámaras y sentándose en una de las sillas que habían decorado como un trono.

Yo me resté a acercarme al micrófono, primero puse una sonrisa haciendo cara de tierno, donde todas las chicas soltaron un suspiro.

—No soy muy bueno con las palabras... y bueno... con los discursos —hice como si estuviera nervioso, pero realmente solo quería que esto terminara, sin dejar de lado que quería que todas quedaran locas luego de mi discurso y así en mi fiesta se tiraran encima de mí. Una que otra chica me gritó algo desde el público alentándome, mientras que los del equipo reían, pues sabían que era mentira—. Hoy el partido fue duro, pero conmigo hemos ganado—. Los Red Dragons aplaudieron—. Así que dos victorias para mí el día de hoy está genial, ¿no? —le guiñé el ojo a una chica con la que me había ligado hacía unas semanas atrás—. ¡Ahora, a divertirse! —todos aplaudieron, por supuesto miré solo a las bellísimas chicas que no me perdían la vista.

Sentí como el profesor de química me colocaba la corona y me fui a sentar con Lauren y estuvimos así unos segundos mientras nos sacaban fotos y luego despejaron la pista para dejarnos bailar a la reina y rey del baile de primavera.

Lauren me tomó por la mano y me lanzó hacia ahí, esta se colocó sumamente cerca mientras miraba a la multitud, no entendía qué pasaba realmente en su cabeza hoy, estaba... algo extraña. Pusieron la música típica cursi y nos movimos al vals de esta. Luego de un momento Steve se nos puso al lado con su pareja, y otras se animaron. Cuando ya estaba todo el instituto bailando miré a Steve para desaparecer de una vez, pero este estaba besando a su pareja. Lauren en ese instante me dio un beso en los labios de improvisto. No desaproveché el momento.

Por fin habíamos podido salir de una vez con Steve del baile. Lauren quería acompañarnos, pero nos negamos, no queríamos cargar con una chica atrás mientras hablábamos de puras estupideces.

Nos bastamos a subir al auto de Kyle, que era uno del equipo, mientras que él volvía en la limusina hacia mi casa. Con Steve fuimos manejando como locos, él conducía mientras yo llamaba a Mark, que no contestaba, y luego marqué a James, que luego del quinto tono por fin lo tomó, y estaba borracho. Le dije que íbamos en camino y este ni me tomó atención, parecía que hablaba con alguien mientras lo hacía conmigo.

Al llegar a mi casa ya estaba hecha un lío total, la avenida estaba llena de coches, sin dejar de lado la música que se escuchaba a siete casas de distancia. Estaba ya llena de gente que entraba y salía. Con Steve salimos del coche y entramos.

—¡Enano! —me gritó James caminando hacia mí, borracho, levantándome en los aires con un abrazo—. Eres un ganador, te felicito.

Yo asentí algo sorprendido, todo esto me había dejado con la boca abierta. Diana estaba ahí atrás de James colgando de su mano, esta me abrazó cariñosamente felicitándome.

Estaba todo el instituto del curso de James y Mark, menos el mío, que seguía en el baile, por lo que no dudé ni un minuto en emborracharme y tirarme a algunas tías que estaban más que felices en aceptarme, ya que se habían quedado locas luego de verme marcar la última anotación. ¿Quién no?

En una hora con Steve estábamos en la isla de la cocina, yo me había tomado dos botellas de vodka y Steve dos cervezas y estaba que terminaba una tercera, los dos no podíamos parar de reír al ver a James en bóxer haciendo malabarismos con unas frutas. La mayor parte de las chicas estaban alrededor de él alentándolo, este era pésimo pero parecía que a ellas ni les importaba, solo admiraban su cuerpo. Sin pensarlo me saqué la chaqueta negra y luego la camisa blanca desanudando mi corbata, cuando quedé con el torso desnudo le arrebaté las naranjas y los dos nos tirábamos rápidamente las frutas haciendo malabarismos juntos, las chicas aumentaron alrededor, obviamente por mí. James y yo reíamos como idiotas cada vez que perdíamos el equilibro y se nos caía alguna fruta.

Luego de un rato ya me había cansado del juego, mi cabeza daba vueltas y creía que iba a desmayarme, a lo lejos vi a Lauren y Steven, me acerqué a ellos y esta se me colgó de inmediato repartiendo besos alrededor de mi rostro y cuello, parecía que ella también estaba borracha, al hacer contacto con su boca.

—Enano —me gritó James desde dentro, que seguía con la misma pinta.

—Qué guapo, James —le dijo Lauren riendo.

—Cuando quieras. ¿En mi cuarto o en el suyo? —bromeó apuntándome. Lauren se sonrojó.

—Deja a mi novia en paz —le encaré, pero no pude evitar reír, el alcohol no me favorecía en ese momento—. ¿Qué quieres?

—Que vayas a comprar alcohol, ya no queda y sabes que esto se convertirá en la peor fiesta de la historia de los Ross si se acaba.

—¿Por qué no vas tú?

—Porque yo me voy a la universidad en unos meses, es a ti al que se le arruina la reputación si esta fiesta es un fracaso.

—¿Y Mark?

—No lo he visto, no molestes y anda, el tiempo es oro nene —me espetó moviéndome de un lado a otro. James estaba aún peor que yo.

Comencé a caminar hacia la puerta para salir de una vez luego de colocarme la camisa, si me apresuraba llegaría antes y no me perdería la fiesta, que estaba en su clímax. En el camino me encontré con jugadores del equipo que se animaron en ir conmigo.

Cuando iba a abrir la puerta en esta apareció ese tal... se me había olvidado el nombre, pero lo reconocí al instante, era él.

—Vaya, vaya, vaya, pero si es nuestro jugador estrella —ni supe lo que estaba diciendo cuando todos mis amigos me miraban interrogantes echando un vistazo al chico que tenía delante de mí, que me miraba asustado y sorprendido—. ¿Cómo estás?

—Bien —logró decir tartamudeando.

—¿Bien? Me alegro —le respondí sarcásticamente y me acerqué a él empujándolo—. Sabes, casi me cuestas el partido de hoy, no te hagas el confundido, sabes perfectamente de qué hablo —le encaré; este me miraba con una mueca sin entender—. Si lo mal que jugaste se veía a kilómetros de distancia —unas risas por detrás me hicieron darme cuenta de que había llamado la atención de la fiesta.

Di otro paso hacia él, pero este retrocedió, no me contuve más y corté la distancia que nos separaba para tomarlo por la chaqueta negra que tenía puesta y levantarlo por los aires, a lo que este trataba de zafarse pero le era imposible. En ese momento todo mi enojo por lo que pasó con Whitey y que me habían sacado del equipo me vino de golpe y sin pensarlo le golpeé en la cara con todas mis fuerzas y cayó al suelo gimiendo de dolor. Una chica entre la multitud fue hacia él gritando como loca. No le di importancia.

—Fracasado —le escupí saliendo de una vez por todas de mi casa con los del equipo por detrás comentando lo que había sucedido, riendo y dándome cumplidos de lo bien merecido que se lo tenía.

Fui hacia donde guardaba Mark las llaves del jeep, que para mi sorpresa estaban ahí.

En un momento a otro estábamos todos volviendo hacia mi casa habiendo comprado unas cajas con botellas de todo tipo de alcohol embotellado. Había sido una pasada.

Un bocinazo a mi lado me llamó la atención, estábamos en un semáforo esperando la luz.

—Tú —me dijo alguien del auto que estaba a mi lado. Veía algo borroso, por lo que no pude deducir quién era—. Sí, a ti te hablo, marica —ahí note que era el capitán del equipo adversario del partido de hoy más unos cuatro chicos más—. Te echo una carrera. ¿O tienes miedo?

Solté una risa.

—¿Quieres perder de nuevo? —le molesté haciendo sonar el motor.

—Eso lo veremos —fue lo último que dijo cuando aceleró.

—Mierda —solté poniendo mi pie en el acelerador al instante, no había notado el cambio de luz.

Los chicos por detrás me chillaban para que me apresurara, yo gritaba con toda la adrenalina subiendo por mi sangre. La mezcla de mi borrachera más mis compañeros gritándome en el oído y la presión de ver el auto de mi enemigo a unos metros más adelante me volvió loco, no iba a dejarlos ganarme, nadie podía conmigo. Nadie iba a ganarle a Tyler Ross. Hice algunas maniobras y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en la misma distancia, los chicos bajaron las ventanas y comenzaron a fastidiarlos con insultos y escupiendo, en cambio ellos cerraron las ventanas, algo misteriosos, susurrando entre ellos. No estaba seguro si era producto de mi borrachera o estaba sucediendo realmente, cuando sentí que golpeaban el lado izquierdo en donde estaba manejando.

—Ross, están tirándose encima —gritaba uno de mis compañeros en mi oído.

Ahí me di cuenta de que no era mi imaginación, el maldito hijo de puta estaba haciendo trampa. Me seguían golpeando el coche y yo me abalancé hacia ellos. Si estos iban a jugar sucio pues yo también.

Hubo una serie de golpes, por parte de ellos y en respuesta por mí, la avenida estaba a unos metros más para acabarse. Y seguíamos en empate.

No sé cómo paso ni lo recuerdo bien, lo último que escuché fue el grito del copiloto cuando el coche se salió de control al impactar el golpe que me dieron mis enemigos. Traté de mover el volante y tomar el control, pero me fue imposible, nos fuimos hacia la derecha y en un intento fallido me traté de dar la vuelta, pero el coche se fue hacia abajo y terminamos dando giros. Un golpe en mi cabeza de un dolor infinito, como si una persona tomara una piedra y me golpeara ahí cientos de veces, me hizo perder el conocimiento. No escuchaba a mi alrededor, solo sentía que volaba por los aires, perdiendo el juicio.

Ahí, justo ahí, mi vida había terminado para siempre.

En las películas siempre mostraban primero una película o flashback de tu vida donde pasa por tus ojos recordando cada momento especial, como tus primeros pasos, tu madre cantándote una canción, tú y tu novia y bla bla bla, o si no era el caso un camino oscuro y una luz a lo lejos, donde si caminas hacia ahí realmente estarás muerto. Pero a mí no me sucedió ninguna de las dos cosas ni nada parecido. Solo sentí que caía, caía en un vacío, sintiendo lo mismo que cuando subes a una montaña rusa y crees que tu corazón va a salir volando en cualquier momento.

No veía ni escuchaba nada, solo esa sensación de caer una y otra vez.

Algunas personas podrían estar agradecidas por haber muerto, ser un alma libre, vivir de cierta manera para siempre en un lugar de tranquilidad y paz, pero sinceramente en ese momento lo único que deseas es volver atrás y hacer las cosas de manera muy distinta. Te arrepientes de todos los errores de los que antes no te habías dado cuenta y que ahora eran tan evidentes, errores que ahora no podías remediar, ya que era simple. Estabas muerto. Todos los logros y metas que te propusiste ya no iban ser cumplidas, todos esos sueños con los que te despertabas cada mañana estaban tan muertos como tú.

Ese fue el momento cuando vi que mi vida había acabado, o eso era lo que yo pensaba.

Porque aunque suene loco, la vida me había dado una segunda oportunidad, o eso creí en un principio...




¿Les ha gustado? Estoy muy feliz de poder darles capítulos de la novela para quienes ya leyeron, y también para nuevos lectores. 

Un saludo enorme.

J. Rosewell. 




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