𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 #𝟏 |njh| ©

By AllfEdwardS

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❝ Dicen que la mejor manera de librarnos de la tentación es caer en ella.❞ LIBRO 1 | SERIE OSCURIDAD More

DADDY
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EXTRA (4)
LIII
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EXTRA (5)
ANUNCIO
LX
EXTRA | NIALL
LXI
LXII
EPÍLOGO
NOTA FINAL
ESPECIAL 90K
H. BIRTHDAY
Final Verdadero | Dificultades

XXVI

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By AllfEdwardS


XXVI. Natalie

—¿Amor? —le susurro sin una gota aparente de gracia en el rostro. —¿Es en serio?

—No es lo que estás pensando. —ladeo la cabeza mirándolo con obviedad. —Dejame arreglarlo, ella no es nada mío.

—Note que para ingresar se necesita un código desde fuera. Imagino que ella lo sabe, la cuestión aquí es porqué alguien que dices que no es nada tuyo, tiene la clave de la alarma de tu departamento. Curioso, ¿no crees? —nótese mi sarcasmo.

Henry no me respondió, tan solo salió de la habitación echando furia hasta por los ojos. Le escuché gritar un "¿Qué haces aquí?"  y hasta ahí pude.

Busque lo primero que mis ojos vieron.
Una camisa de botones blaca tendida en una silla de la habitación. Me bajé de la cama y mis pies tocaron la suavidad de la alfombra. Tomé la camisa, esta estaba impregnada con su colonia lo cual fue agradable para mi y me la puse. La misma llegaba hasta mis muslos y sin absolutamente nada abajo, la abotoné solo un poco.
Para que se cubriera nada más que lo esencial. Acomodé mi cabello y salí de puntillas hacia el balcón que da vista al primer piso. Ahí está él, con una mujer de aparentes casi treinta años, discutiendo sobre porqué había ropa de otra tipa -yo soy la tipa, jaja- tendida en el suelo de la sala.

—... ¿Estás con otra? —ella se escucha herida.

Oh maldición.

—Eso no te tiene que importar, Natalie. —le responde con un tono de voz demandante.

—¡Claro que me importa! —ella levanta la voz comenzando a derramar lágrimas. —¡Henry, me importa porque aún te amo! No contestas mis mensajes, no atiendes mis llamadas. Sé que fui yo quien terminó nuestra relación pero te extraño. Me arrepiento, te lo dije, fue un arrebato de locura pero...

—Lo nuestro ya no funcionaba. En ningún sentido, Natalie, no había nada.
¡Vamos, nisiquiera en el sexo! Desperdiciamos un año entero siendo nada. —él suspira —Escucha, te pido que no hagas una escena y regreses a casa. Hay alguien allá arriba esperándome, por favor, deja la tarjeta en recepción y deja de buscarme. Tu y yo ya no tenemos nada, espero que lo puedas entender. —Eso debió doler.

Pero la mujer no se quedó tranquila.

Pues su rostro mostraba furia y dolor, mezclados en uno solo.

Peligroso.

Ella soltó su bolso dejándolo caer al suelo y casi que corrió a través del salón subiendo escalones arriba.

Para entonces ya me había visto.

Y justo antes de ella poder tocarme un pelo, Henry la tomó por la cintura impidiendoselo.

—¡Suéltame, la mataré!, ¡Es mío! ¿Entiendes desgraciada? ¡MÍO! —ella me grita, me insulta tratando de forcejear contra la fuerza varonil del castaño. Por supuesto, le es imposible y yo no puedo dejar de sonreír.

—¿Qué es lo que te arde tanto? —ella me mira, agitada —¿Quizás... que yo le dí en un día lo que tú no pudiste en un año?

Tan solo eso bastó para que la tal Natalie tratara de tirarse encima de mi por segunda vez. Gritando semejantes obscenidades y demostrándome cuanto desprecio me ha tomado estos últimos minutos. Me limito a rodar los ojos dándole la razón en todo.

—¡Eres una zorra! —continúa gritando.

—Lo soy, y de las peores. —juego con un mechón de mi ahora listo cabello.

Ella iba a gritar de nuevo, sin embargo, Henry se lo impide. Él me pide que vaya a la habitación de nuevo, lo cual hago pues escuchar los gritos de esa loca, realmente ya me hartaron.

Me introduje de nuevo en la habitación, cerré la puerta y apoyé la espalda sobre esta aún escuchando los gritos en la planta baja. Suspiré, traté de no perder los estribos y mejor me concentré en repasar la habitación.

Grande.

Igual que la polla de tu profesor...

Reí ante la voz burlona de mi subconsciente, pero era real.

Grande y deliciosa.

Joder.

Decidí usar el baño, el sol comenzaba a esconderse y consigo, la noche empezaba a caer. Los ventanales estaban extensos sustituyendo una pared, justo como en la parte de abajo.
Las cortinas estaban a medias, dejando entrar así los últimos rayos de sol.

Desabotoné la camisa de Henry y la dejé caer sobre la alfombrilla del gran baño dejando nuevamente mi cuerpo desnudo al descubierto. Todo aquí era en tonalidades, blancas, grises y negras. Sin duda, tenemos gustos similares.

Abro la puerta corrediza de cristal y me introduzco en la ducha cerrandola de vuelta. Enciendo la llave del agua caliente y la regadera cuadrada, extensa y metálica, deja caer la tibia lluvia artificial sobre mi cuerpo entero.

Aplico el shampoo, y en general, me ducho como es debido. Nisiquiera se cuanto tiempo he pasado ahí dentro pero he de admitir, que su baño es una de las cosas más lindas elegantes que he visto.

La puerta de la ducha se abre y un Henry desnudo aparece acompañándome en la misma.
Se posiciona detrás de mi, adhiriéndose a mi igual que un imán con sus manos en mi cintura. Puedo sentir con claridad su miembro despierto de nuevo rozando mis glúteos, Henry no pierde el tiempo y por supuesto yo tampoco, así que comienzo a restregarme con descaro causándole una erección más grande, según lo que mi tacto me permite sentir. Su cuerpo se moja con el agua de la regadera mientras comienza a repartir candentes besos sobre mi cuello.

—¿La víbora mayor ya se ha ido? —le pregunto y él se ríe.

—Se fué hace un rato. —me giré para mirarlo de frente, él no soltó mi cintura, mucho menos cuando sus manos fueron a para a mí trasero y lo palmeó con fuerza.

—¿Si? —asiente —¿Y porqué no entrabas? —rodeo su cuello con mis brazos.

—Porque verte desnuda y mojada se está volviendo una de mis actividades favoritas. —muerdo mi labio inferior sintiendo nuevamente ese cosquilleo en la entrepierna. Mismo que se intensifica cuando une nuestros labios y desesperadamente, busca mi lengua.
Puedo sentir su dura erección rozar contra mi vientre bajo, lo cual no ayuda para nada en mi excitación, más bien logra aumentarla.

—Sucio. —murmuro y los dos reímos sobre nuestros labios. —Debo irme pronto. —le digo y es cuando abruptamente me mira.

—¿En serio? —asiento. —¿Secuestrarte no cuenta? —suelto una sonora carcajada y niego. —Quédate... —Atrapa mi labio inferior entre sus dientes.

—Oh... no sería correcto, quedarme en el apartamento de mi profesor... —bromeo a lo que él vuelve a besarme.

—¿Pero si es correcto haber follado con él? —río y asiento.

—Es justo y necesario. —ahora soy yo quien lo besa.

Y después de una nueva ducha junto a Henry, una batalla constante entre los dos y mucha más persuasión de su parte; acepté quedarme.

La carne es débil.

Así que aquí estamos, en su gran y extenso clóset. Define su masculinidad en lo absoluto. Hay trajes, camisas e infinidad de prendas de etiqueta perfectamente tendidas en en un espacio exclusivamente para estos.
Noto también que tiene una colección de perfumes intactos, muy aparte de los que si usa en realidad, una gaveta entera con relojes de todo tipo. Rolex, Blancpain, Breguet, entre muchos más.
Una gran pared de estantes con zapatos de todo tipo. Y las gavetas que justo ahora está abriendo, imagino que es la ropa que utiliza más constantemente para su comodidad.

Rebusca entre los percheros, está dándome la espalda con una toalla blanca atada a su cadera. Los músculos de la misma se encogen y se ensanchan conforme da paso a cada movimiento. Su piel es clara, ligeramente bronceada pero aún blanquecina ante las luces de la noche.

Escucho mi teléfono desde la primera planta, así que despierto de mi trance y le hago saber que volveré en un momento.

Cuando bajo, recojo nuestras prendas del suelo y guardo mis supuestos libros en mi bolso. Atiendo el teléfono leyendo el número de papá en la pantalla.

Necesito una buena excusa.

—¿Pa? —Respondo.

—Cielo, ¿Dónde estás?, pronto serán las ocho. El cielo está tremendamente oscuro, creo que habrá una tormenta.
Dime, ¿Has terminado ya con las clases de tutoria con Henry?

Oh, si. Salí hace un par de horas. Pasa que quedé con Lena de ir a cenar y estamos en un restaurante. Me dijo que si podía quedarme en su casa, estamos realmente cerca y como dices, habrá una tormenta. ¿Puedo? —es genial que a mis diecinueve, casi veinte años, siga pidiendo permiso para salir.

—Sabes que si. Solo que recuerda que mañana tienes escuela. —Mierda — Si quieres puedo decirle a Ofelia que busque un uniforme para ti y Domenico te lo llevará mañana temprano a casa de los Wolsey. —¿Había mencionado que mi padre es el mejor de todos? Pues lo es.

—¡Oh, eso sería fantástico! —le escucho reír levemente a la línea. —Gracias papi... mañana estaré en casa después de la universidad. Lo prometo. —Vuelve a reír.

Bien hija, avísame cualquier cosa, si quieres que vaya por ti mañana o lo que sea. Cuídense. —me despido de él, sintiéndome victoriosa para mis adentros. Cuelgo el teléfono y entro a WhatsApp hasta el contacto de Lena. Le cuento brevemente donde me encuentro y la excusa que le he dado a mi padre, así como también lo del uniforme. Ella me dice que no me preocupe, ella lo recibirá mientras llego, a cambio de los detalles mañana. Lena es... Lena y nuestra relación jamás va a cambiar. Me despido de ella con un "Gracias" y un "Te quiero" para después guardar de nuevo el celular.
Henry está bajando las escaleras con un pantalón de chándal gris puesto y una camiseta para mi, junto a un par de boxers suyos nuevos. Me los entrega y en agradecimiento, me acerco solo para besar sus labios.

—¿Lo convenciste? —asiento.

—Así es, aunque mañana si debo irme muy temprano. —siento sus juguetonas manos deslizarse dentro de la toalla que cubre mi cuerpo. Hace que mis piernas se enreden en las suyas donde me encuentro sentada, sobre el descansa brazos de uno de los sofás.
Su boca busca la mía y en el proceso, la misma desciende hasta mi cuello y hombro. Lugares donde al besar, también chupa y succiona sabiendo que dejará marcas.

Él se detiene solo para dejar que me vista con las prendas que escogió para mi. Su camiseta negra me queda grande por supuesto, pero es extremadamente cómoda. Deslizó los boxers ajustados ascendentes a mis piernas hasta que estos se esconden dentro de la camiseta que me cubre hasta los muslos.

—Tenemos dos opciones, linda Grace. —me dice desde la cocina. —Pedir la cena o prepararla. ¿Qué dices?

—Uhmm... —camino hacia la cocina hasta que cuando llego, me siento sobre uno de los taburetes de la misma. —A decir verdad, no soy tan aficionada de la comida a domicilio, soy más... casera en ese aspecto así que, dime bombón británico, ¿Sabes cocinar? —Henry me dedica una media sonrisa, seguido de un asentimiento.

—Comenzamos a entendernos mejor... —murmura sacando unos cuantos ingredientes de la alacena.

Oh si, claro que si.

➖📍➖


Henry C.

Le veo menear sus tonificadas caderas de adelante hacia atrás buscando profundidad y placer sobre mi cuerpo.
Me hipnotiza la forma tan perfecta que sus lindos pechos poseen, como si fuesen dos gotas perfectas y grandes. Sus rosados pezones están duros ante el tacto de mis dedos. Me es inevitable gemir ante la forma tan deliciosa en la que se mueve conmigo en su interior.
La línea cabal que inicia en la boca de su estómago y termina delicada y marcada en su esbelto abdomen, se contrae y se rectifica pues ahora su espalda está arqueada, lo cual hace que se marque aún más. Sus brazos descansan hacia atrás sobre mis piernas, buscan apoyo y firmeza. No me abstengo de tocarla, toco su hermosa y pálida piel blanca.

Escucharla gemir, joder... es como escuchar la misma voz de Dios.

Su boca está entreabierta, en ocasiones muerde su labio inferior, cierra los ojos y suelta cientas de obscenidades que lo único que hacen es encenderme cada vez más.

Grace no tiene pena de expresarlo, eso no se ve en todas partes.

Y no me queda más que aprovecharlo.

Desde que llegué a Irlanda, mis ojos estuvieron siempre puestos en ella. A lo lejos, la acechaba como un puto acosador cuando me la topaba por los pasillos de la universidad. Siempre usando aquel uniforme que acentúa perfectamente sus atributos y muestra sus largas piernas cruzadas a la hora de sentarse. Su cabello largo y de un tono castaño oscuro/casi negro, me envuelven por completo. Con esos felinos y profundos ojos verdes esmeralda, es igual a una bella pantera.
Elegante, alerta y hábil.

En toda la extensión de la palabra.

Cuando leí por primera vez las listas de alumnado que me tocaría instruir, de su nombre, el apellido me llamó realmente la atención. Cuando supe que el mismo le pertenecía a la chica sexy que había estado adueñándose de todas mis malditas fantasías, creí que podría autocontrolarme.

La primera vez que la ví un poco más de cerca en esa taquilla del anfiteatro, sentada correctamente y con las piernas cruzadas, algo en mi se activó.

Ese día, fué coqueta conmigo y supe que aquello del autocontrol, se iría a la mierda. Ella besó las comisuras de mis labios y se marchó dejándome con ganas de más. Aquel día no pude evitar tocarme sin dejar de pensar en ella.
El día en el cual la línea de alerta se cruzó, fué cuando se sentó sobre mi y mi alocado amigo. No pude salir del anfiteatro hasta media hora después, una erección no baja tan rápido y mucho menos si mi mente me estaba traicionando con aquellos pensamientos pecaminosos de ella con su lengua y sus labios cubriendome por completo.

—¡Ah, sí! —gimió más fuerte acelerando sus movimientos. Su orgasmo se estaba aproximando y por mi parte, el mío iba por el mismo rumbo. Acto reflejo, nos hice cambiar de posición, Grace clavaba sus uñas en mi espalda. Aquello no dolía, más bien, me excitaba aún más. La estaba haciendo perder el control de sí misma cuando mis caderas estocaban piel con piel a la suya. Estaba mucho más que húmeda, apretaba las piernas y gemía sin control. Tomamos de nuevo el ritmo, ella llevó sus manos hacia mis glúteos, buscando profundidad. Así que a petición de la bella castaña, me hundí hasta lo más profundo en ella, hasta que nuestras pieles quedaron adheridas por completo. Aumenté la velocidad, ella contrajo inconscientemente las paredes internas de su vagina, causandome el triple de satisfacción. Grace se corría gritando mi nombre a los cuatro vientos. Solo eso me bastó para dejarme ir casi al mismo tiempo que ella. Justo cuando sentí el clímax llegar a mi, gemí con el rostro escondido en el hueco de su cuello. La adoré cual deidad mitológica durante el acto.

—Entonces, ¿Pedimos a domicilio la silla de ruedas o que? —murmura jadeante con el corazón latiendo a mil.
Podía incluso sentir los latidos acelerados de aquel órgano importante dentro del pecho de la chica bajo mi cuerpo. Río, lo cual la hace reír también. Ambos buscamos estabilizar y regular nuestras respiraciones antes de separarnos. Intenté levantarme, pero ella me lo impidió. —Quédate un momento. —susurró un poco más tranquila. Sus brazos envolvieron mi espalda mientras sus dedos dejaban suaves caricias en ella. Me tranquilicé, me derrumbé sobre su cuerpo aunque sin llegar a lastimarla, claro está.

Ahora mi cama estaba impregnada con el aroma a jazmines y coco de su cabello.

Estábamos a oscuras, afuera el cielo parecía estarse derrumbando. La tormenta no había cesado, después de cenar, charlamos en el balcón y tres copas de vino después; ya estábamos en la cama, follando otra vez.

Solo entonces, caí en cuenta de las cosas.

Reencontrarme con Maxim y Niall, fué algo genial, recordar los momentos que en su tiempo, vivimos juntos los tres; fue maravilloso. Aunque, aquello no arrastraba ningún indicio de culpabilidad por tener a su única y amada hija ahora entre mis sábanas.

Grace no es un pecado culposo, mucho menos uno que me llene de arrepentimiento. Grace era la misma lujuria en carne y hueso. El pecado capital más dominante del parlamento.

Los truenos y relámpagos iluminan el cielo, me bajo de su cuerpo saliendo por completo de ella. Me retiro el preservativo y lo deposito en un pequeño recipiente de basura junto a la mesita de noche. Después de limpiarme correctamente, regreso a la cama sin molestarme siquiera en vestirme. Grace se introduce entre las sábanas y yo la sigo minutos después.

Ella se adhiere a mi pecho, subiendo ligeramente su pierna sobre las mías. La abrazo, mi mano descansa sobre su cintura, en una posición bastante cómoda a mi parecer. Nos besamos solo unos cuantos segundos, antes de desearnos buenas noches y sin tener en cuenta la noción del tiempo, ella es la primera en quedarse completamente dormida, quizás esperando lo mejor para mañana.

Tan solo espero no estarme equivocando con respecto a mi sentir en este momento.

Lo desecho, me deshago de mis tontas ideas y suspiro pesadamente al cerrar los ojos e intentar de dejar de pensar en ella siendo algo más que mi bella y joven amante.

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