Una parada en Colonia Basilia

By antoenletras

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Un desperfecto en su camión de carga lleva a Tadeo a pasar un fin de semana bastante peculiar. Nunca imaginó... More

Prólogo
1 - Bienvenidos a Colonia Basilia
2 - En medio de la ruta
3 - Un rincón lleno de vida
4 - Con más carisma que habitantes
5 - Una gran familia recibiendo visitas
6 - Con espíritu de turista recién llegado
7 - De rincones especiales
8 - Y una gran historia detrás
9 - Un lugar llamado hogar
10 - De conexiones inexplicables
11 - Y fuertes impulsos
12 - Un mundo por conocer
13 - Con pasados que son ruinas
14 - Y futuros que se encienden
15 - Un latido en común
17 - Y confesiones que conectan
18 - Soltar el control
19 - Un antes y un después
20 - En el comienzo de un sueño
21 - Abriendo las puertas al futuro
22 - De la mano del amor
23 - Y de las nuevas oportunidades
24 - Un nuevo presente y un futuro que asoma
25 - El frío del mañana
26 - El quiebre del presente
27 - Y el refugio del ayer
28 - Una promesa
29 - Y una despedida
30 - Una lógica que duele
31 - Una decisión que acecha
32 - Y lo inesperado de la vida
33 - Amando a destiempo
34 - Latiendo a lágrimas
35 - El después del adiós
36 - Los nuevos comienzos
37 - La magia de la vida
38 - Apostar al latido
39 - Un lugar, un hogar
40 - Colonia Basilia
Agradecimientos
Nota de autor
Epílogo

16 - Un sentir desafiante

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By antoenletras

Olivia se acostó al lado de Tadeo y su corazón se disparó. Pero con el correr de los minutos y de la charla, empezó a encontrar paz en el instante. De repente, sintió una conexión muy fuerte estando allí a su lado, hablando cada vez más bajito mientras sus brazos se rozaban. Y cuando Tadeo se durmió, la paz la abrazó por completo.

Sabía que lo correcto sería levantarse con cuidado y regresar al auto para ir rumbo a su casa, para dormir en su cama y no allí. Pero estaba tan bien a su lado, que decidió aprovechar un rato más de ese pequeño rincón de paz. Y los minutos pasaron, y el sueño la abrazó por completo, casi sin darse cuenta.

Cuando abrió los ojos, se encontró con la habitación iluminada y la cama vacía. Observó el lugar y se dio cuenta que las cosas de Tadeo no estaban. Como si le hubieran inyectado una dosis de energía, se incorporó, buscó su cartera y salió de la habitación rumbo al comedor. Casi corrió por el pasillo e ingresó al depósito para luego llegar al lugar donde estaban las mesas. Se sentía un aroma delicioso, pero no había personas presentes. Y eso le generó preocupación.

Lo único en lo que podía pensar era en que Tadeo se había ido sin despedirse. Y por alguna razón extraña, aquella idea le hacía doler justo en el medio del pecho. Allí donde decían que se alojaba el alma. Aunque ella creía que era mas bien el origen de todos los sentimientos. Todos se sentían fuerte allí.

Salió del comedor con la última gota de esperanza y vio al joven alejándose.

—Tadeo —gritó mientras seguía avanzando.

El chico dio media vuelta y ella no pensó demasiado en lo que haría. Simplemente, corrió hacia él y lo abrazó.

De algún modo, aquella pequeña acción, puso su mundo nuevamente en equilibrio.

Se despidieron prometiendo verse el fin de semana y desde ese momento, la mente de Olivia no pudo alejarse de Valedai.

Cuando Tadeo había propuesto pasar el fin de semana allí, su mente se había trasladado a ese lugar oscuro de su pasado. La habían invadido todos esos sentimientos de soledad, tristeza y angustia que la habían acompañado en sus últimos meses en la gran ciudad. Sumado a todo eso, había sido consciente de que hacía mucho tiempo no viajaba, ni se subía a un autobús, ni recorría tantos kilómetros... Y mucho menos, junto a un desconocido. Aunque esa palabra quedaba un poco extraña al lado del nombre de Tadeo y mucho más después de haber compartido una noche juntos. Parecía ser que el simple hecho de dormir a su lado, había generado una conexión mucho más profunda entre ellos.

No supo bien qué fue lo que la llevó a aceptar el plan. Creía que habían sido las ganas de pasar más tiempo a su lado... Porque en ese momento, analizando mejor la idea, le generaba un poco de miedo. No sabía cómo sería volver a pisar aquel sitio. Si lograría ver el lugar con otros ojos, con otra madurez. Y tampoco sabía qué pasaría con su plan de seguir sus sueños una vez que volviera de allí.

En cierto modo, temía ambas opciones. Si comprobaba que no soportaba la ciudad, sabría que no podría aceptar la beca. Pero eso implicaría abandonar sus sueños, una vez mas. Y si veía que podría soportarlo y aceptaba la oportunidad, debería empezar a despedirse de Colonia Basilia.

De un momento a otro, se sintió ahogada y lo único que logró sacarla de ese estado, fue la familia que ingresó al comedor.

Se acercó a ellos y con una sonrisa genuina les dio la bienvenida antes de darles el menú.

—Bienvenidos a Colonia Basilia.


Ese jueves, como era costumbre cuando el verano estaba cerca, Olivia y sus amigos se juntaron a cenar en la casa de Camila. Vivía cerca del río y tenía una terraza que permitía disfrutar de la vista mucho mas.

Hicieron pizzas y comieron entre charlas y risas. Aquellos momentos hacían que Olivia se sintiera muy afortunada.

—Waldo me dijo que volvió Tadeo —le dijo Gise en un momento de silencio.

—Si, hace dos días —admitió Olivia con una sonrisa que no pudo ocultar.

—Bueno, ahora tienes que ser sincera. Algo sucede —insistió Cami.

Aquello hizo que el corazón de Oli entrara en una carrera contra si mismo. No había nada que decir.

—Tenía ganas de venir. Yo tenía ganas de que venga... Solo eso.

—¿Pero pasó algo?

—Nada.

—¿Segura?

—Segura —respondió. Aunque no estaba convencida de que dormir a su lado fuera nada—. Mañana me pasara a buscar y voy a ir a pasar el fin de semana a Valedai. Por si alguien quiere que le traiga algo de la ciudad —dijo eso último para alivianar el peso de la noticia, que sonó importante hasta para ella.

Se hizo un silencio en el que se cruzaron miradas entre todos.

—A ver, Oli. No puedes decir que no pasa nada y luego admitir que irás a pasar el fin de semana con él. Las cosas claras, por favor —rio Lucas.

Y desde ese momento, o quizás desde antes, Olivia empezó a hacerse la idea de que esa nada, tenía mucho sentimiento de por medio.


El viernes, al salir del trabajo, comenzó a armar el bolso. Serían solo dos días, así que no debió seleccionar mucha ropa. Una vez que se decidió con eso y con los calzados, buscó su cofre donde guardaba los ahorros. Lo cierto era que tenía bastante. No había muchas opciones de gastos allí en el pueblo. Y desde que había empezado a trabajar, no había viajado, así que ahorrar no había supuesto demasiado esfuerzo.

Llevó un poco de dinero para pagar las noches de hotel, aunque todavía estaba considerando aceptar quedarse en su casa... Le parecía un poco extraño, raro y peligroso, pero a la vez, sentía la confianza suficiente como para aceptarlo sin tanto temor. Pero por si acaso, llevaría lo necesario para considerar la otra opción. También llevaría para el pasaje de regreso y para las salidas y compras qué haría allí.

Y una vez que estuvo todo listo, empezó a sentir cierto entusiasmo libre de miedos. Quizás lograría verle el lado bueno a aquel lugar tan grande, tan lleno de gente y oportunidades.

"En media hora llego, dónde nos vemos?"

El mensaje disparó los latidos de su corazón. Esta vez, había estado muy atenta a su celular así que respondió al segundo.

"Voy al comedor, frenas allí?"

"Ok, te busco ahí"

Oli se puso la mochila al hombro y tomó su pequeño bolso para emprender la caminata hacia el comedor. Saludó a su familia y su madre se ofreció a llevarla en auto, pero ella se negó. Prefería caminar y tratar de calmar su interior desde la soledad.

Cuando estaba llegando, logró ver a Waldo sentado bajo su árbol, así que decidió acercarse al tejido para saludarlo.

Él le sonrió y con lentitud se puso de pie para ir a su encuentro.

—¿Qué son esas cosas? ¿Te irás?

Oli asintió feliz.

—Iré a pasar el fin de semana a Valedai, con Tadeo.

El viejito sonrió.

—Me alegra oir eso, pequeña. Disfruta mucho que mereces un descanso.

—Lo haré. Y te traeré esos dulces que tanto te gustan. Lo prometo.

Desde aquel lugar que tenía vista hacia toda la ruta, pudieron observar un camión que se acercaba aminorando la velocidad. Olivia supo que era Tadeo. Lo sintió en su interior.

Saludó a Waldo y caminó hacia allí.

Tadeo frenó al costado de la ruta y cuando miró por la ventanilla de su derecha, la vio. Avanzaba con su peculiar andar hacia donde estaba él. Le fue imposible no sonreír.

Se estiró sobre el asiento para abrir la puerta del acompañante.

—Voy a intentar que no se note mucho que es la primera vez que me subo a un camión —le dijo riendo.

Automáticamente, el interior de Tadeo se llenó de una energía especial. Tenía ese poder para invadirlo de buen humor con tan solo una frase.

—Sube los bolsos primero y después ayúdate con los escalones de ahí abajo —le indicó.

Ella los miró y sonrió.

—No había prestado atención a este detalle.

En cuestión de segundos estuvo arriba.

—Bienvenida a uno de mis hogares —le dijo él mientras observaba como ella miraba el interior del vehículo.

—Es mucho más grande de lo que imaginaba —sus ojos parecían maravillados y le causó un poco de curiosidad como podía ver aquel sitio con tanta ilusión. Definitivamente, Oli encontraba magia en las cosas cotidianas.

—Si, la verdad que se viaja bastante cómodo.

Entonces se dio cuenta que estaba leyendo uno de los stickers con frases que tenía pegado en una parte del tablero: Quello che succede è l'unica cosa che poteva succedere.

—¿Qué significa?

Tadeo sonrió recordando el motivo por el que había pegado esa frase allí. Lo había ayudado mucho a lo largo de su recuperación.

—Es una de las leyes espirituales de la india. Significa, lo que sucede es la única cosa que podría haber sucedido.

Olivia tardó en responder.

—Es bastante... profunda.

Tadeo se encogió de hombros.

—Después de pasarme muchos años preguntándome el porqué de varias cosas, me hizo bien aceptar las cosas como fueron y entender que por algo pasaron —le explicó mientras ponía el camión en marcha—. ¿Preparada?

—Preparada —le dijo con cierto entusiasmo.

Salieron a la ruta y fueron ganando velocidad. Olivia miraba el paisaje con mucha curiosidad mientras continuaban hablando de la frase.

—¿Y por qué está en ese idioma?

—Es italiano. Mi abuela solía hablarlo... Es en honor a ella.

—¿Sabes italiano?

—Algo si. Desde chiquito me enseñó... Pero como no lo apliqué mucho se me fue olvidando. ¿Tu sabes algún idioma?

—Nada, aunque me gustaría aprender. ¿Sabes algún otro?

El viaje, sorpresivamente, pasó rápido. Las horas que a veces se convertían en eternas, al lado de Oli parecieron desvanecerse. Pasado el atardecer, llegaron a Valedai.

—Bienvenida a la gran ciudad.

Del otro lado de la ventanilla, empezaban a dibujarse los edificios, las pantallas de anuncios; comenzaba a observarse mas movimiento, mas luces, poco verde...

Olivia respiró profundo.

—Después de tanto, he vuelto —rio nerviosa sin dejar de mirar por la ventanilla.

—Te prometo que este lugar también tiene magia.

—Voy a confiar.

—Te lo demostraré.

Entonces giró su cabeza para mirarlo unos segundos y le regaló una sonrisa antes de volver a mirar el exterior.

Aquello fue suficiente para convertir la frase en una promesa.

Tadeo llevó el camión a la playa de estacionamiento de la empresa y luego, se acercaron a la ruta para tomar un taxi.

Olivia todavía no podía hacerse a la idea de que estaba nuevamente en Valedai después de tanto tiempo. Observar la inmensidad que significaba esa ciudad, la hacía sentir pequeña... Pero a su vez, se sentía valiente. De pronto, todo lo que el afuera podía ofrecerle le daba un poco de intriga. Y saber que contaba con la compañía de Tadeo, le daba más tranquilidad.

—¿Has decidido donde pasarás la noche? —le preguntó el chico mientras esperaban a que pasara un taxi.

—¿Cuáles son las opciones?

—La opción barata, ir a mi casa. La opción cara, un hotel —le dijo divertido.

Olivia dudó. Ambas opciones tenían sus pros y sus contras, pero había una que la atraía mas por la simple razón de incluirlo a él. Pero temía que fuera muy...

—Y si me permites opinar —habló interrumpiendo sus pensamientos—. Creo que te conviene la primera opción. Hay varias habitaciones libres, por si quieres privacidad.

Olivia sonrió. Estaba decidido, se alojaría en casa de Tadeo y que el destino decidiera por cuenta propia si aquello era buena o mala idea.

—Seguiré tu consejo entonces.

Justo en ese momento, frenó un taxi. Subieron y Tadeo le dio la dirección de su casa.

Durante el camino, Olivia se dejó maravillar por lo que observaba afuera. La noche abrazaba la ciudad, así que la cantidad de luces que había capturaban toda su atención. Gente yendo de un lado a otro, autos en ambas direcciones, autobuses, personas en bicicleta. Pasaron cerca de un parque y vio a muchos haciendo ejercicio; caminando, corriendo, andando en rollers.

Si tenía que usar una palabra para describir lo que veía, sin lugar a dudas sería vida. Con todo lo que aquello conllevaba. Energía, locura, movimiento... Avance.

Después de veinte minutos en los que empezó a intercambiar algunas palabras con Tadeo, el taxi avanzó hacia un barrio que parecía más tranquilo. Las construcciones eran más bajas, las calles menos transitadas y el silencio, un poco más palpable.

El taxi frenó en una casa color ladrillo con rejas negras. Tadeo pagó y ambos bajaron con sus bolsos al hombro.

—Hoy me vas a tener que perdonar, pero no podremos salir a comer afuera. Estoy destruido —le dijo riendo mientras abría la puerta.

—No importa, tenemos dos días para recorrer todo.

Ingresaron a la casa y cuando prendió la luz, Olivia se encontró con un ambiente acogedor. Frente a ella había un living con dos sofás grandes y una pantalla led bastante prominente.

—Esa es de mi tío —rio él mientras dejaba el bolso sobre un sofá—. La compró en su breve estado de soltería y la abandonó acá.

A la derecha, y subiendo un escalón, se ubicaba una gran mesa con diez sillas. Se parecía a la mesa que Olivia tenía en la galería para los grandes encuentros familiares. Aunque allí parecían haberla usado siempre.

—¿Familia numerosa?

Él asintió y le dijo que la familia de su padre eran varios hermanos. Seis para ser exactos.

—Ven, te muestro tu habitación.

La guió hacia el pasillo, le mostró donde estaba el baño y continuaron avanzando hacia el final. Allí, a la derecha, se encontraba una habitación pequeña con una cama de una plaza y un mueble.

—Era de mi tía, la mas chica de la familia. Hace mucho que nadie la ocupa, pero la limpié la semana pasada, así que no te preocupes.

Le dijo que se acomodara mientras él se bañaba.

—Si quieres, pide comida. En la heladera hay imanes con los números de las rotiserías. Te dejo elegir la cena.

—Dale, no te preocupes. Báñate tranquilo.

Olivia dejó su bolso y su mochila sobre la cama y se acercó a la ventana. Decidió abrirla, apoderada por la intriga. Del otro lado, se encontró con un amplio patio iluminado. Se notaba que estaba bien cuidado. Tenía muchas plantas, árboles y un sendero de piedras que se dirigía hacia el final, donde había una construcción más pequeña.

Volvió a cerrarla y se dirigió hacia la cocina que estaba a un costado del comedor. Sin pensarlo mucho, se acercó a la heladera para observar los imanes. Lo que más llamó su atención fueron los que tenían nombres de lugares y fotos de paisajes. Allí, en un rincón, estaba el que había comprado en Colonia Basilia.

Sonrió y continuó observando los otros. Había tantos desconocidos para ella que le pareció increíble que hubiera tanto mundo ahí afuera. Le dio un poco de pena desconocer tanto, pero también intriga. ¿Cómo sería haber recorrido tantos sitios? ¿Podría ella animarse algún día a hacerlo? ¿Qué se lo había impedido hacer en el pasado? Ante esa última pregunta, solo encontró una respuesta: miedo.

Suspiró y prefirió no dejarse ahogar por la sensación que aquel pensamiento despertó. Fue directo hacia los imanes de las rotiserías y eligió una que le pareció interesante: Universo Pizza.

Hacía tanto tiempo que no comía una pizza que no fuera casera o de las que hacían en el comedor, que no dudó un segundo en cuál sería la cena.

Cuando Tadeo salió del baño, ella estaba sentada en el sofá mirando televisión.

—¿Has encargado?

—Si, pizza y papas fritas.

Cuando se giró para acompañar la respuesta, se sorprendió con lo que vio. Tadeo estaba sin camiseta y con pantalón corto deportivo. Su cabello estaba húmedo y le daba una imagen distinta.

Estaba muy lindo... demasiado.

Tuvo que obligarse a volver la mirada al televisor.

Definitivamente, aquellos días serían un gran desafío para sus sentimientos.

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