ANTE TI, SOY

By apbooks9

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PAUSADA. SIN FINALIZAR Romance Histórico situado en principios del siglo XIX. Año 1820 Inglaterra Cadence Mil... More

Bienvenidos
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 10

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By apbooks9

Gracias mis queridos por aguardar pacientemente... Aquí está. Se hizo esperar, pero llegó y es larguito... ;)

Su porte impoluto la sorprendió bajo la luz cálida del sol que a esa hora vestía todo de aquel tono dorado precioso.

Claro que podía apreciarlo mejor que aquella noche lluviosa. Llevaba su sonrisa socarrona y esa chispa en sus ojos oscuros, que de alguna manera le hacían sentir en desventaja casi constantemente y si no fuera porque él se adelantó a su pensamiento como si leyera su mente, hubiera jurado que aquel encuentro no era casual.

—Necesitamos hablar... —dijo casi sin inmutar su pose, aunque aquella afirmación la extrañó y hasta levantó sus cejas sorprendida.

—No entiendo de qué, señor Denson... —Claro que su sonrisa de lado se exacerbó al oírla, al igual que sus nervios cuando él tomó su mano sin disimulo alguno y la colgó de su brazo mientras comenzaban la caminata alejándose de las miradas indiscretas, desoyendo por completo sus quejas y reclamos. —Shh, deje el escándalo señorita Miller. Dije que solo necesitamos hablar, no que me atrevería a tocar uno solo de sus preciados cabellos.

— ¿Qué le apremia tanto? Si es posible saber...

—Digamos que preciso su ayuda en un asunto... —Las expresivas cejas de Caddy volvían a elevarse nuevamente. La idea de que él precisara su ayuda, era extraño, pero mucho más la manera en que había pronunciado aquella frase. —No me mire así, no es nada excepcional ni difícil. —Se detuvieron sobre la verde hierba mientras un rayo de sol se posaba en su cabello recogido y aquella barba desprolija.

— ¿De qué se trata?... —Puso su mano en jarra sobre su cintura y con la otra sostenía el parasol. Aguardaba curiosa lo que seguiría y claro que se sorprendió al oír semejante pedido.

—Quiero ir a la salida de campo. —Dijo sin titubear, sin un mínimo preámbulo y como si esa respuesta fuera lo más obvio del mundo.

— ¿Qué salida? —preguntó confundida.

—La que está organizando la señora Hemingway. Claro que será para señoritas, pero es su deber convencerla de que más divertida será con caballeros, y claro que debe incluirme en los planes. No debe ser un grupo selecto, y de ser así, con claridad dejará mi nombre en la lista. Y como prioridad, no lo olvide. —Sonrió mostrando los dientes más blancos y perfectos que Caddy hubiera visto alguna vez, mientras el muy fanfarrón golpeaba con su índice el borde bordado del parasol blanco.

La frente de Cadence estaba repleta de arrugas mientras daba un corto sacudón de cabeza como si deseara acomodar en su cabeza lo que había.

— ¿Está usted loco? ¿Cómo se le ha ocurrido semejante petitorio? Para empezar no estoy al tanto de las ideas de Brooke, y mucho menos seré yo quien le hable de usted, ni que pida su presencia... téngalo por seguro—respondió como si aquella negativa fuera lo más evidente del mundo. —No sé en qué instante ha creído que estoy dispuesta a ayudarle.

Drake avanzó un paso hacia ella con sus manos cruzadas en la espalda. Miró en todas direcciones ante la mirada atenta de la solterona y luego pronunció lentamente y vocalizando cada una de las letras.

—Claro que lo hará... De lo contrario, no me dejará otra alternativa más que soplar a oídos de los mimados caballeros que la llevé hasta su casa, de noche, sola, abrazándola por la espalda sobre mi caballo mientras descansaba su cabeza sobre mi amplio pecho que amablemente la recibió. —Sus labios se estiraron grácilmente sintiéndose vencedor.

Caddy había perdido capacidad de habla. No atinaba más que a imaginar en su mente lo que aquellas palabras podían provocar, pero su mente lenta no encontraba respuesta más que un balbuceo improvisado.

Bajó el parasol para responder a semejante canallada, pero ante sus nervios y la torpeza que de ello resultaba, una de las puntas del mismo dio en el rostro de Drake que de inmediato retrocedió lo suficiente para llevar su mano al lugar dolorido, mientras apretaba los labios y resoplaba maldiciendo.

— ¡Oh por Dios! Discúlpeme... —Dijo ella al notar lo sucedido, pues las muecas de Drake denotaban gran dolor.

— ¡¿No podía fijarse?! —lanzó entre dientes mientras acariciaba su mejilla y el ardor no menguaba. Claro que de inmediato el malhumor que había tenido todo el día, volvía aflorar.

—Lo siento... déjeme ver... —Respondió mientras apoyaba el parasol ya cerrado sobre su pierna y observaba con detenimiento la marca rojiza que había dejado.

— ¿Cómo se ve? —preguntó preocupado y sintiendo el lugar como si una brasa puntiaguda lo atravesara.

—Como un raspón... —el tono irónico lo exasperó pero antes de poder replicar a su provocación, ella continuó— Déjeme ver... —Se acercó un poco más a él para observarle con claridad y exclamó horrorizada — ¡Oh Dios mío!

— ¡¿Qué?! —cuestionó preocupado al ver que ella cubría su boca con las manos.

—Sólo un raspón leve que pronto va a desaparecer... No tiene por qué preocuparse. —Sonrió satisfecha y él resopló aunque continuaba masajeando el lugar.

—Muy graciosa... podría haber lastimado mi ojo. ¿Es que acaso no le han enseñado movimientos delicados que una dama puede realizar? Imagino que asistió a una de esas escuelas de señoritas, en la que apuesto, ha invertido importantes años de su vida ¿verdad?

—No discutiré sobre mi educación con usted, y claro que no seré condescendiente a su amenaza, señor Denson. —levantó su mentón levemente y en claro tono desafiante. Drake se acercó a escasos centímetros de su rostro y allí se percató de dos cosas: ella temblaba, clara señal de que su respuesta no era convincente; era bonita, muy bonita. La solterona tenía una hermosa boca de labios gruesos, rosados como pétalos de flor exótica, húmedos como un manantial refrescante y brillantes, muy brillantes. Se le antojaron hermosos y dulces como aquella fruta exquisita que alguna vez había disfrutado en amazonia. Sus ojos habían quedado prendidos de ellos y por un instante olvidó lo demás. El espacio estrecho, oscuro y profundo que separaba al superior del inferior, lo había hipnotizado como si se tratara de una piedra preciosa. Carraspeó al notarlo, por lo que de inmediato levantó la mirada hasta sus ojos y allí frente a ellos, cercanos y ansiosos, replicó.

—Muy bien. Ya mismo buscaré al señor Harris para comentarle de nuestro fogoso encuentro... —Retrocedió apenas lo que erguir su espalda le permitió y aquella afirmación bastó para que la solterona de labios bonitos, reaccionara.

— ¡Espere...! —Drake sonrió y ella inspiró profundo. —Muy bien, lo haré; pero quiero su palabra de caballero que jamás volverá a extorsionarme con ese asunto. —Drake asintió. —No, no me basta. Quiero su palabra de caballero. —Exigió.

Él levantó su mano derecha y con claridad pronunció.

—Le doy mi palabra, señorita Miller, que no volveré a mencionar este asunto. Será nuestro pequeño secreto indecente... —Caddy inspiró, fastidiada del todo y al levantar el parasol rápidamente para alejarse, la punta del mismo dio en la entrepierna de Drake.

El dolor punzante lo hizo doblar su espalda y ella no se detuvo a socorrerle y mucho menos a disculparse. Se extendía enmudeciendo cualquier intento de detenerla, mientras sus manos apretaban el lugar y la veía tropezar a la distancia, en la escalinata del jardín.

Se desplomó sobre la cama y quitó su zapato casi de un tirón mientras acariciaba su tobillo dolorido. Agradeció que la torcedura no hubiera sido grave, aunque había maldecido al escalón durante todo el trayecto, sin mencionar que apenas asentaba su peso en aquel pie, insultaba a Denson con todos los escarnios que conocía.

Resopló molesta mientras desataba el lazo de su sombrero y se recostó hacia atrás. Prefería oír los interminables discursos de su tía Anne, sus quejas y malestares; a encontrarse en ese lugar donde se suponía debía verse feliz y disfrutando, cuando en realidad deseaba correr al río y hundir su cabeza bajo el agua fresca para que aliviara el pesar de su corazón en pedazos. A semejante trastorno, ahora se sumaban las amenazas de un hombre que parecía sin escrúpulos, aprovechador y con intenciones poco claras.

La disyuntiva de obedecer a su petitorio pese a desconocer sus propósitos, o que desparramara en los consentidos caballeritos de pacotilla semejantes dichos y calumnias, la tenían a mal traer. No imaginaba los alcances de aquella amenaza, pero estaba segura que no podía permitir que John padeciera aquel golpe, y tampoco que Walter creyera que alguna de esas palabras eran ciertas, aunque en parte lo eran. ¿O no? Frunció el ceño al considerarlo. Después de todo sí la había llevado hasta su casa, de noche, sola, abrazándola por la espalda sobre su caballo. A excepción de su cabeza apoyada en el amplio pecho, todo era cierto. Mordió su labio inferior mientras cubría su rostro con las manos intentando que aquella noche dejara de existir y de complicar todo.

Lavó su rostro en la jofaina y lo secó con delicadeza mientras recorría la habitación con la mirada. Un cuarto espacioso con un hermoso balcón que brindaba amplia vista a los jardines de la casa. Su baranda entretejida por una enredadera de hojas grandes y preciosas flores rojas que se escurrían entre ellas, parecía de ensueño.

Agradeció que Brooke la considerara y le asignara uno de los mejores cuartos, pero lamentó que no hubiera escogido otra compañera. Soportar a Jane junto a ella noche tras noche, sería una tortura.

Pensar en Brooke, sólo le recordó la premura de aquel encargue, y claro que la sonrisa socarrona de Drake la indispuso. Alisó su falda y peinó su cabello en un recogido sencillo. Debía encontrar a su amiga y convencerla de que invitar a los hombres a la supuesta salida de campo sería fantástico. Ni ella era capaz de creer que aquella afirmación pudiera salir de sus propios labios. Claro que la idea era pésima. Los hombres solo pensaban fumar y beber, en política sin sentido y en guerras, guerras y más guerras. ¿Cómo haría que aquella idea cuadrara con "salida de campo"? No podía imaginarlo. Descontando que Brooke podría leer a la distancia que algo no andaba del todo bien, con sólo mencionar el asunto; ni hablar si debía insinuar el nombre de uno de los caballeros para ser el primero en la lista. Deseó dar uno de aquellos gritos de desahogo, pero se limitó a apretar sus dientes, sus puños y dar un leve gruñido de impotencia.

La puerta se entornó y el rostro angelical de Jane "la perdida" Miller se presentó frente a ella, sonrió al verla y enarcó una de sus perfectas cejas.

— ¿Preparándote para la cena?

—No. —Respondió escueta, mientras ajustaba la hebilla.

—Bonito cuarto... Creo que escogeré esta cama...

—Ya volqué mis babas en ella. —Respondió con tono seco y disfrutando el rostro de asco de su prima mientras volvía a ponerse de pie.

—Eres tan desagradable, Caddy... No entiendo qué pudo verte Walter... me lo pregunto a cada instante. —No respondió a su provocación y contuvo el deseo de gritarle lo que él le había dicho en su último encuentro. —Yo por mi parte voy a escoger alguno de mis vestidos nuevos. Creo que la velada promete... ¿Has visto cuantos caballeros? —Cadence rodó sus ojos al oírla, pero sus palabras de alguna manera se sentían como un dolor profundo en el estómago.

—Me voy. Dejaré que bruñas tu belleza todo lo posible. —Respondió con ironía mientras se detenía junto a la puerta.

—Al menos tengo algo para pulir. —Dijo con aquella voz de ángel tierno y Caddy cerró de un portazo mientras avanzaba por el pasillo, deseando que alguna vez alguien fuera capaz de percatarse del tipo de persona que era la preciosa y adinerada, Jane Miller.

Mientras despotricaba en su mente contra la adorada prima que en realidad era la más vil de las criaturas creadas por Dios, vio a Brooke hablar en el corredor con su doncella, quien luego de recibir algunas indicaciones, se alejó.

El rostro de su amiga denotaba preocupación, cansancio o malestar, podía notarlo claramente cuando la vio apoyar el dorso de su mano en la frente y mover su cabeza en negativa. Caddy apuró el paso, tanto como su pie torcido le permitía y alcanzó a llamar a su puerta apenas unos segundos después de ver a su amiga desaparecer.

—Brooke, soy yo... —murmuró junto a la puerta del cuarto principal de la casa.

— ¿Caddy?

—Sí... ¿te encuentras bien?

La puerta se entornó y sí, definitivamente Brooke no se encontraba nada bien. Su cabello oscuro caía a un costado de su rostro pálido. Sus ojeras resaltaban y rodeaban a sus ojos azules que apenas se detuvieron un momento en ella y luego corrió hacia el orinal.

Cerró la puerta tras de sí y se acercó a ella para asistirle, pues su estómago vomitaba absolutamente todo lo que había comido.

—Válgame, Brooke... ¿Qué sucede?

—Deben ser los panecillos recién horneados... los comí apenas Janine los sacó del horno. Estaban tan calientes que quemaban mi lengua, imagínate. Quizás el aire vespertino y el olor tan agrio de los rosales me han descompuesto por completo.

— ¿Olor agrio de los rosales?

—Asqueroso... ya le dije al jardinero que los reemplace por tulipanes o quizás narcisos.

—Estás loca. No he percibido olor en tus preciosos y cuidados rosales. No cometas el pecado de quitarlos y más bien aléjate de los panecillos calientes... —Brooke asintió mientras se recostaba en la mecedora y apoyaba un pañuelo húmedo en su frente sudada.

—Tal vez... ahora debo reponerme antes que Robert venga a cuestionar por qué no estoy con los invitados.

Caddy se quedó en silencio mientras con un abanico movía un poco el aire y refrescaba su rostro. La habitación estaba silenciosa y por el gran ventanal se oía el canto de los pájaros que ya buscaban sus nidos. En el corredor, el murmullo de las damas que comenzaban a prepararse para la cena y estaba segura que no había mejor momento que aquel para hablar del asunto de la bendita salida de campo.

—Brooke...

—Ah... —respondió con sus ojos cerrados, inspirando profundo y dejando que el aire del abanico la relajara.

— ¿Qué haremos mañana? ¿Tienes algo pensado?

—Luego del desayuno, mientras los caballeros arruinan sus vidas en el salón de cartas, leyendo el periódico y fumando su asqueroso tabaco, iremos de campo. Llevaremos una canasta de bocadillos y montaremos un poco a caballo. Ansío llegar al río y meter mis pies en él...

La idea sonaba estupenda. Salida de chicas, cabalgata, comida deliciosa y el río para refrescar sus pies cansados. A eso, claro que agregaría un buen libro.

Sus pensamientos sucumbieron a su obligación y carraspeó levemente.

— ¿No irán los caballeros? —Brooke apretó el ceño y claro que sus ojos azules se entornaron para focalizar el rostro de su amiga. Caddy cerró el abanico y huyó hacia el ventanal para que no percibiera el nerviosismo que la acompañaba.

—Claro que no. Me extraña de ti que preguntes algo semejante. Bastante tengo que soportar la humareda aquí para encima acarrearla todo el día. Robert detesta el río y hace bastante que no cabalga. No creo que la idea le atraiga.

—Pero creo que sería entretenido, podrían llevar aparejos de pesca. No hace falta que vayan todos, podrías sugerirlo para quien desee. Hay caballeros jóvenes que apuesto disfrutarán hacer algo más que beber y jugar cartas. Descontando las muchachas que se pondrán muy contentas de tener alguna oportunidad de galanteo ¿no crees? —para ese instante ni ella podía creer lo que estaba diciendo. Brooke la observaba estupefacta a sus espaldas y percibía sus ojos clavados en el cuello. Solo continuó observando por la ventana como si en verdad disfrutara de la fuente o del paisaje, y fue en aquel instante en que vio a la lejanía, entre los ligustrinos, el trasero de un hombre gateando en el suelo. Caminaba en cuatro patas, rebuscando algo en la hierba. Estaba solo, y lejos del grupo de invitados que conversaban animadamente. Imposible que alguien pudiera divisarlo, a excepción de ella que estaba en el momento justo, en el cuarto principal del segundo piso y con los ojos en el lugar correcto. Sus ojos se esforzaron y vio la inconfundible barba de Denson. Siguió sus movimientos, segura de que él no podía verla ni imaginar si quiera que estaba allí.

— ¿Caddy? —Se volvió hacia Brooke que la observaba incrédula y sonrió. Rápidamente volvió a fijar sus ojos en el trasero de Drake que aún apuntaba al cielo.

— ¿No te agrada la idea?

—No, es que la idea no es mala, pero ¿desde cuando te interesa la compañía masculina? ¿Es acaso Harris?

—No, claro que no... pienso que podría ser interesante.

—Aha... —Respondió Brooke mientras ya repuesta se acercaba a ella. — ¿Qué miras?— Cadence alcanzó a ver el trasero de Drake enderezarse y colocar algo en su pierna. Rápidamente se volvió hacia su amiga para que no pudiera verlo.

—Nada. El precioso paisaje.

—Cadence Miller. Te exijo que me digas quien es el hombre que está trastocando tus ideas y convicciones... —el brillo en los ojos de Brooke, intenso e inquisidor, apuraba a su cerebro que intentaba llamar alguna respuesta lógica que le ayudara a terminar de convencerla y al mismo tiempo que no la comprometiera.

—No es nadie, Brooke. Deja de divagar... solo ha sido una idea y nada más.

—Si no me dices, no lo haremos. —Brooke sonrió expectante y ella titubeó. —Dímelo. ¿Es Harris? ¿Te arrepentiste?

—No, claro que no.

—Caddy... te conozco tanto...

Nada haría cambiar a Brooke de idea y estaba segura que era en vano intentarlo. Debía terminar con aquel asunto del encargue y alejar a ese hombre de su vida de una vez y para siempre. Era extraño, de poca educación y con conductas dudosas que la llenaban de intrigas. Eso sí, estaba intrigada hasta los tuétanos por saber que buscaba en el jardín de los Hemingway y qué había escondido en sus ropas.

—Está bien, está bien... He visto al señor Denson entre los invitados, nos saludamos y me intriga. Se ve inteligente. Me gustaría tratarlo un poco más, quizás podamos llegar a ser amigos. —La risa de su amiga sonó estridente en la habitación y la rodeó en un abrazo.

— ¡Claro que sí! Lo haremos. Me pone muy feliz que no estés cerrada al amor, que no te rindas, que...

—Espera... no dije nada de eso... —Intentó aclarar.

—No importan tus razones. Hoy he visto al tal Denson y es guapo... muy guapo. Que quieras conocerlo es un buen comienzo.

—No pienses así, es solo que parece inteligente...

—Deja que Amy lo sepa...

—Brooke, por favor no digas nada... —Suplicó desesperada ante su entusiasmo.

—Está bien, está bien. Por lo pronto dile a John que sea el primero en apuntarse, porque no quiero luego que me mande a llamar para preguntar qué ha hecho su adorada primita.

Dejó que Brooke se alistara para la cena, pues entre tanta conversación y su descompostura, el sol se había escondido casi por completo.

Se detuvo en el balcón de su habitación mientras Jane desocupaba el tocador. Como siempre, su prima se veía espléndida. Aquel vestido lavanda resaltaba sus ojos y sus bucles caían perfectos enmarcando sus facciones.

Volvió dentro de la habitación e hizo un recorrido rápido a su guardarropa buscando algo adecuado. Definitivamente sus vestidos eran anticuados y a la mayoría los había utilizado al menos cinco veces. Odiaba aquellas noches interminables de sociales y cenas, bailes y orquestas en que se pasaba sentada, aburrida, observando como las señoritas jóvenes recibían todos los galanteos y se limitaban a rechazar a cuanto caballero humilde apareciera. Aquella no sería la excepción, a diferencia de que no había caballeros humildes sino adinerados amigos de los Hemingway.

Sólo deseaba descansar y volver a su casa. Se conformó con saber que ya había pasado al menos medio día desde que había llegado y faltaba menos para volver; que había convencido a Brooke de aquella terrible idea, aunque con una mentira, pero que dejaría al misterioso y fanfarrón Denson, lejos de ella. Esa misma noche le confirmaría que estaba todo hecho y olvidaría el fatídico día en que se habían conocido, de una vez por todas. 

Jajajajaja, ya los quiero a los dos... sólo eso. 

Se quedaron con ganas de más? Ojalá que sí...

Gracias por estar ahí. No se olviden de votar, porfis. Lluvia de estrellitas para mí... 🌟 ✨

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