courageous| neville longbottom

By SolinneGarte

218K 18.9K 22.5K

Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas. Ambos se... More

introduccion
prólogo
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐔𝐍𝐎
capítulo 1
capítulo2
capitulo 3
capítulo 4
capítulo 5
capítulo 6
capítulo 7
capítulo 8
capítulo 9
capítulo 10
capítulo 11
capítulo 12
capítulo 13
capítulo 14
capítulo 15 (parte 1)
capítulo 15(parte2)
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐃𝐎𝐒
capítulo 16
capítulo 17
capítulo 18
capítulo 19
capítulo 20
capítulo 21
capítulo 22
capítulo 23
capítulo 24
capítulo 25
capítulo 26
capítulo 27
capítulo 28
capítulo 29
capítulo 30
capítulo 32
capítulo 33
capítulo 34
capítulo 35(parte 1)
capítulo 35(parte 2)
capítulo 36 (parte 1)
capítulo 36 (parte 2)
capítulo 37
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒
capítulo 38
capítulo 39
capítulo 40
capítulo 41
Capítulo 42
capítulo 43
Capitulo 44
Gracias por su apoyo.

capítulo 31

3.4K 355 767
By SolinneGarte

━━━━━━━※━━━━━━━

—¡No puedo creerlo! —exclama Tonks por milésima vez. —¡Estás bromeando!

Yo niego, dándole una última mordida a la empanada de piña que robé de la cocina.

—Todo es verdad, por más loco que parezca. —murmuro con pesadez.

Ayer, después de una larga noche en la que nadie pudo dormir, mamá llegó con la maravillosa noticia de que papá está bien, fue un completo milagro que sobreviviera a tal suceso pero se encuentra estable y, cuando lo fuimos a visitar en San Mungo, nos dimos cuenta de que aún conserva su divertido sentido del humor y esa curiosidad por saber todo de los muggles. Pues en cuanto nos vio entrar le preguntó a Harry si sabía algo acerca del funcionamiento de la bicicleta.

Ahora me encuentro con Tonks en la habitación que utilicé durante las vacaciones del verano, mi amiga lleva el cabello corto y rosado luciendo asombrosa. En cuanto me vio me preguntó sobre mi relación con Neville, algo natural si tenemos en cuenta que la última carta que le mandé decía que estábamos juntos. Así que después de una larga explicación de todo lo sucedido, estamos aquí.

—Pero eso es ilegal. —suelta con un tono de indignación y molestia. —Dumbledore tuvo que haber hecho algo.

Ruedo los ojos, dejándome caer en la cama.

—Dumbledore es un imbécil. —murmuro sin poder evitarlo, claro que estoy molesta porque nuestro director no hizo absolutamente nada ante esta situación. Me incorporo de la cama, mirando hacia todos lados. —¿Crees que Dumbledore me escuche? Siempre he tenido la teoría de que tiene espías a lo largo de todo el mundo mágico, y escucha cualquier cosa que decimos.

Tonks deja escapar una enorme carcajada, su cabello se torna amarillo por un momento.

—Yo también lo he llegado a pensar, para serte sincera. —confiesa entre risas, después se pone de pie. —Aunque si es cierto, quizá deberíamos aprovecharnos de eso. ¡Dumbledore deja de ser un imbécil y atiende la situación con tus estudiantes!

Me carcajeo al ver que cambia su aspecto para lucir exactamente como el profesor Dumbledore, lo cual es aún más divertido pues sigue vistiendo los pantalones de cargo de Tonks.

—Perdón, perdón. —habla Tonks, imitando la voz del profesor Dumbledore. —He estado ocupado tratando de que Sirius no se vaya de peda cada noche, e indirectamente mandando a Harry a situaciones suicidas.

La verdad en sus palabras me hace reír aún más, y la situación se vuelve aún más divertida.

—De acuerdo, Sophie. —dice conservando el aspecto de Dumbledore, pero recuperando el tono de su voz. —¿Quieres ver a Dumbledore bailar música latina?

—¡Oh, por supuesto que sí! —exclamo emocionada, me incorporo de la cama para prestar atención.

Tonks hace un movimiento con su varita, y comienza a sonar una canción en español de la que no entiendo absolutamente nada, pero por el ritmo adivino que debe ser muy sugestiva.

—Esto se llama reggaetón, y se baila así. —ella (o bueno, el profesor Dumbledore) comienza a hacer un movimiento lento formando un circulo con las caderas, y pasa las manos seductoramente por todo su cuerpo, siguiendo el movimiento.

Estoy segura de que a este punto mis carcajadas se escuchan hasta en Londres muggle. Me sujeto del estómago, pues comienza a dolerme, y veo a Tonks dar media vuelta para enseñar su trasero, el trasero del profesor Dumbledore, moviéndose de un lado a otro.

—Tonks... para... me voy a... orinar. —hablo entre risas, tomando asiento en la cama para poder cruzar las piernas. —De verdad me voy a orinar.

Ahora es el turno de Tonks de reír a carcajadas, viendo mi rostro de dolor tratando de luchar contra las ganas de ir al baño y la risa que me invade. Cuando la puerta del dormitorio se abre, ambas damos un respingón.

Y al ver el rostro de Ron, con los ojos y la boca abiertos de par en par mientras contempla a la versión de Dumbledore que Tonks ha imitado, ambas nos echamos a reír aún más.

Ron pasa los ojos desde Tonks hasta a mí, con una mueca de confusión y trauma.

—No voy a preguntar, solo vengo por mi ropa interior. —murmura mi hermano, apartando la mirada de Tonks.

Ron atraviesa el dormitorio, tratando de no observar nada más, y llega hacia mi baúl. Tonks regresa a su apariencia original, aunque esta vez modifica su cabello volviéndolo color celeste.

—¿Por qué tienes tu ropa interior en mi baúl? —le pregunto deteniendo poco a poco mi risa.

—Este no es tu baúl. —replica mi hermano, sacando un par de calzoncillos. —Tu baúl está en mi cuarto, Bill se ha equivocado al subirlos.

Ron esconde su ropa interior dentro de los bolsillos de su pantalón, para evitar que Tonks los vea, y camina hacia la salida del dormitorio. Se gira antes de salir.

—¿Qué estaban haciendo?

—Le enseñaba a Sophie como se vería Dumbledore bailando reggaetón. —contesta Tonks con total normalidad, mientras detiene la música de su varita. —¿Quieres ver cómo te verías tú?

Y cuando transforma su apariencia en la de mi hermano, Ron se pone pálido.

—No, no, yo ya me iba. —agrega apresuradamente, saliendo de la habitación.

Me rio de nuevo, volteando a ver a Tonks. De nuevo es ella misma y tiene una sonrisa burlona en el rostro.

—Tenía semanas sin reír así. —murmuro mirándola agradecida. —Sé es muy patético, pero solo Neville me hacía reír tanto.

Tonks chasquea la lengua restándole importancia.

—No es patético, el primer amor siempre duele y es normal que te deprimas cuando no sale bien. —me asegura con empatía. —Te lo digo yo que mi primer amor fue la ex novia de Charlie. Sí, digamos que no salió nada bien.

Volteo a verla asombrada.

—¡No me jodas! ¿Te gustó Terra?

Tonks asiente sonriendo, tiene las mejillas un poco sonrosadas.

—Vamos, la verdad es que entraba en pánico cada que la veía a ella y a Charlie juntos porque bueno... los dos eran jodidamente atractivos. Pero siempre estuve enamorada de ella, una lástima que resultara ser una... digámosle "mala mujer"

Le doy la razón, recordando todo lo que Charlie sufrió cuando se enteró que ella lo engañó con el capitán de Quidditch de Slytherin. Aquí entre nosotros, Charlie no se duchó en semanas, y cuando por fin lo hizo, se metió al baño con un bote de chocolate derretido y sus sollozos se escuchaban hasta el lago.

Mi hermano se pone muy violento cada que alguien le recuerda eso; Percy sigue teniendo la nariz medio torcida después de ese golpe.

—¿Y ella se enteró de que tú la amabas? —le pregunto curiosa.

—Sí, se lo confesé a una amiga y ella le fue con el cuento a todo el curso. —dice haciendo comillas con los dedos ante la palabra "amiga" —Charlie me defendió de todos los que se metían conmigo por eso, para este punto él y Terra ya habían terminado y pudimos odiarla juntos cuando la misma Terra se burló de mí.

—Pero qué maldita. —murmuro con molestia.

—Sí, lo era. —comenta Tonks riéndose un poco. —Pero eso quedó en el pasado, hace poco volvimos a hablar y se disculpó por todo... todos tenemos comportamientos poco empáticos en alguna época de nuestra vida, lo importante es entender que estábamos mal y cambiarlo.

Asiento dándole la razón.

—¿Crees que pudiste superarla más fácil porque la odiabas?

Mi amiga se encoje de hombros.

—Tal vez, pero creo que en realidad fue porque me di cuenta de que no era la persona que yo imaginaba. Terminó siendo una completa idiota.

—Neville ha sido un completo idiota conmigo. —murmuro tristemente. —Me llamó arpía la última vez que hablamos, y... yo entiendo que ahora cree estar enamorado de Hannah y todo, él me hubiera defendido de la misma manera si alguien hubiera insinuado algo así de mí antes de que todo esto pasara. Pero aún así me lastimó.

—Naturalmente. —responde Tonks, dejándose caer a mi lado de la cama y pasando un brazo por mi hombro. —Pero debes de saber que no hay justificación para su conducta grosera, él actuó mal y no importa lo mucho que lo ames... no puedes perdonarlo siempre por errores que él comete, no tú.

Me quedo en silencio asimilando sus palabras, sé que tiene mucha razón y que debería estar molesta por sus palabras de la otra noche, y lo estoy es solo que...

—Tengo miedo de odiarlo, de odiarlo realmente y perderlo. —murmuro en voz baja. —No quiero perderlo, Tonks.

Ella me aprieta aún más a su costado, abrazándome por los hombros.

—Pero tampoco debes de conformarte con tenerlo en tu vida si sólo te lastima, Sophie. —me aconseja. —Mereces mucho más.

Lanzo un enorme suspiro, que se entrecorta al final. A pesar de la enorme melancolía que siento, no quiero llorar. Hoy ha sido un buen día, siento que jamás me había sentido tan feliz después de lo sucedido hace unas semanas; papá está estable de salud, mi familia se ha vuelto a reunir después de largos meses separados, Tonks me ha hecho reír y estoy libre de deberes.

—Gracias, Tonks. —le digo sinceramente, abrazándola con fuerza. —Eres la mejor dando consejos.

—Cuando quieras, pequeña.

→←

Harry nos está evitando.

Sí, Harry nos está evitando y no me sorprende para nada. Es típico de Harry, si no se molesta, nos evita.

Hoy fuimos a visitar a papá de nuevo, y gracias a las orejas extensibles de Fred y George pudimos escuchar una conversación secreta que tuvieron mis padres, Tonks y Ojo Loco acerca de lo sucedido la noche que atacaron a papá.

Ahí mencionaron la versión de Harry sobre lo que pasó; donde él veía toda la escena desde el interior de la serpiente de Quien-Tú-Sabes, e insinuaron que podía estar poseyéndolo. Claro que al principio todos nos asustamos, pero ¡vamos!

Estamos hablando de Harry, el chico que parece estar en peligro mortal todos los días, un simple detallito como que Quien-tú-sabes está poseyéndolo no nos va a asustar. ¡Ron hasta lo deja dormir en su cuarto!

Pero obviamente Harry no lo tomó así, pues en todo el camino mientras regresábamos a Grimmauld Place se mantuvo distante, con expresión enferma, y al llegar a la casa se encerró en su dormitorio y no bajó hasta el día siguiente. Mientras todos desayunábamos él se escabulló al cuarto de Buckbeak y se mantuvo ahí todo el día, sin bajar a comer una sola vez o ayudarnos a colgar los adornos navideños.

—Vamos, Harry. —le insisto de nuevo, hablando a través de la puerta del baño.

Cuando he ido a buscarlo al cuarto de Buckbeak, él fingió que se sentía mal y se encerró en el baño. Lleva ahí 20 minutos, pero no lo dejaré tranquilo hasta que salga y me enfrente.

—Fred y George quieren vestir a Kreacher de duende navideño, tienes que venir a verlo. —murmuro riendo falsamente. Harry no responde. —O si quieres podemos hornear galletas juntos, de chocolate blanco... tus favoritas.

—Ahora no, Sophie. —contesta en voz baja.

Lanzo un largo suspiro de resignación.

—¿Estás seguro? —pregunto recargando la cabeza en la puerta.

—Sí, quizá más tarde.

Pero ambos sabemos que no es verdad.

Avanzo hasta la escalera, pero en lugar de bajar me escondo en un hueco entre dos paredes. Harry sale dos minutos después, tiene una revista de Quidditch en la mano que supongo leyó mientras fingía tener dolor de estómago. Cuando pasa por mi lado, salgo del escondite.

—¿Sabías que si comes un dulce de menta antes de un partido de Quidditch las probabilidades de ganar son mayores? —le pregunto usando el tono de voz sabiondo de Hermione.

Harry da un respingón al oír mi voz, lanza la revista hacia el techo y suelta un grito.

—¡Maldición, Sophie! —se queja llevándose una mano al pecho. —Me asustaste.

Ignoro su queja, y entrelazo nuestros brazos para guiarlo hacia las escaleras.

—En realidad no es un dato sustentado, lo leí en una vieja revista de mamá pero me gusta creer que es cierto. —continuo con mi relato, haciendo caso omiso a sus protestas. —Siempre como un dulce de menta antes de los partidos, y hemos ganado la mayoría de ellos. Te comparto mi consejo por si quieres usarlo a partir de ahora.

—Gracias. —murmura entre dientes. —Sophie no me sient...

Le paso una caja de adornos navideños cuando llegamos al tercer piso, me toca a mí decorarlo y aprovecharé esta ocasión para hacer que Harry saque la cabeza de su trasero.

—Tu decoras las puertas, y yo las paredes, ¿de acuerdo? —sugiero con emoción, usando esa sonrisa deslumbrante que hace que todos me obedezcan. —Intenta ser creativo, haremos una competencia a los que mejor decoren su piso y quiero ganar.

Pero mi amigo no comparte mi entusiasmo, se limita a colgar adornos desganadamente y a responder con monosílabas mis preguntas.

—Entonces, ¿te besaste con Cho Chang? —le pregunto en un intento de llamar su atención. Parece funcionar pues levanta la cabeza como un resorte y sus orejas se ponen rojas.

—Sí...

—¿Y cómo fue? —le pregunto entusiasta.

—Húmedo. —responde soltando una risita.

Dejo salir un suspiro melancólico.

—Sí, así eran mis besos con Neville. —cuelgo un adorno en la pared.

Harry hace un ruido de asco.

—¡No hablo de eso! —exclama mi amigo. —Me refiero a que fue húmedo porque ella estaba llorando.

—¡Oh! —mi sonrisa se apaga un poco. —¿Besas tan mal?

—No lo sé. —contesta Harry, con expresión preocupada. —Nunca lo había pensado así, quizá si fue por eso.

Al ver su cara de mortificación, decido negarlo.

—No creo, además Cho siempre se pasa todo el día llorando últimamente. —le digo sonriendo, pero dejo de hacerlo al recordar algo. —Un poco como yo, ¿eh? Al menos yo no lloro en las comidas, o en los lavabos... o bueno, ya no lo hago porque era muy verg...

—¿De qué hablas? —me interrumpe Harry.

—Pues que está muy triste por la muerte de Cedric. —le explico con tranquilidad. — Supongo que además, está hecha un lío porque antes le gustaba Cedric y ahora le gustas tú, y no puede decidir cuál de los dos le gusta más. Por otra parte, debe de sentirse culpable, porque a lo mejor cree que es un insulto a la memoria de Cedric, que en paz descanse, besarse contigo y cosas así. ¡Ah, y por si fuera poco, teme que la echen del equipo de Quidditch porque últimamente vuelva muy mal, la pobrecita!

Harry se queda quieta con expresión asustada. Luce peor que hace unas horas, y de inmediato me arrepiento haber sacado el tema de Cedric y Cho.

—Pero quizá si fue porque besas muy mal, quien sabe... podrías besar a Ron y que él te diga qué tal. —agrego apresuradamente, tratando de cambiar el enfoque de la conversación. —Lo haría yo, es decir, besarte, pero para serte sincera besar hombres que no sean Neville me provoca cierto nivel de repugnancia y...

—Creo que necesito descansar un momento. —es todo lo que dice antes de correr escaleras arriba.

Escucho el ruido del dormitorio de Buckbeak cerrase con fuerza segundos después.

—Maldita sea, Sophia Muriel Weasley. —me riño.

Sí, tengo como segundo nombre el de mi tía abuela Muriel. No me enorgullece decirlo.

Escucho el timbre de la puerta sonar, y la señora Black se pone a gritar como de costumbre. Abandono mi tarea de decorar y bajo dando largos saltos, corriendo en dirección a la entrada.

Me topo a Ron caminando velozmente delante de mí, y le doy un empujón para quitarlo de mi camino. Una vez llego al vestíbulo me encuentro a una de mis personas favoritas quitándose el abrigo en la entrada.

—¡Hermione! —grito emocionada, lanzándome a sus brazos.

Mi amiga suelta una carcajada, dando un paso atrás ante mi efusivo saludo, pero me abraza de devuelta.

—¡Sophie! Que calurosa bienvenida. —dice Hermione entre risas.

—Oh, Mione. —me lamento, separándome de ella y tomándola de los hombros para mirarla fijamente. —He hecho algo horrible... ahora Harry está sumamente deprimido y todo fue mi culpa.

—No creo que sea tu culpa, Sophie. —comenta mi amiga, sonriéndome tranquilizadora—En tu carta dijiste que Harry ya estaba deprimido desde lo sucedido en San Mungo.

—¡Pero yo lo he hundido más! —exclamo agonizante. —¡Le he recordado a Cedric, y a Cho, y que es un mal besador! Probablemente está llorando ahora mismo.

Hermione sigue sonriendo, y golpea levemente mi hombro para tranquilizarme.

—Iré a hablar con él. —dice, pero antes de que pueda subir Ron la interrumpe.

—¿Qué haces aquí? —pregunta asombrado, luego cambia su expresión a una más burlona. —Creí que ibas a ir a hacer esa estúpida actividad muggle sobre hielo... esquinar.

—Esquiar. —lo corrijo riendo.

Ron le resta importancia.

—Es lo mismo. —dice sin dejar de ver a Hermione, ni de sonreír ladinamente. —No me digas que eres tan mala esquinado que has preferido venirte con nosotros.

—¡Soy la mejor esquiando, Ronald! —espeta Hermione, en un tono poco convincente que hace a Ron reír aún más. —Y para tu información, esquiar no es una actividad estúpida, es estupenda.

—Sí, claro. —dice mi hermano riendo.

—Ahora, iré a ver a Harry. —dice Hermione, enderezando la espalda. —Que es la razón por la que cancele mi divertidísimo viaje de esquí.

—¡Oye! —me quejo ofendida.

—Y por ti también, cielito. —me responde, guiñándome un ojo juguetonamente. Cuando camina junto a Ron quita la sonrisa. —Ronald.

Ron imita su expresión de manera burlona, haciendo una estúpida voz infantil. Suelta un bufido.

—Es tan estirada.

—Pero te gusta. —digo para molestarlo.

Mi hermano vuelve a soltar un bufido.

—Ya cállate, gnomo de jardín.

Acompaño a Ron hasta su dormitorio, donde nos encontramos a Ginny esperándonos. Me dejo caer en la cama de mi hermano mientras mastico un sándwich que, de nuevo, robé de la cocina.

—Me he topado a Hermione en el pasillo, ¿Cuándo ha llegado?

—Hace unos minutos, le avisé por carta que Harry estaba deprimido y ha cancelado sus vacaciones para venir a quedarse con nosotros. —le platico.

Al cabo de unos minutos Harry y Hermione entran a la habitación. Harry pone un rostro de sorpresa al vernos a los tres aquí dentro esperándolo.

—He venido en el autobús noctámbulo. —dice Hermione. —El día después de que se fueron el profesor Dumbledore me contó lo que había pasado, pero no podía marcharme del colegio hasta que el trimestre ha terminado oficialmente. La profesora Umbridge está furiosa porque se han largado dejándola con un palmo de narices, pese a que Dumbledore le dijo que estaba en San Mungo y que les ha dado permiso para que fueran a visitarlo. Así que...

Hermione se sienta junto a Ginny, y ambas me obligan a incorporarme de la cama para poder sentarse bien. Todos volteamos a ver a Harry.

—¿Cómo te encuentras? —le pregunta Hermione.

—Bien. —contesta él fríamente.

—Vamos, Harry, no mientas. —repone Hermione con impaciencia. —Sophie me ha comentado en cartas que desde que volvieron de San Mungo te has estado escondiendo de los demás.

—¡No me digas! —replica Harry fulminándome con la mirada. Le sostengo la vista, levantando la barbilla.

—¡Pues es verdad! ¡Ni siquiera nos miras!

—¡Son ustedes los que no me miran a mí! —protesta Harry, furioso.

—He intentado hablar contigo toda la mañana y me has ignorado, tuve que sacarte a rastras de esa habitación para que tomaras algo de aire. —le reclamo.

—Deja de hacerte el incomprendido, Harry. —dice Hermione con crudeza. —Mira, Sophie me han contado lo que escucharon anoche con las orejas extensibles...

—¿Ah, sí? —gruñe Harry con las manos hundidas en los bolsillos mientras observa cómo caen gruesos copos de nieve afuera. —Eres muy comunicativa, Sophie. Han estado hablando de mí, ¿no? bueno, la verdad es que ya me estoy acostumbrando.

—¡Ahí va de nuevo, señor victimista! —exclamo dejando caer los brazos a mi lado.

—Queríamos hablar contigo, Harry. —dice Ginny. —Pero como desde que llegamos no has hecho más que esconderte...

—No quería que nadie hablara conmigo. —cada vez parece más molesto.

—Pues ésa es una postura muy estúpida. —replica mi hermana con enojo. —Dado que soy la única persona que conoces que ha estado poseída por Quien-tú-sabes, y por lo tanto puedo explicarte lo que se siente.

Harry se queda quieto por un momento, entonces se da la vuelta.

—No me acordaba de eso.

—Pues tienes suerte. —dice Ginny fríamente.

Sé que ella si se acuerda, aunque últimamente lo hace con menos frecuencia, pero los meses después de lo sucedido en su primer curso, siempre se despertaba gritando en la madrugada.

—Lo siento. —se disculpa Harry con sinceridad. —Entonces, ¿crees que estoy poseído?

—A ver, ¿recuerdas todo lo que has hecho? —le pregunta mi hermana. —¿O hay largos periodos en blanco de los que no recuerdas nada?

Harry se queda pensando por unos segundos.

—No.

—Entonces Quien-tú-sabes no te ha poseído nunca. —deduce Ginny con simplicidad. —Cuando me poseyó a mí, no recordaba lo que había hecho durante horas seguidas. De pronto me encontraba en un sitio y no tenía ni la más remota idea de cómo había llegado hasta allí.

Harry esboza una pequeña sonrisa, que se pierde en cuestión de segundos.

—Pero ese sueño que tuve sobre tu padre y la serpiente.

—Ya has tenido sueños de ésos otras veces, Harry. —agrega Hermione. —El año pasado tenías visiones de lo que Voldemort se traía entre manos.

—Esta vez ha sido distinto. —asegura mi amigo moviendo negativamente la cabeza. —Yo estaba dentro de aquella serpiente. Era como si yo fuera ella... ¿Y si Voldemort se las ingenió para transportarme a Londres?

—¡Vamos Harry! Hasta yo sé que nadie se puede aparecer ni desaparecer dentro de Hogwarts. —exclamo con tono de fastidio.

Hermione lleva toda la vida repitiendo eso.

—Además, no te levantaste de la cama, Harry. —interviene mi mellizo. —Sophie y yo te vimos retorciéndote en sueños, por lo menos durante un minuto, antes de que consiguiéramos despertarte.

Harry se pasea por la habitación por un largo momento, hasta que se posa delante de mí y me arrebata el sándwich de la mano para metérselo entero en la boca.

—Eres una chismosa, pero gracias. —murmura después de tragar, dándome una sonrisa.

—De nada, miop...

Con mi hipogrifo sabanero, voy camino de Belén...—la voz de Sirius cantando mientras pasa por delante de la habitación llega hasta nosotros.

Todos soltamos una carcajada al oírlo cantar desafinado.

A partir de eso las cosas se vuelven más divertidas en Grimmauld Place, la alegría que siente Sirius por volver a tener la casa llena es contagiosa. Ginny, Hermione, Harry, Ron y yo pasamos todo el periodo previo al día de navidad ayudándolo a limpiar y decorar todo, Sirius suelta un montón de bromas y anécdotas de su juventud que nos tiene a todos emocionados, en especial a Harry.

—Oye, Sirius. —lo llamo mientras decoramos juntos la habitación de Buckbeak. Él me responde con un murmuro. —¿Alguna vez te enamoraste?

Eso lo hace reír un poco, y me lanza una mirada por encima de su hombro.

—¿Por qué la pregunta, pelirroja?

—Siempre cuentas historias sobre tus amigos, y tus travesuras como galán de Hogwarts, pero nunca nos has hablado sobre alguien especial. —le explico.

—Mis amigos eran especiales. —me contesta, encogiéndose de hombros. —Pero para tu información, si me enamoré.

—¿De verdad? —pregunto emocionada. Adoro las historias de amor. —¿Y fuiste correspondido?

Sirius me lanza una sonrisa egocéntrica.

—¡Por supuesto que sí! Nadie se resiste a los encantos de Sirius Black.

Me hecho a reír.

—Si tú lo dices...—añado burlona. —¿Y qué pasó con ella?

—¿Con quién? —pregunta confundido.

—¡Con tu novia! —le exclamo con obviedad.

Sirius me observa con seriedad durante unos segundos antes de reírse.

—No era ella, era él. —comenta con una sonrisa pícara. —Éramos la pareja más caliente de nuestro curso, una explosión de sensualidad a donde quiera que fuéramos. Cualquier chica que nos mirara juntos quedaba embarazada.

Su tono es melancólico, con la vista fija en la ventana admirando la nieve que cae. Admito que me emociono un poco con la idea de Sirius y su novio, incluso puedo imaginarlos.

—¿Y qué pasó? ¿Por qué no siguen juntos? —pregunto con curiosidad.

Sirius sonríe tristemente.

—La vida pasó, nos separamos durante mucho tiempo... y él pensó que yo lo había traicionado. Para cuando le pude explicar todo ya era demasiado tarde, los dos habíamos cambiado. —continúa hablando nostálgico, tiene esa débil sonrisa en el rostro como quien se ha rendido y sólo le queda recordar con amor. —No éramos las mismas personas de las que nos habíamos enamorado.

—Eso es muy triste. —murmuro en voz baja.

—No, no lo es. —contradice él. —Fuimos muy felices cuando pudimos, ya no podemos serlo más pero nos queda recordar todo lo que tuvimos. Y para mí eso es más que suficiente.

—¿Lo sigues amando?

Él suelta una risa, su sonrisa se vuelve más grande.

—Creo que siempre lo haré.

La mañana del día de Navidad me despierto temprano para hornear galletas, a pesar de que las circunstancias no me permitieron llevar a cabo la fabulosa cena de navidad que tenía planeada, eso no quiere decir que no nos la pasaremos increíble. Después de todo, tenemos que festejar que papá no colgó las patas este año.

Dejo una bolsito de galletas en el dormitorio de todos, y regreso justo a tiempo para ver a Hermione y Ginny despertándose y abriendo los regalos. Hay un montón realmente grande frente a mi cama, muchos más de los que había cuando desperté. Más allá de la cantidad, mi atención está puesta en distinguir el nombre de Neville en alguno de ellos.

A pesar de que no soy de su agrado, y que estoy furiosa con él por la manera en que me trató la última vez que nos vimos, no pude evitar mandarle su regalo de Navidad. Me digo a mi misma que es porque ya lo había comprado desde antes de nuestra pelea, pero sé que solo me estoy engañando.

Se lo mandé porque lo quiero, así de sencillo.

—¿Quién te ha dado tantos regalos, Sophie? —pregunta mi hermana con curiosidad, echándole una mirada a mi lado de la cama. —¡Ah, y gracias por el kit para limpiar escobas, lo necesitaré mucho! La escoba que me han prestado en Hogwarts está horriblemente conservada.

—¡Por Dios, Sophie! —exclama Hermione abriendo su regalo. — ¡Me encanta este vestido!

Mis conocimientos sobre ropa muggle es tan grande como los de Ron en Aritmancia, pero afortunadamente Ophelia Owen ha vivido muchos años en el mundo muggle y conoce todas las modas en cuanto a vestimenta. Así que me ayudó pidiéndole a su madrastra que eligiera un vestido de moda francesa, y por fortuna parece que a mi mejor amiga le gusta.

—Gracias, Hermione. Amo esta... esta cosa cuadrada y...—me tomo un segundo para analizar el objeto que tengo entre mis manos, parece una recordadora exceptuando que es de tamaño casi rectangular. —¿Qué demonios es esto?

—¡Es un alentador! —dice mi amiga emocionada. —Tienes que sacudirlo para que diga una frase motivadora.

Y cuando lo hago, cambia de color a un morado claro.

—"¿Estás triste? ¡Sé feliz!" —exclama una voz exageradamente alegre.

—Vaya... gracias, Hermione. —le digo sonriendo.

El siguiente regalo que abro es el de Luna y Ophelia, contiene una maqueta de una versión pequeña de mí montada sobre mi escoba de Quidditch. Ron me regaló un silbato nuevo para utilizar en los entrenamientos, y Harry un montón de cajas de varitas de regaliz. Los demás regalos son de mi familia, todos con su toque tan personal que aún si no llevaran etiquetas sabría exactamente quién lo mandó, solo para que se hagan una idea; Fred y George me regalaron una oreja extensible, Ginny el nuevo álbum de las Brujas de Macbeth y Percy una copia de su guía de estudio para los TIMO. Pero sin duda el mejor de todos es el de Bill y Charlie, dos tickets para ir a ese espectáculo muggle al que he querido ir desde pequeña: el circo. Las fechas están programadas para mediados de agosto así que todavía falta mucho tiempo, pero me entusiasma de igual manera.

También recibo muchos regalos de chicos que ni siquiera conozco, pero que al parecer ellos si me tienen el aprecio suficiente como para pedirme una cita en sus cartas. Definitivamente no aceptaré la cita, pero me quedaré con los regalos.

—Este tiene el nombre de Finn. —me avisa Ginny, con un tono sugestivo en su voz. —No sabía que eran tan amigos.

—Claro que lo sabías. —la contradigo rodando los ojos. —El año pasado también me regalaron algo, así que no te hagas la sorprendida ahora.

El regalo de Finn es precioso, una versión miniatura del campo de Quidditch dentro de una burbuja de cristal, dentro se puede ver perfectamente a todos los jugadores de Ravenclaw y Gryffindor enfrentándose a un partido. Los detalles son impresionantes, incluso distingo el rostro de algunos de nuestros compañeros animando desde las gradas.

Trae una nota consigo:

Un adelanto de nuestro futuro partido, me gustaría decir que les patearemos el trasero, pero escuché que la capitana de Gryffindor es la mejor que el equipo ha tenido en años, y que además, es increíblemente buena lanzando el embrujo paralizante. Así que para mi propia seguridad lo dejaré en que será un partido interesante.

Feliz Navidad, Sophie.

Con amor, Finn.

Una vez termino de abrir todos los regalos me llevo la enorme decepción de no encontrar ninguno proveniente de Neville, sin embargo tengo uno de su abuela. Es un enorme recetario con postres y comidas de todo tipo, un gesto muy hermoso de su parte que me hace sentir un poco mejor. También me envió una carta, donde menciona que le desea una pronta recuperación a papá, pero además de eso, nada.

—Iré a ver si mamá ocupa ayuda con el desayuno de navidad. —les digo a Ginny y Hermione mientras salgo del dormitorio.

Aunque en realidad solo es una excusa para no tener que responder sus preguntas ante mi rostro de decepción.

Todos nos hemos puesto el tradicional suéter de Navidad tejido a mano con nuestras iniciales, el mío es de color celeste.

Escucho los sollozos de mamá desde metros antes de entrar a la cocina, una vez cruzo la puerta la encuentro sentada en una de las sillas del comedor mientras sostiene un trozo de tela contra su pecho. Llora desconsoladamente.

Inmediatamente me preocupo por la salud de mi padre, ayer que lo visitamos estaba bien pero todo puede cambiar en una noche.

—Mamá, ¿Qué ha pasado? —pregunto con gravedad, pasándole un pañuelo. —¿Estás bien? ¿Papá está bien?

Acaricio su espalda suavemente, tratando de consolarla hasta que se tranquiliza lo suficiente para poder hablar. Tiene el rostro completamente rojo, y los ojos hinchados de tanto llorar.

—Per...Percy...—sin embargo no termina la frase pues se suelta a llorar de nuevo, abrazando aún más fuerte la tela entre sus manos.

Solo con escuchar el nombre de mi hermano mayor me hago una idea de lo ocurrido.

—Tranquila mamá, puedes decírmelo. —le digo con suavidad. —¿Qué hizo Percy?

—Me... me regresó su suéter. —suelta mi madre. Me enseña la tela que sostiene, donde se puede ver perfectamente la "P" tejida en ella. —Ni siquiera mandó una nota... solo me lo devolvió.

—Pero que maldito. —exclamo molesta.

He tratado de defender a Percy todo lo que he podido, pero esto ha cruzado la línea. Hay dos reglas claras entre nuestros hermanos; nunca, jamás delatar a tu hermano con mamá, y está prohibido hacer llorar a mamá con alguna travesura o comportamiento idiota. Percy ha roto la más importante de todas.

—Percy es un idiota, mamá. —trato de consolarla. —Siempre ha sido un idiota, pero en estos momentos lo está siendo aún más porque...

Se oye un fuerte ¡crac!, Fred y George se aparecen frente a nosotros. Mamá está tan deprimida que ni siquiera los regaña, solo sigue llorando.

—¿Por qué está así? —pregunta George en un susurro que resulta ser más alto de lo planeado.

—¿Papá estiró la pata? —cuestiona Fred con expresión preocupada.

—Solo es Percy, el idiota le regresó el suéter a mamá.

Los gemelos ahogan un grito, estremeciéndose como si la sola idea de hacer eso les generara terror. Voltean la mirada hacia mamá.

—Mami...—comienza Fred, apoyando una mano sobre el hombro de mi madre. —¿Estás bien? ¿Quieres que vayamos a hacerle una maldición de perdida de cabello? Esa una sugerencia tranquila, pero si estás tan enojada podemos irnos a extremos más...

—No le harán nada a su hermano. —lo detiene mamá, hablando con voz quebrada. —Sigue siendo mi hijo, y aunque él ya no quiera formar parte de nuestra familia yo lo seguiré amando.

—Percy no te merece, madre. —continua George. —Es un montón de excrementos de rata podridos.

—Chicos...

Pero es demasiado tarde, mamá se suelta a llorar a abiertamente de nuevo.

Por fortuna para mis hermanos y para mí, Lupin entra a la cocina y toma el relevo.

—Sophie...—me llama mamá antes de salir. Volteo hacia ella con una sonrisa amable. —Te ha llegado un paquete temprano esta mañana, está sobre la mesa.

Y efectivamente, sobre la mesa hay un paquete de pequeño tamaño decorado con un lindo lazo rojo. Siento mi corazón latir a mil por hora mientras sujeto el regalo entre mis brazos, mi emoción solo se vuelve aún mayor al ver el nombre del remitente.

Neville Longbottom.

Salgo corriendo escaleras arribas hasta mi dormitorio, donde afortunadamente no están ni Ginny ni Hermione. No pierdo más tiempo y abro el regalo, es una caja sencilla sin ningún envoltorio más allá del moño, pero al abrirlo me encuentro con algo totalmente inesperado.

Verán, mi regalo para Neville consistió en un pequeño pin en forma de Mimbulus mimbletonia en donde se lee la pequeña frase:

"There are all kinds of courage."

"Hay muchos tipos de valentía."

Me parece que esas palabras son las mejores para definir a Neville, porque a pesar de que no seguimos siendo amigos, siempre voy a querer que él recuerde que es más valiente de lo que piensa.

No esperaba un detalle de su parte, a decir verdad, pero la similitud entre nuestros regalos es lo que más me sorprende.

Es un delicado collar plateado, la cadena luce tan delicada que me da miedo romperla al tocarla, pero lo que capta mi atención es el precioso dije que cuelga en ella; tiene la forma de mi escoba de Quidditch, es la réplica exacta hecha joya y contiene una pequeña leyenda:

"You make me courageous."

"Tú me haces valiente"

Me quedo observando el collar mientras lágrimas silenciosas corren por mis mejillas, sintiendo esa desesperación asentándose en mi pecho. Necesito abrazar a Neville, y no puedo hacerlo. No creo poder hacerlo nunca más.

No se trata únicamente de su rechazo hacia mí, va también de la forma en la que me ha tratado; por más confundido y molesto que esté jamás voy a permitir que me siga machacando de esa manera solo porque lo amo. Sé que no él no es culpable de lo sucedido, pero si es responsable de sus acciones y comentarios crueles, y yo merezco mucho más.

Reviso la caja nuevamente, y encuentro una nota escondida en el fondo.

Creo que esto te pertenece. Feliz Navidad.

Neville Longbottom.

Después de la comida de Navidad planemos ir de nuevo a visitar a papá en San Mungo, así que escoltados por Ojoloco y Lupin nos metemos todos en un viejo coche que Mundungus "ha pedido prestado" para la ocasión porque el metro no funciona este día.

Al llegar a la recepción del hospital somos recibidos por una agradable atmósfera festiva; han pintado de rojo y dorado las esferas de cristal para que parezcan gigantescas y relucientes bolas de Navidad, y en todos los rincones resplandecen unos relucientes árboles de Navidad blancos, cubiertos de nieve mágica y carámbanos de hielo.

Encontramos a papá sentado en la cama con los restos del pavo en una bandeja sobre el regazo y con expresión avergonzada.

—Feliz navidad, papá. —le digo acercándome para abrazarlo. Dejo su regalo en la mesita junto a la cama. —Es un artefacto muggle que sirve para licuar cosas... ¿cómo se llama, Hermione?

—Licuadora. —dice mi amiga.

—¡Oh, gracias calabacita! —responde mi padre con emoción. A pesar de la alegría en su rostro sigue manteniendo una expresión preocupada.

—¿Va todo bien, Arthur? —pregunta mamá después de que todos lo saludamos y entregamos sus regalos.

—Sí, sí, todo bien. —contesta papá, aunque no suena muy convencido. Se gira hacia mí para susurrarme algo —Oye, calabacita... no habrán visto al sanador Smethwyck, ¿verdad?

—No. —responde mamá por mí, mirándolo con recelo. —¿Por qué?

—Por nada, por nada. —contesta papá quitándole importancia, y empieza a abrir los regalos. —Bueno, ¿lo han pasado bien? ¿Qué les han regalado por Navidad? ¡Oh, Harry, esto es maravilloso!

Mamá no parece quedar satisfecha con la respuesta que papá le da, y cuando éste se inclina para estrechar la mano de Harry, ella le mira el vendaje que lleva debajo del pijama.

—Arthur. —dice con tono cortante, y su voz suena como el chasquido de una ratonera. —Te han cambiado los vendajes. ¿Por qué lo han hecho un día antes, Arthur? Me dijeron que no te los cambiarían hasta mañana.

—¿Qué? —pregunta mi padre, asustado, y se tapa con las sábanas hasta la barbilla. —No, no, no es nada, es que...

Pero mamá le lanza "la mirada". Mi pobre padre se desinfla, y pone expresión culpable.

—Mira, Molly, no te enfades, pero el sanador en prácticas, ¿sabes? Es un joven encantador, y muy interesado en la... hmm... medicina complementaria... Ya sabes, esos remedios muggles... Bueno, se llaman "puntos", Molly, y dan muy buenos resultados...

—Sí, en los muggles. —añado por él.

Papá lanza un suspiro herido.

—No me ayudes, calabacita.

Mamá emite un ruido amenazador, entre un chillido y un gruñido. Bill murmura que va a ver si puede tomarse una taza de té, y Fred y George se ofrecen rápidamente para acompañar a nuestro hermano.

—Yo voy. —añado, pero soy detenida por Ginny quien me sujeta el brazo. —¡Oye! No quiero estar aquí cuando ella explote.

—Solo espera un momento. —dice mi hermana, con la mirada atenta a mis padres.

—¿Me estás diciendo que has estado tonteando con remedios muggles? —masculla mamá, subiendo la voz con cada palabra que pronuncia.

—Tonteando no, Molly, querida. —responde papá en tono suplicante. —No es más que... algo que a mi sanador y a mí nos pareció oportuno probar... Solo que, desgraciadamente, bueno, con este tipo de heridas... no parece funcionar tan bien como esperábamos.

—Ginny, vámonos. —murmuro con terror.

Pero mis hermanos me ignoran, interesados en la conversación.

—¿Y eso qué quiere decir con exactitud?

—Pues... bueno, no sé si sabes qué son los puntos...

—Suena como si hubieras intentado coserte la piel. —responde mamá y suelta una risotada amarga. —Pero no creo que tú seas tan estúpido, Arthur...

—Yo también me tomaré una taza de té. —dice Harry, y todos nos echamos a correr detrás de él hacia la puerta.

Cuando la puerta se cierra tras nosotros, escuchamos gritar:

—¿QUÉ QUIERE DECIR QUE MÁS O MENOS ES ESO?

—Típico de papá. —comenta Ginny, moviendo la cabeza.

—Escapamos a tiempo. —murmuro. —Mamá probablemente vaya a necesitar una poción tranquilizante. ¿Dónde estará el salón de té?

—En la quinta planta. —responde Harry.

Recorremos el pasillo, pasamos por unas puertas dobles y encontramos una desvencijada escalera, a cuyos lados hay muchísimos retratos de sanadores de aspecto brutal. Mientras subimos por ella, varios nos dirigen la palabra para diagnosticarnos extrañas dolencias y proponernos remedios.

—¿Entonces estás diciendo que si me ato el hígado de un sapo con fuerza alrededor del cuello, y me baño en una tina de estiércol de escarabajos, mi cabello se volverá rubio? —pregunto interesada al retrato de una sanadora.

Ella asiente de prisa.

—No olvides que debes de hacerlo bajo la luna llena y...

—¡Vamos, Sophie! —murmura Hermione ofendida. —No creas estas tonterías.

—¡Pero siempre he querido ser rubia!

Mi amiga me ignora, arrastrándome por las escaleras.

—¿Qué planta es ésta? —pregunta Ron.

—Me parece que es la quinta.

—No, es la cuarta. —rectifica Harry. —Todavía nos queda una por...

Mi amigo se para en seco al llegar al rellano, y se queda mirando la pequeña ventana que hay en las puertas dobles que señalan el inicio de un pasillo que lleva el letrero "DAÑOS PROVOCADOS POR HECHIZOS".

Cuando sigo su mirada me topo con un hombre que nos observa con la cara pegada contra el cristal, tiene el cabello rubio y ondulado, unos brillantes ojos azules y una amplia sonrisa ausente que deja ver unos dientes asombrosamente blancos.

—¡Por las tangas rojas de Merlín! —exclamo perpleja. —¡Es el profesor Lockhart!

Nuestro antiguo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras abre las puertas y se echa a andar hacia nosotros. Lleva una larga camisa de dormir color lila.

—¡Hola, muchachos! —saluda. —Han venido a pedirme un autógrafo, ¿verdad?

Suelto una risotada.

—Bien dicen que mala hierba nunca muere.

—¿Cómo... cómo está profesor? —le pregunta Ron. Parece sentirse culpable de lo sucedido, pero según me contaron fue todo a causa de la avaricia de Lockhart así que no me genera tanta lastima.

—¡Muy bien, gracias! —responde Lockhart, desbordante de entusiasmo y saca una maltratada pluma de pavo real de su bolsillo. —¿Les parece bien que les firme una docena? ¡Así podrán regalar a unos cuantos amigos!

Pero entonces una cabeza se asoma por la puerta que hay al fondo del pasillo.

—Gilderoy, niño travieso, ¿ya te has escapado otra vez? —una sanadora de aspecto maternal, echa a andar por el pasillo sonriéndonos cariñosamente. —¡Oh, Gilderoy, pero si tienes visitas! ¡Qué maravilla, y el día de Navidad! ¿Saben qué? Nunca recibe visitas, pobrecillo, y no me explico porque es un encanto, ¿verdad, corazón?

Sonrío con ternura al ver la expresión de la sanadora, lo trata como si fuera un niño pequeño. Es adorable de ver.

—¡Les estoy firmando autógrafos!

—¿Han visto? —dice la sanadora, y toma a Lockhart por el brazo y le sonríe afectuosamente. —Antes era muy famoso, creemos que su afición por firmar autógrafos es una señal de que empieza a recuperar la memoria. ¿Quieren venir por aquí? Han sido muy amables al venir a visitarlo.

—Esto...—comienza a decir Ron, señalando el piso de arriba.

—¡Yo me apunto! —digo animadamente, y sigo a la sanadora por el pasillo.

Mis hermanos y amigos me lanzan una mirada molesta cuando me giro para ver si nos siguen, pero al final terminan caminando detrás.

—No nos quedemos mucho rato, por favor. —implora Ron en voz baja.

Entramos en una sala en la que hay indicios inconfundibles de que es un hogar permanente para los enfermos. Alrededor de las camas se ven muchos efectos personales.

—Ésta es nuestra sala para los pacientes que tienen que pasar una larga temporada en el hospital. —nos explica la sanadora en voz baja. —Es decir, para los que han sufrido daños por hechizos. Bueno, tengo que seguir repartiendo los regalos de Navidad. Los dejo con Gilderoy para que puedan charlar tranquilamente.

Una rápida idea pasa por mi mente, pero la desecho de inmediato. No creo que pueda toparme a los padres de Neville por aquí, ellos también sufrieron daños por hechizos pero el mundo no es tan pequeño, ¿cierto?

En cuanto la sanadora lo sienta en la butaca, Gilderoy toma un montón de fotografías suyas, en las que sonríe y saluda con la mano, y una pluma y empieza a estampar su firma.

—Puedes meterlas en sobres. —me dice y las echa una a una en mi regazo, a medida que las firma. —No me han olvidado, qué va, todavía recibo muchas cartas de admiradores. Me encantaría saber por qué... supongo que será sencillamente por lo guapo que soy...

La sanadora sigue entregando los regalos a todos los pacientes de esta sala, sonriéndoles y sacándoles conversación a cada uno de ellos.

—Mira, Broderick, te han enviado una planta y un calendario precioso con bonitas ilustraciones de un hipogrifo diferente en cada mes. Seguro que... ¡Oh, señora Longbottom! ¿Ya se marchan?

Mi cabeza gira tan rápido que me lastimo levemente el cuello, pero ignoro el dolor. Han descorrido las cortinas que ocultan las dos camas del fondo de la sala, y dos visitantes van por el pasillo: Augusta Longbottom con su aspecto imponente lleva un largo vestido verde, una apolillada piel de zorro y un sobrero puntiagudo decorado con un buitre disecado, detrás de ella, con aire profundamente deprimido, va Neville.

Comprendo de inmediato que los pacientes de las camas del fondo son sus padres, y miro alrededor con urgencia en busca de algo con lo que distraer a los demás para que Neville pueda salir de la sala sin ser visto. Harry parece pensar lo mismo que yo, pero por desgracia Ron también ha levantado la cabeza.

—¿Qué hace Longbottom aquí? —pregunta con la voz suficientemente alta como para que Neville y su abuela lo escuchen. Ambos voltean hacia nosotros.

Tanto Ron como Ginny, Harry y Hermione tienen una mueca poco amigable en su rostro mientras observan a Neville.

Bueno, es normal que no le tengan mucho aprecio después de encontrarme llorando a mitad del pasillo por su culpa.

Pero esa no es excusa suficiente como para que sean groseros, al fin y al cabo los problemas entre Neville y yo son eso; entre él y yo. Los demás no deben de tratarlo diferente por algo que no les afecta directamente, y Neville no necesita enemigos.

—Sophie, querida. —me saluda gentilmente Augusta, caminando hacia mí con los brazos extendidos. —Me alegro tanto de verte.

La abrazo sintiéndome un poco fuera de lugar, es la abuela de Neville y yo no soy muy del agrado de su nieto ahora mismo.

—Feliz Navidad, Augusta. —le digo una vez nos separamos, le doy una sonrisa tensa. —Me alegro de verla.

Veo que Neville se acerca dando pasos dudosos, un intenso rubor se está extendiendo por sus mejillas, no se atreve a mirar a los ojos a nadie. Augusta se gira hacia mis amigos.

—¿Son amigos tuyos, Neville, tesoro? —pregunta, pasando la mirada por todos ellos. Le tiende la mano a Harry.—¡Ah, sí! Sí, claro, ya sé quién eres. Después de Sophie eres una de las personas de las que Neville mejor habla.

Automáticamente me sonrojo. Sin poder evitarlo mis ojos buscan a Neville, quien ya me está observando y aparta la mirada para posarla de nuevo en sus pies mientras el rubor de su cara se va haciendo más y más intenso.

—Y es evidente que ustedes dos son Weasley. —continua Augusta, y ofrece majestuosamente su mano primero a Ron y luego a Ginny. —Me alegró enterarme de que su padre está mucho mejor, ya se lo dije a Sophie en su carta pero siempre le he tenido gran aprecio a su familia... Y si no me equivoco, tú debes de ser Hermione Granger.

Mi amiga se sorprende al ver que Augusta sabe su nombre, pero de todos modos también le da la mano.

—Sí, eres la mejor amiga de mi querida Sophie. Además. Neville me ha contado que lo has ayudado a salir de unos cuantos apuros. Mi nieto es un buen chico. —afirma mirando a Neville con severidad, como si lo evaluara. Detesto cuando pone esa mirada. —Pero me temo que no tiene el talento de su padre.

Y esta vez señala con la cabeza las dos camas al fondo de la sala.

—¿Cómo? —dice Ron, perplejo. Por desgracia no alcanzo a darle un pisotón. —¿Ese de allí es tu padre, Neville?

—¿Qué significa esto? —pregunta Augusta con brusquedad. —¿No has hablado de tus padres con tus amigos, Neville?

—Sí lo ha hecho. —añado rápidamente, dando un paso hacia Augusta sonriéndole con amabilidad. —Neville siempre habla maravillas sobre sus padres, Augusta. Él está muy orgulloso de ellos, y no pierde oportunidad para recordar todo lo que hicieron. Es solo que Ron es muy despistado, si no olvida que yo soy su hermana es porque tenemos el mismo cabello pelirrojo.

Suelto una risa nerviosa. Augusta no parece muy convencida, pero deja el tema por la paz no sin antes lanzarle una mirada severa a Neville. Él solo evita mirar en nuestra dirección, murmura que ha olvidado algo y camina de vuelta a donde se encuentran sus padres.

—Sophie, querida. Me gustaría hablar contigo un momento antes de irme. —dice ella, sonriendo tensamente. —Es un tema muy importante.

—¡Oh, claro! —digo rápidamente.

Ambas nos apartamos hacia la entrada de la sala, sintiendo las miradas curiosas de mis hermanos y amigos sobre nosotros.

—¿Te encuentras bien, querida? —es lo primero que pregunta una vez estamos solas. Tiene una mirada de melancolía y pena. —Sé de todo lo que ocurrió, y por la información que he logado sacarle a Neville estos días puedo asumir que lo has pasado muy mal.

Sonrío con un poco de incomodidad.

—Yo... bueno, ha sido difícil. —respondo, y trago saliva en un intento de eliminar el nudo que se comienza a formar en mi garganta. —Pero creo que ya estoy mejor... me sigue doliendo que mi amistad con Neville se ha perdido, pero en cuanto a nuestra relación amorosa... creo que estaré bien... ya lo estoy.

Augusta suelta un suspiro lento, negando despacio con la cabeza.

—Le he dicho millones de veces que debe volver contigo, pero es tan testarudo. —murmura con desaprobación. —¡No me quiere hacer caso cuando le digo que esa rubia no es lo que dice que es! Yo quiero que esté contigo.

—Augusta, él no me recuerda. —digo tristemente. —Él no puede volver conmigo porque no me recuerda. Y es momento de que comience a aceptar que lo mejor es dejarlo de esa manera.

—Niña tonta. —exclama mirándome enfadada. —¡Claro que no lo dejarás de esa manera! Dijiste que lo querías, ¿no? Si de verdad lo quisieras tratarías de ayudarlo a recordar, no lo dejarías en las manos de esa rubia malvada.

Trato de mantener mi paciencia, Augusta no comprende la gravedad de lo sucedido.

—Lo he intentado, pero sólo salgo lastimada. —contesto bruscamente. —No puedo seguir detrás de él como una especie de ángel guardián esperando a que decida actuar de manera correcta. Sé que no debería dejarlo con Hannah, pero no puedo hacer nada más si Neville no coopera. Ni siquiera quiere creerme que alguna vez estuvimos juntos.

Augusta suelta una carcajada, sorprendiéndome.

—¡Oh, claro que te cree! —dice con alegría. —Él te cree completamente, de eso me he encargado todas las vacaciones. Solo que es demasiado terco como para aceptar que la rubia es la mala, está seguro de que la ama y eso es porque ella se empeñó en hacerle creer eso.

—¿Usted también cree que Hannah fue la que lo hechizó? —pregunto ilusionada.

Augusta me sonríe con complicidad.

—¡Por supuesto que sí, niña! Y vamos a hacer que nos devuelva a mi nieto —dice rápidamente, lanza una mirada por encima de mi hombro en dirección a Neville. —Pero necesitamos trabajar juntas, yo ya he logrado que él acepte que estuvieron juntos, ahora te toca enseñarle lo maravillosa que eres. No trates de enamorarlo de vuelta, haz que sea tu amigo otra vez.

—¿Cree que funcione?

Ella bufa sin dejar de sonreír.

—Confía en mí, querida. De las dos yo soy la que lleva viva más años.

Y claro que confío en ella.

Augusta me sonríe cariñosamente por última vez antes de despedirse de Harry, Ginny, Ron y Hermione y llamar a Neville para salir de la sala. Él no me mira ni una sola vez cuando pasa por mi lado. La puerta se cierra detrás de ellos dejándome con el corazón hecho pedazos.

—No lo sabía. —comenta Hermione, que parece a punto de llorar.

—Yo tampoco. —dice Ron con voz ronca.

—Ni yo. —susurra Ginny.

—¿Por qué no me dijiste? —me pregunta Ron, mirándome ofendido. —No se lo iba a decir a nadie.

—Pues por eso mismo yo no lo conté. —le exclamo. —No era asunto mío, Ron. Neville me lo confió en secreto.

—¿Tú sabías, Harry? —cuestiona Hermione.

Todos voltean a ver a Harry, es evidente que les sorprende que él si sepa.

—Sí. —admite él con tristeza. —Me lo contó Dumbledore, pero prometí que no se lo revelaría a nadie... Por eso fue por lo que enviaron a Bellatrix Lastrange a Azkaban, por utilizar la maldición Cruciatus contra los padres de Neville hasta que perdieron la razón.

—Eso es horrible...—murmura Hermione. —No puedo creer que... ¡Neville! ¡Neville ha vuelto!

Giro mi cabeza rápidamente hacia la puerta, donde efectivamente se encuentra Neville con las manos dentro de los bolsillos y los ojos puestos en mi dirección. Me hace una señal para que me acerque a él, y murmura "por favor" con los labios. Luce muy nervioso.

—Yo...—balbuceo hacia mis amigos. —Voy a hablar con él... vuelvo enseguida.

—Te estaremos viendo. —grita Ron mientras me alejo.

Cuando llego a su altura, aparta la mirada de nuevo hacia sus pies. Tiene el rostro sonrosado, y parece haber crecido varios centímetros desde la última vez que nos pudimos considerar amigos.

Pasan unos segundos hasta que habla.

—Lo siento. —dice suavemente, elevando la vista hasta mí. —Por... por haberte insultado y tratado tan cruelmente la última vez que conversamos. Tú solo intentabas ayudarme y protegerme, y yo fui demasiado grosero contigo. Realmente lo lamento, Sophie.

Esboza una sonrisa débil.

—Fuiste un idiota. —murmuro, apretando los labios. —Me hiciste sentir muy mal.

—Lo lamento demasiado, entiendo que no puedas perdonarme...—suena muy afligido, y también lo luce.

Quiero abrazarlo y decirle que lo perdono, pero no puedo ponerle todo tan sencillo. Las personas no pueden solo soltar mierda, esperar que no nos afecten sus comentarios y sigamos como si nada después de una disculpa.

—Puedo perdonarte, pero no sé si debería. —le digo con seriedad. —¿Por qué te estás disculpando, Neville? Si mal no recuerdo la última vez que hablamos dijiste que era una arpía y que me querías lejos de ti.

Neville traga saliva con nerviosismo, y aparta la mirada de nuevo.

—Yo... me sentí mal inmediatamente después de haberte insultado, no lo merecías. —admite avergonzado. —Pero aun así te quería lejos de mí, supongo... tengo que admitir que mi abuela me ha hecho reconsiderar un poco todo lo que dije.

Suelto un bufido indignada.

—¿Así que sólo decidiste disculparte porque tu abuela te lo dijo?

Él niega rápidamente.

—No, no, claro que no. —dice deprisa. —Iba a disculparme contigo una vez que volviéramos al colegio, quería hacerlo esa misma noche pero... bueno, las circunstancias no parecían las mejores. Y no te quiero lejos, quiero que volvamos a ser amigos... quiero que me ayudes a recordar. A encontrar al culpable juntos.

Él de verdad piensa que Hannah es inocente.

Me quedo un momento en silencio, analizando todas las posibilidades.

Una parte de mí grita sí, quiero que todo vuelva a ser como antes. Mientras que la otra solo piensa en todas las posibilidades que hay para que esto salga mal para mí, de nuevo.

—No lo sé, Neville. —murmuro finalmente. —Quiero ayudarte, quiero que recuperes todos los recuerdos sobre nosotros... pero tengo miedo a que me lastimes de nuevo. Resulta evidente que tus prioridades están con Hannah, y ella es mi principal sospechosa.

Neville lanza un suspiro agotado, y me mira atentamente.

—Hannah no es la culpable, Sophie. —murmura con una seguridad que casi resulta convincente. —Sé que no lo crees así, pero tienes que creerme. Y yo necesito encontrar al culpable, no quiero mandar nuestra amistad a la basura por culpa de una persona que sólo quería arruinarnos.

—Hannah. —repito decidida.

Es increible que no le resulte ni siquiera sospechosa. Me pone enferma imaginarme todo lo que esa... mala mujer ha hecho para tenerlo así de idiotizado.

—¡De acuerdo! —exclama Neville, dejando caer los brazos a sus costados. —Vamos a decir que Hannah lo hizo, aún así necesitamos encontrar a su cómplice. Por favor, ayúdame.

Por más que finjo pensarlo, tengo clara mi respuesta.

—De acuerdo, estoy contigo. —levanto mi mano para que las estrechemos.

Neville sonríe auténticamente y en el momento en que nuestras manos se entrelazan siento que me derrito. Su tacto es igual de cálido que siempre, y parece como si nada hubiera cambiado.

—Por cierto. —dice antes de irse, se desabrocha rápidamente el abrigo de invierno y me enseña el frente de su sudadera. —Gracias por el regalo, es increíble.

Lleva colgado mi pin en su sudadera.

—Gracias por el collar. —murmuro de vuelta, sacándolo del interior de mi ropa y enseñándoselo. —Es increíble.

Ambos sonreímos con complicidad antes de ser interrumpidos por una mujer de rostro delgado y agotado, tiene los ojos más grandes de lo normal y el pelo se le ha vuelto blanco, ralo y sin vida. Luce muy diferente a la versión alegre y regordeta que recuerdo haber visto en fotografías.

—Mamá...—dice Neville con voz queda. Alice Longbottom le hace una tímida seña a Neville y le tiende algo con la mano.

Alice esboza lo que parece ser una sonrisa y le pone en la mano un envoltorio de Droobles, el mejor chicle para hacer globos. Sin soltar a Neville, se gira hacia mí, analizándome con sus enormes ojos, y toma bruscamente mi mano derecha para juntarla con la de su hijo.

Una enorme alegría me invade al entender lo que pretende hacer. Neville me sonríe débilmente, entregándome el envoltorio de su madre.

—Gracias, señora Longbottom. —murmuro en voz baja, mirándola a los ojos y sonriéndole. —Es muy bonito.

Su madre se aleja tambaleándose por el pasillo y tarareando algo. Hago el ademán para devolverle la envoltura a Neville, pero él la rechaza amablemente.

—Ella quería que lo tuvieras, creo que... creo que antes le hablaba mucho de ti y te ha reconocido. —dice avergonzado, tiene las mejillas rojas. —Además, yo tengo montones de ellos.

Asiento no muy convencida, claro que aprecio el detalle de su madre pero me parece algo muy personal entre ellos dos para poder conservarlo. Sin embargo, Neville no me da tiempo para volver a insistir.

—Me tengo que ir...—murmura un poco incómodo, pasándose la mano nerviosamente por el cuello. —Nos vemos, Sophie.

—Adiós, Neville.

La puerta se cierra detrás de él cuando sale de la sala.



━━━━━━━※━━━━━━━

Feliz domingo!!

No olviden votar y comentar, y si se quieren unir a nuestro grupo de Whatsapp recuerden que el link está en mi muro!!

Ahí comparten teorías que son muy divertidas de leer jajajaja.

Lxs quiero, cuídense.

Xoxo.

Continue Reading

You'll Also Like

85.1K 8.7K 56
☆ y me pueden decir diez mil cosa' de ti pero yo pongo mi alma en el fuego por ti nadie sabe, lo que yo haría no saben que ni con cien mencione' van...
474K 9.7K 7
𝙃𝙤𝙪𝙨𝙚 𝙊𝙛 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠 || 𝐒𝐚𝐠𝐚 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 "Ser una Black digna de su apellido" Madelyn siempre tuvo esos pensamientos al saber q...
49K 7.2K 17
Max Verstappen es el dueño del mundo, es el jefe de una de las mafias más poderosas, lo controla todo, es rey, el amo y señor, tiene a todos a sus pi...
72.9K 6.1K 18
"No, claro que no, es obvio que no me gusta Bradley, el es mi enemigo y... Maldito idiota, sal de mi mente, haces que mi corazón se acelere." Max es...