La distancia entre nosotras ©

Від AgathaLambert

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Incapaz de soportar el dolor de su corazón roto, Vanessa decide aceptar un empleo en la remota ciudad de Erie... Більше

Nota de autora
✨Aesthetics ✨
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capitulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Epílogo
Agradecimientos.
Pequeño anuncio

Capítulo 13

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Від AgathaLambert

Cada mañana del resto de la semana Elise pasó por mí. Minutos antes de la 8 am, aparcaba el auto frente a mi casa, tocaba dos veces la bocina, anunciando su llegada, y yo me dirigía hacia él, usualmente trotando para exponerme lo menos posible al inclemente clima de Erie.

El lunes, una vez sentada en el asiento del acompañante, ella coronó el ritual matutino plantando un suave beso en mi mejilla y, a partir de ese momento, así fue como me recibió. Con un "hola" y una sonrisa que brillaba en su rostro como los primeros rayos de sol en el horizonte. Era un gesto simple, tímido, pero era suficiente para hacer que todo mi cuerpo reaccione a su cercanía.

Ya nada podía hacer al respecto, nada quería hacer para alejarla.

El domingo por la noche había decidido acallar a mi ser racional e ignorar el constante susurro de la voz que continuaba advirtiéndome que este no era la mejor ruta para mí. Lo sabía muy bien, pero ya era muy tarde para alejarme y la verdad era que tampoco quería hacerlo. Ya estaba cautiva de ella.

Cautiva del tiempo. Del tiempo de ella, pero también de lo mío pues sabía que mi estadía en Erie no sería para siempre.

Prefería esto a nada en lo absoluto. Luego vería cómo lidiaría con eso.

En la oficina, las cosas volvieron a la normalidad; de hecho fue como si nunca se hubieran vuelto extrañas. Muchas de las áreas con las que ya había empezado a trabajar, como Recursos Humanos, Finanzas y el propio equipo de Louis, Calidad y Procesos; ya veían algunos resultados a raíz de las mejoras que logramos implementar en los equipos. Esto significaba que tenía más tiempo para hacer seguimiento y enfocarme en los líderes que todavía tenían trabajo por hacer, entre ellos, Elise.

Para mediados de la semana, Marcus hizo su aparición en la oficina. Fue una visita sorpresiva y fugaz, pero a esta altura de los acontecimientos su presencia me tenía sin cuidado.

Lo vi en en cubículo de Robin, hablando animadamente y cuando ella me llamó descubrí que la cámara no me había engañado. Marcus se veía exactamente tal cual lo recordaba, con su cabello veteado de gris y una sonrisa enorme estampada en sus labios. Siempre cordial, siempre diplomático.

Lo sumamos a la reunión de estatus y, si bien mantuve la cortesía con él (después de todo, la mitad de la compañía le pertenecía), fui muy consciente de que quien llevaba los hilos de la operación era Robin. Les presenté los avances del equipo de Diseño y los siguientes pasos a ejecutar.

Marcus permaneció en silencio, asintiendo.

—Me encanta esto, Nessa —me dijo Robin con una gran sonrisa en su boca mientras sus ojos se movían frenéticamente a través de la pantalla de su notebook mientras analizaba la presentación que le había enviado—. ¿Estos son los promedios de performance?

Asentí, orgullosa. Todos ellos habían mejorado en más de 10 puntos.

—Pues felicitaciones.

—Gran trabajo, Nessa —acotó Marcus. 

Internamente puse los ojos en blanco.

La verdad es que yo no había hecho nada más de lo que hacía normalmente. El mérito no era mío.

—No me feliciten a mí, feliciten a tus líderes. Ellos hicieron el trabajo duro.

Ella me dirigió una sonrisa cordial y Marcus la imitó.

Luego de unos minutos leyendo el informe, Robin giró hacía mi. Esa mañana había elegido una camisa verde pino decorada con pequeños acebos colorados. Muy navideño.

—Bueno, creo que es momento de algunas buenas noticias —anunció ella mirando de soslayo a su socio—. ¿Recuerdas que te mencioné un posible plan de expansión?

—Sí, claro. —No había pasado mucho tiempo, quizás poco más de un mes, pero sin noticias del negocio, decidí no preocuparme por ello. No era para lo que estaba aquí, después de todo.

—Bueno, Marcus logró cerrar un contrato pequeño pero interesante para trabajar para una compañía de República Checa y por eso tendremos que ampliar algunos de los equipos. —Robin sonó entusiasmada aunque sus manos se entrelazaron calladamente sobre la mesa—. El proyecto tiene fecha tentativa de inicio a finales de junio. Por eso queremos hablar contigo acerca de la posibilidad de extender tu contrato un par de meses.

¿Extender mi contrato?

Por un segundo, la miré atónita aunque no precisamente por sentirme halagada. Sabía a dónde conduciría esto. Prolongar mi estadía aquí llevaría indefectiblemente a que los proyectos sigan apareciendo y yo, eventualmente, me quede en Erie. Y la verdad es que no planeaba hacerlo.

—Desde luego que ajustaremos la paga, siendo que esto es algo de último momento —agregó Marcus viendo que yo no respondía.

—Pues... El contrato termina en abril. —Observé sus ojos castaños, sin encontrar indicios de algo en particular. Era un hombre muy controlado—. Si el proyecto inicia en junio es que necesitarán extenderlo hasta...

—Septiembre. Quizás octubre —respondió Robin.

—Yo estaré de regreso en República Checa por los próximos meses terminando de cerrar negociaciones y evaluando la posibilidad de contratar staff localmente —completó Marcus—. Pero nos ayudaría contar contigo.

Precisamente lo que temía.

—Les agradezco mucho por considerarme, pero lo cierto es que estoy evaluando otras propuestas. —No quise entrar en detalles, pero era cierto que estaba comenzando a sondear el mercado y estaba considerando regresar a Chicago para inicios de mayo. Tenía ganas de pasar unas semanas con papá y, por qué no, ver qué posibilidades de trabajo había allí—. Pero sea cual fuera mi respuesta... No necesitan contratarme para un plan de expansión de nómina. Me sentiría mal cobrándoles por eso. Sé que pueden hacerlo sin mí...

—Disculpen la interrupción. Robin, ¿querías verme? —Una voz familiar habló detrás de mí haciendo que me girara de inmediato.

Elise.

En cuanto me vio, una suave sonrisa apareció en sus labios mas su mirada fue esquiva. Supuse que trataba de comportarse más profesional frente a Robin y Marcus e ignoré los latidos de mi corazón acelerándose ante su presencia.

¿Es que acaso tendría que olvidarme de estas sensaciones cuando ya no esté aquí, cuando ya no vuelva a verla? Me sentí apesadumbrada de repente.

—No te preocupes, Eli. Ven, pasa. —Robin le hizo señas para que se acerque.

—Las dejo que hablen. Cualquier cosa que necesiten, avísenme —les dije desocupando la silla para que Elise pueda sentarse.

—Gracias —respondió con dulzura antes de que yo regresara a mi cubículo.



Por fin, la semana había concluido pero yo no esperaba el fin de semana con mucho entusiasmo. Luego de mi conversación con Robin y Marcus comprendí lo distinta que sería mi vida en un año, en otra ciudad, lejos de Elise; y eso me llenaba de una melancolía que no había sentido antes. Una sensación de pérdida futura que desconocía por completo.

No recordaba haberme preocupado antes por algo que aún no había sucedido. Usualmente dejaba que las cosas siguieran su curso natural. Incluso con Amanda y aún sabiendo que ella estaba saliendo con un tipo, no me paré a pensar en lo que significaba que ella tuviera una relación paralela. Ahora, viendo para atrás, podría decir que eso era resultado del completo autoengaño, un estado casi delirante me atrevo a decir, en el que me veía sumida (en parte por mi obsesión con ella y en parte por su culpa, por sus manipulaciones y mentiras).

Pero con Elise era completamente diferente. Ahora era consciente de todas las cosas a mi alrededor. Era consciente que me iría de Erie en poco más de cuatro o tres meses, era consciente de que no quería vivir aquí, ni quería trabajar en Zoomers para toda la vida. Pero era mucho más consciente de mis sentimientos por Elise y eso me conflictuaba en niveles que no podía entender ni manejar.

Solo había una cosa de la que estaba segura. Y eso era esperar.

Esperar que Elise quiera acercarse a mí de la misma forma que yo quería acercarme a ella y atesorar ese momento en lo más profundo de mi corazón... Y tarde o temprano hacer el duelo por ella. Eso era lo que justamente me llenaba de un vacío que no quería enfrentar sola en casa.

Apresurada, armé un pequeño bolso, busqué un lindo hotel en Buffalo y conduje hasta allí. Necesitaba desconectarme, hablar con extraños, no pensar en la pérdida que significaría irme de Pensilvania cuando el momento llegue.

Había creído que podía ser fuerte, pero me dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Cuando el lunes de Nochebuena llegó, agradecí haber tenido la oportunidad de pasar un fin de semana de distracciones (aunque nada tan alocado como el sábado anterior). Fui al cine, luego a cenar y terminé la noche en un pub con un grupo de personas que no conocía pero me recibieron como si fuera su mejor amiga (claramente confundiéndome con alguien más). Gracias a ello, logré evitar el insomnio y sobre analizar absolutamente todo. Al menos con cansancio en mi cuerpo era capaz de alcanzar un sueño profundo.

Mientras esperaba a que Elise pase a recogerme, di los últimos retoques a los postres que había optado por preparar: panettone y tiramisú, dos recetas familiares que mamá me había enseñado cuando aún era adolescente.

Pronto, tocó el timbre y cuando la vi por poco me temblaron las rodillas.

Su cabello, como el mío, caía en bellas ondas alrededor de su rostro y traía un maquillaje sutil en sus ojos. Se veía tan hermosa con su vestido tejido al cuerpo que apenas podía quitarle los ojos de encima. Sobre su pierna derecha, el material se abría en un sugerente tajo que dejaba ver la suave piel de su pierna.

—¡Feliz Navidad! —exclamó Olivia en cuanto me vio.

—¡Hola, cielo! ¿Cómo estás? —Tuve que hacer un esfuerzo descomunal para apartar la mirada de su madre y enfocarme en la pequeña que me observaba con su vestido a cuadrillé y un gorro de lana cubriendo su cabecita—. Hola, Elise... Pasen, adelante.

—Qué linda que estás, Nessa —me alagó Oli mirándome con sus ojos enormes—. ¿No se ve linda, má?

—Preciosa —asintió Elise regalándome una pícara sonrisa desde el foyer de casa mientras sus ojos descendían por mi cuerpo.

—Tú tampoco te ves mal. —La miré de soslayo, pretendiendo descaro aunque mi corazón estaba latiendo a mil kilómetros por hora.

Necesitaba calmarme. Solo ha estado aquí 5 minutos, por Dios santo.

Ella se rio.

—Voy por el postre y mi abrigo, y estoy lista.

—¿Te molesta ir a pie? Estamos solo a dos calles.

—Para nada. Vamos.


Una vez en lo de Cassie, Oli nos abandonó por su amiga Mary-Ann y Bernie, el hijo mayor del matrimonio, se acercó a mí.

Era un muchacho de unos dieciocho años, demasiado serio para su edad aunque no por ello menos conversador. Mientras Elise ayudaba a Jacob en la cocina y Cassie preparaba unos tragos, Bernie se sentó conmigo en la sala y me contó acerca de su beca para estudiar cine de Filadelfia. Se mudaría a finales de septiembre y eso le generaba miles de preguntas. Nunca había dejado su casa por tanto tiempo.

Para ser un adolescente, se mostró muy interesado en mí, en mi profesión y en mi estilo de vida más bien "nómade" en comparación al suyo.

—Y, ¿qué te trajo a mudarte aquí? Quiero decir, seguramente Chicago es mucho más interesante que Erie, ¿no?

Todos, en algún momento me hacían esa pregunta; ya estaba acostumbrada a aquello aunque no significaba que me sentía más cómoda al respecto.

—Bernie, no seas indiscreto, quizás es algo privado —lo reprendió Cassie que se unía a la conversación. En nombre de su hijo, hizo una mueca de disculpa mientras se sentaba en el sofá a mi lado.

—Está bien —mentí, sintiéndome mal por el muchacho—. Pues, la oferta de trabajo que tuve era muy buena. Y estoy acostumbrada a mudarme. He vivido en varias ciudades por varios meses antes de tomar otro proyecto en otra parte.

Sentí una presencia detrás mío y me giré para encontrar a Elise apoyada en el respaldo de sofá atrás mío, a escasos centímetros de mi. Me alcanzó una copa de vino.

—Gracias.

—¿Tinto está bien?

—Sí.

—Me gustaría vivir en otra ciudad —concluyó él después de un momento.

—Pues hazlo, es tu oportunidad. —le dirigí a Cassie una mirada de perdón por lo que iba a decir—. Además, solo tendrás dieciocho una vez.

—¡Mi bebé está creciendo! —Cassie pretendió llorar desconsoladamente y se arrojó sobre su hijo, quien lanzó un alarido de espanto.

Entre todo el estruendo, escuché las risas de Elise y un grito de Jacob que pedía ayuda desde la cocina.

Me dolía el abdomen de reír tanto pero me puse de pie para socorrer a la única persona que estaba terminando de preparar la cena y podía, a la vez, potencialmente arruinarla.

—Deja, yo voy, Nessa... Quédate —me pidió Cassie levantándose del sofá todavía riéndose—. Ber, ¿puedes ver qué está haciendo tu hermana y Oli en la habitación y pedirles que no destruyan nada?

—Sí, claro.

Una vez solas, Elise se sentó a mi izquierda. Los resabios de las carcajadas de momentos atrás se veían en las esquinas de sus ojos.

—Creo que alguien tiene un crush contigo —me susurró para que solo yo pudiera escucharla.

Me volví hacia ella de golpe, creyendo que se había vuelto completamente loca—. ¡Pero si es un niño!

—Ah, así que es un niño... —Elise apoyó su codo en el respaldo del sofá y me miró directo a los ojos con un extraño brillo en los suyos. Estaba jugando conmigo.

—Eres una tonta, no te burles. —Un intenso color tiño mis mejillas y reprimí una sonrisa.

Elise dio a mi muslo un suave apretón y se inclinó sobre mí para tomar la copa que descansaba en la mesita a mi derecha. Su rostro se acercó al mío y en ese momento, que pareció durar una eternidad, pude apreciar su fragancia floral, mezclada con el sutil perfume del champú en su cabello.

Maldita sea, ¿por qué tenía que oler tan delicioso?

—¿Estás bien? —me preguntó con el mismo tono que había usado antes.

—Nunca mejor —carraspeé, causando que Elise asienta divertida.

—¿Te parece ir a la mesa? Seguro Jacob ya está llevando la comida.


Luego de la abundante cena (Cassie había preparado un pavo relleno con patatas y judías verdes con crema), me coroné como la estrella de la noche gracias a los deliciosos postres que había preparado y entre todos devoramos.

Jacob principalmente estaba encantado con el panettone pues, según me contó, su abuela materna también era italiana y solía prepararlo cuando él era pequeño.

Pasadas las 10 pm el silencio reinaba en la casa, lo que indicaba que tanto Mary-Ann como Oli estaban probablemente dormidas. Los adultos ya habíamos acabado la última botella de champagne de la noche y tanto Elise como yo estábamos reuniendo fuerzas para levantarnos e irnos.

—Debería ir buscando a Oli... es tarde —exhaló, poniéndose de pie y acomodando su vestido.

—¿Por qué no la dejas dormir aquí? —propuso Jacob sin el menor interés en moverse del sofá.

—No lo sé...

—Déjala, Eli, mañana la acompaño a casa después del desayuno —insistió Cassie acercándose a su amiga y dándole un suave apretón en el brazo—. Le daré un pijama de Mary-Ann y ya. No te preocupes.

—¿Estás segura?

—Segurísima.

—Vete antes de que comience a nevar de nuevo y se te congele el trasero.

—De acuerdo.

Con el viento helado golpeando sin misericordia en nuestros rostros, Elise y yo nos apresuramos a través de las oscuras calles. El silencio era total, aunque aún se veían las cálidas luces provenientes de las casas que dejamos atrás; para algunas familias la celebración todavía continuaba.

Llegamos a la esquina donde debíamos separarnos, pero Elise no soltó mi brazo cuando nos detuvimos.

—¿Quieres tomar una copa antes de irte a dormir?

La miré, aunque era incapaz de detectar algo particular en sus ojos; en parte porque la oscuridad era densa a nuestro alrededor y en parte porque Elise tenía un gran control de sus gestos y expresiones, haciendo que a veces me resulte imposible descifrar.

—Tengo una caja de Malleys que me envió mi padre y temo abrirla yo sola —intentó una vez más cuando no le respondí.

—No sé qué es eso...

—Son chocolates. De Ohio. Él siempre nos envía un par de cajas y siempre termino devorándomelas yo sola y tengo que internarme en el gimnasio por un mes para poder bajarlas.

Ante su exageración, me reí. Elise nunca me había transmitido la imagen de ser alguien extremadamente preocupada por su peso, ni mucho menos ser alguien con el tiempo para dedicarle para verse así de hermosa. Así era ella naturalmente.

—Pero si estás cansada–

—No estoy cansada. 

Solo indecisa. Sentía la tensión entre nosotras, cada vez era más evidente, o al menos lo era para mí. Pero no estaba 100% segura de que Elise estuviera experimentando lo mismo que yo y no me sentía lo suficientemente fuerte para intentar algo y ser rechazada de nuevo.

Pero sus señales... Me estaban llevando al límite de la cordura.

—Vamos, niña.

Nota de autora:

Lo sé, lo sé...

Tremendo cliffhanger dejé ahí, ¿no? Les juro que lo odie tanto como ustedes, pero necesitaba introducir algunos temas antes de pasar al próximo capítulo.

Les prometo que la espera valdrá la pena...

Por ahora, ronda de preguntas:

✨ ¿Qué les parecen los pensamientos de Nessa acerca de la propuesta de Robin? ¿Qué harían ustedes en su lugar, sabiendo lo que saben hasta ahora?

✨ ¿Y Elise? Sí que es una pícara, eh! ¿Creen que algo cambió en ella? Leo atentamente sus teorías conspirativas ;)

✨ Hay una cosa del capítulo que está inspirado en algo que me sucedió... ¿pueden adivinar qué es? (creo que es fácil, pero me gusta saber qué piensan!)

Ahora sí.... ¿¿¿¿podemos acordar que estamos listxs para más???

El próximo capítulo está casi terminado... Así que estén atentxs al viernes!

No se olviden que adoro cada uno de sus votos y comentarios, me hace muy feliz que estén disfrutando esta historia ❤️❤️❤️

Les quiere,

Aggie


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