Miércoles 4 de Diciembre de 1974
A todos les dieron tres semanas de detención con McGonagall, lo que significaba escribir líneas y tener tarea adicional, y se les prohibió la entrada a Hogsmeade hasta el año nuevo, para horror de Peter. La pobre señorita Lewis tendría que esperar.
Esto también significaba que Remus no podría comprar ningún regalo de Navidad para sus amigos, pero estaba agradecido por esa excusa. Hasta ahora había sumado una pequeña fortuna (a sus ojos, al menos) de diez galeones y doce sickles. No estaba ni cerca de la herencia de James, por supuesto, ni siquiera del legado de Sirius de su tío, pero era más de lo que Remus había tenido, incluso en dinero muggle.
Ya había comenzado a hacer planes para el momento en que cumpliera los diecisiete. Aprender a aparecer era clave, tenía que asegurarse de hacerlo bien. Luego, compraría suficientes suministros y comenzaría su búsqueda. Y pensó que sabía por dónde empezar.
Este trimestre, desde que había regresado a Hogwarts, Remus había estado leyendo el Diario El Profeta de cabo a rabo. Tomaba prestada la copia de James y copiaba notas en privado, generalmente en la biblioteca, donde los otros merodeadores no lo molestarían. Estaba buscando cualquier cosa; ataques, avistamientos, rumores. Cualquier cosa relacionada con hombres lobo o 'criaturas oscuras no identificadas'. Había algo allí; James sostenía que esto se debía a que el ministerio no quería asustar a nadie.
Pero aún así eran pistas. A veces había historias de Aurores que encontraban "reuniones ilegales" o juntadas, siempre en lugares distantes y remotos; las Hébridas exteriores o Brecon Beacons. Y siempre eran la noche antes de la luna llena. Esta era una evidencia sólida, en lo que a Remus se refería: Greyback estaba reuniendo seguidores, y a nadie más parecía importarle; incluso los Aurores estaban siendo casuales al respecto. Como lo habían sido con Lyall.
A principios de Diciembre, Remus estaba lo suficientemente preocupado como para consultar a Ferox.
El plan de estudios de Cuidado de criaturas mágicas de este año había demostrado ser tan fascinante como el año anterior, y la dedicación de Ferox a la enseñanza no había disminuido. Incluso había insinuado la posibilidad de traer un demiguise real como regalo de Navidad, aunque Remus no tenía idea de dónde iba a conseguir uno.
El profesor los había llevado a todos al lago para una lección, donde Ferox había mantenido una conversación larga y aguda con una de las personas del lago que vivía allí. Nadie tenía la menor idea de lo que estaban hablando, pero de todos modos había sido interesante y Remus había hecho algunos diagramas muy útiles.
Con estos diagramas y el ensayo que los acompaña, Remus se acercó a la oficina de Ferox una lúgubre tarde de Diciembre. Dado que tanto Sirius como James estaban ahora en el equipo de quidditch, era mucho más fácil para Remus escabullirse y llevar a cabo sus propios asuntos personales, últimamente ya sea cazando hombres lobo o como el principal proveedor de tabaco de Hogwart. Lily le había preguntado si quería ir a la biblioteca con ella; pensó que debía sentirse un poco sola este trimestre, ya que a menudo le preguntaba si quería ir aquí o allá con ella. No se había dado cuenta de que ella pasaba menos tiempo con Mary y Marlene, pero ¿Quién iba a saber con las chicas?
De todos modos, habiéndose liberado de todas las demás responsabilidades, Remus llamó a la puerta de la oficina de Ferox.
— Adelante — gritó la familiar voz cantarina de liverpudliano. Remus sonrió y entró.
— Hola, profesor — dijo, agarrando sus papeles.
— ¡Lupin! Siéntate, siéntate — le sonrió Ferox desde detrás de su escritorio. Parecía estar reparando una gran jaula dorada; su escritorio cubierto con herramientas, cables y otras cosas que no parecían pertenecer a la oficina de un maestro.
— Tengo mi ensayo de tritones aquí — lo dejó en el único espacio libre en la superficie.
— ¡Vaya, Remus, si que eres ansioso! — El profesor Ferox sonrió, guardando sus herramientas en una bolsa de cuero. — Eso no se debía entregar hasta el último día del trimestre.
Remus se encogió de hombros, secretamente emocionado.
—Lo tenía terminado, así que pensé que mejor podría entregarlo ahora.
— Muy bien. ¿Te apetece un té?
— Sí, por favor.
Ferox empujó la gran jaula a un lado y agitó su varita, casualmente. La varita de Ferox era más corta que la de Remus, y más gruesa, hecha de algún tipo de madera nudosa, como si estuviera partida directamente de la rama de un árbol. Una tetera apareció de la nada, seguida de cerca por dos tazas y platos que cayeron ruidosamente sobre la mesa. Eran bastante viejos y estaban quebrados en algunas partes.
— Ups — Ferox sonrió, tímidamente, — Nunca fui muy delicado con los encantos. Este es el viejo juego de mi abuela, como puedes ver.
Remus sonrió cortésmente y usó su propia varita para servir el té. Encontró la levitación muy fácil, y Ferox parecía impresionado. —Abue solía beberlo del platillo y todo — murmuró con nostalgia, llevándose la taza a los labios, "
— Pensaba que era elegante, dios mío.
Remus nunca sabía qué decir cuando la gente empezaba a hablar de sus familiares. Le había tomado cuatro años aprender que las personas que tenían familias no querían realmente escuchar las experiencias de las personas sin ellas. Las hacia sentir incómodas. Ferox pareció notar la educada reticencia de Remus y cambió de tacto, — En este punto, mi abuela me ofrecería una galleta y un cigarrillo, pero me temo que me he quedado sin ambos.
Remus levantó una ceja y buscó dentro de su bolsillo.
— Aquí, señor — dijo, ofreciendo una caja de marlboro.
— Ah, entonces los rumores son ciertos, ¿eh? Nuestro contrabandista residente.
Remus se encogió de hombros de nuevo, tratando de enmascarar cuidadosamente su emoción cuando Ferox realmente aceptó un cigarrillo y lo encendió pulcramente con la punta de su varita.
— ¡¿Cómo hizo eso?! — Preguntó, probándolo con su propia varita, sin éxito. Ferox se rió entre dientes.
— Ven aquí — Remus se inclinó sobre el escritorio para permitir que Ferox encendiera su cigarrillo. — Será mejor que no te enseñe — le guiñó el ojo el profesor — Es un hábito terrible.
Remus sonrió a través de la nube de humo, dando una larga calada.
— Entonces — dijo Ferox, reclinándose en su silla, —¿Supongo que esto es más que una visita social, joven Lupin?
— Erm... sí, algo así — asintió Remus, aclarándose la garganta, — Solo tenía algunas preguntas más sobre... bueno, no sabía a quién preguntar, y dijo el año pasado que siempre podía venir a verlo.
— Por supuesto. ¿Se trata de tu padre?
— Oh no — Remus negó con la cabeza con vehemencia, — No él.
Puede que haya sonado un poco más enérgico de lo que pretendía, pero estaba harto de Lyall Lupin y del horrible, vacío y culpable sentimiento que tenía cuando pensaba en el hombre. No quería saber más sobre el pasado, se trataba del futuro.
Remus dio otra bocanada, dejando que calmara sus nervios. — Se trata de Greyback.
— Remus...
— Merezco saberlo. — Dijo, sombrío, perdiendo su sonrisa. — Es mi vida.
Ferox lo miró durante mucho tiempo, antes de suspirar.
— Igual que tu papá. Ok, ¿Qué quieres saber? No es que pueda decirte mucho, claro. Hasta donde todos saben, sigue siendo un fugitivo buscado.
— Los artículos que me dio, uno de ellos decía que el ministerio pensaba que estaba tratando de formar un ejército, por eso le gustan... los niños.
— Eso es solo un rumor. — Ferox dijo, frunciendo el ceño, — No hay evidencia.
— Yo soy la evidencia. — Remus dijo, inconscientemente presionando una mano sobre su costado, donde la peor cicatriz de todas estaba escondida debajo de su uniforme.
— Todavía no significa... bueno, si él hubiera estado tratando de hacer eso en los sesenta, entonces pensarías que ya lo sabríamos, ¿eh?
Esa era una línea falsa de razonamiento, en opinión de Remus, agitó una mano.
— Ha habido ataques, si lees los periódicos correctamente. El Señor Oscuro, es la persona perfecta para animar a Greyback, por lo que he escuchado. Es necesario hacer algo para evitar que las personas se unan a ellos. Para evitar que... personas como yo se unan a él.
— No sé lo que sabes sobre el llamado 'Señor Oscuro', — respondió Ferox, rígido, — Pero solo está interesado en la pureza de la sangre. Consideraría a alguien como Greyback un híbrido. Debajo de él.
Remus pensó en Snape y los otros Slytherin, e inmediatamente descartó esta teoría también.
— Puede que no lo respete, pero siempre y cuando Greyback haga el trabajo y si consigua suficientes seguidores.
— Estás sobreestimando su poder, el de ambos. El Señor Oscuro es solo un advenedizo político, que se alimenta de cierta opresión percibida; nadie lo toma en serio. Nadie que importe. Y Greyback... bueno, es prácticamente un abandonado, un loco delirante. Ninguno de los dos tiene nada sustancial que ofrecer a sus seguidores.
Remus resopló;
— Sí, bueno, el ministerio no tiene mucho que ofrecerme, excepto un collar y una celda con barrotes.
— Remus, eso no es cierto — Ferox sonaba angustiado. A Remus no le importaba.
— ¡Sí lo es! Tengo casi quince años, no soy un niño. Mis perspectivas laborales son solo un poco menos mierda como muggle que como mago. No puedo evitar notar que soy el único en Hogwarts, no puedo evitar notar que se supone que no debo decirle a nadie... oh, espera, hasta que tenga diecisiete, entonces tengo que decírselo a todos, ¿Verdad? Entonces todos los demás saben que deben evitarme en caso de que tenga un poco de hambre. Es posible que Greyback no tenga mucho que ofrecernos a los mestizos, pero cuando no tienes mucho más a tu favor...
— Remus, tienes...
— ¡No! ¡¡He leído las leyes, los estatutos y el puto registro!!
Apagó el cigarrillo en los restos de la taza de té, furioso. Faltaban semanas para la luna llena, pero su temperatura estaba aumentando, su corazón latía con fuerza mientras miraba a Ferox, desafiándolo a responder. El propio Ferox parecía bastante conmocionado, mudo. Esto en sí mismo enfrió el temperamento de Remus - había querido tener una discusión racional, había querido aprender cosas; no gritarle a su maestro favorito. Sacó otro cigarrillo y lo encendió con la caja de cerillas que llevaba, luego empujó la caja sobre el escritorio hacia Ferox.
— Es suyo. — Dijo en voz baja, inhalando: — Lo siento. No quise gritar.
— Está bien gritar, Remus — sonrió Ferox, débilmente, —Especialmente cuando alguien no está escuchando y necesitas ser escuchado.
Remus lo miró con curiosidad. Ferox se relajó un poco, — Creo que ves la ira como una debilidad, pero no lo es. Es bueno estar enojado, y tienes una maldita buena razón para estarlo. Tienes razón. Tenemos toda necesidad de preocuparnos por Voldemort, y Greyback, y el resto de la multitud de sangre pura. Si el ministerio está preparado para tratar a los magos buenos, inteligentes y reflexivos de la forma en que te tratan a ti, entonces las personas como el Señor Oscuro siempre tendrán seguidores.
Remus lo miró atónito.
— Pero. — Ferox dijo: — Siempre habrá gente trabajando en su contra también. Y mientras estemos enojados, ellos no ganarán.
— No ganarán. — Repitió Remus. Por lo general, se sentía avergonzado después de un arrebato como ese, pero ahora se sentía más tranquilo, incluso aliviado.
— Y no pienses ni por un minuto que tienes prospectos de mierda. — Ferox arqueó una ceja, — Si crees que Dumbledore movió cielo y tierra para darte una educación solo para verte terminar no mejor que un squib, entonces no conoces a Dumbledore, muchacho.
...
Viernes 20 de Diciembre de 1974
A medida que avanzaba Diciembre y las noches se alargaban, el castillo se vio envuelto en luces de colores y un pesado manto de nieve. Todo el mundo parecía estar más animado que de costumbre y más emocionado que nunca de celebrar la Navidad. Los búhos recorrían los pasillos a la velocidad del rayo, entregando paquetes y tarjetas envueltas en brillantes colores; la profesora de Herbología había encantado el acebo y la hiedra para que se tejieran alrededor de cada candelabro y barandilla; Se podía ver al profesor Flitwick casi todas las noches enseñando a los retratos a cantar villancicos, y Sirius Black terminó el período vestido de pies a cabeza con oropel.
En realidad, esto no había sido idea de Sirius; James lo había iniciado, usando un hechizo pegadizo eterno para colocar las decoraciones en los cuellos y puños de la túnica de Sirius mientras dormía. Si había pensado que esto podría avergonzar a Sirius, estaba muy equivocado: Black adoraba su nueva apariencia y la usaba con orgullo. De hecho, para el último día del trimestre, al menos otros quince chicos lo habían copiado, así como un grupo de chicas que últimamente habían empezado a seguir a Sirius.
Parecía que todas las chicas de la escuela se habían enterado de la Gran Carrera del Beso y el efecto no fue el que Remus esperaba. Si bien Marlene había actuado con sensatez al rechazar los avances de Black, había muchas chicas en su año, e incluso en el año anterior, que esperaban ayudar a Sirius a ganar la apuesta. Al principio pensó que esto era muy divertido, pero después de casi un mes de ser seguido por una manada de adolescentes riendo tontamente, recibiendo notas de amor fuertemente perfumadas y siendo interrumpido en casi todo momento, había reclutado a Mary como guardaespaldas.
Mary era perfecta para esto: discutidora, lista para decir lo que pensaba y no estaba interesada en Sirius en absoluto.
— Eres un cobarde — suspiró, en la última noche del trimestre, mientras todos se sentaban juntos alrededor de la chimenea. James estaba jugando con una snitch dorada que había robado del cobertizo de juegos, tratando de impresionar a Lily, quien tenía la cabeza gacha y estaba terminando frenéticamente sus tarjetas de Navidad.
Peter no estaba por ningún lado, Marlene estaba jugando una partida de ajedrez con Remus, y Sirius acababa de llamar a Mary para que se sentara más cerca de él, mirando con cautela a un grupo de chicas que lo miraban desde la esquina.
— No soy un cobarde — respondió secamente, aflojándose la corbata — Me gusta mi privacidad.
— Siempre puedes besarte con una de ellas — respondió Mary, estirándose en el sofá y colocando sus piernas sobre el regazo de Sirius. Él la dejó. — ¿No era ese el objetivo de la apuesta?
— Bueno, sí — respondió Sirius, en un tono mesurado, — Pero se suponía que ellas no debían saberlo, se suponía que yo las conquistaría con mi encanto y mi apariencia pícara
— No tienes miedo, ¿verdad? — Mary ronroneó.
— Sería estúpido de mi parte no tenerles miedo. — Sirius se rió, — Están locas.
— Mary, ¿Cuál es el apellido de Darren? — Preguntó Lily, levantando la vista de su pila de cartas.
— Harvey. — Mary dijo: — Dios, no le enviarás una tarjeta, ¿verdad? ¡Solo lo has conocido una vez!
— Es bueno recibir tarjetas en Navidad. — Lily sonrió, volviendo a su escritura.
— Está bien, pero no lo envíes por búho, es un muggle.
— ¿Cómo le has estado escribiendo todo el año? — Preguntó Remus, genuinamente interesado.
"Le envío las cartas a mamá y ella las pone en su buzón. Solo vive al otro lado del pasillo. Y hay una cabina telefónica a las afueras de Hogsmeade, así que hemos charlado una o dos veces.
— ¡No sabía que había una cabina telefónica!
— Sí, es un poco antigua, uno de los Ravenclaw me dijo que era un traslador una vez durante la guerra, pero aún funciona. — Ella se estiró de nuevo, — No puedo esperar a verlo — suspiró. Sirius apartó sus piernas, fingiendo inclinarse y mirar el juego de ajedrez.
— ¿Dónde estarás para Navidad, Remus? — Preguntó Lily, lamiendo su último sobre. — ¿No te quedarás aquí, espero?
— Lupin y Black estarán en mi casa de nuevo — dijo James, ansiosamente. Lily le lanzó una mirada fulminante.
— Oh por supuesto.
Remus estaba ansioso por ver a los Potter este año. Solo se quedaría una semana, ya que la luna llena caía el día veintinueve, pero estaba bien para él, simplemente no podía esperar por los regalos y las decoraciones, y la comida de la Sra. Potter.
— Estoy hambriento. — Sirius bostezó, perezosamente, — ¿Dónde está Pete? ¿Podemos enviarlo a las cocinas por nosotros?
— No tengo idea de dónde está en realidad. — James dijo: — No lo he visto desde la cena.
— ¿Está empacando? — Sugirió Lily.
— Iré y comprobaré — Remus se puso de pie, estirándose. — Yo también tengo hambre, creo que hay unos pasteles de caldero en mi baúl...
— No digas más... — Sirius se levantó también, siguiéndolo. Remus suspiró. Sirius se pasaba la mitad de su tiempo rogando por dulces del resto de ellos. No es que no fuera generoso con los suyos, solo que rara vez parecía tener alguno.
Peter no estaba en el dormitorio, pero sí los pasteles de caldero.
— Me pregunto qué le ha pasadom — Remus se frotó la nuca.
— Mira el mapa — dijo Sirius, esparciendo migas por todas partes, la boca llena de pastel. Remus arqueó una ceja pero no dijo nada, y recuperó el mapa de su mesita de noche.
Lanzó el hechizo de localización y el mapa rápidamente resaltó una pequeña bandera con el nombre 'Peter Pettigrew'. Parecía como si estuviera en un armario de escobas cerca del aula de Encantamientos.
— ¿Qué está haciendo ahí? — Murmuró Sirius, metiéndose otro pastel en la boca. Remus gruñó esta vez, doblando el mapa.
— No sé. ¿No crees que los Slytherin lo atraparon?
— ¿Tal vez? — Sirius tragó saliva. —Si le ponen un hechizo vinculante, podría estar atrapado allí toda la noche. Vamos a buscarlo, entonces.
— ¿Traigo a James?
— Err... — Sirius miró hacia la puerta, y Remus supo de inmediato que temía tener que pasar el guante de chicas esperando allí. — No, tomemos la capa y bajemos sigilosamente, no tomará mucho tiempo, y de todos modos solo dos de nosotros encajamos.
Remus se encogió de hombros a modo de consentimiento. Si no les tomaba mucho tiempo rescatar a Peter, tal vez podrían ir a las cocinas después. Sirius había terminado sus pasteles de caldero. Se acurrucaron juntos bajo la capa y se apresuraron en silencio escaleras abajo, pasando junto a James y las chicas, por el agujero del retrato.
— Típico del maldito Peter — resopló Sirius, en voz baja, — Cuatro años como merodeador y todavía es una mierda en hechizos defensivos.
— Tal vez lo atacaron por la espalda — sugirió Remus, — O tal vez había muchos de ellos.
No sabía por qué, pero le encantaba contradecir a Sirius. James lo llamaba peleas, pero Sirius nunca había dado ninguna señal de que le molestara. Continuaron, a través de los oscuros pasillos de piedra, hacia el corredor de Encantamientos.
— Aquí, ¿es ese? — Sirius susurró, mientras llegaban a una puerta.
— Sí — respondió Remus, — Está ahí. — Podía olerlo.
— Ok, ¿varita lista?... ¡Uno, dos, TRES!
Sirius abrió la puerta rápidamente, para sorpresa de Peter, quien no estaba en peligro, y de Desdemona Lewis, quien gritó:
— ¡¿Quién está ahí?! — Miró a su alrededor, pálida y con los ojos muy abiertos, el cabello revuelto y los labios muy rosados y húmedos. Pete también miró a su alrededor, un poco más suspicaz, pero igual de arrugado.
— Probablemente solo Peeves.
Sirius comenzó a temblar de risa, y Remus rápidamente se tapó la boca con la mano, tratando de alejarlo del armario. Pobre Peter.
— Voy a volver a mi sala común, me meteré en muchos problemas si vuelven a pillarme fuera de los límites —decía Desdemona mientras se alisaba la blusa. Besó delicadamente a Peter en la nariz. —¿Te veo mañana, Petey? ¿En el tren?
— Sí... está bien... — respondió Peter, muy distraído, todavía mirando a su alrededor, buscando a su asaltante invisible. Remus agradeció a cualquier dios que hubiera por su fuerza superior, mientras Sirius luchaba locamente por liberarse y causar aún más lío.
Remus no lo dejó ir hasta que Desdemona desapareció por la esquina. De todos modos, Peter ya conocía la situación.
— ¡Muy bien, muéstrense! — Sacó su varita justo cuando Remus soltó a Sirius y ambos salieron de debajo de la capa de invisibilidad.
— ¡LO SABÍA! — Peter gritó.
— ¡TÚ ESCURRIDIZO! — Gritó Sirius, riendo tan fuerte que se estaba sosteniendo el estómago, — ¡¿Cuánto tiempo ha estado pasando?!
— Una semana — respondió Peter, poniéndose rojo — ¿Cómo me encontraste?
— ¡¿UNA SEMANA?! ¡Merlín, Pettigrew! ¡¿Qué crees que haces mintiéndonos durante toda una semana?!
— ¡Me habrías tomado el pelo!
— Nos burlamos de ti de todos modos.
— ¿Podemos ir a las cocinas ahora? — Remus suspiró.
— ¡Espera a que James se entere de esto! — Sirius dijo, sonando asombrado, — No puedo creerlo. Realmente no puedo. Peter Pettigrew: Un mujeriego.
— Callate. — Peter se enfurruñó, metiendo las manos en los bolsillos. — Voy a la sala común, no tengo hambre.
— Bueno, por la forma en que te comiste la cara de Lewis...
— ¡Cállate! — Peter desapareció por el siguiente pasillo.
Sirius se rió todo el camino hasta las cocinas, y todavía estaba un poco histérico en el camino de regreso, incluso cargado de golosinas y dulces de los elfos domésticos.
— Al menos esto significa que la estúpida carrera de besuqueo ha terminado. — Remus dijo, amablemente, mientras se acercaban al retrato de la dama gorda. Sirius se detuvo en seco, causando que Remus chocara con él, casi tirando su botella de cerveza de mantequilla.
— ¡Uf, no pensé en eso!
— Bueno, no tienes que pensar en eso ahora — espetó Remus, frotándose el codo donde lo había golpeado — Pete ganó.
— Tienes razón, Moony. ¡Ugggh! Eso significa que si no me beso a finales de este año, ¡Voy a ser un perdedor mucho más grande que Pettigrew!
Remus suspiró pesadamente.