Cuando los besos de Lily no llegaron, James exigió que extendieran la apuesta para que durara todo el año. Sirius, a su vez, dijo que en ese caso debería valer el doble de los galeones, lo que puso blanco a Peter. Remus una vez más dio a conocer su desaprobación por todo el asunto y exigió que lo descartaran.
Tenía cosas mucho mejores en las que dedicar su tiempo, y no gastaría más dinero del necesario. Los demás tendrían que estar contentos con una rana de chocolate cada uno para Navidad, porque simplemente no podía gastar el dinero. Remus sabía que necesitaría hasta el último knut para el momento en el que cumpliera diecisiete, y entonces pudiera comenzar su misión de encontrar a Greyback.
Su investigación hasta ahora había sido infructuosa. Había reunido tantas ediciones antiguas del El Profeta como le fue posible, de la biblioteca y de la sala común. Algunas de las ediciones más recientes tenían artículos que mencionaban manadas de hombres lobo, pero apenas había detalles y no se mencionaban nombres. Al final, Remus se vio obligado a concluir que nadie sabía realmente nada sólido. Se imaginó que los hombres lobo eran difíciles de encontrar, especialmente si eran magos comunes la mayor parte del tiempo.
Preguntarle a Ferox parecía el siguiente paso de acción más sensato. El profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas había sugerido que sabía más de lo que inicialmente le había revelado a Remus el último trimestre, solo que Remus no había tenido el ánimo para preguntar, todavía recuperándose de la noticia de que Ferox había trabajado para Lyall. Sin embargo, necesitaba hacer acopio de valor antes de volver, y planificar sus preguntas con suficiente cuidado para que Ferox no sospechara nada.
Octubre comenzó y terminó con luna llena ese año, lo que parecía muy injusto, especialmente porque significaba que Remus se perdería el banquete de Halloween. Aun así, el clima era inusualmente cálido y los merodeadores pasaban la mayor parte de su tiempo libre disfrutando de los terrenos bajo un hermoso cielo azul, rodeados de los rojos y naranjas dorados del otoño más hermoso que Remus pudiese recordar.
Los fines de semana se sentaba en los puestos de quidditch con varios libros, pergamino y una pluma, y completaba su tarea y lectura avanzada, ocasionalmente levantaba la vista para ver uno de los ejercicios de James, o animaba al pobre Peter, que a menudo se quedaba atascado en el puesto de portero. A veces, Marlene practicaba con ellos, lo que hacía que las tardes fueran aún más agradables, ya que Lily y Mary inevitablemente pasaban por allí.
Sirius no podía quedarse quieto durante estas sesiones. Alternó entre tratar de concentrarse en su tarea, saltar en su escoba para una carrera con James, y escribir complejas jugadas tácticas que pensó que el equipo de Gryffindor debería usar en su primer juego, programado para Noviembre.
— Tenemos que vencer a Slytherin este año. — Siguió murmurando. — Les vamos a demostrar.
Slytherin había ganado la copa de quidditch el año anterior, y era un punto muy doloroso para los Gryffindors, particularmente Sirius, ya que tanto Narcissa como Regulus habían estado en el equipo ganador. Este año era solo Regulus, quien había reemplazado a su prima mayor como buscador. Remus solo sabía esto por James; Sirius no había mencionado nada.
— Necesitas apoyarte más en tu escoba, cuando haces un swing — le decía Sirius a Marlene, quien acababa de sentarse a descansar. Tenía la cara roja, el pelo rubio pegado a las sienes húmedas y no estaba de humor para el comentario de Sirius.
— Golpeo las bludgers nueve de cada diez veces. — Ella respondió jadeando: — Diez veces, en mis mejores juegos. Incluso Mulciber no puede manejar eso.
— No intentes ser mejor que la competencia — le advirtió Sirius, piadosamente, — Solo tienes que vencerte a ti misma.
— Mira, Black, si crees que puedes hacerlo mejor, estamos probando para golpeadores el martes.
— No. — Agitó una mano, mirando hacia otro lado. — Me venciste, justo y recto.
— Hace dos años.
Él no respondió, y Marlene se limitó a encogerse de hombros, luego se puso de pie tambaleándose y regresó al campo, donde James la estaba llamando.
Remus había estado leyendo su libro durante este intercambio y no había querido interferir. Lanzó una mirada a Sirius, quien estaba inclinado hacia adelante en la barrera, con la barbilla apoyada en sus brazos mientras miraba la práctica. Peter hizo una salvada decente, y los ojos de Sirius se iluminaron. Remus se mordió el labio y pensó mucho antes de decir en voz baja:
— Hay dos golpeadores en un equipo de quidditch, sabes.
— Maldita sea, Moony — respondió Sirius sarcásticamente, sin apartar la vista del campo, — Cuatro años y finalmente has aprendido algo sobre el juego.
Remus ignoró eso, solo gruñendo en voz baja.
— ¿Sabes cuál es tu su problema?
— Dime.
— Eres orgulloso.
Sirius se rió.
— ¿Y tú no?
— Tal vez. Pero yo sería un golpeador de mierda, ¿No?
Sirius se quedó callado de nuevo. Remus suspiró, pesadamente, cerrando su libro, metiéndolo en su bolso — Mira, te vas a odiar a ti mismo más tarde si no tienes otra oportunidad. ¿Vas a sentarte aquí animando a James durante tres años más? — Se puso de pie, — Me estoy congelando, me voy a la biblioteca. ¿Nos vemos en la cena?
— Sí, nos vemos Moony.
Ese martes, Remus fue a ver las pruebas del equipo de Gryffindor y no dijo nada cuando vio llegar a Sirius, escoba en mano. Ni siquiera sonrió con aire de suficiencia, aunque tenía muchas ganas de hacerlo. Dos horas después, Gryffindor tenía su nuevo golpeador, y Remus se dio cuenta de que ahora tenía que compartir su dormitorio con dos James.
Excepto por una diferencia muy importante, aunque Sirius indudablemente estaba lleno de pasión por el deporte, parecía carecer de la disciplina de James. Particularmente por las mañanas.
— ¡Despierta, despierta! — Gritó James, alegremente, mientras salía del baño, con el pelo brillante y húmedo, la única vez que se le caía sobre la cabeza. Se puso las gafas y movió su varita hacia la cama de Sirius, descorriendo las cortinas.
Había pasado una semana después de las pruebas y esta escena se estaba volviendo algo común. Remus ya estaba despierto, casi vestido para el desayuno, planeando leer una hora antes de que comenzaran las lecciones. Se estaba atando los cordones de los zapatos mientras veía a James y Sirius comenzar su nueva rutina matutina.
Sirius, que era poco más que un bulto deforme debajo del edredón, gimió como un troll descontento.
— Vete a la mierda, Potter — siseó, enterrando la cabeza debajo de la almohada.
— Querías estar en el equipo, Sirius, mi viejo amigo. Vamos, arriba... ¡Leviocorpus!
Con eso, el cuerpo de Sirius voló en el aire, aparentemente tirado por una fuerza invisible, dejándolo colgando boca abajo en el aire mientras James se reía histéricamente.
— ¡No puedo creer que haya funcionado! Intento hacer eso desde la última Navidad.
— ¡Déjame, idiota!
— ¡Se amable!
— ¡Déjame caer!
— Finito.
Sirius aterrizó en el suelo con un ruido sordo y se levantó de un salto de inmediato, frotándose el brazo en el que había aterrizado.
— Demonios — Le sonrió a James, — ¡Eso fue increíble! Ahora déjame que te lo haga.
— ¡Bien!
...
La levitación corporal no se convirtió en un elemento habitual del dormitorio de chicos de cuarto año, pero intentar sacar a Sirius de la cama si lo fue.
— ¡Solo un día libre a la semana, Potter, te lo ruego! — Gimió en la mesa del desayuno, un domingo por la mañana temprano. Apenas abrió los ojos, su cabeza colgando apoyada en su codo.
— Tú eres el que quiere destruir a Slytherin. — James respondió alegremente, untando con mantequilla unas tostadas y deslizándolas hacia su amigo. Sirius miró la ofrenda con desdén y apartó la mirada, cerrando los ojos de nuevo. James suspiró, — No solo tú, tampoco. Toda la escuela quiere verlos destrozados. Piensa en ello como si estuvieras haciendo tu parte en pro de esta guerra.
— Pensé que estaba haciendo su parte al hechizarlos en los pasillos.— Dijo Remus, sirviéndose una rebanada de tostada de Sirius.
— Exactamente. — Sirius gruñó, los ojos aún cerrados. — Y eso se puede hacer a una hora razonable.
— Este es el único momento en el que podemos tener las prácticas — dijo James, comenzando a sonar un poco molesto ahora, —No tiene sentido ir después del anochecer, el campo se llena por la noche y las lecciones comienzan a las nueve.
— Incluso si comenzaran a las doce, tendrías problemas para levantar a Sirius. — Peter dijo, con la boca llena de papilla.
— Deberíamos tener giratiempos. — Sirius bostezó, sin un rastro de humor, — Los estudiantes que necesitan su sueño reparador deben recibirlos.
— ¿Qué es un giratiempos? — Preguntó Remus, tomando la segunda tostada de Sirius.
— Hace retroceder el tiempo, obviamente — dijo Sirius, mordazmente.
— Son ilegales. — James dijo rápidamente: — Sin permiso del ministerio. Y realmente, realmente peligrosos.
— Yo soy peligroso si no duermo lo suficiente. — refunfuñó Sirius.
— La Matrona solía hacer que todos nos levantáramos a las seis los fines de semana — dijo Remus, pensativo, tragando lo último de su tostada. — Ella pensaba que era saludable, o algo así. Sin embargo, uno de los niños mayores entró en su habitación una vez y jugueteó con su despertador, y nos salimos con dos horas adicionales en la cama todos los días durante una semana antes de que se diera cuenta.
— Los muggles son ingeniosos. — James se rió entre dientes. — Pero mantente alejado de mi reloj despertador.
— Mmm. — Remus murmuró, sumido en sus pensamientos. Podía sentir que se avecinaba el comienzo de una idea.
— Oh no, lo hemos perdido. — dijo Sirius, mirando a Remus. —Probablemente soñando despierto con nogtails y escarbatos otra vez; juro que el Cuidado de criaturas mágicas es el único tema que le importa.
— Deja a Moony en paz y come tu desayuno. — James lo reprendió. — Te quiero en el campo en cinco minutos.
— Bien... — Sirius suspiró profundamente, y miró su plato, — ¡Oi! ¿Dónde está mi desayuno?
— Tengo que irme — dijo Remus, levantándose de repente, —Biblioteca. Nos vemos en Pociones.
Las mañanas tempranas eran los momentos favoritos de Remus en la biblioteca, todo estaba tan limpio y ordenado, y por lo general tenía el lugar para él solo. Muy pocos estudiantes estaban de humor para estudiar primero, pero Remus había descubierto que durante ciertas fases de la luna apenas dormía cinco horas por noche de todos modos, por lo que era un visitante habitual.
La idea tardó un tiempo en formarse correctamente, pero quería que fuera clara y completa antes de presentarla a los demás merodeadores. Entonces, al menos, sería totalmente su broma. Remus sintió la necesidad de dejar su huella en algo este año. Todos los demás parecían estar enfocados en otras cosas: la guerra, o el quidditch, o 'la gran carrera del besuqueo', como Sirius lo había llamado tan elocuentemente. Ni siquiera habían intentado colarse en Honeyduke's ni una vez. Remus sintió muy fuertemente que los merodeadores necesitaban una broma, y una grande.
Perdió media hora investigando hechizos de tiempo complejos y complicados; encantamientos para detener el tiempo, acelerarlo, ralentizarlo o incluso doblarlo. (No estaba realmente seguro de cómo funcionaba el tiempo de flexión, pero no parecía agradable, ni estaba dentro de su alcance). Finalmente, llegó a la conclusión de que lo estaba pensando demasiado, como de costumbre. Este no era un problema mágico, era mecánico.
Para cuando el día escolar estaba a punto de comenzar, Remus había localizado el pasaje que necesitaba en Hogwarts: Una Historia, y estaba satisfecho de tener un plan para el fin de semana. Se fue a Pociones de muy buen humor, uno que rápidamente se hizo añicos cuando se dio cuenta de que lo estaban siguiendo.
La sensación de ser observado le había estado pinchando la nuca mientras estaba en la biblioteca, pero como en general era un lugar tranquilo y solitario de todos modos, lo atribuyó a una imaginación hiperactiva. Y siempre existía la posibilidad de que Madame Pince estuviera al acecho detrás de él, vigilando sus preciosos libros. A las 8:45 am, los pasillos estaban llenos de estudiantes que se apresuraban a sus lecciones, charlando y riendo tontamente, desayunando apresuradamente sobre la marcha o escribiendo tareas de última hora. Aunque este año la política de Remus había sido nunca viajar solo, estaba satisfecho de estar lo suficientemente ocupado y habían muchos Gryffindors alrededor para estar seguro.
Sin embargo, cuando comenzó a descender el primer tramo de escaleras que conducían a la mazmorra, la sensación de hormigueo volvió una vez más. Como regla, Remus trató de ignorar instintos como ese: pertenecían al lobo y le molestaba la intrusión. Pero no pudo sacarselo, y tomó su varita, agarrándola con fuerza.
Finalmente, a solo un pasillo del salón de Pociones, dio un giro equivocado deliberadamente y se lanzó detrás de un tapiz. Él esperó. Efectivamente, solo unos segundos después, Severus Snape miró a la vuelta de la esquina, luciendo confundido. La irritación hirvió en la garganta de Remus, y antes de que pudiera pensar en ello razonablemente, apuntó con su varita al Slytherin y cantó:
— ¡Petrificus Totalus!
Snape se puso rígido, con una expresión de sorpresa en su rostro que habría sido cómica, si Remus no estuviera tan enojado. El chico de cabello negro cayó al suelo, brazos y piernas rectos como una tabla, completamente paralizado. Sus brillantes ojos negros miraron a su alrededor, frenéticamente, mientras Remus salía de su escondite. Le dio una patada, no muy fuerte, y solo en la espinilla, y sonrió a Severus.
— Deja de seguirme, asqueroso. — Él dijo. — ¿No te lo advertí?
Snape lo miró con impotencia, y Remus se rió antes de dirigirse a Pociones con un salto en su paso.