XXIII. Besos en la cocina
Michel Foucault decía que la sexualidad es una obra nuestra – es una creación personal y no la revelación de aspectos secretos de nuestro deseo-.
Interpretaba los actos lascivos como algo impetuoso y mágico. Algo que se vive al máximo cuando se sabe explotarlo de la mejor manera que existe.
Mientras Lena me habla, tanteo en el paladar el sabor del chocolate de la malteada que estoy sorbiendo de mi pajilla. Observando a la nada y recordando los sucesos de ayer por la noche.
Esque, estar con él se vuelve cada vez más interesante.
Al inicio era un hombre firme, serio y sobre todo, de palabra. Y con esto no digo que no lo sea, por supuesto que lo es, pero... me ha mostrado facetas que yo realmente no sabía que poseía.
Aquella de alfa posesivo, aquella doble personalidad que por el día me hace reír con sus comentarios graciosos durante el almuerzo pero que en la noche me hace gemir, gritar y rogarle por más de lo que él mismo me podría brindar.
—Grace, ¿Estás escuchándome? —remuero la cabeza posando mis ojos sobre los de mi castaña amiga.
—No, lo siento. ¿Qué estabas diciendo?
—Oh ya entiendo... ¿Cuál de los dos te tiene ya tocando las nubes chica? —me sonrie con picardía.
—¿Dos?, ¿De qué estás hablando? —me hago la desentendida.
—Ay, por dios Grace. —ríe —¿En serio?, ¿Te atreves a mentirme A MI? —niego. —El señor Cavill parece querer enseñarte bastante de anatomía.
—¿Sabes?, a veces fantaseo con hacer un trío junto a mis dos chicos. —admito.
—No sé que esperas mujer, yo por mi parte quiero los detalles. —me dice.
—Tranquila, vamos paso a paso...
Paso a paso...
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Estaba aquí, parado justo frente a mi.
No estaba alterado y mucho menos avergonzado, no a comparacion de lo que yo si estaba. Caminó hasta el final de la cama, jaló mis piernas hacia el borde del colchón y se hincó acomodandolas sobre sus hombros.
Madre santa.
Comenzó levantando completamente mi camiseta, besando mis muslos y tocando mis pechos con sus brazos extendidos.
Sus suaves caricias lograban poner rígidos mis sensibles pezones envía do cargas de electricidad que se expanden a cada zona de mi cuerpo. Recorre mi abdomen con sus manos hasta que las baja y juega haciendo caricias sobre mi abdomen bajo y lo siguiente fué como recetearme el bendito cassette. Arquee la espalda y apreté su rostro son mis muslos al sentir su húmeda y caliente lengua recorrer mis pliegues para así proceder a lamer desde arriba el famoso "monte de Venus" deslizando la punta hacia abajo hasta tocar por completo mi clítoris. Para este momento, me era totalmente inevitable gemir.
Llevé las manos hacia su cabello, jugando con éste, tratando de buscar sentirlo más y más placentero.
Donde sea que haya aprendido a hacer lo que sea que esté haciendo allí abajo conmigo, me tiene extasiada.
Tanto que a causa de la sensibilidad que me dejó el primer orgasmo, no tardo mucho en obtener un segundo y no obstante a eso, no dejó de mover su lengua, saboreando cada pequeña gotita de fluidos que mi cuerpo abandonó. Me demostraba cuanto le gustaba provarme, murmurando un "Eres deliciosa..".
No pude más y explote una tercera vez.
Mi corazón estaba tan enloquecido que quizás en algún momento sentí que explotaría en mi pecho. Niall terminó su labor dejándome completamente limpia, se levantó y buscando nuevamente mis bragas y en silencio volvió a ponermelas reacomodando en su lugar mi camiseta.
Guardó mi pequeño juguetito en su lugar y estiró el edredón hasta cubrirme y acercarse para besar mis labios.
Dejó un mechón de mi cabello tras mi oreja y besó mi frente.
—Que tengas dulces sueños, angelito mío. —y con eso último, el señor Horan abandonó mi habitación aquella noche.
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—... Claro... —vuelvo a reaccionar —Mejor vámonos, ya me aburrí de este parque. —río tomando mi malteada y ella la suya. Pasaban de las ocho de la noche y Lena se quedaría a dormir esta noche. Pedimos un Uber hasta que en menos de media hora, ya estábamos frente a mi gran casa.
Primero, cuando entramos, escuchamos risas en el comedor.
Me pareció extraño pues no crei que alguien estuviese aquí tan "temprano" en vocabulario nocturno.
Juntas caminamos hacia el epicentro de las voces animadas hasta que el chirrido de las sillas resuena indicando que se han levantado de la mesa. Cuando llegamos a la entrada del comedor, me petrifico al ver su imponente figura mientras le dá la mano a mi padre y un abrazo en forma de despedida al igual que lo hace con Niall, Nancy y mamá
—Oh carajo, creo que alguien ya se le juntó el lavado con el planchado... —Lena me susurra seguido de una risita burlona y me dan ganas de golpearla. Las miradas se posan sobre nosotras y en especial la de él. Es desafiante y arrogantemente sensual.
—Profesor Cavill... —murmuro intentando sonar normal.
—Oh, ¿Qué tal Grace? —me saluda de lo más formal posible, como si ayer no hubiese dejado una erección en su pantalón en pleno salón de clases.
—Cariño, Henry nos estaba contando sobre el buen rendimiento que tienes en sus clases. —Habla mi padre está vez llendo hacia mi y tomando mis hombros. —¿No es así Henry?
—Por supuesto, es mi alumna estrella... —el hombre de oscuros ojos azules me sonrió con plenitud, guiñandome un ojo tan descaradamente sin que nadie de al rededor pudiera haber dado cuenta. Mi padre me sonreía con vivo orgullo, según había escuchado también, el señor Cavill le mostró mis calificaciones adelantadas a mi progenitor.
Desde pequeña tuve una educación rigurosa, a insistencia de mis padres.
Era la niña que estaba en todos los clubes, danza, canto, gimnasia, matemáticas, etc. Jamás he reprobado una materia, la calificación más baja que he tenido ha sido un simple ocho y cuando papá lo supo, me castigó.
Mi padre exige excelencia, es por eso que siempre me felicita por esta clase de cosas. "No quiero verte desmotivada" ese es su pretexto.
Pero por alguna extraña razón siento que aquel 100% en la materia del profesor Cavill no es del todo por mi buen rendimiento académico.
Y creo saber perfectamente cuál es ma respuesta.
Henry Cavill no deja de escanearme con disimulo de pies a cabeza. Papá habla con Nancy sobre lo que aquellos tres seres pasaron durante años de bachillerato. Henry solo asentía divertido, sin embargo, había alguien que no estaba para nada feliz con la forma en la que mi profesor comenzaba a mirar mis piernas.
Y ese era Niall.
Mi delicioso pastelito, se veía tan intimidante optando aquella posición de supremacía. Portando un traje azul marino parado a la misma altura que Henry, tenía las manos metidas en los bolsillos. Tan solo se podía apreciar un costoso Rolex de plata adornando su muñeca izquierda. Tenia el ceño ligeramente fruncido escuchando las anécdotas que el señor Cavill había comenzado a contar sobre mi.
Todas incluyendo a la universidad para bajar las sospechas. Niall prestaba atención a todas y cada una de sus palabras.
—...Si continúa así, a este paso será igual o mejor que tú. —le dice a mi padre quien tomándose el pecho, se acerca y planta un beso sobre mi sien.
—Lo será, tiene la fé en el nombre, el éxito en la sangre y el poder en el apellido. —mi padre no cabe del orgullo. Él parece tener muchas esperanzas sobre mi, quiere que siga sus pasos y es exactamente lo que yo también quiero pero, a la misma vez temo decepcionarlo. Temo no ser lo que él espera como hija, como futuro, como su "heredera".
—Yo tengo una duda, ¿Porqué Grace? —ahora Nancy capta nuestra atención. —Es decir, ¿Porqué lo escogieron? —Es mamá quien responde a su pregunta.
—Cuando estaba embarazada y supimos que iba a ser niña, mi suegra inmediatamente quería que se llamara Daniela. —Miro fugazmente a Niall y él me mira también, tan solo me encojo de hombros y él sonríe.
Quizás es la telepatía pero sé que pensamos exactamente lo mismo.
Mi usuario de Instagram.
Donde todo comenzó. —... al final terminé leyendo nuevamente la biblia y en ella había un pequeño, lindo y significativo nombre que me robó el alma desde el momento uno. —mamá sigue relatando mientras me mira llena de ternura.
—Grace... —murmuran todos al mismo tiempo causandome cierto escalofrío. Todos me miran y llego a sentirme nerviosa riendo de sus expresiones.
—Buena Voluntad o Gracia de Dios. —Mis padres deciden personificar aquel nombre bíblico conmigo y no saben que ya tengo boleto gratis para irme directo al infierno.
Oh dios, absuelve mis pecados.
Aunque no lo creo, pues yo ya debo varias y Henry Cavill tiene cara de que va a ser mi Karma.
Todo siguió su rumbo, hasta que el mencionado dijo que tenía que irse.
Se estaba haciendo tarde.
Se despidió de todos, de mi...
Me propinó un beso en la mejilla, elegante, yo le correspondí escuchando un susurro de su parte.
—Y esto apenas empieza, amorcito... —y se fue sin decir nada más.
Lo sabía, carajo.
No me molesta, no me afecta, le afecta a mi débil corazón y clítoris. Su voz me hizo erizar la piel.
Y definitivamente estaba lista para probar más allá de sus besos.
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Al poco rato, Lena y yo nos encontrábamos subiendo las escaleras en dirección a mi habitación.
Sacó la ropa de su bolso y usó mi baño para ducharse mientras yo iba a la cocina por un boul y a preparar palomitas de maíz.
Siendo ya las casi diez de la noche, mis padres decidieron marcharse a dormir puesto que mañana sería un día ajetreado para ambos. Nancy fué la tercera en irse, solo entonces me encontraba sola sentada sobre la isla de la cocina escuchando el ruido del microondas preparando mis dichosas palomitas. Olvidé el celular en la habitación y tampoco iba a regresar por el, así que solo me quedé ahí, pensando en la estupida imagen mental que he tenido últimamente.
Niall, Henry y yo en la cama.
Aún no sé a ciencia cierta hasta dónde Niall puede llegar conmigo pero me interesa saber la respuesta.
Me encanta hacerlo con él, me encanta como me hace retorcer del placer bajo su cuerpo, me encanta cuando me "maltrata" durante el sexo. Me encanta que me hable sucio, que exprese cuanto le gusta sentirme cubiendolo, haciéndolo sentir en las nubes.
Me fascina lo bestia que puede llegar a ser cuando follamos.
Y justo como si mis pensamientos lo estuvieran llamando a distancia, el castaño aparece entrando por la puerta de la cocina vistiendo unos simples shorts negros, una camiseta del mismo color y zapatos deportivos blancos. Escuchaba lo agitado que estaba y su piel brillaba bajo los rayos de la luz a causa del sudor que había en ella.
Nisiquiera notó mi presencia cuando se dirigió hacia la nevera y sacó una botella de agua para así después abrirla y tomar un largo trago de ésta.
Mis ojos lo recorren entero.
De pies a cabeza, me provoca pasar las manos sobre su ancha espalda en forma de caricia, joder.
El pitido del microondas anuncia que las palomitas están listas. Así que sin dudarlo, me bajo de la isla captando su atención y me paro de puntillas junto a él hasta que alcanzo la bolsa café de el alimento.
—Si me disculpa, señor Horan... —murmuró bajito tomando el boul que antes bajé de la alacena y lo llevé hacia el lugar donde anteriormente me encontraba sentada.
No bastaron los segundos cuado comencé a escuchar sus pasos detrás de mi mientras esparcía las palomitas recién hechas en el recipiente y sentir su caliente cuerpo pegado al mío. Apoyó ambas manos de la superficie de mármol dejando su botella casi vacía sobre la misma.
—Preferiria que me mataras de una erección cariño, no del susto. —río.
—Lo siento... —le digo volteandome hasta encararlo. Me tiene acorralada, con sus dos brazos a cada lado de mi. —¿Dónde estabas? —le pregunto refiriéndome a su aspecto aún agitado.
—Salí a correr un poco. —me dice con simpleza.
—¿No es peligroso que andes por ahí solo en las calles de la privada? Te pueden robar bombón. —bromeo poniendo mis manos sobre su pecho y es ahora él quien se ríe.
—¿Quién podría? —Su voz se vuelve aún más ronca y bajita cuando observa mis labios sin disimulo acercándose peligrosamente a mi rostro.
—Hay demasiadas envidiosas allí afuera que matarían por una pizca de su atención, licenciado Horan. —hago exactamente lo mismo.
—Para la mala suerte de las "envidiosas", mi atención solo está en una linda chica Irlandesa de ojos verdes. —sus manos viajan hasta mi trasero y lo estruja contra su cuerpo haciéndome sentir a la perfección el despertar de su miembro. Arqueo una ceja mirándolo incrédula.
—¿Y se puede saber de quien hablamos? —me sonríe de lado y se acerca con la intención de besarme cuando mis brazos ya han rodeado su cuello, sin embargo, me alejó un poco.
—Bueno, la chica me acaba de rechazar un beso. —también le sonrío y acaricio su mejilla.
—Bebé, no quisiera pensar que te acuestas con otra... —me mira extrañado con cierto semblante de diversión. —Nací en Copenhague.
—¿Es en serio? —pregunta completamente sorprendido y yo asiento. —¿Eres danesa? —vuelvo a asentir. —¿Quieres decir que mi amigo ha probado territorio danés? —suelto una carcajada y es que me dan ganas de golpearlo.
—Bésame... —le pido y él sin dudarlo, lo hace buscando con urgencia el contacto de mi lengua con la suya.
La calidez de su boca con un ligero sabor a menta me hace querer desmayar. Mis manos recorren su pecho haciendo puños su camiseta, las suelto y regresan a su cuello hasta que comienzan a jugar y enredarse con su castaño cabello. Las suyas viajan hasta mi cadera y hace que mi pelvis choque con la suya, de modo que puedo sentir el bulto que comienza a crecer dentro de sus shorts.
Se frota contra mi, levantando mi falda y tocando mis muslos hasta mi trasero con los dedos tirando indeciso de mis bragas.
Hasta que todo se va a la mierda cuando la puerta de la cocina se abre y nos hace separar abruptamente.
Es todo.
Es el fin.
Jodida mierda.