EL DIABLO Y LA PIEDRA

By OndaNegativa

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Una invocación, cinco sacrificios humanos y un hombre dispuesto a todo con tal de lograr volver a abrazar a s... More

CAPÍTULO 1. PIEDRA
CAPÍTULO 2. KALEB
CAPÍTULO 3. POR TODOS LOS MOTIVOS EQUIVOCADOS
CAPÍTULO 4. LA PIEL DEL CORDERO
CAPÍTULO 5. LA CUALIDAD DEL POLVO
CAPÍTULO 6. A DOS PASOS DEL INFIERNO
CAPÍTULO 7. LA IRA DE UN HOMBRE BUENO
CAPÍTULO 8. LO QUE NO TE MATA ...
CAPÍTULO 10. SENTENCIA.

CAPÍTULO 9. LA CLÁUSULA FAUSTO

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By OndaNegativa

No estaba muerto, eso seguro. De otra manera no sería tan claramente consciente del dolor que le recorría el cuerpo. Intentó incorporarse antes incluso de abrir los ojos, y todo lo que consiguió fue apoyarse en un codo y erguir la cabeza. Parpadeó, intentando enfocar la vista, pero en apariencia solo el ojo izquierdo se dignaba a funcionar con cierta solvencia.

-Estupendo -escupió sangre a un lado -. Todos los payasos juntos en la misma habitación.

Minos aplaudió, de forma algo descoordinada, pero aplaudió.

-Desafiante hasta el final, ¡Bravo! -hizo un gesto a su alrededor y las criaturas que le rodeaban comenzaron a mover sus cabezas asintiendo, al tiempo que intentaban imitar los gestos de las manos de su amo, con diferentes grados de éxito.

Piedra ladeó la cabeza, no cabía duda, se encontraban en la sala de calderas. Detrás suyo se encontraba el depósito de fuel donde había construido un refugio teóricamente capaz de resistir a los seres del averno. La sangre le corría por la frente y le oscurecía de tanto en tanto la visión, pero le había parecido que la trampilla redonda permanecía cerrada todavía.

"Las runas y los símbolos de protección están dibujados en el interior y toda la pieza tiene un alto contenido en hierro, dudo que a los demonios se les haya ocurrido mirar ahí. Su mero contacto los quemaría", funcionaba su mente a toda velocidad.

Un cuerpo fue arrojado entre él y el acceso al refugio. Durante un instante, se le encogió el estómago al pensar en Selina, pero no era ella. Era el escritorzuelo, el apocado. El cómplice en su silencio.

-Al final, le crecieron unos huevos -oyó decir a su lado.

La punta de un zapato le reventó el labio superior y astilló un par de dientes, pero tuvo la virtud de colocarlo de rodillas, cosa que por sí solo no creía haber podido lograr.

Alzó la vista y se topó con Mark, que lo contemplaba con ojos burlones.

-Tu amo ha aflojado la soga, ¿pequeño? -le escupió Piedra su desprecio, luchando por ponerse en pie.

Mark sacó un largo cuchillo que llevaba sujeto en el cinturón, en la espalda.

-Gracias por devolvérmelo. Creía que nunca volvería a verlo, no desde que la zorra de tu mujer lo lanzó por la ventanilla de la furgo -le dijo, exhibiendo el arma con el filo mellado.

Piedra se lanzó hacia él, embistiendo con la cabeza baja, como un toro. Lo pilló por sorpresa y lo empotró contra el depósito, provocando un sonido similar al tañido de una campana. El cuchillo cayó al suelo mientras Mark lanzaba desesperados codazos a la espalda de Piedra, que alzó la cabeza hacia arriba golpeándole la mandíbula, que crujió, arrancándole un alarido de dolor al hombrecillo.

-¿Qué pasa, es más difícil cuando tu víctima puede luchar, carnicero? -bufó Piedra golpeándole las costillas con sus puños de nudillos cuadrados -. Una mujer que intentaba proteger a su bebé... tuvo que ser complicado de veras.

Mark se revolvió, gritando como un animal enloquecido, arañándole el rostro, buscando los ojos. Piedra se lo sacudió como pudo, intentando evitar que lo acabara de dejar ciego, pero una rodilla le falló y se dio de bruces en el suelo.

-Maté al tipo alto, al niño mimado del éxito -se limpiaba la saliva de la boca Mark mientras hablaba, fuera de sí. - No era mi tipo, ya sabes, pero había hambre y, la verdad, no hay mucho que hacer aquí. Me tuvo entretenido un tiempo. Cierto que estuve tentado de matarte a ti cuando te vi, allí tirado en medio de las velas. Pero te quité la venda y, vaya, te reconocí. El pobre viudo de las noticias. ¿Cómo iba a matarte, si ya estabas jodido en vida? No soy persona de hacer favores.

Piedra se mantuvo de rodillas, dudando de si la pierna le respondería, observando a Mark caminando en círculos alrededor de él.

-Ya -respondió por ganar tiempo -. A ti te van las madres con niños pequeños.

Mark esbozó una sonrisa casi infantil, de puro gozo. A su alrededor, Minos y sus criaturas observaban con atención la escena, pero sin intervenir.

-No cualquier madre -puntualizó -. Solo las que creen ser buenas madres. Malditas hipócritas todas ellas.

Por un momento, mudó el gesto, mostrándose casi contrito ante su rival.

-Lástima lo del pequeño, realmente mi intención era liberarlo de una madre tan posesiva y protectora en exceso. Pero la muy zorra se las apañó para liberarse; hizo que nos estrelláramos contra la cuneta -cambió su gesto a uno que era una máscara de rabia -. ¡Se rompió el cuello contra el salpicadero y me frustré tanto con eso! ¡Era casi como si se hubiera escapado!

Se inclinó hacia Piedra, ahora susurrando, casi como si fuera a hacerle una confidencia:

-Y ese puto crío no hacía más que llorar ...

***

Selina se movía entre las cañerías y tuberías que se encontraban sobre Minos, con un silencio y una habilidad que jamás habría soñado poseer. Había despertado en aquel pasillo, más despierta que nunca al mundo, que ahora percibía con nitidez inusitada, consciente de casi todo lo que la rodeaba.

"Casi como una araña en su tela", no pudo evitar pensar, reprimiendo un estremecimiento. Estaba cambiando, eso estaba claro. Y a gran velocidad. El extremo picor que sentía en el brazo derecho la había llevado a arrancarse el vendaje que sujetaba ahí la uña de la araña, temiendo alguna reacción alérgica extrema o algo similar.

Alargó el brazo, sosteniéndolo una vez más frente a sus ojos. El letal apéndice, ahora formaba parte de ella, fundido con su carne y sus huesos de una forma que no comprendía. Una parte de ella gritaba en silencio que se lo arrancara, que lo apartara de ella si no quería acabar convertida en algo similar a su antigua propietaria.

"Es una arma, es una oportunidad", se repetía a sí misma para sofocar los miedos de la otra voz.

Había escuchado la atroz confesión de aquel hombre e, incluso desde dónde se encontraba, era capaz de sentir la sangre exaltada de Piedra presionándole las sienes, presto a actuar.

"Tengo la certeza de que no le va a importar morir, si se lo puede llevar por delante antes", pensaba alarmada.

Minos era la clave. Si controlaba a aquellas criaturas, acabar con él podría causar que entraran en pánico, incluso que se retiraran. Era evidente que estar allí, en el interior del recinto, les causaba dolor. Las veía humear y temblar, incómodas con el contacto del metal del suelo. La autoridad de Minos era quien las mantenía allí.

Se movió un poco más hacia la derecha, buscando la vertical sobre él.

"Sólo tendré un intento".

***

-Espera, tengo algo más que enseñarte. -Se puso Mark en pie como impulsado por un resorte y corrió hacia el depósito de fuel.

-No -susurró Piedra.

Mark había abierto la compuerta de acceso y le mostraba el interior con una sonrisita de satisfacción. Los símbolos estaban dañados o raspados, cuando no redibujados con algo que tenía que ser sangre. Destruidos, inefectivos.

"Dios mío, Selina", pensó con nefasta serenidad. Ahí había mucha sangre.

-Oh, casi toda es de nuestro colega Charles. El mérito es suyo. Quien diría que siendo tan cobarde e inseguro, al final viniera él a buscarme. Lástima que ya estuviera tan debilitado, ¿eh, Charles? Casi se desmaya al verme masticar uno de sus dedos -dijo dándole una patada en los riñones al cuerpo inmóvil.

Entonces, en una de esas extrañas coreografías que en ocasiones describe el destino, Selina se dejó caer sobre Minos al tiempo que el supuesto difunto, Charles, apuñalaba a Mark en el estómago con su propio cuchillo. Éste abrió los ojos con incredulidad al sentir la hoja entrando y saliendo de él.

Su cuerpo sin vida cayó sobre Charles, cuya mirada estaba ahora fija en Piedra.

Un alarido de dolor y sorpresa detrás de él, lo hicieron girarse a tiempo de ver a Selina sentada a horcajadas en los hombros de Minos, cuyo pecho sangraba ya por dos lugares. El hombre de la camisa a cuadros se debatía, intentando evitar una tercera herida por todos los medios, y consiguió sujetar las piernas de Selina y lanzarla a un lado con tremenda fuerza.

-¡Selina! -exclamó, maravillado de que continuara con vida.

Se volvió, casi arrastrándose, en busca del cuchillo, el único arma disponible. Tenía que ir a ayudarla, tenía que ...

-Lo siento -escuchó una voz, apenas audible. Era Charles, con la mirada vidriosa del que ya te está contemplando desde el otro lado -. Tenía que haber llamado.

-¿Qué? -preguntó Piedra.

-Vi como la subía a la furgoneta. La cargó como un fardo y al niño con ella, pero no estaba seguro. Lo hizo tan natural. ¿Y si eran maniquíes? -dudé y lo dejé correr. Después vi las noticias de la desaparición, pero seguía dudando. Tenía miedo de hacer el ridículo, como siempre.

-Ya da igual -contestó seco Piedra, recogiendo el cuchillo de sus dedos flojos.

-Me enteré de cómo los encontraron a ambos... y ya no fui capaz de seguir con mi vida. La culpa me aplastaba ­­-continuó aquél, sin embargo.

Fue capaz de sujetarle por la muñeca, antes de que se alejara con el cuchillo.

-Lo siento -dijo.

Piedra se inclinó sobre él, pero ya estaba muerto. Le cerró los ojos al tiempo que susurraba al oído del cadáver:

-Que te perdone tu Dios, si lo tienes.

Se puso en pie a duras penas, con el cuchillo en mano, contemplando como varias de aquellas cosas acorralaban a Selina en una esquina, mientras Minos no hacía otra cosa que examinar el cuerpo que ocupaba, molesto por las heridas.

-Eres toda una revelación, mujer -comenzó a reír Minos mientras introducía, con curiosidad, un dedo por las aberturas en su carne -. En realidad, estamos todos aquí por ti. Ah, esa sensualidad desbordante... la lascivia recorre tus venas pues has matado y te has alimentado en los campos grises de la Lujuria. La única mortal, que yo sepa, que haya logrado eso.

Se acercó a ella, inmovilizada contra la pared por una especie de ser viscoso, muy similar al que habían matado antes Piedra y ella. Le acarició el rostro, con una mano que desprendía el calor de la fiebre.

-Decidme vuestro secreto, y yo os contaré los míos. No os asombréis, ya os han dicho que aquí no pasa gran cosa. -le susurró Minos al oído -. ¿Por qué fuisteis capaces de entrar al mismo tiempo, cuando aquí todo el mundo viene solo?

Selina ladeó el rostro e intentó darle un cabezazo en la nariz, pero Minos fue más rápido y se apartó con una sonrisa.

-Lástima -dijo.

Y atravesó el pecho de Selina con la mano, como si en lugar de carne, huesos y músculos, estuviera hecho de barro. La mujer boqueó, con los ojos a punto de salirse de las órbitas.

-¡No! -gritó Piedra, impotente. Quería moverse, acudir hacia ella, pero el cuerpo se negaba.

Minos rio en voz baja.

-Tu cuerpo es más inteligente que tú, amigo mío. Ha tomado su decisión y el resto no le importa. La escasa magia que protegía este lugar ya se ha desvanecido y el metal pronto seguirá su mismo destino. No tenéis forma alguna de regresar a tu mundo, pero te puedo hacer una promesa. Te la ofrezco con el corazón en la mano... bueno, con el de ella en la mano.

Minos achicó los ojos antes de hablar:

-Vivirás lo suficiente para verla a ella convertida en mi consorte y, en la noche de bodas, grabaré mi nombre en su vientre desnudo con fuego y sangre. Y tu estarás allí, en primera fila, cuando la deje encinta y use las cenizas de tu bebé para arrancar su alma de infante del purgatorio y darle vida a nuestro hijo. Porque nada nace en el Infierno, aquí se roba o conquista.

Piedra contempló a Minos y después a su séquito, que lo había ido rodeando poco a poco. Buscó la mirada de Selina y, durante una fracción de segundo, sus ojos se encontraron. No había rastro de resignación alguna. Acorralados en el mismo Infierno, y preferían la muerte a rendirse.

-Hay un pequeño detalle en todo este asunto, que pareces no haber tenido en cuenta, oh, Gran Minos el Cretino -dijo Piedra.

El aludido alzó una ceja, incrédulo del tono de voz de aquel mortal.

-Cretense - corrigió -. ¿Y cuál es ...?

Piedra alzó raudo el cuchillo hasta su propio cuello.

-Un hechizo de invocación no puede prolongar su existencia más allá de la vida del que lo creó. La envío de regreso a casa, donde no podrás tocarla, gilipollas.

Y cortó hasta el hueso.

Fundido en negro.

Fin.

***

La voz de Malcolm se escuchó en el vacío:

-Vale, lo admito. Esto tampoco me lo esperaba.

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