"LOST ON YOU" | JenLisa G!P

By ElPieChuekoDeJisoo

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En un pequeño pueblo de inmigrantes coreanos en Tailandia, un grupo de mafiosos se encarga de proteger el ter... More

Prólogo.
01; Retorno.
02; Rastreo.
04; Miedo y odio.
05; Comprender. No aceptar.
06; Moralmente correcta.
07; La necesidad de la carne.
08; Bambam.
09; Las dos caras.
10; Feria.
11; Oportunidad.
12; Nubes grises.
13; Lluvia I.
14; Lluvia II
¡ A n u n c i o !

03; Deuda.

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By ElPieChuekoDeJisoo


Para Jennie había sido difícil entender los motivos de su padre de quedarse en aquel lugar inhóspito donde reinaba la injusticia. Ella aún era muy joven cuando tuvo que dejar obligadamente a su familia atrás, y a pesar de que siempre se sintió agradecida por el esfuerzo de sus padres, realmente no comprendía porqué simplemente no viajaban con ella a vivir en la ciudad.

Al menos así fue hasta que llegó al pueblo, entonces pudo ver de cerca y, por primera vez, conectar con aquél motivo.

Se levantó la mañana siguiente a su llegada con la mirada clavada en la ventana de su cuarto y el ruido de aquel viejo ventilador de techo que se esforzaba por lanzar ráfagas refrescantes de aire. La luz amortiguada que le llegaba por las persianas, le indicaban que ya era de día y, de hecho, bastante tarde.

Cerró los ojos y cogió aire con profundidad mientras se estiraba. Escuchó algunos ruidos que provenían de afuera y no logró distinguir, entonces caminó hasta la ventana y - sin abrirla del todo- vio a lo lejos un par de hombres que estaban paseándose por las extensiones de tierra labrada. Entre ellos, distinguió a su hermano y su padre.

Aquella visión fue como un revelación para sus ojos. Ella sabía que su padre trabajaba las tierras heredadas por su abuelo, y siempre había creído que ese detalle era causa suficiente para que se mantuviera viviendo allí, cuidando de aquel legado familiar.

Al menos eso creía hasta ahora que descubrió la existencia de otras familias quienes también trabajaban esas parcelas. Entonces ya no necesito hacerse más preguntas, ni cuestionarse los motivos de nada. Comprendió al instante que las tierras no eran sólo el sustento de su familia, sino que otras también dependían de ello. Y conocía a su padre lo suficiente para saber que no dejaría sin trabajo a otros, sólo por un capricho suyo.

Cerró las persianas tras contemplar un rato más el enorme campo que se extendía, y se dirigió a su closet para sacar alguna prenda liviana que la ayudara a tolerar el calor de aquella epoca. 

Estuvo tan pendiente el di a anterior de los pequeños detalles de su hogar, que no le había dado tiempo de coger el móvil. Lo revisó mientras salía rumbo al baño para higienizarse, y se sorprendió gratamente al notar que tenía cobertura incluso en ese lugar.

Respondió algunos mensajes de su amiga Nayeon y sus tíos, justo antes de entrar al baño. Las viejas paredes de ladrillo que recordaba ahora estaban cubiertas por sencillos azulejos con mosaicos y se sintió orgullosa de que, más allá de todos los impedimentos, sus padres lograron crecer.

Se lavó el rostro, los dientes y se peino antes de salir hacia la cocina. Un par de voces le llegaron, era su madre y alguien más conversando. Ingresó en el cuarto, encontrándose a su madre sentada en la punta de la mesa y a un hombre parado a su lado mientras bebia agua.

- ¡Cariño!.- Saludo su madre y entonces el chico que estaba a su lado, se giro a verla.

¡Vaya!. Pensó al ver los rasgos definidos de apuesto extraño.

- Mamá.- Le sonrió y luego dirigió sus ojos al joven.- Hola.

Ambos hicieron una reverencia al mismo tiempo.- Soy Kai.- Se presentó.

- Trabaja con tu padre en el campo.- Le dijo su madre.- Estábamos pensando en hacer una cena para presentarte ante las familias del pueblo.

A Jennie no le agradó aquello y su rostro fue demasiado transparente para hacerlo notar.

- No.- Dijo con firmeza.- Es innecesario y además, no es como si tuvieran que hacerlo. Conoceré a los vecinos tarde o temprano.

El castaña y la mujer más grande intercambiaron miradas cómplices. Jennie ignoró eso y se aproximó hacía una tetera que descansaba sobre la estufa, con las intenciones de hacerse una sencilla tasa de té.

El joven salió de la cocina para regresar al campo y Jennie se volvió hasta la mesa con su taza en manos.

- ¿Crees que puedo ayudarte a preparar el almuerzo?.- Preguntó con timidez mientras sorbia el líquido caliente.

Su madre sonrió complacida y asintió.

- Tu tía me contó que siempre la ayudaba.- Ella asintió.- Muchas veces pensé que quizás debería haber sido yo quien te enseñara..

De pronto el ambiente en la sala se sintió cargado de nostalgia y Jennie pudo adivinar que su madre se sentía culpable por el tiempo que habían estado separadas.

- No te preocupes.- Habló con suavidad y buscó la mano de su madre.- Puedes enseñarme todo ahora.

...

Durante el almuerzo, Jennie escuchó a su padre repitiendo las indicaciones de cómo llegar a la escuela. La directora - quien ya sabía de la llegada de la castaña- habia pedido que asistiera esa misma tarde al lugar para mostrarle las humildes instalaciones y hablar sobre su trabajo.

- Será un poco difícil adaptarse los libros y esas cosas..- Dijo la castaña mientras llevaba otro bocado a su boca.

- ¿Por qué lo dices?.- Inquirió su hermano mirándola confundido.

- Admito que ya estaba algo acostumbrada a buscar ciertas dinámicas por Internet..- Su hermano guardó silencio y luego estalló en carcajadas mientras que su madre le sonreía divertida.- ¿Qué?

Jongdae continuó riendo un poco más, antes de secar una lágrima invisible en su rostro y habló:

- Para tu sorpresa, Jen, tenemos internet.- La castaña abrió los ojos realmente sorprendida.- Hace algunos años, Manoban instaló una antena en su propiedad para su uso personal.

Jennie dejó los cubiertos sobre la mesa mientras prestaba atención a lo que su hermano contaba.

- Desde el pueblo, tuvimos que rogarle para que abriera una red local. Algo que también pudieran usar los niños.- Continuó su madre.- ¿Cómo crees que logramos llamarte al móvil?

Se sintió avergonzada al no recordar aquel detalle, cuando escuchó la risa de su hermano, pensó que podría haberse ahorrado el comentario si hubiera sido más atenta.

- Vale, entonces..- Pensó rápidamente la forma de cambiar de rumbo.- ¿Manoban los dejó utilizar la red?

Todos en la mesa asintieron con efusividad. La joven permaneció en silencio, su mente comenzaba a atar cabos con los pequeños detalles que su familia le daba. No tardó en comprender porqué todos estaban tan sometidos al control de aquella familia, después de todo, eran ellos quienes le proporcionaban servicios.

- ¿Cómo es que puede?.- Preguntó genuinamente interesada.- Es decir, claramente tiene dinero pero.. ¿Se obtiene tanto de sus.. "impuestos"?

Jongdae miró a su hermana y luego volvió los ojos hacía su padre, quien terminaba de tragar su último bocado  para responder:

- Obtiene el cuarenta y cinco por ciento de nuestras cosechas. Incluido el costo de la red de comunicación y el mantenimiento de la escuela.- Jennie frunció el ceño ante aquella respuesta.

- ¿La escuela? ¿No debería hacerse cargo el estado?.- Su padre le sonrió con lastima y negó.

- El estado construyó algo parecido a una escuela e intento añadirnos como otro pueblo de la región. Pero nos olvidaron cuando las campañas presidenciales terminaron y entonces Manoban se hizo cargo.

- Y por eso le obedecen.- Añadió Jennie con un dejo de amargura.

- Los Manoban han hecho por el pueblo más que el gobierno, Jen.

- Y también los exprime más que el gobierno. Lo siento, no estoy de acuerdo.- Dijo la castaña ya molesta.

La mesa se mantuvo en silencio hasta que el almuerzo terminó y Jennie fue hacía su cuarto para arreglarse e ir a la escuela. Antes de salir, su padre llamó a la puerta y se ofreció a llevarla, Jennie rápidamente sacó de su cartera el un monto grande de billetes y lo dejó en su palma.

- Guardalo.- Le ordenó con suavidad.- Lo traje para ayudar.

- Jennie.- Su padre negó.

- Por favor, por favor aceptalo.- Le suplicó con vehemencia.

El señor Kim miró la hora en su reloj y decidió tomar el dinero, para evitar perder el tiempo.

Abrazó rápidamente a su hija y, diez minutos después, ambos subieron a la camioneta para ir hacía la escuela. Mientras el coche avanzaba dando brincos a causa de las rocas y los huecos de la ruta de tierra, Jennie observaba la ola de polvo que dejaba atrás la camioneta a su paso y sintió como una sonrisa se le dibujaba sola en el rostro.

¿Qué tenía aquel pueblo perdido que le hacía sentir satisfacción? No tenía idea. Pero al mirar el rostro tranquilo de su padre, supo que había elegido bien su camino. Podía tolerar la falta de comodidades de la ciudad. Podía soportar el calor abrazador, los caminos de tierra, el ruido y olor a los animales, incluso podía pasar por alto las injusticias. Todo con tal de no alejarse de su familia.

- La señorita Kang estará en la entrada, toma tu tiempo. Vendré luego.

Jennie asintió, bajó de la camioneta y miró la construcción frente a sus ojos. Era un edificio simple y rústico. Un edificio que se extendía a lo largo, se dividía en dos a lo hancho y con una galería que cubría las entradas de los salones, pero debaja al descubierto el patio principal. La castaña se detuvo para ver las columnas de madera sujetando el techo de chapa y suspiró al recordar lo que sus padres habían contando.

Sólo pensar que aquella familia había estado involucrada en está construcción, le producía un sentimiento de rechazo. Pero por otro lado, se alegraba de que en un pueblo tan pequeño y olvidado, la gente aún pensará en educarse.

El señor Kim aguardo hasta que su hija ingresó en el establecimiento y luego arrancó para volver hacía su campo. Hoy, sus nervios estaban de punta y sólo rogaba que la señora  Kang entretuviera lo suficiente a su hija. Era día de pago, y Manoban solía visitar el rancho para cobrar y casi siempre, elegía tomar una taza de café con Kim. Después de todo, siempre habían mantenido una relación más o menos cordial.

Una relación que, para su disgusto, podía romperse si su hija hablaba de más.

El coche de Lalisa había comenzado su viaje, primero visitaría los ranchos del norte y luego seguiría hasta el sur. Detrás de su vehículo, otro más la acompañaba vigilando su retaguardia. Con tanto dinero que debía recoger, no era seguro viajar sin custodia.

El coche dio un salto al morder una piedra del camino y el chofer se disculpó con la pelinegra.

- Hay que arreglar estos malditos caminos.- Dijo agriamente.- Quizás podría hacer un pedido de suministros del gobierno para limpiar las rutas.- Habló pensando en voz alta.

- Eso sería grandioso, señorita.

Afirmó el conductor mientras giraba en un camino sinuoso y se detenía frente a una vieja casa. Lalisa miró la cerca desvencijada que protegía la propiedad y abrió la puerta del coche para salir.

La casa del viejo Jeon estaba a sólo a unas ventiscas de derrumbarse, desde que su esposa y su hija habían decidido marcharse del pueblo para intentar suerte, el hombre se había ido cuesta abajo. Lalisa fue paciente con él durante algún tiempo, omitió sus crecientes deudas y sus retrasos en los pagos. Pero aquella tarde, ya no podía seguir permitiendo aquello.

El hombre de cincuenta años había acumulado una deuda enorme y era de público conocimiento en el pueblo que sus cosechas no habían dado frutos. No frutos significaba no venta. No venga, no ingresos. No dinero para Lalisa. Y por supuesto que Lalisa no permitiría aquello.

Se ajusto los jeans mientras que tres de sus hombres corrían a seguirla mientras ingresaba a la casa. La tierra seca crujia bajo sus pies y el aire caliente agitaba su coleta. Uno de sus hombres se adelantó hacía la casa y golpeo la puerta con fuerza.

- ¡Señor Jeon!.- Lo llamó.

Lisa se detuvo esperando que la puerta se abriera, miró con impaciencia a su hombre quien volvió a golpear pero nuevamente, nadie atendió. El rubio se volvió a ver a su jefa y con un leve asentimiento de su parte, procedió a derribar la puerta de una patada.

- ¡JEON!.- Lo llamaron de un grito y dos hombres más entraron a la casa, antes de que Lalisa los siguiera.

La casa estaba hecha un desastre, los pocos muebles que el hombre tenía, estaban cubiertos de polvo. Cuando Lalisa ingresó un poco más, el hedor asqueroso la envolvió, entonces uno de sus hombres salió maldiciendo de uno de los cuartos.

- El hijo de puta se ahorcó.- Lalisa se acercó hacía el cuarto y miro con molestia la escena.- ¿Qué hacemos, señora?

La pelinegra salió de la casa sintiéndose enfurecida y se detuvo a mirar la vieja casa.

- Quemenla.- Ordenó.

- ¿Sacamos lo valioso?.- Preguntó uno de sus hombres y Lalisa lo miro como si hubiera hecho la pregunta  más estúpida del mundo.

- Claramente.- Siseo.- Cuando acaben, quiero que localicen a su esposa y su hija, alguien tiene que pagar ésta deuda.

La pelinegra volvió a su coche y espero hasta que sus hombres acabarán con todo, presenció como las llamas se alzaban vivazmente sobre la casucha y se marchó.

Continuó cobrando el dinero con el ánimo ensombrecido por la jugada que Jeon le había hecho, y aquello sólo resultó una tortura para los demás habitantes del pueblo. Lalisa exigió hasta el último centavo de su renta, rompió las costillas de un par de cretinos que intentaba pasarse de listos y siguió su camino hasta llegar a la casa de los Kim.

El coche se detuvo y antes de salir, se tomó unos segundos para respirar. No le faltaba mucho, pero aquel día había sido demasiado largo para su gusto. Uno de sus hombres le abrió la puerta, casi al mismo que la señora Kim abría la de su casa.

La familia había estado lista para llegada de la pelinegra, con la intención de acortar su visita lo máximo posible. Y para su suerte, Lalisa tampoco estaba de humor para quedarse mucho tiempo.

- Señorita Manoban.- La madre de Jennie hizo una reverencia y le dio lugar para entrar.

Lalisa la saludo con una sonrisa cerrada y camino hacía la cocina, donde Kim ya la esperaba. Se saludaron y cogió asiento mientras Jongdae traía el dinero. El señor Kim, había juntado lo suficiente para pagar un mes, pero no lo demás. Esperaba que una charla tranquila con Lalisa, le otorgará más tiempo ya que, claramente, no iba a utilizar los ahorros de Jennie.

- ¿Esto es todo?.- Uno de los hombres de Lalisa contó todo el efectivo y la pelinegra volvió sus ojos hacía el dueño de la casa.- No cubre la deuda, Kim.

- Es todo lo que hemos logrado conseguir, señorita Manoban. Como sabrá, las cosechas..

- Sí.- Lo interrumpió la pelinegra, sintiendo que su mal humor aumentaba.- Las cosechas..- Dijo sin darle importancia.- Quiero mi dinero, Kim. No importan sus cosechas..

El mayor tragó nervioso viendo en los ojos de la mujer frente a él, la impaciencia y la molestia. Hoy no era su día de suerte, pero intento convencerla una vez más.

- Por favor señorita Manoban, prometo que para mediados de mes, tendré el resto..

- ¿Y quién me asegura eso?.- Inquirió con frialdad.- Conoce las pautas del acuerdo, Kim. No pagas, pierdes las tierras..

- ¡Claro que no!

Una tercera voz irrumpió en el cuarto de cocina, silenciando a la pelinegra quien volteó sorprendida hacía la puerta de entrada. El señor Kim se quedó estático en su silla y cuando Jongdae llegó a la sala, ya era muy tarde.

Jennie estaba de pie en el umbral de la puerta, de brazos cruzados y con el rostro serio como una piedra.








_________________________________________

¡Hola, hola!

Lamento haber tardado tanto, espero que les haya gustado el capítulo. Intentaré actualizar más seguido a partir de ahora.

Gracias por esperar!

Love G.

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