ANTE TI, SOY

By apbooks9

57.8K 8.5K 3K

PAUSADA. SIN FINALIZAR Romance Histórico situado en principios del siglo XIX. Año 1820 Inglaterra Cadence Mil... More

Bienvenidos
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 3

1.7K 288 78
By apbooks9

Cambridge, Inglaterra. 12 de Junio de 1820

Miró la hierba del jardín mojada por la última llovizna y bebió un sorbo de té mientras contemplaba las gotas de los charcos saltando hacia las aceras al pasar un carruaje sobre ellos, y volvían a su mente una y otra vez las palabras de aquella carta.

La llevaba doblada, atada con su viejo cordel dentro del saco de terciopelo que llevaba en su cintura. Podía sentirla a través de la tela y sus palabras ardían en su memoria tan fuerte como un címbalo que retiñe. Había memorizado trozos de ella y en aquellos días tan difíciles sus frases se colaban en sus pensamientos sabiendo que quizás podían cambiarlo todo en apenas unas millas de viaje. Había decidido aquel día frente a sus manos consumidas apretando las suyas tan fuerte que nunca recurriría a ella. Su convicción había sido inquebrantable, pero la situación había cambiado y sacudía demasiado su determinación. Su orgullo férreo se deshacía ante su corazón partido y oír su voz rimbombante y ajena a tanto dolor, solo dejaba paso a una humillación demasiado grande.

Amaba a Walter, no había duda, pues a pesar del daño tan profundo que le había hecho, su dolor inmenso escarbaba a través de los meses, los años y llegaba hasta aquella cama, al lecho de su padre y su mano apretando el papel con fuerza.

Nunca había sido la soltería su primer plan. Había hecho su presentación en sociedad con todas las ilusiones del mundo a que en alguno de esos salones de baile encontraría un hombre del cual llegara a enamorarse, que ansiara verle, que sus palabras fueran elegidas e inteligentes, que no se aburriera con sus comentarios literarios ni que estuviera envuelto en una cortina de humo encerrado en aquellos salones masculinos horas enteras. Imaginaba un esposo de corazón noble, con quien disfrutar una buena caminata, una puesta de sol y hasta un abrazo tierno, que la amara así como era, sin más ni menos.

Los años y las temporadas se habían hecho cargo de enseñarle dos cosas importantes. La primera, que esos hombres no existían o estaban en otra parte del mundo; la segunda, que pocos se habían interesado en ella. No era de belleza imponente como lo era Brooke, ni tenía padres adinerados como Amy que prometieran un futuro acomodado. Contaba con una modesta dote que su padre había guardado para ella, con algo de dinero que John había sumado y una pequeña casa en Bath que su tía Anne le había prometido. Volvió a percibir el bolso escondido entre sus ropas y movió su cabeza en negativa como si se repitiera que aquella no era una opción.

Podía recordar su primera temporada, ella, Jane y sus amigas vestidas de claros vestidos, cabellos perfectos, la sonrisa plena y estirada de labios gruesos en su rostro blanco porcelana, refulgente de ilusión y ansiedad. Así tan prometedor como lo había soñado, había sido un completo desastre. Apenas algunas invitaciones a bailar, una que otra conversación mediocre con algún muchacho y algún viudo repleto de deudas que deseaba inmiscuirse en los números de su dote. Cuando terminó de convencerse de que eso era todo, ya había terminado y estaba sentada en el sillón de la sala en Suffolk, bordando mientras oía la perorata de su tía repitiéndole que había sido un desastre.

Pasaron dos temporadas más, iguales o peores a la primera, cuando el descarado de Robert Foster se atrevió a intentar besarla en el rincón del salón. ¡Miserable aprovechado! Claro que había querido comprometerla, pues estaba tapado de deudas y para colmo de males tan borracho que la había confundido con Brooke, quien de verdad contaba con dinero y posición. Aún le ardía la mano que había estampado en su mejilla, las miradas de todos los invitados y claro que las consecuencias. Ese año la temporada acabó esa misma noche y su marca la siguió durante un buen tiempo en que su tía le aconsejó viajar a una pequeña hacienda perdida del mundo hasta que las aguas se calmaran.

Quizás las disculpas del hombre abofeteado y sus explicaciones aplacaron las lenguas londinenses, pero ella jamás lo había perdonado. Terminó hundiendo la única ilusión que albergaba por aquellos tiempos: un humilde caballero con escasas tierras en Essex. De carácter sereno, relativamente joven, viudo e instruido, claro que sí. Habían compartido algún tiempo juntos y estaba segura que estaba interesado en ella. Por supuesto que su interés se diluyó luego de aquel incidente y a los pocos meses supo de su compromiso con una bonita muchacha.

Sólo Walter Harris había vuelto a encender sus mejillas. Un hombre elegante, de sonrisa perfecta, culto hasta los tuétanos y de amplio repertorio en cuanto a conversaciones se trataba. Se habían conocido el verano anterior en Cambridge, mientras se festejaba el matrimonio de Brooke y se había sentado en el sillón a observar el baile de John y Amy. Allí junto a ella pasó gran parte de la noche entre críticas literarias y conversaciones sobre moral y política, por lo que no demoró en invitarla a pasear y apenas unas semanas más tarde, antes de viajar al puerto, había hablado con John de su interés. Claro que su primo estaba feliz y más aún ella pues había llegado a quererle; soñar con una vida juntos y una casa propia en Londres, que aunque pequeña y humilde fuera de los dos; ilusionada con sus cartas, no había dejado de imaginar que su próximo encuentro en Suffolk en casa de los Hammer sería para acordar fecha de boda.

Jamás hubiera imaginado que encontraría aquella escena, que oiría esas palabras que volvían a doler como en aquel mismo instante. Inspiró hondo volviendo a soportar la misma humillación una y otra vez, rememorando su voz pronunciando aquellas frases, viendo los ojos de la descarada traidora y sintiéndose obligada a semejante teatrillo por lealtad. Sólo lealtad y amor.

¿Había hecho lo correcto? ¿Había sido por su orgullo? La verdad era más dolorosa y más humillante que la mentira. No lo sabía. Había permanecido en silencio tan solo oyendo su declaración que cual navaja punzante se había clavado en sus entrañas y despedazado su corazón para siempre.

La realidad era demasiado cruda y su mote de solterona sellaba su frente para siempre. Sin dudas aceptar su verdad era indigno y terminaría de hundir su apellido en el lodo de la vergüenza. Al menos su padre merecía eso, un poco de dignidad.

—Han llegado dos invitaciones, Cadence. —La voz de su tía Anne la espabiló. Sobrellevarla en Suffolk era una odisea, pero soportarla una tarde lluviosa en la pasividad de Cambridge, casi imposible. Apenas hizo un sonido desinteresado. Estaba hastiada y solo llevaba unas semanas. — ¿No vas a darle importancia? —Preguntó indignada.

Su tía era una mujer mayor, viuda y heredera de una gran fortuna. No había caído en la gracia de tener un matrimonio longevo y muchos hijos. Había concebido a John y luego a la hermosa Jane. Una muchachita apenas dos años menos que ella, de cabello dorado como el sol y piel tan blanca como fina porcelana; luego la escarlatina se había llevado a su esposo, convirtiéndola en una mujer amargada, constantemente malhumorada e inconforme con absolutamente todo. Si estaba sola se quejaba por ello, y si la acompañaba durante más de media hora, suspiraba fastidiada hasta del sonido que hacía cuando respiraba. Constantemente hostigando a la mojigata de Jane que había terminado convirtiéndose en la más vil áspid.

Estaba segura que aquella mujer sería más feliz si no hubiera tenido que acogerla en su casa cuando su padre murió; pero aquel compromiso no había hecho sino agravar su cuadro. Era insoportable, hosca y antipática, pero a su manera le había tomado aprecio, de eso estaba segura.

—Claro que sí, tía. Es solo que estaba pensando en qué vestido me pondré para la cena de esta noche en casa de Hemingway. —Mintió.

—Ah... la había olvidado. Es que he soportado a Jane y sus quejas de la moda toda la bendita tarde y me ha dejado un terrible dolor de cabeza...

— ¿Quieres que llame al doctor?

—No, no... ya me sentiré mejor... ¿Dónde se ha metido John?

—No lo he visto desde la comida.

—Apenas si lo he cruzado estos días... tengo el presentimiento que los negocios no andan bien. ¿Lo has notado? —No había tenido pensamiento en su cabeza más que aquella carta, armarse de paciencia y de templanza para soportar aquel lugar, y apenas había reparado en las actividades de su primo. John era responsable y dedicado, claro que sostener en sus hombros tanto dinero y papeleo lo llevaba de un lado a otro y siempre con prisa. Ya estaba acostumbrada a que fuera así.

—No se preocupe... John es así, yendo de aquí para allá, siempre con prisas, siempre cansado... —Su tía inspiró profundo y asintió mientras llevaba su mano a su frente como si el sol diera de lleno en sus ojos, cuando en realidad el salón estaba en penumbras y las nubes aun lo cubrían todo.

—Cierra las cortinas por favor, no soporto la claridad... Este clima me está enfermando. —Caddy tomó aliento y corrió el pesado cortinado. —Le dije a John que quedarme en Suffolk era lo mejor. Detesto el verano... Este calor termina complicando mi jaqueca y no hay poder de Dios que sostenga a la salvaje de tu prima en esta casa. —Resopló fastidiada —Aun no entiendo para qué he venido...

—Supongo que para que no esté sola... —Anne aclaró su garganta.

— ¿Sola? Pero si yo amo mi casa, mis rosales... —Caddy enarcó una ceja y rio por dentro. Los rosales claro que eran preciosos porque el jardinero se encargaba de cuidarlos, pero ella jamás asomaba sus narices por allí. Los observaba una o dos veces en la semana desde el amplio ventanal de su habitación mientras bebía su té. —Creo que me ha traído aquí para que te comportes como una señorita con clase y educada; o quizás para que llame a Harris con urgencia si cambias de opinión. Aunque lo dudo. Eres terca. Demasiado terca. Hasta creo que lo has espantado definitivamente con tus locuras. No volverá, estoy segura. —Caddy contuvo el deseo de gritar y apretó su puño.

—Con su permiso, tía, voy a retirarme a mi habitación.

—Sí, mejor. Déjame descansar que estoy exhausta y mi cabeza va a estallar. Ve a buscar un vestido que resalte tus atributos. Aprovecha cada minuto, querida. Quizás Dios se apiade de ti y puedas interesarle a algún miserable; de lo contrario estaremos juntas, tú y yo, muchos años. —Caddy no respondió, caminó hasta la salida y cuando entornó la pesada puerta labrada, apoyó su espalda en ella conteniendo sus deseos de llorar. Claro que la soltería, a un casamiento sin amor era lo que prefería, pero soportar su vida en compañía de aquella mujer era casi lo mismo que la muerte en vida.

Caminó hacia la bandeja de plata que reposaba en la pequeña mesa de la sala y revisó uno a uno los sobres. Algunas invitaciones a cenas, una tarde de te y un sobre de los Hemingway. Claro que llovían las invitaciones pues nadie quería quedar mal con Anne Miller. Enarcó una ceja y decantó por el sobre de Brooke.

Caddy:

Te espero esta noche. Es inminente que tengamos una charla, hay mucho para contar y debes saber que estoy aburrida hasta los tuétanos.

¿Es cierto lo que he oído? Lamento no haberlo hecho antes ya que haría hasta lo imposible por no ponerte en semejante apuro, pues para tu mala suerte estará presente esta noche. Quería que lo sepas y estés lista antes de que pienses que ha sido a sabiendas.

Brooke.

Sus ojos volvían una y otra vez al segundo párrafo. Movió su cabeza en negativa mientras posaba sus dedos en sus labios y contenía un gemido. Apretó sus ojos conteniendo su congoja, pues estaba segura que verle nuevamente era un error y al mismo tiempo, de alguna manera extraña, lo necesitaba. 

Bueno, bueno, bueno! Hoy fue con regalito. Capítulo doble. Aquí tenemos a la solterona Miller...

Espero que les haya gustado, y si es así, porfa no se olviden de votar que es importante...  nos vemos prontito...



Continue Reading

You'll Also Like

27.7K 2.2K 55
Ni los propios dioses igualan su belleza Ella es la hija del faraón y yo un simple soldado... Cómo podría una princesa fijarse en un hebreo.....
85.7K 21.2K 148
「Sinopsis」 A los dieciocho años, Lin Qingyu se casó como parte de un Chongxi en la Mansión de Nan'an Hou, convirtiéndose en la esposa masculina del e...
3M 285K 45
En edición Helena Hamilton es una chica tierna e inteligente. Sin embargo odia la vida social a la que esta sujeta por ser hija de un conde. Aprender...
95.1K 4.5K 33
Minho más conocido como Lee Know es un mafioso muy famoso por su droga, pero nunca pensó que el Policía Han Jisung lo estaría buscando con sus ayudan...