courageous| neville longbottom

By SolinneGarte

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Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas. Ambos se... More

introduccion
prólogo
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐔𝐍𝐎
capítulo 1
capítulo2
capitulo 3
capítulo 4
capítulo 5
capítulo 6
capítulo 7
capítulo 8
capítulo 9
capítulo 10
capítulo 11
capítulo 12
capítulo 13
capítulo 14
capítulo 15 (parte 1)
capítulo 15(parte2)
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐃𝐎𝐒
capítulo 16
capítulo 17
capítulo 18
capítulo 19
capítulo 20
capítulo 21
capítulo 22
capítulo 23
capítulo 24
capítulo 26
capítulo 27
capítulo 28
capítulo 29
capítulo 30
capítulo 31
capítulo 32
capítulo 33
capítulo 34
capítulo 35(parte 1)
capítulo 35(parte 2)
capítulo 36 (parte 1)
capítulo 36 (parte 2)
capítulo 37
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒
capítulo 38
capítulo 39
capítulo 40
capítulo 41
Capítulo 42
capítulo 43
Capitulo 44
Gracias por su apoyo.

capítulo 25

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By SolinneGarte

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—Tienen que estar bromeando.

—No, le acabamos de preguntar a la profesora Umbridge y nos ha dicho que también incluye al Quidditch. —exclama Cho Chang

—Pero ¡si solo quedan tres semanas para que comiencen los partidos! No puede cancelar el Quidditch... es ilegal.

—De hecho no lo es. —replica Roger Davies, el capitán de Ravenclaw. —Ella es la Suma Inquisidora, puede cambiar las reglas del colegio a como lo prefiera.

—Pues sobre mi cadáver eliminará el Quidditch. —sentencio antes de despedirme de los dos chicos y caminar hacia el Gran Comedor.

Mi día había comenzado de una maravillosa manera, después de haber pasado todo el fin de semana de manera productiva; implementando jugadas nuevas para el equipo, charlando con mis amigos, pasando tiempo de calidad con Neville y adelantando deberes, tenía la esperanza de que nada podría salir mal en esta nueva semana.

Pero al despertar el lunes, lo primero que vi fue un enorme letrero colgado en el tablón de anuncios de Gryffindor, escrito con grandes letras negras que decían:

POR ORDEN DE LA SUMA INQUISIDORA DE HOGWARTS

De ahora en adelante quedan disueltas todas las organizaciones, sociedades y todos los equipos, grupos y clubes.

Esta medida está en conformidad con el Decreto de Enseñanza No. 24.

Firmado: Dolores Jane Umbridge.

Suma Inquisidora.

No tardé tiempo en unir las piezas y darme cuenta de que ese decreto podía incluir también al Quidditch, y solo lo confirmé cuando me topé con Cho Chang y Roger Davies que lucían igual de preocupados que yo.

—No puede ser coincidencia. —dice Dean cuando llego al Gran Comedor y tomo asiento en la mesa de Gryffindor. —Umbridge tiene que saber acerca de la reunión que tuvimos en Cabeza de Puerco.

—¿Cómo se habrá enterado? —pregunta Neville, inclinándose hacia el centro de la mesa para que los demás no escuchen.

—Resulta obvio, no se porqué se les ocurrió ir a ese bar de mala muerte. —dice Seamus haciendo una mueca de asco. —Había gente extrañísima ahí dentro, hasta pudo haber estado Filch disfrazado.

—No creo que alguien de esas personas nos haya prestado atención. —replico negando con la cabeza.

—¿Entonces alguno de los alumnos fue de chismoso? —pregunta Dean haciendo una mueca de desaprobación.

—Seguro fue ese Zacharias Smith...

—Es imposible. —replico.

—¡Que ingenia eres, Sophie! —explota Seamus. —¿Crees que porque tú eres honrada y digna de confianza...?

—No, es imposible porque Hermione le hizo un embrujo al rollo de pergamino donde todos firmamos. —explico gravemente. —Créanme, si alguien le ha contado a Umbridge, sabremos exactamente quien ha sido y te aseguro que lo lamentará.

—¿Qué le pasará? —pregunta Neville, intrigado.

—Bueno, para que se hagan una idea. —contesto. —Parecerá que el acné de Eloise Midgeon se trata solamente de unas cuantas pecas... pero eso no es importante. ¡Han cancelado el Quidditch!

—¿Han cancelado el Quidditch? —pregunta Angelina sentándose junto a nosotros en la mesa.

Ella, Alicia y Katie Bell acaban de llegar al Gran Comedor. Las tres me miran con expresión mortificada.

—¡Sí! —exclamo desesperada. —El Quidditch está incluido en la prohibición. ¡Tengo que ir a pedirle permiso para volver a formar el equipo de Gryffindor!

—¡¿Qué?! —exclama Harry, apareciendo a nuestro lado.

—¡No puede ser! —dice Ron, atónito.

—¡Ya han visto el letrero! ¡Incluye a todos los equipos... y les he preguntado a los demás capitanes y ellos me lo confirmaron. —me lamento, siento unas inmensas ganas de llorar. —Harry... te lo digo por última vez... ¡Por favor, no vuelvas a perder los estribos con la profesora Umbridge o no nos dejará jugar!

—Está bien. —me asegura Harry, haciendo una mueca empática, seguramente luzco igual a como me siento. —No te preocupes, me comportaré...

—Chicos...—dice Ginny, inclinándose hacia el centro de la mesa, todos los demás la imitamos. —¿Sigue en pie lo del grupo de Defensa Contra las Artes Oscuras?

Todos miramos a Hermione y a Harry con curiosidad, mi amiga lanza un vistazo alrededor para asegurarse de que no haya ningún profesor cerca.

—Seguiremos delante de todos modos, desde luego. —dice Harry.

—Sabía que dirías eso. —exclama Dean, sonriente y le da una palmada en el brazo.

—Miren, ahí vienen Ernie y Hannah Abbott. —observa Neville, girando la cabeza. —Y esos de Ravenclaw y Smith... Y ninguno tiene muchos granos.

Involuntariamente hago una mueca al ver a Hannah acercase sonriente, con la vista fija en Neville.

—Olvídate de los granos. ¿Se han vuelto locos? No pueden venir aquí ahora, resultará sumamente sospechoso. ¡Siéntense! —les dice Hermione sin que la oyeran pero moviendo exageradamente los labios y haciéndoles señas para que regresen a la mesa de Hufflepuff. — ¡Más tarde! Ya... hablaremos... más tarde.

—Mejor para nosotras, no queremos ninguna arpía sentada en la mesa de Gryffindor. —susurra Ginny, lo suficientemente alto para que yo la escuche.

Giro la vista hacia Hannah Abbott que se despide de Neville con una sonrisa coqueta y un movimiento de mano.

—Ginny no le digas así, ella no es tan mala. Es amable conm...

—Ella dejó de ser amable contigo cuando besó a tu novio y te dijo que no eras suficientemente buena para él. —me interrumpe, lanzándome una mirada incrédula. —A veces eres demasiado buena con las personas, Sophie.

—Puedo llegar a ser mala con las personas. —murmuro, recordando la charla con Malfoy el fin de semana.

No fui del todo amable después de que me haya confesado sus sentimientos por Ophelia Owen, me sorprendió tanto que estuviera enamorado de una chica tan inocente como ella cuando él es un idiota de primera que solo pude reírme y decir cosas sin pensar en sus sentimientos. Me siento culpable, por supuesto.

—Claro que puedes llegar a ser mala con las personas, pero con las que no merecen tu maldad. Y Hannah Abbott se la merece, o al menos deja que la llamemos zorra —dice mi hermana, como si estuviera leyendo mis sentimientos. —Eres demasiado idiota a veces.

—¡Lenguaje, Ginny! —exclamo ofendida, aunque no puedo evitar reírme. Ginny siempre dirá las cosas sin filtro, con sinceridad y sin hipocresías. Es una de las razones por las que la quiero tanto.

Ella suelta un bufido, girando los ojos.

—Como si tu no dijeras todas las porquerías que piensas. —replica, después enfoca su mirada en la mesa de Ravenclaw y sonríe poniéndose de pie. —Iré a meterle la lengua a mi novio. Nos vemos, Sophie.

Hago una mueca de desagrado, sin poder evitarlo. Pero ver a mi hermana con su novio me recuerda a mi alguien especial.

Giro la cabeza para ver al chico en el que rara vez dejo de pensar durante el día, Neville sonríe ampliamente sobre algo que dice Seamus y luego deja escapar una carcajada estridente. La manera en la que se ríe, inclinando la cabeza ligeramente hacia atrás, achicando los ojos y soltando una melodía preciosa, hace que todo en mi interior se agite y soy tan boba que dejo escapar un suspiro enamorado mientras lo observo sonreír.

Estar con Neville es increíble, no puedo estar a su lado y no pensar en que quiero eso por el resto de mis días, esa sensación de amor que me recorre cuando me sonríe, esas mariposas en el estomago que han estado siempre presentes pero que se incrementan cuando toma mi mano de repente, el pecho ardiente cuando me susurra cosas en el oído y la necesidad de darle todo de mi cuando me besa y me toca.

Él es todo lo que siempre soñé que sería, y siento que cada día caigo más y más.

Obviamente no todo es perfecto, pero sus defectos parecen pequeñeces comparados con lo grandioso que se siente estar a su lado. Claro que Neville es muy impulsivo de vez en cuando, cuando algo lo molesta siempre explota con la primera persona que tiene enfrente y resulta chocante para mí, porque generalmente soy yo la que recibe su furia... pero lo hemos charlado y ambos compartimos nuestros sentimientos respecto a eso, porque esa es una de las cosas que más amo de Neville; que sabe escuchar y hablar.

Nuestra amistad se ha basado en eso desde el principio, en comunicarnos nuestros sentimientos más profundos, exceptuando nuestro enamoramiento por el otro obviamente, pero sin presionarnos. Sabemos que el otro siempre estará ahí si necesitas desahogarte, y esta relación que estamos formando sigue ese camino.

—¿Nos vamos, bonita? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.

Neville está de pie a mi lado, extendiendo su manos hacia mí mientras sonríe de lado. El Gran Comedor está casi vacío.

—Sí, sí... lo siento, me perdí en mis pensamientos. —digo a toda prisa mientras recojo mis cosas y entrelazo nuestros dedos para salir rumbo a la primera clase del día.

—Estoy seguro de que Umbridge te dará el permiso para volver a formar el equipo de Quidditch. —dice dándome una sonrisa de aliento.

Hago una mueca.

—Eso espero, si el equipo no consigue volver a formarse yo... yo seré un fracaso completo como capitana.

—Piensa positivo. —me dice pellizcando juguetonamente mi mejilla.

Las primeras clases del día no tienen nada memorable, solo montones y montones de tareas que se van acumulando. Ser amiga de Hermione me ha hecho una persona más responsable respecto a los deberes, por lo que rara vez los dejo para el final como es el caso de Neville que todos los fines de semana se sumerge en un sinfín de tareas sin terminar. Siempre lo ayudo, es una especie de rutina que los dos hemos desarrollado a lo largo de los años.

—Traté de hablar con la profesora Umbridge, pero me dijo que estaba ocupada y me mandó a la mierda. —exclamo furiosa apretando los puños.

—Perra asquerosa. —murmura Angelina. —A los de Slytherin les ha concedido el permiso de inmediato, a Ravenclaw también.

—¿Será porque tenemos a Harry en el equipo? —pregunta Katie Bell, inclinándose hacia nosotras y bajando la voz para que Harry no la escuche.

—Si es por eso no cambiará nada en el equipo, Harry es el mejor buscador del colegio. —afirmo con voz dura.

La rubia asiente.

—Hablaré con Umbridge después de la clase de DCAO que tengo esta tarde. —les informo cuando suena el timbre que indica el final del receso. —Nos vemos en la sala común, chicas.

Bajo cansinamente las escaleras de piedra que condicen a las mazmoras donde dan la clase de Pociones. Voy tan absorta en mis pensamientos que no es hasta que choco con la espalda de Harry que me percato de la situación.

Draco Malfoy está de pie junto a la puerta del aula de Snape y exhibe una hoja de pergamino de aspecto oficial mientras habla en voz mucho más alta de lo necesaria.

—...la profesora Umbridge conoce muy bien a mi padre, ya que mi padre frecuenta el Ministerio... Será interesante saber si al equipo de Gryffindor también le dan permiso para seguir jugando, ¿verdad?

Y por la mirada de superioridad que me lanza, me percato enseguida de que nuestra pequeña y estúpida tregua de amistad ha terminado.

—No se exalten. —implora Hermione en un susurro, lanzándonos una mirada temerosa a Harry, Ron y a mí, que apretamos los puños. —Eso es precisamente lo que está buscando.

Siento la presencia de alguien más a mi lado, y solo basta con sentir una mano sosteniendo la mía para saber que se trata de Neville.

—Lo digo porque si es cuestión de influencia en el Ministerio, no creo que tengan muchas posibilidades. —prosigue Malfoy levantando un poco más la voz y mirándonos con ojos que desprenden malévolos destellos. Cuando nuestras miradas se cruzan esboza una sonrisa que me hace querer golpearlo. —Según dice mi padre, hace años que buscan un pretexto para despedir a Arthur Weasley... Y en cuanto a Potter, mi padre dice que cualquier día el Ministerio lo factura para el Hospital de San Mungo... Por lo visto, tienen una planta reservada para gente a la que la magia ha trastornado.

Malfoy hace una mueca grotesca, con la boca abierta y los ojos bizcos. Crabe y Goyle se ríen a carcajadas y Pansy Parkinson suelta una risa idiota.

De pronto, la mano de Neville se suelta de la mía bruscamente y lo veo ir derechito hacia Malfoy.

—¡No, Neville! —grito y agarro a Neville de la túnica tratando de detenerlo, pero es en vano.

Harry se percata de inmediato de la situación y lo sujeta con fuerza de la túnica, Neville forcejea con ímpetu, agitando los puños e intentando abalanzarse sobre Malfoy, que durante un momento se queda completamente perplejo.

—¡Ayúdenlo! —grito a los demás chicos de mi casa. Pero todos están demasiado sorprendidos para reaccionar.

Al final Harry consigue rodear el cuello de Neville con un brazo, tira de él hacia atrás, ocasionando que choque bruscamente contra mí y dejándome en el suelo. Neville no se percata de la situación, puedo ver su espalda completamente tensa tratando de liberarse del agarre de Harry.

Para cuando me pongo de pie, Crabbe y Goyle ya se han colocado delante de Malfoy y flexionan los brazos, listos para pelear.

—Neville detente. —le gruño entre dientes cuando llego a su lado, me da una mirada por el rabillo del ojo pero se lanza de nuevo.

Ron lo agarra de los brazos, y Harry y él logran volver a colocarlo en la fila de alumnos de Gryffindor. Neville está rojo como un tomate; la presión que Harry ejerce en su cuello hace que apenas se le entienda, pero comienza a farfullar.

—No tiene.... gracia... San Mungo... ya verás...

Entonces se abre la puerta de la mazmorra y Snape aparece en el umbral. Recorre con sus ojos negros a todos los alumnos de Gryffindor hasta llegar a donde estamos nosotros, deteniéndose en Ron y Harry tratan de sostener a Neville.

—¿Peleando, Potter, Weasley y Longbottom? —pregunta Snape con su fría y socarrona voz. —Diez puntos menos para Gryffindor. Suelta a Longbottom, Potter, o serás castigado. Todos adentro.

Harry suelta a Neville, que se queda mirándolo y jadeando.

—He tenido que frenarte. —se excusa Harry entrecortadamente mientras recoge su mochila. —Crabbe y Goyle te habrían hecho pedazos.

Neville no dice nada, se limita a recoger su mochila y entra muy ofendido en la mazmorra.

—Por las barbas de Merlín. —comenta Ron en voz baja mientras seguimos a Neville. —¿Qué le ha pasado?

Harry y yo compartimos una mirada, pero no decimos nada. Harry es el único de nuestros compañeros, además de mí, que sabe sobre la situación de los padres de Neville. Y ninguno de los dos vamos a mencionárselo a nadie.

—Gracias, Harry. —le susurro, regalándole una sonrisa.

—Malfoy es el peor idiota que existe.—dice en voz baja.

Neville ya está sentado como siempre al fondo de la clase, justo detrás de Hermione, Ron y Harry, tomo asiento a su lado y saco mis pegaminos plumas y ejemplar del libro de pociones.

No le comento nada a Neville, nunca nos hemos presionado el uno al otro y sé que él me contará cómo se siente cuando decida que es momento de hablarlo. Me limito a tomar su mano por debajo de la mesa y darle un pequeño apretón.

—¿Estás bien? —pregunta de pronto, cambiando su expresión molesta a una preocupada. —Creo recordar que te tumbé, lo lamento es que estaba tan furioso que...

—No me pasó nada. —lo tranquilizo. —Solo me duele el trasero... quedó más plano de lo que ya estaba.

—Tu trasero nunca ha sido plano. —su respuesta me toma por sorpresa, me giro hacia él con las cejas alzadas.

Las orejas de Neville se ponen coloradas en cuestión de segundos, su rostro serio se convierte en uno avergonzado rápidamente y me da una mirada medio sorprendida y apenada.

—No es que le preste mucha atención...—susurra abochornado, pero suelta una risita nerviosa.

—Claro, haré como que te creo. —murmuro burlona, guiñándole un ojo.

—De verdad, solo se me salió decir eso pero...

—Te ves un poco tenso. —lo interrumpo, sonriendo con coquetería. —Escuché que el baño de prefectos es un buen lugar para relajarnos, podríamos ir este fin de semana.

Neville trata de ocultar la enorme sonrisa que se ha dibujado en su rostro, pero fracasa totalmente.

—Eres una mala influencia, la peor. —murmura burlón.

—Oh, perdón. —me excuso sonriendo. —Yo jamás sugerí ninguna idea indecente, solo te mencione el baño de prefectos... lo que tu mente impura piense con eso no es problema mío.

Neville suelta una pequeña risa nerviosa, negando levemente con la cabeza.

—Sophia Weasley ¿qué haré contigo?

—Puedes hacer muchas cosas conmigo. —es lo último que murmuro antes de que Snape entre al salón.

Me obligo a mi misma a no mirar la expresión de Neville, y muerdo mi labio inferior para contener la sonrisa en el rostro.

Me gusta haberlo distraído de la situación de sus padres, sirvió para que no se percatara de las miradas curiosas y los susurros a su alrededor.

—Como verán. —dice Snape con su queda y socarrona voz. —Hoy tenemos una invitada.

Señala un oscuro rincón de la mazmorra y veo a la profesora Umbridge sentada allí con las hojas de pergamino en el sujetapapeles sobre las rodilla.

—Mierda, no sé quien quiero que gane está pelea. —le murmuro a Neville al ver las miradas de odio que Snape le lanza a Umbridge.

—Jamás pensé que diría esto, pero prefiero a Snape. —me susurra de regreso.

—Hoy vamos a continuar con la solución fortificante. Encontrarán sus mezclas como las dejaron en la última clase; si las prepararon correctamente deberían haber madurado durante el fin de semana. Las instrucciones. —agita su varita. —Están en la pizarra. Ya pueden empezar.

La profesora Umbridge se pasa la primera media hora de la clase tomando notas en su rincón.

—¡Sangre de salamandra, Nev! —le aviso por lo bajo, agarrándole la muñeca para impedir que añada un ingrediente equivocado por tercera vez. —No jugo de granada.

—Bien, bien. —dice Neville, despistado.

—Tienes que concentrarte. —le susurro, lanzándole una mirada de advertencia. —No puedes arruinar esta poción porque es necesaria para el TIMO, la tienes que aprender.

Neville lanza un suspiro de frustración.

—¡Eso intento, Sophie!

Mi concentración se centra más que nada en cuidar mi poción y la de Neville al mismo tiempo, lanzando miradas sobre su hombro para ver que no se equivoque de ingredientes. Por eso no me percato de que Umbridge ya se ha levantado de su escondite y ahora se pasea por el aula.

—Dígame, ¿cuánto tiempo hace que enseña en Hogwarts? —le pregunta a Snape con la pluma pegada en el pergamino.

—Catorce años. —responde Snape. La expresión de su rostro es insondable.

—Tengo entendido que primero solicitó el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no es así? —inquiere la profesora Umbridge.

—Sí. —contesta Snape con serenidad.

—Pero, ¿no la consiguió?

Snape tuerce el gesto.

—Es obvio.

La profesora Umbridge anota algo en su pergamino.

—Y desde que entró en el colegio ha solicitado con regularidad el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿verdad?

—Sí. —contesta Sanpe imperturbable, sin mover apenas los labios. Parece muy enfadado.

—¿Tiene usted idea de por qué Dumbledore ha rechazado por sistema su solicitud

—Eso debería preguntárselo a él. —dice Snape entrecortadamente.

—Oh, lo haré, lo haré. —dice la profesora Umbridge componiendo una dulce sonrisa.

—Aunque no veo qué importancia puede tener eso. —añade Snape a la vez que entrecerraba los ojos.

—¡Oh, ya lo creo que la tiene! —replica la profesora Umbridge. —Sí, el Ministerio quiere conocer a la perfección el... pasado de los profesores.

Y entonces se da la vuelta, y va hacia Pansy Parkinson para hacerle unas preguntas.

—¡No, Neville! —lo detengo, regresando mi atención a las pociones. —No agregues eso, ya está perfecta.

—¿Lo está? —pregunta asombrado, fijando la mirada en su caldero.

Hago una pequeña mueca.

—Tal vez no perfecta, pero decente.

—¡Vaya! —exclama con incredulidad, y me da una sonrisa tímida. —Gracias bonita.

Suelto un suspiro de alivio cuando Snape pasa por nuestro lado, y no lanza ningún comentario despectivo acerca de la poción de Neville, simplemente se limita a lanzarle la misma mirada desdeñosa de siempre.

→←

—Pero... profesora, a las demás casa les ha dado permiso de volver a formar el equipo...—replico con voz queda, sintiendo el nudo formarse en mi garganta.

La profesora Umbridge me lanza una mirada despectiva, mientras menea delicadamente la cucharilla en su taza de té.

—Claro, pero con ustedes necesito pensarlo. —murmura en un falso tono de amabilidad. —Muchos de sus compañeros de equipo han tenido comportamientos que dejan mucho que desear... incluyéndola a usted.

—Pero...

—No es una buena alumna, Weasley. —murmura mirándome fijamente a los ojos. —Es grosera, maleducada y sus calificaciones en mi materia dejan mucho que desear. Así que el hecho de que usted sea capitana del equipo de Gryffindor hace que desee aún menos darles el permiso.

Abro la boca para responder, pero termino cerrándola. Las lágrimas se acumulan en mis ojos.

—Deme un poco de tiempo para pensarlo. —sentencia, regalándome una sonrisa escalofriante.

Asiento lentamente mientras me pongo de pie y camino hacia la salida de su oficina. Siento que los ojos comienzan a arderme, y las ganas de llorar se incrementan.

—¿Cómo te fue? —pregunta Angelina.

Ella y Alicia Spinnet decidieron acompañarme a la oficina de la profesora Umbridge, se suponía que las tres hablaríamos con ella, pero el sapo rosado alegó que solo una podía entrar y ellas se quedaron fuera.

Niego con la cabeza, sintiéndome incapaz de hablar sin llorar.

—Vieja arpía. —murmura Alicia, fulminando con la mirada la puerta.

—Dijo que necesitaba un poco de tiempo para pensarlo. —digo en voz baja.

—Para pensar ¿qué? —pregunta Alicia muy enojada. —A los de Slytherin les ha dado permiso. ¿Por qué no va a dárnoslo a nosotros?

—Tal vez es una manera de mantenernos controlados, bajo amenaza de disolver el equipo de Quidditch de Gryffindor. —apunta Angelina, y lanzando una mirada sobre su hombro para asegurarse de que Umbridge no salga de su oficina.

—Sea lo que sea, es una tontería.

—Iré a hablar con la profesora McGonagall, tal vez ella pueda ayudarnos. —les digo mientras comenzamos a caminar por los pasillos. —Lo siento tanto chicas, pensé que podría solucionar esto...

—No es tu culpa. —se adelanta Angelina. —Todo esto es por causa de ese sapo rosa, pero se solucionará tenlo por seguro.

Me despido de ambas cuando llegamos a las escaleras, y yo giro hacia el lado contrario para ir al despacho de la profesora McGonagall.

Si ella no puede ayudarnos, el equipo no podrá a volver a jugar en todo lo que resta del curso. Porque es casi seguro que Umbridge me mande a la mierda cada vez que vaya a insistirle, seguirá diciendo una y otra vez que necesita tiempo para pensarlo.

Vieja anciana.

Para cuando llego a la puerta del despacho de mi jefa de casa, estoy a punto de echarme a llorar de la impotencia. Toco levemente, y ella murmura un leve "Adelante"

—¿Qué pasó, Weasley? —murmura desde detrás de su escritorio, levantando la mirada por un segundo antes de volver a enfocarse en los pergaminos que tiene enfrente.

Abro la boca para responderle, pero el nudo en mi garganta me impide pronunciar palabra alguna.

El silencio hace que la profesora McGonagall me mire con curiosidad.

—¿Weasley? ¿Está todo bien? —pregunta delicadamente.

Y ahora me resulta imposible detener el sollozo que escapa de mí.

—Profesora... lo siento tanto... yo le he fallado a todos. —murmuro entre jadeos, cubriéndome el rostro con las manos. —Yo no quería... que esto pa-pasará. Soy un fra-facaso... total.

Escucho la silla arrastrarse por el suelo, y los pasos de la profesora McGonagall acercándose.

—Ya, cariño. —dice con tranquilidad, posando una mano en mi hombro. —Toma asiento, venga.

Entre sollozos asiento, y me coloco en una de las sillas. Ella se sienta a mi lado, y la mirada de conmiseración que me da me hace llorar aún más.

—¿Qué ha pasado? Cuéntame todo.

—Yo... yo tenía tantos... planes, lo eché todo a... a perder. —balbuceo. —Estaba tan... tan emo-emocionada por este curso... por exp-erimentar todo. Y lo arruiné, profesora.

La profesora McGonagall me acaricia con delicadeza la espalda, mostrándome su apoyo y después me pasa un pañuelo.

—Me imaginé que esto sucedería. —dice despacio, mirándome con compasión. —Creo que todos pensábamos que alguno de ustedes terminaría... bueno, fallando en cierta manera.

Esas palabras me toman por sorpresa, y solo hacen que me eche a llorar con más ganas.

—No quería... ser una decepción para... para mi familia. Soy un... fracaso.

—Bueno, cariño. Estoy segura de que tu familia te apoyará en todo, y puede que ahorita lo veas como un fracaso y que arruinaste toda tu vida, pero ese bebé es una bendición.

Me quedo quieta, deteniendo mis sollozos. Limpio mis ojos con el pañuelo y miro fijamente a la profesora McGongall.

Está viéndome con lástima y compasión y tiene una sonrisa tensa en los labios.

—¿Be-bebé? —pregunto con voz entrecortada, parpadeando un par de veces.

—Sí, cariño. Ese bebé será amado por toda tu familia, estoy segura. —dice y acaricia mi espalda con su mano, dándome un apretón en el hombro. —Y el señor Longbottom también te apoyará, no es un mal chico.

Mi cara es un poema en este momento, creo que ni siquiera parpadeo o respiro. Tengo la vista fija en la profesora McGonagall, pero en realidad no la observo realmente ni escucho con claridad lo que dice.

—No es ninguna sorpresa que alguno de ustedes terminara con un embarazo no deseado siendo tan joven. —continúa hablando. —Sus padres no son... bueno, ellos no han de ser los más inteligentes respecto a los métodos anticonceptivos... ni siquiera estoy segura de que los conozcan con ocho hijos.

Niega con la cabeza, frunciendo el ceño por unos segundos y después vuelve a mirarme con compasión.

—Sé que estás asustada y...

—No estoy embarazada. —exclamo desorbitada, con la voz chillona.

Sacudo mi hombro para apartar su mano, y comienzo a respirar con dificultad sin saber si reírme o echarme a llorar de nuevo.

La profesora McGonagall parpadea un par de veces, abriendo y cerrando la boca como si fuera un pez fuera del agua.

—¿No... no lo estás? —pregunta después de unos segundos.

—¡No! —chillo y me pongo de pie.

La profesora McGonagall me imita, todavía sorprendida.

—Entonces... lo que decías...

—¡Era sobre el Quidditch! —exclamo, haciendo ademanes exagerados con las manos. —La profesora Umbridge no nos permitió volver a formar el equipo, y estaba llorando porque sentía que le había fallado a todos como capitana, incluida a mi misma... ¡No estoy esperando un bebé! Por Merlín, si Neville ni siquiera... nosotros no.

Siento que mi rostro se pone colorado, y aparto la mirada avergonzada.

—Neville y yo no hemos tenido... relaciones. —murmuro azorada.

La expresión de la profesora McGonagall pasa de la sorpresa a la vergüenza en cuestión de segundos, un rubor sube desde su cuello hasta sus mejillas. Y por primera vez la veo balbucear.

—Oh, Sophie lo lamento. —dice apenada, llevándose una mano a la boca. —No era mi intensión ofenderte de esa manera. Es solo que pensé...

—Lo sé. —murmuro y dejo soltar una risita. —Ahora sé que si necesito saber sobre métodos anticonceptivos, debería venir con usted y no con mis padres.

Mi comentario la hace sonrojarse aun más, y suelta una risa nerviosa.

—¡Por Dios, que vergüenza! —exclama echándose aire con la mano. —Estoy tan apenada.

—No se preocupe, profesora McGonagall. —la tranquilizo encogiéndome de hombros.

—Ay querida...—comienza a caminar por el despacho hasta que se sienta en su silla de nuevo. —¿Quieres una galleta?

Me da una sonrisa de disculpa, y extiende un tarro repleto de galletas. Me acerco con timidez y tomo una, sonriéndole ligeramente.

—Ahora sí, hablábamos del Quidditch. —dice después de un momento. —¿La profesora Umbridge no te permitió volver a formar en el equipo?

Niego con la cabeza, masticando la galleta.

—No, es una injusticia porque a todas las demás casas ya les ha otorgado el permiso.

La profesora McGonagall niega apretando los labios.

—Esa maldita vieja...—murmura molesta. —No te preocupes, Sophie. Yo hablaré con el profesor Dumbledore y todo se solucionará.

Suelto un suspiro de alivio.

—Gracias, profesora McGonagall. —digo poniéndome de pie.

—Por nada, Sophie. —dice ella sonriendo. —Y de nuevo... te pido una disculpa por haber pensado que...

Suelto una risa al ver el sonrojo en su rostro de nuevo.

—Ya quedó olvidado. —le aseguro. —Nos vemos, profesora McGonagall.

—Adiós, Sophie.

→←

—Entonces ella pensó que estabas...

Hermione deja la palabra al aire, pero inclina la cabeza.

—Embarazada. —completo por ella.

Ginny suelta una carcajada, y Hermione la sigue. Tardo unos pocos segundos en unirme a sus risas.

—¡No se rían, fue vergonzoso!

—¡Es eso lo que causa risa! —exclama Ginny sin dejar de reír.

—Te aseguro que si te pasara a ti lo menos que querrías sería reírte. —la regaño, golpeando su cabeza con un cojín de la sala común.

—Pero yo no me besuqueo con Micheal por los pasillos, la profesora McGonagall nunca me ha visto.

—No, tú lo haces en los dormitorios de Ravenclaw.

Hermione detiene sus carcajadas, girando la cabeza hacia mi hermana.

—¡No puedes ir a los dormitorios de los chicos a besarte con tu novio, Ginny! —exclama sorprendida. —Si te descubren, te pueden expulsar.

Ginny rueda los ojos.

—Te aseguro, Hermione, que cuando tengas pareja no tendrás tiempo en pensar en expulsiones, lo único que querrás hacer es encontrar un lugar donde no te interrumpan mientras te meten mano.

—¡Ginny! —exclamamos Hermione y yo al mismo tiempo.

Mi hermana suelta un bufido, y me apunta acusadoramente con el dedo.

—Por algo McGonagall pensó que estabas embarazada, Sophie. —dice sonriendo burlona. —No te hagas la inocente.

—No me hago la inocente, pero yo no voy por ahí compartiendo mis... mis intenciones.

—¡Oh, no! Pero tu mirada y la de Neville dicen todo, todos terminamos embarazados cuando ustedes están en la misma habitación.

—Estoy de acuerdo con eso. —dice mi mejor amiga.

Ruedo los ojos, azorada.

—Nosotros ni siquiera... ni siquiera nos hemos tocado por debajo de la ropa. —les explico en un susurro, inclinándome hacia ella para que nadie más escuche.

—¿Por encima sí? —pregunta Ginny con tono sugestivo.

—Solo me tocó los pechos. —les digo avergonzada.

Los ojos de Hermione van de Ginny a mí con interés, como si no deseara perderse ningún detalle.

—Es un buen comienzo. —dice mi hermana con sabiduría, como si ella fuera la mayor de las dos.

—No quiero ni siquiera saber qué es lo que has hecho con Micheal si eso para ti solo es un comienzo. —replica Hermione, mirándola con los ojos desorbitados.

Ginny y yo compartimos una mirada antes de echarnos a reír.

—¡No se burlen! —exclama Hermione, dándonos un golpe a cada una. —Que te toquen los pechos ya es un gran paso.

—Hace una mamada ya es un gran paso. —contesta Ginny sin dejar de reír.

—¡Ginevra!

Nuestra indignación solo incrementa las carcajadas de mi hermana menor.

—Micheal es un gran besador. —asegura Ginny después de un rato, soltando un suspiro enamorado.

—¿Cómo se sabe si alguien es un buen besador o no? —pregunta Hermione con timidez.

—Bueno, si te hace estremecerte es que es un buen besador.

—Neville besa muy bien. —aseguro orgullosa.

Ginny niega con la cabeza, incrédula y Hermione alza una ceja hacia mí. Dudando de mis palabras.

—¡De verdad lo hace! —les aseguro indignada.

—Es solo que Neville parece tan...

—Tan dulce y tierno. —completa Hermione.

—No luce como esos chicos que te hacen estremecerte.

—Bueno, pues les aseguro que si lo es. —exclamo cruzándome de brazos.

—Si tu lo dices...

Ahora es el turno de Ginny y Hermione de compartir una mirada y echarse a reír, mofándose de mí.

—Solo me tienen envidia. —les grito, lanzándoles cojines a la cabeza.

—¿De qué se ríen? —pregunta Neville llegando a nuestro lado.

Se sienta en el reposabrazos de mi butaca, ligeramente inclinado hacia mí.

—Nada. —me adelanto a decir, dándoles una mirada de advertencia a Hermione y a Ginny.

Ginny aprieta los labios para contener la sonrisa burlona, y Hermione posa los ojos en Neville, como si con verlo fijamente pudiera conocer todos sus secretos, incluida la manera en la que besa.

Neville levanta una ceja, pero no pregunta nada más. Se limita a dejar un beso en mi coronilla y entrelazar nuestras manos.

—Me enteré lo que pasó con el equipo de Quidditch. —dice en voz baja una vez que Ginny y Hermione comienzan a charlar entre ellas. —¿Quieres hablar de eso? Sé lo importante que era para ti.

Recargo mi cabeza en su pecho, y niego levemente.

—Hay una posibilidad de que la profesora McGonagall y el profesor Dumbledore nos ayuden a volver a formar el equipo, me aferro a esa esperanza.

Neville asiente levemente.

Nos quedamos charlando sobre tonterías hasta que se llega la medianoche y él decide irse a su dormitorio. A Harry le llegó una carta de Sirius esta mañana, donde decía que lo esperáramos en la chimenea porque quería hablar con nosotros.

Ron, que dormita en una butaca, suelta un gruñido ahogado, despierta y mira con cara de sueño la chimenea.

—¡Sirius! —exclama.

Me vuelvo con brusquedad. La oscura y despeinada cabeza de Sirius vuelve a aparecer entre las llamas.

—¡Sirius! —lo saludo sonriendo.

—¡Hola! —saluda él sonriente.

Los cuatro nos arrodillamos en la alfombra que está delante de la chimenea.

—¿Cómo va todo?

—No muy bien. —contesta Harry.

—El Ministerio ha aprobado otro decreto por el que quedan prohibidos los equipos de Quidditch...—murmuro con tristeza.

—...¿y los grupos secretos de Defensa Contra las Artes Oscuras? —pregunta Sirius.

Hay una breve pausa.

—¿Cómo sabes eso? —inquiere Harry.

—Deberían elegir con más cuidado sus lugares de reunión. —repone Sirius sonriendo abiertamente. —Mira que escoger Cabeza de Puerco ¡menuda ocurrencia!

—¡Bueno, no me negarás que era mejor que Las Tres Escobas! —replica Hermione a la defensiva. —Porque ese local siempre está abarrotado de gente...

—Lo cual significa que no habría sido tan fácil que los oyeran. —comenta Sirius—Todavía tienes mucho que aprender, Hermione.

—¿Quién nos oyó? —pregunto.

—Mundungus, por supuesto. —responde Sirius, y como todos parecemos muy desconcertados, ríe y añade. —Estaba disfrazado de la bruja del velo negro.

—¿La bruja era Mundungus? —se extraña Harry. —¿Y qué hacia en Cabeza de Puerco?

—¿A ti que te parece que hacía allí? —dice Sirius, impaciente. —Vigilarte, claro.

—¿Todavía me siguen? —pregunta Harry con enojo.

—Sí. —confirma Sirius. —Y me alegro de que así sea, si lo único que se te ocurre hacer en la primera excursión es organizar un grupo legal de defensa. En fin, antes que nada, Ron y Sophie, me he comprometido a hacerles llegar un mensaje de su madre.

—¿Ah, sí? —dice mi mellizo con aprensión.

—Dice que ni se les ocurra, bajo ningún concepto, formar parte de un grupo secreto e ilegal de Defensa Contra las Artes Oscuras porque los expulsarán del colegio y arruinarán su futuro. Dice que ya tendrán tiempo de aprender a defenderse por sus propios medios más adelante y que aún son demasiado jóvenes para preocuparse por esas cosas.

Ron rueda los ojos con fastidio.

— Del mismo modo aconseja a Harry y a Hermione que no sigan adelante con el grupo, aunque admite que no tiene ninguna autoridad para ordenarles nada, pero simplemente les ruega que recuerden que sólo quiere lo mejor para ellos. Le habría gustado explicarles todo esto por escrito, Sophie, pero si hubieran interceptado la lechuza, habrían estado en graves problemas y no se los puede decir en persona porque esta noche está de guardia.

—¿De guardia? ¿Dónde? —pregunto rápidamente.

—Eso no es asunto suyo, son cosas de la Orden. —responde Sirius. —Así que me ha tocado a mí hacer de mensajero y asegurarme de que le comuniquen que les he transmitido el mensaje, porque me parece que no se fía de mí.

Levanto una ceja hacia él.

—¿Qué quieres, que te digamos que no vamos a participar en el grupo de defensa? —murmuro a la defensiva.

—¿Yo? ¡Claro que no! —exclama Sirius con sorpresa. —¡Creo que es una idea excelente!

—¿Ah, sí? —dice Harry, y a todos se nos levantan los ánimos.

—¡Por supuesto! Creo que es una idea estupenda que aprendan a defenderse ustedes mismos.

—¿Y si nos expulsan? —pregunta Hermione, desafiante.

—¡Todo esto fue idea tuya, Hermine! —grita Harry mirándola fijamente.

—Ya lo sé. Solo quería saber qué opinaba Sirius. —replica ella encogiéndose de hombros.

—Bueno, estarán mejor si los expulsan pero son capaces de defenderse, que si se quedan sentados a salvo en el colegio sin hacer nada. —considera Sirius.

—¡Eso, eso! —saltan Harry y Ron con entusiasmo.

Comparto una mirada con Hermione, ella parece estar pensando lo mismo que yo.

Si a Sirius le parece una buena idea, probablemente deberíamos replanteárnoslo.

—Y bien. —continua Sirius. —¿Cómo piensan organizar ese grupo? ¿Dónde van a reu...

Se interrumpe antes de terminar la frase. De pronto, su expresión se torna tensa y alarmada. Se vuelve hacia un lado y por un segundo tengo la sensación de que intenta encontrar algo en la sólida pared de ladrillo de la chimenea.

—¡Sirius! —dice Harry, preocupado.

Pero Sirius ya ha desaparecido. Nos quedamos mirando las llamas, me vuelvo hacia Ron y Harry.

—¿Por qué ha...?

Entonces Hermione suelta un grito ahogado y se pone de pie de un brinco sin apartar la vista del fuego.

Entre las llamas ha aparecido una manos que busca a tientas como si quisiera tomar algo; es una mano de dedos cortos y regordetes llenos de feos y anticuados anillos.

Los cuatro nos echamos a correr. Al llegar a las escaleras de los dormitorios de las chicas, Hermione y yo miramos hacia atrás. La mano de la profesora Umbridge sigue agitándose entre las llamas con la intensión de agarrar algo.

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Espero hayan disfrutado el capítulo.

No olviden votar y comentar, lqm.

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