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By is-disastrous

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๐ข๐ง๐ญ๐ซ๐จ๐๐ฎ๐œ๐ญ๐ข๐จ๐ง
vol 4 โ”€โ”€ ๐๐‘๐„๐’๐„๐๐“ ๐ˆ๐’ ๐‚๐”๐‘๐’๐„๐ƒ
o. born under a bad sign
i. bright hope
ii. gather up the killers
iii. no quarter
iv. where we belong
v. midnight whisperings
vi. i hear you knocking
vii. nest of cobras
viii. voodoo in my blood
ix. smoke and mirrors
x. all gods of agony feast on tragedy
xi. lullaby of the darkness
xiii. a spirit here that won't be broken
xiv. the feast of all sinners
๐š๐ฎ๐ญ๐ก๐จ๐ซ'๐ฌ ๐ง๐จ๐ญ๐ž
Extra. โ€• while you were sleeping

xii. queen death

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By is-disastrous

capítulo doce: reina muerte


La situación que enfrentaban no era nada sencilla.

Por un lado tenían que devolver el alma reparada de Elijah nuevamente a su cuerpo, y ciertamente, ninguna de las brujas de la familia tenía alguna idea fija de como hacerlo. Pero sin duda, no descansarían hasta lograrlo.

Y por el otro, la situación con Alexandra no hacia más que escalar y escalar. Encontrarla ya se había señalado como caso perdido, la misma Freya había dicho que estaba oculta de una manera que sin importar cuantas brujas le ayudasen, aún así sería una tarea ardua de completar. Pero eso no los detuvo en hacer una pesquisa más física, aunque eran un grupo reducido quienes la buscaban, pues cada Facción temía que el Hollow tomara represarías en su contra.

Y había toda razón para temer, después de todo, era lo desconocido.

Todos le temen a lo desconocido.

No pueden medir su alcance.

Así que de nuevo, la situación que enfrentaban no era simple, pero en esos días, nada nunca lo era.

El silencio era lo único que lo acompañaba, se hallaba en la busqueda de sus hijas, pues ya había sido un rato desde que se habían levantado pero ni una sola risa o charla se escuchaba por parte de ellas, cosa que alertó a Niklaus, por lo cual no tardó en enfilarse a su busqueda, y con sorpresa se detuvo frente a la puerta de la habitación que él y Alexandra compartían, frente a él pudo ver las dos pequeñas espaldas que se encontraban en un mueble observando hacia las afueras del complejo.

Con el ceño fruncido, Klaus se adentró.

―¿Morgan? ¿Hope? ―interrogó al verlas tan sumidas en lo que estaban haciendo que ni si quiera lo habían escuchado entrar ―¿Qué pasa?

―El Hollow ―musitó Morgan casi sin voz ―. Se esta volviendo poderosa.

Niklaus se petrificó ante las palabras de la menor de sus hijas, y no tardó en acelerar el paso hasta ellas y fijarse en lo que veían. Los ojos de las niñas escaneaban las calles poco transitadas que rodeaban al complejo, pero no tenían una expresión identificable en el rostro, pero si le tenía que poner nombre sería: drenada.

Klaus tomó a su hija más pequeña en brazos obligando a mirarle, esta bajó la mirada un poco aturdida y lo mismo vio en la expresión de Hope, como si les molestase alguna clase de sonido que, por supuesto, debía ser imperceptible para él.

―Mami debería volver a casa, el Hollow es peligrosa. ―señaló Morgan aferrándose al cuello y camisa de su padre. Niklaus tensó la mandíbula para cuando miró a Hope.

Klaus les había inventado una historia a las niñas debido a la desaparición de Alexandra luego de que las niñas desterraran a los Ancestros la noche de la iglesia. Debido a que las mañanas con Morgan eran cada vez más difíciles, por el hecho de que su madre había roto la promesa de contarles un cuento en las noches. Por lo que Niklaus acuñó todo al hecho de que Alexandra había ido a buscar la próxima locación a la que irían luego de que salieran de Nueva Orleans.

Lo que emocionó a las niñas, ya que su padre les había dicho que recorrerían el mundo y él les mostraría la infinidad de cosas que este tenía para ofrecerles.

Eso las había convencido, por ahora.

―¿Pueden sentirla? ―interrogó finalmente. Una parte de él deseaba que lo que había cruzado por su mente era simplemente algo absurdo, pero cuando veía el estado de sus hijas casi como drenadas, no podía dejar de evitar pensar en ello.

―Siento que algo cambió. En el camino, escuchaba música y veía gente bailar ―habló Hope mirando nuevamente por el ventanal del balcón que le ofrecía la vista a las calles del Barrio. La ciudad de Nueva Orleans era caracterizada por su música, festivales y las misteriosas historias que había detrás. El sonido estridente del jazz raramente se escuchaba en las calles y mucho menos en un club, difícilmente había turistas visitando la Ciudad Crescent y eran muy pocas las personas que vivían en el Barrio que se escuchaban reír y hablar. Todo se veía con falta de vida ―. Pero todo se silenció tras su regreso. Está drenando toda la ciudad; ya se llevó al tío Elijah y... pronto vendrá por nosotros. ―Morgan dejó escapar un gemido ahogado, cubriéndose el rostro con ambas manos. Klaus la acunó más contra su pecho mientras acariciaba su espalda de forma tranquilizadora.

―Hope, hija ―dijo, aproximándose a ella para bajar a su altura y colocar a Morgan en el suelo. Tomó las manos de ambas hermanas ―. Sé que ambas están asustadas. Pero por muchos años, mucha gente mala ha intentado hacernos daño ―añadió Klaus soltando la mano de Morgan y pasando la misma sobre su mejilla de forma protectora ―. Pero todos ellos han fallado y el Hollow no será diferente. 

―No ―negó Hope, mirando a su padre con expresión preocupante ―. Ella sí es diferente. ―y Niklaus no podía refutar ante algo que no era conscientes de lo que se sentía; Hope y Morgan eran perceptibles a cosas que no estaban en el plano de los vivos, y Klaus sabía que ninguna palabra de consuelo serviría para aplacar esas sensaciones.

―Hey. ―la mitad del cuerpo de Hayley se asomó por la puerta de la habitación y una empática sonrisa se dibujó en sus labios ―¿Crees poder venir por un momento? Necesito mostrarte algo.

El híbrido simplemente asintió para cuando dejó a las niñas en el estudio, en compañía de algunos juguetes y de la promesa que pronto volvería. Una vez en el pasillo, Klaus suspiró sosteniendo el picaporte de la puerta, temía por sus hijas. Pero terminó apartando cualquier pensamiento para dirigirse al cuarto dónde habían re-ubicado el féretro de Elijah y dónde Freya había preparado todos los instrumentos e ingredientes necesarios para traerlo de regreso.

― ¿Qué ocurre? ―preguntó Klaus al arribar, dando una furtiva mirada al pálido rostro de Elijah que permanecía sereno, sumido en un inquebrantable sueño.

―Es el pendiente ―respondió Hayley ―. Está comenzando a quebrajarse. ―se lo entregó a Klaus, señalándole a pequeña fisura que se extendía en uno de los laterales. En su interior, una luz blanca se movía, desplegando fugaces destellos brillantes que iban de un extremo al otro.

―¿Qué haremos? ―inquirió Klaus, regresándoselo.

―A pesar del hechizo que le puse, el pendiente es cada vez más inestable ―explicó Freya, extendiendo sus manos a lo largo del ataúd de Elijah ―. Y no seré capaz de seguir conteniéndolo por mucho tiempo; necesitamos la forma de resucitarlo y debe ser ésta noche, de otra forma, lo perderemos para siempre. ―más de uno tragó saliva en seco, mientras evitaban mirar a Elijah, casi con vergüenza.

―Necesitaríamos más poder. ―murmuró Hayley.

―Y para ello, déjenme adivinar, necesitaríamos un gran sacrificio. ―suspiró Klaus.

―Yo digo que matemos a nuestro enemigo, sacrificándola y así podré canalizarla su poder, recuperar el cuerpo de Elijah y ponerlo dónde corresponde. ―sugirió Freya, con una clara expresión de aquella era la única solución que tenían. Hayley los miró a los dos con expresión agotada; sus ojos carecían del jovial brillo característico, era como ver dos orbes vacías.

―Hemos intentado todo ―suspiró ―. Y te recuerdo, ahora tiene a mi hermana de rehén. 

―La sangre Labonair es su talón de Aquiles ―continuó Freya, exponiendo más argumentos que tenía bajo la manga ―. La sangre de Alexandra la debilitó una vez, no hay nada que diga que no podría volver a suceder. Pero Hayley estás técnicamente muerta, por lo que tu sangre no será lo suficientemente fuerte para matarla.

―Espera. ―intervino Hayley apretando los labios hasta dejarlos como dos finas líneas blancas ―¿Estás insinuando...?

―Sí tan sólo forjásemos una daga con la sangre de las últimas Labonair vivas...

―No ―determinó Klaus ―. Tendrás que conformarte con la sangre de ella o la de Nathaniel Labonair, y potenciarlas de alguna forma; pero de ninguna manera involucrarás a mis hijas.

―¡Ellas ya están involucradas! ―exclamó Freya con agitación ―. Quieran o no, ellas son parte de esto. ―de la mesa que se encontraba a su espalda, Freya tomó una hoja y se las entregó ―. Hope ha estado obsesionada con el símbolo que representa al Hollow y la Bestia.

Niklaus tensó la mandíbula, no estaba acostumbrado a oír el nombre mítico que le habían proporcionado a Alexandra. No le gustaba.

―La serpiente que se come a sí misma. ―murmuró Hayley tomando la hoja y contemplando atentamente la aterradora imagen. El símbolo que había atormentado a su hermana por meses, lo aborrecía.

―Yo creo que es una pista ―Freya se humedeció los labios suavemente con la punta de la lengua mientras enarcaba una ceja ―. Y es la que nos llevará a dar con su destrucción mediante su propia sangre: el Hollow es un extremo de la línea Labonair y las niñas son el otro. Pensé mucho tiempo en esto; la Bestia es el vacío, es decir, que lo que provenga de ella sería la clave. La cerradura, el contenedor  ―miró a Hayley ―. Maxim lo dijo, los partos de gemelos son extraños. Y fueron las primeras en nacer del linaje Labonair y Morganson, conviviste durante nueve meses con Alexandra, absorbiste parte de ella. Eso hace a Hope y Morgan el final del círculo y nosotros debemos cerrarlo ―a lo ancho del féretro, Freya sujetó la mano de Hayley ―. La única oportunidad que tenemos es que tú blandas una daga impregnada con la sangre de las niñas y sólo con ella poder acabar con el Hollow. ―Hayley se retiró unos cuantos pasos del ataúd, dejando caer los dibujos sobre Elijah. Se cruzó de brazos, analizando todo lo dicho. Recordaba cuando el mensaje de Vincent había llegado esa noche dónde Hope había comenzado a sentirse mal y todo parecía ser un viaje rápido a Nueva Orleans para poder curarla y luego se marcharían, estableciéndose en una nueva locación. 

Hasta esa noche, con el corazón en la boca, todo parecía sencillo. Y la opción de Freya, sonaba sencilla y práctica. 

Comenzó a asentir, mientras se dirigía hacia la salida. 

―Nos encargaremos de que esto funcione. Iré a hablar con ellas. 




━━━━━━━━




Sangre cubría cada centímetro del St. James Infamary, el liquido rojo metalizado escurría de las paredes, y salpicaba sobre la barra del bar en donde le daba un sorbo a la bebida que se había servido recientemente dejando manchas de color escarlata alrededor del vaso de cristal, alrededor de ella se encontraban cuerpos de brujas y vampiros amontonados sin vida.

Pasos fue lo siguiente que escuchó, más no se inmutó.

Por el espejo sucio y desgastado que se encontraba en el mueble frente a ella, donde los licores que se habían salvado de aquella pelea aún reposaban, pudo ver la figura que se adentraba por la puerta de  entrada.

―Así que aquí era donde estabas. ―habló. Su cabello castaño caía más abajo de sus hombros y sus ropas oscuras le hacían ver más adulta de lo que aparentaba. El cuerpo de una joven de dieciséis años era el poseedor del nombre terrorífico que había estado atormentado a más de uno en los meses pasados.

El Hollow.

―Es un buen lugar, es irrastreable, incluso para mi. ―su caminar escuchó resonar contra la madera que cubría el suelo, se acercó a una de sus paredes para abrir su palma y sentir el poder que las cubría. Sonrió casi complacida, lo veía como un reto ―¿Pensabas ocultarte de mi?

Inhaló con cansancio. ―En realidad prefería no ser uno de tus lacayos, lo cual te recuerdo que no soy. ―señaló con voz más ronca y profunda. Le dio otro sorbo a su vaso. Inadu se dio paso entre los cuerpos que yacían sobre las mesas y el suelo del bar hasta acercarse a la barra.

―Eso lo sé ―reafirmó ―. Pero no puedes ir por ahí causando desastres, tenemos un plan que seguir. No podemos atraer la atención aún no deseada.

Rodó los ojos. ―¿Plan? ―interrogó con diversión ―. Pensé que eras el mal encarnado y todas esas patrañas que dijiste. Pero últimamente lo que he hecho es asesinar lobos y resucitar brujas muertas ―le miró enarcando una ceja ―. No sabía que debíamos seguir un plan para matar.

Inadu la miraba, en especial al azul intenso que mostraban sus ojos, ciertamente su comportamiento estaba a un mundo de diferencia de su personalidad, aún tenía como imagen viva en su mente los ojos sollozos del Alfa de los Crescents cuando se percató de la muerte de sus pares y como con voz ahogada juró matarla.

Ciertamente la oscuridad era algo fascinante.

Una vez que te sientes cómodo en ella, decides apagar tu mente. Para un vampiro significa su interruptor de humanidad, el cual los inhibe de sentir alguna culpa o remordimiento de sus acciones hasta que finalmente se convierten en lo más temido, monstruos. Pero para un lobo no era diferente, quizás era hasta más complejo.

La licantropía había sido un enigma por mucho tiempo. Su origen era un misterio. A diferencia de las brujas y los vampiros, la razón por la cual una especie completa fue creada resultaba en una interrogante que nadie había podido responder. La única información que habían conservado a través del tiempo era la creación de los Siete Clanes Originales.

Por algún motivo, en un punto de su historia, los Siete Clanes estuvieron bajo un mismo cielo y tierra; la prosperidad vieron en su provenir ante la unión de los Siete, pero no para un clan en especifico, era para toda la especie entera.

Cada Clan tenía una habilidad especifica en su naturaleza la cual en los otros no predominaba: fuerza física, velocidad sobrehumana, capacidad sensorial para ubicar a sus enemigos a millas de distancia, agilidad, resistencia, reflejos y sentidos desarrollados. Mediante la Ceremonia de Unificación, las capacidades de cada uno de estos Clanes serían pasados a sus manadas como resultado.

En la actualidad los licántropos resultaban en una mezcla de estas habilidades.

Pero había algo que los hacia únicos del resto de las especies, en el caso de los vampiros estos abandonaban su humanidad refugiándose en la oscuridad apagando algo que se le conocía como el «interruptor» haciéndolos inconscientes de sus actos o mejor dicho, privados de sus emociones. Y en el caso de los lobos no era diferente, quizás era hasta más delicado, debido al desconocimiento que se tenía de la licantropía, solo su creador era el conocedor de esta verdad: la maldición licantropía que su creador lanzó había sido inspirada por las mismas bestias que ayudaron a sus pares a cazarla siglos atrás. La tribu nativo americana de donde descendía Inadu había sido condenada a ser una copia de los cazadores originales. Después de todo, la naturaleza lo dictaba:

Nada puede crearse de la nada.

En sus tiempos se les conocía como «Lycans», poco se sabía de ellos, pero lo que se conocía era algo con lo que Inadu contaba; dentro de estos depredadores había dos mentes que convergían en un solo cuerpo. Y cuando alguna de estas inhibía a la otra, ahí empezaban los verdaderos problemas.

Todos los lobos eran iguales.

Pero algunos estaban más cerca de un monstruo real, mientras que otros se escondían bajo la piel de oveja.

Alexandra Labonair fue la prueba viviente de ello, el miedo de convertirse después de los meses en los que estuvo en forma lobuna debido a la maldición lanzada contra su manada, se volvió en contra suya de una manera que nadie previo, su mente se debilito, y así fue como la Bestia se volvió más fuerte.

Hasta que no pudo retenerla.

Inadu sonrió. ―Hasta en el arte de matar se necesita un plan, Alexandría.




━━━━━━━━




Sus ojos estaban puestos en la ventana que daba hacia las afueras del complejo, poco podía ver desde su posición y dudaba mucho que alguien lo acercase más a esta si lo pedía, pero lo que podía apreciar era algo que nunca pensó ver en la ciudad. Desolado. Las calles estaban tan poco transitadas que podían ponerte los vellos de punta, el sonido de la música y las voces de las personas al transitar eran inexistentes. Si lo podía comparar con algo, sería con un cementerio.

Y ni el LaFayette solía ser tan silencioso como lo estaba el Barrio aquel día.

―Ha sido una completa pérdida de tiempo ―expresó la voz Layna, cuando dejó el cuervo, ahora muerto, sobre la mesa de café caoba. Luego se tumbó en el sofá, estaba exhausta y se podía ver a kilómetros. Volvió sus ojos azules sobre su hermana menor ―. También los controla.

Había decenas de libros amontonados alrededor de donde se hallaba sentada, desde que lo habían obligado a permanecer en aquella habitación, la había visto trabajar sin descanso alguno de por medio. Incluso, había investigado como hacer uso de los cuervos de él para localizar a Alexandra, pero eso solo había caído en lo mismo que todo lo que intentaba: fracaso.

El Hollow realmente era una figura poderosa.

―Deberías rendirte, hermanita ―habló luego de un extenso silencio. Por su parte, Layna solo pensaba cual sería su otro paso, donde investigaría o cual hechizo podría hacer. Cerró los ojos cuando le escuchó hablar ―. No la encontrarás, o por lo menos, hasta que el Hollow lo quiera.

Layna rodó los ojos, en las últimas horas, cuando él hablaba solo decía eso: ríndete.

Y la bruja Dumont se estaba cansando de ello.

―¿Por qué mejor no te muerdes la lengua y te ahogas en tu propia sangre? ―soltó colocándose de pie para verlo. Maxim sonrió ante la respuesta, casi como si la estuviese esperando, Layna odiaba eso de él.

―Layna, necesito tu asistencia. ―interrumpió Freya marchando hacia los adentros del estudio irrumpiendo la futura discusión, Freya sostenía un rollo de papel bajo su brazo izquierdo y un bol con una bolsa de hierbas en su mano derecha. La bruja Dumont frunció el ceño con confusión.

―¿De qué se trata? ―interrogó cuando se acercó al escritorio ayudando a la bruja Vikinga a extender el pergamino sobre la mesa, en este se pudo ver el mapa del Barrio Francés. «―Otro hechizo localizador», pensó Layna.

Pero antes de que pudiese hablar vio a Freya vertir las hierbas en el bol para molerlas con sus manos, eso la confundió aún más, pues aquello no parecía un hechizo común.

―Ese es un raro hechizo localizador. ―señaló, pronto a la habitación se les unió Rebekah, quien se paró a su lado, con los brazos cruzados, como si hubiese seguido a Freya esperando la misma respuesta que Layna.

―Estoy tratando de seguir el rastro de la magia del Hollow ―murmuró Freya, observando el mapa mientras recitaba el hechizo con las manos alzadas frente al mapa. En definitiva, era otro enfoque que no se habían planteado, en vez de rastrear a Alexandra. ¿Por qué no seguir su magia? ―. Y casi la tengo. 

―Está en el distrito del Garden. ―leyó Layna, observando el círculo que rodeaba el nombre que estaba marcado en el mapa.

―Esa es la Casa LaForge ―señaló Rebekah ―. Una vez fue el centro de la clase alta, pero todo cambió cuando el doctor LaForge torturó y mató a su familia y conocidos.

―Pintoresco. ―murmuró Layna.

―No cabe duda ―admitió Rebekah para luego continuar con la narrativa ―. Y él juró hasta el día de su muerte que un espíritu maligno lo obligó a hacerlo y desde entonces, la casa ha estado desocupada. 

―La guarida perfecta. ―asintió Freya, observando el punto en el mapa. Pronto, alrededor de la casa se dibujó el símbolo del Hollow. Rebekah frunció el ceño.

―¿Qué es eso? ―preguntó Rebekah, señalando un segundo punto en el mapa, aunque varias calles más alejadas.

―Es un amplificador ―se animó a decir Layna, observando también el nuevo punto. Levantó la vista, buscando alguna señal aprobatoria por parte de Freya, luego repiqueteo su dedo en la segunda locación ―. Sí la serpiente representa al Hollow, entonces, la segunda locación debe ser algún tótem que le permita amplificar su poder y le permita protegerse.  

―Dahlia solía usar uno cuando estaba metida en algo terrible ―asintió Freya, afirmando con la cabeza ―. Eso haría al Hollow imposible de matar.

―Entonces, tendremos que destruirlo antes de poder enfrentarla ―expuso Rebekah para cuando, de repente, un tercer círculo se marcó llevando a las tres mujeres a fruncir el ceño. Nuevamente la serpiente comiéndose a si misma era marcada en el mapa. La vampiresa alzó la mirada hacia las dos brujas ―. Asumo que eso no debería pasar...

Freya frunció más el ceño, ciertamente no debía pasar.

―Y la tercera locación, representa a la Bestia ―habló Maxim llevando a que las tres mujeres lo mirasen. Estaba en un rincón del estudio, casi como olvidado, atado a una silla con las cadenas anti magia y rodeado por un circulo de sal que le prohibía salir o ser rastreado por alguien. Cualquiera diría que se veía en una mala posición, pero por la sonrisa socarrona en su rostro, se podía discernir al respecto ―. Como dije, solo podrán encontrarla cuando desee ser encontrada.

Rebekah tensionó la mandíbula.

Enfrentarse a Alexandra no era algo que quisieran, pero si que lo habían previsto. Después de todo, las noticias de la masacre a los lobos en el Bayou no tardaron en llegar hasta ellos cuando Vincent Griffith y Nathaniel Labonair les informaron al respecto. Por supuesto, le atribuyeron todo al Hollow pero no podían negar las marcas de lobo que habían encontrado en cada cuerpo.

Unas tan profundas que cualquiera creería que no se trataba de un lobo común.

Y ciertamente no lo era.

―Estupendo ―asintió Rebekah, sacando su teléfono y marcando un número mientras se volteaba a su hermana. No debían dejarle controlar la narrativa a Maxim ―. Layna, ¿te apetece un poco de aire fresco? Porque a mí sí. Y tal vez algo de sangre fresca. 

―Llévense el mapa con ustedes ―indicó Freya plegándolos y deslizándolo por la mesa ―. Está hechizado para rastrear al tótem. No vayan solas. 

Rebekah extendió su sonrisa, mientras se llevaba el teléfono al oído ―. Siempre un paso por delante, hermana ―una vez que escuchó como tomaban la otra línea se volteó ―. Hola, Kol.


Tras cortar la llamada, anunció que Kol se reuniría con ellas en el lugar indicado en el mapa. Layna había tomado los recaudos necesarios para evitar atraer la atención no deseada sobre ellas; tenía la sensación de que había mil ojos observando cada uno de sus pasos, siguiéndolas de cerca y acechándolas en cada esquina.

―Aquí estamos. ―anunció Rebekah, cuando finalmente arribaron a la entrada de la casa abandonada; Layna sintió un estremecimiento al ver el estado deplorable de la estructura.

―Como dije, pintoresca. ―señaló Layna.

―Espero que no se quieran aventurar solas. 

Rebekah chasqueó la lengua, llevándose las manos a la cintura y echando suavemente la cabeza hacia atrás. ―¿Por qué no? ―inquirió ―. Sí de amenazas se trata, la única grave está justo a mis espaldas. ―Tal vez había pasado mucho tiempo persiguiendo sombras, que no se había percatado hasta ese instante de la presencia de Marcel.

―Yo no soy ninguna amenaza ―repicó ―. En cambio, el Hollow si lo es. ―Rebekah rodó los ojos, volviéndose hacía él.

―El Hollow tiene a algún idiota protegiendo un tótem que le permite magnificar su poder ― explicó ―. Y eso la convierte en un ser imposible de derrotar.

―Y tenemos que encontrarlo y destruirlo ésta noche ―acotó Layna, sintiéndose observada ―. Tenemos los medios para hacerlo, pero primero debemos debilitarla. Y no me molestaría en lo absoluto si nos apresuramos.

―Además, Kol está en camino, ―añadió Rebekah, subiendo al primer peldaño ―puedes irte si quieres. ―pero Marcel se adelantó, subiendo dos peldaños por delante de ella sonriendo y tendiéndole una mano.

―¿Qué clase de caballero sería, si no las acompaño hasta la puerta? 

Ingresaron, una vez que atravesaron el roído umbral; Layna creyó que la marquesina se les caería en la cabeza, por lo que ingresó casi de un salto detrás de Rebekah. El lugar le ponía los vellos de punta.

―Cómo rey de ésta ciudad, ―dijo la vampiro, enarcando una ceja y observando con apatía el deplorable estado de la casa ―podrías hacer demoler estos lugares ―se lo pensó un momento ―. Cierto, debería hablar directamente con la reina.

Marcel rodó los ojos. ―¿Por qué no mejor dejamos las criticas de lado y no ponemos a trabajar a lo que hemos venido? ―Layna aguardó a que Rebekah dijese algo, pero simplemente rodó los ojos ―¿Por dónde comenzaremos? ―la casa era grande, llena de habitaciones y de retorcidos recovecos donde el Hollow podría haber mandado a esconder el tótem. 

―Podríamos empezar por aquí abajo.

―O podríamos empezar por no perder nuestro tiempo aquí ―la voz de Kol resonó en cada pared, elevándose a lo alto y perdiéndose en el inmenso vacío del techo ―. El tótem no está aquí. Ya he revisado toda la casa y no hay nada. 

Layna se cruzó de brazos, y enarcó una ceja.

―Pensé que tendríamos que esperarlo. 

―Yo también. ―asintió Rebekah.

―Bueno, ―Kol se recostó contra una pared, encogiéndose de hombros mientras se llevaba ambas manos a los bolsillos ―me estaba aburriendo. Y al parecer, ustedes se contrataron un guía turístico.

―¿Tienes algún problema? ―inquirió Marcel, dando un paso al frente, aunque la mano de Layna lo detuvo; no tenía sentido empezar una discusión que no llevaba más que a un callejón sin salida.

―Ya déjense de tonterías ―intervino Rebekah ―. El mapa dice que el tótem está aquí y seguro debe estar escondido en algún agujero. 

―Bien, si no me creen, pueden buscar por ustedes mismos. ―murmuró Kol apartándose de la pared. Layna había aprendido a desconfiar de todos, menos de aquellos que realmente conocía, y debido a Alexandra, los Mikaelson entraban en esa lista. Pero en ese momento, la actitud y la repentina aparición de Kol resultaban completamente sospechosas. Estaba por dar un paso al frente, hacia él, cuando una barrera invisible le golpeó el rostro como si hubiese chocado contra un muro, haciéndola retroceder, chocando con una segunda barrera a sus espaldas.

―¿Qué...? ―jadeó, llevándose las manos al rostro.

― ¿Qué demonios? ―exclamó Rebekah, chocando también.

―Es un sello ―informó una voz femenina más que conocida para los presentes. Desde una de las habitaciones emergió la mujer que habían buscado por toda Nueva Orleans por días ya, el Alfa de los Crescents estaba frente a ellos. Cualquiera diría que era un alivio, pero en realidad, no lo era. El azul brillante y gélido de sus ojos fue la confirmación de ello. Los tres dentro del sello levantaron la vista hacia el techo, dónde una runa había sido dibujada. Se detuvo a un lado de Kol para darle una mirada sin expresión ―. Dijiste que te desharías de ellos.

 Kol tenía la mirada baja y se podía ver apenada, Rebekah tensó la mandíbula para cuando Alexandra volvió la gélida mirada sobre ellos. ―Bueno, no importa. Es bueno que me haya preparado con antelación ―suspiró ―. Ya puedes irte.

Kol rodeó la burbuja que los atrapaba y se dirigió hacia la puerta, no sin antes volverse con una mirada apenada.

 ―Realmente lo lamento.

―¿Por qué la ayudas? ―clamó Rebekah, tratando de romper la barrera, aunque sabía que eso no tendría efecto alguno ―¡¿Qué te ofreció, Kol?! ―pero nuevamente, él les dirigió una mirada apenada mientras giraba el pomo abriendo la puerta. 

―Lo lamento.




━━━━━━━━




―No quiero. 

Morgan observaba la aguja que su tía sostenía en la punta de sus dedos. Hayley les había sido honesta y explicado el motivo por el cual necesitaba su sangre. Y no esperaba que alguna de ellas aceptase a la primera, pero era honestamente la única opción que tenían hasta el momento.

―¿Tienes miedo de que duela?

Morgan asintió a lo que Hayley sintió como su corazón se arrugó.

―Nos asusta pensar que sí hacemos esto, tía Lex se meterá en problemas ―habló Hope mientras su hermana menor se acomodaba en el regazo de Hayley casi acunándose contra su pecho ―. Y nos asusta mucho pensar que el Hollow les puede hacer daño a ella y a ti, mamá. 

Hayley dejó la aguja dentro del cuenco y acercó a Hope a ella envolviendo sus brazos alrededor de los menudos cuerpos de las niñas, al estrecharlas contra ella, pudo sentir los suaves latidos de sus corazones.

―Sé que están asustadas y me encantaría poder estar hablando de otra cosa ustedes. ―dijo honestamente, aplastando su mejilla contra la cabeza de su hija ―¿Saben? Cuando Lex tenía la edad de Hope, tuvo que lidiar con un montón de cosas con las que no quería lidiar tampoco. Y cuando te tuve, prometí que jamás te haría pasar por esa misma sensación, pero... aquí estamos ―la pequeña mano de Hope descansó sobre la suya, mientras sus dedos acariciaban su piel. Acunó a Morgan más en su pecho ―. Y Lex me dijo algo muy importante cuando viniste al mundo, Hope. ¿Quieren saber que era?

Vio asentir a Hope mientras la cabeza de Morgan que reposaba en su pecho también se movía de manera afirmativa. ―A veces, tienes que hacer cosas que no quieres sólo porque eres la única que puede resolverlas.

―Como la tía Lex y tú. ―murmuró Hope, tomando la pequeña mano de su hermana para sostener a su madre y a Morgan entre las suyas.

―Como Lex ―aseguró luego de una inhalación. Tenía que retener las lagrimas, no iba a permitir que las niñas la vieran mal. Separó a Morgan de su pecho para que ambas niñas la vieran a los ojos ―. Así que, por ésta vez, quiero que hagan esto, porque son las únicas que pueden y sí lo hacen, todo acabará.

Ambas niñas asintieron sin dudarlo.

Volvió a acomodar a Morgan sobre su regazo y tomó nuevamente la aguja entre la punta de sus dedos, mientras Hope le entregaba una de sus manos, ella iría primero para mostrarle que no dolería tanto a su hermana menor. Hayley la masajeó suavemente antes de proceder a pincharla, dejando que la sangre comenzara a fluir para luego volcarla sobre el cuenco.

―Es un pinchazo pequeño ―dijo una vez que la sangre fue la necesaria; Hayley se llevó el dedo a los labios, besándolo suavemente ―. Sanará pronto y no dolerá. ―Hope asintió y luego fue el turno de Morgan, quien siguió a su hermana mayor en el mismo proceso ya que sí Hope no había llorado quería decir que no dolía tanto como imaginaba.

Y fue así como una vez que la sangre de las hermanas estuvo junta en el cuenco, Morgan saltó de su regazo y luego Hayley las atrajo hacia ella para darles un fuerte abrazo, Morgan escondió su rostro en el cuello de su tía, apretando con fervor sus brazos alrededor de su cuello. Hayley cerró los ojos, aspirando el aroma a la colonia sin alcohol que las niñas se ponían en las mañanas, el suave aroma a lavanda que ambas portaban.

―¿Tía Hayley? ―murmuró Morgan en una cuestionante a lo que Hayley la dejó proseguir cuando hizo un sonido con su garganta ―¿Mami y tu volverán?

Hayley las estrechó más contra su cuerpo.

―Ahora y siempre. 




━━━━━━━━




Las llamadas de Rebekah y Kol habían sido desviadas al buzón de mensajes, y no tenían tiempo que perder, por lo que su falta de respuesta abrió paso al próximo plan trazado. Hayley y Freya irían hasta la locación del Hollow con las dagas impregnadas con la sangre de las últimas Labonair mientras que Niklaus iría hasta la locación del tótem para terminar el trabajo de sus hermanos, a quienes, cuando los encontrara, les haría saber su furia.

La casa LaForge se alzaba frente a él para cuando subió los peldaños para adentrarse, el lugar era viejo y por supuesto, estaba corroído por el tiempo. Pero no tuvo tiempo de observar más el lugar, puesto que se vio atraído por las voces que provenían desde el centro de la casa.

―¿Por qué simplemente no quemamos la casa? ―ofreció Rebekah como opción. Estaba enojada, en demasía, y quizás todo sería más fácil si no fuese un enemigo conocido al que se estuviesen enfrentado. Eso quizás hacia que sus emociones aumentaran en gran cantidad, estaba en descontrol.

―No seas tan dramática. ―escuchó la voz de Marcel. Niklaus frunció el ceño.

―¿Dramática? ¡¿Dramática?! ―interrogo con una risa amarga ―. No llego tarde a mi manicura, Marcel ―gruñó ―. El tiempo para resucitar a Elijah corre. Y puede que Hayley y Freya estén en una misión suicida, y no quiero perder más gente que quiero...

―Rebekah...

―Qué irónico, dos de las criaturas más poderosas, atrapadas en un caza mariposas mágico ―irrumpió Klaus adentrándose al centro. Rebekah, Marcel y Layna lo miraron con sorpresa, pero en sus miradas el híbrido pudo percibir algo que no le gusto del todo ―. Díganme que no los a superado alguna bruja descerebrada.

La expresión en Rebekah fue dura y Niklaus frunció con levedad el ceño.

―Linda forma de referirte a tu prometida, Niklaus. ―la voz de la mujer que había buscado por días escuchó colarse por sus oídos. Nuevamente, por una de las habitaciones se adentro la figura de Alexandra Labonair. Sin embargo, no era la Alexandra de siempre, y eso lo pudo saber debido al brillar azul de sus ojos.

―Alexandra... ―murmuró.

―Sabía que vendrías por Rebekah, después de todo, no puedes permitirte el funeral de otro hermano, ¿cierto? ―Niklaus tensó la mandíbula ante la cuestionante. Alexandra sonrió para luego dar otros pasos deteniéndose a un lado de Rebekah, aunque las separaba la barrera ―. Puedo suponer a que has venido.

―Esta no eres tú, es el Hollow quien te controla. ―habló Layna por lo que se llevó la mirada de las esferas azuladas de Alexandra. Su sonrisa se extendió.

―¿Los uso...? ―se lo pensó ―. Si ―afirmó ―¿Los manipulo...? ―se lo volvió a pensar haciendo una mueca ―. También puedes decir eso, ¿pero realmente me pueden culpar de todas las tragedias y desgracias que han ocurrido en Nueva Orleans? ―interrogó volviendo la mirada sobre Klaus ―. Después de todo, solo saco a relucir los oscuros pensamientos y deseos suprimidos ―le miró con gracia ―. Al final todas esas cosas le siguen perteneciendo a los que me sirven. Así que culparme de todas las desgracias... ¿No les parece realmente injusto?

Nuevamente su sonrisa se extendió y sus ojos brillaron aún más, Klaus tensó la mandíbula.

Esa no era ella.

Era el Hollow.

―No voy a escuchar un minuto más estos sin sentido, Inadu.

Y fue así, como de repente, hizo uso de su velocidad vampírica pero solamente provocó una risa en la mujer que portaba el rostro de Alexandra cuando la sostuvo por el cuello contra la pared. El Hollow no había hecho ningún movimiento, eso hizo extrañar al híbrido.

―¿Dónde está el tótem? ―interrogó entre dientes cerca de su rostro. Una carcajada vacía abandonó su garganta.

―Deberías reformular tu pregunta ―dijo cuando lo miró con una sonrisa ―: ¿Quién lo tiene? ―soltó a lo que él frunció el entrecejo.

―Lo tiene Kol, Klaus ―expuso Rebekah de espaldas a su hermano mayor. Klaus sostuvo con menos fuerza el cuello de Inadu ―. Nos traicionó, el Hollow le ofreció algo.

Niklaus tensó con fuerza la mandíbula.

El zorro traicionero.

Algunas cosas realmente no cambiaban.

―Ahora, deberás tomar una decisión, Niklaus ―volvió la mirada sobre ella mientras sus dientes apretaba con más fuerza usando esa misma fuerza para aprisionar el cuello de la mujer bajo él, pero esta no parecía verse afectada ―. Rebekah tiene razón, Kol puede tenerlo, pero también Alexandra... ―una sonrisa socarrona se extendió más en sus labios, como si ese resultado hubiese sido planeado por ella, cada paso que ellos daban se sentía como la calculación de otro ser ―¿Con quien irás; el hermano traicionero o el amor de tu vida? ―inquirió burlona ―. Tic, tac. El tiempo se acaba, Niklaus.




━━━━━━━━




El cielo estaba encapotado, como si en cualquier momento podría caer un diluvio y ahogarlos a todos en sus futuras aguas. Las calles completamente desoladas y sin vida de Nueva Orleans solo le daban un aspecto más austero al Barrio, pero quizás el lugar que se catalogaría como el peor de todos, era la que se conocía como la Ciudad de los Muertos; el Cementerio LaFayette.

El hogar de las brujas del Barrio Francés era un lugar conocido por ser quizás el más vivo de todos siendo una antítesis a lo que era. Debido a la cultura que provenía de sus antepasados, las brujas establecían que los muertos no deberían descansar en paz en un ambiente oscuro y silencioso, todo lo contrario, había que celebrarlos todo los días, traerles ofrendas y así ellos podrían seguir entre los vivos.

Pero en el momento en que traspasó las puertas de metal que le daban la bienvenida, supo que aquel suelo había sido perturbado, después de todo; de los Mikaelson vivientes, Kol era el que más había conectado con su parte brujil. 

Por lo que en ese momento incluso él, siendo un vampiro, podía sentir que algo no estaba bien.

Miró un segundo al cielo oscuro mezclado con el olor que le proveía el lugar; sangre.

Olía a muerte.

Sin embargo, siguió con su camino hacia el destino que había trazado con anterioridad, se transportó con la rapidez de sus habilidades hasta la cripta marcada con una equis. En la parte de afuera, sobre su entrada tallado en piedra estaba escrito el nombre de la familia que residía en aquel mausoleo escrito en el creole de Louisiana «Morganson».

Y eso solo lo llevó a adentrarse sin dubitación de por medio, era casi irónico, el ser que sus hermanos y él, e incluso por lo que sabía, el Aquelarre Francés, había estado buscando por días se había escondido en el único lugar que quizás nunca buscarían.

Su propio suelo.

Después de un cruce a la izquierda pudo ver el cuerpo de la joven sentada con el vestido grisáceo con la que la había visto la madrugada de ese día, cuando había sido citado ahí para obligarlo a servirle al mismo ser con el que debía estar enfrentándose. Sin embargo, este mismo ser tenía algo con lo que Kol Mikaelson jamás pensó que volvería a ver en esa vida, o mejor dicho, a alguien.

El par de ojos esmeralda le miraron cuando volvió estos sobre la entrada, él ralentizó su paso, era casi irreal volverla a ver. La joven se levantó con rapidez del suelo lleno de tierra oscura y que se había adherido a su piel, sin embargo, se detuvo al límite que le ofrecía el círculo que le rodeaba.

―Kol... ―pronunció en un murmuro de forma lastimera pero esperanzada. Si él estaba ahí quería decir que había aceptado el plan del Hollow, lo que lo hacia un Seguidor. Bajo la mirada, era su culpa debido a que ella estaba enlazada con aquel ser.

Inadu lo había amenazado con borrarla de la existencia, y Kol jamás lo permitiría.

Se terminó de acercar hasta el borde con una sonrisa reconfortante. ―Ha terminado, Davina ―habló luego de un silencio finito en el que él decidió perderse en los ojos de la mujer que amaría por el resto de su existencia. Davina Claire se impresionó y frunció el ceño ante ello para cuando él acercó su mano hasta la de ella y la tomó para luego enlazarla. La castaña se sorprendió y sus ojos se humedecieron «Lo estaba tocando». Él la miró a los ojos cuando una sonrisa los hizo hacerse un poco más pequeños y ella, con su labio temblante, lo imitó ―. Terminó, querida.

Kol llevó su mano libre hasta el rostro de la chica y lo acunó.

―¿Cómo es posible? ―fue la pregunta que abandonó sus labios ―¿Cómo lo hiciste? ―abrió los ojos de golpe, y en estos solo pudo reflejar su horror ―. No me digas...

El menor de los Mikaelson se acercó hasta los labios de su amada y dejó un casto beso en ellos acallándola. Davina se sorprendió, volvía a sentir el calor de otro ser. En sus años atrapada en el plano de los Ancestros jamás pensó volver a sentir eso.

Cerró los ojos, y para cuando los abrió, Kol seguía ahí.

No era un sueño.

―Digamos que mis sobrinas están muy bien adaptadas a nuestra familia disfuncional, y estuvieron encantadas de ayudar, claro solo si... ―tanteo sus palabras con una mueca casi de risa. Davina frunció el entrecejo esperando la continuidad de la historia ―. Si les contaba la historia de nosotros, resulta que Lex es muy buena para los cuentos ―anunció con una risa atrapada en sus labios ―. Le contó a las niñas acerca de cada uno de nosotros a través de personajes en sus cuentos; y el nuestro tiene un nombre interesante... ―suspiró aún recordando el rostro serio de Morgan cuando escuchó las similitudes de su historia con la de su madre, así que prácticamente, sin dejarle terminar le puso titulo a aquella historia ―. El hechicero y la princesa mágica.

Davina alzó las cejas en sorpresa; pues jamás de imaginó que Alexandra les contaría sobre ella, que les haría saber que en algún punto de la vida, Davina Claire había existido. Pero de nuevo, ella había visto a la loba ir durante los cinco años pasados, sin excepción alguna, a su tumba en dos fechas especiales: El día de su cumpleaños y el día en que ellas se conocieron.

La bruja sonrió cuando bajó la mirada, agradecida y feliz de que la mujer que ella había querido como una familia, también era reciproca de esos sentimientos. Ellas no eran familia por sangre, pero se habían elegido para serlo.

Sin embargo, aquella felicidad se vio opacada debido a la situación que ahora les acompañaba. Kol vio el cambio de humor en Davina, y no tuvo si quiera que preguntar a que se debía, era más que obvio e incluso, cuando Niklaus y él casi se lanzaban en una pelea horas atrás, él vio algo en los ojos de su hermano que pocas veces había presenciado: desesperación.

Niklaus estaba dispuesto a matarle por obtener el tótem, pero Kol pronto entendió que no se trataba de tótem en si, era el hecho de que si él no lo tenía. Solo había otra persona que podía tenerlo.

Y Klaus no sería capaz de hacer algo en su contra.

Por lo cual se abalanzó sobre su hermano menor sin pensarlo dos veces, cada golpe, cada empujón y cada zarpazo estaban cargados de una desesperación extrema. Hasta que Kol finalmente lo comprendió, y fue así como le entregó lo que el Hollow le había dado para cuidar.

Kol no quería que sus hermanos sufrieran lo mismo que él, y no sería en sus manos donde recaería aquel dolor.

No más.

No obstante, la amenaza del Hollow no se llevó a cabo a pesar de su falta, después de todo, en su familia se ayudaban mutuamente, y Niklaus se lo hizo saber. El voto que se habían hecho hacia más de mil años lo incluía tanto como a Elijah o Rebekah.

Y en ese momento no pudo dejar de comparar sus palabras a las que Alexandra le había dicho años atrás; la importancia de Klaus, Rebekah y Elijah estaba en la misma categoría que la de él.

Ellos eran familia, siempre y para siempre.

Pero para Kol, eso ya no solo involucraba a sus hermanos, aquel voto se extendía a otras personas que no habían sido Mikaelson por sangre; pero si habían elegido serlo. 

―¿Sabes donde la tiene? ―interrogó llevando a que Davina le mirase a los ojos. No entendía lo que le pedía, después de todo, si el tótem había sido destruido, era solo cuestión de horas para que el Hollow fuese derrotado en el plano viviente y encarcelado, una vez más, por los Ancestros ―. Los hechizos localizadores no funcionan sobre ella, e Inadu está haciendo proyecciones astrales ―suspiró negando. Kol estaba lejos de confiar en que un ser de su calibre podía terminar simplemente por entregar un objeto, no podía ser tan fácil ―. Un tótem no es lo suficientemente fuerte para hacer esas clases de cosas.

Las probabilidades raramente estaban a su favor.

Desvió la mirada mientras Davina lo miraba con intriga. ―¿Piensas que la esta usando como fuente de poder? ―interrogó aquello que en la mente de Kol ya no era si quiera un credo, era un hecho.

El vampiro asintió.

―Cuando citó a sus Acólitos en el LaFayette esta mañana, no la vi por ningún lugar ―informó lo que llevó a Davina a fruncir el ceño, no le seguía a lo que Kol se percató ―. Pero esta madrugada era Lex la que estaba aquí cuando dormías, y por lo que se de mis hermanos, el Hollow no solo ha estado asesinando lobos, la necromancia también parece dársele ―se alejó de Davina mientras su mente pensaba en como solucionar aquel problema ―. Además de ti, hubo otra resurrección ―la miró ―. Artemisa Morganson volvió entre los muertos y ahora esta encadenada al sótano del complejo.

Davina se sorprendió ante ello, jamás se imaginó que el Hollow la traería, pero había una pregunta que restaba al respecto: ¿por qué?

Pero aquello podría tener tantas respuestas como las posibles preguntas que se suscitarían luego, por lo cual, pensar en la razón del por qué de aquello se vio desplazada por la situación que les urgía en el momento.

Encontrar el segundo tótem del Hollow.

―Piensas que no es el poder del Hollow lo que me trajo de vuelta, ¿cierto? ―inquirió cuando lo vio pasearse dentro de la cripta. Kol simplemente asintió.

―Es un espíritu de más de dos mil años que estuvo encerrada en el lado de los Ancestros, sin poder acceder a la magia, y sin importar cuantos sacrificios ofrecieran en su nombre, necesitas un gran poder para practicar el revivir a los muertos ―señaló mientras aún pensaba sobre la marcha. Era claro que había planeado usar a Alexandra durante todo ese tiempo, y comenzaba a entender aquellas cosas que Rebekah le mencionó una que otra vez durante el Mundo Sueño ―. Y creo que no es la primera vez que sucede.

Davina se tensó. Ella sabía por medio de los Ancestros lo que se decía sobre la loba que poseía magia, la aberración de la naturaleza, la bruja que trajo consigo un diluvio de sangre en su nacimiento. La maldición del Hougarou.

―Tal vez nosotros no seamos capaz de rastrearla, pero conozco a alguien que puede ayudarnos ―habló la bruja lo que llevó a Kol a mirarle con intriga. Freya, su hermana, una bruja de más de mil años había luchado por localizar a la loba y había fallado en cada intento. Lo que le hacia preguntarse: ¿Quién sería esta persona que lo lograría? ―. Se trata de la descendiente de la única otra bruja con genes lobunos no parte del linaje Labonair, Ysabelle Dellacourt-Lescheres.

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