Una parada en Colonia Basilia

By antoenletras

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Un desperfecto en su camión de carga lleva a Tadeo a pasar un fin de semana bastante peculiar. Nunca imaginó... More

Prólogo
1 - Bienvenidos a Colonia Basilia
2 - En medio de la ruta
3 - Un rincón lleno de vida
4 - Con más carisma que habitantes
5 - Una gran familia recibiendo visitas
6 - Con espíritu de turista recién llegado
7 - De rincones especiales
8 - Y una gran historia detrás
9 - Un lugar llamado hogar
10 - De conexiones inexplicables
11 - Y fuertes impulsos
12 - Un mundo por conocer
14 - Y futuros que se encienden
15 - Un latido en común
16 - Un sentir desafiante
17 - Y confesiones que conectan
18 - Soltar el control
19 - Un antes y un después
20 - En el comienzo de un sueño
21 - Abriendo las puertas al futuro
22 - De la mano del amor
23 - Y de las nuevas oportunidades
24 - Un nuevo presente y un futuro que asoma
25 - El frío del mañana
26 - El quiebre del presente
27 - Y el refugio del ayer
28 - Una promesa
29 - Y una despedida
30 - Una lógica que duele
31 - Una decisión que acecha
32 - Y lo inesperado de la vida
33 - Amando a destiempo
34 - Latiendo a lágrimas
35 - El después del adiós
36 - Los nuevos comienzos
37 - La magia de la vida
38 - Apostar al latido
39 - Un lugar, un hogar
40 - Colonia Basilia
Agradecimientos
Nota de autor
Epílogo

13 - Con pasados que son ruinas

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By antoenletras


Olivia observó a Tadeo hasta que desapareció por la puerta principal del comedor. Y en ese entonces, sintió un impulso muy grande de ir tras él para saldar el beso pendiente de la noche anterior. Ese beso no dado le había robado el sueño y temía que quedara doliendo en su mente por mucho tiempo más. Pero no podía, ir tras él era una locura... No era propio de ella hacer esas cosas. Aunque su cuerpo y su corazón empujaban hacia la puerta.

Había odiado tanto la interrupción de su auto que hasta había deseado haber ido en bicicleta. Aunque seguramente, si iba en eso, no hubiera llegado hasta el comedor para verlo.

—Oli, la mesa diez. —La voz de Igor la sacó del bloqueo y la alejó un poco de la tristeza. Debía seguir trabajando.

Cuando regresó con la lista de lo que había pedido la familia, se tomó unos minutos para mirar a Igor con atención.

—¿Se puede saber qué te sucede? —le preguntó con un poco de coraje.

—¿A mi? ¿Por qué?

Ella rodó los ojos. Era obvio que se estaba haciendo el desentendido. Desde que Tadeo había ingresado al comedor, su rostro se había vuelto serio al igual que su voz. Y la cantidad de comentarios fuera de lugar que había hecho, resaltaron.

—¿Tienes algún problema con el camionero? Algo que no me haya enterado...

Rió forzosamente.

—Me molesta que no te des cuenta, solo eso.

—¿Qué no me dé cuenta de qué? —le preguntó sorprendida.

—Por como lo miras parece que estás embobada con él... ¿Y sabes como suelen ser los camioneros no? Como los marineros, un amor en cada puerto.

Olivia quedó sin palabras. ¿En serio era tan obvio que le gustaba? ¿Y en serio era tan obvio que todos los camioneros eran asi? Porque definitivamente, Tadeo no parecía ser esa clase de jóvenes... Aunque no lo conocía.

No entendía por qué tenía esa sensación de querer defenderlo como si lo conociera desde siempre.

Para su suerte, llegó el pedido de la mesa tres y eso le dio tiempo a darle una respuesta a Igor. Porque no sabía que decir.

—¿Y tu lo conoces? —le preguntó cuando regresó.

—¿Al chico ese? No —volvió a reír—. Pero si a muchos otros que han venido a comer aquí y hemos hablado.

—Entonces estás suponiendo.

—¿Por qué lo defiendes?

—No lo defiendo. Solo que sabes que no me gusta que hablen asi de las personas sin conocerlas.

—Solo no quiero que te ilusiones sin razón —le dijo cambiando el tono de voz.

—No me estoy ilusionando.

—Si tu lo dices...

—Igor, no necesito que nadie me cuide. ¿Si? Sé lo que hago.

Él suspiró.

—Me es inevitable. ¿Tengo que disculparme por eso? No quiero verte como la ultima vez. ¿La recuerdas? Nunca te había visto tan pendiente de tu celular y tan triste como esa vez.

Olivia lo recordaba, era imposible olvidarlo. Aunque al principio lo había intentado con todas sus fuerzas, hasta que había entendido que formaría parte de su vida para siempre.

Había sido ese verano en el que se había enamorado del guardavidas Santiago. Nunca había tenido otro amor que no sea Igor, tampoco muchas posibilidades para conocer gente en el pueblo; antes no era tan turístico como en ese momento. Cuando conoció a Santiago, se ilusionó como nunca antes. Era muy guapo, divertido, despreocupado e interesante. Haber coincidido en sentimiento la había llevado a vivir una historia de amor apasionante; lo recordaba como una película donde todos sus sentimientos habían llegado a un nivel que no había conocido antes. Aunque solo había durado cinco meses, lo que duraba la temporada de verano en el balneario.

Después de esos meses, él había regresado a su ciudad natal, que quedaba mucho mas lejos de allí, a casi doce horas de viaje. Aquello había sido un golpe muy duro para ella. Desde un principio había sabido que aquello ocurriría, pero había decidido ignorarlo. Hasta que llegó el momento y su mundo se vino abajo.

En esos momentos había intentado hacerse la idea de mantener la relación a distancia hasta que volviera la temporada siguiente, o hasta que alguno de los dos pudiera viajar a la ciudad del otro. Pero Santiago parecía no poder con aquello.

De pronto, los mensajes comenzaron a ser mas distanciados, hasta llegar a pasar a días sin hablar. La situación había puesto a Olivia en una amargura y tristeza inexplicable. No tenía ganas de hacer nada y con mucho esfuerzo llegaba a pisar el comedor. Waldo le había dado unas semanas de vacaciones al ver que tampoco era muy eficiente, pero al regresar, las cosas seguían igual.

Le había costado mucho tomar el valor para pedirle hacer una videollamada y finalmente, hablar de lo que sucedía. Santiago le había explicado que él nunca había tenido la idea de una relación a distancia, que no podía, que era demasiado para él y que lo mejor era terminar todo ahí. Aunque le había encantado conocerla, las cosas se habían complicado y era mejor aceptarlo.

La ruptura había traído un nuevo dolor, pero un alivio. La incertidumbre se alejó de su presente y solo quedó con ella el dolor del duelo que fue mermando con el correr de los días.

A pesar de la experiencia dolorosa del final, la situación la había ayudado a crecer mucho, a definir su rumbo en el amor y a ser más madura en caso de que volviera a enamorarse. O eso creía, ya que nunca más había logrado hacer latir su corazón por alguien.

Al principio le había costado hacerse a la idea de un nuevo enamoramiento. La simple idea la llevaba al dolor. Pero con el tiempo, se fue amigando con la idea hasta llegar a aceptarla. Tenía ganas de vivir un nuevo amor. Aunque nunca se había dado la oportunidad.

—No volverá a pasar. Y si pasa es problema mío.

—Mesa cinco —dijo dando por terminado el tema.

Olivia llevó el pedido y decidió dejar de sacar charla respecto a eso. Igor era un tema pasado en su vida, tanto como amigo y mucho más, como potencial pareja. Definitivamente, había sido una mala idea comenzar un romance con él. Aunque estaba feliz de saber que sus primeras experiencias las había vivido con alguien que en verdad la amaba.

Después de tomar la decisión de regresar a Colonia Basilia, dejando atrás Valedai, había intentado continuar con el romance con Igor. Pero las cosas no funcionaban bien a lo lejos con èl. Así que habían terminado su relación.

A los pocos meses, se enteró que él había comenzado a salir con una chica de allá, y eso la había destrozado... Pero en el fondo le deseaba lo mejor. Después de todo, lo seguía queriendo.

Pasaron dos años hasta que Igor siguió la decisión de ella de regresar a Colonia Basilia. Olivia se enteró de una manera que hubiera preferido que fuera diferente: cuando él empezó a trabajar en el comedor. La noticia la había desestabilizado en todo sentido. Tener que aceptar que volvería a vivir en el pueblo y que, encima, sería su compañero de trabajo, había sido algo muy difícil.

Recordaba que en esos momentos había deseado recuperar la amistad con él, porque la soledad que sentía era inexplicable. Pero después de un tiempo había logrado hacerse a la idea de que aquello vivía en el pasado y que sería imposible recuperar cualquier cosa con Igor. Ambos habían cambiado. Ya no eran las mismas personas que antes del romance.

Los dos habían sorteado el obstáculo de trabajar juntos con una historia en medio, haciendo como si nada hubiera pasado. Mantenían charlas superficiales, evitaban temas sensibles, pero aun así se acompañaban en momentos difíciles como lo fue la enfermedad del padre de Igor.

—Es un idiota —le había dicho Igor cuando ella culminó las breves vacaciones que no habían hecho mucho por su ánimo.

—Lo sé.

—Espero que no se aparezca por aca porque mi recibimiento será una piña. —dijo haciendo referencia a Santiago. Olivia había reído. —Lo digo en serio.

—No hace falta.

—No me gusta que te hagan daño —había confesado él.

—A nadie le gustan los daños. Pero son inevitables. Tu también me has dañado en su momento. Forma parte del amor, ¿no? O del desamor. —Esa vez sus palabras no tenían límites. Sus emociones habían estado tan revueltas que no encontraban freno. Y después de decirlo, se había arrepentido.

—Sabes que siempre me he arrepentido de eso.

—¿De lo que vivimos?

—De las peleas, de ser tan idiota.

—Ambos lo fuimos.

—Te he dejado sola cuando mas necesitabas compañía... Y verte sufrir ahora por Santiago hace que asocie este sufrimiento con el que yo te causé. Estabas así de mal y no te ayudé, yo...

—Igor. No vale la pena revolver el pasado.

—Pero estoy arrepentido.

—No tiene sentido. ¿Si? Dejá a tu ego tranquilo y concentrémonos en el presente, ¿si? Así vamos bien.

Desde aquella charla en la que ambos habían tocado su relación pasada, nunca más había salido a la luz. Ambos se habían encargado de evitarla, y mucho más Olivia. Hasta ese día. Parecía ser que Igor estaba empeñado en regresar al pasado cada vez que el corazón de Olivia se concentraba en alguien más. Sus amigas le habían dicho que podían ser celos, pero ella descartaba totalmente la idea. Ambos habían aceptado que no habían funcionado como pareja. Y creía que ambos lo seguían teniendo presente. Además Igor había vivido mas romances después de su ruptura. Aunque habían sido breves, existieron.

Ella estaba segura de que lo que le sucedía era que cada vez que ella sufría o estaba cerca de que la lastimaran, él recordaba el propio daño que le había causado. Y su ego no podía con eso. Pero estaba segura de que el sentimiento de arrepentimiento nacía más de la amistad que habían tenido que del romance que habían vivido. Eso último solo había sido un error, una motivación de las hormonas, una mezcla de sentimientos no procesados...

El resto de la mañana lo vivió sintiendo la ausencia de Tadeo. Había salido por la puerta principal, se había ido... Y no sabía cuando volvería a verlo. Y la asustaba que aquello le preocupara tanto.

Tadeo llegó a Villa Manéz a media tarde. Logró descargar las semillas cerca del puerto y se dirigió rumbo a la playa de estacionamiento a esperar a que le avisaran cuando cargar la siguiente.

El hambre comenzó a alertarlo y lo único en lo que pensó fue en los cupcakes de Olivia. Abrió la fuente y el olor a limón despertó sus papilas gustativas haciendo que deseara con el alma devorarse todo lo que había allí.

Comió en silencio con una botella de agua al lado. Masticaba mientras miraba al horizonte, perdido en sus pensamientos.

"¿Qué me pasa?" pensó preocupado. Si se detenía a observar sus emociones, era fácil determinar que sus latidos habían empezado a declarar su nombre. Aunque por lo mucho que había escuchado de psicología, sabía que era imposible que un sentimiento real se generara tan rápido. Y que muchas veces, solo era producto de la imaginación. Pero estando ahí, se dio cuenta que por mas imposible e imaginario que fuera, podía sentirse igual. Y un poco le molestaba.

Le generaba incomodidad porque sabía que su vida, en ese momento, con sus planes a futuro, estaba muy lejos de lo que era el amor de pareja. Si, lo había intentado. Había probado a coordinar sus viajes, su trabajo, sus planes, con una persona... Y todo había terminado en fracaso. Y se había prometido nunca mas dejarse llevar por aquello. Tenía que mantener la mente fría, enfocada en lo que quería lograr de su vida. Y todo eso lo llevaba a distanciarse de la idea típica del amor.

Pero en el fondo lo sabía. Deseaba encontrar una compañera de ruta, de vida... Alguien en quien depositar todo el amor que creía llevar dentro.

Su vida amorosa no había sido muy buena. Había tenido varias parejas en su adolescencia... las cuales estuvieron invadidas por la inmadurez y no habían logrado pasar del año. A sus veinte, había iniciado su primera relación larga. La historia con esa chica había marcado su vida. Había descubierto lo que era sentir amor puro, sincero, plagado de pasión, de planes a futuro. Había descubierto lo que era querer darlo todo por alguien, por el simple hecho de lograr una sonrisa en su rostro.

La relación duró tres años. Años plagados de recuerdos hermosos, de historias interminables y un montón de momentos compartidos. Una historia que terminó con una infidelidad de parte de la chica.

Haber descubierto aquella traición lo había destrozado por completo. Ella se había convertido en su principal pilar en su lucha por encontrar su rumbo y por superar la muerte de su abuela, era quien lo hacía sentir que todo estaba bien a pesar de la confusión y el desastre que vivía en ese entonces. Pero al parecer, todo eso que él sentía, no era recíproco. Solo bastó una noche de borrachera junto a su mejor amigo para que el amor de ellos muriera en su cuerpo, o pasara a segundo plano... O lo que fuera que había hecho con su historia en ese instante.

Había terminado destruido. Tanto, que no solo había empezado a descuidar la tercera carrera que había iniciado si no que había empezado a vivir una angustia que lo hundía cada vez mas. En ese entonces se había dado cuenta de lo perdido que estaba, de lo desconectado de la vida que se sentía y de las pocas fuerzas que tenía para seguir adelante. Entonces había decidido iniciar terapia.

Había sido un proceso de recuperación bastante largo. En primer lugar había aceptado que lo que estaba estudiando no le gustaba, así que abandonó el estudio. También aceptó que necesitaba regresar a las tareas comunitarias que había realizado junto a su abuela antes de que falleciera. Eso hizo que regresara al hogar de ancianos a colaborar con todo lo que podía, lo que lo ayudó a conectar un poco mas con la vida. A través de las anécdotas y charlas con las personas que vivían allí logró tomarle mas cariño a su día a día, a su juventud y a la cantidad de oportunidades que podía encontrar en su camino.

Después debió enfrentar a su padre para decirle que su vida no estaba en una universidad ni entre los libros. Que su rumbo era otro... Y eso generó un quiebre muy grande en su relación. Pero entonces apareció en escena su desconocida abuela materna quien llegó para llenar muchos vacíos y para brindarle una compañía muy grande. Sobre todo, a la hora de decidir empezar a trabajar como camionero.

De esa forma y a paso lento, con acompañamiento profesional, había logrado concentrarse de nuevo en sí mismo, aprendió a no delegar nunca mas en nadie el sentido de su vida... Y permitirse encontrarlo por su propia cuenta.

Así, más maduro y volviendo a confiar en el amor, su corazón empezó a latir por una joven de Valedai. Ese amor fue muy pasional, lo ayudó a curar sus heridas, a volver a confiar, a creer una vez mas en que el amor era posible. Pero con el tiempo, esa euforia inicial fue debilitándose y ambos acordaron que lo mejor era seguir solo como amigos. Seguía hablando con ella, aunque muy esporádicamente.

Sus esperanzas en el amor seguían en pie. Era consciente de que el amor existía y que era una energía hermosa. Pero también había aceptado la dificultad que implicaría para él coincidir con alguien, mas teniendo en cuenta como era su vida y los planes que tenía a futuro.

Pero aun así, de pronto, sin querer, su corazón volvía a latir en nombre de alguien mas, al compás de una sonrisa ajena. Aunque esperaba que fuera solo producto de las ilusiones, de las ganas de compartir algo con alguien. Porque era imposible un sentimiento tan repentino. Según los libros, según la psicología, según todo lo que él sabía, era imposible.

Pero las letras no dejaban de surgir y con todo lo que tenía en mente, creía poder hacer más de tres canciones. Al menos en eso, tenía mucho por agradecerle a su tonto corazón.

Agarró el celular por impulso y sacó una foto al cupcake que estaba comiendo.

"Definitivamente, estan muy ricos"

Leyó el mensaje una vez mas. Dudó medio segundo, pero finalmente se decidió a enviarlo.

Sin esperar respuesta, bajó y caminó hacia la estación de servicio que había metros más adelante. Necesitaba darse un baño antes de poder relajarse en el interior de su camión. Por suerte, la ducha de aquella estación estaba bastante limpia. Cuando salió, compró su cena y regresó al camión.

Como aun no tenía hambre ni sueño, sacó la guitarra de su estuche e hizo sonar algunas melodías. La hora pasó volando y el hambre anunció el paso del tiempo. Guardó la guitarra, comió y luego se acomodó en la litera.

Esas eran una de las cosas que mas disfrutaba de aquella profesión. Poder dormir rodeado de naturaleza. Poder mirar por la ventana y observar las estrellas luciéndose para él. Esa paz no la daba ningún otro trabajo.

Despertó con la alarma de las ocho de la mañana y con el calor comenzando a ganar territorio. Prendió el aire acondicionado y revisó su celular a ver si tenía novedades sobre el siguiente viaje. Le habían confirmado que debía estar en el campo al mediodía.

Pero el mensaje que mas capturó su atención fue el de Olivia.

"Me alegro! Qué tal el viaje?"

Con una sonrisa se dispuso a contestar. Le contó que estaba en Villa Manéz y que debía esperar la carga hasta el mediodía. Y que de ahí partiría hacia Prainás, que quedaba mucho mas alejado. Y de ahí iría hacia Valedai pero por una ruta diferente.

"Así que no podré pasar a dejarte la fuente"

Después de enviar el mensaje, se dio cuenta que agradecía mucho tener la excusa de la fuente para pasar a verla una vez mas. Nunca había sido miedoso ante los impulsos que le generaba el día a día, pero en ese entonces, el sentimiento que empezaba a aparecer, lo desestabilizaba. Tanto, que si no existiera esa fuente, quizás hasta evitaría pasar por allí y verla.

Sacudió su cabeza ante esa idea y entendió que por mas que la fuente no existiera, sus ganas eran mas fuertes. Volver a verla era un impulso mucho mas fuerte que la cantidad de miedos que podían surgir ante sus latidos inexplicables.

Una vez que el camión estuvo cargado, partió. Durante el viaje perdió señal y recién logró recuperarla cuando se acercó a un pequeño pueblo para cenar. Decidió pasar la noche allí y luego continuar hacia Prainás.

"No te preocupes por la fuente, sé que está en buenas manos. Tampoco conozco Prainàs, aunque no creo que eso te sorprenda."

El mensaje le robó una sonrisa mientras comía su sándwich.

"Definitivamente, terminaré invitandote a alguno de mis próximos viajes. Mientras tanto, te mandaré fotos para que te vayas habituando al paisaje de viajero." Le envió cinco fotos que había sacado en el trayecto, donde se podía ver campo, árboles y más campo.

"Wow, se parece mucho a Colonia Basilia, no? Jajaja

Quizás acepte el viaje, si mi jefe me lo permite"

Una nueva sonrisa apareció en su rostro.

"No creo que Waldo tenga problema... Igual hacemos viajes los fines de semana. Los camioneros no tenemos ese privilegio de libertad que tienen los camareros."

Hablaron un rato más de manera banal sobre los privilegios y contras de cada trabajo, hasta que Olivia se despidió para ir a cenar.

Entonces Tadeo notó que tenía un mensaje sin leer de Marcos.

"Al final vendrás el sábado? Quiero saber si tenemos cita o no."

Suspiró. Lo había olvidado por completo... La cita doble con la rubia de la discoteca había pasado a un segundo, tercero o cuarto plano. No sabía si tenía muchas ganas de ir. Pero terminó aceptando de todos modos. Tal vez un poco de distracción no le haría mal.

Llegó a Émiton el viernes por la tarde, muy cansado y con ganas de darse un baño y dormir. La mañana del sábado, desayunó café acompañado del último cupcake de Olivia. Y nuevamente, sintió un impulso de avisarle que no tenía más... Como excusa para volver a escribirle. Aún no se había comunicado desde la noche del jueves y le sorprendía lo mucho que la extrañaba.

Decidió distraerse y se dedicó a lavar la ropa que había usado en el viaje. Después de eso, empezó la preparación de un almuerzo decente. Las comidas de los viajes hacían que extrañara eso, aunque Paraíso al paso había ayudado bastante con ese tema.

Marcos le confirmó el lugar y la hora para la cita, pasaría por él en el auto e irían al bar. Tadeo estuvo listo y se sentó en el borde de la puerta a mirar la gente pasar. La tranquilidad lo invadió por completo y por un segundo, se sintió en Colonia Basilia.

Su amigo llegó diez minutos antes, y eso solo era posible cuando se trataba de algo importante. Al parecer, la morocha le gustaba mucho.

—Para devolverme el favor, mañana llevame a Valedai —le dijo después de saludarlo.

—¿Qué favor? Si tu también tienes cita hoy.

—La verdad, no estoy muy interesado...

—Ni la conoces.

—Por eso mismo...

Las respuestas de Marcos hicieron que Tadeo se diera cuenta que no tenía ganas de ir a Valedai así que investigó en internet los horarios del autobús. Para su suerte, si alcanzaba a tomar el de las ocho de la mañana, estaría antes del mediodía.

Llegaron al bar antes que las chicas y pidieron una botella de cerveza. Ellas llegaron mas tarde de la hora acordada, pero luciendo despampanantes.

—Hola, casi llegamos tarde —rio la morocha saludandolos.

—Hola —le dijo la rubia directamente a él.

Era linda. No podía negarlo. Demasiado. Llamaba la atención de varios de los que estaban ahí.

Marcos le presentó a Magalí, la morocha y a Valentina, la rubia.

Hablaron un poco sobre sus vidas, lo que estudiaban, sus trabajos... Y aunque Tadeo hacia un esfuerzo, no podía ignorar el sueño que tenía.

—¿Y que tal el trabajo de camionero? —le preguntó la chica tomando un sorbo de su vaso.

—Bien, me gusta. Es lindo viajar.

—Medio aburrido igual, ¿no? Ahí perdido en el campo —rio—. Me acuerdo cuando viajaba a la costa, esos trayectos que eran puro verde y vaca —una nueva risa—. Aburridisimo.

Tadeo se rió forzosamente.

—Tiene su magia.

—Como muy oculta, ¿no?

Se encogió de hombros y decidió cambiar de tema.

—¿Y tú dónde trabajas?

—En una empresa, soy recepcionista. Trabajan varios abogados y profesionales exitosos de la zona. Muy top la verdad.

—Que lindo...

El silencio se instaló entre ellos y los únicos que parecían haber logrado una conexión eran los otros dos.

Cuando se acercó la hora de cenar, Tadeo propuso ir a otro lugar. El ambiente cerrado de aquel bar había comenzado a ahogarlo.

—¿Y a dónde quieres ir? —le preguntó Magalí.

—No se, cerca del lago hay lindos lugares —propuso recordando que allí había varios restaurantes que ponían mesas en el exterior.

—Ay, no —interrumpió Vale—. Medio sucio comer cerca del lago. Vamos a Génesis, tienen terraza.

Los otros dos estuvieron de acuerdo y a Tadeo no le quedó más opción que aceptar. Al menos estaría al aire libre.

La música de aquel lugar estaba a un nivel bastante alto por lo que las conversaciones se veían un tanto impedidas. Tadeo aprovechó eso para mirar las fotos que había sacado en Colonia Basilia y decidir cuales subiría.

—¿Qué miras? —le preguntó Valentina acercándose a su oído.

Tadeo le mostró una foto del río.

—¿Has ido alguna vez?

Ella negó con una mueca.

—Prefiero el mar. El río se me hace como muy sucio, ¿no te parece? —rio mientras se acomodaba el cabello.

—Es tranquilo —se defendió él mientras seguía mirando.

—Eso es como sinónimo de aburrido ¿no? —volvió a reír.

—Un poco —masculló él no muy convencido. Olivia la mataría... o la llevaría a recorrer su pueblo a la fuerza.

Rio imaginando esa escena. Definitivamente, la rubia no parecía ser una persona que aceptara ese tipo de aventuras.

Decidió probar con una foto más. Era del día que había tocado la guitarra en una esquina.

—Mira esto —le dijo observando su reacción.

—¿Eres tú? —le preguntó con una mueca de disgusto.

Él asintió sonriendo.

—Fue divertido hacerlo.

—Como que muy de vagabundo, ¿no?

Él rió. Definitivamente, Valentina hablaba otro idioma.

Decidió no esforzarse en sacar temas de conversación y continuó mirando su celular el resto de la noche. Publicó una foto de Colonia Basilia en su cuenta de Instagram con la leyenda "Un lugar lleno de rincones especiales".

A los pocos minutos, apareció el nombre de Olivia en sus notificaciones y al rato, un mensaje de ella.

"Me alegra saber que sigues con vida"

Sonrió y le contestó.

"Ya estoy en Émiton sano y salvo

Cómo sigue la fiesta?"

—Me quiero ir. —La voz de Valentina los alertó a todos.

—Yo no —le dijo su amiga quien parecía haber conectado mucho con Marcos.

Tadeo, siendo consciente de que también era un poco su culpa que la chica se estuviera aburriendo, se puso de pie.

—Te acompaño.

Ella lo miró mal.

—Bueno, acompáñame a esperar un taxi.

Se despidieron de los otros dos y salieron al exterior.

—No te lo tomes a mal, eh. Eres muy lindo, pero como que no conectamos nada, ¿no?

—No te preocupes. Entiendo.

Esperaron en la esquina en silencio hasta que pasó un taxi y Tadeo lo frenó para ella. Se despidieron y él caminó hasta su casa. Y recién en ese momento, respiró tranquilo. Había sido una cita desastrosa para él, pero cuando miró su celular para ver la hora, se encontró con la respuesta de Olivia y la sonrisa regresó a su rostro.

Pasó la noche hablando con ella.

Al día siguiente, la alarma lo despertó temprano. Debía ir a la estación de autobuses para partir rumbo a Valedai.

"Paso por ti a las once. Estoy saliendo para Valedai"

Su respuesta llegó a las diez.

"Te espero, cariño."

Era increíble lo mucho que extrañaba pasar tiempo con ella.

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