Amor Mío

By VictoriaRuffoLove

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Español Versión de My Love ~ (U/P: 2010) Victoria Ruffo y César Évora La Pareja Tekila como Victoria y Heribe... More

Introducción
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce

Capítulo Siete

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By VictoriaRuffoLove

Esa noche, la pareja se iría a la cama juntos como de costumbre, y aunque Victoria estaba un poco nerviosa, levemente herida debido a su hija menor, estaba tranquila porque sabía que la niña estaba bien.

Se apartó el cabello negro ondulado de la cara, en su tocador, dejó escapar un suspiro suave mientras se levantaba para dirigirse a la cama, desatando su bata antes de tirarla a los pies de la cama.

-- ¿Estás bien? --preguntó Heriberto, quitándose las gafas de lectura para prestarle atención.

-- Sí, solo un poco estresada y preocupada --se subió, sentándose en una de sus piernas mientras dejaba que la otra colgara por el costado.

-- Fer está bien... No te preocupes, mi vida --colocó su mano sobre la de ella, acariciándola suavemente. -- Quiero decir, ella está en un gran problema, pero sabemos que está bien. --

-- Sí, pero ¿cuánto sale y hace este tipo de cosas delante de nuestras narices? --ella miró. -- No puedo evitar pensar que es mi culpa. --

-- ¿Por qué sería? --frunció el ceño. -- Yo soy quien la mima. --

-- Tienes razón, pero yo soy el que espiaba a María. Le presté mucha más atención cuando era pequeña y tú estabas trabajando. Me tomé un tiempo libre para cosas para ella, cuando llegó Fernanda, me di cuenta de que no. Realmente no tengo que hacerlo. Fuiste muy severo con María y yo no. Siempre tuve la intención de tratar a mis hijos por igual y supongo que no. --

-- No, Victoria... --

-- Heriberto, no discutas conmigo. No trates de darme el beneficio de la duda --negó con la cabeza. -- Soy totalmente consciente de lo que está pasando. Solo digo, si fuera por Fernanda, ni siquiera viviría conmigo. Odia hacer cosas conmigo, odia modelar, odia mi negocio a pesar de su amor por la ropa y el maquillaje. --

-- Bueno, estabas trabajando antes de que nacieran las niñas, así que no puede ser lo único que la moleste. No es como si hubieras creado una empresa para fastidiarla. --

Ella arqueó una ceja.

-- ¿Por qué no hablo con ella, o mejor aún, por qué no hacemos que María hable con ella? --

-- María está ocupada y no quiero molestarla con un lío que hice. No es tan grave e incluso si lo fuera, debería ser yo quien le hable de todos modos. --

-- Está bien --estuvo de acuerdo con un encogimiento de hombros. Mirando el reloj, -- Son las tres de la mañana, mi amor, descansemos un poco. -- Luego puso sus lentes sobre la mesa junto al libro que había estado leyendo.

-- Sí --suspiró semi y luego puso ambas piernas debajo de las sábanas y se deslizó hacia abajo.

-- Buenas noches --se inclinó y la besó.

-- Buenas noches, mi amor --luego arregló sus almohadas a su gusto y cerró los ojos.

Heriberto permitió que se sintiera cómoda y una vez que vio que lo estaba, la rodeó con el brazo, acercándola a él.

Ella puso su mano sobre la de él y lo apretó contra él, sintiéndose cálida y cómoda en su abrazo.

···

Permitiendo que sus manos vagaran por su pecho cincelado, finalmente miró al hombre alto, sintiendo instantáneamente mariposas en su centro.

-- Victoria... --susurró su nombre, diciéndolo con una forma de ternura y sinceridad; anhelando ella.

-- Osvaldo... Eres muy especial. --

-- Tú también --se inclinó para abrazarla y besar su cuello.

Cerró los ojos, su respiración se hizo más pesada a medida que pasaban los segundos, la forma en que él la tocaba tan simplemente.

-- Tengo que tenerte --murmuró, sin dejar pasar un segundo antes de presionar sus labios contra los de ella.

-- No, no... no puedo --lo empujó suavemente.

-- Victoria, no hay nadie aquí... Ni un alma a la vista y además, esta fue tu idea. --

-- Osvaldo... --

La besó de nuevo, dejándola sin aliento.

Ella se derritió en su abrazo, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello con firmeza, permitiendo que sus manos recorrieran su cabello oscuro.

Esa mañana, se disparó, jadeando al darse cuenta de que estaba teniendo un sueño muy íntimo. -- Heriberto --murmuró su nombre, sintiendo como si el sueño fuera un verdadero error.

-- Victoria, ¿estás bien? ¿Qué pasa? --su marido se levantó para estar a la altura de ella, con la mano posada en su espalda.

Dejó caer la cabeza entre las manos y la sacudió.

-- ¿Qué pasa, mi cielo? --

-- No, nada... --suspiró. -- Tuve un sueño, fue solo un sueño... --aseguró y se inclinó hacia él, pasando sus manos por su cabello. -- Lamento despertarte --le frotó el pecho suavemente y hundió la cabeza en el hueco de su cuello.

Le dio un golpe en la cabeza, metiendo los dedos en su espeso cabello. -- Victoria... --

-- ¿Heriberto? --ella lo interrumpió.

-- ¿Sí? --él bajó la mirada hacia ella.

-- Lamento ser tan terrible contigo --aseguró. -- No te estoy dando la atención que te mereces, trabajando tanto... realmente lo estoy. --

-- Y yo para ti, también lo siento. --

-- Nos hemos estado empujando el uno al otro durante demasiado tiempo, digo que deberíamos reavivar lo que una vez tuvimos. --

-- ¿Qué estas sugeriendo? --el se preguntó.

Ella llevó su mano a un lado de su rostro y lo acercó a ella, besando sus labios apasionadamente.

Él se conformó fácilmente y la besó con la misma ternura, manteniéndola en un firme abrazo, sus manos recorriendo su espalda suavemente.

Alejándose, dejó escapar un ligero grito ahogado, sorprendida por sus propios problemas personales que estaba teniendo. -- Te amo. --

-- Te amo mas, mi vida... --

Ella sonrió e inclinó la cabeza hacia arriba para besarla de nuevo, solo que en ese momento había hecho que su cónyuge se excitara en el buen sentido.

La acostó en la cama y se quedó mirándola durante mucho tiempo, pero no le tomó mucho tiempo meterse entre sus piernas, simplemente se acomodó antes de siquiera intentar desnudarla.

···

Al despertarse mucho más tarde esa mañana, Victoria suspiraba de alivio mientras se acostaba envuelta en las sábanas.

Se estiró un poco y se cubrió más los brazos con las mantas y se abrazó a sí misma mientras miraba por la ventana, la luz del sol de la mañana asomándose a través de las tijeras de crema.

Después de sentarse un momento más, decidió que quería levantarse y ducharse antes de continuar con su día. Quería conocerse antes de que entrara una de sus chicas o antes de que la necesitaran.

Al salir del baño con una túnica blanca y esponjosa, con el pelo recogido en un clip, Victoria entró solo para ver a su cónyuge entrar también en su dormitorio.

-- Buenos días --sonrió, impresionada al ver que él estaba listo y le había desayunado en una bandeja.

-- Buenos días, mi amor --dejó la bandeja y se acercó a abrazarla con firmeza, besándola con amor.

Ella se apartó y sonrió. -- ¿Que es todo esto? --ella miró la bandeja.

-- Desayuno en la cama... --se rió entre dientes. -- ¿Qué podría ser mejor después de la mañana que tuvimos? --guiñó un ojo.

Ella se rió y se puso de puntillas para besarlo de nuevo. -- Te lo agradezco, amor, gracias. -- Luego se acercó a la cama y se instaló en su lugar.

Luego tomó la bandeja de nuevo y la acercó, sentándose detrás de ella, queriendo poder alimentarla. -- Es tu favorito... --

-- Ya veo --sonrió.

-- Además, Fernanda aún no se ha levantado... pensé que debería esperar para despertarla. --

Ella suspiró, pero asintió. -- Está en un gran problema, pero no hay nada que podamos hacer hasta que se levante. Me prepararé y si no está despierta en la próxima hora, la despertaremos. --

Él asintió con la cabeza.

···

Como estaba planeado, la pareja se dirigía a la habitación de su hija menor, pero en lugar de que ella se durmiera, se levantaba y hablaba con su hermana.

María se dio la vuelta después de darle avena a su hermana.

-- Buenos días --María sonrió inocentemente. -- Solo pensé que la despertaría por ustedes. --

-- ¿Y a donde vas? --preguntó Heriberto, ya que la chica parecía vestida para su día.

-- Tengo que encontrarme con Antonieta y Pipino esta mañana para una prueba y luego, como es domingo, iba a ver a los niños y al Padre Juan Pablo. Max me iba a encontrar en la iglesia... ¿Me necesitas para algo? --

-- No, hija --respondió Victoria con un ligero movimiento de cabeza. -- No necesitas sacar de tu día para nosotros. Me alegra que estés visitando a los niños --aseguró.

Ella sonrió.

-- Sí, ¿quieres que escriba un cheque? --preguntó Heriberto.

-- No, no es necesario, ustedes solo donaron una gran suma. Además, Max también donó y ayer consiguió a Osvaldo... --

Osvaldo... Victoria puso los ojos en blanco mentalmente al pensar en ese hombre.

-- Bueno, no quiero que te vayas con las manos vacías, mi corazón, vamos --le hizo un gesto para que lo siguiera fuera de la habitación para llegar a su oficina.

Ella negó con la cabeza con una sonrisa antes de despedirse de su madre.

-- Adiós, mami, te amo tanto --la abrazó y la besó en la mejilla.

-- Yo también te amo, mi vida --se cruzó rápidamente.

María besó los dedos de su madre antes de volverse para saludar a su hermana, también diciéndole que obedeciera y se comportara.

Fernanda luego suspiró cuando se quedó sola.

-- Fer --Victoria se acercó y apoyó la rodilla en el colchón. -- Entiendes que no eres mayor y no se te permite hacer lo que quieres, ¿verdad? --

La adolescente se cruzó de brazos y frunció el ceño.

-- ¿Fer? --

-- ¿Qué? --ella chasqueó.

-- Estoy hablando contigo y quiero que me mires a la cara cuando lo haga. Lo que hiciste anoche, asustó tanto a tu padre como a mí. Nunca podría vivir conmigo mismo si hubiera sabido que algo pasó para ti. --

Muy pronto, Heriberto entró y tenía su maletín de médico con él, llegando al lado de la adolescente para revisar su cabeza.

-- Fernanda, responde --le preguntó Victoria.

-- Fernanda, escucha a tu madre --agregó Heriberto. -- Los dos estábamos muy preocupados por ti. Te quejas que no te dejamos hacer nada y eso es porque tu irresponsabilidad se nota cada vez que tratamos de darte la libertad. Te dejamos salir ayer y acabé teniendo que recogerte, esposado, nada menos. -- Terminó de vendarle la cabeza.

-- Lo siento, papi --hizo un puchero la niña.

-- No, no creo que lo estés, de lo contrario no lo habrías hecho --cerró su bolso de golpe y se puso de pie para encontrarse con su cónyuge. -- Tu madre estaba muy preocupada anoche; fuiste egoísta haciéndola sufrir. --

-- Heriberto... --

-- No --impidió que su esposa lo interrumpiera. -- Fernanda, sigues rompiendo nuestra confianza. Te castigan desde aquí hasta las próximas dos semanas. --

-- ¿Papi? --ella bebió. -- ¡Eso es como para siempre! --

-- No me levantes la voz. En estas dos semanas, sin teléfono, sin televisión, sin salir con amigos. Vas a la escuela y vuelves a casa. --

-- Pero, papi... --

-- Eso es definitivo, Fernanda --levantó la mano, descartando la situación antes de marcharse.

Victoria se quedó a suspirar levemente sólo porque no pensó que su marido pondría el pie en el suelo con tanta firmeza.

Fernanda luego resopló. -- Esto es tu culpa. --

-- No, Fer, eso no es cierto --aseguró la mujer. -- Si fuera mi culpa, no estarías castigada --luego se volvió para salir.

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