Capítulo Nueve

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-- ¡Fedé! --Fernanda corrió hacia la ventana del dormitorio para abrirla. -- ¿Qué estás haciendo aquí? --ella lo dejó entrar, haciéndole un gesto para que no lo diga.

-- Me dijiste que no podías usar el teléfono ni nada más --aseguró Federico, trepando por el cristal. -- Prepárate, vámonos. --

-- ¿Dónde? Fedé, mis padres me tienen bajo ciertas restricciones... No puedo ir a ningún lado, hablar con nadie... Están siendo crueles porque salí a una fiesta y bebí. --

-- Fer, tus papás no están aquí... siempre y cuando te cuele antes de que regresen, ¿verdad? --

Reflexionó sobre la idea por un momento sólo porque no quería meterse en peores problemas, pero al mismo tiempo, en realidad no le importaba.

-- ¡Está bien! --ella chilló y saltó arriba y abajo dos veces antes de ayudarlo a entrar a su habitación. Desde allí, entró en su gran armario y comenzó a sacar piezas de ropa. -- ¿Qué estaremos haciendo? --

-- Carrera de coches --aseguró. -- Ponte algo sexy porque todos los chicos estarán allí para las apuestas y necesito presumir de ti --se dejó caer en su cama, poniéndose bastante cómodo mientras esperaba.

Ella sonrió para sí misma, muy complacida de escuchar que su novio quería lucirla. Le encantaba el sonido de eso.

-- ¿Podemos usar su coche? --

-- ¡Por supuesto, bebé! --ella estuvo de acuerdo de todo corazón, sabiendo que lo habían hecho antes y no encontrando nada malo en la idea. -- ¿Por qué me negaría? --

-- No hay razón, solo pregunta --le guiñó un ojo.

Ella sonrió una vez más y luego volvió a su tarea de prepararse.

···

Una vez en un par de pantalones ajustados, agregó una blusa sedosa para acentuar su chaqueta de cuero y botines de tacón. Su cabello oscuro y espeso reflejaba el de su madre, aunque su maquillaje era simple y adolescente; lo único que tenía de adolescente además de su actitud.

-- ¡Listo! --

-- Ya era hora --refunfuñó, dirigiendo el camino hacia su ventana.

-- Espera --corrió hacia su cama y acomodó las almohadas para que pareciera que todavía estaba en la cama.

-- Fer, tus papás estarán aquí cuando salgamos de aquí --se quejó.

-- No seas tan dramático --puso los ojos en blanco. -- ¿Ves? Parece que nunca me fui --se llevó la mano a la cadera con una sonrisa orgullosa.

Él sonrió y se preparó para guiarla por la ventana.

Entonces alguien llamó a la puerta de su dormitorio.

Ella jadeó-- ¡Deprisa! --

-- Señorita Fernanda, hoy no ha comido --comentó la criada.

-- ¡Vete, Micaela, déjame en paz! --gritó en respuesta y procedió a salir por la ventana de su dormitorio.

Aunque no le importaba que la atraparan, no quería porque sabía que las consecuencias eventualmente llegarían en su camino. Pero no pensó dos veces en las otras personas que trabajaban en la casa, como el jardinero que los estaba observando durante todo el viaje.

Desde abajo, el jardinero la vio escabullirse por la ventana y sonrió, pero no dijo nada mientras los dos adolescentes luchaban por bajar.

-- ¡Fedé, mi tobillo! --ella se quejó.

-- Bueno, no lo estás haciendo bien --argumentó.

-- ¿Tus padres saben que te vas? --eventualmente habló, sonriendo mientras ella torpemente se caía del último pie.

Amor MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora