||•|| _____ Stark ||•||
— ¿____, estás lista? —escuché a papá hablar desde la planta baja.
— ¡Ya casi, espera un poco! —le pedí en lo que terminaba de alistarme.
El fin de semana llegó más pronto de lo que esperaba y ahora no tenía tantas ganas de ir a la fiesta de cumpleaños de mi abuelo a pesar de ya estar en la casa de Los Ángeles.
Di un suspiro de pesar antes de verme por una última vez al espejo. Me había puesto un vestido de dos piezas en color vino y que tenía un escote trasero que era de casi toda la espalda que se adornaba con las cintas para ajustar la parte de arriba del vestido.
Al estar lista, tomé mi chaqueta y el celular antes de salir de mi habitación y me dirigí por las escaleras hacia la planta baja.
Papá llevaba puesto un traje de tres piezas en color beige. Pepper no iría a la fiesta tampoco, ya que, por más que mi padre trató de convencerla, ella le respondió que no le parecía buena idea que fuera con él a la fiesta de sus ex suegros.
—Sólo iremos, saludaremos, comeremos pastel y... —antes de seguir diciéndome el plan a seguir, me miró y parecía estar escandalizado—, no, no, no, no y no. ¿Qué es eso, _____ Stark?
—Un vestido —le dije entonces con cierta inocencia mirando mi ropa—, ¿Se ve mal?
—Sí, terrible. Ve a cambiarte eso por un habito de monja o no iremos.
—Tony, eres un exagerado —escuché a Pepper hablar mientras salía de uno de los pasillos entregándole la bolsa con el regalo del abuelo—. No le hagas, caso, ____. Te ves preciosa.
—Sí, exacto —reclamó Tony—, no te llevaré así. ¿Quieres ir a cambiarte eso por...? No sé, una falda regional de esas que llegan al suelo y un suéter enorme.
—Papá, estamos a treinta y nueve grados allá afuera. No me voy a vestir con ropa de esquimal por tus celos, ¿De acuerdo? Vámonos ya.
—Papá y Pepper discutieron moviendo los labios sin articular sonidos a lo que no presté atención en lo que salía de casa y papá no tardó tanto en hacer lo mismo.
—Al menos ponte la chaqueta por encima, ¿Quieres? Caray, ¿Cuándo dejaste de ser la niña que se vestía como princesita y usaba mallitas hasta las rodillas? Deja de crecer por favor.
Sólo solté una pequeña risa en lo que bajamos por el ascensor hacia el jardín en donde estaba Happy con el coche esperando. Apenas nos vio, me abrió la puerta trasera para que entrara y mi padre subió unos segundos después. Happy igual subió al coche y emprendió el viaje en dirección al salón en donde sería la fiesta de mi abuelo.
—La siguiente semana iré con Peter a la feria de la ciencia, ¿Te lo dijo? —preguntó papá apenas rompió con el silencio en el coche.
—Sí, me dijo algo de eso —comenté—. Me preguntó si te acompañaría.
—Y dijiste que no, ¿Verdad?
—No —bromeé—, le dije que iría.
Papá volteó a verme un segundo y después miró al frente pensando exactamente en qué decir.
—Bien, deberé buscar la manera en que no se me pierdan en la feria y por alguna razón termine encontrándolos juntos —y lo miré tan concentrado en pensar que cuando iba a hablar, me lo impidió con una seña de guardar silencio—, ¿Electrochoques si están a menos de dos metros de distancia?
— ¿Qué? —solté una risa—. Eso es algo muy exagerado.
— ¿Exagerado? Desde que supe que entraba a tu habitación de noche nada parece exagerado —me reprendió—. ¿Por qué demonios acepté que salieran juntos?
—Porque por alguna extraña razón, Peter es uno de los pocos chicos que te cae bien y confías en que no es como los otros chicos —respondí y papá pareció volver a analizar lo que le había dicho.
—Creo que debería pensar mejor en las personas en las cuales confío ¿No te parece?
—Peter es un buen chico, papá.
— ¿Soy yo o eso de "buen chico" suena como a cierto muñeco asesino?
—Llegamos —nos avisó Happy mientras se estacionaba en la entrada del salón.
Papá salió antes y me ofreció la mano para bajar con él.
—Bien, vete a dar una vuelta y regresas en unas horas, que no sean muchas —le pidió a Happy antes de abotonarse su traje.
Yo no entendía la manía de papá por abrochar y desabrochar los botones de su saco cada cinco minutos.
—Sí, llamaré al teléfono cuando ya esté aquí —dijo Happy antes de volver a subir al coche.
Papá y yo entramos al lugar y era un patio enorme donde había mucha gente ya hablando entre sí con música de una orquesta sinfónica que tocaba canciones que reconocía fácilmente ya que prácticamente en toda mi vida había asistido a eventos de ese tipo con papá.
— ¿_____? —esa era la voz de la abuela.
Volteamos a verla y ella de inmediato me abrazó llenándome la cara de besos.
—Hola, abuela. Me alegra verte también —respondí antes de sutilmente tratar de alejarme al sentir que me sofocaba con tantos abrazos y besos de su parte.
—Igual me alegra verte. ¿Te llegó el regalo que te enviamos, cariño?
Su regalo había sigo una iPad de las recién salidas al mercado. Había sido un bonito regalo, le di la anterior versión a Peter entonces para sus tareas escolares.
—Claro, gracias por el detalle —sonreí entonces—, ¿Y el abuelo?
—Ah, debe estar saludando a unos amigos más allá.
— ¿Se murió? —dijo papá y mi abuela lo miró de mal modo—, ¿O está jugando ouija? Digo, si son del más allá...
—Me refiero a que debe estar por otro lado saludando, Tony —entendía por qué no soportaban a papá—. En fin, podemos ir a buscarlo si te parece.
—Está bien —asentí con una pequeña sonrisa.
—Sí, sólo no se alejen mucho... —dijo papá pero mi abuela me llevó del brazo para buscar al abuelo.
Miré repetidas veces hacia atrás en donde estaba papá pero en un santiamén, un par de personas se acercaron para llamar su atención al menos un segundo.
Por fin llegamos hasta donde estaba el abuelo hablando con un señor que estaba casi por completo calvo y que tenía una barba canosa. Con él estaba un niño de no más de once años.
—George —lo llamó mi abuela—, saluda.
El abuelo volteó pero de la última vez que lo vi a ahora, se veía más delgado, con un tono amarillento en la piel y ojeroso. Me sorprendía que aún estuviera de pie.
—Pero si es mi _____ —saludó tratando de mantener una sonrisa amistosa antes de abrazarme—, ¿Cómo estás hija?, ¿Y tu padre?
—Estoy bien, gracias —asentí—, papá está por allá hablando con gente —y entonces le entregué la caja que contenía el vino Royal Tokaji—. Para ti.
—Ah, es muy lindo de tu parte —dijo antes de tomar el regalo sin abrirlo—, sea lo que sea, estoy seguro que va a ser el mejor regalo de todos, cariño. Déjame te presento —habló—, él es Jacob Jones, uno de mis socios en el banco y él es su hijo William.
—Un gusto —saludé estrechando la mano del señor y poco después la del niño.
—El gusto es nuestro, señorita Stark —habló Jacob—, sus abuelos me han hablado mucho de usted, y bueno, no es como que nadie la conozca —ambos sonreímos un poco antes que nuevamente se dirigiera a mis abuelos—. Se parece tanto a ella.
Y por "ella" entendía que se referían a mi madre. Mis abuelos simplemente sonrieron aunque algo entristecidos. En especial la abuela que de inmediato miró a otro lado asintiendo.
—Sí, es obvio. Era su madre.
— ¿Cuántos años tienes tú? —preguntó el niño que se veía igual de incómodo que yo en ese lugar.
—Dieciséis —conté.
— ¿Y te gusta Star Wars? —preguntó de nuevo.
— ¿Ah? No, ¿Por qué?
— ¿Y entonces por qué tienes una pulsera de el mandaloriano? —me volvió a preguntar señalando mi muñeca derecha.
—Ah, fue un regalo —le sonreí amistosamente. Por alguna razón ese niño parecía al menos ser algo divertido en esa fiesta llena de aburridos adultos.
— ¿Tu papá es Iron-Man?
—S-sí...
—Qué cool —sonrió un poco—, ¿Y te lleva a la escuela volando?
—No —reí—, jamás me ha llevado a la escuela volando.
—Yo de grande quiero ser amigo del Capitán América
—Es un gran tipo —asentí—, estoy segura que le caerías bien.
—Vamos, William —habló su padre entonces—, y nuevamente un gusto en conocerla, señorita Stark.
—El gusto fue mío, adiós.
Los vi alejarse y nuevamente una mano tocó mi hombro. Al voltear y ver a mi abuelo, le sonreí un poco.
—Me alegra que hayan venido —lo escuché decir—, nunca se sabe cuándo puede ser la última fiesta juntos, ¿No? —trató de reír pero cuando un ataque de tos le vino, tomó su pañuelo para cubrirse la boca.
—Esperemos que no sea la última fiesta, abuelo —sonreí golpeando suavemente su espalda un instante hasta verlo guardar discretamente ese pañuelo.
Pero no tan discreto, pude ver esa mancha hemática en él.
— ¿Cómo te has sentido en estos días?
—Bien, bien, no te preocupes —supongo que notó que vi el pañuelo—. Es sólo un poco de tos, pero estaré bien.
Asentí. Tampoco quería hablar al respecto, no me era cómodo hablar sobre lo mal que la pasaba la gente.
—Sí, tienes razón. Seguro el siguiente mes te sientas mejor —traté de evitar igual el tema.
—Mejor vamos a ver qué regalo es este ¿Bien? —me preguntó refiriéndose a la caja.
Asentí yendo con él al interior de aquél salón en donde estaban la mayoría de los regalos. Lo miré sentarse y abrir la caja con cuidado. Al ver el vino soltó una risa de jubilo.
— ¿Es en serio? Mira esta belleza. Un vino Royal Tokaji, lo reconocería incluso sin la caja —comentó sacándolo del empaque—, es una belleza, ______. ¿Pero por qué gastar tanto, hija?
—Papá tiene como veinte de esas botellas —conté—, supuse que te gustaría, es el vino favorito de él.
—Pues sí, le has atinado. Es más, deberíamos tomar una copa ahora —pero pareció detenerse—, no, no. Eres menor de edad, ¿Pero en qué ando pensando? —soltó una risa—, es la emoción. Hace meses no pruebo un Royal.
Nuevamente lo vi levantarse oara ir a buscar una copa. Tambaleó un poco pero trató que no me diera cuenta.
El abuelo estaba mal pero no sabía exactamente qué enfermedad podría tener. No tardó mucho en volver y servirse del vino en lo que en la otra mano traía una soda de frambuesa para mí.
—Cuando Gina estaba con nosotros, solíamos brindar siempre con refresco de frambuesa, a tu abuela no le gustaba que bebiera en casa —contaba—, bueno, a tu abuela muchas cosas no le gustaban. Supongo que por su niñez y su familia.
— ¿A los cuántos años se casaron la abuela y tú?
—A los dieciséis —contó—, sesenta y tres años casado con esa mujer y no ha dejado de ser el amor de mi vida.
Fue adorable oírlo hablar respecto a la abuela de esa manera.
— ¿Sesenta y tres años? Eso es mucho, abuelo.
—Y cuando estás con la persona correcta parece ser muy poco —me entregó la bebida y él se sirvió el vino, ambos brindamos entonces—. Tal vez eres muy joven, o no lo entiendes aún. Pero cuando llega la persona, vale la pena las subidas y bajadas cuando permaneces con ella.
Di un trago al refresco entonces mientras lo escuchaba hablar con tanta melancolía. ¿Era cosa mía o todo mundo parecía deprimido últimamente?
Tal vez era porque no estábamos en el mejor mes del año o seguro yo sobrepensaba todo.
Esa fiesta siguió unas horas, al fin papá fue por mí, nos despedimos de los abuelos y volvimos al hotel. El resto del camino fue un silencio enorme hasta llegar. Fui a encerrarme a la habitación y me quedé ahí el resto de la tarde.
Al día siguiente volvimos a casa, alrededor de las cinco de la tarde ya estábamos en Brooklyn. Papá directamente se fue a dormir y Pepper junto con él.
— ¿Y cómo les fue? —preguntó Wade que tenía a Pancho sentado con él viendo televisión.
—Estuvo bien, creo —les robé un paquete de Skittles que tenían en la mesita de café.
—Bien. El geek no ha dejado de llamar preguntando si ya habías regresado, deberías contestarle alguna llamada.
—Sí, eso haré.
— ¿Segura que todo va bien?
—Estoy segura. Deja de ser tan paranoico, Wade —solté una risa antes de ir a mi habitación.
No quería preocupar a nadie. Suficiente tenían con sus problemas como para contarles sobre lo que creí que pasaría en cualquier momento: la pérdida del abuelo.
Apenas me acosté en la cama, mi celular sonó y al ver que era Peter, contesté.
—Hola, cariño.
—Hola, abejita —respondió—, ¿Cómo estás?, ¿Te encuentras ocupada?
—Estoy genial y no, estoy desocupada, ¿Por qué?, ¿Vendrás a verme?
—Quiero hablar contigo. Extrañé mucho tu voz.
—Y yo la tuya. Descuida —bajé un poco el tono con el que le hablaba—, podemos hablar todo lo que desees. Estoy para ti.
—Gracias por eso —igual lo escuché susurrar—, ahora ¿Por qué no abres la ventana?
—Peter siempre metiéndose en problemas de Peter —bromeé yendo a abrir la puerta del balcón y al verlo, colgué la llamada antes de abrazarlo con firmeza y necesidad, como deseando jamás soltarlo.
—Creo que mis problemas como Peter se resuelven cuando me abrazas —se escuchaba aliviado, me aferró a su cuerpo antes de esconder su cara en mi cuello un momento—, te extrañé tanto.
Por fin nos separamos un instante y lo dejé entrar a la habitación. Lo miré sacarse la máscara antes de ir a tirarse en mi cama y mirar el techo. Fui a recostarme a su lado y me acurruqué en su costado mientras él acariciaba con su mano uno de mis brazos.
— ¿Podemos dormir un rato? —le pedí.
—Nunca creí que desearía tanto escuchar eso. Estoy tan agotado que aceptaré sin problema dormir por cien años.
—Tonto —solté una risa y él hizo lo mismo.
Pasé mi brazo por su tórax y cerré los ojos a gusto con su calor corporal y sus besos en mi frente. Después de eso no supe más porque me quedé por completo dormida entre sus brazos...