Laila Scamander Y La Maldició...

By fanfics_and_fandom

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#6 《La segunda guerra mágica ha comenzado.》 Un verano lleno de pesadillas , insomnio, desnutrición y poco cu... More

Sinopsis + TRAILER
1: Desaparecida
2: Laila Scamander
3: Bienvenida!
4: Ahogando
5: Los Malfoy
7: Desliz
8: Slughorn
9: El Elegido
10: Comenzar
11: Pociones de amor y suerte
12: Borrachera
13: Una horrible mañana
14: Pruebas de Quidditch
15: Dean Thomas
16: Katie Bell
17: Entrenamientos
18: Halloween
19: Lo que la fiesta se llevó.
20: Comentarista
21: Cumpleaños
22: Aceptar el dolor
23: Fiesta de Slughorn.
24: Navidad en Dorset
25: Una severa conversación
26: Lo que quiero
27: Novedad
28: Clase de aparicion
29: Idiota San Valentin
30: Peligrosa Amortentia
31: Envenenado
32: Me he quedado viuda!
33: Ellos no entienden
34: Elfos espías
35: Felix Felicis
36: Horrocrux
37: Sectumsempra
38: Serenidad
39: La Calma antes de La Tormenta
40: El Otro Elegido
41: Dumbledore
42: Consuelo
43: Sepulcro
Laila Scamander y Las reliquias de la muerte

6: Sortilegios Weasley

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—No nos queda mucho tiempo — advirtió la señora Weasley—. Sólo echaremos un vistazo y luego volveremos al auto. Debemos de estar cerca: ése es el número noventa y dos... noventa y cuatro...

—¡Vaya! —exclamó Ron deteniéndose en seco.

Comparados con los sosos escaparates de las tiendas de los alrededores, cubiertos de carteles, los del local de Fred y George parecían un espectáculo de fuegos artificiales. Al pasar por delante, los peatones se volvían para admirarlos y algunos incluso se detenían para contemplarlos con perplejidad.

El escaparate de la izquierda era deslumbrante, lleno de artículos que giraban, reventaban, destellaban, brincaban y chillaban.
El de la derecha se hallaba tapado por un gran cartel morado, como los del ministerio, pero con unas centelleantes letras amarillas que decían:

¿Por qué le inquieta El-que-no-debe-ser-nombrado?
¡Debería preocuparle LORD KAKADURA, La epidemia de estreñimiento que arrasa el país!

Harry rompió a reír, pero escuche un débil gemido a milado. Era la señora Weasley contemplando el cartel, estupefacta, mientras articulaba en silencio las palabras «Lord Kakadura».

—¡Esto va a costarles la vida! —susurró.

—¡Qué va! —saltó Ron, que reía también—. ¡Es genial!

Harry sorpresivamente me tomó de la mano y me arrastró a la tienda con Ron a su lado. Estaba tan abarrotada de clientes que no pudimos aceranos a los estantes. Sin embargo, vi alrededor las cajas amontonadas hasta el techo: allí estaban los Surtidos Saltaclases que los gemelos habían perfeccionado durante su último curso en Hogwarts, que aún no habían acabado; el turrón sangranarices era el más solicitado, pues sólo quedaba una abollada caja en el estante. También había cajones llenos de varitas trucadas (las más baratas se convertían en pollos de goma o en calzoncillos cuando las agitaban; las más caras golpeaban al desprevenido usuario en la cabeza y la nuca) y cajas de plumas de tres variedades: autorrecargables, con corrector ortográfico incorporado y sabelotodo. Tome a Harry con firmeza de la mano y agarre a Ron de la otra y comenzé a dar codazos y pisotones para dejarnos el paso libre y llegar hasta el mostrador, donde un grupo de maravillados niños de unos diez años observaban una figurita de madera que subía lentamente los escalones que conducían a una horca; en la caja sobre la que se exponía el artilugio, una etiqueta indicaba: «Ahorcado reutilizable. ¡Si no aciertas, lo ahorcan!»

—«Fantasías patentadas»... —Hermione había logrado acercarse a un gran expositor y leía la información impresa en una caja con una llamativa fotografía de un apuesto joven y una embelesada chica en la cubierta de un barco pirata—. «Tan sólo con un sencillo conjuro accederás a una fantasía de treinta minutos de duración, de primera calidad y muy realista, fácil de colar en una clase normal de colegio y prácticamente indetectable. Posibles efectos secundarios: mirada ausente y ligero babeo. Prohibida la venta a menores de dieciséis años.» ¡Caramba, esto es magia muy avanzada! —comentó Hermione 

—Ron. Te puedo comprar una de regalo si quieres. Podrás pensar que es Fleur!—bromee y en respuesta el me agarró un mechón de cabello y me lo tiro con fuerza haciéndome dar un quejido.

—Por haber dicho eso, Laila — nos sorprendió una voz a mis espaldas—, puedes llevarte una gratis.

Me di la vuelta y vi a Fred, que sonreía radiante. Llevaba una túnica de color magenta que desentonaba con su cabello pelirrojo. Rápidamente lo abrase con fuerza y el me revolvió un poco el cabello.

—¡Fred!—sonreí contenta sin embargo él me vio extrañado viendome el cabello y los ojos grises.

—Que bueno es verlos— despues de revolverme  el cabello como lo hacia con sus otros hermnos le estrechó la mano a Harry—.. ¿Y a ti qué te ha pasado en el ojo, Hermione?

—Ha sido ese telescopio zurrador suyo—contestó ella, compungida.

—¡Demonios, no me acordaba! Toma... —Se sacó una tarrina del bolsillo y se la dio; Hermione desenroscó la tapa con cautela y contempló la espesa pasta amarilla que contenía—. Póntela en el ojo y dentro de una hora el cardenal habrá desaparecido — le aseguró Fred—. Hemos tenido que procurarnos un quitacardenales decente, porque la mayoría de nuestros productos los probamos nosotros mismos.

—¿Seguro que es inofensivo? —preguntó la chica.

—Pues claro. Ven, Harry, voy a enseñártelo todo.—luego él me vio a mi—. Laila, busca a George te tenemos un regalo.

—¿Me lo tienen?—alze las cejas, tome el tarro de las manos de Hermione y con cuidado le unte la pasta amariilla con cuidado.

—¿De verdad crees que vaya a funcionar?—me preguntó Hermione con una mueca.

—Si—asentí—. Los gemelos son unos genios, es solo que la escuela no es para todos, hay algunos genios que estando en la escuela no se dan cuenta de lo brillantes que son...y se sienten tontos, que bueno que Fred y George salieron de la escuela, son bastante creativos para ella.

—La escuela debe ser para todos— Hermione me contradijo.

—Si, todos debemos ir a la escuela—rodé los ojos—. Pero creo que no todos debamos aprender o estudiar  de las mismas formas, Fred y George sacaron siete timos entre los dos pero miralos aqui y ahora...una calificacion no define tu futuro.

Ella me vio sorprendida y sonrío un poco viendome.

—¿Que?

—Te volviste mas...no lo se te ves mas madura.

—Creo que todos—me encogí de hombros—. Bueno ire a buscar a George, si me quieren dar algo, quien soy yo para no aceptarlo?

Me movi entre las masas de las personas dejando a Hermione junto con Ginny, había gente de todas las edades viendo sorprendidos y curiosos  los estantes, logre encontrar a George que estaba hablando con una joven bruja de cabello corto y rubio, ella también llevaba la tunica color magenta del personal de Sortilegios Weasley.

—¡Hola George Weasley!—le salude alzando una mano, él sonrio de lado al verme y al igual que su gemelo, me revolvió el cabello y su empleada se fue a mostrarle algunos productos  a unos niños que andaban con sus padres—. Fred dijo que tienen algo para mi

—Ah Lails Scamander, ya veo...—él me sonrió, dio unos pasos y saco de una alta estantería una especie de pequeña botellita que contenía un liquido transparente parecia agua pero rapidamente cambio de color a rosa, y luego a verde y a azul y a rojo.

—Para la chica mas bonita de la tienda....¡ta da!— él me lo extendió.

—¿Que es eso?—ladé la cabeza viendolo con desconfianza—. Por favor dime que no van a salir serpientes, una vez Blaise me dio algo parecido y....

—Es algo parecida a la poción multijugos—el me explicó—. Esto hará que tus poderes vuelvan de nuevo temporalmente.

—¿Como saben sobre...—comenze pero él me interrumpió.

—Es solo ver a Tonks y luego verte a ti, ademas...¿porque estarias asi si te encanta ser rubia? Solo te volviste pelirroja un año en apoyo a Harry—él me recordó, que siendo que Harry siendo Gryffindor competía en el torneo de lso tres magos, yo había vuelto mi cabello rojo por el resto del año en signo de apoyo por el color de nuestra casca. La idea de volver a mi apariencia normal me tentaba demasiado.

—¿Cuanro por esto?—pregunté interesada.

—Nope. Es un regalo nuestro.,—él negó.

—Y los quiero mucho por esto pero ya sabes...¿no me voy a desmayar por esto?—pregunté con desconfianza recordando como el y su hermano habían tenido que sufrir los efectos de sus creaciones antes de mejorarla.

—Nope. Cien por cienta seguro—.luego se dio la vuelta y vio a su hermano gemelo que le estaba enseñando algunas cosas a Harry—. ¿Le estás enseñando nuestros tesoros? Ven al reservado, Harry, ahí es donde de verdad ganamos dinero. ¡Eh, tú! —le advirtió a un niño que rápidamente retiró la mano de un tubo con la etiqueta «Marcas Tenebrosas comestibles: ¡ponen malo a cualquiera!»—. ¡Si birlas alguna cosa pagarás con algo más que galeones!

—¡Gracias!—tuve que ponerme de puntillas y dar un pequeño salto para darle un sonoro beso en la mejillla, guardandome la poción en el bolsillo, dudaba mucho que Fred y George me hubieran dado algo defectuoso, por lo que no podía esperar beber esto y volver a mi apariencia normal.

Dando algunos codazos y una que otra disculpa sin mucho interés, llegue al aparador del principio, y volví  junto con Hermione y Ginny  que veían las de las fantasias patentadas.

—Me compraría una....—comenzé llegando al lado de la pelirroja—. Para soñar con tu hermano  ¿Como esta Charlie?

Ginny me vio y suspiró.

—No va a pasar, Scamander—ella negó aunque pude notar la pequeña sonrisa en sus labios.

—Hola...¿como estan?—paso un chico de cabello cobrizo, aunque no me estaba viendo a mi, si no mas bien a Ginny, viendola con interes, mucho interes.

Ginny arqueó las cejas y me vio molesta, yo no pude evitar sonreír antes de ponerme manos a la obra y deslice una mano en la cintura de mi amiga.

—Soy Fay, y esta es mi novia, Ginny— mentí mientras ella sonreía con deleite y me daba un beso en la mejilla—. ¿Y tu quien eres?

—Ahm...yo...yo solo buscaba a alguien que trabajara aqui, disculpen...—el chico se disculpó incómodamente y salió rapidamente en otra dirección tropezandose con algunas cosas, las dos reímos bajo la mirada de Hermione que también rió ante el pobre intento del chico.

—Gracias cariño—Ginny rió dandome un pequeño toque en la nariz.

—Oh nada de cariño, Fay me ha dicho algunas cosas pero yo tambien quiero saberlo de ti, suelta el drama Weasley ¿que ha pasado entre tu y Fay Dunbar?

Ginny se sonrojó un poco y vio las miradas interesadas de mi y de Hermione. Así que comenzó a hablar. Nos explico que después de la pelea que tuvimos en el ministerio contra los mortifagos Fay y ella se habían visto mas seguido. Mi amiga era bastante coqueta con ella y eso a Ginny le gustaba , ademas de que la admiradab en Quidditch. Y Fay que hablaba a Ginny sobre sus múltiples viajes en el mundo como a China o a Francia. Como habian ido a pasear alrededor de los paisajes del castillo.

—Y en conclusión los labios de las chicas son mucho más suaves que los de los chicos—ella levantó un dedo.

—Estoy feliz de que ustedes dos estén juntas.—le sonreí.

—De verdad no te entiendo Laila— Ginny negó con la cabeza viendome incredula, no noté que habia crecido desde esa niña de once años a una chica de 15 que me veía incredula y algo molesta—. Por años he visto como Harry te mira, todo lo hemos visto, él te adora completamente y tú el año pasado literalmente se lo declaraste...

—En mi defensa él estaba teniendo una lucha interna y pensé que tal vez íbamos a morir...—recordé, viendo los coloridos productos frente a nosotras.

—Ahora que Harry es el elegido como lo llaman en el profeta ¿cuantas chicas crees que se le lanzaran encima? Digo, mas de las que se le tiraban antes..

Eso sin duda encendio uns especie de alarma dentro de mi.

—¿A que te refieres?—frunci el ceño.

—A que te aconsejó que tu y Harry de una maldita vez se digan que se quieren y esten juntos, porque o si no como el idiota que es tratara quitarte de su mente con alguna chica que no se compara a ti como Cho Chang o cualquiera.

—Gracias por la charla motivacional, Ginny—rodé los ojos.

—Te estoy diciendo la verdad, nada mas.

—Hermione ¿quieres ayudarme?—vi a mi amiga quien hizo una mueca.

—Ya se besaron una vez, por favor Laila haznos un favor a todos y háganlo oficial—ella respondió y yo vi hacia abajo, ella lo decía como si todo fuera muy fácil.

—Oye el cumpleaños de Fay es en unas semanas cierto? Que crees que le guste?—me preguntó la pelirroja.

—Te lo diría...pero es sucio— le dije haciéndola reír y yo reí con ella.

—Creen que ando con un chico, obviamente se lo dije a Ron y el como es un bocazas lo grito a los cuatro vientos.— ella siguió.

—No creo que a tu familia le importe que estes con una chica...como los horribles padres de Fay.

—Si...—ella hizo una mueca—. Me habló de eso. Pero ...solo necesito tiempo. De toda formas solo es cuestión de días para que Ron meta su larga nariz donde no le importa.

Fred apareció a nuestro lado, con Harry junto a él.

—¿Todavía no han visto nuestros productos especiales Wonderbruja, chicas?—nos preguntó Fred—. Síganme, señoritas...

 Cerca del escaparate había una selección de productos de color rosa chillón; un grupo de exaltadas jovencitas reían apiñadas alrededor de ellos. Hermione y Ginny, recelosas, se quedaron atrás, yo sin embargo di un paso hacia adelante curiosa de porque estaban tan emocionadas las otras.

—Aquí los tienen —dijo Fred con orgullo—. El mejor surtido de filtros de amor que pueden encontrarse en el mercado.

Ginny arqueó una ceja con escepticismo y preguntó:

—¿Funcionan?

—Claro que funcionan, hasta veinticuatro horas seguidas, según el peso del chico en cuestión...

—...y del atractivo de la chica —terminó George, que acababa de aparecer a su lado.

—Eso no te va a servir—Morgama apareció a mi lado haciéndome suspirar mientras tomaba el frasco en mis manos—. Nada puede copiar el amor verdadero para que se lo des a alguien y nada puede eliminarlo para que se lo des a Harry.

— Pero no pensamos vendérselos a nuestra hermana —agregó con expresión severa Fred—, porque según nos han contado ya sale con cinco chicos a la vez...

—Cualquier cosa que te haya contado Ron es una mentira como una casa — repuso Ginny sin perder la calma, y se inclinó para tomar del estante un pequeño tarro rosa—. ¿Qué es esto?

—Crema desvanecedora de granos de eficacia garantizada. Actúa en diez segundos —explicó Fred—. Infalible con lo que sea, desde forúnculos hasta espinillas. Pero no cambies de tema. ¿Es verdad que sales con un chico llamado Dean Thomas?

—Sí, es verdad —mintió Ginny—. Y la última vez que me fijé, te aseguro que era un chico y no cinco. ¿Y eso qué es? —Señaló unas bolas de pelusa color rosa y morado que rodaban por el fondo de una jaula y emitían agudos chillidos.

—Micropuffs —dijo George—. Puffskeins en miniatura. No damos abasto. Pero cuéntame, ¿qué ha pasado con Michael Corner?

—Lo dejé, era un mal perdedor —respondió Ginny al tiempo que metía un dedo entre los barrotes de la jaula y miraba cómo los micropuffs se concentraban alrededor de él—. ¡Qué tiernos son!

—Sí, adorables —concedió Fred—. Pero ¿no crees que cambias muy rápido de novio?

Ginny se dio la vuelta y puso los brazos en jarras. La mirada que le lanzó a su hermano se parecía tanto a las de la señora Weasley que se notaba venía de familia.

—Eso no es asunto tuyo. ¡Y a ti —añadió dirigiéndose a Ron, que acababa de llegar cargado de artículos— te agradecería que no les contaras cuentos sobre mí a estos dos!

—Serán tres galeones, nueve sickles y un knut —calculó Fred tras examinar las cajas que Ron llevaba—. Suelta la pasta.

—¡Pero si soy tu hermano!

—Y eso que pretendes llevarte son nuestros productos. Tres galeones y nueve sickles. Te perdono el knut.

—¡No tengo tanto dinero!

—Entonces ya puedes devolverlo todo a sus estantes correspondientes.

Ron dejó caer varias cajas, soltó una palabrota e hizo un ademán grosero dirigido a Fred, pero, por desgracia, fue detectado por su madre, que había elegido justo ese momento para pasar por allí.

—Si te veo hacer eso otra vez te coso los dedos con un embrujo —lo amenazó.

—¿Me compras un micropuff, mamá? —saltó Ginny.

—¿Un qué? —preguntó ella con desconfianza.

—Mira, son tan lindos... 

La señora Weasley se acercó para ver qué eran los micropuffs.

—¿Han  hecho crías experimentales? —los vi con curiosidad.

—¿Que?—preguntó Ginny.

—Los micropuffs que han hecho es básicamente lo mismo que hizo Hagrid con los escregutos—les explique—. Claro que estos son adorables y no te tratan de matar.

Hermione me toco el hombro y me hizo una seña para que viera por la vitrina al igual que Harry y Ron, vi a Draco Malfoy, solo, corría calle arriba. Al pasar por delante de Sortilegios Weasley miró hacia atrás, pero segundos más tarde lo perdieron de vista.

—¿Dónde estará su madre? —se preguntó Harry frunciendo el entrecejo.

—Por lo que parece, le ha dado esquinazo —dijo Ron.

—Pero ¿por qué? —se extrañó Hermione.

No parecía lógico que Narcisa Malfoy hubiera permitido que su precioso hijo se alejara de su lado, en especial ahora; Draco debía de haber utilizado toda su habilidad para librarse de ella. La señora Weasley y Ginny estaban inclinadas sobre los micropuffs; el señor Weasley examinaba con interés una baraja de cartas de muggles marcada; Fred y George atendían a los clientes, y al otro lado del cristal Hagrid estaba de espaldas mirando a uno y otro lado de la calle. Por la mirada de mi mejor amigo supe que estaba desconfiando de algo, sospechaba de Draco.

—Rápido, métanse debajo de la capa —nos apremió Harry  al tiempo que sacaba su capa invisible de la mochila, lo vi extrañada.

—No sé, Harry... —vaciló Hermione, y echó un vistazo a la señora Weasley.

—¿De verdad crees que los cuatro cabemos ahí? Ya no tenemos 11—alze las cejas.

—¡Vamos! —me urgió Ron.

Me encogí de hombros y acepte, Hermione titubeó un segundo más y luego se deslizó bajo la capa con nosotros. Nadie advirtió que nos habiamos ido: todos estaban centrados en inspeccionar los productos de los gemelos. Nos abrí camino hasta la puerta tan deprisa como pude, pero, cuando llegamos a la calle, Malfoy se había desvanecido con la misma habilidad.

—Iba en esa dirección —murmuró Harry en voz baja para que no oyera Hagrid, que tarareaba una melodía—. ¡Vamos!

Echamos a andar por la calle, observando a derecha e izquierda y en puertas y ventanas, hasta que Hermione señaló al frente.

—Es ése de ahí, ¿no? —susurró—. El que ahora gira a la izquierda.

—Vaya, vaya —susurró Ron.

Malfoy, tras mirar en derredor, se había metido por el callejón Knockturn.

—Tiene sentido—asentí.

—Rápido, o lo perderemos —instó Harry, y aceleró el paso.

—¡Nos van a ver los pies! —nos advirtió Hermione, angustiada, al comprobar que la capa nos ondeaba alrededor de los tobillos; habían crecido tanto que la capa ya no cubría los pies.

—¿Pueden dejar de crecer?—murmuré entere dientes siendo un centímetro mas baja que Hermione—. Y si Ronald te hablo a ti.

—Mira Laila. No todos crecemos hasta los 14 años y nos quedamos ahí con la misma altura y la misma cara.

—No importa —dijo Harry, impaciente—. ¡Corran!

Pero el callejón Knockturn, la callejuela dedicada a las artes oscuras, se veía completamente desierto. Vimos en los escaparates de las tiendas a medida que avanzábamos, pero no vi clientes en ninguna de ellas. Debía ser que en estos tiempos cualquier persona que estuviera aquí... uno se arriesgaba a delatarse si compraba artilugios tenebrosos, o al menos si lo veían comprándolos.

—¡Chist! ¡Miren! ¡Está ahí dentro! —Hermione nos susurró deteniéndose.

Habíamos llegado a la altura de una tétrica tienda del callejón Knockturn: Borgin y Burkes, donde al parecer vendían una amplia variedad de objetos siniestros. Allí, rodeado de cajas llenas de cráneos y botellas viejas, se encontraba Draco Malfoy, de espaldas a la calle y semioculto por un armario negro. A juzgar por los movimientos que hacía con las manos, Draco estaba enfrascado en una animada disertación, mientras el propietario de la tienda, el señor Borgin (un individuo chepudo de cabello grasiento), permanecía de pie frente al chico, escuchándolo con una curiosa expresión de resentimiento y temor.

—¡Ojalá pudiéramos oír lo que están diciendo! —se lamentó Hermione.

—¡Podemos oírlo! —saltó Ron—. Esperen...¡Demonios!

Dejó caer un par de cajas de las que todavía llevaba en las manos y se puso a hurgar en la más grande.

—¡Miraen! ¡Orejas extensibles!

—¡Genial! —dijo Hermione mientras Ron desenredaba las largas cuerdas de color carne y empezaba a pasarlas por debajo de la puerta—. Espero que no le hayan hecho un encantamiento de impasibilidad a la puerta... 

—¡Pues no! —se alegró Ron—. ¡Escuchen!

Acerque mi oido al extremo de las cuerdas: la voz de Malfoy me llegó con toda claridad, como si hubiera encendido una radio.

—¿... sabría arreglarlo?

—Es posible —contestó Borgin con tono evasivo—. Pero necesito verlo. ¿Por qué no lo traes a la tienda?

—No puedo —repuso Malfoy—. Tiene que quedarse donde está. Lo que necesito es que me indique cómo hacerlo.

Borgin se pasaba la lengua por los labios, nervioso.

—Es que así, sin haberlo visto, va a ser un trabajo muy difícil, quizá imposible.
No puedo garantizarte nada.

—¿Ah, no? —dijo Draco que miraba con desdén a su interlocutor—. Tal vez esto lo haga decidirse.

Malfoy avanzó hacia Borgin y el armario lo ocultó. Nos desplazamos hacia un lado para no perderlo de vista, pero sólo alcance  a ver a Borgin, que parecía asustado.

—Si se lo cuenta a alguien —amenazó Malfoy—, habrá represalias. ¿Conoce a Fenrir Greyback? Es amigo de mi familia; pasará por aquí de vez en cuando para comprobar que usted le dedica toda su atención a este problema.

—No será necesario que... 

—Eso lo decidiré yo —le espetó Malfoy—. Bueno, me marcho. Y no olvide guardar bien ése, ya sabe que lo necesitaré.

—¿No quiere llevárselo ahora?

—No, claro que no, estúpido. ¿Cómo voy a ir por la calle con eso? Pero no lo venda.

—Naturalmente que no... señor.

Borgin hizo una reverencia tan pronunciada que pense que se iba a romper la espalda.

—Ni una palabra a nadie, Borgin, y eso incluye a mi madre, ¿entendido?

—Por supuesto, por supuesto —murmuró Borgin, y volvió a hacer una reverencia.

La campanilla colgada encima de la puerta tintineó con brío y Malfoy salió de la tienda muy ufano. Pasó tan cerca de nosotros que noté cómo la capa invisible ondeaba de nuevo alrededor de mis tobillos. Borgin, que se había quedado inmóvil dentro de la tienda, parecía preocupado y su empalagosa sonrisa se había borrado.

—¿De qué hablaban? —susurró Ron mientras guardaba las orejas extensibles.

—No lo sé —dijo Harry, e intentó buscarle algún sentido a aquella extraña conversación—. Malfoy quiere que le reparen algo... y que le guarden algo que hay en la tienda. ¿Han visto qué señalaba cuando dijo «no olvide guardar bien ése»?

—No, el armario lo tapaba.

—Quédense aquí —susurró Hermione.

—¿Qué...?

Pero ella ya había salido de debajo de la capa. Se arregló el pelo contemplándose en el cristal del escaparate y entró con decisión en el local, haciendo sonar de nuevo la campanilla. Me puse una mano en la frente, sabiendo que tendría que sacarla de aquel lió en el que se había puesto.

—¡Hola! Qué día tan feo, ¿verdad? —saludó Hermione a Borgin, que no contestó y la miró con recelo. Tarareando alegremente, ella se paseó entre el revoltijo de objetos expuestos—. ¿Está a la venta este collar? —preguntó deteniéndose junto a una vitrina.

—Ay no...

—Sí, si tienes mil quinientos galeones —respondió Borgin con frialdad.

—Pues no, no tengo tanto dinero —dijo ella, y siguió paseándose—. Y... ¿qué me dice de este precioso... hum... cráneo?

—Dieciséis galeones.

—Entonces está en venta, ¿no? ¿No se lo reserva a nadie?

Borgin la miró con los ojos entornados, supe que el hombre habia descubierto que Hermione estaba divagando, ella también se figuró que la habían descubierto, ya que de repente abandonó toda precaución.

—Verá, es que... hum... ese chico que acaba de marcharse de aquí, Draco Malfoy, es amigo mío, y quiero hacerle un regalo de cumpleaños. Como es lógico, no quisiera comprarle algo que él ya haya reservado, así que... hum... 

Era la excusa mas pobre que había escuchado y al parecer Borgin opinaba lo mismo, salí de la capa de invisibilidad, deslizándome con cuidado y entré como si yo misma fuera la dueña del local, poniendo la mirada mas fria que podria, tratando de imitar la misma postura y el mismo porte que Narcissa Malfoy.

—¡Aquí estas!—vi enojada a Hermione y la tome por el brazo—. ¡Que verguenza! Lo siento por mi prima, desde que Salio de San Mungos esta un poco perdida — la excuse—. ¡Chica tonta!

El dependiente me miro de pies a cabeza antes de preguntar:

—¿Cual es su nombre señorita?

—Soy Laila Black, debe conocer a mi querida tia Narcissa Malfoy y a mi primo Draco, es mi favorito—mentí con facilidad y una sonrisa de deleite—. ¿Lo ha visto por casualidad?

—Ah...—el rostro de Borgin palideció—. N..no, señorita, no he visto al señor Malfoy, no es bueno que este sola con su....prima.

—Muchas gracias—asentí tomando a Hermione de la mano con fuerza y arrstrandola hasta la salida donde estaban los dos chicos.

—Ha valido la pena intentarlo —dijo Ron echándonos la capa encima—, pero era una excusa demasiado obvia. Menos mal que Laila es una buena mentirosa.

—¡La próxima vez vas tú y me enseñas cómo se hace, Maestro del Misterio! —le espetó ella.

Ron y Hermione discutieron todo el camino hasta Sortilegios Weasley, donde tuvieron que callarse para poder esquivar, sin ser detectados, a Hagrid y la señora Weasley, quienes evidentemente se habían percatado de nuestra ausencia y estaban preocupados. Una vez en la tienda, Harry nos quitó la capa invisible y la guardó en la mochila. A continuación, en respuesta a los reproches de la señora Weasley, insistí con facilidad aunque era mas difícil mentirle a la señora Weasely, en que no nos habiamos movido del reservado. Harry rozó su mano con mi brazo haciéndome dar la vuelta.

—Te he comprado algo.

—¿De verdad?—los ojos me brillaron.

—¿Eso te sorprende?—preguntó Hermione con sarcasmo pasando a nuestro lado.

—¿Que es? ¿Que es?—no pude evitar preguntar, él saco una caja que me hizo sonreír, él sabia que las adoraba.

—¡Son las galletitas de canario!—chillé emocionada, tenían el aspecto de galletas de crema normales y corrientes, pero una vez las comías te convertirías en un enorme canario. El efecto se pasaba al cabo de un rato, cuando se te empezaban a caer las plumas—. ¡Me encantan!

No había forma de que dejara de estar enamorada de él, mi amor por Harry era mucho y al parecer Harry no podía romperme el corazón, no hacía nada que me hiciera no estar enamorada de él. Al contrario. Estúpido Potter.

¿Tenia yo que romperle el corazón? ¿El dolor que le provocaría eso sería menor que el de matarme él mismo? Tal vez o definitivamente si, pero no podía ser tan directa porque él sabría que estaría mintiendo. Vi hacia el suelo sin saber que hacer, una vez en Hogwarts pensar sobre esto sería mas fácil.

Ok, pero Fay apoyando proximamente a Ginny en cada partido de quidditch 🥺

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