The firstborn | Jujutsu Kais...

Від daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... Більше

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

XXII

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Від daaisxke

No le gustaban los deportes, no. Si bien, hubo un tiempo en el cual estuvo en los primeros equipos de baloncesto. En Estados Unidos tal vez participó un tanto en fútbol americano de las cliché secundarias estadounidenses en los noventa. Pero en realidad, lo único en lo cual alguna vez fue insistente en participar, fueron las clases de béisbol: batear una bola era divertido.

Pero no le gustaban los deportes. Lo que en realidad le gustaba era ver a chicos altos, sudados, corriendo y moviéndose sin dejar que la pelota a rayas amarillas caiga al suelo, lanzando uno a otro hasta rematar y ganar un punto. Sí, eso era lo que a ella en realidad le gustaba.

— Se siente bien volver al instituto ¿Sabes? —comentó ella, remojando su labio inferior mientras cruzaba una pierna sobre la otra y se reclinaba hacia atrás apoyando sus brazos en el escalón superior de la grada del gimnasio.

El pelinegro frunció levemente su ceño mientras giraba a verla con lentitud, y luego solo volvió la mirada hacia el frente para no perderse los movimientos de su equipo.

— Creí que el lugar sería más deprimente luego del incidente con los chicos del equipo de baloncesto, pero se ve como si nada hubiera ocurrido —comentó de vuelta, con su monótono tono grave de voz, mientras mordía su labio inferior y su ceño se fruncía ante el partido frente a sus ojos.

— ¿Bromeas? Ahora solo están alardeando de que hay fantasmas en el gimnasio de baloncesto... Verifiqué el lugar solo por si las pulgas —desvió la mirada avergonzada mientras entreabría sus piernas y suspiraba llevando su cabeza hacia atrás.

— ¡Nakerama, entras tú! —alzó el entrenador, llamando al muchacho mientras el grupo parecía tomar un descanso.

El pelinegro asintió con rudeza, se levantó de su lugar mientras la mirada de la castaña lo seguía con lentitud. Frente a ella, se detuvo en seco, llevó la orilla del cuello alto de su polerón deportivo del uniforme, y bajó el cierre a la vez que su barbilla se alzaba con la tela entre sus dientes. Se quitó la prenda llevando sus brazos hacia atrás provocando que sus pectorales se marcaran aún más en aquella camisa azul marino del uniforme del equipo de volleyball.

Todo un espectáculo que a pesar de no ser sexual, la mente de Yashiro lo malinterpretó de tal forma que sus mejillas se acaloraron.

— Cierra un poco tus piernas si vas con falda escolar —comentó, su ceño fruncido y lanzando el gran polerón deportivo a sus piernas, pues estaba seguro de que cualquiera podía ver sus bragas.

No le importaba realmente como fuera vestida, todo se veía bien en ella. Lo que le molestaba eran las miradas pervertidas de quienes los rodeaban, simplemente no podía soportarlo.

Ciirri in piqui tis pirnis si vis quin fildi isquilir. Repitió infantilmente, solo simulando la modulación mientras mohines se asomaban en su rostro y sus ojos se encontraban en blanco. Pero se arrepintió en el momento en que el azabache giró a verla como si le hubiera leído la mente, y la fulminó con la mirada para luego tensar su mandíbula.

Sintió escalofríos.

El partido comenzó. Los gritos entre sus compañeros hacían de la sincronización y movimientos algo realmente mágico.
Los chicos llevaban el uniforme de su equipo, de color azul marino con detalles blancos, shorts sobre las rodillas, camisa de manga corta un tanto ceñida. Un uniforme que para la vista de cualquiera hacia esos altos chicos de cuerpos atléticos era más que ardiente.
Sobre todo ese pelinegro de expresión seria y ceño fruncido, de boca entreabierta con respiración agitada. Su cabello húmedo por el sudor provocaba que este cayera poco más abajo de sus cejas, y que se viera más desprolijo de lo usual.

El encuentro finalmente había terminado. La preparatoria retadora se largó con una derrota, pero aquello no los desanimó mucho menos a continuar con su arduo trabajo como equipo. Por parte del instituto de Yashiro, un grupo de chicas y chicos llegaron con un gran carro lleno de verdes y grandes sandías al respectivo gimnasio, mientras más personas se reunían en sus lugares.

Yashiro permanecía en su lugar observando la escena. Los sudosos y atractivos chicos agotados tomaban de las botellas de agua para refrescarse, mientras algunas chicas les coqueteaban y reían entre sí.
Una cosa llegó a la otra y por alguna razón, el respectivo grupo se vio obligado por la demanda de los demás compañeros a reventar las sandías entre sus piernas. Sí, un juego tal vez algo estúpido pero ¿¡A quién rayos no le gustaría ver a chicos atléticos reventar sandías entre sus muslos firmes y fuertes!?

— ¡Oi, oi! ¿A dónde crees que te escapas Nakerama? —rio uno de ellos, jalando al chico de los hombros para sentarlo nuevamente en el suelo.

Entre constantes negaciones del pelinegro, sus compañeros fueron insistentes y no le quedó de otra que agarrar la jodida sandía. Mientras Yashiro se levantaba de pie y se colocaba el gran polerón deportivo, él acomodaba la sandía entre sus muslos para cruzar un tobillo sobre el otro y comenzar a hacer presión.
Los celulares grabando la situación no era algo que fuera escaso, un video desde cada ángulo era algo asegurado.

El azabache llevó su cabeza hacia atrás esbozando una sonrisa media ladina a la vez que pasaba su lengua por el interior de su mejilla, y aplicando un poco más de fuerza en su agarre, la sandía finalmente terminó por partirse en dos y las personas a su alrededor alzaron con sorpresa.

Sí, se sentía bien volver a la preparatoria.

— Acompáñame a comprar ropa —espetó el muchacho, jugando sin preocupaciones con un mechón de cabello de la castaña, mientras su mirada seria y ceño levemente fruncido se mantenía en su rostro.

— ¿No iremos por Hitsumi a la primaria? —preguntó ella de vuelta, masticando la goma de mascar sabor fresa, a la vez que veía sin demasiado interés sus redes sociales.

— Pasará la tarde en la casa de un compañero... Uh... Se llamaba Taiki —respondió, y apoyó su barbilla en su antebrazo sobre el mesón, entre acostado sobre la mesa aun jugando con aquel mechón de cabello que pasaba por sus dedos.

— ¿Yoshida Taiki? —dirigió su mirada hacia él con algo de confusión, y el muchacho solo asintió—. Estoy completamente segura de que a ese mocoso le gusta Hitsumi.

— Yashiro, tienen seis años —espetó, cerrando sus ojos por un momento. El entrenamiento lo dejó agotado.

— Eso no quita el hecho de que le puede gustar Hitsumi.

Sí, ella tenía razón, y esas palabras prendieron el foco de hermano mayor sobreprotector en la cabeza del Nakerama Takeshi, provocando que se sentara rectamente en su lugar y frunciera aún más su ceño pensativo.

— ¿Debería ir por ella? —gruñó, Yashiro rodó sus ojos al notar su semblante nervioso y luego solo negó.

La campana del término de jornada escolar resonó por todo el pasillo, los estudiantes en los salones se apresuraron en arreglar sus mochilas hablando entre sí y planeando algo para la tarde, mientras que otros se quedarían a estudiar un par de horas más en los salones.

Yashiro y Takeshi, por su cuenta, decidieron dirigirse cada uno a su hogar, se reunirían en el centro comercial luego de cambiarse de ropa.
Para entonces, la castaña llevaba unos simples pantalones estilo jeans mom con múltiples rasgaduras, y un top ceñido de tirantes con pronunciado escote v de color negro, junto a las botas negras estilo militar. La cadena con dos placas veteranas y el collar de aquella hermosa fluorita decoraban la piel expuesta de su pecho.

Al llegar, el pelinegro llevaba unos pantalones negros estilo cargo con múltiples cadenas, una campera negra con algunos diseños blancos, unas zapatillas de caña alta también negras, y un simple banano negro que cruzaba su torso.

— Tardaste —alargó él, mientras se acercaba con sus manos guardadas en los bolsillos de sus pantalones y su monótono rostro serio.

— La perdí de vista —espetó él, soltando un suspiro y guardando su mano izquierda en el bolsillo de su chaquetón.

¿¡Qué la perdiste de vista!? —alzó Nobara, y el muchacho alejó el teléfono celular de su oído para soltar una queja ante el sonido punzante en su tímpano—. ¿¡Cómo es que la puedes perder de vista!?

— La tienda estaba bastante llena ¿Sabes? Tal vez entraron a los cambiadores —comentó él, y el silencio invadió por unos segundos desde la otra línea telefónica.

¿En una tienda masculina? —preguntó Nobara con un tono indeciso.

— Sí, tal vez entraron a los cambiadores —recalcó, tratando de dejar en claro su intención, y el silencio volvió a invadir—. Escuché que decían que se dirigirían al patio de comida luego de esta tienda, tal vez deberíamos reunirnos allí.

Entonces te veré allá, estoy en el tercer piso, solo debo subir hasta el sexto.

La llamada finalizó y Megumi soltó un sonoro suspiro guardando el aparato electrónico en el bolsillo de su chaquetón. Dedicó una última mirada hacia su alrededor, la tienda se componía mayoritariamente de prendas oscuras, tal como la forma en la que los visitantes vestían. La música estilo hip hop de los ochenta estadounidenses retumbaba en el lugar, y las paredes se veían decoradas por grafittis que auspiciaban la marca de ropa.

Nobara y Megumi finalmente se encontraron en el patio de comida. El sexto piso tenía una gran terraza repleta de mesas y asientos para compartir ordenadas en filas con una distancia cómoda. La vista era genial, la brisa fresca, y el sol ni tan fuerte ni tan frívolo.

— ¿Cuál crees que es su finalidad? —preguntó la castaña repentinamente, y Megumi giró a verla con algo de confusión—. Ya sabes... Cuando la visitamos solo nos mandó al carajo, no nos atacó como debería ser usualmente.

— Fachada.

— ¿Crees que es una fachada? —preguntó nuevamente la muchacha, con una ceja alzada incrédulamente, y el pelinegro solo asintió soltando un suspiro—. Es algo decepcionante.

— Parece simplemente una colegiala como cualquier otra, y ha salido de compras con su amigo de preparatoria, lo normal, lo sé... Pero tenemos claro que no podemos pasar por alto el encubrimiento de relación que tenía Nakerama con Ryōmen, ni mucho menos podemos dejar de lado el hecho de que Ryōmen tiene una energía maldita que es difícil de definir... Si ella tuvo algo que ver con la maldición de primer grado encontrada en la preparatoria, entonces Gojō sensei realmente querrá tener una charla con ella.

— ¿Quién dices que querrá tener una charla conmigo? —fue la voz que interrumpió el ambiente, y los dos chicos que se encontraban escondidos tras un arbusto de decoración, abrieron sus ojos abruptamente y se congelaron en sus lugares.

La voz de la muchacha, frívola y directa, te causaba escalofríos por toda la espina dorsal, y el simple hecho de notar que ella se encontraba a sus espaldas era aún peor.
Tanto Megumi con Nobara tragaron en seco, la mano temblorosa de la castaña alcanzó tres clavos de su bolsillo entre sus dedos, pero ni siquiera hizo un esfuerzo por disimular. Y aunque para Yashiro era algo de esperarse, no le dio demasiada esperanza.

— ¿Qué hacen aquí? —espetó, enarcando una ceja y observándolos de pies a cabeza.

De alguna forma, que ella se encontrara de pie con una posición recta, y que ellos se encontraran de cuclillas a sus pies, la hacía ver más intimidante de lo que ya era.
Yashiro terminó por colocarse de cuclillas, apoyando ambos brazos en sus propias rodillas y manteniendo esa mirada llena de seriedad serena, que no expresaba ni molestia ni ningún malestar, solo simple seriedad.

— ¿Quién es Gojō? —preguntó, ladeando levemente su cabeza.
Por alguna razón, Megumi y Nobara sintieron la necesidad de responder. Sus bocas se entreabrieron pero ni una mísera palabra salió de ella—. Olvídenlo, no me importa —se encogió de hombros mientras chasqueaba su lengua y desviaba la mirada—. Por cierto, estoy de compras con un amigo... Así que realmente no me gustaría que vengan y hagan esas mierdas suyas de "¡A salvar la humanidad!" —sacudió sus manos a la altura de su rostro a la vez que sus ojos se colocaban en blancos y su boca espetaba un mohín.

Ah, allí estaba otra vez esa actitud que tanto los confundía. Incluso cuando parecía ser despreocupada y tomaba la situación con burla, en realidad el temor que imponía era mayor que las caras de gracia que hacía.

— También... Hay mucha gente por acá, ya sabes... Familias, amigos, parejas —sobró su nariz, luego rascó su nuca con su mirada en un lugar lejano, mientras los dos compañeros se mantenían alertas a sus acciones.

Corre. Pensó Megumi, pero su cuerpo no era capaz de moverse de su lugar.
Ataca. Pensó Nobara, pero los clavos entre sus dedos temblaban.
Ninguno de los dos podía predecir a que se estaban enfrentando, así que no sabían cómo atacaría ella y cómo debían contraatacar ellos.

— Y... Bueno... Sería problemático si algo les pasara, ¿No? —la muchacha de ojos verdes volvió su frívola y abismante mirada a los dos estudiantes, quienes volvieron a tragar en seco tras escuchar sus palabras. Ella no era buena con las amenazas, si involucraba a inocentes entonces realmente se le era repugnante, pero si así lograba mantenerlos alejados entonces haría lo que tendría que hacer.

— ¿Qué relación tienes con- —allí estaba nuevamente esa particular mirada que te helaba los huesos. ¿Qué relación tienes con Ryōmen Sukuna? Quería decir, pero las palabras se detuvieron y solo terminaron en balbuceos.

¿Qué ocurriría si terminaba su pregunta? Ella tenía razón, se encontraban rodeados de familias, parejas, grupos de amigos. No podían poner a todas aquellas personas en peligro. Y por alguna razón, sentía como si estuviera bajo el control de ella, justo en la palma de su mano.

— Responderé una pregunta —alzó su dedo índice, su uña era medianamente larga, y tal como todas las demás uñas de sus manos se encontraban pintadas de negro. O al menos aquello querían creer—, solo si me dejan en paz por el resto del día, ¿Vale? Tengo cosas que hacer, soy una mujer ocupada —y sus ocupaciones iban en torno del azabache, pues en realidad solo quería escogerle ropa bonita, llegar a casa, comer de lo que él le prepare, y dormir hasta quedar satisfecha (cosa que en la mayoría de ocasiones nunca sucedía).

Algo andaba mal, o simplemente estaban confundidos. Y es que no podían aceptar aquella amabilidad que desprendía su voz. ¿Qué debían hacer? ¿Llamar a Gojō sensei y que se haga cargo de la situación? No, aun así se veían rodeados de personas en plena tarde soleada. Llevarla a un lugar lejano sería difícil, sobre todo tomando en cuenta que ella ya está al tanto de su existencia y puede identificarlos fácilmente entre la multitud (o al menos así lo creían ellos).

— ¿Eres...? —hablar era difícil cuando sentían aquella presión sobre sus hombros aplastándolos lentamente—. ¿E-Eres amigo o enemigo? —espetó Megumi, palabras que se le hicieron vergonzosas tras todo lo que él deseaba preguntarle. Aquella pregunta, comparada con todos sus demás cuestionamientos, era como si tratase de un niño recién aprendiendo a hablar.

— Depende —respondió ella, y tal como la primera vez en la que cruzaron palabras; una sonrisa ladina llena de astucia se asomó en su rostro, mientras su tono era un tanto lujurioso. ¿Se acostaron con ella? ¿Le debían dinero? ¡No, ellos ya habían respondido eso! Entonces ¿Qué seguía ahora?

— ¿Depende? —repitió Nobara, tal como ese día, como si hubieran viajado en el tiempo.

— Si en sus intenciones me veo afectada, entonces no lo dudaré dos veces para atacar con garras y colmillos. Tal como papá me enseñó.

Sentenció.













🚨
Al final tuve tiempo para actualizar hoy 🗿

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