Tenebris

De Val_Ales

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Amores prohibidos e imposibles, todos saben que ese tipo de relaciones terminan en tragedia. ¿Serán ellos una... Mais

Guía
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Lucidus, segunda parte

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De Val_Ales

Yuta

Bufé cansado de escuchar tanta palabrería y formalidad. Me tenían hastiado con las mismas indicaciones de siempre, que si debía terminar de cerrar tal acuerdo que mi madre no había podido concluir, o que era necesario renovar el trato que teníamos con el banco de sangre. Se suponía que yo era el jefe aquí, ¿qué tan inútiles tenían que ser estos sirvientes para no avanzar nada del trabajo? Ahora entendía el humor de perros que se cargaba mi madre todo el tiempo, con tanta incompetencia entre su clan hasta yo tenía ganas de desquitarme con quien sea.

Y justo eso estaba haciendo con el pobre novato que los cobardes de sus superiores habían mandado ante mí.

Terminé de abrochar el prendedor en mi saco, ese elegante broche con diamantes incrustados en forma de mariposa. Mi madre lo usaba todo el tiempo, a veces en una zona tan notoria y otras escondido bajo otra capa de ropa. Nunca le había prestado tanta atención a una simple joya, pero era lo único que me quedaba de ella.

Me di una mirada en el espejo, conteniendo el gruñido de desagrado hacia lo que me había convertido. Mi cabello rojo había desaparecido tan solo dos días después de eso, reemplazado ahora por un negro mate con mechones un poco más claros. Ahora, además del color, también había cambiado en largo y peinado. Atrás habían quedado las ondas desarregladas que tanto me gustaban lucir y los prendedores que usaba cuando no lo amarraba en una coleta. Esta era la imagen que YooNa había insistido tanto por ver, un chico elegante y serio, digno del apellido. Esperaba que, desde donde estuviera —que era más que seguro que no era el cielo o, siquiera, el limbo—, guardara este momento en su memoria.

Si es que los muertos tenían memoria.

Porque era la última vez que usaba estos aburridos trajes oscuros que lo único que hacían era asfixiarme.

Giré cuadrando mis hombros y alzando el mentón con altanería, lo suficiente para dejar clara mi posición sin parecer un completo idiota. El pobre chico no tenía la culpa de tener a esa basura como amo.

—Dile a BaekHo que más le vale presentarse en la ceremonia, porque con tan solo el chasquido de mis dedos puedo hacer que todos los vampiros terminen su contrato con su mediocre empresa. —ordené en un tono grave y severo, dejándole bien en claro al chiquillo que no iba a aceptar ninguna réplica que su amo le haya mandado.

Y todo salió tal como lo esperaba, pues el humano dio una profunda venia con ojos asustados y manos temblorosas— Le transmitiré sus deseos de verlo, señor.

Arqueé una ceja sin poder aguantar la risa incrédula. ¿Deseos de verlo? ¿A un zoquete como BaekHo? El debía venir para cerrar su precioso contrato con el clan de mi madre, yo no tenía por qué ir hasta su empresa para firmar el estúpido documento de renovación.

—Repite conmigo, chico, esto es lo que le vas a decir al viejo. —di dos pasos hacia él, importándome poco los centímetros que me sacaba de estatura, pues parecía que estaba a punto de arruinar sus pantalones— El noble señor Nakamoto no tiene planes de renovar el contrato, así que si tanto desea seguir pegado a su clan como garrapata, debe ir usted mismo y desafiar su mísera inteligencia para conseguir que cambie de opinión. —sonreí de lado antes de alejarme y retomar la postura seria del principio— Ahora vete.

No demoró en obedecerme, haciendo como cinco venias más mientras se alejaba con torpeza hacia la puerta del despacho de mi madre. Suspiré fastidiado por haber tenido que vivir esto una vez más. Odiaba perder mi tiempo en cosas tan míseras como estas cuando se supone que los sirvientes de mi madre eran lo suficientemente capaces como para aligerar mi carga. Pues bien, había comprobado que no era así. De no ser por la lealtad que sabía le guardaban al apellido, todos estarían fuera.

Dos toques se escucharon en la puerta de madera, cosa que me hizo morderme la lengua para retener las maldiciones que querían salir de mi boca.

—¿Joven Nakamoto? —vaya que me alegraba de contenerme. Se trataba de SangTae, el sirviente más antiguo de todos, y con quien mejor me llevaba— El joven Lee y Kim están abajo con un invitado más, ¿desea que les indique que pueden subir?

—Sí, SangTae. Gracias. —susurré lo último para evitar que alguien además de él escuche el agradecimiento. Prefería evitar posibles enemigos por una cosa tan banal como la preferencia.

—A sus órdenes. —tan pronto como dijo eso, se marchó hacia el salón, donde suponía estaban mis amigos.

Faltaban por lo menos unas dos horas más para que la ceremonia dé inicio. Aun así, no me sorprendía tener a TaeYong y DoYoung aquí tan temprano, era algo que me esperaba con confianza. Ambos demasiado preocupados por mí como para pensar en ocultar la compasión que sentían. Yo solo trataba de ignorar la pena en sus ojos, que aunque fuera poca, se notaba con transparencia, pues al estar rodeado de vampiros era sencillo percibir cada sentimiento por parte de los demás que, o no eran vampiros, o aún no lo eran por completo. Lo único que me sorprendía era que vinieran con alguien más. Y si mi instinto no me fallaba, y casi nunca se equivocaba, el misterioso invitado de trataba de mi bonito novio rubiecito.

Sí, novio. Claro que él aún no lo aceptaba, pero yo sabía que faltaba poco para que me diga que sí.

Me di una rápida mirada al espejo, revisando que todo estuviera en su lugar y sonriendo tan solo un poco por cómo me veía. No podía negar que seguía viéndome atractivo con el cabello lacio y los trajes monótonos y demasiado formales, pero ese no era yo. Esperaba SiCheng se dé cuenta, me lastimaría un poco el que lo pase de largo o, peor aún, le guste más este Yuta que el verdadero.

La puerta fue abierta con cuidado, detalle que me hizo saber que se trataba de TaeYong. Y lo confirmé al verlo cruzar el marco con seguridad, sus ojos oscuros fijos en los míos e intentando ver cómo me sentía. Su cabello ahora de un color rubio cenizo estaba peinado de forma elegantemente desarreglada, con ligeras ondas que le daban un aspecto más andrógino de lo que ya era. Su saco negro aterciopelado le daba un aire imponente que discordaba con el suave maquillaje de sus ojos y labios rosados. Un collar grueso de metal rodeaba su cuello y tapaba tan solo un poco sus clavículas, tan notorias como cada hueso de su menudo cuerpo. Se veía hermosamente demoniaco. Etéreo, a su vez. Parecía la representación de la lujuria misma, y si no supiera que ya había un demonio para eso y que, además, JaeHyun era su hijo, lo creería cierto.

Un paso atrás suyo, casi como escoltándolo, estaba DoYoung. Tenía el mismo color de cabello de siempre, ese negro natural tan oscuro como la noche, solo que un poco más corto y peinado diferente, dejando ver el centro de su frente. Al igual que TaeYong, llevaba un maquillaje muy ligero, pero que igualmente resaltaba las suaves facciones de su rostro. Iba de camisa blanca y traje negro, las mangas de la camisa saliendo de forma descuidada de las del saco. No portaba mucha joyería, tan solo un anillo oscuro en su dedo índice y una gargantilla blanca que lo acercaba más al estilo casual que a la formalidad. Se estaba volviendo mucho más rebelde, no había forma de que esa apariencia haya sido aceptada por TaeYeon. Me alegraba saber que poco a poco, DoYoung se estaba soltando más de las cadenas que ella le había puesto. Aunque sin duda su estilo estaba mucho más cerca de lo "decente" que el mío o el de TaeYong.

Y, por último, como la cereza del pastel, estaba mi rubiecito. Tan precioso como siempre, con sus ojitos brillantes algo entrecerrados en la fallida misión de verse más intimidante. Su largo cabello estaba peinado de forma desordenada, dejando caer unos mechones sobre su frente. Él también llevaba maquillaje, solo que las sombras en sus párpados eran mucho más notorias que las de DoYoung, y agradecí internamente a quien sea que haya hecho eso, porque sus ojos resaltaban mucho más. Sus labios estaban pintados de un color rosa suave muy parecido a su tono natural, destacando sutilmente su suavidad y grosor. Vestía un traje negro por completo, desde la camisa hasta los zapatos, tan elegante y hecho a su medida que no pude evitar demorarme más segundos de los necesarios en observarlo. Lo que me hizo aguantar un grito fue el divino arete que colgaba de su oreja izquierda, una cadenita de unos cinco centímetros de largo. Las ganas de mandar a retratarlo en este mismo instante eran inmensas, pero por el bien de mi salud física y emocional —él era más que capaz de irse a su casa de nuevo y deshacerse del tentador arete— retuve la orden que cosquilleaba en mi lengua y me dediqué a sonreírle. La intención era que se vea como una mueca atractiva, pero estaba mucho más cerca de lucir como una cara embobada. No me molestaba, que sepa que me tenía alrededor de su delgado dedo meñique.

—¿Tanto me extrañaban como para llegar dos horas antes? —le pregunté a DoYoung y TaeYong, poniendo un tono burlón en mi voz para fastidiar al pelinegro— Hola, bonito.

Agarré su cintura con mi mano derecha, encantado con la sutil pero hermosa curva. Dejé un sonoro beso en su mejilla, un centímetro cerca a su comisura, aprovechando la cercanía para inundar mis pulmones con su precioso aroma a chocolate blanco y limón. La nariz me picaba gustosa con el dulzor y acidez mezclándose de esa forma tan perfecta, que en cualquier otra persona hubiese sido un fiasco. SiCheng era igual que su olor, fresco, dulce y poco común. Único.

—Queríamos ayudarte a poner todo en orden, JiEun dijo que pasarían unos años hasta que te ganes el respeto total de los sirvientes. Solo es por precaución. —bufé fastidiado incluso si no había pizca de maldad en sus palabras— Bueno, y también porque te teníamos una sorpresita. —TaeYong sonrió de esa forma gatuna hacia SiCheng, que le correspondió mucho más tímido.

Vaya que era una.

—No soportaba ni un segundo más a TaeYeon refunfuñando sobre mi ropa. —se quejó DoYoung apoyándose contra el escritorio y cruzando sus brazos sobre su pecho— Sé que es imposible para un vampiro tener arrugas, pero juro haber visto una en su frente.

—Ah, hermano, vete acostumbrando. Tendrás para rato en esa casa. —fingí una exagerada compasión hacia él que lo hizo arrugar la nariz con enojo también actuado.

—No lo entiendo. —giré mi cabeza para ver a SiCheng, que tenía el entrecejo fruncido en confusión— ¿Para qué buscan herederos si se supone que son inmortales? ¿No es, perdón, inútil?

Mordí mi labio aguantando la carcajada que quería salir. Se veía adorable tratando de entender algo tan simple para nosotros. Me gustaba el interés que tenía, solo me hacía querer traerlo a vivir conmigo y llenarlo de besos.

—No sé por qué no me sorprende. —DoYoung fue el primero en hablar, llamando tanto mi atención como la del rubio— Perdona, SiCheng, pero es un tanto obvio. No te culpo, eso es por el centrismo que tienen los tuyos y el ego tan grande como para ponerse a investigar más sobre nosotros.

—Eso es algo que podrían decir ellos sobre nosotros también, Dongs. —agradecí que TaeYong interviniera, porque estaba a punto de responderle mal a DoYoung por el tono hostil involuntario que usó— Lo que sabemos de los licántropos y brujos lo aprendimos por nuestra cuenta, escabulléndonos en la biblioteca y sacando libros a escondidas.

Al ver que se estaban desviando del tema, decidí darle una explicación yo mismo, esforzándome al tope para plasmar en palabras lo que yo sabía desde que me convirtieron— Para tener más poder. Imagina que hubiera un solo líder en todo el clan, el expandirse sería una catástrofe. Es por eso que buscan "herederos", para dejarles el liderazgo de cierta parte del clan y llevarlo a otras partes del mundo. Por ejemplo, nosotros tenemos una fuerte presencia en Rusia, China, Taiwán y, por supuesto, Japón y Corea del Sur. Los más cercanos al, por decirlo de alguna forma, fundador, son los que lideran en los países que mayor presencia "sobrenatural" tienen. Mi madre fue convertida por uno de la segunda generación, es por eso que tiene a Corea bajo su poder. Claro que también hay otras razones, como asegurar un próximo líder que comparta un lazo directo, sea de sangre o por conversión, con el actual. Nos llamamos inmortales, pero no lo somos por completo, tú lo has visto en persona.

Toda la habitación se sumió en un denso silencio cargado de incomodidad y pena. Por un demonio, yo no lo había dicho para causar compasión, solo usé mi situación como un ejemplo para que mi rubiecito lo entienda mejor.

Resoplé fastidiado, como por quinta vez en el poco tiempo que había pasado, y me apresuré en cambiar de tema— ¿Sus padres vendrán?

—TaeMin tenía unos asuntos importantes que atender y JiEun prefirió quedarse en casa. —contestó TaeYong con una mueca de preocupación.

—¿Ellos mandándote solo a algo tan grande como esto? ¿En qué están metidos?

DoYoung tenía razón. Nunca —y cuando digo nunca, es en serio, nunca— habían dejado a TaeYong asistir sin la compañía de uno de ellos. Además, mi ceremonia era un evento importante, los líderes de todos los clanes habían confirmado su asistencia, habían escogido muy mal la primera vez para mandar a TaeYong por su cuenta. Y ahí entraba el mal presentimiento, JiEun y TaeMin eran tan cuidadosos e inteligentes que era prácticamente imposible que cometan un error. Así que lo que sea que haya pasado con ellos para decidir no asistir, era realmente importante. Importante y peligroso.

—No me quisieron decir nada, esquivaban mis preguntas cada que encontraba el momento para hablar a solas.

—¿Usaste tus ojos de cachorrito? —TaeYong asintió a mi pregunta— ¿Y no cayeron al instante? —exageré un tono de incredulidad, ocasionando la risa de los tres.

—Se ve más como un gatito que un cachorro. Sería, ojos de gatito, entonces. —intervino SiCheng visiblemente más relajado a como había llegado.

Sonreí gustoso al ver sus hombros caídos, en una postura más floja que antes. Aproveché el momento de comodidad para jugar un poco con él, debía utilizar al máximo este día. Quien sabe cuándo volveré a tenerlo en mi hogar.

—¿Qué hay de ti, rubiecito? ¿Qué excusa le diste a tus papis para que te dejen salir por toda una noche? —iba más en son de burla, pero la curiosidad era real.

Rodó los ojos, molesto, la sonrisilla ladeada que se le escapó delatando su verdadero sentir. Y casi al mismo tiempo sentí mis propias comisuras elevarse en complacencia con las reacciones involuntarias que generaba en él.

—Justo ahora, estoy en una "pijamada" con TaeIl y JungWoo. Mis padres nunca se negarían a una oportunidad de tener a su hijo socializando.

—Pues lo estás haciendo, solo que lejos de adorables lobitos y rodeado de chupasangres. —pasé la lengua por mis colmillos para darle más énfasis al débil insulto.

—Detalles, detalles. —se encogió de hombros con una expresión maliciosa que no hizo más que tentarme.

Oh, joder, ¿cómo esperas que me controle con un gesto como ese?

¿Dónde quedó mi adorable e inocente SiCheng? —pregunté con ironía, gozando el batir lento y coqueto de sus pestañas, más que seguro de que lo hacía sin darse cuenta— Ahora eres todo un diablillo.

—La compañía perfecta del villano, ¿no lo crees?

Tensé mi mandíbula en un claro intento de contenerme de agarrar su cintura y besarlo con rudeza. Eran esa clase de respuestas que me volvían loco, arrebatándome lentamente el poco autocontrol que poseía y dejándome con las ganas instintivas de clavar los colmillos en su pálido cuello más por pura lujuria que por beber algo de su sangre. Él lo sabía, no había otra razón para la expresión falsa de inocencia que lo hacía ver aun más pecaminoso con el maldito arete en su lóbulo y el traje ajustado.

—Muy bien, eso fue intenso, pero por ahora prefiero no presenciarlo, gracias. —mantuve mi mirada en los gruesos labios del rubiecito, los cuales ahora estaban curvados de forma más suave en una mueca avergonzada— Ya, Yuta. Al menos aquí no.

DoYoung pasó una de sus manos por mi rostro, intentando taparme los ojos para apartar mi atención de SiCheng. En otro momento le hubiese agarrado la escuálida muñeca y empujado hacia la salida, pero hasta yo era consciente de lo rápido que el tiempo había pasado y lo cerca que teníamos la llegada de los demás vampiros. Así que, no sin antes maldecirlo en voz baja, volteé hacia el espejo para revisar mi aspecto por última vez.

TaeYong se acercó a mí con pasos naturalmente elegantes, apoyando una de sus venosas manos sobre mi hombro y sonriéndome por el reflejo. DoYoung se había quedado conversando con SiCheng, alejándolo disimuladamente hacia el otro punto de la habitación. Supe que quería hablar de algo importante conmigo, por lo que le devolví la mirada por el espejo y asentí ligeramente dándole a saber que comprendía.

—¿Ya sabes cómo lo protegerás? Ellos lo van a comer vivo ante la mínima oportunidad que les des de hacerlo.

Sonreí con altanería— Es casi como si no me conocieras, Yong. No pienso despegarme de su lado ni por un segundo. Y si aun así esas basuras se atreven a posar sus malditos ojos sobre SiCheng, les arrancaré el corazón con mis propias manos y servirán de leña para mi chimenea.

En otra persona, mis palabras hubiesen causado una reacción de sorpresa y total desagrado, no era difícil para mí admitir que tenían un tono de crueldad; sin embargo, TaeYong ya estaba más que acostumbrado. Él sabía que si bien iba en serio, no actuaría de esa forma tan impulsiva si esa acción iba a traer consecuencias. A menos que realmente se pasen de la raya, en ese caso no escatimaría en llenar las finas cerámicas de sangre.

—Solo ten cuidado, Yuta. No solo por SiCheng, sino por ti también. Muchos se pondrán en tu contra por tener a un licántropo al lado y aprovecharán eso para destrozar el clan de raíz. Por mucho que me duela decirlo, ya no está YooNa al lado para encargarse de los trapos sucios. Debes ser cauteloso.

Maldito y astuto TaeYong, sabía que con la mención de mi madre me tomaría las cosas con mucho más cuidado.

—Ya es hora de bajar. —ambos volteamos a ver a DoYoung— SangTae no demorará en subir a avisarnos que ya están cerca.

Y tan solo dos segundos después, el hombre castaño apareció detrás de la puerta abierta por DoYoung, repitiendo lo mismo que dijo el pelinegro pero con mucha más formalidad.

Guardé mis manos en los bolsillos del pantalón y puse una expresión más seria y fría en mi rostro, consciente de que la pesadilla estaba a nada de comenzar. Mantuve la postura relajada y, al mismo tiempo, elegante, fingiendo sentirme tranquilo para no alterar a SiCheng, que debía estar peor. Obviamente, TaeYong y DoYoung se dieron cuenta de lo tenso que estaba, y aunque ninguno dijo palabra alguna, bastaron sus sonrisas de apoyo para saber que la noche no sería tan mala si los tenía a mi lado.

Caminamos por el largo pasillo, rosas rojas llenando el ambiente con su agradable aroma, una docena de ellas en cada jarrón que había. Era mi manera de mantener la presencia de mi madre en la casa, conociéndola lo suficiente para saber que su espíritu se retorcería de enojo si no le dábamos un luto como se merece.

Bajamos las escaleras de a dos, DoYoung distrayendo a SiCheng de las miradas desinteresadas de los sirvientes con una entretenida anécdota. Yo llevaba a TaeYong del brazo, una costumbre que tanto el pelinegro como yo teníamos con el más pequeño en estatura. Había empezado como una simple jugarreta que terminó volviéndose una acción involuntaria que a su vez nos daba más presencia por la elegancia y poder que transmitía. Sin embargo, esta vez lo hice con una razón.

—Quiero que te mantengas cerca de SiCheng. —susurré contra su oreja, tan bajo como podía para no ser escuchado por el aludido— Tienes razón, mi clan es el blanco ahora, tenerlo junto a mí le traería problemas.

—Quédate con nosotros también, pero procura pegarte más a mí para no levantar sospechas. —respondió en el mismo volumen de voz— Y tranquilo, nadie le tocará un solo cabello.

Asentí seguro de que así sería. Los Lee tenían mucha más estabilidad y poder que nosotros ahora, nadie se atrevería a hacer algo contra el hijo menor, sabían que JiEun y TaeMin los destrozarían hasta que no quede ni una sola ceniza. Mi rubiecito estaría mejor bajo su protección que bajo la mía, y no tenía problema alguno para admitir eso encima de mi orgullo.

El gran salón estaba decorado de forma oscura y refinada, vasijas que nadie usaría y copas de plata llenas hasta la mitad de sangre que no demorarían en acabarse. Las cortinas de terciopelo rojo estaban abiertas para dejar entrar la suave luz de la luna, la cual causaba un precioso reflejo contra las cerámicas del piso que le daba un tinte más sofisticado al lugar. YooNa estaría encantada, refunfuñando sobre defectos inventados solo para no dejar ver lo mucho que le había gustado.

—¿Te quedarás con Yuta, TaeYong? —le preguntó DoYoung alisándose el saco.

—Al menos durante el inicio. Cuando la mayoría haya llegado nos uniremos a ustedes. —contestó con voz suave, sus ojos mirando todo a su alrededor como si no hubiese visto mejores decoraciones en su propia casa.

—¿Por qué? —miré al lobito con una ceja arqueada en complacencia. ¿Acaso el tono grave era lo que yo pensaba que era?

—Dejar en claro que los Lee siguen siendo socios directos con los Nakamoto. Son gran influencia en nuestro mundo, bonito, tenerlos de tu lado significa tener a la gran mayoría de los demás contigo también. —le expliqué sonriendo por lo tímido que se había puesto. Así que sí habían sido celos. Pero qué ternura.

—Solo será por unos minutos. Esta es una de las pocas ocasiones en las los vampiros se pelearán por quién llega más puntual. —TaeYong le guiñó un ojo para aligerar el ambiente— No te separes de DoYoung y evita hacer contacto visual con alguien que no seamos nosotros tres. Muchos de ellos se lo toman como un reto y tratarán de acercarse a ti con falsa amabilidad. No caigas, solo buscan sacarte información. —sí, claro, solo información.

SiCheng asintió con seriedad agarrándose del brazo que DoYoung le ofreció. Ambos se alejaron hacia uno de los ventanales, conversando calmamente con la luz de luna iluminando sus figuras. Él se veía etéreo, divino, como un precioso ángel caído que aún mantenía la sombra de sus alas. Brillaba con tanta inocencia y bondad que la imagen que tenía de él conviviendo en mi mundo se desmoronó tan solo un poco.

Unos segundos después, las grandes puertas principales fueron abiertas de par en par, con los sirvientes haciendo una venia de noventa grados hacia la pareja que entraba. Ambos estaban enfundados en borgoña, el hombre usando un elegante traje de corte inglés y la mujer luciendo un precioso vestido al ras del suelo que amoldaba su figura con fineza. Los Zhong resplandecían en presencia.

Se acercaron a mí con sonrisas amables pero sutiles, sus ojos rojos con apenas un rayo de vida. No demoraron en llegar, ignorando a cada uno de los sirvientes que se habían detenido por unos segundos a hacerles una venia. Comportamiento tan usual al que estaba casi acostumbrado.

—Mírate, Yuta, eres todo un Nakamoto ahora. YooNa estaría orgullosa. —incliné tan solo un poco mi cabeza como saludó a la vampiresa— Y TaeYong, tan hermoso como siempre. Me atrevo a decir que esta noche un poco más, el cabello rubio te queda de maravilla. —él imitó mi acción con una risita avergonzada, acción que se podía permitir al estar con los Zhong, el clan con el que mejor se llevaban sus padres, y de las pocas personas de confianza.

—Te ves imponente, Yuta. Más de lo que ya lo eras. —correspondí el apretón de manos que el hombre me dio, un gesto humano que se sentía tan natural con él— Varios tienen sus dudas sobre ti, pero si manejas bien tus cartas, y sé que lo harás, los tendrás en la sombra de nuevo.

—TaeYeon es una de ellos, tenla en la mira lo más que puedas hasta que se retire. Mientras menos tiempo se quede, mejor.

Asentí. Tener a los Kim detrás de mi cuello era algo que me veía venir desde el principio. Eran unas ratas que pecaban de ambiciosas, así fue cómo llegaron a donde están. La historia no se repetiría con mi clan, así que más le valía a la vampiresa alejar su escuálido cuerpo de mi territorio.

Sin ofender a DoYoung, él no tenía la culpa de estar bajo ese clan de mierda.

Ambos se alejaron después de una corta conversación, yendo directamente a saludar a DoYoung. Por lo relajado que estaba mi amigo y la sonrisita tímida que tenía SiCheng en los labios, supe que los Zhong no tenían problema alguno con tener a un licántropo ahí. ChenLe realmente había tenido suerte de tener unos padres como ellos.

La puerta fue abierta una segunda vez, y una tercera, y otras veinte veces más. El proceso era el mismo, los que llegaban de acercaban a mí y me saludaban con seriedad y ojos observadores, buscando algún rastro de debilidad en mí. Algunos se iban a los segundos de empezar su análisis, conversando con desinterés; sin embargo, habían otros pocos que se demoraban más tiempo, lanzando poco disimulados comentarios mordaces para ver si picaba el anzuelo. No lo hice en ninguna ocasión, así que tarde o temprano se terminaban alejando.

Al ver el salón más lleno, le hice una seña a TaeYong para indicarle que vayamos con DoYoung y SiCheng. Él asintió, mirándome enternecido por las obvias ansias que tenía de estar al lado del rubio. Ese tipo de reacciones hacia mí, ternura, cariño o cualquier vaina cursi, solo se las permitía a él. A él y a ChenLe, demasiado adorables como para decirles que no.

Me paré erguido con las manos aún en mis pantalones, consciente de las mil miradas que tenía clavadas en la espalda y nuca, expectantes a mi siguiente movimiento. Para nadie pasaría desapercibida la cercanía que estaba compartiendo con un licántropo, lo tomarían como señal de traición (lo cual era estúpido considerando lo que el nuevo consejo quiere lograr) y muestra de debilidad. No importaba, nadie lo consideraría de tanta importancia siempre y cuando no me relacione tanto con SiCheng. Cosa que me estaba matando.

Miré hacia la puerta principal, impaciente, ansioso porque llegara la sorpresa que yo también había preparado. Había planificado las posiciones en las que estábamos para que siga siendo inesperada, ya que la persona a la que iba dirigida estaba de espaldas a la entrada. Agradecí a SiCheng por distraerlo con su conversación sobre la restauración de la manada, un tema que a mí en lo personal no me interesaba en lo más mínimo pero que servía de buen punto para captar su atención.

Vamos, ya te estás tardando mucho.

Y como si lo hubiese invocado, cosa muy probable teniendo en cuenta la sangre que corría en sus venas, cruzó ambas puertas, su fuerte presencia haciendo a los sirvientes agacharse incluso si no lo conocían. El cabello castaño, ahora rayando el negro, peinado hacia atrás dejando su frente expuesta. Varias argollas adornaban sus orejas desde el hélix hasta el lóbulo, de un gran grosor que las hacía verse más masculinas, algo que yo no creía posible. Llevaba una camisa blanca satinada sin botones y de cuello en "v", lo suficientemente amplio para dejar ver el inicio de sus clavículas y la cadena con dije de llave. Encima llevaba un saco negro con grabados plateados que le daban un toque menos formal pero no por eso menos sofisticado, ese era el foco de atención de todo el conjunto, destacando de los pantalones negros y botines de igual color. Avanzó con los hombros encuadrados y ojos fijos en mi amigo, que aún no se había percatado de su presencia. Sabía que había llegado alguien importante por los murmullos que de escucharon alrededor, pero con toda la soberbia que su estatus le daba, ignoró los comentarios y siguió mirando a SiCheng, quien intentaba continuar con su relato en medio de tartamudeos por el recién llegado.

No lo culpaba, incluso yo me había quedado muchos más segundos de los debidos observándolo. Era el hijo de la lujuria después de todo.

—Yuta... —miré de reojo a DoYoung, esperándome una queja por traer al hombre que tanto le desagradaba— Gracias.

Arqueé una ceja sorprendido, ahora sí girando todo mi cuerpo hacia su dirección— ¿Y eso por qué?

—Míralo, está más feliz de lo que lo he visto en ya bastante tiempo. —miré a TaeYong por el rabillo del ojo, una sonrisa escapando por mis labios al verlo recibir a JaeHyun con su rostro rebosante de emoción y cariño— Él no me agrada del todo, pero si lo hace feliz tan gran escala, entonces lo aceptaré con gusto.

—¿Dejarás tus celos de lado? —cuestioné en son de broma, pero con una ligera verdad detrás.

—Una persona me hizo preguntarme durante bastante tiempo qué es lo que me mantenía tan apegado a TaeYong. —no me perdí el brillo juguetón en sus ojos que apostaba no era provocado por el mencionado— ¿Sabes lo que son las almas gemelas? Dos mitades de un alma que buscan a unirse, una conexión de profunda afinidad y amor. Confío en que eso es lo que somos, en un ámbito amical más que amoroso. Es por eso que siento sus emociones como mías, y sé que a él le pasa igual. —dio un asentimiento a TaeYong, que volteó a verlo como preguntándole si estaba bien— Yo tenía miedo de que JaeHyun me quite lo único divino que tenía en mi vida, pero TaeYong no es alguien que escoja a una persona sobre otra. Tiene un corazón tan grande que se parte en mil pedacitos para cada amigo y compañero que forma. Él podrá ser el amor de su vida, pero eso no hace menos que yo sea su mejor amigo. Y que lo seguiré siendo por siempre, tal vez incluso mucho más allá.

—Muy poético, es lo más sabio y filosófico que te he escuchado decir desde que te conocí. ¿Será por lo mucho que te estás juntando con ese brujito últimamente? —lo molesté para cambiar de tema, era hora de dejar a los tórtolos en paz, suficientes comentarios de estaban ganando ya.

—Pásate por la biblioteca, los libros podrían llenar un poco tu cabeza hueca. —reí a carcajada amplia, consciente de las malas miradas que había recibido.

La canción de fondo cambió, el aburrido y tremendamente serio tono del piano fue reemplazado por un instrumental suave de batería y más que no supe reconocer. Mil veces mejor, mil veces más llamativo, mil veces más íntimo.

Oh, baby

Oh, man

¿Me permite esta pieza, joven Lee?

JaeHyun tenía una de sus manos extendida hacia TaeYong, con una intensa mirada llena de coquetería y algo cercano al amor. Sentimientos que fueron correspondidos por el rubio, su pálida y delgada mano posándose sobre la suya.

—Sería un placer, caballero Jung.

Y ambos se alejaron tan solo un poco, todavía quedando cubiertos por la luz de la luna que lo hacía todo mucho más romántico y memorable. La cabeza de TaeYong reposaba contra el pecho de JaeHyun, su rostro escondido en la curvatura de su cuello. El castaño tenía sus ojos cerrados y manos en la cintura del vampiro por debajo del saco, sus labios moviéndose sutilmente, susurrando la letra de forma tan baja que solo TaeYong era capaz de escucharla. Ambos tan metidos en su mundo, absorbidos por la presencia del otro, sus cuerpos y almas conectándose entre sí.

But that's alright with me

Le di una mirada de disculpas a DoYoung, alejándome unos pasos de él para quedar frente a frente con mi rubiecito. El pelinegro alzó las cejas con indignación fingida, la sonrisa cómplice rompiendo su actuación de enfado. Tal vez debí haber hablado con ese tal Kun e invitarlo también. Aunque el semi demonio ese, el de piel grisácea y ojos azules, pasaba bastante tiempo pegado a él. Ah, Kim DongYoung, nunca te imaginé en una relación poliamorosa.

Con una mano detrás de mi espalda y la otra extendida hacia el delgado cuerpo frente a mí, miré a SiCheng con los ojos entrecerrados, admirando lo hermoso que se veía con las mejillas sonrojadas y el ceño fruncido en timidez. Podrían pasar mil años, incluso toda la eternidad, y yo nunca me cansaría de verlo.

—¿Quiere bailar? —le pregunté inclinándome un poco.

Bufó avergonzado, aparentemente molesto con la propuesta, pero aceptó mi mano de todas formas, generando una explosión en mi interior y agrandando mi sonrisa.

Con una mano en su cintura y la otra entrelazada a la suya, moví nuestros cuerpos en un lento vals, su mejilla pegada a la mía y permitiéndome inundarme de su aroma.

As long as you're next to me... —susurré en su oído, cantándole específicamente esa parte, sintiéndose tan real e íntimo— Just the two of us.

Por primera vez desde hace muchísimos años, pude sentir lo que era la paz. Esa tranquilidad llenando mi cuerpo, lo ligera que se sentía mi alma y la sonrisa involuntaria que se formaba en mis labios. Todo junto al latir acelerado de mi corazón, tan rápido y tan vivo que no recordaba haberlo sentido desde que me convirtieron. Porque eso era lo que me transmitía SiCheng. Vida.

Lo lamento, madre. No soy el hijo perfecto que querías, me enamoré de un ángel.

—I'm feeling so tired really falling apart. —seguí cantándole con una pésima pronunciación, contento con lo dulce que se había puesto su aroma y lo relajado que estaba contra mi cuerpo— And it just don't make sense to me. I really don't know. Why you stick right next to me wherever I go.

No existe la excusa de la pijamada, lo sabes, ¿no? —asentí, detectarle esa mentira había sido muy sencillo, era adorable lo pésimo que mentía— Escapé. No podía quedarme en casa.

—¿Por qué no? —pregunté con curiosidad y preocupación, enterrando sin querer mis dedos en su cintura.

—Querían presentarme a un alfa. Un chico joven, de buena familia, amable, educado y trabajador. Había dejado todo por defender a la manada y eso a mis padres les encantó.

—Todo un héroe. —dije, venenoso, descargando todos mis celos y enfado en esas tres palabras.

—Así es, todo un héroe.

—El chico perfecto. —contesté con aun más furia.

—No, ahí es donde te equivocas. —alejó su rostro del mío, tan solo lo necesario para verme a los ojos— No es mi chico perfecto.

—Con todas las cualidades que tiene, es difícil creerlo. —reproché sin esconder mi amargura.

—Son esas cualidades las que lo hacen imperfecto para mí. —arqueé una ceja sin creerle del todo— Él lo daría todo por la manada, es por eso que el título de héroe le queda tan bien. —estaba a punto de soltar su mano, pero entrelazó nuestros dedos con más fuerza— Pero eso no es lo que yo quiero.

—¿Qué es lo que quieres? —hablé casi encima de su voz, impaciente por su respuesta.

Me miró por debajo de sus pestañas, un gesto cargado de coquetería y timidez que me dejó embobado por un segundo, mi mente olvidando qué era lo que estábamos hablando— Un héroe lo sacrificaría todo por el mundo, incluyendo a su familia, incluyéndome a mí. —sentí una de sus cálidas manos contra la piel fría de mi mejilla en un roce tan delicado que no pude evitar estremecerme— En cambio, un villano sacrificaría el mundo por mí. Esa es la diferencia, Yuta. Ahí está el porqué estoy aquí, a tu lado, bailando canciones que no reconozco y rodeado de personas que no desean más que asesinarme; en vez de en casa, junto a mis padres y quien podría ser el chico de oro de la manada.

—No sabes las ganas que tengo de besarte en este momento. —confesé acercándolo más a mí hasta que nuestras respiraciones se mezclaron.

—¿Qué te detiene? —arqueé una ceja por su respuesta, encantado con lo seguro que sonó.

—Rubiecito coqueto. —y antes de poder besarlo como tanto había estado ansiando desde que lo vi por primera vez, una mano se posó en mi espalda, interrumpiéndonos y regresándonos a la realidad.

Aguanté una maldición hacia quien sea que se haya entrometido y giré despacio, manteniendo mi mano en su cintura.

Una vampiresa pelinegra y de labios tan rojos como la sangre me miraba sugerente, el cabello lacio y largo apenas cubriéndole el revelador escote adornado con un ostentoso collar de rubíes. No recordaba haberla visto en mi vida, y eso solo lo hacía peor para ella, pues acababa de ganarse mi odio instantáneo.

—¿No...? —alcé un dedo al frente suyo, indicándole que mantenga su boca cerrada.

—Disculpa, cariño, pero no tengo tiempo para ti. Pregunta de nuevo en unos años, aunque tampoco estoy seguro de tenerlo entonces. —en otra ocasión, con menos odio en mi ser, hubiese sonreído por lo enfadada que se puso— Adiós, linda.

Ignorando que el oscuro cabello y las joyas revelaban su alto estatus dentro de la nobleza, volví a girarme para centrar mi atención en SiCheng, que apretaba sus labios para aguantar la risa que quería soltar.

Ignoré, también, el brillo malicioso que apareció en sus ojos, ambos iris en un rojo tétrico, diferente al mío y al de todos los vampiros que había conocido. Después de todo, mi rubiecito era lo más importante ahora.

—¿En qué estábamos? —lo acerqué de nuevo hasta tener su cuerpo contra el mío, la diferencia de estatura haciéndome levantar ligeramente la cabeza.

—Te meterás en problemas por esto. —sonreí enternecido por lo preocupado que estaba.

—Bonito, estoy en problemas desde que te propuse bailar conmigo, un beso no lo hará peor. —llevé mis manos a su rostro, acunando sus mejillas con todo el cuidado posible— Además, este villano es muy poderoso. Habrán cabezas rodando apenas tengan la intención de tocarte un cabello.

—¿Arriesgarás tu clan por mí? —había tanta inseguridad en su voz que no pude evitar suavizar mi tono aun más.

—Sacrificaría el mundo entero, SiCheng. —y lo hice, incapaz de aguantarme más.

Fue un beso lento, suave, y corto, el tiempo suficiente para demostrarle que mis palabras estaban llenas de verdad. La pureza y tranquilidad presentándose de forma abundante, diciéndome que pertenecía justo ahí, a su lado, con sus manos rodeando mi cuello y las mías acariciando la piel de sus mejillas. El ambiente olía a chocolate blanco y limón, a seguridad y amor.

Porque a mí nadie me diría que esto tan fuerte y rebosante de paz que sentía no era amor.

Y lo confirmé cuando me separé de él, viéndome en el reflejo que sus oscuros ojos me daban, hallando amor en su mirada con la misma intensidad que en la mía.

Lo siento, YooNa. Sacrifiqué todo, me perdí a mí mismo por hacer realidad tu último deseo, pero no haré lo mismo con él.









¡Hola hola! ¿Cómo están hoy? Espero que muy muy bien.

Aquí está el capítulo de los vampiros, narrado por nada más y nada menos que Yuta. No podía pensar en alguien más para tener el último capítulo desde el punto de vista de los vampiros, Yuta era perfecto.

Sí, solo faltan dos más para terminar el fic (uno desde los semi demonios, el otro desde los brujos), me largo a llorar.

Lo que quise plasmar desde su perspectiva era lo mucho que la muerte de YooNa le había chocado, tanto como para dejar su actitud "hostil" y convertirse en lo que ella tanto le insistía ser. Aunque todo el esfuerzo cayó por la basura al ver a SiCheng.

¡Hubo beso! Yuta ya se estaba muriendo por tenerlo, y yo también por escribirlo. El YuWin es de las parejas que más me gusta, hubiese sido genial desarrollarla más pero entre las otras 9 parejas que también tengo que formar se hizo bastante difícil.

Hay un detallito aquí también, no crean que porque este libro se termine el drama parará *guiño guiño*.

Por cierto, la canción se llama My kind of woman, de Mac Demarco. Es preciosa, sentí que encajaba perfecto con esa escena.

¿Adivinan de quién es el siguiente capítulo? Pista: uno de los semi demonios.

En fin, espero les haya gustado mucho mucho mucho. Tomen agua, coman bien y descansen.

¡Nos vemos el martes con el penúltimo capítulo!

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