Una parada en Colonia Basilia

Von antoenletras

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Un desperfecto en su camión de carga lleva a Tadeo a pasar un fin de semana bastante peculiar. Nunca imaginó... Mehr

Prólogo
1 - Bienvenidos a Colonia Basilia
2 - En medio de la ruta
3 - Un rincón lleno de vida
4 - Con más carisma que habitantes
5 - Una gran familia recibiendo visitas
6 - Con espíritu de turista recién llegado
7 - De rincones especiales
8 - Y una gran historia detrás
9 - Un lugar llamado hogar
11 - Y fuertes impulsos
12 - Un mundo por conocer
13 - Con pasados que son ruinas
14 - Y futuros que se encienden
15 - Un latido en común
16 - Un sentir desafiante
17 - Y confesiones que conectan
18 - Soltar el control
19 - Un antes y un después
20 - En el comienzo de un sueño
21 - Abriendo las puertas al futuro
22 - De la mano del amor
23 - Y de las nuevas oportunidades
24 - Un nuevo presente y un futuro que asoma
25 - El frío del mañana
26 - El quiebre del presente
27 - Y el refugio del ayer
28 - Una promesa
29 - Y una despedida
30 - Una lógica que duele
31 - Una decisión que acecha
32 - Y lo inesperado de la vida
33 - Amando a destiempo
34 - Latiendo a lágrimas
35 - El después del adiós
36 - Los nuevos comienzos
37 - La magia de la vida
38 - Apostar al latido
39 - Un lugar, un hogar
40 - Colonia Basilia
Agradecimientos
Nota de autor
Epílogo

10 - De conexiones inexplicables

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Von antoenletras

Tadeo avanzó unos pasos por la arena hasta que se dio cuenta que Olivia no lo seguía. Dio media vuelta para ver si había pasado algo y la encontró llorando. Sutilmente se estaba limpiando las lágrimas con el dorso de la mano, mientras intentaba ocultar su rostro.

—¿Qué pasó? —le preguntó acercándose—. ¿Dije algo malo? ¿Pasó algo?

Por impulso, la tomó de sus muñecas para que dejara de ocultar su rostro y la observó con cuidado.

—¿Pasó algo? —repitió.

Y ella negó, pero las lágrimas incrementaron. Entonces, sin pensarlo dos veces, la abrazó.

Olivia escondió su rostro entre su mandíbula y su hombro y se deshizo de toda tensión. Parecía como si hubiera llevado mucho tiempo intentando mantenerse fuerte y en ese momento, la debilidad la había atacado por completo.

Tadeo sintió como si buscara protección, algo que la salvara. Posó una mano en su cabello y con la otra trataba de calmarla haciendo círculos en su espalda. El perfume de la chica lo invadió por completo y se dejó llevar por su cercanía, se permitió sumergirse en el momento... Tanto, que casi se asustó cuando la chica se separó de él.

—Perdón —le dijo con la voz cortada—. Soy una idiota —rio mientras se limpiaba el rostro.

—No pidas perdón... ¿Qué ha pasado?

—No es nada —se excusó.

—Parece bastante más que nada si te hizo llorar. Si quieres puedes contarme —le dijo en un intento de hacerla sentir acompañada. Aunque no sabía si eso era lo que ella quería.

—No se si tenga algún sentido hablar del tema —volvió a excusarse mientras seguía limpiándose los ojos.

—Al menos para desahogarte.

Olivia suspiró y se acercó a las botellas de jugo que habían dejado en la arena. Tomó la suya y se sentó allí. Tadeo la siguió y se sentó a su lado.

—Es Valedai —logró decirle antes de darle un sorbo al jugo.

—¿Qué ha pasado con Valedai?

—Me persigue —rio nerviosa y al ver que Tadeo no agregó nada más, continuó hablando—: Tengo una beca para ir a estudiar al instituto de cocina más prestigioso de Valedai. Hace unos días me ha llegado el mail confirmando mi aceptación... Y desde ese día no sé cómo afrontar la situación. Creo que estoy desbordada.

El chico la miró sin saber qué decir. No le parecía una noticia como para ponerse a llorar, aunque entendía que ella tenía un asunto extraño con la gran ciudad. Cada vez que tocaban el tema, buscaba evitarlo. Así que no le restó importancia al asunto.

—¿Y qué piensas hacer?

La chica hizo una mueca, parecía que volvería a llorar, pero respiró profundo.

—No lo sé. Sinceramente, no lo sé. Tampoco sé por qué he accedido a anotarme.

—¿Por qué lo has hecho?

Se encogió de hombros.

—Mis amigas encontraron la propuesta e insistieron. Accedí porque no creí que quedaría. Aún no sé por qué me eligieron entre tantas solicitudes que habrán recibido.

—Algún motivo de importancia habrá. ¿Es el ICoPaVa? —Ella asintió. —Es una gran oportunidad, sabiendo cual es tu sueño...

—Eso es lo que me limita. Sería facil rechazarla si no vendría del ICoPaVa.

—¿Por qué lo rechazarías?

—Porque fui muy infeliz el año que viví en Valedai. Me sentí muy sola, extrañaba demasiado, la ciudad me ahogaba en su inmensidad, las personas eran como robots circulando por la calle, todo quedaba lejos, para todo lo que tenía que hacer sufría estrés... No sé si quiero abandonar la tranquilidad de este pueblo.

Tadeo guardó silencio y regresó su vista al frente. Para él todo lo que había descripto estaba disfrazado por mucha tensión. A él, que había vivido toda su vida en Valedai, no le parecía que había vivido con estrés... Salvo que se hubiera acostumbrado y no lo hubiera notado de ese modo. Aunque era innegable que en Colonia Basilia existía una tranquilidad que daba vida, o te la quitaba. Aun no se decidía.

—¿Sabes? Mi abuela siempre decía que a veces uno tiene que tomar riesgos para alcanzar sus sueños.

—Lo sé. ¿Pero cuál es el costo aceptable a pagar?

—Supongo que el mismo nivel de felicidad que te puede dar alcanzarlo.

—Entonces es un costo muy alto —rio sin ganas y le dio un sorbo a su jugo sin quitar la vista del frente.

A Tadeo le costaba mucho identificarse con la situación de Olivia. Hacía mucho tiempo que no sentía un lugar como su hogar... Casi el mismo tiempo que hacía que su abuela había fallecido. A él la vida no le había puesto como obstáculo tener que elegir entre su hogar y su sueño, simplemente se lo había arrebatado y le había dejado el camino libre. Aunque no se sintió muy libre al momento de vivirlo. Y aun no lograba sentirse así. Simplemente sabía que llevaría consigo el dolor de la ausencia en el camino tras su sueño.

—¿Y tu familia qué ha dicho?

—Aún no lo he hablado con nadie. Sé que me apoyarían y eso complicaría más todo.

—¿Y tú qué quieres hacer?

—Quedarme acá —dijo sin dudar, pero luego suspiró—. Aunque a veces siento que si me quedo seguiré estancada. Hace dos años que trabajo en el comedor y desde ese entonces todo sigue mas o menos igual.

—¿Y si te arriesgas? Digo, si solo es el tema del ambiente en la ciudad. Tal vez es cuestión de acostumbrarse y eso lleva un poco de tiempo... —Se hizo un silencio. Parecía ser que Olivia estaba procesando sus palabras así que siguió hablando—: Quizás es solo un miedo del pasado, un miedo que viene de salir de tu zona de confort. Además seguro no eres la misma persona que vivió aquella experiencia.

Las palabras del chico parecieron haber movilizado algo en Olivia, porque tardó mucho en responder. El silencio se instaló de manera pesada y esta vez, Tadeo prefirió no cortarlo.

La chica dio un sorbo mas a su jugo y luego habló. Le dijo que sí, que había pasado mucho tiempo desde aquella vez y que muchas cosas habían cambiado en su persona. Antes le costaba mucho socializar y desde que había empezado a trabajar en el comedor eso había cambiado. Pero también admitió que tenía miedo de volver a intentarlo y fallar.

—No sé si podría regresar habiendo fracasado de nuevo.

—Tonterías. Si tienes que regresar al menos sabes que definitivamente no puedes vivir allí. Pero si no vas y te quedas con la duda...

Ella rio.

—¿Alguna vez te han dicho que sirves de psicólogo?

Tadeo también rio.

—Si, me lo han dicho. He leído mucho sobre el tema y también he hecho terapia. Supongo que es el resultado de eso.

Tras haber soltado aquello, se sintió un poco arrepentido. No muchas personas sabían que había ido al psicólogo y no sabía cómo se lo podía tomar Olivia. Pero a la vez, la tranquilidad que le generaba estar con la chica y la confianza que despertaba en él, hizo que mantuviera la calma. No entendía muy bien de dónde había salido esa confianza tan profunda en alguien que había conocido hacía apenas dos días.

—¿Por qué has ido? Si se puede preguntar...

—Estaba un poco perdido con mi vida. Había abandonado dos carreras universitarias y estaba teniendo una crisis con la tercera. Mi padre me odiaba por eso —rio nervioso—. Así que fui a buscar un poco de ayuda para encaminar mi vida.

—¿Y te ayudó?

Asintió recordando esos momentos. Era increíble pensar en lo mal que había estado por querer encuadrar su vida en los deseos de alguien más o en lo que la sociedad esperaba de un joven de veintidós años.

—Pude entender que me gusta el conocimiento en sí, pero no que me obliguen a estudiarlo. A veces las carreras universitarias no son para todos. Pero me costó mucho sacarme el prejuicio de que quien no estudia es un inútil. Sobre todo porque mi padre lo repetía a cada momento —dijo lo último casi mascullando.

—Entiendo...

—Tuve que pagar mi costo enfrentando a mi padre —agregó—. Y ahí me sentí un poco más libre para definir el rumbo de mi vida. Aunque eso complicó la relación con él. Pero bueno. Ahora decido mi camino.

—-¿Y cuál es ese camino?

—Recorrer el mundo. De la manera en que sea. Mientras aprendo las cosas que quiero saber, que me interesan. Y mientras hago música. Al menos ese es el camino que quiero ahora.

La chica lo miró sorprendida.

—¿Cantas?

Tras la pregunta logró relajarse, pensó que iba a indagar más en su vida y eso lo había tensado un poco. A pesar de la confianza, aun le costaba tocar temas del pasado.

—Algo así —rio—. Intenté estudiar profesorado de música, pero al final solo aprendí a tocar la guitarra e hice unos cursos de canto. Una vez me animé a tocar en una esquina de una ciudad a la que fui —recordó de pronto sonriendo—. Fue una linda experiencia.

Olivia acompañó su sonrisa y él notó un cambio en su mirada.

—Te admiro por eso —le dijo volviendo la vista al frente.

—¿Por qué?

—Por haber tenido el valor de luchar por tus sueños y haber encontrado tu propio camino... Creo que estoy un poco perdida y con demasiados miedos que me limitan.

—Todos tenemos miedos, Oli. Es cuestión de enfrentarlos. Dicen por ahí que la vida está detrás de ellos.

El silencio volvió a hacerse protagonista mientras ambos terminaban su botella de jugo. Continuaron mirando el río hasta que unos pasos se acercaron a ellos. Era Raúl para avisarles que estaban por regresar al puerto.

Mientras caminaban hacia el muelle Tadeo le dijo que le quedaría pendiente mirar el atardecer desde aquel lugar y la acampada. Olivia rio y volvió a repetir que no le creía que quisiera volver.

—Entonces lo creerás cuando me veas de vuelta por esta zona.

El regreso también estuvo invadido por el silencio. Tadeo lo necesitaba para poder dejarse abrazar por el paisaje y la naturaleza. Y por suerte, Olivia lo respetó. O lo acompañaba en ese deseo, aun no lo sabía. Conocía muy poco de la chica, pero cuando la miraba, sentía una conexión muy fuerte. Y más después de la charla que habían tenido. Hacía mucho tiempo que no hablaba sobre su pasado y se había sentido muy cómodo y escuchado. No muchas veces sucedía aquello. Había muy pocas personas que sabían escuchar y Olivia parecía ser una de ellas.

Y también había sentido que la chica confiaba en él. Haberse visto en la situación de escuchar el problema que la atormentaba en ese momento y que hubiera tenido la confianza para hablar de sus miedos, lo hizo sentir bien. Al parecer, no era el único que empezaba a mostrarse sin escudos.

Sonrió de manera sorpresiva descubriéndose feliz. Después de todo, que su camión se hubiera roto justo allí había sido un golpe de buena suerte. Quizás un freno que la vida le había impuesto para repensar muchas cosas, para conectar de nuevo con su pasado y con lo que era en el presente.

Respiró profundo el aire de la naturaleza y se permitió observar el lugar con consciencia, para guardar en su mente el recuerdo exacto de aquel paisaje. Aunque tenía la intuición de que volvería muy pronto... Pero la vida le había demostrado de muchas formas que los planes no siempre salen como uno quiere. Así que se abrazó a lo que veía en ese momento.

La frescura del río recorría sus brazos, el viento hacía volar sus cabellos que reclamaban un corte, el aroma a naturaleza purificaba sus pulmones... Definitivamente, sería un buen recuerdo.

Una vez llegados al puerto, caminaron a paso lento y en silencio hasta el auto.

—Oli. —La chica se limitó a mirarlo. —Si necesitas hablar, sabes que puedes contar conmigo.

—Gracias.

Llegaron al auto sin intercambiar más palabras y Olivia prendió la radio. Volvió a sonar la canción que habían dejado a medio terminar. Ninguno parecía tener intenciones de volver a tocar el tema que se había hablado en la isla. Parecía ser que había quedado encapsulado en aquella costa.

—¿Qué canción es? —le preguntó Tadeo buscando llenar el silencio. No era incómodo, pero quería asegurarse de que ella estuviera bien, de que la charla no hubiera generado algún impacto negativo.

Para su suerte, Olivia contestó igual de animada que siempre. Y el chico se alegró. Quizás un poco más de lo que hubiera sido normal.

Cuando llegaron a la Estancia de Campo, la joven le recordó que Waldo requería su presencia.

—Si, no me olvido. Estaba pensando en cenar en el comedor esta noche. ¿Estará ahí?

—Siempre está ahí —rio ella—. Es muy raro que deje su amado comedor.

—Genial. Ya tengo planes para esta noche. ¿Tú que harás? —le preguntó por impulso. Quizás no era de su incumbencia. Pero ya era tarde. Como siempre.

—Aun no lo sé. Quizás vaya con mis amigos a la fiesta.

—Bien. Que la disfrutes. Y gracias por el recorrido de hoy. Me voy de este lugar con una impresión totalmente diferente a la que tenía cuando llegué. No hubiese pasado eso si no me mostrabas todos esos rincones especiales —le dijo con sinceridad. Tal vez demasiada sinceridad.

La sonrisa que observó en el rostro de Olivia le transmitió una calidez diferente. Parecía sonreír con los ojos también.

—Nada que agradecer. Me divertí mucho yo también y me alegra haber cambiado tu visión sobre mi amado pueblo.

Tadeo sonrió y no pudo quitar sus ojos de los de la chica, quien también lo observaba sin quitar la mirada. Los segundos parecieron hacerse eternos y el silencio formó una capsula que acalló hasta la melodía que salía de los parlantes. El corazón de Tadeo se aceleró y sintió la cercanía de la chica mucho mas presente que en todo momento. La luz que siempre transmitía pareció abrazarlo y su perfume se hizo mucho mas potente.

Recobrando el aliento, se movió en su asiento y carraspeó.

—Pasaré mañana... En el desayuno —logró decir observando una sorpresa en el rostro de Olivia—. Para despedirme, digo. Creo que antes del mediodía me iré.

—Bien. Si. No te vayas sin despedirte —rio volviendo la vista al frente.

—Nos vemos entonces. Y gracias.

Ella volvió a sonreírle cuando sus miradas se encontraron y entonces, Tadeo abandonó el auto. Y lo vio partir hacia la calle principal, sintiendo que una parte de si había quedado en el asiento del acompañante, justo al lado de la chica del vestido celeste.

Suspiró. Debía focalizar. Debía volver a la realidad.

Tomó un baño para refrescarse y sacarse de encima todo el día vivido, procurando no borrar con el agua los recuerdos que había logrado coleccionar. De manera inevitable, pasaron por su mente varios momentos y se le hizo muy difícil evitar la sonrisa. Había sido un gran día y se negaba a aceptar el motivo por el cual pensaba eso.

Mientras esperaba a que se hiciera la hora de cenar, se recostó en la cama con su guitarra. Pensó que sería su fiel compañera ese fin de semana, pero había sido reemplazada. Volvió a sonreír mientras improvisaba una melodía.

Porque encuentro luz en tu andar

Porque la magia te persigue a donde vas

Y me encuentro admirando la forma en la que logras

pintar de colores esta neutra realidad.

Las palabras brotaron solas acompañando las notas que parecían tejerse sin ningún esfuerzo. Y cuando tomó consciencia de eso, sonrió y abandonó la guitarra para buscar su libreta en el bolso. Tal vez de aquella experiencia salía una nueva canción... Hacía tanto tiempo que no lograba componer algo que sintió cosquillas en su estómago de la emoción.

El tiempo lo consumió y cuando tomó noción de la hora, casi se le hizo tarde para ir a cenar. Abandonó la guitarra junto a la libreta, se calzó y bajó las escaleras al trote.

Cuando llegó al comedor lo encontró mucho más concurrido que la mañana en la que aparentemente se había visto visitado por la mala suerte. Por suerte logró encontrar una mesa cerca del mostrador principal. Del otro lado lo recibió la mirada atenta de Igor, a quien saludó levantando la mano y este respondió con un asentimiento de cabeza.

Al rato llegó una chica bastante joven a dejarle el menú, él agradeció y observó el lugar. Cuando había entrado le pareció verla en otro sector con una ropa diferente. Pero entonces notó la realidad. Había dos chicas muy parecidas... Debían ser mellizas o gemelas.

Estaba leyendo la carta cuando sintió que alguien se acercaba.

—Hola muchacho. ¿Cómo has estado?

Waldo separó una silla de la mesa y se sentó a su lado.

—Waldo —le dijo Tadeo con una sonrisa—. Muy bien la verdad. Ha sido un fin de semana bastante especial en este pueblo.

—Me alegro, muchacho. Te dije que guardaba muchos tesoros este lugar.

—Si, después de este fin de semana logré identificarme un poco con el cariño que le tienes.

—Creo que todos apreciamos mucho este rinconcito del mundo —suspiró sonriendo antes de agregar—: Me han dicho que has pasado tiempo con Olivia.

Tadeo carraspeó. No sabía cómo se había enterado.

—Si...

El hombre rio.

—Las noticias vuelan como el viento en mi querida colonia.

El joven se unió a la risa aunque no sabía que tan bueno era eso.

—Hemos recorrido algunos sitios. La verdad que sin ella no hubiera conocido tanto de acá.

—Qué bueno, muchacho. Qué bueno. Es una gran chica. Tiene mucho potencial. Aun no sé qué hace trabajando en mi bar cuando podría lograr cosas mucho más grandes —dijo negando—. Pero lo aprecio. No vayas a decirle que no. Si fuera por mí amaría que se quedara trabajando aquí por siempre y que ocupe un puesto en la cocina. No sé si has probado sus especialidades. —Tadeo negó. —Tiene mucho talento. Y es una gran persona.

—Si. En estos pocos días lo he notado. Desde un primer momento se ofreció a ayudarme.

El hombre sonrió y guardó silencio por unos segundos.

—Bueno. Te dejo cenar tranquilo.

—Espere. ¿Quiere cenar conmigo? Mañana me iré temprano y no sé si tendremos posibilidad de charlar nuevamente.

El hombre pareció sorprendido. Observó el lugar repleto de gente, pero bien controlado por sus camareros. Volvió a mirar a Tadeo y sonrió.

—¿Lo dices en serio? Yo no sé...

—Hágame el honor de disfrutar su compañía. Nos han quedado temas por hablar.

Waldo sonrió aún más y aceptó. Pidieron la comida y mientras esperaban, Tadeo le preguntó sobre su viaje a la montaña.

En la charla que habían tenido el día que había llegado, le había hablado de sus innumerables viajes por el mundo y lo mucho que había deseado volver siempre a Colonia Basilia. A Tadeo aquello le había sorprendido. No podía entender como alguien que había conocido tanto mundo deseaba regresar siempre al mismo lugar.

"Es que ningún rincón del mundo tiene la calidez del hogar" le había dicho. Y esa frase había empezado a latir muy fuerte en Tadeo. Él, que tanto deseaba recorrer el mundo, no sabía si podía afirmar con certeza que tenía un hogar al que deseara regresar después de tantas maravillas por ver. En el fondo, tenía la esperanza de que viajando, algún día, encontraría su sitio. Debía haber lugar para él en tanto mundo... Un lugar en el que deseara permanecer.

Cuando terminaron de comer, lo que llevó mas tiempo del esperado por la conversación que interrumpía los bocados, Waldo le dijo que iría a tomar un poco de aire al patio. Se despidieron y Tadeo prometió saludarlo la mañana siguiente antes de irse.

Cuando terminó de tomar la cerveza que había pedido para él, se acercó al mostrador para pagar la cuenta.

—Qué gran hombre que es Waldo. La de historias que les debe contar... —le dijo a Igor mientras éste sumaba la cuenta.

—Si. Tiene mucha historia —respondió sin mucho ánimo—. Este es el total.

Tadeo sacó su billetera y mientras contaba los billetes, la voz de Igor volvió a interrumpir.

—Ten cuidado con Olivia, ¿si?

Aquello interrumpió su cuenta, así que volvió a empezar.

—¿Qué quieres decir? —preguntó mientras dejaba los billetes sobre el mostrador.

—Creo que ya lo sabes. Ten cuidado. —Agarró el total y caminó hacia la caja registradora para guardarlos.

A Tadeo le costó recobrar control sobre sí. La actitud del joven lo había sacado de eje. ¿Qué estaba queriendo decir? Bueno, lo sabía. Pero no entendía el motivo de aquella... ¿Amenaza?

—Aun la quieres, ¿no?

—Es mi amiga, ¿cómo no voy a quererla? No quiero que sufra.

Tadeo rio. Definitivamente, la realidad estaba muy lejos de lo que Igor estaba diciendo. O eso quería creer.

—No te preocupes. Que tengas linda noche —saludó y se dirigió hacia la puerta principal sin esperar respuesta.

Repasó de manera rápida la pequeña conversación y quiso transformar los atisbos de amenaza en una simple inseguridad de Igor. Porque no podía aceptar que en tan poco tiempo se hubiera ganado un enemigo. Era ilógico. Además, no había sucedido nada que diera pie a que lo pensara como un peligro para Olivia. Quizás solo era cariño mezclado con inseguridad. No tenía que hacerse la cabeza. Después de todo, ¿qué tanto efecto podía tener un simple fin de semana en la vida de ambos?

Cuando cambió su rumbo hacia la calle principal, vio un auto y se frenó en seco. A quien menos esperaba ver allí era a ella.

***

Y de esta forma, llegamos al final de lo que para mi es mi capítulo favorito hasta el momento.

Espero que lo hayan disfrutado y que hayan logrado sentir tanto como yo esa conexión especial entre los protagonistas.

Gracias por leer ♥

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