You've ruined my life (by not...

By raquellu47

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Inspirado por un prompt que vi en Tumblr: Fiesta de Navidad de la oficina. Acabamos juntas accidentalmente ba... More

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By raquellu47

A/N: Disfrutad de +7000 palabras de Beca y Chloe discutiendo igual que un viejo matrimonio xdd

***

Beca solo tiene que traspasar el archivo del ordenador del estudio a su disco duro para poder terminarlo desde la casa de su madre y apagar la mesa de mezclas, de modo que termina de recoger sus cosas mucho antes que Chloe.

Incierta, se balancea sobre las suelas de sus botas, las manos frente a su cuerpo y una sonrisa tensa en el rostro que no enseña ninguno de sus dientes.

- Bueno... pues... – empieza a decir, alargando las palabras como si esperase una intervención divina o mágica que la salvara de tener que vivir esta situación tan incómoda.

Chloe la mira, sin parar de enrollar el cable de su tableta gráfica alrededor de una de sus manos. Esboza una sonrisa casi compasiva en la que, sin embargo, Beca capta un cierto tono burlón.

- Adiós – se despide la pelirroja con simpleza –. Que pases una buena Navidad.

Beca asiente y resiste las ganas absurdas de darse un toque a un sombrero invisible.

- Lo mismo digo. Nos vemos a la vuelta.

Y quizá sean los nervios, o el hecho de que no tiene ni idea de qué coño se supone que debe hacer, pero su tono de voz sale ligeramente interrogante en la segunda parte de la oración y casi parece que está buscando la confirmación de Chloe.

La pelirroja parece encontrarlo inmensamente divertido a juzgar por la forma en que su sonrisa se tuerce y sus ojos brillan. Ladea la cabeza de una manera que habría resultado adorable si no fuera porque Beca sabe que precede a una burla.

- No te vas a librar de mí tan fácilmente, Mitchell.

Beca se muerde la lengua para no responder con un: "¿lo prometes?" juguetón, porque por mucho que quiera, no sabe si está preparada todavía para afrontar las consecuencias.

En su lugar, chasca la lengua con falsa decepción y menea la cabeza.

- Vaya, era lo único que le había pedido a Papá Noel...

- Tendrías que haberte conformado con la paz mundial – rebate Chloe, tan rápida y hábil como siempre, encogiéndose de hombros como si de verdad sintiera lástima por ella.

Beca ríe.

- Felices fiestas, Beale – lanza por encima del hombro justo antes de salir del estudio.

No recibe respuesta alguna, pero tampoco la espera. Tampoco se queda a esperarla.

Recoge su maleta de debajo de su mesa y cruza la oficina desierta de manera tan apresurada, con el iPhone ya en la mano para pedir un Uber, que casi se lleva por delante a una de las pobres señoras del equipo de limpieza que sale en ese momento de la cocina.

Beca nunca sabrá si la mirada de desagrado que le lanza la señora es por casi arrollarla mientras está trabajando, por pisarle lo fregado, o porque fue ella la que intentó entrar en el baño de minusválidos y sabe perfectamente lo que estaban haciendo ahí dentro.

Musita un "feliz Navidad", incapaz de mirar a la señora a la cara, y pasa a su lado con la cabeza gacha y la maleta rodando tras ella.

Reserva el Uber que se encuentra más cercano a su localización pero, a pesar de todo, el pronóstico son quince minutos como mínimo. Y, aunque Beca conoce de primera mano el tráfico infernal de Los Ángeles, aun así sale a la calle a esperarle con la esperanza de que sean menos.

No hace frío —no, considerando que es veintitrés de diciembre—, pero sí bastante viento y el primer golpe de aire fresco en sus mejillas sonrojadas es una maravilla. Exhala una gran respiración y cierra los ojos un instante.

Pronto, sin embargo, la elevada temperatura de su cuerpo hace que note más de lo normal el contraste con la noche en el exterior. Coge ambos extremos de su abrigo y se abraza a sí misma con un pequeño estremecimiento.

Camina hasta la esquina, donde la avenida principal se cruza con la calle lateral que sirve exclusivamente de entrada y salida al parking del edificio. Su mirada escanea de manera ansiosa el tráfico, a la espera del Ford rojo de su conductor, mientras golpetea el borde de su iPhone contra sus labios.

Por eso no hace caso inicialmente al Prius gris que, tras salir del parking, reduce velocidad hasta detenerse por completo en la curva.

Y habría seguido sin hacerle caso si no fuera porque la ventanilla del copiloto se desliza hacia abajo y revela a Chloe inclinada sobre la guantera para poder ver a Beca, y que Beca la vea a ella y no se asuste ni piense que está a punto de ser víctima de algún hombre baboso.

- ¿Te llevo? – ofrece, alzando la voz para que llegue hasta donde está Beca en la acera sin que se la lleve el viento.

Beca se dobla en la cintura y da un par de pasos hacia delante.

- No... No te preocupes, no hace falta – rechaza con una sacudida de la mano en la que lleva el iPhone –. He pedido un Uber.

- ¿Segura? Yo también voy al aeropuerto.

Ese argumento disuelve gran parte de la reticencia de Beca porque, de verdad, ¿quién es ella para negarse si van en la misma dirección?

Pero, aun así, alterna la mirada un par de veces entre la app en su móvil y el rostro expectante de Chloe, valorando sus opciones: van a ser las seis, su Uber no aparece, probablemente encuentren tráfico, y Chloe está ahí mismo.

Casi como por intervención divina, en ese momento su iPhone vibra en su mano.

Cuando Beca baja la mirada, con la esperanza de encontrar un mensaje de su conductor diciendo que ya ha llegado, lo que encuentra en la pantalla iluminada es un aviso de que está atascado en un accidente y se va a retrasar más del tiempo estimado.

Así que, cuando sus ojos saltan al rostro de Chloe, Beca ya ha tomado una decisión.

- Bueno, si insistes – se encoge de hombros, esbozando una sonrisa burlona.

Se apresura a rodear el culo del Prius para guardar la maleta en el maletero antes de que Chloe tenga tiempo de pensar dos veces en lo que acaba de hacer y se arrepienta de haberse ofrecido a llevarla al aeropuerto.

Se deja caer en el asiento del copiloto con una exhalación.

- Pero solo porque no quiero perder el vuelo – bromea mientras tantea con una mano en el lateral del asiento en busca del cinturón.

Chloe pone unos exagerados ojos en blanco, aunque sonriendo.

- Bien, entonces no te importará que suba el volumen de la música – sin esperar respuesta, alarga una mano a la ruedecilla de la radio y la gira hacia la derecha.

Beca ríe mientras desbloquea su móvil para cancelar el Uber.

- Depende, ¿piensas torturarme todo el camino con las pasteladas de Ed Sheeran?

Chloe deja escapar una exclamación ahogada de profunda ofensa y sube todavía más el volumen para que la voz del cantante irlandés reverbere por cada rincón del coche.

- Perdona, ¿qué tiene de malo Ed Sheeran? – dice en lo que es prácticamente un grito para hacerse oír.

- No me malinterpretes, es un gran músico – se defiende Beca, alzando las manos extendidas en son de paz –. Pero un poco monotemático, ¿no crees? – hace un gesto circular con las muñecas –. Sus canciones están bien cuando tienes diecisiete años y te has enamorado por primera vez, pero a los veinticinco... – chasca la lengua y se encoge de hombros –. Sabes que son todo mentiras.

Chloe aprovecha un momento de pausa en el tráfico por un semáforo en rojo para girar su cabeza dramáticamente en la dirección de Beca, los ojos abiertos como platos en una expresión cercana al horror o la preocupación.

- Wow – murmura en una exhalación –. ¿Quién te hizo tanto daño, Beca Mitchell?

Beca sacude la cabeza en una negativa mientras se ríe.

- ¿Quieres la versión corta de la lista o la larga? – bromea.

- ¿En cuál salgo yo? – inquiere Chloe con una sonrisa torcida.

- En ambias, obviamente.

Chloe asiente, como si estuviera satisfecha, pero su fachada de rompe rápidamente cuando es incapaz de contener la risa por más tiempo.

- Entonces, ¿qué te parece...? – se hace una pausa en la que Chloe pulsa una tecla en el volante para saltar la canción que se está reproduciendo en ese momento y comienza la siguiente –. ¡Ah! – exclama, satisfecha, cuando los primeros acordes salen de los altavoces –. The 1975 sí, ¿no?

Beca arruga el rostro en una mueca poco convencida y se encoge de hombros.

- Meh.

- ¿Tampoco? – ligeramente irritada, Chloe resopla –. ¿Son demasiado mainstream para ti, o qué?

- No – ríe Beca con una sacudida de cabeza –. Están bien, pero también es cierto que me parece que están algo endiosados.

En lugar de responder, Chloe opta por pasar a la siguiente canción. La pantalla digital anuncia que es una de Beyoncé, así que Chloe vuelve a presionar el botón del volante y salta a la siguiente en la lista de reproducción.

- ¡Ey! – protesta Beca –. Beyoncé sí me gusta.

- Beyoncé le gusta a todo el mundo – Chloe pone los ojos en blanco –. No me sirve.

Beca aprieta los labios para no reírse justo en el mismo momento en que la voz de King Princess empieza a cantar desde los altavoces del coche. Chloe debe malinterpretar su gesto como un intento de contener su desagrado, porque pausa la música para descargar todo el peso de su indignación en Beca.

- ¡Oh, venga ya! ¿¡King Princess tampoco?! ¿¡Pero acaso te gusta alguien?!

- ¡No...! ¡Sí que...!

Su defensa se corta antes siquiera de empezar. Quiere decir que King Princess sí que le gusta; que, de hecho, le sorprende que Chloe la tenga en su biblioteca, que eso compensa por las tres canciones seguidas de Ed Sheeran.

Pero no es capaz.

Primero, porque su propia risa no le deja pronuncia palabra.

Y, segundo, porque, al volver a intentarlo, es interrumpida por Chloe.

- Oye, ¿eres consciente de que todavía estoy a tiempo de parar aquí mismo y dejarte donde te encontré? – le recuerda en un tono exasperado que, aun así, no supone ninguna amenaza real –. No te he rescatado de un lateral de la carretera para que insultes mi gusto musical.

Y Beca... No puede resistir la tentación. No, cuando el comentario está tan a huevo.

(Aunque tampoco es que intente resistirse en primer lugar.)

- Bueno... – se pasa la lengua despacio por los dientes superiores y, cuando la suelta, es para revelar la sonrisa comemierda que se ha expandido por su rostro –. Es que pensé que sería mejor.

Chloe resopla una risa algo sorprendida, algo ofendida.

- Claramente no. En fin... – hace un vago gesto con la mano hacia el asiento del copiloto ocupado por Beca –. A las pruebas me remito.

Ahora es el turno de Beca de sorprenderse. Su boca cae abierta en una exclamación ahogada que nunca llega a salir de su garganta, donde se mezcla con la risa y el absoluto deleite por haber sido cogida desprevenida en su propio juego.

No sabe si el comentario de Chloe se refiere a que se ha ofrecido a llevarla al aeropuerto a pesar de ser "enemigas", a su encuentro en el baño y lo que eso dice de sus gustos, o si es mucho más simple que eso y solo hace alusión a su confesión de que le gusta el trabajo de Beca como productora.

Lo peor de todo: Beca no sabe qué significado quiere que tenga.

- Ouch – dice al final, algo estrangulado por la carcajada que escapa prácticamente al mismo tiempo de su boca –. Vale, ya me callo.

Alza ambas manos para señalizar su rendición. Junta el índice y el pulgar y los pasa por encima de sus labios como si estuviera cerrando una cremallera. Luego, hace todo un show de lanzarlo lejos con una sacudida de sus dedos.

Pero la satisfacción de Chloe no dura ni dos segundos, porque Beca en seguida siente la necesidad de clarificar que:

- No me rescataste, por cierto.

Algo que es una mezcla entre un gruñido y una risa escapa de la garganta de Chloe cuando esta deja caer la cabeza hacia atrás, hasta que su nuca golpea el reposacabezas de su asiento, y la sacude con un movimiento que derrocha incredulidad.

- Solo quería dejarlo claro – Beca se encoge de hombros y aprieta los labios como para indicar que, ahora sí que sí, se va a callar.

- Ya...

Pero la forma en que Chloe le da la razón, alargando el sonido de la vocal mientras asiente lentamente, irrita a Beca. Le da la sensación de que le está diciendo que sí como a los locos, de que en realidad no la cree.

- No necesitaba ser rescatada, mi Uber estaba en camino – insiste, cruzándose de brazos en actitud cabezota.

Y si omite la parte en que ese Uber estaba atrapado en un atasco y no sabía cuándo habría llegado, y si Chloe no hubiera aparecido a Beca no le habría quedado más remedio que coger un taxi e ir palideciendo progresivamente a medida que veía subir el precio final en el taxímetro, pues...

Es únicamente porque es información irrelevante.

Chloe frunce los labios igual que si estuviera intentando resistir las ganas de sonreír.

- Tienes una forma curiosa de dar las gracias – observa.

- Eso es, quizá, porque no te las estoy dando – rebate Beca, imitando el retintín sarcástico que ha usado la pelirroja con ella.

- Sabes, creo que me caías mejor cuando tenías la boca ocupada y no podías hablar.

El comentario, acompañado de una punzante mirada, es de lo más inesperado.

Beca despega los labios para defenderse inmediatamente, pero se da cuenta de que no tiene ni idea de qué decir y tiene que volver a cerrarlos. Se le encienden las mejillas ante los recuerdos que parpadean en su mente y necesita tomarse un momento para desterrarlos.

Resopla una risa y sacude la cabeza con cierta incredulidad.

- Wow... ¿Acabas de sexualizar el: "estás más guapa callada"?

Chloe se encoge de hombros sin mostrar mucho arrepentimiento.

- Tú te ofreciste – le recuerda.

- No, te ofreciste.

- ¿A callarte? – Chloe arquea una ceja divertida y finge meditar la propuesta –. Mmm quizá debería, aunque no creo que sea muy seguro hacerlo mientras conduzco.

Beca pone los ojos en blanco de manera exagerada e ignora la broma.

- No, te ofreciste a acercarme al aeropuerto.

Chloe suspira, no sin cierto dramatismo, y asiente.

- Sí, y me estoy arrepintiendo de ello ahora...

Beca esboza una sonrisa petulante.

- Eso te pasa por ser buena persona.

- Lección aprendida – Chloe aprieta los labios y, como si no pudiera esperar más tiempo para poner en práctica sus nuevos conocimientos, lanza una mirada a Beca por el rabillo del ojo –. Ahora, cállate.

Muy a su pesar, Beca no puede contener una risa.

Escapa de entre su boca más como una exhalación de aire que otra cosa, pero no deja de ser, indudablemente, una risa. Y la tercera que Chloe le arranca por sorpresa en un periodo demasiado breve de tiempo.

No sabe si le gusta o no que Chloe se esté volviendo tan buena a la hora de cogerla desprevenida.

Alarga una mano hacia la pantalla digital del coche y le da play a la música que Chloe había pausado. La voz de King Princess retoma el estribillo de Ohio, y Chloe entorna los ojos como si estuviera esperando más quejas por su parte.

Sin embargo, Beca se recuesta en su asiento, las manos escondidas bajo sus brazos cruzados y la sombra de una sonrisa en los labios, y gira el cuello hacia su ventanilla para dejar claro que tiene intención de mantener su voto de silencio.

El paisaje borroso de Los Ángeles pasa a toda velocidad por el otro lado del cristal a medida que avanzan por la autopista, lleno de luces y vida. No es nada que Beca no haya visto antes, pero ayuda a distraerla mientras se encuentra a sí misma esperando.

¿El qué? No está segura.

No tiene claro si está esperando a que Chloe diga algo, o por la habitual sensación de incomodidad que experimentas cuando estás en absoluto silencio.

No sabe si es una experiencia universal o algo que solo sufre ella, pero Beca tiene la mala suerte de ponerse nerviosa si un silencio se alarga demasiado con una persona con la que todavía no tiene mucha —o ninguna— confianza.

Empieza a picarle el cuerpo entero, le sudan las palmas de las manos y su temperatura parece subir en un pico abrupto igual que si tuviera fiebre. La garganta se le estrecha, su cabeza se llena de sonidos de alarma, y su diálogo interno se reduce a: piensapiensapiensapiensa.

Cualquier cosa, lo primero que se le ocurra, pero no más silencio.

Se asfixia con el silencio.

Lo cual es de lo más irónico porque siente una fuerte aversión —por no llamarlo odio— por las conversaciones banales, sin fondo ni sentido, en las que se habla de lo que sea porque es preferible eso a quedarse en silencio.

Es un malgasto de aliento y de tiempo, y siempre termina sintiéndose de lo más estúpida.

Por eso, y aun a riesgo de que piensen que es una gilipollas, es de las que presiona el botón de cerrar puertas cuando ve que alguien va a subir al ascensor con ella, en vez de alargar una mano para mantenerlas abiertas.

Y, sin embargo, aquí está: en silencio, en presencia de Chloe —una persona con la que Beca definitivamente no consideraría que tiene confianza—, y a la espera de una sensación de incomodidad que no aparece.

De hecho, si hay algún tipo de tensión en el ambiente, no es por el silencio precisamente. Beca ni siquiera está segura de que "tensión" sea la palabra correcta para describir lo que está ocurriendo entre ellas en este momento.

Es más bien como un zumbido, como la vibración de la nota más grave de un bajo que reverbera por debajo de todas las capas de música en una canción, tan suave que no eres consciente de ello, pero lo sientes.

Porque, sin esa nota, la canción no sería la misma. Porque habría un vacío que nadie que no tuviera un oído entrenado sabría explicar, pero que se haría notar lo suficiente como para saber que algo importante falta.

A Beca le recuerda a aquella vez que, en el colegio, llevaron a su curso de excursión a visitar una central eléctrica.

Su guía, el señor Pho, de pelo canoso y arrugas de expresión en las comisuras de sus ojos rasgados, les pidió, con la cansada resignación de alguien que ha tenido que soportar todo tipo de comentarios a lo largo de su vida, que se guardasen las bromas sobre su nombre para el viaje de vuelta en el autobús.

Después de explicarles el funcionamiento básico de una central eléctrica, les llevó a una sala de observación que se asomaba a la extensa explanada de terreno en la que estaban situadas las torretas que sujetan los cables.

Beca fue una de las últimas en salir de esa habitación, y una vez los más escandalosos de sus compañeros se habían alejado por el pasillo, podía escuchar el zumbido de la electricidad que cargaban esos cables metálicos.

Esa es la palabra que está buscando: electricidad.

Beca puede sentirla hormiguear por debajo de su piel, concentrándose en las puntas de sus dedos, recargando sus terminaciones nerviosas del sopor tan satisfactorio que se había apoderado de ella tras su orgasmo.

Tamborilea los dedos sobre sus piernas para deshacerse del recuerdo fantasma del roce de la piel de Chloe sobre sus yemas, sustituyéndolo por la sensación rugosa de la tela de sus vaqueros.

Es la primera señal de vida que da desde que aceptó la orden de Chloe de permanecer callada, lo cual pasó cinco canciones atrás, que, traducido a una medida de tiempo que no sea la de Beca, equivalen a quince minutos.

La morena ríe para sí misma.

- ¿Qué? – inquiere Chloe, mirándola por el rabillo el ojo con expresión curiosa.

Beca se vuelve hacia ella y arquea las cejas.

- ¿Qué? – devuelve, confundida.

- ¿Qué es tan gracioso?

Beca exhala una risa sorprendida, sin esperarse que Chloe le hubiera estado prestando atención.

- Nada – lo desestima con un gesto de la mano y una sacudida de cabeza.

Pero Chloe no parece muy satisfecha por su respuesta, y chasca la lengua en actitud claramente reprobatoria.

- No, ¡dime! – insiste –. Quiero saber qué es tan gracioso.

- Pensé que querías que estuviera callada – le recuerda Beca con cierto retintín burlón en su voz.

Chloe resopla una risa exasperada, poniendo los ojos en blanco de manera tan exagerada que Beca siente una pequeña chispa de orgullo encenderse en su pecho.

- Mira, es tu coche y yo solo soy una pobre damisela en apuros que ha sido rescatada de un lateral de la carretera – continúa Beca, conteniendo a duras penas la sonrisa que amenaza con expandirse por sus labios –. No quisiera hacer nada que...

- Ugh, eres insoportable – interrumpe Chloe, aunque más divertida que molesta por el espectáculo.

- ...te molestara – Beca la ignora por completo, pisando por encima de sus palabras –, pero no puedo hacer eso si no te decides...

- Oh, por dios.

- ...y me lo dices de manera clara y comprensible...

Chloe suelta una carcajada.

- ¡Vale, vale! – alza la voz para cortar a Beca de una vez por todas, agitando una mano desesperada.

La morena aprieta los labios en una fina línea para contener la risa.

- Lo único a lo que aspiro es a satisfacer tus deseos – calmada, finaliza su discurso, puntuándolo con un encogimiento de hombros que pretende ser despreocupado pero derrocha burla por todos los costados.

Se da cuenta del doble sentido de sus palabras cuando es demasiado tarde: ya están dichas, ya no se pueden retirar, y flotan por el aire del interior del coche con la sutileza de un elefante ciego en una cacharrería.

Ve cómo Chloe se muerde el labio inferior antes de que su sonrisa se tuerza, cómo su azul bebé destella bajo las luces de la autopista con un brillo peligroso, y Beca contiene a duras penas el impulso de hundirse en su asiento para desaparecer de la vista.

No quiere escuchar...

- Podría decirse que eso ya lo has hecho – ronronea la pelirroja, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos con certera puntería.

Si Chloe pretendía callarla para siempre, ha optado por la estrategia más efectiva: la vergüenza. Beca siente sus mejillas y cuello arder. Cierra la boca tan de golpe que puede oír sus muelas chocar, y reza para que el sonido haya quedado contenido en su interior.

Desvía la mirada a la ventanilla del copiloto cuando Chloe bate las pestañas en su dirección de forma lenta, coqueta, y totalmente perversa.

- ¿De dónde eres? – inquiere Chloe.

El cambio de tema es tan brusco, y viene tan de la nada, que coge a Beca desprevenida. Sacude la cabeza ligeramente y tiene que pensárselo unos segundos más de los que una pregunta tan sencilla realmente merece.

- Um... Seattle.

- ¿En serio? – la exclamación, hecha con el mismo tono de alegre sorpresa que siempre precede una coincidencia, llena a Beca de aprehensión por las palabras que vayan a caer de labios de los Chloe a continuación.

Ya puede verse sentada al lado de Chloe durante las casi tres horas de vuelo que hay entre Los Ángeles y Seattle.

- Yo soy de Portland – continúa la pelirroja.

Beca arquea una ceja.

- ¿Portland, Oregon o Portland, Maine?

- Oregon – ríe Chloe, como si fuera obvio –. Somos prácticamente vecinas.

Por algún motivo, eso hace reír a Beca.

- Prácticamente – repite, no sin cierta burla.

Chloe no parece ofenderse, solo asiente sin que su amplia sonrisa se vea afectada por la mofa. Activa el intermitente con el meñique antes de guiar el coche por la rampa de bajada que es la salida del aeropuerto desde la autopista.

- ¿Vas a pasarlo con tus padres, entonces? – pregunta de forma algo distraída mientras trata de incorporarse al carril principal.

- Con mi madre solo – corrige Beca –. Mi padre... – incómoda, gira un poco la cabeza hacia su ventanilla y baja la voz –. No tengo relación con mi padre.

- Oh.

Beca puede ver el momento en el que las piezas del puzzle encajan por fin en la mente de Chloe, terminan de completar la idea que se ha formado de ella. Suspira, porque este es el instante en que las miradas siempre se tiñen de compasión. Y lo odia.

No quiere la pena de nadie: no le sirve de nada, y llega diecisiete años demasiado tarde.

- Bueno, él se lo pierde – declara Chloe, encogiendo un hombro.

Beca gira la cabeza hacia ella y recibe una cálida sonrisa que hace que algo en su pecho se estremezca.

Se salva de tener que inspeccionar su reacción más de cerca porque Chloe reduce velocidad hasta detenerse en la pequeña cola de coches formada frente al monitor que controla la barrera de paso en la entrada del parking.

Una ráfaga de viento entra por la ventanilla de Chloe cuando la baja para presionar el botón. La máquina escupe un ticket con un zumbido electrónico y la barrera se levanta en un ángulo de noventa grados, dejando el paso despejado.

Chloe avanza a una velocidad moderada por la primera planta del parking, pasando de largo fila tras fila de plazas ocupadas, y es en ese momento que Beca se da cuenta de lo que significa dejar el coche aparcado aquí.

Frunce el ceño con cierto fastidio, porque sabe lo que le toca hacer a continuación y no le hace ninguna gracia.

- Oye... – dice para llamar la atención de Chloe, que musita un "mmhh" distraído mientras desciende a la segunda planta –. Ya que me has traído, y aunque probablemente me arrepienta de haberme ofrecido cuando vea la cifra final – esboza una mueca sarcástica –, ¿quieres que dividamos lo que te va a costar dejar el coche aquí cinco días?

Chloe le lanza una mirada fugaz y sonríe ampliamente.

- Aaaw, pero si tiene corazón – se burla, asomando la punta de su lengua entre sus dientes. El resoplido desdeñoso de Beca le hace reír, y sacude la cabeza antes de responder a su ofrecimiento –. No hace falta.

Beca está a punto de protestar, pensando que Chloe la estaba rechazando por ser cordial o demasiado cabezota como para aceptar su ayuda —solo Dios sabe que si sus posiciones estuvieran invertidas, Beca lo habría hecho—, pero Chloe continúa hablando.

- Mi tío es piloto y tiene una plaza reservada – explica.

Ahora que lo menciona, Beca se fija en que Chloe no está zigzagueando entre pasillos y dando vueltas sin rumbo fijo como haría una persona que solo está buscando una plaza libre en la que meter el coche cuando el parking está lleno.

Al contrario, Chloe navega por el interior del aparcamiento con la precisión de alguien que está siguiendo unas instrucciones concretas.

Frena en el pasillo y, cuando Beca mira por su ventanilla se da cuenta de que, en el suelo, por encima del número de cada plaza, hay un vinilo pegado con el logo de la aerolínea Delta para señalizar que son sitios exclusivos para empleados.

- Esta semana está en Roma, así que me la ha dejado – la pelirroja menea las cejas en un movimiento sugerente –. Gratis – recalca con un guiño.

Se inclina por delante de Beca para alcanzar la guantera y de ella saca una tarjeta plastificada que mira brevemente, como para cerciorarse de algo, antes de colocarla en la esquina que se forma entre el parabrisas y el salpicadero.

Chloe maniobra el coche para aparcar de culo en la plaza marcada con un siete, y se detiene una vez ya lo tiene perfectamente orientado.

- Pero, oye – dice, girándose hacia Beca con una sonrisa torcida –, no le diría que no a un café. A la vuelta, ¿quizá?

Beca entorna los ojos, sospechosa.

La propuesta ha sido hecha en la forma de una pregunta casual, como si fuera un comentario sobre el clima, y Chloe mantiene su actitud relajada e inocente, sin esperar una respuesta por su parte para continuar aparcando.

Pero algo en el brillo de su azul bebé, en esa aparente despreocupación y cómo parece estar absorta en sus maniobras a pesar de que lo único que tiene que hacer es dar marcha atrás con el volante recto, despierta el sentido arácnido de Beca.

- Tengo la sensación de que acabo de caer en una trampa – responde lentamente sin apartar ni un instante la mirada de Chloe en busca de una reacción que la delate: el fruncido de sus labios, el más breve temblor de los músculos de sus mejillas.

Chloe se mantiene impasible, su mirada en el espejo retrovisor para no golpear la pared.

- Pero... Vale – Beca acepta con un asentimiento justo cuando Chloe detiene el coche y pone la marcha en neutro –. Un café cuando volvamos.

Chloe le regala una sonrisa radiante, apagando el motor con un giro de muñeca.

- ¡Bien! – celebra –. Es una cita – y, con un guiño travieso, sale del coche antes de que Beca tenga tiempo siquiera a reaccionar.

La morena resopla una risa incrédula para sí misma y deja caer la cabeza contra el reposacabezas de su asiento, cerrando los ojos un par de segundos para, ¿maldecirse? ¿felicitarse?, por haber caído picado el anzuelo.

- Lo sabía – musita para sí misma, solo para salir del coche instantes después y repetirlo en voz más alta para que Chloe la escuche –. ¡Lo sabía!

Chloe reaparece por el otro lado del morro, rodando una maleta en cada mano, y parpadea inocentemente hacia Beca. La suave arruga de confusión que se forma entre sus cejas es tan conveniente que solo sirve para reavivar las sospechas de la morena.

- Sabía que era una trampa – repite Beca a modo de explicación a la pregunta no dicha.

Chloe rueda los ojos y empieza a empujar ambas maletas en la dirección que indican los carteles luminosos que cuelgan del techo bajo del aparcamiento, sin esperar a Beca pero sabiendo que la va a seguir porque lleva su equipaje.

Beca aprieta el paso para ponerse a su lado y le quita la maleta de la mano de un suave tirón.

- Es un café – observa Chloe –, no un paseo por el bosque.

Beca resopla una risa, presionando la fecha de subir en los botones del ascensor para que se detenga en su planta.

- Casi preferiría un paseo por el bosque – admite. Ante la mirada incrédula que Chloe le lanza por la comisura de los ojos, Beca se encoge de hombros –. Así por lo menos sabría que planeas asesinarme y enterrarme a dos metros bajo tierra.

Chloe suelta una carcajada.

Pero una señora mayor que, a juzgar por la ausencia de equipaje, viene a recoger a alguien y justo acaba de entrar en la zona del ascensor para esperar con ellas, parece un poco alarmada al escuchar la conversación.

- Es una broma – se apresura a clarificar Beca, algo azorada.

Chloe, sin embargo, continúa como si nada:

- ¿Solo dos? – inquiere con los ojos guiñados –. Eso es pedir a gritos que un perro te huela y te desentierre pensando que eres un hueso que morder.

El ascensor se detiene finalmente en el segundo piso del parking y se abre con un anuncio de la voz robótica de una mujer. Beca y Chloe dejan que entre primero la señora, y saludan con gestos silenciosos de las cabezas a los que ya se encuentran en su interior.

- Pues seis metros bajo tierra – dice Beca en voz queda tras comprobar con una mirada que el botón del piso de salidas ya está encendido.

- Voy a estar un buen rato cavando.

- Mmm, sí – sin pensar, Beca mira a Chloe por el rabillo del ojo y recorre su cuerpo de arriba abajo en una rápida pasada –. Pero tienes los brazos para ello.

Chloe parece estar a punto de replicar hasta que se da cuenta de lo que Beca ha dicho. Tiene un breve momento de pausa, procesando las palabras. Luego se gira para mirarla fijamente, una sonrisa divertida en los labios y las cejas arqueadas.

- ¿Acabas de hacerme un cumplido? – pregunta en tono incrédulo.

Dándose cuenta de su error, Beca entra en un ligero estado de pánico y trata de encontrar la forma de rectificar lo dicho sin resultar demasiado brusca o delatar que su propio subconsciente la ha traicionado al decir lo que piensa.

- No, solo estaba enunciando un hecho – rectifica, apuntando a Chloe con un dedo.

- No, no – Chloe rechaza su corrección con una risa y un batir de su mano –. No intentes quitarme esto, Mitchell – advierte –. Dale las vueltas que quieras, pero no cambia que ha sido un cumplido.

Beca bufa y pone los ojos en blanco.

- Cree lo que quieras si eso te ayuda a dormir mejor por las noches – se encoge de hombros para demostrar que le da igual –. Pero no dejes que se te suba a la cabeza.

Chloe ríe, aunque no tiene oportunidad de responder porque las puertas del ascensor se abren e inmediatamente los tres trajeados que iban pegados a la pared del fondo salen casi a la carrera, arrasando a su paso.

- ¡Ey! – protesta la pelirroja cuando es empujada contra Beca sin miramientos.

Ninguno de los tres hombres se vuelve ante la exclamación, demasiado ocupados con sus móviles como para prestar atención a sus alrededores, y el resto de los ocupantes del ascensor salen, rodeándolas, como queriendo mantenerse fuera del conflicto.

- Gilipollas – musita Beca, sus manos todavía en la cintura de Chloe, donde se posaron por instinto para evitar que se cayera –. ¿Estás bien?

Chloe asiente y sonríe cuando su mirada cae a las manos de Beca.

Beca las retira, igual que si ahora que sabe que Chloe se ha dado cuenta de su posicionamiento le quemasen como si las tuviera encima de lava ardiendo. Guarda una en el bolsillo de su abrigo y curva la otra en el manillar de su maleta.

Si las ocupa con otras cosas, quizá no sienta tanto la falta del calor corporal de Chloe sobre sus palmas, quizá no la eche tanto de menos.

- Supongo que ya estamos en paz – comenta Chloe, divertida –. Yo te rescato de un lateral de la carretera, y tú me salvas de caer de culo al suelo.

Ambas ríen con la broma y juntas se dirigen hacia el control de seguridad.

Las dos vuelan en avión frecuentemente —por motivos de trabajo, pero especialmente para ir a sus casas de visita—, de modo que ya se conocen todos los protocolos de memoria y pasan el control rápido y sin problemas.

Al terminar, Beca se sacude la cabeza a sí misma porque siempre se pone nerviosa a pesar de saber que no lleva drogas ni armas escondidas en su equipaje y, por lo tanto, no tiene motivo alguno para ponerse nerviosa.

Se detienen bajo las pantallas digitales con las listas de todos los vueltos entrantes y salientes de LAX para ver sus respectivas puertas de embarque.

- E12 – lee Chloe en voz alta.

- Yo estoy en L3 – responde Beca.

Cuando sus miradas se encuentran, Beca aprieta los labios en una mueca de circunstancias porque sus puertas de embarque están en extremos opuestos de la terminal, lo que significa que no les queda más remedio que despedirse.

Otra vez.

- Bueno... Pásalo bien con tu familia – dice Beca.

Se remueve en el sitio con cierta incomodidad. Si no sabía cómo actuar antes, después del sexo en el baño, ahora que han pasado media hora juntas encerradas en un coche peleando como si fueran un viejo matrimonio, pues aún menos.

Chloe solo sonríe, agradecida, y asiente.

- Tú también. Disfruta de tu madre.

Beca la imita, asintiendo y sonriendo.

El momento se alarga, igual que un chicle entre los dedos curiosos de un niño pequeño, mientras Beca debate consigo misma sobre si es correcto dar media vuelta y marcharse ya, o si debe esperar un poco más.

Chloe, como presintiendo su dilema, le libra del peso de tener que tomar una decisión al dar un paso hacia la dirección en la que tiene que dirigirse para ir a su puerta de embarque. Con un gesto de cabeza hacia Beca, se despide:

- Nos vemos el lunes.

- Adiós – Beca devuelve la despedida con un pequeño y algo torpe movimiento de la mano.

Sin duda alguna, Chloe gira sobre sus talones y emprende el camino, alejándose de Beca.

En las películas, este es el momento en el que el protagonista se queda clavado en el sitio, incapaz de moverse, viendo con expresión de profunda tristeza cómo la persona que le gusta se pierde entre la multitud.

No Beca.

Beca gira sobre sus talones apenas unos segundos después de que lo haga Chloe, y se marcha en dirección opuesta hacia su puerta de embarque.

Ninguna de las dos mira hacia atrás.

Todavía no.

***

El lunes siguiente, cuando Beca llega a la oficina de Residual Heat por la mañana tras sus breves vacaciones, tiene que luchar contra la avalancha de recuerdos —placenteros, pero ligeramente abrumadores— que amenaza con sepultarla.

Al entrar a hacerse su habitual segundo café de la mañana, se encuentra con todo su grupo de amigos reunidos en la cocina, que la reciben con sus habituales vítores.

- Es demasiado pronto para semejante escándalo – protesta Beca, el ceño fruncido y una mueca dolorida en el rostro.

Se dirige directa hacia la cafetera vacía, rellenando el depósito de agua y echando una cucharada sopera de café en el filtro.

- ¿Qué tal las navidades, Becaw? – le pregunta Jesse.

- Bastante bien – responde con una sonrisa –. ¿Qué tal las vuestras?

Recibe una confusa amalgama de contestaciones variadas, sin entender nada, que le arrancan una risa. Han sido solo cinco días separados, pero había echado de menos a este grupo de bichos raros a los que llama amigos.

Claro que, nunca diría eso en voz alta.

Una vez ha presionado el botón de encender y la cafetera empieza a ronronear, se gira hacia sus amigos.

La primera en la que se fija es en Chloe.

Tampoco es su culpa, se dice Beca a sí misma. La pelirroja se ha puesto un fino jersey de un vivo tono rojo que resulta bastante llamativo, especialmente combinado con sus mechones cobrizos y sus grandes ojos azules.

Es imposible no fijarse en ella.

De hecho, con el cuello de la camisa blanca que asoma de debajo del jersey, Chloe casi parece...

Sus miradas se cruzan, y el pensamiento de Beca, poof, se desvanece a la mitad como si nunca hubiera existido en primer lugar. La sonrisa de Chloe se tuerce, con deleite, y Beca, viéndose pillada, reza para que el ardor que siente por dentro no la haga ruborizarse.

- Me ha llamado Santa Claus – dice con una sonrisa burlona para disimular.

Una pequeña arruga de confusión se forma en el ceño de la pelirroja, que ladea la cabeza con obvia curiosidad y algo de diversión.

- Quiere que le devuelvas el disfraz – Beca hace un gesto de barbilla para señalar el jersey rojo y la camisa blanca.

Chloe suelta una risa. Sus ojos relampaguean con un brillo de deleite, ya sea porque considera que es una buena broma, o porque no va con mala intención, o porque sabe que el único motivo por el que Beca la ha hecho es para apartar la atención del obvio repaso que estaba haciendo de su cuerpo.

- ¿Ah, sí? – una ceja pelirroja se arquea, desafiante –. Qué casualidad, a mí me ha llamado mi primo de siete años – Chloe hace una pausa dramática para que el final tenga mayor golpe de efecto –. Quiere que le devuelvas los chistes.

Beca reprime una sonrisa, haciendo caso omiso a los gritos de los chicos, cuyo único propósito es alimentar el fuego y que continúen intercambiando ataques hasta que una de ellas se quede sin ideas y sea declarada perdedora.

Sin embargo, ninguna de las dos tiene intención de continuar. Algo que, cinco días atrás, sí habría ocurrido.

Y, de todos modos, aunque hubieran querido, tampoco tienen oportunidad de hacerlo porque son bruscamente interrumpidas por el largo, agónico y bastante exagerado gruñido de exasperación que suelta Stacie.

- ¡Oh, venga! – protesta con un golpe de ambas manos sobre la destartalada mesa de la cocina –. Pensé que habríais dejado resuelta toda esa tensión sexual – agita una mano en un aspaviento en su dirección –, antes de iros de vacaciones.

Beca casi se atraganta con su propia saliva. Finge comprobar cómo va su café solo para esconder su rostro de las miradas de sus amigos y, sobre todo, de la diversión que puede sentir salir a raudales del cuerpo de Chloe.

- ¿Y cuándo se supone que tendríamos que haber hecho eso? – pregunta, de espaldas a Stacie, mientras vuelca el líquido caliente en una taza limpia –. ¿Antes o después de tener que producir una canción entera en un par de horas?

Se vuelve hacia su amiga con una ceja arqueada en actitud crítica, chupando la cuchara que ha usado para remover el corto chorro de sirope de agave que ha echado en su café para endulzarlo.

- Literalmente: en cualquier momento – responde Stacie con cierta exasperación –. Estabais solas en la oficina – vuelve a agitar las manos en el aire para darle mayor énfasis a sus palabras.

Beca lanza una mirada de súplica a Chloe para que le eche una mano con esto, pero descubre que Chloe está disfrutando en extremo con la conversación y la escucha atentamente, la barbilla reposando en su mano y una sonrisa comemierda en los labios.

Tiene la audacia, la audacia, de arquear las cejas ante la mirada de socorro de Beca, como si no entendiera por qué le está pidiendo ayuda a ella de entre todas las personas.

Como si el tema no fuera con ella.

Como si Beca hubiera imaginado todo lo ocurrido en el baño de minusválidos.

Beca resopla, frustrada, y vuelve a mirar a Stacie por encima del borde de su taza de café.

- No todos vivimos nuestra vida como si fuéramos los protagonistas de una película porno, Stace.

Su respuesta se gana unas cuantas carcajadas por parte de sus amigos, y Beca suspira internamente de alivio porque ha creado la distracción perfecta.

Mientras Stacie defiende los pros de su modo de vida ante los demás, sobre el escándalo que montan al recoger todo y limpiar la mesa de migas y salpicaduras de café para los que vengan después, Jesse se recuesta contra la encimera a su lado.

- Oye, ¿qué tal se os dio al final eso de trabajar juntas?

La pregunta, hecha en tono bajo para que solo llegase a oídos de Beca, tiene la mala suerte de llegar en un extraño momento de calma en el alboroto que, se suponía, tenía que hacerla pasar desapercibida.

De repente, la atención de todos vuelve a estar sobre Beca. Igual que si sus ojos fueran láseres sobre su piel, la morena se siente empezar a sudar porque, en serio, es demasiado pronto en la mañana para tener que sufrir semejante montaña rusa emocional.

Ni siquiera se ha terminado su segundo café.

Lanza una rápida mirada a Chloe y traga saliva al ver el destello peligroso que cruza por sus ojos, sabiendo perfectamente que lo que ha pasado por su mente ante esa pregunta no es precisamente el tiempo que estuvieron en el estudio.

- Seguimos aquí, ¿no? – responde Beca, sarcástica, estirando ambos brazos –, así que tan mal no se nos debió de dar.

Recibe un empujón por parte de Jesse, pero solo tiene ojos para la sonrisa torcida que Chloe está tratando de reprimir con todas sus fuerzas.

- Una vez Beca dejó de ser una cabezota – se burla Chloe con un movimiento de cabeza y una mirada firme hacia la morena, que pone los ojos en blanco y la desestima con un batir de la mano –, todo fue bien.

- ¿Y a Sammy le gustó? – inquiere Flo, arqueando las cejas.

Chloe asiente, sonriendo ampliamente.

- Recibimos un email de respuesta con palabras – dice Beca.

Se gana un coro de exageradas exclamaciones ahogadas que lleva a que todos estallen en risas, porque es una broma habitual entre su grupo de amigos que su jefe siempre responda a los emails del trabajo con un único emoji.

- Entonces, ¿creéis que eso de trabajar juntas se convertirá en algo habitual? – pregunta Aubrey una vez se calman todos.

La mirada de Beca vuelve a saltar a Chloe, quien ya parece estar esperando por ella.

- Quién sabe – dice encogiéndose de hombros.

- Oh, definitivamente – dice Chloe al mismo tiempo.

Y solo por la inflexión de su tono al pronunciar la palabra, grave, rasposa, y llena de confianza, junto con la firmeza de su mirada inamovible, Beca sabe que, una vez más, la mente de Chloe está funcionando en un nivel totalmente diferente al de sus amigos.

Un nivel que solo Beca sabe de su existencia.

Si creía que su encuentro en el baño suponía un punto final en su extraña historia con Chloe, algo que simplemente tenía que pasar en algún momento para evaporar la tensión entre ellas, Beca se convence ahora de lo equivocada que estaba.

Este es solo el principio.

FIN

***

A/N: ¡¡Por fin lo he conseguido!! ¡¡He logrado acabar este fic sin añadir un capítulo más y más y más y más!! ¡¡Bien por mí!!

Gracias por leer y comentar.

xxx

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