Vuelves (TERMINADA) // Warmi

By gameee0verrr

70.3K 2.7K 184

Después de 2 años tras una fuerte discusión Ana y Mimi se vuelven a reencontrar. Los 16 tienen que hacer una... More

2 Años Antes Del Reencuentro
El Reencuentro
La Cena
La Verdad
Nuestra Canción
El por qué
El Beso
Nochevieja
Año Nuevo
Primera vez
Gira War
OT Tenerife
¡Tú No!
Canarias
Los Ángeles
Sorpresa
La mismo de siempre
Siempre Igual
Hogar
Impulsos
Entendernos
Detonante
¿Pesadilla o realidad?
Miedo
Más vale tarde que nunca
Pasado pisado
Festival
Redes Sociales
Se acabó
Incidentes
Familia, amigas y felicidad
Futuro juntas

Epílogo

1K 41 10
By gameee0verrr

Diciembre 2023

-¡Ya voy! – Grité desde la planta de arriba.

Miré extrañada el reloj, habíamos quedado a las ocho y media y a penas eran las siete.

Era 23 de diciembre y habíamos decidido invitar a cenar a Ricky, Roi, Aitana, Miriam y Agoney y sus respectivas parejas ya que eran los únicos que se encontraban aquel día.

Normalmente hacíamos la cena de Nochevieja en una casa distinta todos lo que estuviésemos en Madrid. Esta al ser el primer año que Ana y yo compartíamos piso habíamos llegado a la conclusión de que sería el mejor sitio, pero como cada uno ya empezaba a formar su familia, a tener pareja más formal, por lo que unos iban a su ciudad con sus familias, otros con las de sus parejas, cada año que pasaba éramos menos, pero aún así seguíamos muy unidos y hablando sin parar por el grupo. Así que decidimos adelantarla al día 23 con los que aún nos encontrábamos en Madrid, porque al día siguiente estaríamos cada uno en una punta del país. Ricky y Pablo en Mallorca, Aitana en Barcelona y Ana y yo en Canarias.

-¿Qué haces aquí tan pronto? – Dije nada más abrir la puerta y encontrarme a Ricky.

-Oye maricona, fuiste tú la que me dijo que viniera antes, pero que si quieres me voy y vengo más tarde.

-Nono, solo que me sorprende que estés aquí. – Cerré la puerta. – Normalmente eres de los últimos.

-No te acrodabas de que tenía que venir, ¿verdad? – Negué.

- Es que he estado muy ocupada con unos asuntos y no me daba pa más la cabeza.

-Es que has trabajado demasiado estas semanas para dejarte libres las Navidades.

-Tienes razón. – Afirmé. – Pero aún así te dije a las siete y media y son en punto. – Miré el reloj.

-Vaya imagen tienes de mi. – Dijo tirándose al sofá de espaldas. – Ha pasado un año y aún me sigue flipando vuestra casa.

-Ya y eso que aún no has visto la nueva bañera que hemos puesto.

-No jodas que al final lo conseguiste. – Me miró.

-Obviamente que lo conseguí. – Dije con aires de suficiencia. – ¿Por quién me tomas?

-Pues enséñamela.

-Pues vamos arriba.

Y eso hicimos, subí las escaleras de mi piso hacia nuestra habitación y pude ver como Ricky abría mucho los ojos al ver la bañera que había conseguido poner en nuestro aseo.

-Jo-der. – Dijo nada más entrar.

-Te dije que la conseguiría poner. – Admiré su cara al ver la bañera.

-Mimi, que no vamos a poner la bañera, no sigas insistiendo. Dijo subiendo las escaleras tras haber terminado de desayunar.

-¿Pero por qué no? La seguía. Tú sabes todas las cosas que podemos hacer ahí, que te puedo hacer ahí. La giré para quedarnos a centímetros.

-No, Mimi.

-Venga, Ana. No te hagas la dura.

-No y se acabó la discusión. Se volvió a dar la vuelta, encaminándose a nuestra habitación. ¿Tú no te tienes que ir a un ensayo?

-Dame una sola razón por la que no. Evadí su pregunta, consiguiendo pararla antes de entrar a la habitación.

-Te voy a dar dos. Levantó sus dedos índice y corazón. Uno: porque lo digo yo y porque son las ocho y media de la mañana y dos porque es un gasto de dinero innecesario.

-Eso son tres. Le dije. ¿Y cómo que innecesario?

-Sí.

-Sabes perfectamente que lo vamos a amortizar muy bien durante muchos años.

-¿Pero tú para que quieres una bañera redonda, mucho más grande que la que tenemos y encima con hidromasaje? La que tenemos ahora también la hemos disfrutado y amortizado muy bien.

-Como tú dices te voy a dar tres rasones. Intenté imitar el acento canario, provocando que rodara sus ojos. Uno: porque siempre he querido tener una y ahora no puedes romper uno de mis sueños de la infancia; la siguiente: esa que tenemos es muy pequeña para todo lo que te quiero hacer; y tres: cuando tengamos hijos y nos duchemos juntas no hay espacio.

Bufó y se dio la vuelta para seguir su camino.

Sonreí de forma victoriosa, porque le quedaba nada para ceder. Esa última frase había sido la clave, aunque claro está, que las otras la habían conseguido debilitar.

-No pongas esa cara de victoriosa que no te he dicho que sí.

-Pero si no me estás viendo.

-Pero te conozco de sobra, Miriam Doblas.

La seguí hacia el baño donde empezó a prepararse para irse a la ducha, ya que esta tarde teníamos los premios de los 40.

Me senté en el váter viendo como se recogía el pelo en un moño.

-No me mires con esa cara.

-Es la que tengo.

-No, ahora mismo estás poniendo cara de no haber roto un plato en tu vida. Me miró intentando aparentar seriedad.

-Venga, Banana, porfa, pofaaaaaa. Me levanté para abrazarla por detrás y ponerle cara de suplica. Porfi, porfi, porfi.

-¿Te he dicho alguna vez que eres una pesada?

-Puede ser. Dije encogiéndome de hombros. Pero venga, porfa, reina. Empecé a repartir besos por todo su rostro.

-Vaale, pesada. Rodó los ojos.

-¡YASSSS! Dije victoriosa. La vamos a amortizar muy bien, ya verás.

-Más te vale.

-Nos vemos esta noche en la fiesta. Le di un beso antes de salir del baño para coger mis cosas e irme a hacer el último repaso con Las Lolas.

-¡Qué zorra! Lo que tenéis que follar aquí. – Dijo cuando terminé de contarle como lo había conseguido.

-Mejor no te doy detalles que te vienes arriba. – Le dije. – ¿A que te gusta? – Le pregunté.

-¿A quién no le gustaría esto? Si es una fantasía. – Chistó.

-Lleva luces y cinco potencias diferentes para las burbujas. – Añadí orgullosa de mi compra.

-Esto tiene que costar un pastizal.

-Pues no te voy a mentir, barata no es, pero merece mucho la pena.

-Coño, y tanto que merece la pena. – Contestó. – ¿Tú crees que si se lo digo a Pablo, me dejará?

-Ya verás como sí, cuando le digas todo lo que podéis hacer, un par de ojitos, chantaje emocional y ser tú, ya verás como lo consigues. – Contesté.

Y es verdad, aunque me costó dos días convencer a Ana para conseguir darme mi caprichito que siempre había querido tener, la habíamos conseguido amortizar muy bien entre las dos, juntas o por separado. Y todo lo que nos queda por disfrutarla.

Aunque ella no lo va a admitir nunca, es la que más la aprovecha con sus baños relajantes y su copa de vino al lado. Cualquiera la saca de ahí.

-Oye, ¿no tenías algo importante que contarme?

-Sí, vamos abajo y te cuento.

-Espero que me pongas una cerveza por las molestias de venir antes que nadie. – Me dijo mientras bajábamos por las escaleras. – Incluso antes que tu novia.

-Está trabajando.

-Es verdad. – Se acordó. – ¿Por qué has estado tan ocupada estos días?

-No seas pesado. Ahora te lo cuento.

-¿Me llamas pesado a mi? – Se hizo el ofendido. – Que yo sepa no soy el que te ha estropeado una maravillosa siesta.

-¿Siesta a las siete de la tarde? – Abrí la nevera.

-Cualquier hora es buena para dormir. – Se sentó en uno de los taburetes de la isla. – Espero que me pongas la mejor cerveza que tengas.

-Toma pesado. – Deslicé el botellín por la isla.

Estuve preguntándole sobre sus proyectos y sobre que iban a hacer nada más llegar a Mallorca, consiguiendo relajarme un poco. Pero los nervios volvieron a mi cuando fue él el que me preguntó.

-¿Y vosotras en Tenerife que tenéis pensado hacer?

-Pues estar con su familia, ir a la playa, visitar su isla solas, no sé lo típico, a parte de que me ha dicho que tiene una sorpresa.

-Pues que sepas que me vas a contar esa sorpresa con pelos y señales. – Me advirtió señalándome con su botellín.

-Bueno, también vamos a hacer puenting. – le dije orgullosa.

-¿Tú haciendo puenting? Si te da miedo subirte a un avión y mira que no te has subido pocas.

-Ya, pero a ella le hace ilusión. – Dije con una sonrisa. – Y hay que probar cosas nuevas en la vida y bueno, pues eso. – Pegué un trago a mi cerveza. – También fue un trato para comprar justo esa bañera.

-Seguro que fuiste a la más cara.

-Culpa al precio no al comprdo. – Dije levantando las manos.

-Aún así, seguro que no accediste tan rápido.

-Le dije que si hacíamos eso teníamos que lanzarnos las dos juntas.

-Ya decía yo, alguna regla tenías que haber puesto. – Me dijo.

-Estoy cagá. Es que imagínate que no llego a pedirle que se case conmigo. – Pude ver como Ricky abría los ojos y me descolocó un poco. – ¿Qué pasa?

-¿Dijiste casar? – Preguntó. Haciendo que abriese los ojos exageradamente.

Efectivamente, lo había dicho y encima sin darme cuenta.

Asentí levemente y con timidez. Pude notar como el cuerpo de Ricky chocaba fuertemente contra el mío provocando que casi nos cayésemos de los taburetes.

-¿Quieres llevar cuidao que casi me matas?

-Cállate. – Dijo abrazándome con más fuerza. – ¡QUE LA MARICONA SE ME CASA! – Gritó. – Mejor dicho: ¡LAS WARMIS SE VAN A CASAR!

-¿Te quieres callar? – Le tapé la boca con mis manos.

-Dios, es que no me lo creo. Que fuerte, que fuerte, chaval. – Dijo moviendo sus manos de arriba abajo y con los ojos agudos.

-¿Estás llorando? – Le pregunté.

-Nonono, es que se me ha metido algo en el ojo.

-Ay, amoooorr. – Le dije cogiéndolo para abrazarlo. – No llores.

-Es que, te lo digo enserio, en mi vida pensé en verte casándote. – Dijo con asombro. – Es que por si fuese poco te vas a casar con Ana. Dios, es que estoy muy feliz. Es la mejor noticia que me podrías haber dado pre-nochevieja.

-Tampoco te vengas muy arriba que aún no me ha dicho que sí.

-¿Pero cómo te va a decir que no? – Se sentó en el taburete ya un poco más calmado ante el subidón que le acababa de dar.

-Es que esto es algo serio e importante. No es ningún juego. – Expliqué. – Que ya sé que no hacen falta papeles ni nada de eso para demostrar cuanto nos queremos ni nada de eso, pero... – Tragué saliva antes de continuar. – ¿y si no está preparada? ¿Y si no quiere casarse conmigo?

El mallorquín me cogió de las manos e hizo que lo mirase a sus ojos, que en aquel momento solo desprendían cariño.

-Cariño, Ana te quiere muchísimo, enserio, y me juego mi preciado pelo a que va a querer casarse contigo. – Me dijo con seguridad. – Ya verás como todo va a salir bien. Os lo merecéis. – Me animó. – ¿Cuándo tienes pensado decírselo?

-En Nochevieja. – Le dije. – Para empezar bien el año.

-Bueno, si lo hicieras el día 28 y te dijese que no, podrías decirle que es una bromilla. – Intentó ponerle humor al asunto.

-No tiene gracia, Ricky. – Le reproché.

-¿Sabes ya lo que le vas a hacer? – Me cuestionó Ricky. – ¿O vas a improvisar?

-Bueno, tenía pensado que después de pasar la Nochevieja con su familia llevármela a... – Pero el sonido de una voz desde la entrada, quejándose del frío que hacía en pleno diciembre en Madrid, indicó que ya no estábamos solas y que el tema boda se tendría que aplazar.

-Que sepas que me lo vas a terminar de contar todo.

-Sisi, lo que tu digas. – Nos levantamos para dirigirnos a la entrada. – Pero ahora calladito o te corto los huevos.

-¡BANANAAAA! – Gritó Ricky, mientras abrazaba a Ana con efusividad.

Menos mal que le he dicho que le había advertido.

-¿Y este recibimiento a que se debe? – Preguntó Ana de espaldas a mi.

-Nada, que como vamos a estar dos semanas separados y no te voy a ver, pues que te voy a echar de menos y...

Negué frente a las palabras de Ricky. Le hice la señal de la tijera con mis dedos y se cortó su discursito porque lo estaba empeorando todo. Sabía que no iba a soltar nada, pero quería que Ana no sospechara absolutamente nada. Me conocía muy bien y para más inri pudo notar que llevaba unos días bastante nerviosa y si encima Ricky empezaba a soltar de las suyas, tampoco es que ayudara mucho.

-Estáis muy raros los dos. – Se separó de Ricky y se dirigió a mi. – Hola, cariño. – Susurró a centímetros de mis labios.

-Hola, preciosa. – La agarré de las mejillas y le di un beso en los labios, que ella correspondió inmediatamente.

-Sois un cuadro precioso. – Ricky nos miraba desde la entrada, con sus brazos en jarra y negando con la cabeza.

-¿Voy a ser toda mi vida un cuadro o qué? – Pregunté.

Dejó un beso en mi clavícula, que quedaba descubierta por el top que llevaba, y no pude evitar sonreír ante un gesto tan simple, pero que, al menos para mi, significaba mucho. Somos un cuadro, pero, para mi, somos el cuadro más bonito que he visto nunca.

-Pues no lo creo. Hasta cuando te cases lo vas a ser. – Abrí muchísimo los ojos.

-Bueno, pero para eso queda aún. – Se separó Ana de mi. – Voy a la ducha y a vestirme ahora bajo a ayudaros con todo.

-Espera, que voy contigo, que yo también me tengo que maquillar.

-No os entretengáis mucho en la bañera. – Dijo Ricky antes de irse al sofá y ponerse a ver la tele.

-¿Se la has enseñado? – Me preguntó.

-Claro. – Respondí con obviedad. – Incluso le va a pedir a Pablo una igual.

-Sois unos caprichosos.

-¿Y lo dices tú? Si te encanta.

-Ya, pero la que se encaprichó fuiste tú. – Entró al baño y empezó a llenar la bañera.

-¿Te vas a dar un baño ahora? – Miré extrañada como le ponía jabón para hacer espuma.

-Sí. Queda una hora para que lleguen todos y me tengo que relajar que mañana te tengo que aguantar en el avión.

-Tendrás cara. – Me hice la indignada.

-Te diría que te metieras conmigo, pero Ricky está abajo... – Se acercó a mi y empezó a dejar círculos insinuantes alrededor de mi ombligo.

-Banana... – Le dije, empezando a notar los calores recorrerme el cuerpo, a medida que su mano se acercaba al tiro de mi pantalón.

-¿Qué? – Repasó esta vez mi clavícula con su dedo índice.

- Mira que no tardo nada en darle unos tapones.

-Ah, ah. – Dijo negando. – Ahora tú vas a bajar a hacerle compañía, mientras yo me doy un bañito relajante.

-Serás cabrona. – Noté mi humedad.

-Tranquila, esta noche te arreglo lo de ahí abajo. – Me dio un mordisco en la oreja.

Se dio la vuelta y empezó a desvestirse.

-Venga, vete que se va a pensar cosas que no son. – Se rio.

-A veces te odio.

-Sisi, lo que tú digas. – Dijo echándome del baño. – Te quiero. – Y cerró la puerta del baño.

-Que sepas que yo a ti no. – Le grité saliendo de la habitación.

-----------

30 de diciembre de 2023

Me desperté por unos golpes en la puerta, para nada más abrir los ojos, escuchar el chirrido del pomo de la puerta de la habitación de Ana y ver como esta se abría de la forma más silenciosa posible.

Tenía a la canaria utilizándome de almohada y también podría decirse casi que de colchón. Por lo que tuve que quitarme algunos pelos de mi cara para poder ver quien había entrado.

-Hola. – Me saludó Fátima en un susurro. – ¿Te he despertado? – Asentí, pero le hice un gesto con la mano quitándole importancia. – Son las diez y en hora y media tenemos que estar en lo del puenting, ¿te importa ir despertándola?

-Sí, ahora la despierto, no te preocupes. – Le respondí con un poco de nervios.

No me acordaba de ese dato hasta que la madre de Ana me lo recordó.

Iba a saltar desde una montaña e iba a ver como cada vez me iba acercando al suelo, bueno, en este caso el mar.

Que sí, que la gente decía cuanta adrenalina, es que dios que subidón, pues sinceramente, yo solamente pensaba en no cagarme en los pantalones, para que os voy a mentir.

Antes de que Fátima saliese por la puerta, pude ver como se reía al ver que mi cara había cambiado por completo.

-Ana... – Susurré apartándole el pelo de la cara. – Banana...

Se removió al sentir las caricias que estaba dejando sobre su cabeza.

-Va, Ana, que tenemos que prepararnos y desayunar. – Se acurrucó más contra mi. – Lo que te gusta dormir. – Reí.

-Es que estoy muy a gustito. – Murmuró.

-Que manía con usarme de colchón para dormir. – Intenté quejarme, pero la verdad es que estaba muy a gusto. Más que tirándome desde un acantilado.

Uy, eso creo que ha sonao un poco a intento de suicidio. El caso, que podéis ver mi entusiasmo por tirarme directamente contra el mar, o sea no directamente, con los arneses y toa la pesca. Bueno, perdón, es que estoy nerviosa.

-Es que eres muy cómoda. – Ronroneó contra mi cuello.

-Ya soy plana, pero contigo encima todas las noches me voy a quedar como una plancha. – Mascullé mientras repasaba con mi dedo su columna vertebral.

-Para de hacer eso si quieres que no me quede durmiendo. – Me advirtió.

-Perdón, perdón. – Paré mis caricias.

-Venga, arriba que llegamos tarde que no me gusta llegar tarde.

-Mandona... – Dije entre dientes. – ¡AY! – Me quejé. – Que agresividad de buena mañana.

-Deja de quejarte. – Se levantó cogiendo su batín. – Miriam Doblas. – Me llamó.

-¿Qué pasa? – Pregunté incorporándome sin saber que podría haber hecho.

-Que te quiero. – Y se metió en el baño.

No pude hacer otra cosa que sonreír como una boba y dejarme caer sobre el colchón.

A los pocos minutos, me levanté y me puse mi camiseta que estaba tirada por el suelo, después de la noche anterior. Así que recogí toda nuestra ropa dejándola sobre la silla de la habitación y empecé a estirar y poner bien las sábanas.

-Ves vistiéndote, ahora la hago yo. – Dijo saliendo del baño ya vestida con su chándal.

-No, da igual ya que estoy la hago yo. Dije concentrada en lo mío. – Ahora me visto.

-Mimi, tranquilízate que no va a pasar nada, ya verás.

-No estoy nerviosa.

-No, que va. – Dijo con ironía. – Estás haciendo la cama con lo poco que te gusta a ti hacerla.

-Es que me gusta más deshacerla.

-¿Has visto como estás nerviosa? – Intentó no caer en mi juego.

-¿Es que por qué me habré dejado liar para a hacer esto? Con el vértigo que tengo. – Suspiré.

-Sabes que no tienes que hacerlo sino quieres.

-Ya, pero es como que quiero hacerlo, pero a la vez estoy súper cagada.

-Bueno, tú te aprietas muy fuerte a mi cuando vayamos a saltar y ya está.

-Te voy cortar la circulación. – La advertí.

-Bueno, y tú vas a saltar desde una montaña. Así que estamos en empate. – Puso las almohadas sobre la cama.

-Bueno, empate lo que se dice empate...

-Es empate, tú haces una cosa por mi y yo por ti.

-Esto que voy a hacer hoy, espero que lo tengas en cuenta para el futuro.

-Que sí, pesada. – Dijo terminando de hacer la cama. – Cuando lleguemos a Granada, me voy a Almería y te compro una de estas palmeritas de Kinder Bueno, que tanto te gustan, por tu acto de valentía.

-¿En serio? – Dije ilusionada.

-Y tan enserio, pero compartes conmigo. – Asentí efusivamente. – Ahora vístete que tenemos que bajar a desayunar.

Cuando terminé de vestirme con mi chándal de Rebook y después de hacerme un moño, Ana cogió mi mano y salimos hacia la cocina donde se encontraban sus padres y su hermano desayunando.

Nos sentamos en la mesa con la intención de comer algo y no ir con el estómago vacío. Y digo con la intención porque, aunque Ana se estuviese comiendo todo su desayuno, yo solamente había sido capaz de beberme mi vaso de zumo y de pegarle un pequeño bocado a mi tostada.

-¿No tienes hambre, Mimi? – Me preguntó Fátima con una sonrisa maliciosa.

-Es que está nerviosa. – Dijo divertido el hermano de Ana.

-Que va, yo estoy mu tranquila.

¿Cuánto de convincente me sonaron aquellas palabras? Entre cero y nada.

-Sí, seguro, no cabe duda. – Dijo divertido Antonio.

-Illo, si os vais a poner todos en mi contra no voy. – Me quejé. – Antonio, creía que eras de mi equipo. – Dije con voz lastimera.

-Es que te pones tan pocas veces nerviosa que hay que disfrutar cuando lo estás. – Ana rio, pero su risa cesó en cuanto vio mi mirada.

-Perdón. Pero es que no puedo quitarle la razón a mi padre cuando la tiene, cariño.

-La familia Guerra Morales en mi contra. – Rodé los ojos.

-No seas exagerada, Mimi.

-Os vais a ir solitos a este paso y yo me quedo en la playa.

-Nono, tú te vienes, ahora no te puedes echar atrás.

-Tampoco tengo otra opción.

-Venga cómete aunque sea media tostada y nos vamos.

-Yo me como la otra mitad. – Me quitó Ana parte de mi tostada.

-No comas tú tanto no vaya a ser que luego lo vomites. – Le advirtió su padre.

-Eso, eso, que no quiero que me vomites encima cuando saltemos.

-Que no va a pasar nada, exagerados. – Nos dijo.

-Bueno, tú lleva cuidao que quiero volver limpia, pero sobre todo viva.

Nada más terminar de desayunar y arreglarnos, fuimos andando hasta el lugar donde haríamos el puenting disfrutando de un agradable paseo por la isla. Estar a veinticinco grados en pleno diciembre se agradecía y mucho.

Pero más disfruté al ver a Ana sonreír mientras me contaba diversas anécdotas sobre su infancia y adolescencia en la isla. Me imaginaba a una pequeña Ana, morenita, jugando en la playa, correteando y cantando por todos los lugares por los que pasaba.

Pero mi sonrisa divertida se acabó cuando llegamos al puente, tras casi media hora de paseo, y al ver la gran altura que había me puse muy nerviosa.

Y puede sonar muy exagerado, pero me puse más nerviosa que cuando Lady Gaga me invitó a subir al escenario con ella.

-Madre mía, yo no sé si quiero, eh. – Estaba a nada de rajarme, si volvía a mirar una vez más hacia abajo me iba a retirar de aquella locura.

-Escúchame. – Me agarró Ana de la cara para que la mirase. – Ahora enserio, no tienes porque hacerlo si no quieres, ¿vale? – Me acarició mis mejillas. – Nos damos la vuelta y hacemos otra cosa más tranquila.

-O sea, es que a ver, sí que quiero, pero sabes como me pongo con las alturas y no puedo evitar ponerme una mijilla inquieta.

-¿Solo una mijilla? – Se rio.

-Vale, puede ser que esté bastante inquieta. – Empecé a jugar con sus dedos que hasta ese momento estuvieron entrelazados con los míos. – Pero es que esto está muy alto.

-Pero esto se pasa en na. – Me dijo. – A parte, mira toda la protección que nos ponen, puedes estar tranquila.

-Luego parezco yo aquí la echá pa' lante. – Solté un suspiro.

-Lo eres para muchas cosas, pero para esto no. – Dijo con obviedad. – A veces necesitamos un empujoncito.

-Nunca mejor dicho. – Solté una risita.

-Nunca mejor dicho. – Reafirmó mis palabras al ver como le daban un empujoncito a la persona que se acababa de tirar.

-Chicas, – nos llamó Antonio. – ¿Estáis listas?

-¿Vamos? – Me tendió la mano para que se la cogiera.

-Vamos. – Entrelacé nuestros dedos y nos dirigimos a la zona donde nos iban a preparar para saltar.

Una vez nos pusimos toda la protección, nos engancharon a mi y a Ana juntas para el salto.

Cuando dieron el visto bueno de que estábamos preparadas nos acercaron a la plataforma colgante desde la que íbamos a saltar. Joaquin, que también se había cambiado porque iba después de nosotras, se encontraban grabando aquella escena junto a su padre. Un día que os aseguro que no olvidaré en mi vida.

-¿Por qué vamos nosotras primero y no tu hermano? – Dije una vez ya colocadas casi al borde de la plataforma.

-Porque si hay algún imprevisto en vuestro salto ya sé que no debo de saltar. – Me picó el susodicho.

-¡Joaquin, cállate! – Le reprendieron su hermana y su madre.

-Es verdad.

-Ana... – La miré con ojitos de súplica.

-Va a estar todo bien, mi amor. – Me sonrió. – Y tú, cállate y deja de decir burradas. – Amenazó a su hermano con el dedo en alto.

-Ya verás que todo va a estar bien. – Me dijo el chico del salto, a lo que todos los presentes asintieron.

-¿Preparada? – Me dijo Ana, haciendo que la abrazara como nos habían indicado para saltar.

-Vamos a ello. – Le dije.

-¿Estáis listas? – Asentimos las dos. – Muy bien. A la de tres os empujo un poquito.

-Ana. – Le susurré al oído durante la cuenta atrás. – Cásate conmigo.

Nada más decir aquellas palabras, pude notar como unas manos nos empujaban a Ana y a mi al vacío.

No sabía si Ana me había entendido, porque había soltado un grito nada más terminar la frase que estaba casi segura de que se había escuchado hasta en la península. Creo que la había dejado sorda.

Una vez dejamos de balancearnos en el aire. Ana hizo que aflojase un poco mi agarre para poder mirarme.

Pude ver en su cara que estaba atónita y, no, no creo que fuesen por el salto porque ella estaba muy relajada, a parte de que no era la primera vez que ella se había tirao por ahí según me había contao. Así que definitivamente, solo quedaba la opción de que sí que había escuchado mis palabras milésimas de segundos antes de que saltáramos.

Me estaba muriendo por dentro al ver que no decía nada.

Si lo ha escuchado que diga algo o haga algún gesto, que estoy ahora más nerviosa que ahí arriba.

-¿Es en serio lo que me has dicho ahí arriba? – Preguntó con una vocecilla muy tierna mientras hacía un puchero y sus ojos se le aguaban.

-No, si quieres es en broma. – Le contesté divertida.

-Jobá, Mimi. – Se limpió las lágrimas que no había conseguido retener.

Pero no me pudo contestar, porque el chico que se encontraba abajo empezó a darnos instrucciones para poder bajarnos sin tener ningún tipo de percance.

Vaya momento había elegido el hombre.

-No me había alegrao nunca tanto de pisar tierra. – Estuve a punto de besar el suelo.

-Exagerada. – Me miró las piernas mientras el chico nos ayudaba a quitarnos los arneses. – Te están hasta temblando las piernas.

-Ya, pero no es por eso solo. – Le dije para que supiese por donde iban los tiros.

Y en ese momento fue consciente de que aún no había dado una respuesta clara a mi propuesta.

Una vez nos dejaron libres, nos alejamos del corrillo de gente que había ahí para esperar hasta que los padres de Ana bajaran a donde nos encontrábamos.

-Mimi... – Empezó a decir.

-No, espera, déjame hablar a mi primero, ¿vale? – No esperé respuesta por su parte. – Si no quieres no pasa na, enserio. – Dije con un acento andaluz muy notable. – Son simplemente unos papeles y yo sé que ambas nos queremos mucho y no tenemos porque estar unidas por unos papeles, incluso lo podemos dejar para más adelante si ves que ahora no te ves preparada o lo que sea. –Dije nerviosa. – No te preocupes si no quieres.

-Mimi... – Intentó frenarme.

-O sea, sé que soy un desastre, no tengo ni si quiera el anillo aquí.

-¿Tienes el anillo?

-No. – Le dije. – Sí, sí que lo tengo. – Me rectifiqué. – A ver sí que lo tengo, pero no aquí, está en casa de tus padres. Es que te lo iba a pedir mañana, pero es que me he puesto tan nerviosa ahí arriba que te lo he soltaosin pensármelo y ni si quiera tengo aquí el anillo para dártelo. – Me corregí.

-Mimi, ¿me quieres escuch...

-Sé que soy un desastre a veces y que a lo mejor te piensas que han sio mis impulsos porque estoy como un flan. Pero te juro que esto te lo digo porque realmente quiero, porque te quiero y porque como ya te dije en su día quiero casarme contigo, recorrer el mundo contigo y formar una familia juntas. – La cogí de las manos. – ¿Qué pasa? – Le pregunté al verla con una sonrisa divertida bailando sobre sus labios.

-Que cuando te poner nerviosa se te marca el acento. – Se rio. – Y que tampoco me dejas hablar.

-Perdón, perdón. Es que estoy más nerviosa ahora que cuando estábamos ahí arriba.

-Ya lo sé. – Apoyó su frente sobre la mía.

-¿Entonces?

-Sí. – Susurró sobre mis labios.

-¿En serio? – Pregunté ilusionada.

-No, de broma. – Respondió con sorna.

-Banana... – Me quejé levemente, mientras la abrazaba y lloraba con fuerza sobre su hombro.

Nos quedamos así un rato, simplemente notando nuestros corazones desbocados y riendo entre lágrimas que no dejaban de deslizarse por nuestras mejillas.

Al cabo de unos minutos, nos despegamos un poquito y Ana me cogió la cara para dejar un beso sobre mis labios.

-Oye, tortolitas. – Dijo una voz, haciendo que nos separáramos. – Vamos a ir a comer a La Navaja para celebrar que habéis sobrevivido, ¿os venís?

-Mamá, nosotras nos vamos las dos solas a comer, esta noche si queréis nos vamos todos juntos. – Miró a su padre.

-Vale, pero vete con tus padres que yo tengo que hacer una cosa, luego voy a por ti. – Dije separándome de la familia.

-¿Qué le pasa a esta? – Me señaló Antonio. – ¿Tan feliz está por haber sobrevivido?

-¡ME HA DICHO QUE SÍ, ANTONIO! – Exclamé feliz. – ¡NOS VAMOS A CASAR! – Grité, haciendo que las personas de alrededor nos mirasen.

-¿Se lo has dicho hoy? – Preguntó su hermano sorprendido.

Asentí.

-¿Lo sabían? – Afirmaron sus padres y su hermano.

-Antonio, déjame las llaves que tengo que ir a por una cosa. – Me lanzó las llaves de su casa. – ¡SOY LA PERSONA MÁS FELIZ DE ESTE MUNDO! – Me fui gritando aquella frase. – ¡Que me voy a casar, señora! – Dije abrazando a una mujer que se nos había quedao mirando.

-----------

Enero 2027

-¡Mamá, mamá!

-Queee... – Dije somnolienta.

-¡Que han venido los Reyes!

Fruncí el ceño intentando desentenderme de aquellas palabras y me di la vuelta para el otro lado para seguir durmiendo, pero antes de conseguir acomodarme solté un quejido al notar como unos deditos se clavaban en mis mofletes.

Toqué el otro lado de la cama buscando a mi mujer, pero estaban frías. Que raro que estuviesen frías esta no se despierta casi nunca si puede evitarlo. Así que supongo que esto no lo había podido evitar.

Cuando conseguí abrir los ojos, pude divisar unos ojos verdes mirándome mientras intentaba que me espabilase y una melena de pelo moreno, que a causa de los saltos que pegaba intentando subir a la cama se podía ver más o menos.

Cuando se dio cuenta de que había abierto los ojos, posó sus manitas en mis mejillas para que la mirase directamente.

-Mamá. – Se sentó sobre mi abdomen. – Que los Reyes han venido y nos han dejado un montón de regalos.

-¿Pero os habéis portado bien para tener tantos regalos? – Les pregunté.

-Pues claro, sino no nos hubiesen dejado tantos regalos. – Dijo con obviedad.

-¡Chi! – Escuché una voz entusiasmada gritar.

-Vaya, ya te has despertado. – Divisé la figura de Ana apoyada en el marco de la puerta.

-Me han despertado, que es diferente. – Musité.

-¿Y a ti que te pasa, campeón?

-No puedo. – Respondió con la voz tristona. – Es muy alta. – Intentó volver a subirse, pero su intento volvió a ser en vano.

Ana se rio y se acercó hacia donde estaba el pequeño para subirlo a la cama y pudiese venir hacia donde estábamos.

-¡Mamá! – Se tiró encima haciendo que su hermana casi se cayese.

-Nil, lleva cuidao que puedes tirar a tu hermana.

-No pasa nada, mamá. – Se puso a mi otro lado.

Desde que Nil nació, Lola se había tomado muy enserio lo de tener que cuidar a su hermano. Claro está que a veces discutían y se peleaban, pero sabía que era más pequeño y que tenía que tener cuidado. A pesar de ser dos años más pequeño que ella, siempre lo incluía en sus juegos y no se separaban para nada, hasta a veces nos pedía que si podía darle de comer ella, obviamente con nuestra supervisión. Son inseparables, son uña y carne.

Lola siempre había sido más revoltosa que su hermano, pero cuando se trataba de su hermano siempre estaba ahí, para tranquilizarlo, cuidarlo y jugar con él.

Una noche, cuando Nil a penas tenía dos meses, su hermana consiguió meterse en la cuna de su hermano, haciendo que Ana y yo nos llevásemos una sorpresa al ver a los dos juntos en la cuna con sus respectivos peluches. Y cuando nos paramos a pensar, ninguno de los dos se había despertado a media noche.

-Venga mamá, levántate que tenemos que abrir todos los regalos. – Me cogió de la mano.

-¡Regalos! – Aplaudió el pequeño.

-Voy, voy... – Me levanté cuando empezaron a tirar de mis manos.

Nada más vieron que me había levantado, los dos pequeños se fueron corriendo al salón.

-Llevar cuidao no os caigáis. – Les reprendí, aunque seguramente ya habrían llegado abajo para empezar a ordenar los regalos por nombre.

Ana rodeó la cama con una sonrisa hasta llegar a mi, me cogió de las caderas y me pegó contra su cuerpo. Me dejé hacer y enterré la cabeza en el hueco de su cuello.

-Tengo mucho sueño... – Musité sobre su cuello.

-Luego la dormilona soy yo. – Acarició mi espalda mientras se reía.

-Es que me tuviste hasta muy tarde despierta probando tus regalos de Reyes adelantados. – La miré con intención.

-No vi que te quejaras.

-Ni lo voy a hacer.

-Estás preciosa.

-Aún no me has dado ningún beso hoy. – Hice un puchero.

-Ni tu a mi, lista. – Besé sus labios y sonreímos las dos ante el contacto de nuestros labios. – Los Reyes te han traído más cosas.

-¿A mi?

-Ajá...

-Pues que buenos han sido los Reyes este año.

-Sobre todo con el regalo de anoche. – Me miró pícara.

-Sí sobre todo esos... – Dije con intención.

-¡Mamis los regalos! – Gritó la pequeña.

-¿Vamos? – Asintió.

Cuando llegamos al salón, me senté en el suelo y Ana me imitó poniéndose entre mis piernas.

Los más pequeños empezaron a desenvolver sus regalos, mostrándonos con mucha ilusión todos sus regalos, con palmadas, risas y gritos cuando descubrían que los Reyes habían dado de pleno con lo que habían pedido.

-Mira mamá, aquí hay un regalo para ti. – Dijo Lola mientras Nil me daba el regalo.

-Gracias, peque.

Abrí mis regalos con ayuda de Ana ya que al tenerla entre mis piernas se me dificultaba un poco la tarea. Un pijama, unos zapatos que llevaba pidiendo, bikinis que tanto le gustaban a Ana regalarme... Y por último, una foto de los cuatro en Canarias, cuando fuimos a pasar la Nochebuena, esta la conformaban fotos pequeñas de los cuatro, de los niños y de nosotras dos. En la foto se podía ver claramente la piel morenita de Nil y la blanca con muchas pequitas de Lola, mientras escribíamos sus nombres en la arena de la playa.

-Es preciosa, me encanta. – Dije en voz baja. – Gracias, cariño. – Dije besándola.

-¡Hala que chula! – Exclamó Lola al verla. – La podemos poner en el hueco que se quedó en la entrada.

Hace un mes, los dos estaban jugando con sus juguetes mientras correteaban por el salón y la entrada de la casa.

Pero dio la casualidad que ese día los dos querían el mismo coche, así que Lola, abusando de ser más mayor, lo cogió rápidamente para quedárselo y el pequeño no queriendo achantarse ante su hermana, corrió tras ella intentando alcanzar a su hermana para coger el coche rosa.

Con la mala suerte, de que cuando estaban forcejeando, la mayor tiró con tanta fuerza que hizo que el pequeño perdiese el equilibrio y golpease con su cuerpecito el mueble de la entrada, provocado que el jarrón de la entrada se cayese al suelo y se hiciese añicos.

-Es una buena opción. – Ana asintió. – Así cuando entren a casa saben que aquí viven los niños más bonitos del mundo.

-Guapos. – Soltó Nil, metiéndose en la corta conversación, provocado nuestras risas.

-Sí, cariño. – Le apartó el pelo Ana. – Venga, vamos a desayunar. – Intentó levantarse, pero Lola la empujó con cuidado de los hombros haciendo que se sentara.

-Es que hay un regalo pequeñito para todos, mami. – Dijo Lola, al ver la mirada reprochadora de su madre.

Ana me miró extrañada. Normalmente los regalos para todos los hacíamos entre las dos, pero esta vez me había tomado la libertad de hacer yo uno a parte.

-¿Un sobre? – Me miró cuando lo tuvo sobre sus manos.

-Eso parece.

Lola se sentó entre las piernas de Ana y Nil imitó a su hermana poniéndose entre las de ella. Formando así un tren que miraba expectantes el sobre que Ana tenía entre sus manos.

Ana, que fue la primera en ver el contenido del sobre me miró con la boca abierta al ver lo que contenía.

-¿Es en serio? – Preguntó ilusionada.

-De verdad de la buena. – Dije con sorna. – Me dijiste que si tenías hijos, querías ir cuando aún fuesen peques, ¿y que mejor momento que hacerlo ahora?

-Es el mejor regalo que me podrías haber hecho. – Miró a los niños que intentaban quitarle el sobre para ver lo que era. – Nos podrías haber hecho.

-Lola tiene 5 años y aguantará andando por todo el parque, encima con el subidón que le va a dar estar allí nos costará hasta dormirla, y el peque nos lo podemos ir turnando en brazos para no cargar con el carrito. – Le dije.

Ana estiró su brazo para posar su mano en mi mejilla para atraerme hacia ella y que dejara un beso en sus labios, pero antes de que pudiésemos rozar nuestros labios. Una estridente voz nos sobresaltó.

-¡Que nos vamos a Disney! – Gritó Lola, mientras se ponía de pie a saltar y su hermano la imitaba sin entender muy bien porque su hermana no paraba de chillar.

-No grites, que son las ocho de la mañana y la gente sigue durmiendo.

-¡Pero que nos vamos a Disney, mami! – Gritó aún más.

-Ya lo sé. – Le dijo. – Pero no hace falta que chilles.

-Banana, déjala que disfrute. – Le dije, admirando el subidón de felicidad que le había dado a su hija.

-Pues como vengan los vecinos a quejarse les abres tú.

-O no les abrimos. – Le sugerí.

-O no les abrimos. – Dijo conforme con mis palabras.

Nos quedamos cinco minutos sentadas en la misma posición, admirando como los peques no dejaban de saltar, corretear, jugar con sus regalos y gritar que nos íbamos a Disney.

-Venga, vamos a la cocina. – Me miró emocionada.

-¿Para? – Pregunté con curiosidad.

-Desayuno de Reyes.

-¿Y qué es?

-Algo que te gusta mucho.

-¿Tú? – Pregunté insinuante.

-Deja de pensar eso por una vez. – Rio. – Peques, vamos a desayunar.

-¡A desayunarrr! – Gritó Lola, mientras su hermano salía detrás de ella corriendo.

-Mira, mamá. – Señaló Nil la comida.

-Hala, ¿todo esto lo habéis hecho vosotros? – Sonreí con ternura y me acerqué a ellos, agachándome y cogiendo a cada uno con un brazo.

-¡Sí! – Exclamó el pequeño.

-Bueno, lo ha hecho mami, pero nosotros le hemos ayudado. – Añadió su hermana.

Me incorporé con los dos pequeños aún en brazos y Ana se acercó a nosotras para darnos un abrazo.

-Gracias. – Susurré sobre su pelo antes de dejar un beso en su cabeza.

-Mamis, vamos a desayunar que se enfría aún más. – Se removió la mayor entre mis brazos.

Ana separó los taburetes de la isla para que los sentara y los pequeños no tardaron nada en lanzarse sobre los crepes de nutella.

-Te han hecho pegarte un buen madrugón. – Le dije, mientras cogía los cubitos para mi café.

-A las seis me han despertado. – Soltó un gruñido.

-Porque son tus hijos, sino me extrañaría seguir viéndolos con vida. – Solté una carcajada a lo que ella asintió.

La cogí por las caderas para pegarla a mi cuerpo y plantar un beso sobre sus labios que tenían sabor a café.

-Mmm... – Sonreí sobre sus labios y dejé un beso rápido.

-Yo también quiero besitos y abrazos. – Dijo con una vocecita muy tierna Lola.

-Y yooo. – Exigió Nil.

Ambas nos acercamos a los peques y empezamos a repartir besos por todas sus caras.

-Mamá, para, para. Que me haces cosquillas. – Exigía Lola mientras se retorcía de la risa.

-Bueno, vamos a desayunar que sino al final estos dos nos dejan sin crepes. – Dije divertida.

Nos pusimos a desayunar y yo no pude r sonreír más al ver la estampa que estaba presenciando, la estampa más bonita que he visto en mi vida.

Nil y Lola manchados de nutella por todas partes, creo que no había un sitio de su alrededor que no estuviese manchado de nutella, pero en estos momentos me daba igual y parecía que a la canaria también. Ana con su pijama, con un moño despeinado que se había hecho mientras los peques abrían los regalos, sentada en un taburete e intentando que Lola y Nil no metiesen el dedo en el tarro de la nutella. Aunque la mayoría de sus intentos quedaban en vano.

Y os jure que no puede evitar sentirme la mujer más feliz del mundo en aquellos instantes. Por muchos dolores de cabeza que me diesen, y los que me quedan por aguantar, bueno nos quedan, me siento muy feliz viendo a los tres amores de mi vida en una mesa sentados. Pero, tan tan feliz, que no os podéis hacer una idea. Con ellos me siento tranquila, tan en paz y soy tan feliz, que no soy capaz de expresar todo lo que siento cuando estoy con ellos.

-¿Qué pasa? – Entrelazó nuestras manos después de retirar las lágrimas que habían resbalado por mis mejillas.

-¿Mamá llora? – Preguntó el pequeño de la casa.

-¿Por qué lloras, mamá? – Preguntó Lola, que había levantado la cabeza para mirarme al escuchar a su hermano.

-Porque soy muy muy feliz. – Respondí sonriendo. 

🧡🧡🧡🧡🧡🧡

Y esta historia ha llegado a su fin. 

No sé como agradeceros a todos los que habéis estado aquí de principio a fin. No pensaba que fuese a tener tantas visualizaciones ni estrellitas cuando la empecé a escribir. Así que solo os puedo dar las gracias.

Gracias por haberos sumado a esta aventura que he escrito y por haberos quedado. 

Nos leemos muy pronto. 🌈🧡

Continue Reading

You'll Also Like

28.9K 2K 7
Natalia Lacunza, portera de balonmano recién fichada por el Elche, conocerá allí a Alba Reche, jugadora revelación de la temporada anterior. Entre el...
383K 25.2K 97
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
574K 90.5K 36
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...
18.2K 1.3K 38
It's so quiet here, and I feel so cold, this house no longer feels like home.