Una parada en Colonia Basilia

By antoenletras

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Un desperfecto en su camión de carga lleva a Tadeo a pasar un fin de semana bastante peculiar. Nunca imaginó... More

Prólogo
1 - Bienvenidos a Colonia Basilia
2 - En medio de la ruta
3 - Un rincón lleno de vida
4 - Con más carisma que habitantes
5 - Una gran familia recibiendo visitas
6 - Con espíritu de turista recién llegado
7 - De rincones especiales
8 - Y una gran historia detrás
10 - De conexiones inexplicables
11 - Y fuertes impulsos
12 - Un mundo por conocer
13 - Con pasados que son ruinas
14 - Y futuros que se encienden
15 - Un latido en común
16 - Un sentir desafiante
17 - Y confesiones que conectan
18 - Soltar el control
19 - Un antes y un después
20 - En el comienzo de un sueño
21 - Abriendo las puertas al futuro
22 - De la mano del amor
23 - Y de las nuevas oportunidades
24 - Un nuevo presente y un futuro que asoma
25 - El frío del mañana
26 - El quiebre del presente
27 - Y el refugio del ayer
28 - Una promesa
29 - Y una despedida
30 - Una lógica que duele
31 - Una decisión que acecha
32 - Y lo inesperado de la vida
33 - Amando a destiempo
34 - Latiendo a lágrimas
35 - El después del adiós
36 - Los nuevos comienzos
37 - La magia de la vida
38 - Apostar al latido
39 - Un lugar, un hogar
40 - Colonia Basilia
Agradecimientos
Nota de autor
Epílogo

9 - Un lugar llamado hogar

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By antoenletras

Subieron al Peugeot 307 y Oli hizo un giro en u para poder regresar a la calle principal.

Sintió que Tadeo la observaba en silencio, pero prefirió no corroborarlo. Luego, vio que sacó su celular.

—Creo que subiré varias fotos del pueblo a mi cuenta de Instagram.

—¿Cómo es tu usuario? —le preguntó sintiendo curiosidad—. Quiero ser testigo de la promoción del pueblo.

Tadeo rió y le pidió el usuario de ella para seguirla y así ella también lo tendría.

—No uso mucho las redes sociales —confesó Olivia—. Pero después si me haces acordar, te sigo de vuelta.

—¿Por qué no las usas?

—No sé. No me gusta estar mucho tiempo pendiente de eso. Mis amigos siempre se burlan de que contesto los mensajes tarde.

—Si, he notado eso.

A medida que se acercaban al río, se pudo percibir el cambio en el aire. La brisa era más fresca y había un aroma distintivo de zona costera.

Oli respiró profundo. A pesar de la cotidianeidad que representaba el río en su vida, siempre le generaba una especie de paz interior sentirlo cerca. Observó a su copiloto y pudo notar la cara de sorpresa del joven cuando sus ojos se encontraron con la inmensidad del río.

—Hacía tanto que no veía agua.

—Da mucha paz, ¿no? —dijo Oli y se arrepintió al instante. A veces olvidaba que su amor por la y conexión por la naturaleza no era compartido por todos.

Pero para su sorpresa, recibió una respuesta afirmativa de parte del joven.

—Con mis amigos solemos ir a pescar siempre que podemos. Es lindo desconectar de la ciudad de esa forma.

Dejaron el auto estacionado bajo la sombra de un árbol y emprendieron la caminata hacia uno de los muelles. Los ojos de Tadeo no se despegaban del río y Oli no podía quitar su mirada de la expresión de él. Le parecía fascinante encontrar el mismo amor que ella sentía por ese lugar, en los ojos del joven.

—Lo que deben ser los atardeceres acá... Es un lugar muy lindo. Las fotos que se pueden sacar yo... —Entonces su mirada se encontró de lleno con la de Oli. —¿Qué pasa? ¿Tengo algo?

Ella rio. Se había perdido observando la sorpresa de su rostro que no se percató en que tenía la vista clavada en él.

—Perdón. Es que me encanta ver el modo en que miras todo... —cuando tomó consciencia de lo que había dicho, se corrigió rápido—. Digo, la forma en que los turistas ven este lugar que es tan rutinario para mi —dijo rápido—. Es una muestra de la magia que pueden tener las cosas comunes y sencillas.

Tadeo sonrió.

—¿Y disfrutas observando la sorpresa en los turistas?

Ella asintió. Hacía tiempo que se había percatado de aquello y adoraba cada vez que podía ser testigo de un acontecimiento así. Le hacía amar más el lugar en donde vivía.

—¿Y te conformas con observar algo que podrías experimentar?

Entonces la paz de la joven desapareció.

—Te gusta romper el clima tranquilo con esos comentarios, ¿no? —se animó a defenderse.

Notó cierto arrepentimiento en el rostro de Tadeo.

—Perdón, es que me sorprende que te limites a eso...

Y Olivia también era consciente de eso. Quizás había mucha más magia al vivirlo en primera persona. Pero conocía sus límites. Sabía la cantidad de temores, pensamientos y sensaciones que la frenaban. Por más deseo que hubiera, no tenía el valor de tomar la iniciativa de ir tras ese cambio. Con el tiempo, había aprendido a aceptarlo.

—Es que sé que experimentarlo por mi propia cuenta tiene más riesgo —rio nerviosa.

—En el riesgo está el aprendizaje —le dijo con sinceridad mientras volvía la vista al río.

—Quizás algún día encuentre valor.

Ninguno agregó nada más. Oli no quería seguir tocando ese tema que le ponía los pelos de punta y le alteraba toda la paz que había logrado construir a lo largo del día. Y al parecer, Tadeo respetó su decisión.

Llegaron al muelle y se encontraron con cuatro adultos que estaban esperando para subir al pequeño yate de Raúl, el padre de Igor.

—¡Olivia! —la saludó desde el interior—. Hacía mucho que no venías por acá.

—Si, casi un año. Hoy vengo a acompañar a un turista desamparado.

—Tadeo, ¿no? —le dijo el hombre extendiendo su mano para estrechar la de él en un saludo—. Waldo me habló de ti ayer. Dice que no te olvides de pasar a verlo antes de irte.

Oli pudo observar cierta sorpresa en el joven quien sonrió y aceptó la invitación.

—De todas formas no pensaba irme sin agradecerle la ayuda —agregó.

El hombre le sonrió y dijo que iría a preparar el yate para zarpar.

—Parece que te ganaste el cariño de Waldo —le dijo ella cuando quedaron a solas.

—Y él se ganó el mio, sin dudas. Me habló mucho de su historia... Y sobre Marta.

Al escuchar ese nombre, a Oli le dio un sacudón en el corazón. Estaba algo sensible y recordarla la invadió de nostalgia.

—Perderla fue un golpe duro para todos. Era una gran mujer.

La chica vio en el rostro de Tadeo esa mirada de compasión que poco le gustaba observar. Pero antes de que pudiera decir algo, él carraspeó.

—No sé si eres de creer en señales y esas cosas... Pero si fue una persona importante para ti puedes pedirle que te haga saber que está bien. Yo suelo recibir señales de mi abuela —rió nervioso.

—¿Señales?

Justo en ese momento el papá de Igor les dijo que podían subir. Tadeo masculló que luego le contaba mejor. Y dejó a Olivia con una gran dosis de intriga. Al parecer, el joven era mucho más interesante de lo que había concluido apenas lo había conocido.

Subieron a la pequeña embarcación y se sentaron en la parte superior. Los otros adultos eligieron los asientos de abajo, parecían más seguros pero se tenía una mejor vista desde arriba.

A Tadeo se lo veía emocionado y Olivia se contagió de aquella sensación. No era la primera vez que subía, pero hacía mucho tiempo que no se permitía un paseo de aquellos. Decidió disfrutarlo a través de la emoción del joven y dejarse llevar por la vista que tendrían. Eso la ayudaría a despejar su mente y desanudar un poco sus emociones.

Cuando la embarcación tomó velocidad, los cabellos de la joven empezaron a flamear por el viento... Y los de Tadeo también se desordenaron. Él la observó con una sonrisa de dientes y luego volvió su vista al paisaje. Olivia se detuvo en su rostro mas tiempo de lo que hubiera sido correcto. Pero sintió paz en su mirada. Nuevamente, esa magia de ver todo por primera vez la envolvió. Y capaz había algo mas que solo eso. Pero no quería admitirlo.

El río tenía muchas ramificaciones y los accesos a la isla eran interminables. Cada canal tenía un nombre y gracias a eso se guiaban los que iban a pescar en aquella zona. Había algunos que decían que tenían más suerte pescando en ciertos lugares que en otros, o que en ciertos sitios se pescaba más de una especie que de otra.

—Algún día tendré que venir a pescar —le dijo Tadeo.

—Si te gusta tendrías que hacerlo, dicen que se pesca lindo aca.

—Uno de mis amigos tiene lancha y hacemos varias horas de viaje para pasar un día en el río... —le contó sin dejar de mirar el paisaje—. No puedo creer que tengas esta inmensidad tan cerca, debe ser un sueño.

Olivia se limitó a sonreír. El mundo de la pesca estaba muy lejos de ella, quien visitaba muy poco el río con ese fin. Pero la gente de allí era muy aficionada e incluso venían de muy lejos para recorrer las aguas de allí.

Además de la maravilla que significaba pasear por ese lugar, también se podían observar varias especies de aves, caimanes, primates pequeños y algunos mamíferos que evitaban las zonas urbanas. Por eso, muchos fotógrafos se reunían cada año para lograr capturar una imagen de aquellos animales salvajes.

Raúl dirigió el yate hacia el canal que decía "El cható" que era uno de los más tranquilos para andar, aunque el camino más largo hacia La islita, donde solían reunirse la mayoría de los turistas. Pasaron por varios lugares dignos de fotografiar y Tadeo no perdió oportunidad de guardar un recuerdo de allí en su celular.

—Esto también subiré. Creo que mis contactos van a querer conocer Colonia Basilia.

—Eso espero. Hay que empezar con el marketing de alguna forma.

Unos kilómetros más adelante, empezaron a observarse algunas cabañas a la costa del río. Unas eran pequeñas, pero pronto aparecieron las que eran dignas de admiración. Hasta pileta tenían.

—Que sueño tener algo así para el fin de semana...

—La verdad que sí —coincidió la chica sintiendo un poco de nostalgia.

Una de esas cabañas tenía un lugar especial en su corazón, junto al nombre de un chico al que no había vuelto a ver. A pesar de los años, parecía ser que el peso del recuerdo seguía generando efecto en ella. Pero por suerte, ya no dolía. Al fin, no dolía.

Había tenido la oportunidad de estar en una de ellas cuando tuvo un enamoramiento con el guardavidas dos veranos atrás. Definitivamente, estar allí era mucho mejor de lo que se podía imaginar desde afuera. Lo que más extrañaba eran las noches en la piscina, observando el río bajo la inmensidad del cielo nocturno.

Gracias a su pequeño amorío, sus amigas también habían tenido la oportunidad de ir allí. Y cada tanto la cargaban con que vuelva a buscar al chico para poder pasar un verano como aquel... y al principio, ella también había fantaseado con hacerlo. Finalmente, se había convertido solo en un deseo de regresar a un lujo como aquel. Para su mala suerte, o quizás suerte, no lo había vuelto a ver después de que terminó su trabajo en la playa.

Minutos más tarde, Raúl redujo la velocidad y se fue acercando a un muelle. A pocos metros de este, iniciaba una gran extensión de arena en forma de C. En los extremos y a una altura un poco más considerable, se podía observar grandes arboledas y en la parte trasera, a la misma altura, un conjunto de cabañas.

—Bienvenido al camping balneario Costa Soñada —le dijo Olivia mientras bajaban.

—Insisto, a Colonia Basilia le falta reconocimiento. No puedo entender cómo nadie conoce esto —exclamó sin quitar los ojos del lugar.

Había unas pocas familias disfrutando del sol y de la arena. En el rincón de la izquierda, una pequeña cabaña anunciaba la venta de comida y bebidas. Y más atrás, un cartel señalaba alojamiento.

—Tampoco has venido aquí, ¿no?

—Si, un fin de semana al terminar la escuela —le contó Olivia—. Alquilamos una cabaña con mi grupo de amigos. Nadar aquí es hermoso.

—¿Sabes nadar? —le preguntó sorprendido y ella asintió.

—Es una de las cosas que mas me relajan en verano. Aunque suelo ir mas a la playa...

—¿Aquí no has venido mas?

—A pasar el día si, pero a dormir no. La familia de Cami tiene lancha así que venimos seguido y nos vamos al anochecer.

—Te envidio —le dijo en tono de burla—. La próxima que vengo quiero pasar un día aquí.

Olivia rió tomando el comentario en broma.

Los otros adultos fueron hacia la cabaña para comprar comida y los chicos decidieron sumarse. Estaban sedientos.

Con una botella de jugo cada uno, caminaron un poco por la arena. Mientras tanto Tadeo seguía admirando el lugar y exclamando que no entendía cómo un pueblo podía tener tantos lugares lindos escondidos.

Estaban por llegar al extremo de la pequeña isla, cuando Tadeo hizo amague de regresar sobre sus pasos. Olivia se frenó y dudó. Sabía lo que había si continuaban caminando y tuvo el impulso de enseñárselo. No lo había hablado con muchas personas, pero sentía que con Tadeo podía compartir ese deseo, ese sueño... No entendía porqué, pero sentía que podía confiar en él y en la magia con la que parecía observar el lugar. En cierta forma, creía que apreciaría su sueño tanto como ella.

—Ven, te enseñaré algo —le dijo dejando su botella de jugo cerca de un árbol.

Tadeo frenó y la miró dudoso, pero la siguió sin decir nada.

La chica avanzó hasta llegar a lo que parecía ser el inicio de un pequeño monte. Corrió unas ramas con el brazo y agachándose un poco, continuó caminando.

—¿Esto es seguro?

—Si no lo fuera yo sería la primera en no avanzar.

El camino no estaba despejado por completo, pero a medida que caminaban, las ramas que se interponían eran menos y a pocos metros, lograron caminar sin agacharse. Olivia lo guió hacia arriba y tuvieron que hacer un poco de esfuerzo y ayudarse con las manos para poder seguir caminando.

—Esto me empieza a preocupar —le dijo Tadeo—. Esta es la parte donde me secuestras por ser tan confianzudo, ¿verdad?

Olivia largó una carcajada. No era la única que estaba demostrando confianza con la acción que estaba por realizar.

Cuando llegaron a la parte del camino llano, Oli se sacudió las manos y revisó su vestido. Tenía unas pequeñas manchas de tierra, nada grave.

—Mira —le dijo señalando el lugar.

A pesar de que había algunos árboles y el pasto estaba un poco alto, se podía notar un espacio llano en aquella superficie. Estaba a la misma altura que las cabañas, pero a una distancia considerable, en uno de los extremos de la C. Y desde aquel lugar se podía observar la playa en su totalidad.

—Amo la vista —masculló sin quitar los ojos del frente.

—Y cuando es la hora del atardecer, ni te cuento.

—Es muy lindo... Y que pena que lo tengan tan descuidado a este sector.

—Si...

El corazón de Olivia comenzó a latir. Quería hablar, quería compartir su sueño, pero algo la detenía.

Tomó aire.

—Tu sueño es viajar, ¿no?

Tadeo asintió y ella vio la confusión en su rostro.

—Mi sueño es este.

Él miró el lugar sin entender.

—Quiero convertir este lugar en algo más lindo. Me gustaría poner un Café por allá —le dijo señalando el lugar cercano a la arboleda—. Y en esta parte poner mesas... se me ocurre un piso de madera, cerrar la parte de allá para evitar accidentes —rio nerviosa—. Así la gente disfruta de la vista y de buena comida.

Cuando terminó de hablar, se animó a mirarlo. El chico no había quitado sus ojos de ella y cuando sus miradas se encontraron, le sonrió.

—Me parece una idea genial. De verdad.

—¿Si?

—Sí, de verdad. Igual me intriga, ¿por qué un café?

Ella se encogió de hombros.

—Desde siempre me gustó cocinar. Sobre todo cosas dulces. Cuando fui a Valedai fue para estudiar cocina... Porque quería apostar por este sueño.

—¿Y recién ahora me dices que cocinas? La cantidad de cosas ricas que me habré perdido de probar —rio.

Olivia se animó tras ese comentario. Hablar de Valedai la había sensibilizado.

—Creo que es un buen sueño y cuando tengas oportunidad, deberías intentarlo.

—Si, supongo que en un futuro lo haré... Pero creo que necesito completar algunos pasos antes.

—Si encuentras el valor suficiente, seguro lo harás.

Olivia se limitó a asentir. No podía hablar. De pronto, el peso de no estar luchando por su sueño la invadió. Y saber que tenía una llave que pensaba rechazar, la movilizó aun mas.

Después de observar el lugar en silencio por un rato, emprendieron el regreso. Cuando llegaron abajo y lograron pasar todos los árboles, Olivia lo detuvo.

—Mirá —le dijo señalando la costa de la isla de enfrente.

Desde la orilla los observaba un zorro pequeño.

—¿Viven en la isla?

—Esta lleno de animales. Por eso a veces es tenebroso acampar.

—¡Que divertido! La próxima que vengo llévame a acampar.

La chica se sorprendió ante la repetición de aquello. No creyó que volvería a visitar el pueblo.

—No hablas en serio. De volver, digo.

—¿Por qué no? Después de lo que me has mostrado, es imposible no querer volver. Es un lugar muy lindo. Me arrepiento de haberlo juzgado al llegar —rio—. Ahora entiendo por qué amas tanto este pueblo. Tienes de todo aquí.

Aquellas palabras le pegaron en lo más hondo de su corazón. Allí donde había estado intentando tapar la disyuntiva que se había generado tras el mail. Y pegó tan fuerte, que no pudo soportarlo más.

Las lágrimas empezaron a caer por su rostro de manera incontrolable.


***

Antes que nada, muchísimas gracias a los que están leyendo la historia y han llegado hasta aquí. Veo sus votos y me emociona saber que me están acompañando en el proceso de escritura y publicación. Eso me da mas ánimos para continuar con esta historia que tanto estoy amando... Y que espero que a ustedes también les esté gustando.

Y sin ánimos de adelantarme o generar mas intriga de la necesaria, quiero contarles que el capítulo siguiente, el número 10, es uno de mis favoritos. Así que estén atentos a su publicación porque se conocerá un poco mas de Olivia y eso que tanto la está movilizando hasta ahora.

Les mando un abrazo ♥

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