Hecho a tu medida [✓]

By AgiaLiV

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Mara tiene dos peligros en su vida. El primero: Kyle Hicks, el chico malo de su libro favorito. Aunque sabe q... More

INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 01
CAPÍTULO 02
CAPÍTULO 03
CAPÍTULO 04
CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 06
CAPÍTULO 07
CAPÍTULO 08
CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
EPÍLOGO
¿Y ahora qué?

CAPÍTULO 47

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By AgiaLiV



ISAAC

Vi su nombre por quinta vez aquella mañana.

Cada día, desde que Mara ignoró mis mensajes, me quedaba observando nuestra conversación mientras me cuestionaba un sinfín de cosas que no me servían para nada: ¿Dije algo malo? ¿Cómo es que siempre terminaba arruinándolo?

Según recordaba, no había dicho algo ofensivo. En realidad, la habíamos pasado bastante bien hasta que, sin previo aviso, no respondió ni atendió mis llamadas. Nunca imaginé que la frase «no entiendo a las mujeres» iba a quedarme como anillo al dedo en ese momento.

Las siguientes semanas hice todo lo posible para no contactarla de nuevo. Tal vez lo mejor era darle su espacio y que resolviera las cosas que tuviera pendientes... De acuerdo, mi paciencia se esfumó cuando subió unas fotos donde casi abrazaba al payaso ése.

Desde la primera vez que me encontré con el güero presumido, supe que no me caería bien. Trataba a Mara como si fuera de su propiedad y cuando me veía cerca de ella me miraba como si quisiera matarme; aun así se atrevía a fingir que todo estaba bien, el muy hipócrita.

¿Quién se creía que era? ¿Su novio?

Para mi dicha, no lo era.

Sin embargo, verlos así de contentos en la imagen lograba darme jaqueca. No comprendía por qué Mara debía pasar más tiempo con ese sujeto que con la persona que le gustaba.

¿A quién intentaba engañar? Era imposible desobedecer a mis deseos egoístas. Tal vez ese tipejo fuera una buena persona, pero si aún tenía oportunidad, si todavía Mara estaba un poco enamorada de mí, lucharía por ella. Porque su corazón era valioso y deseaba corresponder sus sentimientos adecuadamente.

—¡Buenos días! —exclamó alguien en la entrada del local.

Me levanté de inmediato de la silla donde había estado. Desde que habíamos abierto ningún comensal apareció, por eso me di el lujo de permanecer sentado a la espera, sin embargo, me centré tanto en mi móvil que pude haber ignorado al pobre sujeto.

Falsa alarma: se trataba de Cristian.

—Holi —me saludó cuando llegó a la mesa y tomó la silla frente a mí—. A que no esperabas mi visita.

—¿Quieres algo para desayunar?

—Mmm, en realidad no vine por la comida —admitió—. Vine por ti.

Su descarado coqueteo siempre me pareció de poca importancia, pero con el paso del tiempo había comenzado a disgustarme.

—Tengo trabajo —dije—. No puedes quedarte o me distraerás.

—¿En serio? —preguntó con un brillo en los ojos—. Y yo que pensé que ya no era importante para ti. —Se rio un poco y yo sentí que un tic invadía mi ojo derecho—. No te preocupes, Sam, no voy a interponerme cuando un cliente llegue.

Pasé mi peso de un pie al otro, claramente incómodo porque volviera a llamarme por mi segundo nombre. Un nombre que ni siquiera me gustaba.

—¿No prefieres volver después?

Cris agitó la cabeza para negar.

—Pronto iré con mi familia para Navidad, así que quiero pasar todo el tiempo que pueda con mi amado. Por cierto, ¿ya te dije que vendrá la tía Martina, la del perro cojo? Aish, solo espero que no vaya su hijo porque todavía no soporta el hecho de que yo...

No pude terminar de escucharlo ya que una pareja ingresó y tuve que atenderlos. Al darle el pedido a Joel, Lety me llamó.

—¿Es él? —inquirió y apuntó hacia el chico de rizos oscuros que miraba su teléfono.

—¿«Es él» qué? —cuestioné rígido.

—Ya sabes, tu ex.

Me le quedé mirando por un largo rato antes de poder reaccionar. Cada vez que alguien descubría sobre mi pasado, mi instinto de querer protegerme se encendía y podía perder la cabeza. Por otro lado, Lety siempre me pareció una buena persona y sólo por eso me obligué a mantener la calma.

—¿Cómo lo sabes?

—Joel me lo dijo —aclaró y movió la mano como si no tuviera importancia—. Es muy guapo, eh.

Apreté la mandíbula y maldije al viejo en mi mente.

—Sí —espeté a regañadientes—, es él.

—¿Y? ¿Qué hace aquí? —Entrecerró los ojos como si quisiera verlo mejor—. Puede que sea atractivo, pero por algo ya no están saliendo.

—Tú... ¿No te sientes incómoda? —quise saber, omitiendo decir «asqueada», pues esa siempre había sido la forma en la que el resto de mi familia se había sentido cuando se enteraron de mi relación.

—¿Por qué?

Pestañeé dos veces, desconcertado. La inocencia con la que me miraba no podía ser mentira.

—Lo sabes... Porque salí con un hombre.

Al principio, Lety me analizó de pies a cabeza, muy seria. Asintió, lo pensó un momento y sonrió.

—Nop. No veo por qué debería sentirme así.

Algo en mi interior se removió.

—Pero...

—Mira, Isaac. Yo estoy saliendo con alguien que casi me dobla la edad, así que... creo que a diferencia del resto, para mí el amor es más importante. ¿Qué si te gusta un hombre o una mujer? Aquí lo que cuenta son tus sentimientos. Nada más debe importar.

Bajé la cabeza y asentí con un ruidito en la boca. Nunca antes había escuchado algo así, menos de una persona que me conociera. El poder escuchar ese tipo de cosas se sentía demasiado bien.

—Tengo que recibir a los clientes —susurré cuando más gente ingresó a la fonda. Lety se limitó a sonreír como respuesta.




◎ ══════ ✼ ══════ ◎


No fue sino hasta mi descanso que pude acercarme a Cristian de nuevo. Lo hice porque me sentía un poco mal de haberle dejado esperando tanto tiempo, pese a que no le había pedido que lo hiciera.

—Ahora sí, ¿por qué estás aquí?

—Uy, ya córreme —dijo a modo de broma—. ¿No puedo venir a visitar a mi ex para desearle una bonita Navidad?

—No es común —me limité a contestar.

—¿Qué más da? No es como si alguien fuera a molestarse por ello. Además, tengo un regalo para ti.

Del bolsillo de su sudadera sacó una pequeña y delgada caja envuelta en papel rojo metálico, decorada con un gran moño dorado.

—Hace no mucho salías con un tal Alberto. ¿Qué hay de él? —inquirí mientras recibía el obsequio—. Gracias.

—Cómo corren los chismes —murmuró impresionado para después decir—: Él ya es agua pasada. Lo terminé semanas atrás. ¿Por qué lo preguntas? ¿Estabas celoso?

—No, sólo pensaba que era raro que vinieras aquí en lugar de estar con él.

—Ya no tienes de qué preocuparte. —Sin dudar, se acercó y me dio un abrazo que no pude rechazar debido a que me tomó por sorpresa—. Ahora sí, soy todo tuyo.

Me hice para atrás de inmediato y carraspeé.

—Oye —musité—, estamos en...

—Ya sé, ya sé —espetó y rodó los ojos—. Abre tu regalo. Sé que te va a gustar.

Aunque no era fanático de abrir mis obsequios frente a quien me los daba, accedí. Tan pronto como vi la portada del álbum, me quedé sin palabras.

Era igual al disco que Mara me había regalado... Pese a que al principio me sentí feliz y nostálgico, una ola de molestia y tristeza invadió mi mente.

—Quise darte uno igual porque sé que arruiné el otro que parecía ser muy importante —me dijo—. Espero que te guste.

—Gracias —murmuré mientras lo sujetaba con fuerza.

—En cuanto cierren el local, ¿qué quieres hacer primero? Podemos ver una película o salir a pasear. También traje el Jenga de mi casa porque sé cómo te gusta ese juego —mencionó y levantó la mochila que llevaba consigo—. No sé si ahora te guste el dominó, así que lo traje por si acaso, aunque el mío tiene a las princesas en sus piezas... —Se encogió de hombros—. O simplemente no hagamos nada.

—Cris...

—A menos que quieras jugar a otra cosa —susurró con un tono más suave y dulce.

—Cristian, no.

Él hundió las cejas al escuchar que le llamé por su nombre completo.

—¿No qué?

—Me gusta alguien más —aclaré con firmeza.

Él parpadeó varias veces antes de poder contestar.

—Ah, ¿en verdad?

Sin importar que noté cómo le era difícil sonreír, no titubeé al asentir.

—Como sea, ¿quieres jugar o...?

—Y creo que lo mejor es que no nos veamos más —señalé con seriedad.

Estaba cansado de que siempre me soltara sus indirectas y no le diera importancia a lo que yo estaba diciendo. Es por ello que me decidí: era hora de ser claro.

—No veo qué hay de malo con eso —espetó molesto—. ¿Acaso están saliendo? No, ¿verdad? Entonces...

—Cris, por favor...

—¡Eres tan cruel! —gritó, colocándose de pie frente a mí. Por inercia alcé ambas manos para que no sobrepasara el límite—. Sabes que aún estoy enamorado de ti, ¿y es así como me tratas? He salido con esos sujetos sólo para darte celos. ¿Te parece justo que reciba este tipo de respuesta entonces?

—No aquí, por favor —dije entre dientes. Por el rabillo del ojo pude ver que los clientes nos observaban impactados.

—Sí, ya lo sé. «No aquí», «No enfrente de los demás». Solía escuchar ese tipo de cosas todos los días contigo. ¿Por qué? Porque sentías vergüenza de mí. No querías que nadie se enterara de lo nuestro. Fue por eso que no pude aguantarlo más y te engañé.

Apenas pude distinguir que nuestros espectadores dieron una bocanada de aire.

—Lo lamento —fue lo único que pude decir—, pero tienes que irte.

—Dime quién es —demandó y tiró de mi delantal con fuerza—. ¿Qué lo hace tan bueno como para que no quieras regresar conmigo?

Suspiré muy despacio. Conocía a Cristian de años, era mi amigo de la infancia, mas nunca antes había visto esta fase suya, ni siquiera cuando terminamos. Quizá se debía a que él había sido quien terminó conmigo.

—No necesitas saberlo.

—¿Es quien te regaló el puto disco? —exclamó furioso y luego se rio entre dientes—. Lástima que lo estropee, ¿no?

—En serio...

—¡No! No es justo, no es justo, no es justo —repitió incesantemente y me soltó para alejarse—. Yo llegué primero, te enamoraste de mí antes... ¿Por qué no puedes considerarlo? ¿Fue tan malo estar conmigo? Y no me vengas con esa mierda de que quieres que seamos amigos porque es lo mejor para «ambos», ya que no es así. No sabes cuán doloroso es escuchar algo como eso de la persona que te gusta.

No dije nada, no porque no pudiera, sino porque me ofendió. ¿Me creía tan débil como para querer la amistad de alguien que me había pisoteado tanto? Debía de tener un ego muy grande para siquiera pensar en ello.

A Cristian le temblaron los labios y negó con la cabeza. Quería decir más, pero parecía contenerse también.

—Yo... ¿Qué puedo hacer para que regresemos? Si quieres vengarte de mí acostándote con esa persona, hazlo. Más adelante no me quejaré ni habrán reclamos, me centraré en quererte y...

No quise escuchar más, le tomé la muñeca y lo obligué a verme.

—Cristian, ella me gusta de verdad. No sólo quiero acostarme y botarla —dije cuidando cada palabra para que pudiera comprenderlo.

Él tenía los ojos bien abiertos, sin embargo, cuando las lágrimas aparecieron, parpadeó y apretó los dientes. Ya no lucía furioso, sino triste.

—¿Y qué hay de mí, Sam?

—Es hora de madurar, Cristian —dije y lo solté—. Juntos nos hacemos daño.

El chico dio dos pasos atrás y meneó la cabeza. Era como si aquello le pareciera inconcebible.

—Eres un idiota —musitó—. Idiota egoísta.

—Lo sé.

A pesar de que quería reconfortarlo con un abrazo, sabía que al terminar con esto no tenía permitido hacer más que escucharlo.

—Y no quiero ser tu tonto amigo.

—Está bien.

Apretó más su mandíbula y me dio un puñetazo en el pómulo. Además de ser multiusos, era muy fuerte, tanto que caí sentado en el suelo.

—¡No quiero volver a saber nada de ti! —chilló, tomó sus cosas y salió dando un portazo.

Me quejé cuando toqué el lugar donde golpeó.

Está bien, lo merecía.

—¡Isaac! —Solo hasta que escuché la voz de Letty, tomé consciencia del resto de voces que murmuraban asombradas, y de las miradas que sin pudor alguno se clavaban en mi cuerpo. La novia de Joel se agachó para quedar a mi altura y trató de palpar la zona afectada; yo no se lo permití—. Vamos, voy a curarte.

Me sostuvo del brazo y me ayudó a ponerme de pie, mientras que yo seguía mareado por el golpe. Sin embargo, cuando mi tío salió de la cocina con un cucharón en la mano y nuestras miradas se cruzaron, me deshice del agarre de la chica. No era difícil ver la decepción en su semblante.

—Yo... Necesito tomar aire un momento —dije al desviar la mirada.

No esperé a recibir una respuesta y abandoné el local.

Quizá Joel se había mostrado paciente conmigo porque era de su familia, me aceptó e intentó ayudarme. No obstante, el hacer un escándalo en su negocio debió de sobrepasar la línea. Y estaba seguro de que muy pronto incluso él me daría la espalda. Debía de estar bien con eso, debía de estar acostumbrado... pero tenía miedo.

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