courageous| neville longbottom

Por SolinneGarte

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Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas. Ambos se... Más

introduccion
prólogo
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐔𝐍𝐎
capítulo 1
capítulo2
capitulo 3
capítulo 4
capítulo 5
capítulo 6
capítulo 7
capítulo 8
capítulo 9
capítulo 10
capítulo 11
capítulo 12
capítulo 13
capítulo 14
capítulo 15(parte2)
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐃𝐎𝐒
capítulo 16
capítulo 17
capítulo 18
capítulo 19
capítulo 20
capítulo 21
capítulo 22
capítulo 23
capítulo 24
capítulo 25
capítulo 26
capítulo 27
capítulo 28
capítulo 29
capítulo 30
capítulo 31
capítulo 32
capítulo 33
capítulo 34
capítulo 35(parte 1)
capítulo 35(parte 2)
capítulo 36 (parte 1)
capítulo 36 (parte 2)
capítulo 37
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒
capítulo 38
capítulo 39
capítulo 40
capítulo 41
Capítulo 42
capítulo 43
Capitulo 44
Gracias por su apoyo.

capítulo 15 (parte 1)

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Por SolinneGarte

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— ¿Cuáles son sus apuestas chicos? — nos pregunta Bill, dejándose caer en el asiento frente a nosotros.

Estamos colocados en las últimas gradas, el torneo ha iniciado hace apenas unos minutos y todo el ambiente está teñido de emoción y nerviosismo. Me encuentro sentada junto a mis cinco hermanos presentes, Hermione, y los chicos de Ravenclaw, aunque estos están un poco más lejos de nosotros. Unos asiento más adelante distingo la cabeza castaña de Neville y reconozco de inmediato a la rubia a su lado, Hannah Abbott.

— Apostamos 20 galeones a que Fleur es la primera en perder. — comenta Fred con aire orgulloso. Ginny, Ron y yo lo volteamos a ver ceñudos.

— Eso es un comentario muy machista, Fred. — lo regaña mi hermana. — Que Fleur sea la única chica no significa que sea la más débil.

— Además Fleur es muy inteligente. — la defiende Ron.

— Pero está en último puesto, es la más débil. — argumenta Hermione. — La apuesta de los gemelos no está tan lejos de la realidad.

— ¡Ven! Hasta Hermione está de acuerdo con nosotros. — se excusa Fred, elevando los brazos.

Ruedo los ojos con fastidio.

— Yo aposté 5 galeones a que Harry ganaba. — digo con seguridad.

— ¿Solo 5 galeones? — pregunta Ron indignado. — ¡Es obvio que Harry va a ganar! Debiste haber apostado más.

— Perdona, Ron pero por si no lo recuerdas alguien se gastó nuestros ahorros apostando contra Seamus sobre quién sacaba una calificación más alta en pociones... y perdiste.

Mi hermano suelta un bufido y se cruza de brazos.

— Como quiera solo eran 10 galeones.

— ¡10 galeones que tardamos semanas en juntar! — le reclamo. Ron levanta los brazos indignado.

— ¡Ya te dije que los regresaré!

— Más te vale porque planeo pasar las primeras semanas de vacaciones con Hermione y necesito el dinero. — lo señalo con el dedo amenazante.

Ron se gira hacia mí de inmediato, tiene el ceño fruncido.

— ¿Cómo que pasarás las primeras semanas de vacaciones con Hermione? — me pregunta confundido. — ¿Irás a Londres muggle?

Asiento mientras sonrío con fuerza.

— Mamá me dejó ir, y los padres de Hermione aceptaron felices.

— No puedes ir. — dice mi hermano. — Nosotros nunca nos separamos en vacaciones... no me puedes dejar solo.

— Solo serán 2 semanas, Ron. — lo tranquilizo. — No te vas a morir por pasar dos semanas lejos de mí.

— ¡Podría hacerlo! — alega.

— Te traeré recuerdos de Londres muggle. — le digo, dando fin a la conversación.

Mi hermano solo se cruza de brazos y forma un puchero con la boca, lo escucho murmurar algo sobre "no ser justo para él", pero decido ignorarlo.

— ¿Qué creen que esté pasando ahí dentro? — murmura Ginny unos minutos después, señalando el laberinto donde se internaron los campeones.

— Seguro que Harry le está pateando el trasero a todos. — dice Ron orgulloso.

— Espero que nadie salga lastimado. — comento, observando con nerviosismo el tenebroso laberinto.

— Espero que Harry gane. — dice Ron.

— Harry va a ganar. — asegura Bill. — En el ministerio están seguros de que Harry va a ser el campeón del Torneo, aunque muchos no están de acuerdo pero la mayoría reconoce que a pesar de ser joven es mejor que muchos otros magos.

— Bueno, pues Diggory es muy bueno. — confieso. — Siento que él también podría ganar.

— Diggory es un idiota. — murmura Fred con molestia.

— Sophie tiene razón. — dice Hermione. — La mayor competencia de Harry es Cedric.

— Y no solo porque está con la chica que le gusta. — murmuro entre dientes, para que solo mi mellizo me escuche. Ron suelta una estridente carcajada que disimula con una tos.

Después de eso nos quedamos un rato en silencio, esperando algún cambio o señal de movimiento en el laberinto, cada poco tiempo se escucha un golpeteo dentro pero nada más.

— ¿Qué harían con mil galeones? — pregunta Ginny, rompiendo el tenso silencio.

— Poner una tienda de bromas. — dicen Fred y George al mismo tiempo, sin pensarlo demasiado.

— Comprarme una escoba nueva. — dice Ron. — Y comida, mucha comida.

— ¿Gastarías todo el dinero en comida? — interroga Hermione con desaprobación.

— Me gusta la comida.

— Yo también me compraría una escoba nueva. — digo. — Pero el resto del dinero lo invertiría, tal vez pondría un negocio como Fred y George... no estoy segura, es mucho dinero.

— ¿Tú que harías, Hermione? — dice Ginny, dirigiéndose a mi amiga.

Hermione se encoge de hombros.

— Lo invertiría en un fondo de ahorros. — dice con seguridad, sin despegar la mirada del laberinto. Mis hermanos y yo nos miramos entre nosotros, sin comprender realmente a que se refiere, pero ninguno pregunta.

— Yo también me compraría una escoba. — dice Ginny después de un rato.

Dirijo mi mirada hacia el laberinto de nuevo, pero no hay ningún cambio, McGonagall, Snape y Moody vigilan de cerca, caminando a los alrededores del enorme laberinto de setos.

Una risa familiar me saca de mi escrutinio, a unos asientos de donde me encuentro están Neville y Hannah, mi amigo está riendo a carcajada limpia y la chica lo mira sonriente. Hace unos meses esa escena me hubiera desgarrado, pero he aprendido a confiar en la palabra de Neville, y si él me asegura que no siente nada respecto a Hannah, no tengo porqué creer lo contrario... además, necesito superar mi enamoramiento.

No puedo pasar mi vida entera amando a alguien que solo me ve como su mejor amiga.

— ¡Miren luces rojas! — grita un chico de Hufflepuff, señalando el oscuro cielo donde se proyecta un destello rojo.

Los profesores se precipitan hacia el laberinto y al cabo de unos minutos aparecen con Fleur Delacour, tiene su túnica rota y el rubio cabello despeinado, además de unos cuantos rasguños en el rostro, desde la distancia no se aprecia bien pero parece como si estuviera llorando y su cuerpo se sacude con temblores.

— ¡Tenemos 20 galeones! — dicen Fred y George con felicidad, mientras chocan sus manos.

— ¡No se pongan así de felices! — los regaño dándoles un zape en la cabeza. — Fleur parece estarla pasando realmente mal.

— Sophie tiene razón. — dice Bill sin despegar sus ojos de la chica. — Ella no deja de temblar.

— Apuesto a que el siguiente en salir es Krum. — dice Ron con seguridad.

Y efectivamente, unos minutos después se vuelven a ver chispas rojas en el cielo y Krum inconsciente en una camilla, su brazo cuelga sin fuerza sobre el costado de esta misma y tiene la piel tan pálida que da miedo, sus padres se apresuran a correr hacia él y luego todos ellos desparecen tras la tienda de los medimagos. La multitud ahoga un suspiro y todos nos quedamos en silencio durante unos segundos, hasta que una profesora nos asegura que Viktor Krum está bien de salud, veo a Hermione suspirar de alivio.

La emoción crece entre las tribunas, todos los alumnos de Hogwarts empiezan a sacudirse y hablar con alegría debido a que el campeón de Torneo sería uno de nuestro colegio.

— 100 galeones a que el campeón es Diggory. — grita un chico de Hufflepuff poniéndose de pie en la tribuna, un puñado de alumnos se arremolina a su alrededor entusiasmados por la apuesta y una chica de Ravenclaw, que parece ser la novia del Hufflepuff lo mira con desaprobación.

— ¿Es que no sabe que apostar es ilegal? — dice Hermione al tiempo que niega con la cabeza. — Si Dumbledore o algún profesor lo escucha lo podrían suspender.

— Además es un idiota. — digo yo. — Es obvio que Harry va a ganar.

— Claro que Harry va a ganar. — dice mi madre mientras se acerca a nosotros y se coloca a mi lado. Suelta un largo suspiro tomando asiento. — Dios, esas fueron muchas gradas... no estoy acostumbrada a hacer tanto ejercicio.

— ¿Dónde estabas mamá? — le pregunto girándome hacia ella.

— Con Poppy, estábamos platicando pero en cuanto salieron los chicos extranjeros se fue a atenderlos. — explica mi madre, después frunce el ceño. — Esa chica, la francesa, parecía aterrada.

— ¿Fleur? — pregunta Ron con curiosidad, mi madre asiente mientras hace un gesto despectivo con la mano.

— Sí, la que es una Veela. — dice negando con la cabeza. — Decía que el otro chico la había atacado.

— ¿Krum? — pregunta ahora Hermione, inclinándose sobre el asiento para poder observar a mi mamá.

— Sí, el que habla raro. — le explica ella. — Él también parecía desquiciado... ¡Ay solo espero que mi pobre Harry no termine igual que todos ellos!

— Te dije que Krum era un tramposo. — dice Ron mirando acusadoramente a Hermione. — ¡Atacó a Fleur!

— ¡Él jamás haría eso! — lo excusa Hermione. — Estoy segura de que algo debió haber pasado... Krum no es así.

— ¡Oh! ¿Entonces es cierto que estás saliendo con ese chico, Hermione? — pregunta mi madre con curiosidad.

Hermione se sonroja un poco ante la pregunta, y niega con la cabeza.

— N... no salgo con él, señora Weasley.

— ¡Ah, qué bueno! — dice mi madre con una amplia sonrisa. — Estoy segura de que puedes encontrar a alguien mejor que él... aunque es guapo, no te lo niego.

Mi amiga asiente lentamente y le regala una pequeña sonrisa. Escucho a Ron bufar a mi lado, y lo volteo a ver burlona.

— ¿Celoso, Ron? — le susurro, él levanta la vista hacia mí y me sonríe sarcástico.

— Vete a la mierda.

— Solo ti tú me acompañas. — contraataco.

Mi hermano me saca el dedo del medio antes de volver su vista hacia el frente. Pasamos la siguiente media hora atentos, esperando la aparición de alguno de los campeones de Hogwarts y con los nervios a flor de piel.

— ¿Por qué se tardan tanto? — murmuro con desesperación. — ¿En normal que esto dure tanto tiempo? Llevan ahí dentro una hora.

— Ya deberían haber salido. — dice Hermione con el ceño fruncido. — Algo no va bien.

— No creo que haya algún problema. — dice mi madre con tranquilidad. — Si lo hubiera Dumbledore ya hubiera actuado, y mírenlo ahí tan tranquilo.

Los seis dirigimos la mirada hacia nuestro director, y efectivamente se encuentra muy sereno mientras habla con Hagrid y Madame Maxime.

— En definitiva algo va mal. — dice Hermione en un murmuro, Ron y yo asentimos.

— Eh, Sophie. — me llama mi madre, cuando giro hacia ella descubro que tiene el ceño fruncido y la vista fija en el frente. — ¿Qué hace Neville hablando con esa chica rubia?

Sigo su mirada y me topo con Neville y Hannah Abbott.

— Es su amiga. — le explico a mi madre. — Ambos ayudan a la profesora Sprout los fines de semana.

— A ella le gusta. — dice sin dudar.

— Sí, yo también pienso eso.

— ¿A él le gusta? — pregunta mi madre. Niego con la cabeza. — Bien, porque solo moriré tranquila cuando ustedes dos se hayan casado.

— ¡Madre! — exclamo indignada, y me sonrojo con fuerza. — ¡Neville y yo solo somos amigos!

Ella esboza una sonrisa que me da escalofríos.

— Por ahora.

— Estás demente. — le digo negando con la cabeza. — Además, a él no le gusto.

Mi madre suelta una carcajada seca, y niega.

— Eres igual de ciega que tu padre. — dice sin perder la sonrisa.

Ron, quien está atento a nuestra conversación, suelta una carcajada burlona.

— Cállate, Ronald que tú eres peor que ella. — le dice mi madre, haciéndolo perder la sonrisa.

Me giro hacia mi hermano y le dedico una sonrisa de superioridad.

— Quita esa mirada, o le diré a Neville que estás enamorada de él desde primer curso. — me amenaza con molestia.

— No estoy enamorada de él desde primer curso. — le aseguro. — Al contrario de ti con mi mejor amiga.

— ¡Cállate! — exclama en un susurro, le da una mirada asustada a Hermione pero ella está totalmente ajena de nuestra conversación y tiene el ceño fruncido mientras observa al frente.

— ¿Entonces sí te gusta? — digo orgullosa.

— ¡Que no, gorrosa! — exclama Ron irritado. — Deja de molestar con eso.

Suelto un bufido, pero decido dejar el tema por la paz. Todos nos quedamos en silencio al ver un enorme destello blanco salir del laberinto y perderse en el cielo oscuro.

Media hora después la multitud está desesperada, no ha habido ningún cambio desde que salió Krum del laberinto y la mayoría ya comenzó a preocuparse, mi madre no deja de jalarse el cabello y de mandar a Bill a que pregunte sobre el estado de la situación, pero ninguno de los profesores tiene una respuesta y solo dicen que debe ser cuestión de tiempo para que salgan, los padres de Cedric Diggory también parecen preocupados.

— Voy a buscar algo para beber. — les informo a mis hermanos mientras me pongo de pie.

— Tráeme un bocadillo. — grita Ron a mis espaldas.

Le indico que sí con la mano y continuo mi camino tribunas abajo, paso a un lado de Neville y Hannah y me detengo un momento para saludarlos.

— Hola, Sophie. — dice mi mejor amigo con una amplia sonrisa, sus ojos brillantes y el rostro se le sonroja cuando nuestras miradas se cruzan.

— Hola, Nev. — desvío la mirada hacia la rubia. — ¿Qué tal, Hannah?

— ¡Hola, Sophie! — responde ella sonriendo ampliamente.

Es imposible que Hannah Abbott caiga mal, es muy agradable cuando la conoces.

— ¿Cuánto tiempo más creen que tarde? — pregunto señalando con un gesto de mano el laberinto. — Llevan dos horas ahí dentro.

— Solo espero que ninguno de los dos esté herido. — dice Hannah con la mirada teñida en preocupación. — Aunque soy Hufflepuff y tengo que apoyar a Cedric, no me gustaría que Harry estuviera herido... deseo lo mejor para ambos campeones.

— Sí, yo también. — admito volviendo mi vista hacia el frente. — Creo que voy a ir rápido por bebidas antes de que algu...

Me detengo de golpe al escuchar el fuerte ruido de un cuerpo golpeando contra el suelo, un montón de estudiantes saltan de sus asientos y las conversaciones cesan por completo. Las palabras se atascan en mi garganta mientras siento que los pies se me quedan pegados en el piso de las gradas, y me resulta imposible apartar la mirada de la escena que se reproduce frente a mí.

Dos figuras yacen en la hierba abajo, cerca de la entrada del laberinto, la Copa de los Tres Magos está en la mano de uno de los chicos.

¡Es Harry!

Trato de gritar, y moverme pero no puedo. Solo me quedo observando a los dos cuerpos inmóviles, distingo por el rabillo del ojo que la multitud comienza a aplaudir con fuerza a vitorear a los campeones, pero en realidad no escucho.

Ellos no están viendo lo que yo veo.

El profesor Dumbledore se acerca hacia Harry y se agacha a su lado, me percato de inmediato que todo va mal cuando veo que mi amigo suelta la copa y se aferra con fuerza al cuerpo de Cedric Diggory.

Suelto un jadeo con fuerza mientras mis ojos escuecen.

No se mueve, Cedric Diggory no se mueve.

El ruido desaparece a mi alrededor, solo puedo escuchar el grito que emite mi amigo cuando el profesor Dumbledore lo obliga a separarse de su compañero.

— ¡Sophie! — el tirón en mi mano me devuelve a la realidad.

Aparto la mirada de la desgarradora escena que se reproduce frente a mis ojos, y enfoco mi vista en Neville. Tiene el ceño fruncido y realiza un escrutinio a mi rostro con ojos precausores, su mano aprieta con fuerza la mía.

— ¿Estás bien? — pregunta con delicadeza. — Estás demasiado pálida.

— Cedric Diggory está muerto. — murmuro en voz baja, pero aún así Neville y Hannah alcanzan a escucharme.

La Hufflepuff se abalanza gradas abajo y se reúne con un grupo de tejones, es entonces cuando me percato de la revuelta que hay en el ambiente; la mayoría de los estudiantes han abandonado sus asientos y observan con curiosidad la escena debajo de las gradas, otros cuantos aun aplauden con fuerza, y una pequeña parte, los que están más cerca del suelo, ya se percataron de la desgracia que ha ocurrido.

Neville pierde todo el color del rostro, enfoca su mirada en Harry y el cuerpo sin vida de Cedric y suelta un jadeo, pero de inmediato vuelve hacia mí.

— Tienes que sentarte. — dice con lentitud, dándole un leve jalón a mi mano. — Parece que estás a punto de desmayarte, debes sentarte.

Niego lentamente antes de regresar mi mirada hacia abajo, Harry ya ha sido apartado de Cedric y suelta un alarido que me eriza la piel. Siento que se me cierra la garganta y me cuesta respirar, el corazón me late a un ritmo inestable y el pecho me arde en una mezcla de terror y tristeza que jamás había sentido antes.

— Tengo que ver a Harry. — digo sin apartar la vista de la escena, me cuesta un poco tener una visión clara debido a las lágrimas que se acumulan en mis ojos. — Tengo que ver si Harry está bien.

— Harry está bien. — me asegura Neville, pero la inseguridad es clara en tu tono.

Sacudo la cabeza en negación y cuando trato de hablar un sollozo escapa de mí, Neville me toma con delicadeza de la mejilla y me obliga a mirarlo a los ojos. A partir de este momento me resulta imposible detener las lágrimas que corren por mis mejillas, y el ardor en el pecho resulta sofocante.

— Ven, tranquila, todo está bien. — susurra mi amigo, acercándome a él para que pueda envolverme entre sus brazos. Pasa un brazo por encima de mi hombro y el otro lo envuelve con fuerza sobre mi cintura, suelto un largo sollozo mientras oculto mi rostro en su pecho.

— Alguien murió, Nev. — digo entra lágrimas. — Una persona inocente perdió la vida.

Neville solo me aprieta más contra él, y me susurra palabras al oído en un intento de calmarme, pero puedo sentir que él también está impactado por la situación pues no deja de temblar.

Escucho pasos rápidos detrás de mí, y siento que alguien se detiene cerca de nosotros.

— ¿Qué está pasando? — la voz de Bill está teñida en confusión.

Siento una mano apoyándose en mi espalda, y las ganas de llorar se incrementan.

— Di...Diggory está muerto. — balbucea Neville, y un escalofrío lo recorre entero. El gemido ahogado de mi madre y de mis hermanos me hacen sacudirme con fuerza cuando otro sollozo escapa de mí.

Identifico el sonido de pasos bajando a toda velocidad por las gradas, pero sigo sin querer apartarme de los brazos de mi amigo.

— No te apartes de ella. — le pide Ron antes de quitar su mano de mi espalda y desaparecer.

Mi llanto se detiene unos cuantos minutos después, y cuando me permito apartarme de Neville me doy cuenta de la situación que me rodea; hay chicas llorando en las gradas, afectadas por tener que presenciar el cuerpo sin vida de un joven inocente, la mayoría de los estudiantes están de pie en el suelo impactados, los padres de Cedric Diggory lloran y gritan desconsolados junto a su hijo, e incluso algunos profesores tienen lágrimas en los ojos pero se esfuerzan por mantenerse fuertes para consolar a los estudiantes que se desmoronan.

Levanto la vista hacia Neville, él no ha apartado la mirada de mi rostro y analiza detenidamente mis movimientos.

— Ya me siento un poco mejor. — le aseguro separándome un poco, su brazo sigue rodeando mi cintura con fuerza, temiendo que escape de él. — Quiero ver a Harry.

— Vi a Harry irse con el profesor Moody hace unos minutos, él está bien, Sophie. — me dice con paciencia. — Tu madre y Bill están ayudando a Madame Pomfrey con los estudiantes que están en shock, todos reaccionan en diferente manera respecto a la muerte... a algunos les afecta más que a otros.

Asiento con lentitud, de acuerdo con sus palabras. Jamás había tenido que presenciar el cuerpo sin vida de una persona, el impacto inicial fue desgarrador, más aún cuando hace apenas un par de horas había visto a Cedric Diggory entrar al laberinto con una enorme sonrisa en el rostro.

— Vamos a buscar a Ron y a Hermione. — me dice Neville soltándome de su agarre, pero aun así sujetando mi mano con fuerza. Lo sigo despacio, procurando que mis ojos no se desvíen hacia el cuerpo de Cedric, donde sus padres siguen lamentándose.

Bajamos de las gradas y caminamos hacia la tribuna donde anteriormente se encontraban los jueces. Hermione y Ron están charlando con Hagrid, los tres tienen un semblante serio y triste.

— ¿Ya estás mejor? — pregunta Ron en cuanto me ve llegar, asiento despacio. Hagrid se gira hacia nosotros y nos regala una leve sonrisa.

— Hola, chicos. — dice con delicadeza.

— Hola, Hagrid. — saldamos Neville y yo.

— Un trágico final para el Torneo. — dice Hagrid con pesar, muerde levemente sus labios y los ojos se le llenan de lágrimas.

— Sus padres están devastados. — comenta Hermione.

— Era un gran chico. — dice Hagrid. — De los mejores que he tenido la fortuna de conocer; justo, noble, inteligente, gracioso y muy amistoso.

— ¿Qué fue lo que pasó? — pregunto en un susurro apretando con fuerza la mano de Neville, temo saber la respuesta.

Hagrid sacude la cabeza y suelta un enorme suspiro.

— Harry apenas tuvo tiempo de explicarse, pero mencionó a Quien-tú-sabes. Dijo que había retornado.

Los cuatro ahogamos un jadeo, noto la mano de Neville apretarse aún más y un estremecedor escalofrío me recorre. Cuando levanto mi mirada hacia él su rostro ha perdido todo el color y se encuentra más pálido que una sábana, sus ojos están perdidos en un punto detrás de Hagrid pero parece que no está prestando atención realmente.

— ¡Todos a sus salas comunes! — grita el profesor Flitwick, caminando de prisa y agitando sus brazos en el aire para llamar la atención. — ¡Todos los estudiantes a sus salas comunes! ¡Si vemos a algún estudiante fuera de la sala común, su casa perderá 50 puntos!

— Creo que deberían irse. — nos dice Hagrid haciendo una mueca. — No es seguro estar fuera del castillo en este momento.

Neville, Hermione, Ron y yo asentimos y nos despedimos de él, los cuatro caminamos cabizbajos hacia la entrada del castillo. Mi mano se aferra a la de Neville temiendo perder su contacto.

— Todo estará bien. — me asegura en un susurro inclinándose para estar más cerca de mí. — Todo estará bien.

Pero ambos sabemos que miente, si Voldemort está de regreso todo lo que conocemos peligra.

— ¡Chicos esperen! — grita una voz familiar cuando nos disponemos a subir las escaleras hacia la sala común.

Los cuatro nos giramos y nos topamos de frente con Bill y Ginny, mi hermana tiene el rostro pálido y hay un leve temblor en su mano.

— Mamá los necesita a los tres. — dice Bill, dirigiéndose hacia Hermione, Ron y yo. — Es sobre Harry.

Eso es suficiente para que mi mellizo y Hermione bajen a toda velocidad y se coloquen junto a Bill. Me giro hacia Neville.

— Tengo que ver si Harry está bien, ¿de acuerdo? — le digo en voz baja, levantando nuestras manos entrelazadas hasta que están a la altura de mi mejilla, apoyo el dorso de la suya sobre la piel en mi rostro. — Te veré en un rato.

— Por favor cuídate. — dice acercándose a mí para dejar un beso en mi frente.

Le doy una leve sonrisa antes de caminar hacia mis hermanos, Ginny y Neville desaparecen escaleras arriba y nosotros nos dirigimos hacia la enfermería. Cuando abrimos la puerta nos encontramos a mi madre caminando de un lado para el otro con nerviosismo. Y a Moody inconsciente sobre una de las camas del fondo. Tiene el ojo mágico y la pata de palo sobre la mesita de noche, y luce más delgado y demacrado que la última vez que lo vimos hace apenas unos minutos, también tiene un corte de pelo diferente.

— ¿Y Harry? — pregunta Ron dejándose caer sobre una de las camas de la enfermería.

— No lo sé, solo me dijeron que viniera a la enfermería a esperarlo. — explica mi madre sin dejar de caminar.

— ¿Qué le pasó a Moody? — pregunta Hermione. Mamá se encoge de hombros.

— Ya estaba ahí cuando yo llegué.

— ¿Dónde está Madame Pomfrey? — pregunto mientras me coloco junto a mi hermano. Bill se sienta en la cama junto a nosotros y Hermione imita a mi madre caminando nerviosamente.

— Con los Diggory. — explica antes de soltar un triste suspiro. — Amos Diggory y su esposa estaban devastados... y con justa razón, su hijo era tan joven.

Veo que los ojos de mi madre se llenan de lagrimas y niega con la cabeza. — Si hubiera sido uno de mis hijos yo jamás podría...

Mi madre sacude la cabeza, se limpia las lágrimas y nos regala una sonrisa poco convincente.

— Debemos preocuparnos por Harry ahora. — dice después de un rato.

De pronto la puerta se abre y entra por ella Madame Pomfrey cargando un montón de toallas, luce veinte años más vieja de lo que ya es y tiene los ojos teñidos en preocupación. Todos nos ponemos de pie y caminamos hacia ella, rodeándola mientras hablamos al mismo tiempo.

— ¿Dónde está Harry? — preguntamos Ron y yo al mismo tiempo.

— ¿Está herido? — pregunta Hermione.

— ¿Qué fue lo que sucedió? — le sigue Bill.

— ¿Por qué Dumbledore insistió en llevárselo antes de que lo revisaran medicamente? — dice mi madre con molestia.

Madame Promfrey nos observa con molestia, pero antes de que pueda decir algo la puerta se vuelve a abrir dejando lugar a Harry, Dumbledore y un enorme perro negro que identifico como Sirius Black en su forma animaga.

Todos nos abalanzamos hacia ellos, y mi madre suelta una especie de grito amortiguado.

— ¡Harry!, ¡Ay, Harry!

Va hacia él, pero Dumbledore se interpone antes de que mi madre pueda rodearlo.

— Molly. — dice levantando la mano. — Por favor, escúchame un momento. Harry ha vivido esta noche una horrible experiencia. Y acaba de revivirla para mí. Lo que ahora necesita es paz y tranquilidad, y dormir. Si quiere que estén con él. — añade, mirándonos a nosotros. — Pueden quedarse, pero no quiero que le pregunten nada hasta que esté preparado para responder, y desde luego no esta noche.

Mi madre muestra su conformidad con un gesto de la cabeza. Está muy pálida. Su vuelve hacia nosotros con expresión severa, como si nosotros estuviéramos haciendo desorden, y nos dice muy bajo:

— ¿Han oído? ¡Necesita tranquilidad!

— Dumbledore. — dice Madame Pomfrey, mirando fijamente al perro negro y grande en el que se ha convertido Sirius. — ¿Puedo preguntar que...?

— Este perro se quedará un rato haciéndole compañía a Harry. — dice sencillamente Dumbledore. — Te aseguro que está extraordinariamente bien educado. Esperaremos a que te acuestes, Harry.

Mis hermanos, Hermione y yo nos apartamos de inmediato, dejando espacio para que Harry camine hacia una de las camas próximas, aunque todos nos estamos muriendo por saber qué es lo que sucedió, nos mordemos la lengua y le damos tranquilidad.

Madame Pomfrey le da una pijama a Harry y lo rodea de biombos, cuando él se hubo vestido se acuesta sobre la cama, Ron, Hermione, Bill y mi madre nos sentamos a ambos lados de la cama, el perro negro se coloca junto a la cabecera. Harry luce muy diferente, está cubierto por un semblante triste y demacrado, pareciera como si hubiera madurado de pronto y sus ojos han perdido el brillo inocente que tenía anteriormente. Solo de verlo me entran ganas de llorar.

— Estoy bien. — nos dice. — Solo que muy cansado.

A mi madre se le empañan los ojos de lágrimas mientras alisa la colcha de la cama, sin que haga ninguna falta.

La señora Pomfrey, que se había manchado aprisa al despacho, vuelve con una copa y una botellita de poción color púrpura.

— Tendrás que bebértela toda, Harry. — le indica. — Es una poción para dormir sin soñar.

Harry toma la copa y bebe unos sorbos, mi amigo de inmediato se queda dormido. Lo observamos por unos segundos, con cautela y pena, antes de apartarnos y dejarlo dormir. Mi madre le quita las gafas y las coloca en la mesita de noche.

Ron se deja caer junto a la cama continua, tiene el semblante serio y preocupado al igual que Hermione, quien no deja de caminar alrededor del pasillo de la enfermería.

— Hermione deja de dar vueltas, me estas mareando. — le pido con suavidad, sentándome junto con mi mellizo.

— Hermione, cariño ¿Te gustaría una poción para dormir también? Le puedo pedir una a Madame Pomfrey. — le ofrece mi madre con suavidad. Hermione niega amablemente.

— Estoy bien, señora Weasley. — dice ella. — Solo que tengo muchas cosas en la mente.

— ¿Sabes qué fue lo que sucedió, madre? — pregunta Ron en un murmuro. Nuestra madre niega levemente.

— Solo algo que me contó Minerva. — dice mi madre murmurando. — Quien-tú-sabes ha vuelto, él fue quien mató al chico Diggory... pero no sé exactamente lo que sucedió.

— Hagrid nos dijo lo mismo. — dice Hermione con una mueca en el rostro.

Mi madre lanza un suspiro y se acomoda en la cama junto a la de Harry.

— Deberían tratar de dormir un poco. — nos dice. — No hagan mucho ruido para que Harry no despierte.

Los tres asentimos, pero Hermione se queda de pie junto a la ventana durante un rato más. Ron y yo nos acostamos en la cama de la enfermería, pero ninguno duerme realmente, tenemos demasiado en la mente como para poder hacerlo.

La enfermería se queda en penumbra durante unas horas, el único ruido que se escucha son nuestras respiraciones y los golpeteos del aire contra las ventanas. Unos fuertes ruidos fuera de la enfermería nos sacan de nuestra falsa tranquilidad.

— Parece que están peleando. — murmura Ron sentándose en la cama, yo lo imito y agudizo mi oído.

— Son gritos. — digo yo poniéndome de pie.

Hermione, Bill, Ron y mi madre me imitan.

— ¿Quién estará haciendo tanto ruido? — Ron camina hacia la puerta de la enfermería y trata de abrirla.

— ¡No salgas, Ron! — lo regañamos Hermione y yo al tiempo.

— ¡Quiero ver qué pasa! — exclama mi mellizo.

— ¡Puede ser peligroso!

— ¡Harry está dormido! — grita mi madre con molestia, echando un vistazo hacia la cama de Harry oculta tras los biombos. — ¡Van a despertarlo si no se callan!

— ¿Por qué gritan así? No habrá ocurrido nada más, ¿no?

Sigo sin apartar la vista de la enorme puerta de madera, fuera de la enfermería se siguen escuchando gente que grita y corre hacia la enfermería.

— Es la voz de Fudge. — susurra mi madre. — Y ésa es la de Minerva McGonagall, ¿verdad? Pero ¿por qué discuten?

— Ya sé que es lamentable, pero da igual, Minerva. — dice Cornelius Fuge en voz alta. Comparto una mirada confundida con mi mellizo y Hermione.

— ¡No debería haberlo metido en el castillo! — el grito de la profesora McGonagall traspasa las paredes. — Cuando se entere Dumbledore...

La puerta de la enfermería se abre de golpe, e instintivamente doy un paso atrás. Fudge entra a la sala con paso decidido, detrás de él van Snape y la profesora McGonagall.

— ¿Dónde está Dumbledore? — le pregunta Fudge a mi madre.

— Aquí no. — responde ella enfadada. — Esto es una enfermería, señor ministro. ¿No cree que sería mejor...?

Pero la puerta se abre y entra Dumbledore en la sala.

— ¿Qué ha ocurrido? — inquiere bruscamente, pasando la vista de Fudge a la profesora McGonagall. — ¿Por qué están molestando a los enfermos? Minerva me sorprende que tú... Te pedí que vigilaras a Barty Crouch.

— ¿Barty Crouch? — pregunto con confusión en un susurro. Hermione y Ron se encogen de hombros, igual de extrañados que yo.

— ¡Ya no necesita que lo vigile nadie, Dumbledore! — grita ella. — ¡Gracias al ministro!

Jamás había visto a la profesora McGonagall tan fuera de sí; tenía las mejillas coloradas, los puños apretados y tiembla de furia.

— Cuando le dijimos al señor Fudge que habíamos atrapado al mortífago responsable de lo ocurrido esta noche. — dice Snape en voz baja. — Consideró que su seguridad personal estaba en peligro. Insistió en llamar a un dementor para que lo acompañara al castillo. Y subió con él al despacho en que Barty Crouch...

— ¡Le advertí que usted no lo aprobaría, Dumbledore! — exclama la profesora McGonagall

— ¡Mi querida señora! — brama Fudge, que de igual manera parece más enfadado de lo que yo lo había visto nunca. — Como ministro de Magia, me compete a mí decidir si necesito escolta cuando entrevisto a alguien que puede resultar peligroso...

Pero la voz de la profesora McGonagall ahoga la de Fudge.

— En cuanto a ese...ese ser entró en el despacho. — grita ella, temblorosa y señalando a Fudge. — Se echó sobre Crouch y... y...

Siento un escalofrío recorriéndome, en tanto la profesora McGonagall buscaba palabras para explicar lo sucedido. Ella no necesitó terminar la frase para que todos los presentes pudiéramos entender lo que el dementor había hecho; le había dado a Barty Crouch su beso fatal. Le había aspirado el alma por la boca. Está peor que muerto.

— ¡Pero, por todos los santos, no es una pérdida tan grave! — suelta Fudge. — ¡Según parece, es responsable de unas cuantas muertes!

— Pero ya no podrá declarar, Cornelius. — repone Dumbledore. Mira a Fudge con severidad, como si lo viera tal cual era por primera vez. — Ya no puede declarar por qué mató a esas personas.

— ¿Qué por qué las mató? Bueno, eso no es ningún problema. — replica Fudge. — ¡Porque estaba loco de remate! Por lo que me han dicho Minerva y Severus, ¡creía que actuaba según las instrucciones de Voldemort!

— Es que actuaba según las instrucciones de Voldemort, Cornelius. — dice Dumbledore. — Las muertes de esas personas fueron meras consecuencias de un plan para restaurar a Voldemort a la plenitud de sus fuerzas. Ese plan ha tenido éxito, y Voldemort ha recuperado su cuerpo.

Todos nos quedamos en silencio, esperando la reacción por parte de el ministro de magia. Fue como si a Fudge le pegaran en la cara con una maza. Aturdido y parpadeando, devolvió la mirada al profesor Dumbledore como si no pudiera dar crédito a sus oídos. Entonces, sin dejar de mirara a Dumbledore con los ojos desorbitados, comienza a farfullar.

— ¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Absurdo. ¡Dumbledore, por favor...!

El resto de nosotros nos encontramos muy atentos a la conversación, pasando los ojos entre ambos hombres y sin perdernos ni un detalle.

— Como sin duda te han explicado Minerva y Severus. — dice el profesor Dumbledore. — Hemos oído la confesión de Barty Crouch hijo. Bajo los efectos del suero de la verdad, nos ha relatado cómo escapó de Azkaban, y cómo Voldemort, enterado por Bertha Jorkins de que seguía vivo, fue liberado de su padre y lo utilizó para capturar a Harry mientras tomaba la apariencia de Alastor Moody utilizando la poción multijugos. El plan funcionó, ya te lo he dicho: Crouch ha ayudado a Voldemort a regresar.

— ¡Pero vamos, Dumbledore! — exclama Fudge, y me sorprendo de ver surgir en su rostro una ligera sonrisa. — ¡No es posible que tú creas eso! ¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Vamos, vamos, por favor...Una cos es que Crouch creyera que actuaba bajo las ordenes de Quien-tu-sabes... y otra es tomarse en serio lo que ha dicho ese lunático...

— Cuando Harry tocó esta noche la Copa de los tres magos, fue transportado directamente ante Lord Voldemort. — afirma Dumbledore. — Presenció su renacimiento. Te lo explicaré todo si vienes a mi despacho. Me temo que no puedo consentir que interrogues a Harry esta noche.

— ¿Eh... estás dispuesto a aceptar su testimonio, Dumbledore?

Hay un instante de silencio, roto por el gruñido de Sirius. Se encuentra parado a mi lado y tiene erizados los pelos del lomo mientras enseña los dientes a Fudge.

— Desde luego que lo acepto. — responde Dumbledore, con un fulgor en los ojos. — He oído la confesión de Crouch y he oído el relato de Harry de lo que ocurrió después de que tocara la Copa: las dos historias encajan y explican todo lo sucedido desde que el verano pasado desapareció Bertha Jorkins.

Fudge conserva en la cara la extraña sonrisa. Eso solo me dan ganas de darle un puñetazo en la cara.

— ¿Vas a creer que ha retornado lord Voldemort porque te lo dice un loco asesino y un niño que...? Bueno...

Dirige una mirada hacia donde Harry se encuentra dormido.

— Señor Fudge, ¡usted ha leído a Rita Skeeter!

Ron, Hermione, Bill, mi madre y yo damos un brinco en nuestro lugar sobresaltándonos. Ninguno nos habíamos dado cuenta de que Harry ya estaba despierto. Fudge enrojece un poco, pero su rostro adquiere una expresión obstinada y desafiante.

— ¿Y qué si lo he hecho? — suelta, dirigiéndose a Dumbledore. — ¿Qué ása si he descubierto que has estado ocultando ciertos hechos relativos a este niño? Conque habla pársel, ¿eh? ¿Y conque monta curiosos numeritos por todas partes?

— Supongo que te refieres a los dolores de la cicatriz. — dice nuestro director con frialdad.

— ¿O sea que admites que ha tenido dolores? — replica Fudge. — ¿Dolores de cabeza, pesadillas? ¿Tal vez...alucinaciones?

Ron y yo damos un paso al frente, dispuestos a decirle unas cuantas palabras a ese hombre, pero Hermione nos detiene antes de poder continuar. Nos da una mirada severa a ambos y nos planta con firmeza en nuestro lugar.

— Escuchame, Cornelius. — dice Dumbledore dando un paso hacia Fudge, irradiando una fuerza indefinible que nos hace guardar silencio a todos. — Harry está tan cuerdo como tú y yo. La cicatriz que tiene en la frente no le ha reblandecido el cerebro. Creo que le duele la cicatriz cuando lord Voldemort está cerca o cuando se siente especialmente furioso.

Fudge retrocede medio paso para separarse un poco de Dumbledore, pero no cede en absoluto.

— Me tendrás que perdonar, Dumbledore, pero nunca había oído que una cicatriz actúe de alarma...

— ¡Mire, he presenciado el retorno de Voldemort! — grita Harry. Intenta volver a salir de la cama, pero mi madre se lo impide. — ¡He visto a los mortífagos! ¡Puedo darle los nombres! Lucius Malfoy...

Noto que el profesor Snape hace un movimiento repentino, pero cuando lo enfoco sus ojos están puestos otra vez en Fudge. Ron también lo nota.

— ¡Malfoy fue absuelto! — dice Fudge, visiblemente ofendido. — Es una familia de raigambre... y entrega donaciones por excelentes causas...

Escucho a mi madre soltar un bufido pero no dice nada.

— ¡Macnair! — prosigue Harry.

— ¡También fue absuelto! ¡Y trabaja para el Ministerio!

— Avery, Nott, Crabbe, Goyle...

— ¡No haces más que repetir los nombres de los que fueron absueltos hace trece años del cargo de pertenencia a los mortífagos. — dice Fuge enfadado. — ¡Debes de haber visto esos nombres en antiguas crónicas de los juicios! Por las barbas de Merlín, Dumbledore... Los cuentos que se inventa son cada vez más exagerados, y tú te los sigues tragando. Este niño habla con las serpientes, Dumbledore, ¿y todavía confías en él?

— ¡No sea necio! — grita la profesora McGonagall. — Cedric Diggory, el señor Crouch: ¡esas muertes no son el trabajo causal de un loco!

— ¡No veo ninguna prueba de lo contrario! — vocifera Fudge, igual de airado que nuestra profesora y con la cara colorada. — ¡Me parece que están decididos a sembrar un pánico que desestabilice todo lo que hemos estado construyendo durante trece años!

Suelto un suspiro de fastidio, escuchando al profesor Dumbledore tratar de convencer al ministro de Magia de que el regreso de Voldemort era algo verdadero, pero el hombre se niega rotundamente a aceptar cualquier cosa que supusiera una alteración de su mundo cómodo y ordenado. Cuando el profesor Dumbledore menciona que es necesario retirar a los dementores de Azkaban debido a que no son confiables, y que se pueden pasar al lado enemigo, y dice que debe de mandar un mensaje a los gigantes antes de que sea demasiado tarde, Fudge se vuelve loco y no deja de mirar a Dumbledore como si le hubiera salido una segunda cabeza.

— Si siguies decidido a cerrar los ojos, Cornelius. — dice el profesor Dumbledore. — Nuestros caminos se separarán ahora. Actúa como creas conveniente. Y yo... yo también actuaré como crea conveniente.

La voz de nuestro director no suena como a amenaza, sino como un mera declaración de principios, pero Fudge se estemece como si Dumbledore hubiera avanzado hacia él apuntándole con una varita.

— Veamos pues, Dumbledore. — dice blandiendo un dedo amenador. — Siempre te he dado rienda suelta. Te he mostrado mucho respeto. Podía no estar de acuerdo con algunas de tus decisiones, pero me he callado. No hay muchos que en mi lugar te hubieran permitido contratar hombres lobos, o tener a Hagrid aquí, o decidir qué enseñar a tus estudiantes sin consultar al Ministerio. Pero si vas a actuar contra mí...

— El único contra el que pienso actuar. — puntualiza el profesor Dumbledore. — Es lord Voldemort

Fudge no encontra respuesta a aquello. Durante un instante se balancea hacia atrás y hacia delante sobre sus pequeños pies, y hace girar en las manos el sombrero hongo. Al final, dice con cierto tono de súplica:

—No puede volver, Dumbledore, no puede...

Snape se adelanta, levantándose la manga izquierda de la túnica. Descubrie el antebrazo y se lo enseña a Fudge, que retrocede. Incluso yo doy un paso atrás, sorprendida por la marca.

—Mire —dice Snape con brusquedad—. Mire: la Marca Tenebrosa. No está tan clara como lo estuvo hace una hora aproximadamente, cuando era de color negro y me abrasaba, pero aún puede verla. El Señor Tenebroso marcó con ella a todos sus mortífagos. Era una manera de reconocernos entre nosotros, y también el medio que utilizaba para convocarnos. Cuando él tocaba la marca de cualquier mortífago teníamos que desaparecernos donde estuviéramos y aparecernos a su lado al instante. Esta marca ha ido haciéndose más clara durante todo este curso, y la de Karkarov también. ¿Por qué cree que Karkarov ha huido esta noche? Porque los dos hemos sentido la quemazón de la Marca. Entonces, los dos supimos que él había retornado. Karkarov teme la venganza del Señor Tenebroso porque traicionó a demasiados de sus compañeros mortífagos para esperar una bienvenida si volviera al redil.

Fudge también se aleja un paso de Snape, negando con la cabeza. Da la impresión de que no ha entendido ni una palabra de lo que éste le ha dicho.

Y no me sorprende porque es lo suficientemente idiota.

Mira fijamente, con repugnancia, la fea marca que Snape tiene en el brazo. A continuación, levanta la vista hacia Dumbledore y susurra:

—No sé a qué están jugando tú y tus profesores, Dumbledore, pero creo que ya he oído bastante. No tengo más que añadir. Me pondré en contacto contigo mañana, Dumbledore, para tratar sobre la dirección del colegio. Ahora tengo que volver al Ministerio.

Casi había llegado a la puerta cuando se detiene. Se vuelve, regresa a zancadas hasta la cama de Harry.

—Tu premio —dice escuetamente, sacándose del bolsillo una bolsa grande de oro y dejándola caer sobre la mesita de la cama de Harry—. Mil galeones. Tendría que haber habido una ceremonia de entrega, pero en estas circunstancias...

Se encasqueta el sombrero hongo y sale de la sala, cerrando de un portazo. En cuanto desaparece, Dumbledore se vuelve hacia nosotros.

—Hay mucho que hace—dice— Molly... ¿me equivoco al pensar que puedo contar contigo y con Arthur?

—Por supuesto que no se equivoca —responde mi madre. Hasta los labios se le quedan pálidos, pero parece decidida—. Arthur conoce a Fudge. Es su interés por los muggles lo que lo ha mantenido relegado en el Ministerio durante todos estos años. Fudge opina que carece del adecuado orgullo de mago.

—Entonces tengo que enviarle un mensaje —dice Dumbledore—. Tenemos que hacer partícipes de lo ocurrido a todos aquellos a los que se pueda convencer de la verdad, y Arthur está bien situado en el Ministerio para hablar con los que no sean tan miopes como Cornelius.

—Iré yo a verlo —se ofrece Bill, levantándose—. Iré ahora.

—Muy bien —asiente Dumbledore—. Cuéntale lo ocurrido. Dile que no tardaré en ponerme en contacto con él. Pero tendrá que ser discreto. Fudge no debe sospechar que interfiero en el Ministerio...

—Déjelo de mi cuenta —dice Bill.

Le da una palmada a Harry en el hombro, un beso a nuestra madre en la mejilla, camina hacia mí y me besa la frente, se pone la capa y sale de la sala con paso decidido.

—Minerva —dice Dumbledore, volviéndose hacia la profesora McGonagall— Quiero ver a Hagrid en mi despacho tan pronto como sea posible. Y también... si consiente en venir, a Madame Maxime.

La profesora McGonagal asiente con la cabeza y sale sin decir una palabra.

—Poppy —le dice Dumbledore a Madame Pomfrey— ¿Serías tan amable de bajar al despacho del profesor Moody, donde me imagino que encontrarás a una elfina doméstica llamada Winky sumida en la desesperación? Haz lo que puedas por ella, y luego llévala a las cocinas. Creo que Dobby la cuidará.

—Muy... muy bien — contesta Madame Pomfrey, asustada, y también sale.

Dumbledore se asegura de que la puerta está cerrada, y de que los pasos de Madame Pomfrey han dejado de oírse, antes de volver a hablar.

—Y, ahora —dico—, es momento de que dos de nosotros se acepten. Sirius... te ruego que recuperes tu forma habitual.

Dirigo mis ojos hacia el gran perro negro que levanta la mirada hacia Dumbledore, y luego, en un instante, se convierte en hombre.

La señora Weasley soltó un grito y se separó de la cama.

—¡Sirius Black! —gritó.

—¡Calla, mamá! —chilló Ron—. ¡Es inocente!

—Y es muy buena persona. — añado guiñándole un ojo a Sirius. Él me devuelve el guiño sonriendo.

Levanto la vista hacia el profesor Snape cuando suelta un gruñido, su expresión es una mezcla de furia y horror.

—¡Él! —gruñe, mirando a Sirius, cuyo rostro mostraba el mismo desagrado—. ¿Qué hace aquí?

—Está aquí porque yo lo he llamado —explica Dumbledore, pasando la vista de uno a otro—. Igual que tú, Severus. Yo confió tanto en uno como en otro. Ya es hora de que olviden sus antiguas diferencias, y confíen también el uno en el otro.

Lo que pide es un milagro debido a que Sirius y Snape se miran con intenso odio.

—Me conformaré, a corto plazo, con un alto en las hostilidades —dice Dumbledore con un deje de impaciencia—. Dense la mano: ahora están del mismo lado. El tiempo apremia, y, a menos que los pocos que sabemos la verdad estemos unidos, no nos quedará esperanza.

Muy despacio, pero sin dejar de mirarse como si se desearan lo peor, Sirius y Snape se acercan y se dan la mano. Se sueltan enseguida.

Suelto una carcajada ahogada, Ron también parece estarse divirtiendo con la situación

—Con eso bastará por ahora —dice Dumbledore, colocándose una vez más entre ellos—. Ahora, tengo trabajo que darles a los dos. La actitud de Fudge, aunque no nos tome de sorpresa, lo cambia todo. Sirius, necesito que salgas ahora mismo: tienes que alertar a Remus Lupin, Arabella Figg y Mundungus Fletcher: el antiguo grupo. Escóndete por un tiempo en casa de Lupin. Yo iré a buscarte.

—Pero... —protesta Harry. Es evidente que quiere que Sirius se quede. No quiere decirle otra vez adiós tan pronto.

—No tardaremos en vernos, Harry —asegura Sirius, volviéndose hacia él—. Te lo prometo. Pero debo hacer lo que pueda, ¿comprendes?

—Claro. Claro que comprendo. — dice mi amigo.

Sirius le aprieta brevemente la mano, asiente con la cabeza mirando a Dumbledore, nos da una leve sonrisa y vuelve a transformarse en perro, y salir corriendo de la sala, abriendo con la pata la manilla de la puerta.

—Severus —continua Dumbledore dirigiéndose a Snape— Ya sabes lo que quiero de ti. Si estás dispuesto...

—Lo estoy —contesta Snape.

Parece más pálido de lo habitual, y sus fríos ojos negros resplandecen de forma extraña.

—Buena suerte entonces —le desea Dumbledore, y, con una mirada de aprehensión, lo observa salir en silencio de la sala, detrás de Sirius.

Pasan varios minutos antes de que nuestro director vuelva a hablar

—Tengo que bajar —dice por fin—. Tengo que ver a los Diggory. Tómate la poción que queda, Harry. Los veré a todos más tarde.

Todos nos quedamos en silencio, observando a Harry quien luce agotado y agobiado. Mi amigo se deja caer en la cama y yo camino hacia una de las ventanas para tomar aire. La noche es cálida y el oscuro cielo se ilumina con unas cuantas estrellas, pero la luna parece haberse ocultado por completo.

Suelto una risa al ver a un extraño escarabajo negro muy atento a Harry, tiene su vista fija en él como si pudiera entenderle, hay dos marcas alrededor de las antenas, pareciera como si tuviera gafas.

Un momento.

— Hermione. — la llamo en un murmuro, sin apartar la vista del insecto.

Mi amiga llega junto a mí con el ceño fruncido.

— ¿Qué pasa? — pregunta confundida. Le hago una seña con la cabeza, señalando el escarabajo negro, ella parece comprender de inmediato.

Antes de que el insecto pueda escapar, Hermione lo aprisiona entre sus manos generando un fuerte ruido como de un portazo.

—Lo siento. — dice ella. Apretando las manos agarrándolo firmemente.

Compartimos una mirada, y comienzo a buscar algo en la enfermería que nos pueda servir para capturarla sin que escape. Encuentro un frasco vacío color blanco sobre una de las mesitas de noche, con cuidado metemos el escarabajo dentro. Éste comienza a mover las patas y a chillar con fuerza, pero en cuanto cerramos el frasco se queda dentro.

—Tenemos a la vieja zorra. — le digo en un murmuro, sonriendo orgullosa.

—Es nuestra. — dice mi amiga, sin perder la sonrisa.

Ambas caminamos de vuelta hacia donde están Harry, Ron y mi madre.

—Te tienes que tomar lo que queda de la poción, Harry —dice al cabo mi madre. Al ir a tomar la botellita y la copa, da con la mano contra la bolsa de oro que está en la mesita—. Tienes que dormir bien y mucho. Intenta pensar en otra cosa por un rato... ¡piensa en lo que vas a comprarte con el dinero!

—No lo quiero —replica Harry con voz inexpresiva—. Tómenlo ustedes. Quien sea. No me lo merezco. Se lo merecía Cedric.

Se me hace un nudo en la garganta al ver la expresión deprimida de Harry.

—No fue culpa tuya, Harry —susurra mi madre.

—Yo le dije que tomáramos juntos la Copa —musita Harry.

Mi madre posa la poción en la mesita, se inclina y abraza a Harry con fuerza, los ojos de mi amigo se comienzan a cristalizar. Yo camino hasta ellos me coloco junto a su lado en la cama.

—La poción, Harry —dijo rápidamente mi madre, enjugándose las lágrimas con el dorso de la mano.

—Te quiero mucho, Harry. — le digo en un susurro, dejando un beso en su mejilla. — Descansa.

Él me da una leve sonrisa y se bebe la poción de un trago. El efecto es instantáneo pues se duerme de inmediato.

════ ⋆★⋆ ════

—Muy bien, bruja arpía. — le digo al escarabajo que se encuentra atrapado en un tarro cristalino— El plan es el siguiente, si no quieres que yo misma te aplaste, te machaque y te dé de comer a las lechuzas, vas a mantener tu asquerosa y sucia boca cerrada, ¿entiendes?

El escarabajo parpadea una vez, e incluso la veo sonreír burlona.

—Creo que eso no va a funcionar. — dice Hermione negando con la cabeza.

Nos encontramos en el dormitorio de las chicas, después de dejar a Harry dormido en la enfermería, Ron, ella y yo nos dirigimos a nuestra sala común para poder descansar un rato.

Pero primero tenemos que amenazar a Rita Skeeter.

—Sé que te gusta todo eso del policía malo y el policía bueno. — continua mi amiga. — Pero debemos amenazarla en serio, no creo que le tema a su muerte... al menos no tanto.

—¿Qué es un policía? — pregunto confundida. Hermione sacude la cabeza.

—Luego te explico. — dice ella. — Le puse al tarro un encantamiento irrompibilizador, para que ella no pueda transformarse.

—Muy lista. — la alago. Después tomo el frasco y lo sacudo con fuerza, haciendo que el escarabajo golpee contra la tapa y el suelo. — Ahora escucha con atención lo que Hermione te dirá, ¿entendido, bruja arpía?

Rita Skeeter, en su forma animaga, parpadea un par de veces.

— Adelante, Mione. — le paso el tarro.

— Muy bien, Skeeter. — dice ella, sonriendo maliciosa. — Tú no quieres ir a Azkaban, ¿verdad?

Rita Skeeter niega.

— Porque eso es lo que sucederá si alguien del ministerio se entera de que eres una animaga ilegal, te esperarían años en Azkaban... ¿un poco triste no crees, Sophie?

— Muy triste, Mione. — aseguro con maldad.

— Nosotras podríamos decirle al ministerio... a menos que tú trabajaras junto con nosotras. ¿Te interesa, Skeeter?

El escarabajo asiente.

— Entonces, tú tienes que estar calladita durante un año entero. Nada de artículos sobre Harry, sobre Sophie, sobre mí, Hagrid o sobre cualquier persona, ¿entiendes? Veremos si puedes dejar el hábito de escribir horribles mentiras sobre la gente. ¿Estás de acuerdo?

Ella se queda quieta durante unos segundos, antes de volver a asentir.

—Si vemos una sola columna, Skeeter. — digo yo esta vez. — Una mísera palabra sobre alguien... será tu ruina y pasarás la eternidad escribiendo basura desde Azkaban.

—Te soltaremos cuando lleguemos a Londres, ¿entendido? — dice Hermione, pero no espera a ver su respuesta pues la encierra en su baúl. 

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ES DOBLE ACTUALIZACIÓN, SIGAN SIGAN🏃‍♀️

Advertencia: no me hago responsable de los daños a la salud que el siguiente capítulo pueda generar, leer bajo su propia responsabilidad jeje.

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