Chance [Flesh 4] (Gay)

By MilMoonAn

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Los errores que cometió fueron más que suficientes para perder amistades y confianza. Una equivocación suya y... More

Prólogo
2. Luka y Ross
3. Errores pasados
4. Ezra
5. Grandes hazañas
6. Padres
7. Final
Extra 1 ~Attention~
Extra 2 ~Flesh~
Extra 3 ~Shadow~
Último extra
Agradecimientos

1. Beta

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By MilMoonAn

Tenía mala suerte en el amor. Kaspar aceptó aquel hecho con demasiada facilidad. Desde pequeños amores pasajeros, hasta el más grande hacia Nick, todos ellos resultaron mal. Demasiado desastroso a decir verdad. Parecía estar atraído por esa clase de hombres, y una que otra mujer, que estaban destinados a hacerlo sufrir. Lo peor es que se había resignado a ello.

Kaspar aprendió que el amor era un simple complemento a su vida. Ser beta siempre sería lo principal y ya luego podría conformarse con cualquiera que llegara a él dándole un poco de cariño, que sabía necesitaba. Por eso no dudó ni un momento cuando el centinela de Luis le pidió una cita.

Ni siquiera dudó cuando Sam le propuso intentar algo serio. Kaspar sujetó esa oportunidad de no estar solo y la sostuvo, incluso si con ello lastimaba su cuerpo y alma. No podía negar que le temía a estar solo toda su vida. Un hecho que se acrecentó cuando perdió a sus dos mejores amigos. No estaba solo, pero sentía más miedo que cualquier otro momento de su vida.

Esos errores eran los que mermaban su felicidad.

Kaspar arregló el cuello de su camisa, ocultado las consecuencias de sus actos. Frente a él estaba Nick quien lucía más serio de lo que nunca vio en su amistad. Adam estaba a su lado, su mirada no se apartaba de sus manos y cuello mientras Kaspar intentaba desviar la atención hacia los papeles que estaban sobre la mesa.

Era la tercera junta del mes. Adam y su hermana estaban en una situación difícil al ver que su manada no estaba aceptando completamente su unión con los lobos negros. Todos se sentían abrumados por ese cambio repentino, más cuando estos mataron a sus antiguos líderes.

Los lobos negros siempre fueron conocidos como la raza más violenta de lobos. Nick perdió un poco de aquella particularidad al haber convivido toda su vida con otra manada. Pero nadie negaba la maldad que todos tenían.

—Sabíamos los problemas que nos traería esta unión —inició Kaspar. Bajando la vista hacia algunos papeles, ignorando los ojos de sus antiguos amigos—. La manada todavía no está acostumbrada a ello. Pero saben que algunos lobos negros son de confianza. Tienen a Nick y Dunkel para corroborarlo.

—Solo conocemos a dos lobos negros que pueden mantener a raya su furia.

Adam lucía enojado, sus manos estaban apoyadas en la mesa de aquella sala de reuniones. El dorado de sus ojos se ocultaba en su entrecerrar de ojos, acusando a Kaspar. Karen parecía estar de acuerdo con ello y Nick asintió levemente. Sin embargo, sabían que solo estaba hablando el enojo.

—El problema no es con todos los lobos negros —Nick demostró un poco de serenidad. Su forma de advertirle a Adam que piense un poco mejor antes de hablar—. Dunkel nos ha demostrado que su manada es pacífica y está agradecida con nosotros por darle parte de sus tierras.

—Adam solo dice idioteces cuando está enojado —defendió Karen al momento de caminar hacia su hermano y poner una mano en el hombro contrario—, él fue el primero en dar la opción de unir ambas manadas.

Kaspar asintió y guardó los papeles de sus manos en un maletín café, en estos estaban todas las peticiones de ambas manadas. Adam, Karen y Dunkel debían hacer lo posible para continuar con aquella frágil paz entre los suyos.

Karen llevó a su hermano fuera, ella conocía que si Adam seguía viendo a Kaspar, tendría uno de sus tantos momentos de impulsividad y podría arruinar todo. Ella intentaba con todas sus fuerzas hacerle entender que lo que entre aquella pareja pasaba, no le incumbía. Para suerte suya, Luka los esperaba en la salida y fue como un poco de paz al enojo de Adam.

Nick continuó parado en el mismo lugar, sus brazos estaban cruzados y su mirada no se apartaba de las muñecas y cuello de Kaspar. El silencio fue incómodo hasta que los papeles fueron guardados en el maletín y ambos se dispusieran a irse. La sala de reuniones era demasiado grande por lo que el eco de sus pasos era lo único que se oía.

Kaspar volvió a enderezar el cuello de su camisa, como un nuevo tic que tenía. Sin embargo, no se daba cuenta que cada que lo hacía sus muñecas quedaban al descubierto. Esto solo atraía más la mirada de Nick. La tensión duró hasta el momento en el que Kaspar no pudo ejercer demasiada fuerza para abrir la puerta.

—No nos tomes por idiotas —indicó Nick al momento de abrir la puerta para que ambos pudieran salir—. Adam es igual de inteligente que tú. Ross, Luka, Luis e incluso Dunkel conocen tu situación a la perfección.

—Puedo solo —respondió Kaspar, intentando conservar un poco de su magullado orgullo—. Ya he causado suficientes problemas.

Nick bufó y antes de alejarse lo suficiente de la sala de reuniones, volvió a entrar jalando a Kaspar con él. No dudó ni un momento en arrancar aquella camisa blanca de Kaspar y entonces se dio cuenta de la verdadera gravedad del problema que representaba todo aquello.

Kaspar a penas y pudo cubrir su desnudo pecho. Al intentarlo solo empeoraba las cosas.

La manada de los lobos negros había pasado por infinidad de guerras. La mayoría de ellas perdidas y muchos de ellos muertos en combate. La historia que regía aquella manada solo mostraba sangre, violencia y muerte. Por ello los lobos negros estaban acostumbrados a toda clase de batalla, incluso cuando no estaban bajo ataque. Un historial tan grande de violencia no podía eliminarse de inmediato.

Kaspar era la prueba de ello.

—Va a matarte, si no controla mejor su violencia, uno de sus golpes va a dar en un punto vital que nadie va a sanar.

Nick le lanzó la camisa desgarrada en el suelo, después de conocer la profundidad de todo, no quería ver a su antiguo amigo de esa forma. Porque el cuerpo de Kaspar solo era un fantasma, los hematomas y cortes cubrían su cuerpo por completo y algunos de ellos lucían como si la intención fuese matar a Kaspar. La herida en su cuello era la más preocupante, tres cortes hechos por una garra.

Sam solía tener arranques de ira en las noches, cuando su inconsciencia lo poseía. El odio que acumuló por años siempre tenía a Kaspar como víctima.

Después de ello Kaspar no quiso decir palabra alguna. Sus puños estaban cerrados con fuerza y se negaba a enfrentar la mirada de Nick, lo conocía demasiado como para saber que no le convenía. Ver la preocupación en sus ojos solo le daría esperanzas a las que no debía aspirar. Por eso intento volver a ponerse aquella camisa ya desgarrada.

Sus intentos cesaron cuando Nick le tendió su chaqueta. El moreno seguía enojado, pero no era tan cruel como para dejarlo irse con aquella ropa que él había roto. Nick iba a dejar el tema porque conocía a Kaspar y sabía que él tampoco se la estaba pasando tan bien.

—Sam es bueno —Nick quiso intentar comprender a Kaspar—, si no hubieses visto bondad en sus ojos, dudo que siquiera te hubieras atrevido a acercarte. Pero debes reconocer que no está del todo bien.

El bufido de Kaspar hizo que replanteara sus palabras. El moreno nunca vio aquella expresión en su antiguo amigo y le preocupaba haberlo perdido.

—Poco queda del que conocías —Kaspar quiso irse de inmediato. Por eso no le importó el dolor de su muñeca y abrió la puerta—, no es necesario que sigas preocupándote por mí.

Cuando la puerta se cerró Nick comprendió un poco mejor. Porque él leía mejor a Kaspar que nadie, su amistad con él era incluso más profunda que con la de Adam. Solo que un pequeño error los alejó más de lo que ambos quisieran, y arreglar las cosas no parecían tan fáciles como se escuchaban. El orgullo de ambos era mucho más grande que aquel problema.

Nick entendió que Kaspar ni siquiera intentaría resolver el problema. Parecía querer ese tipo de sufrimiento. Nick sabía que su amigo quería seguir castigándose por un error que muchos ya habían olvidado.

La noche llegó, y cuando Nick entró a su cabaña la notó más vacía de lo usual. El aroma de Ross no estaba y a esa hora de la noche, cuando la pereza le ganaba, era poco usual no encontrarlo durmiendo.

Los gritos afuera le advirtieron que algo estaba sucediendo.

Ross lucía perdido, el aroma que percibía se le hacía conocido, pero no encontraba la fuente de ella. Sin embargo, sabía que había problemas, el miedo apresaba aquel olor. Se puso a la defensiva de inmediato.

Su cuerpo entero tembló cuando vio un cuerpo muerto en pleno bosque. La sangre hacía un gran charco y la herida en el pecho del hombre indicaba que fue atacado por animales. Ross pensó que aquello solo podía dar a los lobos negros como culpables, pero admitía que Dunkel manejaba bien a su manada y estos no eran tan violentos a plena luz del día. Por eso quería llegar antes de que sea de noche, estaba en la frontera que dividía su manada con la de Luis y Dunkel.

Tras él estaba Luka, él no le tomó tanta importancia al cuerpo muerto, parecía más preocupado por aquel que pedía ayuda con su aroma. Ambos salieron de la manada junto a otros centinelas que no pudieron seguirles el ritmo. La manada estaba alarmada al sentir un nuevo aroma, y el testimonio de una muchacha que vio a otros animales entrar a su territorio.

—Adelántate —pidió Luka mientras se inclinaba hacia el cuerpo sin vida. Comprobó que se trataba de un humano, lo que lo preocupó más—, esperaré a los centinelas para que se hagan cargo del cuerpo.

Ross bufó y volvió a correr. La naturaleza le recibía como un conocido más, por lo que ningún otro animal se le cruzó en el camino. Ross era capaz de pelear con todo.

Siguió el camino hasta donde el aroma a peligro era más fuerte. Los aullidos a lo lejos le advertían que pronto estaría rodeado por diferentes lobos. Por ello siguió adelante, sabía que estaba cerca.

Finalmente llegó hasta el lugar.

Ezra tenía una vida planeada a futuro. Con una hermosa familia en una gran mansión y miles de sirvientes a su lado, claramente Joseph a su lado. Su vida pertenecería a los humanos por siempre. En sus planes nunca estuvo el hecho de revelar su forma animal  Oidaba ser un cambiaformas como todos los de su familia, aquellos que le dieron la espalda, traicionaron y  abandonaron.

Incluso sin aquel deseo, le sería imposible transformarse. Su padre le puso un collar de metal, lo suficientemente fuerte para evitar su transformación. Ezra sabía que si se volvía a su forma animal, el collar lo estrangularía y moriría en segundos. Tampoco es que se le antojara caminar en cuatro patas. De hecho, él siempre supo cómo quitársela, su inteligencia solía sobrepasar los límites.

Fue por su mente brillante que su empresa tuvo el éxito que la caracterizaba en ese momento. Era un genio en los negocios, aunque no podía decirse lo mismo en el ámbito amoroso. Siendo amante, novio o esposo de alguien siempre fracasaba y en realidad no le importaba, siendo alguien enamorado, no creía necesario pensar en ello. Pasaba cada día ganando más dinero y gastándolo a montones. La salida de dinero siempre se duplicaba en más del doble como ingresos.

Ezra fue feliz, en lo que cabe decir. Aunque él sabía que poseía una soga en el cuello. Su padre quiso que heredara su puesto en una manada del que él había escapado.

Un trabajo extra que no le daba ganancias no era lo suyo, fuera del hecho que repudiaba a la manada de su padre y casi a todos los cambiaformas. Casi a todos.

Sin embargo, su rechazo a ser el remplazo de su, ahora difunto padre, ocasionó una cadena de mala fortuna, que terminó en él siendo perseguido por los centinelas de su progenitor. Y Ezra quería creer que lo perseguían para tomar aquel cargo, porque esperaba que no hubiesen encontrado sus huellas en la escena del crimen donde estaba el cadáver de su padre.

Empezaba a odiar su suerte.

Porque el único amigo que tuvo en toda su vida murió para protegerlo. Quiso ser la distracción para que él escapara. Fue Joseph quien le indicó el camino para encontrar a un pariente que quizá le brindaría ayuda. Sin embargo, el escape de aquella desesperada manada hasta el bosque costó una vida y una dolorosa herida en su espalda.

En su intento por darle a su amigo un último deseo, se transformó por primera vez en aquella bestía animal que siempre negó. Porque Joseph le explicó que con ella entonces podría escapar y perder a los tigres que le seguían. Sin embargo, cuando lo hizo, descubrió la razón de su padre para negarle su transformación. Ezra no era un tigre como su progenitor. Él había heredado la forma de su difunta madre.

Cuando terminó de transformarse solo le quedó ver a su difunto amigo. Eso lo motivo a escapar, viviría la vida que Joseph protegió hasta perecer y definitivamente no tomaría el puesto de su padre.

Pero antes de siquiera dar un paso, sintió su lomo lleno de sangre. La herida ganó terreno con su movimiento causando un dolor demasiado insoportable. La sangre perdida hizo que sus ojos dejaran de enfocar y sus patas a penas podían dar un paso.

Sin embargo, no se rindió. Rendirse nunca fue una opción para él, su orgullo era más grande que toda la manada de tigres junta. Por eso siguió avanzando, en un caminar irregular e inoportuno.

Sintió haber perdido cuando escuchó pisadas acercarse a él a toda velocidad. Sus fuerzas mermaron, pero no cayó al suelo.

Entonces, de entre el pastizal, salió un guepardo de ojos oscuros y porte admirable. Ezra sintió ver su salvación personificada. Quedó totalmente desarmado cuando vio al guepardo convertirse en un humano que se le hizo perfecto, con una cabellera negra y la mirada tintada de picardía.

—Nunca vi un león de cerca —dijo el muchacho. Ezra quiso transformarse a humano otra vez para poder presentarse formalmente, pero su fuerza ya lo había abandonado—. Eres increíble.

El sentimiento de miedo lo apresó. Habían cerca de diez tigres tras él. Si el joven seguía a su lado entonces sería un daño colateral de sus errores. Elevó la pata al lado contrario, pidiéndole silenciosamente que lo abandonara, ya tenía suficiente con perder a su amigo. Prefería que lo atrapen a él.

Jospeh alguna vez le dijo que quedaba prendado muy fácilmente de cualquier desconocido.

—Soy Ross —se presentó y Ezra agradeció saber el nombre de su próximo amor imposible, como era la mayoría—. Voy a salvarte de esos que te persiguen así que espero una buena recompensa por ello.

Con esa petición Ezra sintió encontrar a su alma gemela.

De entre la maleza otro guepardo apareció, los ojos bicolores hicieron que Ezra lo mirara desconfiado.

—Son seis tigres, dos de ellos parecen fuertes —indicó el otro guepardo ya en su forma humana. Ezra comprendió que la belleza la tenían todos los guepardos. Lamentaba no haberlos conocido antes—. Nick y Adam ya vienen en camino. Kaspar irá a hablar con su alfa para detener esto.

Ezra sintió sus fuerzas ya completamente extintas por lo que se dejó caer en el suelo al mismo tiempo que quince lobos aparecían. Finalmente creyó haber parado en manos de una buena manada.

—Joder, león, estoy a punto de pelear, así que te conviene no morir —le advirtió Ross. Pero Ezra ya no tenía fuerzas.

Lo demás empezó a escucharlo entrecortado.

—Mal... ción. Hi... ta.

—Ya, Ross... te, ahí... ne... Kas...

—Hey... par... contré... nov...

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