Después del almuerzo, el grupo se disolvió con mucho alivio, para consternación de Victoria, ya que no pudo manejar una hora más o menos de charla y conocer a Osvaldo Sandoval.
Fernanda pudo irse a su antojo mientras Max y María despegaron como habían planeado al principio.
A la izquierda, estaban Victoria y Heriberto y lograron llevarse bien en un cómodo silencio.
-- Heriberto, tengo que preguntarte algo... --preguntó, con la cabeza apoyada en la palma de la mano durante el viaje.
-- ¿Si? --la miró y luego volvió a mirar hacia la carretera.
-- ¿Qué opinas de Osvaldo? Parece que te llevas bien con todo el mundo y no puedo decir si no te agrada o no. --
Él se rió entre dientes.
-- ¿Pues, qué piensas? --miró, mirando su perfil, sabiendo que estaba en medio de un proceso de pensamiento.
-- Parecía un buen tipo. Realmente no lo conozco, Victoria, lo acabo de conocer. Mientras él las trate bien a ustedes tres, damas, junto a mí, entonces no tengo ningún problema. --
Inmediatamente, fue devuelta a su moral de juicio; cómo podían pensar en un hombre al que no conocían.
Se relajó un poco y miró hacia adelante.
-- ¿Qué piensas? --el se preguntó. -- Ha tenido el placer de conocerlo un par de veces. --
-- ¿De verdad? --ella arqueó una ceja. -- Me pone un poco nervioso. --
-- ¿Si? --
-- Mhmm. --
-- ¿De mala manera? --
-- No lo sé --se encogió de hombros. -- No tengo mal presentimiento, pero su presencia parece que me dan ganas de poner la guardia... Ay, sobre todo cuando Fernanda hizo ese comentario y me miró, fue tan vergonzoso. --
Se rió de nuevo solo porque todos encontraron divertido el comentario, incluida ella.
-- No tiene gracia, Heriberto --puso los ojos en blanco.
-- No, pero es muy cierto --colocó su mano sobre la de ella y le frotó el dorso de la mano izquierda.
Su calidez sobre su manita le dio una sensación de seguridad y se sintió a salvo una vez más, aunque estaba en conflicto por los sentimientos en los que brindó Osvaldo.
-- Tú y yo tenemos el resto del día. ¿Para qué estás de humor? --el se preguntó.
-- ¿Yo? --
-- ¿Quién más? --bromeó.
-- Bueno, no lo sé... No es frecuente que tengamos el día para pasar juntos. ¿Para qué estás de humor? --
-- Mientras estemos juntos, no me importa. --
-- Siempre podríamos ir a casa y ver una película... --sugirió.
-- Está bien --asintió, disfrutando la idea de pasar una noche tranquila con ella, simplemente relajándose sin sus hijos.
Al ver la mirada de acuerdo con su expresión, pensó. -- ¿Sigues interesada en mí, de todas las formas imaginables como cuando nos conocimos? --
-- ¿Porqué preguntarias eso? --arqueó una ceja.
-- Ya no pasamos tiempo juntos. En nombre de los dos, quizás culpe al trabajo, pero siento que hemos perdido el contacto. --
-- Quizás --estuvo de acuerdo. -- ¿Qué te gustaría hacer al respecto, mi vida? --se llevó la mano a los labios y la presionó contra la parte posterior, colocándola cerca de su pecho inmediatamente después.
-- ¿Por que me preguntas? --ella tuvo que reír.
-- Eres una mujer muy organizada, supongo que tienes un plan para acompañar el comentario. No estoy cuestionando tu inteligencia, pero ¿no tienes una respuesta? --
-- Bueno... --hizo una pausa.
-- Ah, mira... lo sabía. --
Ella sonrió. -- Creo que deberíamos encontrar la manera de vernos más. Me iré del trabajo si tú lo haces, mi vida. Pero no voy a dejar mi trabajo si tú no lo haces. --
El asintió.
-- No quiero que esta sea una relación unilateral, ya que somos padres de nuestras hijas, Heriberto. Necesitamos volver a enamorarnos si no lo estamos ahora y necesitamos estar juntos para volver a apegarnos. --
-- Entiendo, mi cielo --asintió con seguridad.
-- Bien --sonrió.
···
Más tarde esa noche, los dos estaban en pijama, acurrucados juntos en el sofá, abrazados estrechamente mientras cada uno comenzaba a alejarse de la película.
Después de haber decidido qué iban a hacer con su velada; nada, comparado con sus horarios habituales, vieron varias películas, cenaron y compartieron vino, pero nada más y nada menos. Fue una noche tranquila.
Le guiñó un ojo. -- Victoria, eres preciosa, mi amor... --Osvaldo le sonrió mientras la abrazó.
Sonó el timbre de la puerta, lo que la hizo salir de su estado de sueño breve.
-- Ay --se llevó la mano a la cabeza.
-- ¿Bueno? --Heriberto le frotó la mano, examinándola como era su inclinación natural.
-- Sí, me asusté y me duele un poco la cabeza --explicó porque eso era lo que parecía Osvaldo: un dolor de cabeza.
-- Lo conseguiré --se levantó y abrió la puerta, solo para ver entrar a Max y María.
-- Oye, papá --la chica se acercó más y le besó en la mejilla.
-- Llegas tarde --aseguró el hombre.
-- ¿Heriberto...? --Victoria lo llamó solo porque era tan tarde como podría haber sido, un poco más de las once.
-- Mis disculpas, Doctor... --Max sonrió con encanto en su expresión. -- Solo vine a dejarla, que tengas una buena noche --saludó a Victoria desde la distancia y luego se alejó. -- ¡Te veo mañana, mi amor! --lanzó un beso en su dirección antes de salir corriendo.
-- Adiós --Heriberto cerró la puerta. -- Sabes, aunque siempre llega tarde cuando le pido que te traiga temprano, respeto que te acompañe a la puerta todo el tiempo --explicó, sin enojarse por su hija ni por su novio.
Victoria sonrió mientras María se reía levemente mientras sostenía con fuerza al oso gigante de peluche en sus brazos.
-- ¿Max te trajo esto? --preguntó Heriberto, sonriendo ante el regalo.
-- Sí --sonrió.
-- Es muy lindo --aseguró Victoria.
-- Lo es --asintió su esposa.
-- ¿Y Fer? --le preguntó a su hermana.
-- No lo sé --respondió su madre, luego miró a su esposo.
-- Le dije que volviera a las nueve --les informó Heriberto.
Victoria suspiró y se levantó del sofá para coger uno de los teléfonos de la casa que estaban por ahí. -- Esta chica nunca se detiene --explicó mientras marcaba el teléfono celular que su hija solía tener pegado a su mano.
Heriberto rodeó a María con el brazo y ella apoyó la cabeza en su hombro.
-- Fernanda, ¿dónde estás? --
-- Con mis amigos, mamá --se rió. -- ¿Cuál es el problema? Tú y papá dijeron que podía salir... --
-- Y te dijo que estuvieras en casa a cierta hora. Llegas más de dos horas tarde --miró la hora en su reloj. -- Será mejor que estés en casa en los próximos diez minutos. --
-- Sé realista, mamá. ¿Por qué querría hacer eso? Es sábado por la noche, ¿para qué estar en casa? --
-- No estoy jugando. --
Heriberto dio un paso adelante y le quitó el teléfono de la mano. -- Fernanda, escúchame bien. Estás castigada tanto si decides volver a casa como si no, ¿de acuerdo? Es tu decisión, pero será mejor que estés en casa mañana por la mañana o llamaré a la policía. --
-- Papá, ¿por qué me gritas? --
-- ¿Has estado bebiendo? --arrugó la frente.
-- Dios mío --murmuró Victoria mientras presionaba la palma de su mano contra su cabeza.
-- ¡No! --
-- No te creo --aseguró. -- Voy a buscarte --colgó. -- ¿Dónde está ese club al que van sus amigos? --miró a su hija mayor.
-- No muy lejos, te enviaré la dirección --aseguró María.
-- Heriberto, déjame ir contigo --le pidió Victoria.
-- No, no... Quédate con María. Solo quiero entrar y salir. --
Ella asintió un poco.
María envolvió sus brazos alrededor de su madre y la abrazó con fuerza, sabiendo que temía por ella y su hermana ferozmente.
Las lágrimas de Victoria no tardaron en empezar, estaba tan asustada por el estado de su hija.
-- Fer va a estar bien, mamita, no te preocupes --trató de calmar María. -- Llamaré a Max. --
-- Si --asintió ella.
···
Habían pasado horas y Max estaba consolando a su "madre."
-- Tu padre no me ha llamado... ¿Qué se supone que debo pensar? --
-- Mamá, por favor... Ten un poco de fe, apuesto a que todo está bien. Sé que estás preocupada --se dirigió María, manteniéndose tranquila incluso si también estaba estresada por la situación.
-- Me encanta que estés tan tranquilo, pero si fueras tú, sería lo mismo, mi amor. No puedo soportar la idea de que algo malo les pase a ninguno de los dos. --
-- Madre, cálmate --Max le frotó los hombros.
En ese momento, tanto Fernanda como Heriberto entraron caminando por la puerta.
-- ¡Oh, por fin! --Victoria corrió, examinando a su hija, solo para ver que tenía un vendaje en la cabeza. -- ¿Qué es esto? --
-- Ay, ma, no tan fuerte --entrecerró los ojos.
-- ¿Que pasó? --
Heriberto apretó las llaves. -- Llegué a ella, y la detenían, le sangraba la cabeza. Me dejaron llevarla al hospital para curarla, pero luego la llevaron a la estación y de ahí, por el fin de semana, era un proceso largo. --
-- ¡Por Dios, Fernanda, por eso no te dejamos salir! --Victoria gritó, enojada por la estupidez de su adolescente.
-- Mamá, cálmate ya --se acercó María y se frotó el brazo. -- Ven, Fer, ¿me dejas que te ayude a dormir? --extendió la mano hacia su hermana. -- Max, te llamaré --le dio un beso en las mejillas en su camino.
-- Buenas noches --le dijo con una suave despedida y luego le dio unas palmaditas en el brazo a Fernanda con la misma suavidad.
Fernanda obedeció de inmediato y se limitó a pasar junto a sus padres.
-- ¿Como es ella? --Victoria preguntó a su marido.
-- Se golpeó la cabeza y debido a que bebía, sus amigos no la dejaban ir a dormir, pero ahora está bien para descansar --aseguró. -- Conmoción cerebral leve, pero nada más, cielo. --
Ella asintió y luego suspiró.
-- Max, ¿qué estás haciendo aquí? --Heriberto luego cuestionó.
-- Haciéndonos compañía a María y yo. Estábamos muy preocupados --explicó Victoria.
-- Sí --dio un paso adelante. -- ¿Hay algo que pueda hacer por ti? --el se preguntó.
-- No, no es necesario. --
-- Gracias por venir --interrumpió Victoria mientras lo guiaba hacia la puerta. -- Realmente lo aprecio, mi amor. --
-- No, no te preocupes por eso --lo desempolvó. -- Espero que descanses bien --le besó suavemente la mejilla. -- Dulces sueños, los dos. --
-- Gracias, hijo. -- Después de verlo salir, se volvió hacia su esposo.
Él le abrió los brazos y le permitió que se corriera y apoyara la cabeza en su pecho mientras la abrazaba con fuerza.
~:~
Pido disculpas por la larga espera, tenía muchas cosas sucediendo. Háganme saber cómo les está gustando esta historia.
¡Muchos besitos!
~Raine 🌙