Alfa. [L.S]

By softlarrie28

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Harry intentó marcar a su omega, con la esperanza de verla en su cuello todas las mañanas y lamerla con cariñ... More

Capítulo uno.
Capítulo tres.
Capítulo cuatro.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.

Capítulo dos.

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By softlarrie28

  Despierta de forma lenta, sin querer hacerlo. La luz blanca penetra en sus ojos fuertemente, logrando que tarde algunos segundos en abrirlos. Se siente atontado, como si se hubiera un gran golpe en la cabeza. Y aunque desea con toda su alma que eso sea lo que haya pasado, no lo fue.

  Está acostado en la camilla con sábanas blancas, notando que sus ropas con manchas de sangre fueron despojadas de él y ahora solo hay una bata de hospital celeste tapando su blanquecina piel.
  Su cuerpo entumecido duele, siseando cuando trata de moverse, pero se rinde debido a la incomodidad punzante en sus músculos. Pasa saliva con algo de dificultad, notando como su garganta está gritando por agua.

  Curioso y levemente asustado, pasa su vista por el cuarto. Blanco, tan claro que el color llega a perturbarle, queriendo tan solo irse de allí en ese instante, pues tampoco aguanta el olor a látex y medicinas del lugar.

  Un sillón.

  Margaret estaba durmiendo en el sillón a la derecha de la camilla.

  Hace amago de pararse para llegar hasta ella, su omega, pero.

  Un gemido lastimero y lleno de dolor llega en su cuello, punzante y súbito que lo hace retorcerse. Las imágenes de ayer en la noche pasando con rapidez en su cabeza, hasta que, recuerda.

  Recuerda la sensación de los colmillos del otro alfa en su cuello y el horrible sentimiento en el pecho, el lazo no deseado.

  Las lágrimas amenazan con salir, junto a su labio inferior tembloroso pero callado debido a sus dientes, que lo sostenían para no emitir sonido alguno. El rascar de su lobo en su torso no ayuda.

  Ruega que pare, en su desesperación. En su delirio y locura, arrepentimiento puro.

  Una enfermera beta pasa por la puerta.

  — Oh, despertó.— es lo que pronuncia, antes de dejar unos papeles en el escritorio a su lado. — Harry Styles, ¿Cómo se siente?— la voz fina llega a sus oídos, él tarda unos segundos en responder.

  — Me duele el cuerpo.

  — ¿Algún lugar en el que duela muy fuerte?— la saliva pasa dolorosamente por la garganta seca, traga fuerte e incómodo.

  — Mi cuello.— la ve balancear su cabeza a ambos lados, antes de comenzar a buscar cierta medicina en el escritorio.

  — ¿Siente algún malestar aparte de esto? ¿Puedo hacer o traerle algo?

  — Agua.— ella asiente, avisando que vendrá en tan solo unos momentos, ya que hay un expendedor del líquido transparente en el siguiente pasillo. Él no hace mucho por mientras, tan solo perder su mirada en el lugar, sin pensar, pues sabe que le hará peor. Está perdido.

  Murmura un gracias en cuanto el vaso descartable está en su mano, con otro asentimiento de la mujer allí presente.

  — ¿Puedo saber cómo terminé aquí?— pregunta en medio del silencio, viéndola a ella cambiar el suero.

  — Anoche, luego de la pelea, llegó la policía. No sé mucho de esto, la muchacha que está en el sillón hablaba demasiado rápido. Tampoco sé algo del otro alfa, creo que está en otro hospital para evitar problemas aquí contigo.— su lobo gruñe, él le susurra que se calle. — Te estabas desangrando, no es tan grave de igual forma, no se preocupe tanto por eso. Es solo debido a su naturaleza, ya sabrás que los alfas están hechos, por así decirlos, para marcar, no para ser marcados. Salía una cantidad de sangre preocupante de tu cuello, agregando que tienes muchos moretones gracias a los golpes. Nada roto, por suerte. Es por eso que está aquí. — termina de cambiar el suero, sonriéndole de manera tranquila.

  Él responde con un murmullo inentendible al cual la beta no presta demasiada atención.

  — ¿Se siente cansado? ¿Desea dormir más?— sus párpados están cayendo, perdiéndose en la voz de la mujer. Su entrecejo frunciéndose a la vez que ella pronuncia palabra. Lame sus labios, tratando concentrarse. Su vista para a enfocarse en... en ahora tan solo su novia de hace años.

  — Dígale a ella que se vaya a casa.— ignora su interrogativa, apuntando a la omega con lágrimas secas en sus mejillas, luciendo débil.

  — Claro, lo haré. ¿Usted dormirá?— asiente, sintiendo la gasa y vendas en su cuello rozar con su pera. Desea darse la vuelta y dormir de costado, pero debe contenerse por la obvia razón de que no puede. — Que descanse. Sepa que en su estadía aquí, nosotros estamos a sus servicios.— su frase zumba en sus oídos, cayendo en un profundo sueño.

  O quizás no.

  Tal vez él despertó debido a los gritos de pavor y el sentir la sangre corriendo por su cuello otra vez, abundantemente. Y cuando él lo toca con sus dedos están llenos del líquido rojo, haciéndolo vociferar del horror.

  El llanto desconsolado a su lado y el ruido de los pasos de zapatos y tacones, dejándolo atontado y abrumado. Los ojos azules viéndolo con desconcierto. ¿Preocupación? No sabe qué sucede, y su corazón está latiendo increíblemente rápido.

  — ¡Harry! ¡Harry despierta!

  La gota de sudor en su frente termina por caer en su ceja, y él pestañea rápido, intentando acostumbrarse a la luz.

  Calor.

  Demasiado calor.

  Un celo, en estos momentos. Él realmente no lo puede creer. Se crea un nudo inmenso en su garganta, está tan abrumado que no puede reaccionar, no sabe qué es lo que debe hacer. ¿Qué se supone que pasaría con él ahora?

  “Dios, por favor ayúdame. Deja de hacerme sufrir.”

  Las sábanas encima suyo se sienten pesadas a pesar de ser de la tela más fina y ligera. Las quita, tambaleante y gruñendo. Hay una omega tocando la puerta con fuerza.

  — ¡Me necesita a mí! ¡Soy su omega, por favor!— su lobo aulla, él lo calla.

  — El alfa está atado a otra persona, por favor, absténgase de acercarse a esta habitación en estos momentos. No necesitamos más problemas con el otro alfa.— la enfermera habla, y él oye cómo Margaret comienza a sollozar. Tiene su boca tapada con su mano tiritante, con la otra rozando sus vendas en el cuello. Es cuando Margaret decide irse al no querer comprender que, el alfa con el que había planeado su vida completa, con hijos, marca y casamiento, viajes, escenarios en su mente que ya no pasarían; porque ella no es su alma gemela. No es su omega. Solo la omega con la que tuvo años de relación.

  Entonces escucha los tacones alejarse, que la beta entra en la habitación.

  — Dios te lo ruego, dime que está consciente aún.— y él no entiende de lo que habla, solo está sufriendo por su lobo llamando a otra persona, y no a su omega. — Styles, lo necesito aquí conmigo, ¿Sí? ¿Entiende lo que digo?— habla más lento, él escuchando, pero no prestando atención. Ella se ve superada, debe admitir que tiene pena de hacerla pasar algo así.

  — ¿Por qué no la dejaste quedarse?— suelta en un sollozo, casi inentendible, aunque la mujer se alivia de oírlo hablar.

  — Lo sé, es difícil, pero no podemos dejarla quedarse.

  — ¿Por... por qué no la estoy llamando a ella?— la ve morder su labio inferior, al mismo tiempo que de sus ojos rojos lágrimas comienzan a salir, descendiendo gruesas y brillantes por sus mejillas, calientes y de un color carmín fuerte por la fiebre.

  — Recuéstate, por favor.

  Ella se acerca, no puede saber si está segura en cada uno de sus pasos. Parece indecisa. Coloca una mano en su pecho, suavemente empujándolo y recostándolo otra vez en la camilla en la que antes se encontraba sentado. Su torso baja y sube con irregularidad, junto a su corazón latiendo fuertemente.

  — Me arde.— gruñe entre las sábanas, él tiene calor, no frío. Hace amago de volver a sentarse, pero la enfermera lo detiene.— Por favor, por favor, me arde, duele mucho. ¡No quiero estar aquí!

  — No podemos, lo siento pero en verdad no podemos llamarlo.

  — ¡¿Por qué lo llamarían a él?! ¡Margaret es mi omega! ¡Yo no soy el puto alfa marcado por alguien!— es entonces que la beta retrocede, manteniéndose estable a pesar de que un alfa le esté gritando. Se siente nerviosa, sin embargo.— Yo, yo iba a marcarla a ella.— y su voz se quiebra, al igual que él, quebrándose en pedacitos como todos sus sueños y los planes que tenía hasta ayer. — Iba a marcarla a ella...

  Es así como él rompe en llanto, alarmando a la mujer que ya no sabe que más hacer.

  Unos minutos después viene un doctor a darle medicina, o quizás supresores, no sabe con exactitud. Solo le metieron una pastilla en la boca y un vaso de agua para pasarla.

  Y cae en brazos de morfeo otra vez.

[...]

  Louis.

  El castaño que ahora mismo está haciendo añicos cada parte de la habitación del hospital que se le fue asignada. Él es quien aulla y grita para que lo saquen, volviéndose loco por encontrarse encerrado. Su lobo rascando con fuerza en su pecho volviéndolo loco. Arranca algunos de sus cabellos en su desastre, siendo consecuencia de su rabia, pateando y golpeando con sus manos en puños otra vez la puerta.

  Él lo siente llorar.

  El alfa que posee gritándole que vaya por él, que lo cuide y que pase su celo junto a él, el alfa de ojos verdes y cabello corto rizado. El alfa que mordió anoche en una pelea y su descontrol por el calor. Aún así sintiendo la confusión, mezclada con preocupante tristeza y terrible decepción, dejándole un mal gusto en la boca que no consigue sacar.

  — ¡Mierda, déjenme salir! ¡Tengo que ir a buscarlo!— vocifera mientras golpea la puerta con rudeza, con sus nudillos ya sangrando, con los médicos afuera sin tener alguna idea de qué hacer y pensando si fue tan malo haberlos separado. — Debo protegerlo, está llorando. ¡Sáquenme de aquí ahora!

  — Tomlinson necesitamos que por—

  — ¡No me importa la mierda que ustedes necesitan!

  — Si hace lo que decimos le dejaremos verlo, por favor, háganos caso.

  Él no los escucha, no ahora. No es lo que quiere ni lo que busca.

  — Él está en otro hospital, ¿Sí? Está a salvo, lo están cuidando bien.

  — Tengo que cuidarlo yo.— termina por rugir, totalmente siendo controlado por su lobo, sin saber que está haciendo sollozar a enfermeros y pacientes omegas que pasaban por allí antes de ser sacadas totalmente del lugar. Muy en el fondo, está el verdadero Louis; sintiéndose terrible por todo lo que está sucediendo, lo que él provocó, la forma en la que está dañando a tantas personas.

  — Necesitamos que nos deje pasar, así podemos ayudarlo. Lo llevaremos con él, pero para eso es importante que usted esté calmado.— y gruñe unas cuantas veces más, exasperando a los médicos afuera, quienes suspiran y hacen señas al otro para retirarse. Están apunto de rendirse por completo.

  — ¿Dónde está él?

  — Hospital Saint Thomas. Por favor, ¿podría usted obedecernos en algo?— lo piensa bien unos momentos.

  ¿Realmente ellos lo llevarían a verlo?

  Suelta un gruñido para hacerles saber que los escuchará, sin tener la motivación para hablar. Ellos entienden luego de unos segundos. Siente repudio por los aromas de triunfo y orgullo que están soltando ahora, y son los que deberían estar agradecidos porque él está encerrado para no hacerles daño.

  — Debe ingerir estas pastillas. Le daremos un vaso de agua para que pueda pasarlas, no se preocupe. Tenemos que llevarlo tranquilo así no asusta a su alfa, ¿Verdad?— dice uno rápido, quizás nervioso, pefo él aún sigue notando sus feromonas fuertes de superioridad; lo que lo hace rodar los ojos, ¿ellos no deberían estar ahí porque disfrutan de cuidar de sus pacientes?

  — Me van a drogar.— afirma, con una voz gruesa e intimidante, amenazante. Siente el olor asqueroso del miedo de los demás médicos, aparte de los otros dos hablantes, taladrando en sus fosas nasales y deseando en esos momentos no tener olfato en absoluto.

  — Son supresores, Tomlinson.— hablan con la verdad, al fin y al cabo, se dan cuenta de que no pueden engañarlo.— Le rogamos que los tome, sus feromonas están llenando el lugar completo ahora mismo, los omegas aquí pueden llegar a enloquecer.

  Tarda unos segundos en contestar, un corto tiempo en el cual se cuestiona si lo vale por el rizado recién conocido. Deja caer su cabeza en la puerta pulcra y blanca, meditando su respuesta, pero la interrumpen.

  Es su lobo rasguñando insistente en su torso que le grita que sí.

  — Denme esas tontas pastillas.— demanda al final, con su voz áspera,los alaridos y aullidos que se resonaron en algún punto resonaron en esa habitación hasta romper el oído de los médicos ahora dejan su consecuencia en su garganta, doliéndole fuertemente al tragar. Puede llegar a pensar que perdió el completo control, pero sabe que aún puede pronunciar palabra, a pesar de sus cuerdas vocales cansadas del esfuerzo.

  Luego de eso es cuando las consume, tal y como lo prometió. La marca apenas fue hecha la noche anterior, y él se siente tan frustrado del sentimiento de su lobo al apego tan rápido que tuvo con el alfa de ojos verdes, que no logró ver por tanto tiempo, apartando los momentos en los cuales lo golpeó cruelmente.
  Ocho minutos pasan, en los cuales él tan solo estaba parado, quieto y casi desconectado de la realidad. El mareo llega de un momento a otro, la sensación del revoltijo en su estómago provocándole náuseas que hacen que su mano termine cayendo en su abdomen.

  Ni siquiera le da tiempo de caminar hasta la camilla destruída en trozos por sus garras, que cae al suelo en un ruido sordo.

  Aquellas pastillas no eran tan solo supresores.

 

 

 

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