Se nos da bien odiarnos | Sup...

By ChicadeOtroRollo

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El prestigioso National City High School siempre contó con la excelente Kara Danvers, profesora de literatura... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35 [Epílogo]

Capítulo 34

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By ChicadeOtroRollo

Quedaban poco para las vacaciones de verano. Después de lo sucedido con James (y de recuperar sus tacones y bolso), pasaron casi cuatro meses de máxima tranquilidad y felicidad. No recibieron noticias ni de Lucy ni de Olsen (quizá incluso James abandonó la ciudad) y no hubo ningún problema más, algo que les ponía muy contenta. Se pasaron días trabajando, yendo una a la casa de la otra para disfrutar el fin de semana, con la familia e incluso amigos. Por supuesto, Winn y Nia se sumaron al "secreto" compartido de aquellas dos.

Lena se levantó temprano para prepararle el desayuno a su novia mientras ésta se duchaba antes de ir a trabajar y se sentó en el taburete, pensativa. Eso es lo que hacían últimamente cuando coincidían a primera hora de la mañana, para compartir y aprovechar más tiempo juntas ya que Kara iría al campamento para disfrutar con los chicos para despedirse de otro año entre que Lena debía de ir a L-Corp para encargarse de cumplir el trato.

No habían hablado de la posibilidad de ir a vivir juntas. Lena no sabía si era demasiado pronto o a Kara le gustaría la idea porque a lo mejor la agobiaba. Sí, ahora la pelinegra era la que más implicada estaba en la relación; quería demostrarle a Kara que los sentimientos por ella era más fuerte de lo que pensaba y que no iba a ponerle freno. Además, sumándole verano... Kara tendría un poco más de tiempo libre, pero ella tendría que pasarse desde la mañana hasta la noche moviendo hilos para ayudar a su hermano. Entonces pensó que, para no ir tan rápido, quizá a ella le gustaría también trabajar en L-Corp.

—Hum, cariño... —dejó el café en la mesa cuando escuchó a su novia bajar por las escaleras—. Quisiera hablarte de... ¡Ag!

—¿Lena? ¿Qué haces en el suelo?

—Hacer flexiones, ¿qué te parece? —se burló todavía en el piso y Kara se echó a reír.

—Ah, ya veo... No han pasado ni cinco minutos y ya estás arrodillada para pedirme más guerra.

—No, idiota —se echó a reír cogiendo su mano para levantarse—. ¿Qué pasa? ¿No tuviste suficiente desde la última vez? ¿Cuánto hace? ¿Una semana? Este mes nos lo hemos pasado... —preguntó con picardía y Kara sonrió arrogantemente.

—Digamos que siempre tengo ganas de más —ronroneó interrumpiéndola antes de darle un beso, pero Lena le frenó los pies.

—Hum... El desayuno. En breves tenemos que irnos a trabajar. Te recuerdo que vamos a patitas.

—Bueno... Si cogemos el coche llegaríamos a tiempo... —volvió a acercarse, pero Lena le puso las manos en el pecho.

—Kara, no me hagas repetirte que odio el deporte y este es el único que haré contigo —volvió a reírse haciendo que la rubia hiciera un puchero—. No, venga —le rodeó del brazo para ir a la cocina.

—Por cierto, antes querías algo, ¿no? —preguntó recordando que se cayó entre que se sentaba y ella asintió poniéndose a su lado.

—Sí, bueno... Dentro de poco acabamos las clases, pero yo después de eso trabajaré en L-Corp.

—Sí, lo sé.

—He pensado que quizá te gustaría trabajar para mí como secretaria ya que apenas nos veremos. Ganarías un extra y, no sé, a lo mejor nos gusta y mudamos de trabajo —se echó a reír, pero la rubia frunció el ceño.

—No creo, Lena —contestó haciendo un mohín y le cogió la mano para que no se preocupara al ver que apretó los labios, borrando su sonrisa—. Entiendo lo que quieres decir, pero ¿secretaria...? Lo siento, pero no. Además, jamás dejaría el trabajo de mi vida por muchos extras que me den. ¿Por qué no mejor vivimos juntas? —cuestionó tan natural que Lena abrió los ojos, sorprendida—. Entiendo si dices que no por si piensas que llevamos poco tiempo como pareja, pero creo que ya somos mayorcitas y ahora mismo parece que...

—¿En serio? —interrumpió volviendo a sonreír y Kara se encogió de hombros tomando un sorbo de su café, asintiendo—. ¡Sí! —chilló de felicidad y la rubia se tranquilizó, echándose a reír al ver su reacción.

—¿Te parece que cuando vuelva del campamento, hablemos y vamos viendo? —preguntó Kara con una sonrisa y Lena asintió con la cabeza.

.

—Cat, tengo que salir ahora por el permiso que te pedí, ¿te acuerdas? —preguntó Lena mordiéndose el labio y la directora asintió—, pero vendré después. ¿Podrías mandar a alguien a que entregue estos trabajos a mis alumnos mientras estoy fuera?

—Claro, se los daré a Mike. Creo que tiene guardia ahora.

—Gracias.

Cat asintió entregándole el papel y Lena salió de su despacho. Exhaló removiendo sus hombros mientras se dirigía a la sala de profesores para coger su bolso. Para su fortuna, no había nadie y entró con rapidez para recoger sus cosas, pero tuvo que detenerse porque sintió un dolor punzante llegando al punto de marearse. Se sentó de inmediato, apoyando sus codos sobre la mesa para masajear sus sienes.

—¿Lena?

Abrió los ojos viendo a Kara con el ceño fruncido, sentándose en la mesa a su lado entre que se cruzaba de brazos. Lena suspiró y asintió sabiendo lo que iba a decir. Llevaba todo el mes igual, pero esta semana le dio más fuerte y pensó en que la anemia le había golpeado tanto como hace más o menos un año. Al final le hizo caso a la rubia como a Lillian y pidió cita para ir a su médico para que le recetase las "pastillitas de arcoíris" como lo llamaba su novia.

—Voy ahora al médico, tengo el papelito, ¿contenta? —susurró casi riéndose, aunque cansada haciendo que la rubia arrugase más la frente.

—Cielo, ¿seguro que es la anemia? —se preocupó a pesar de que Lena le había comentado que se desmayó en mitad de una clase cuando estudiaba—. Esta mañana te veía con energía y ahora...

—Kara, te lo aseguro que lo es —la tranquilizó levantándose y le dio un suave beso—. Me van a hacer una analítica y un test de orina y me darán los resultados el mismo día porque el médico es de la familia, ya lo sabes. Esta noche verás como te envío una foto del bote de pastillas para el hierro.

—Vale... Entonces volveré a clase que he venido a coger esto —señaló el libro de texto que se dejó—. Avísame con lo que sea, por favor.

—Sí, cariño —se despidieron con un beso antes de seguir sus caminos.

.

Después de terminar la mañana y tiempo después del almuerzo, Lena estaba por los pasillos del hospital para ir a su consulta. Tenía el corazón acelerado porque Harley, la médica de confianza de su familia, aunque también una gran conocida, le había enviado un mensaje de texto de que quería darle los resultados en persona. A pesar de que le aseguró de que no era nada grave, palabras así nunca fueron buenas noticias.

Se encontraba un poco mejor, pero sintió que su cuerpo estaba mal. Ella intentó no pensar en que tenía todas las enfermedades posibles y deseó que Harley le había dicho eso porque quería charlar un rato con ella después de tanto tiempo. La médica había pasado muchos días sueltos con ella porque su novia Ivy era psicóloga y le ayudó durante mucho tiempo, entonces era lógico que quisieran compartir anécdotas.

—¿Qué tal, Lena? —preguntó la doctora dejando pasar a la pelinegra a su consulta. Se sentó en la silla antes de contestar.

—Mejor, pero muy cansada —hizo una mueca y la médica alzó las cejas, exigiendo una verdadera respuesta—. Vale, sí. Esta mañana estaba hecha un asco, pero ahora estoy mejor.

—Es normal, monada. Te tienes que cuidar más con esa anemia que tienes —sonrió ampliamente mientras cogía las analíticas e informes y Lena exhaló aliviada, mostrando felicidad.

—Madre mía, Harley. Tanto suspense... Pensaba que estaba enferma —se echó a reír y la rubia rodó los ojos.

—Lena, cariño, la anemia no es algo para manejar a la ligera. Además, no queremos que nada salga mal, ¿verdad?

—Eso me lo dices siempre —puso los ojos en blanco mirando los informes por encima que Harley dejó sobre la mesa.

—Mujer, eso sí lo hacías tú sola —se echó a reír, pero Lena frunció el ceño.

—¿A qué te refieres? —la miró por encima de los informes con una sonrisa y la médica ladeó la cabeza sin comprender.

—¿Cómo que a qué me refiero? —preguntó Harley arrugando la frente, cogiendo el informe del examen de orina y poniéndoselo en su cara. Lena ladeó la cabeza y miró nuevamente a su amiga, sin entender nada—. ¿Lena...?

—¿Harley...? —cuestionó divertida ya que no estaba entendiendo nada de lo que estaba pasando.

—Lena, estás embarazada, lo sabes, ¿no?

Silencio.

La médica borró su sonrisa cuando vio que Lena no podía ni pestañear mientras miraba los informes, en cómo sus facciones de su rostro se tornaron a uno sin expresión. Se levantó enseguida, dirigiéndose a ella al no verla reaccionar. Harley antes pensó en muchas cosas e incluso darle la enhorabuena de haber seguido adelante cuando Lillian le había comentado que rehízo su vida con otra persona, pero esto claramente fue una sorpresa tanto para ella como para Lena.

—No puede ser, Harls... —se echó a reír nerviosamente, pensando en que era una broma—. Tomo las pastillas. Jamás me salto ninguna. Lo he hecho muchísimas veces con mi novia, que es intersexual, por cierto, y jamás ha pasado nada. Así que no br...

—Lena, no es una broma... Claramente muestra que hay hCG, eso quiere decir...

—No —negó sin poder creérselo, insistiendo de que era una broma pesada.

—¿Has notado mareos o náuseas durante este mes? ¿Cambios de humor o cuerpo? ¿Has ido al baño más de lo normal?

—Pero eso...

—¿Cuándo es tu próximo periodo? —le cortó poniéndose seria entre que se apoyaba en la mesa para coger los informes. La mente de la pelinegra se nubló, poniéndose blanca en el momento. Era cierto de que se le había retrasado. Miró a Harley que ésta volvió a señalarle de nuevo los resultados del examen de orina, indicándole la casilla importante y luego los dejó en la mesa al ver que Lena agachaba la mirada, cerrando los ojos—. Cariño, aunque tomes las mejores pastillas del mundo, nunca serán cien por cien efectivas y, por tanto, es aconsejable usar preservativo. Y, aunque tu novia sea intersexual, si su esperma es fértil... —intentó explicar, pero la pelinegra sacudió la cabeza rápidamente.

—Harley, no estoy embarazada. Al igual que las pastillas, los exámenes también pueden fallar. Seguro que por la rapidez que lo habéis hecho —se quejó volviendo a sacudir la cabeza y la médica exhaló, asintiendo.

—Vale, mira... Puede que estés de tres semanas o cuatro —intentó decirlo lo más suavemente posible, pero Lena negó.

—Harley, no estoy embarazada —repitió tajantemente y la rubia se rascó la frente.

—Solo intento decirte que vengas la semana que viene. Te haremos una ecografía para estar seguros, ¿de acuerdo?

—Harley, No. Estoy. Embarazada —se levantó con un gruñido haciendo que la médica suspirara y se dirigió a la salida sin despedirse.

.

—Estoy embarazada... —susurró Lena dejando escapar al fin las lágrimas cuando su tercer test dio positivo como los otros dos.

Tiró la prueba de embarazo a la papelera y se levantó del inodoro para ir al lavabo a echarse un poco de agua. Anoche lo pasó bastante mal. Ella siguió erre que erre de que no estaba embarazada (nadie le ganaba en ser testadura), deseando de que los exámenes médicos se habían equivocado y siguió como si nada, enviándole una foto sonriente con el bote de pastillas de hierro a su novia.

Pero al dormir, no paró de darle vueltas a la conversación que tuvo con Harley y quería asegurarse de que era verdad de otro modo. Así que aquí estaba, en el baño del instituto en su hora de descanso dejando su orina en cada test con la posibilidad de que hubiera uno que diese negativo, pero, por muy poca intensidad o por muy borrosa que se viese alguno uno que otro, aparecieron las dos rayas.

—¿Profesora Luthor? ¿Estás bien?

Ruby había entrado sin pensarlo dos veces y Lena rápidamente se rascó los ojos, asintiendo con la cabeza mientras se miraba al espejo. La pequeña Arias arrugó un poco la frente y se acercó con cautela, pero la pelinegra la miró con esa mirada Luthor. A pesar de que sabía que estuvo llorando por sus mejillas rosadas y sus ojos rojizos, prefirió tragar saliva y más cuando escuchó su voz.

—Lo estoy, pero si no lo estuviera, tampoco te incumbiría. Que yo sepa todavía hay hora de clase, ¿cierto? —miró su reloj al ver que quedaban diez minutos y aguantó las ganas de llorar al pensar que había estado casi toda la hora ahí escondida.

—Eh, ¡sí! Pero tengo permiso del profesor Schott para ir al baño y...

—Entonces no tardes o te pondré tu primera amonestación —gruñó pasando por su lado y Ruby suspiró.

—Y a mí que me daba la impresión que conmigo se llevaba mejor que con los demás —hizo un puchero nada más verla salir y se puso frente al espejo, dándole la espalda.

En realidad, ella no tenía ganas de hacer sus necesidades, sino de hacerle el estúpido favor a Imra en buscar su pequeña bolsita de hachís que se dejó en alguna papelera porque últimamente su madre le registraba la mochila y, aunque era antihigiénico, era el único modo de esconderlo. Además, esa droga no olía tanto como otras y así le fue bien.

Como nunca le dejaban salir a Imra porque era más traviesa, Ruby era su luz de esperanza para dárselo nada más tocar el timbre. Así podría fumar tranquilamente después de clases y cuando entrasen a las extraescolares, volvería a esconderlo como si nada hubiera pasado.

Entró cubículo por cubículo, agitando las papeleras con cara de asco y usando papeles como guantes para agitarlo con más comodidad. Su mejor amiga le debía una muy gorda. Unas cuantas, mejor dicho, porque estaba claro que no era la primera vez. Pero se detuvo abriendo los ojos de par en par cuando entró en el cubículo donde Lena había estado minutos antes.

Entre sus manos y sus pinzas de papel higiénico, lo cogió y vio el positivo. En todos ellos. Quizá podría ser de cualquier compañera, claro, pero ver a la pelinegra hace un rato salir, con esa cara... Cualquiera sumando dos más dos sabrían el resultado. Lo dejó de nuevo y los tapó con más papeles por si acaso. Cogió lo que vino a buscar y se marchó sin pensar en nada más.

.

—Bien, chicos... Os queda el último tirón. No lo dejéis y así podremos disfrutar del campamento —terminó Kara nada más sonar el timbre y todos se levantaron para irse a casa.

—¿Ahora me lo puedes decir? —preguntó Imra volteando los ojos mientras recogía sus cosas y mirando como su amiga cogía su mochila—. Llevo en suspense toda la mañana y tengo muchísima curiosidad. ¿Qué es eso que has descubierto que no me lo puedes contar ni en una nota?

—Espérate un poco...

—Tía, venga, no seas así —se quejó Imra poniendo su mochila en la espalda, señalando con la mirada que todos se estaban yendo por la puerta.

—¿Qué os pasa? —preguntó la rubia posando sus manos en la mesa, dirigiéndose a las dos—. ¿Tenéis alguna duda?

—Sí, que Ruby tiene un chisme y no me lo quiere contar —gruñó la pequeña Ardeen cruzándose de brazos y la pequeña Arias volteó los ojos, pero luego miró a Kara que tenía el ceño fruncido.

—Eso es. ¡A lo mejor tú sabes algo! —gritó Ruby de felicidad y cogió a Imra para dirigirse a la profesora. Nada más todos salieron, se acercó a la rubia que achinó los ojos, preguntando con la mirada que era lo que estaba tramando—. Kara, como tú te llevas mejor con Lena, ¿sabes si está embarazada?

—¿Qué? —preguntó Imra en su lugar, echándose a reír mirando a Ruby y ella también la miró—. ¿De dónde te has sacado eso, loca?

—Es que encontré varias pruebas de embarazo y sí, puede que sean de cualquiera, pero ella era la única que estaba en el baño y, además, la vi como una persona que reacciona cuando está embarazada —explicó convincente haciendo que la boca de Imra abriese, alucinada.

—Tía, pensaba que esa mujer, de lo fría que es, estaba soltera —soltó una carcajada al igual que lo hacía Ruby que también asentía, dándole la razón, pero en cuanto sus miradas se dirigieron a la profesora para saber si tenía la respuesta, cerraron la boca—. ¿Kara?

.

La pelinegra recogió sus cosas mientras se masajeaba las sienes. Ella estuvo toda la mañana pensando y quiso esperar en decírselo a Kara; ir al médico para que le hiciesen la ecografía y asegurarse del todo, aunque sabía al cien por cien de que estaba embarazada. Entre tantos test positivos, era imposible que fuese lo contrario, pero tenía esa pequeña esperanza (milagro) de que no fuese nada y así, no perder a su novia. No perder a la persona de la que se estaba enamorando.

Su vista se levantó al ver como la rubia entraba y le dedicó una sonrisa que fue devuelta. Esperó a que ella también cogiera sus cosas e hizo un poco el tonto hasta que todo el mundo se fuera como hacía siempre para irse juntas a almorzar sin sospechas. Pero en cuanto se giró para ver a su novia nada más quedaron ellas a solas, el corazón se detuvo.

—¿Estás embarazada? —preguntó de sopetón haciendo que la pelinegra se encogiera en el sitio—. Lena, contéstame. ¿Estás embarazada?

—Kara, yo... —balbuceó como una niña pequeña, sin saber muy bien qué contestar y preguntándose cómo demonios lo sabía si habían estado bien, sin ningún signo de advertencia y después de haberle sonreído de aquella manera.

—¿Lo estás? —preguntó esta vez furiosa y Lena sintió una presión en el pecho, haciendo que respirara con dificultad. Sus ojos se volvieron acuosos y agachó la cabeza sin poder contestar—. ¿Eso es un sí? —cuestionó elevando la voz y Lena finalmente asintió, dejando escapar unas cuántas lágrimas, sabiendo de que era el fin—. ¿¡Y no me lo pensabas contar!?

—Kara, claro que... —ella aún así intentó con la esperanza de que cambiase de idea, pero, por su tono de voz, parecía difícil. La rubia sacudió la cabeza, interrumpiéndola.

—¡Me he tenido que enterar por otras personas, por el amor de Dios! ¡Siempre me entero de todo por otras personas! ¡Todo lo importante, todo lo de mi alrededor! ¿¡Es que nadie me tiene en cuenta!? —gritó exasperada, también con lágrimas en los ojos.

—Cariño, por favor... —susurró Lena lo más suavemente posible para tranquilizarla, agarrando sus manos, pero Kara las apartó de mala gana.

—No, Lena... Si me duele que me engañen, imagínate esto... —sentenció cogiendo sus cosas, saliendo de ahí y dejando a Lena desconsolada, culpándose de todo.











Lo siento :). Sé que dije que iba a tardar, pero tenía este capítulo a medias y me animé acabarlo. PD: se viene el final <3

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