Midnight in a perfect world (...

By julietaohjulieta

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''Todas las niñas usaran falda y todos los niños pantalones. Las expresiones artísticas (tanto música, como l... More

Primer acto: Platinum Jail a la distancia
Tercer acto: Sobredosis
NO ES ACTUALIZACIÓN :(
Cuarto acto: Miradas (PARTE 1)

Segundo acto: Mil vidas

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By julietaohjulieta

 Mi hermano me perdió mi archivo pero la lap la recupero. No daré más detalles del motivo de mi tardanza.

100+ visitas. Me estoy muriendo de felicidad.

Sin más que decir, aquí dejo el segundo acto

Escabulléndome por la puerta puedo  notar lo tarde que es. La calle a mi derecha está ya vacía, la avioneta y el aeroplano han dejado de adornar el cielo, me siento sola y a la deriva y la imagen del regaño de Tae ha dejado de ser un alivio.

Tú te lo buscaste.

No se escucha ruido en ningún lado y dudo un poco si de verdad me encuentro metiéndome en cuclillas a la casa correcta. Me reprenderán en  cualquiera de los dos, cualquiera sea la situación, ya estoy adentro. Todas las casas son más cálidas por dentro, a pesar del mismo diseño, poco afable de la ciudad.

Siendo el piso de madera, me deshago de las botas o de lo contrario Tae me plantaría la paliza que me merezco (con toda razón) y yo no me daría por enterada. Reconozca rápido la casa y al menos el salir por la ventana y saltar de casa en casa ya me lo ahorre.

La monotonía con toques de silencio y gran proporción de oscuridad son la receta perfecta para el suspenso. La cabeza me zumba como si un abejorro volara al acecho esperando el momento perfecto para picarme (sensación que atribuyo a las horas y horas que conduje por la isla). La mente me está tratando de jugar algo sucio y lo percibo desde el tambaleo de mis piernas, hasta el temblor de mis dedos. Después de la pesadilla que me obligue a experimentar, puedo decir que es comprensible.
En mi mente lanzan juegos artificiales a lo lejos y varios aplausos y estallidos de felicidad (como aquellos pobres imbéciles desahogándose en el Rhyme) se desprenden de la gente que a su vez celebra algo. Todo es imaginario, ya lo sé, pero me aferro a la pared, luchando para que mi mente deje de zambullirse en el delirio. Ignoro también el ladrido del perro de hace unas horas, diciéndome que Ren no ladra, pero de cualquier manera, si no fuera un allmate, si llegara a desarrollar un ladrido, no sería tan agudo, o molesto.

Siento los pies tambalearse y todo me da vueltas. Vértigo y una caída tratan de escaparse de mis piernas, pero me vuelvo a parar derecha, recordándome que he estado en situaciones peores. Estoy segura de que Tae me va a matar y que Aoba y Sei están durmiendo más plácidamente que cualquier otra noche.  No sé realmente si debo dar mi cara esta noche en la casa, pero volver hasta mañana solo empeorara las cosas y no es una situación TAN grave. Tal vez me pegue, si (con el tino que tiene, no quiero imaginar), tal vez me regañe, seguramente ¿pero que no es normal en ella? ¿Que no estoy acostumbrada a eso y todos terminamos riendo? Además, no puede pasar de eso.

Si me salgo estaré a merced de la corrupta policía de la isla y eso ha de ser un millón de veces peor.  El suspiro más grande que jamás he proferido se escapa de mis labios y ya ni siquiera me importa si me escuchan o no, al fin y al cabo, recorrido-de-media-noche-en-Midorijima, como llegada-tarde-a-casa y egoísta-solitaria (sin contar otros tantos que se ha de guardar de mi) es básicamente mi descripción. Sonrío para reírme pero no sale nada y siento que llevo siglos caminando.

Me detengo para adaptar la visión y tratar de no romper nada, los espacios en la casa son muy grandes pero casi puedo ver a Tae señalándome (no solo a mí, sino también a Aoba) gruñendo un nombre más para la lista. Algo como, mierda-descuidada. Menos severo, pero realista.  Quiero decir, probablemente he pasado más tiempo con Tae, Sei y Aoba, incluso con esos viejas botas militares y mi motoneta, que de lo que pase con aquel padre del cual no recuerdo mucho, como si mi mente hubiera silenciado recuerdos importantes de él. Lo saben, me conocen bien.

Mis pies tan solo recubiertos por unas medias de reja se aferran al piso, que, contrario a la cálida climatización de mi hogar, parece asemejar el frio a algún tipo de glacial. Es muy exagerado y mis recuerdos vagan por el bar donde trabajo; ni siquiera el micrófono que Clear y yo usamos para cantar es tan frio.

Me estremezco y el cuerpo me tiembla por impulso. Diviso justo a tiempo la mesa de centro y logro desviarme a pesar de mi tambaleo. Me siento como una ebria (lo digo por clientes borracho que a diario salen del bar), y recuerdo que Aoba le pidió a Clear vigilarme – para no tomar. Rozo un sillón con las rodillas y el afelpado relleno me ínsita a acostarme, sin embargo, mi mente termina por convencerme de que la cama y el calor de mis ‘’hermanos’’ serán millones de veces mejor.  Casi puedo sentir a Ren en mis piernas, pero la fría superficie me empuja de vuelta a la realidad.

Ubico las escaleras en algún lugar cruzando la cocina y me pregunto si habrá algo de comer. Imagino el aroma de la comida siendo preparadas por las habilidosas manos de la anciana y me alegra saber distinguir cuando magino las cosas, separándolas de mi imprudente fantasía con la conformista realidad.

Pongo las manos en frente de mi rostro y deslizo la puerta de la cocina, cuya luz nunca se apaga (esto gracias a Aoba), y el suave ruido del bambú contra bambú me relaja.

La mesa de centro me juzga en silencio y puedo ver el periódico en encima de ella. Nuestra costumbre diaria (o rutina de la mañana) es básicamente leerlo. Nos perdemos en aquellas monótonas palabras, diferentes, claro, pero que a fin de cuentas, la historia es igual. Los agentes de Platinum Jail tienen un placer sádico de colgar a los ofensores (chicos que contradicen a las leyes) para ver como de poquito a poquito se deshidratan y en casos que he escuchado de por la zona norte, morir.  Y cada mañana es lo mismo. Siempre escucho sinónimos idiotas de cansancio, como desaliento o desesperanza; pero estoy segura que los que lo escriben tan solo son cobardes. Como yo.

Vuelvo a suspirar – ahora más quedo – y con los pies firmes, pie frente a pie, pienso en las cosas que Tae habrá cocinado el día de hoy y me perdí por la rutina diaria. No espero mucho, considerando lo lista que es y que (de una forma muy peculiar) piensa en mí.

Me sorprende ver un estofado de curry con arroz y mi única frontera para llegar a él es un pedazo de hule cubriendo el pato. Debió ser Sei. Pensar en lo que él podría ser capaz de hacer por mí me quita el hambre y dejo intacto el curry sobre la reja del refrigerador (¿así se llama?). Un gesto feo e infantil se escapa de mi rostro – más que nada por maña – y diviso por el rabillo del ojo el agua para café puesta. Lo único que hago, aferrándome bien a las botas, es encender la estufa y esperar.

Veo a Tae en la estufa de pronto y tres niños se la acercan a preguntarle que está haciendo, inclinando sus cabezas simultáneamente. Se voltea a mirarlos con una sonrisa – que aun veo, pero quizás en esa época no sabía que la gente podía tener otro sentimiento además de felicidad – y uno a uno nos carga para ver el curry hirviendo, con unas pocas burbujitas buscando escapar del calor. Aoba levanta la mano y grita que quiere aprender a cocinar y Sei se ríe mostrando unos blancos dientes, mientras yo grito con los puños apretados a mi costado la simple expresión de >>SI<<. La vencemos de un suspiro – cosa que ahora nunca logramos – y nos explica el procedimiento para la salsa.

Con la cabeza en la mesa cierro los ojos y el recuerdo desaparece con un flash; de la misma forma que llego. Una mueca me sale muy natural al pensar en lo molesta que era. No me gustan mucho los niños, empero la razón por la cual no planeo tener hijos no es por eso, si no por la mísera isla en la que nos toco vivir. Conozco a pocos chicos los cuales planean irse de aquí y no comparto el talento de Aoba para hacer amigos, o el encanto femenino de Sei. Dudo que alguien pueda llegar a sentir algo por mí. Me resigno a que muy probablemente mi futura vida esta llena de todo tipo de miserias, a excepción de la más importante, que llaman amor. Suenan bien mil vidas, pero dudo que aun así alguien pueda llegara a creer que soy importante aquí. ¿Por qué hemos nacido aquí? ¿No podemos tener todo ese tiempo? ¿Nacer antes, otra época, una mejor? ¿Nacer después, un cambio, una revolución? Quiero vivir todas esas vidas junto a mi ‘’familia’’, pero vuelvo a reconocer mi imaginación abriéndose paso en mi mente. Con el tacto suave pero tedioso del mantel mezclado con el sonido del agua comenzando a hervir, reconozco que no puedo hacer nada de eso.

Me vuelvo a levantar de nuevo, dejo las botas junto a la silla y busco en la alacena alguna taza, a pesar de que la cafeína no me quita el sueño. Busco también el café y la azúcar y dejo todo en la mesa para dirigirme al cajón y buscar una cuchara. Desesperada el agua hierve aun más, pero contradiciéndola vierto el café y azúcar en la taza como si el mundo fuera a durar otros miles de millones de años. Solo me giro a apagar la lumbre y mezclo el polvo blanco y café oscuro. Meso la cadera recordando la alegre, perfecta y armoniosa voz de de Clear. Bailo, siempre me provoca bailar. Agacho la cabeza burlándome de mí. Si él estuviera aquí ahora me obligaría a dejar todo lo que estoy haciendo y tomándome por la cadera, haría un vals de salón.

Se me pega la armonía y noto lo mucho que amo bailar – pero lo mucho que odio que me vean. Giro en mis talones con un pedazo de tela en las manos para tomar el agua hirviendo y no quemarme con el metal caliente del recipiente. Cuando vuelvo a tornarme para verter el agua en mi taza, los acusatorios ojos de Tae me hacen pegar un grito.
Estoy a punto de hacer un movimiento brusco con las manos pero, recordando que llevo el agua hirviendo, pongo la mano en la boca del recipiente, quemándome un poco y la retiro al instante.

-Me asustaste – mi voz sale con un tono muy infantil, ¿acaso lo tomara  mal?
No me responde y lo único que hace es suspirar mientras se acerca a mí y me quita el recipiente de las manos. La casa parece sumergirse en silencio de nuevo. Nada de esto puede estar bien pero me rio por dentro al pensar en que estoy acostumbrada a lo que pueda seguir.
-¿¡Cuantas veces te he dicho que no llegues tan tarde?!

Su mano vuela más de lo que puedo imaginar y siento el golpe llegar por la nuca, causándome dolor y un cosquilleo a su vez. Ahogo la risa mientras veo como Tae está sacando el curry para calentarlo y alimentarme un poco. También me hace una señal para tomar algo especial para el recipiente caliente. Es de color amarillo y está colgado frente a la estufa. Lo tomo sin preámbulos y logro al fin servirme mi café.

-Niña, ¿Qué horas son estas de llegar?

Nunca me llama por mi nombre. Es muy rara la ocasión.

-Mi motoneta se descompuso, Tae. Tuve que llevarla con un mecánico y me hizo esperarle mil horas – exagero mis expresiones mientras le miento.

Pone el curry ya caliente en mi cara y el olor se me figura a lo mejor del mundo. Sonrió mientras me pasa un tenedor y se sienta a mi lado, un lugar que da un buen panorama de la mesa.

-No te creo nada – me responde tomando el periódico, doblándolo y dándome un golpe con él. No dejo de sonreír en ningún momento.

Me llevo el curry a la boca y me trae un montón de recuerdos. Por un momento Sei y Aoba están sentados a mi lado llevándose exagerados bocados a la boca, pero reprimo el recuerdo para concentrarme en comer.

-No me creas…
-No lo hago. – responde leyendo el aburrido periódico.

Nunca he podido convencerla de ninguna mentira, tampoco es que quiera; pero una vez que logre convencer a Kojaku, creí que podía hacerlo con todos. Con ella me ha fallado desde que recuerdo. Siempre termina volteándome todo y haciéndome cargar con culpa que no debo tener, ese es el talento de Tae.

-Pero quiero decir, paso…
-Lo que tu digas, niña – esta noche me tiene también.

-Tae – la hago mirarme con una ceja levantada – nunca me enseñaste a cocinar – hago la observación rápida mirando un pedazo de carne en mi tenedor.

Resopla.

-Eres mala y lo sabes.

La miro y extrañamente me rio más de lo que quiero; pensando en que tiene razón, pues una [T/N] de niña detrás de mi está quemando absolutamente todo lo que vierte en la olla. Ignoro el olor a quemado y este recuerdo se va también.

-Sip – observo aun riendo por mi falta de talento – pero tú haces milagros.

Ya estás diciendo tonterías.

Tae baja el periódico y se cruza de brazos.

-Te hace falta dormir – dice al fin.

Me vuelvo a reír. Levantándome para dejar el plato en el lavabo le doy un beso rápido en la frente. Gruñe, pero no por enojo – estoy segura – si no algún tipo de ruido para expresarme su cariño. Casi puedo sentir una sonrisa en su rostro, estando a su espalda. Abro la llave y dejo que desprenda la salsa del plato. Lo cierro después de solo unos segundos; antes de que se tire por los bordes del plato.

-Tienes razón -  me agacho a tomar las botas.

Camino hacia la salida de la cocina, cuando Tae me devuelve a la cocina.

-¿Es un bulto lo que veo bajo la falda? – pregunta algo confundida.

Mierda.

Sin girarme a verla, recuerdo que siempre me he sentido incomodo en la falda.

-…es el pantalón corto… – confieso con sincera pena.

-[T/N] – apenas logro escucharla (quizás esa es su intención) – está prohibido. Te pueden llevar al lado Norte.

-Ya sé, pero- – me trabo sin saber que decir y suspiro por enésima vez este día. – Ya sé – es lo único que puedo repetir.

Giro solo la cabeza, sonriéndole.

-Hasta mañana – me despido.

No fue tan malo al final de todo.     

Tae pude ser muy compresiva, si reflexiono al menos cinco minutos.

Me dirijo a las escaleras las cuales están al fondo del pasillo, recargadas junto a la pared del primer escalón, dejo al fin las botas. Comienzo a subir tomando el barandal, tratando de no ejercer mucha fuerza. Mientras más me acerco al piso de arriba, la superficie bajo mis pies se vuelve más cálida y esta vez no se distinguirlo de entre realidad e imaginación. Si es la segunda, esta vez la dejare ganar.

Finalmente en el piso de arriba, adapto la visión para encontrar el cuarto y logro ver por el rabillo del ojo como Tae apaga la luz de la cocina (la ley es tenerla prendida hasta cierto horario). Me rio de nuevo recordando el golpecito que me planto en la nuca y viendo cada vez mejor, hago mi camino al cuarto.

La puerta está cerrada y desde aquí puedo escuchar como los gemelos están roncando con un aire muy, muy débil. Me acerco y recargo el oído para confirmar que sea y desconfiando de mi oído, pero no de mi memoria, abro lentamente la puerta.

Ahí están mis hermanos. Duermen plácidamente como yo lo había predicho. En medio de la cama hay un hueco. Una adolescente pasa corriendo a mi lado desertando a sus versiones más jóvenes y los dos se sientan a consolarla. Vuelvo a bloquear el recuerdo al sentir que está gastando mis energías.

Me deshago de la falda, dejando ver los pantalones cortos que Tae menciono. Me quito también la blusa, mostrando una de tirantes y las aviento a la silla. Ren esta acostado en el filo de la cama, justo en el medio y también duerme. Antes que otra cosa, saco el dinero de las propinas y lo guardo en una cajita de metal. Pienso en cambiarme de ropa, pero cuando me doy la vuelta, noto que estoy a punto de desfallecer.  

Estiro los brazos lejos de mi cuerpo y comienzo a trepar (con cuidado de no tirar a Ren o darle un codazo a alguno de los dos gemelos) hasta las almohadas acomodadas herméticamente.

Me acuesto finamente mirando el techo y pienso en as mil vidas que podría tener con mis dos hermanos a mi lado y volver desde antes… cuando Platinum Jail, ni Midorijima no existían. Cierro los ojos pero no puedo dormir. Con las manos a mis costados, siento como Aoba – a mi derecha – me toma de la mano, reconociéndome quizás de entre sueño y realidad y se me pega un poco. Sei, por otro lado, paso sus brazos alrededor de mi torso, quedando su cabeza justo bajo mi barbilla. Le doy un beso en el cabello y con el pulgar acaricio la piel suave de la mano de mi ‘’hermano’’.

Ren a nuestros pies incluso se acerca, entre un hueco de las piernas de Aoba y las mías, vuelve a su posición.

A lo lejos una patrulla acciona sus sirenas y cierro los ojos; esta vez durmiéndome al instante.

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