No te enamores de Ada Gray (L...

By FlorenciaTom

19.9K 1.1K 93

Ada Gray decide morir. Se siente una fracasada, está harta de vivir con hambre debido a su miserable empleo c... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Final de la primera parte
SEGUNDA PARTE

Capítulo 3

1.2K 62 9
By FlorenciaTom

Capítulo 3

MAX VOELKLEIN.

Soy un imbécil. Soy un imbécil. Soy un imbécil. 

¿Ya he dicho que soy un imbécil? ¿Cómo voy a arrastrarla con mi familia usando la peor excusa de la historia para no dejarla sola? Dios mío, seguro me mandará a la mierda. Me siento un oportunista de mierda. Seguro ella no aceptará. Solo deseo que no lo tome a mal.

Mis padres tienen una vida complicada y han optado por ser acompañantes de personas más jóvenes que ellos. Es algo que ha sido naturalizado en casa. Ser hijo de un matrimonio abierto es algo traumatizante, pero a la vez aliviador, ya que las peleas familiares han bajado considerablemente. Mi madre tiene a su hombre de origen brasileño que no para de llamarla y pedirle dinero cada vez que tiene la oportunidad. Mi padre tiene en total a tres chicas de compañía. Y yo, yo soy un espectador de algo que estoy forzado a ver diariamente. Gracias a Dios, eso fue descendiendo cuando me mudé a un departamento cómodo de soltero y por el cual, gracias al panorámico ventanal, le salvé la vida a una joven de ojos preciosos pero asustados.

¿Anoche intentó suicidarse y yo ahora le ofrezco que sea mi sugar baby? ¿Qué demonios ocurre conmigo? Estoy listo para ser echado por esa puerta. Tengo intenciones de que me acompañe para callar a mis padres y para poder mantenerla a salvo. Estaré intranquilo si está aquí con sus pensamientos a flor de piel. De pronto tengo ganas de vomitar. Estoy preparado para ser rechazado y denunciado por la policía.

Dios, debí pedirle que unicamente me acompañe al evento y listo. Aunque me serviria tambien que finja para que mis padres dejen de acosarme.

ADA GRAY.

No sabía qué decir, cómo responder ni qué pensar sobre esa propuesta cuyo destino desconocía.

—¿Qué significa ser una sugar baby? —le pregunté, algo consternada por ese título.

Su rostro se descompuso, retrocediendo inmediatamente ante la propuesta.

—Lo siento, olvídalo. No debí sugerirlo.

Al principio pensé que fingía arrepentimiento, pero era más sincero de lo que imaginaba.

—Si hay dinero de por medio, puedo ser cualquier cosa. Puedo ser lo que desees —insistí, sin gracia en mi voz.

Max me miró rendido, soltando un largo suspiro y dijo:

—Una sugar baby es alguien en una relación que recibe mentoría, apoyo financiero y otros beneficios por participar en dicha relación. El contacto físico puede o no estar involucrado, eso depende de ambas partes. Algunas personas incluyen el aspecto sexual en la relación o...

Levanté la mano para detener la explicación. Asentí pausadamente, mirándolo atentamente.

—¿Quieres que sea tu sugar baby, Max?

—Solo por esta noche. Habrá una importante fiesta organizada por mis padres, con amigos de ellos y los míos, supongo. No sé bien de qué se trata.

—¿Estás seguro de querer llevar a una chica con poca autoestima y pensamientos negativos que podría intentar suicidarse nuevamente? —le pregunté, tratando de entender por qué me elegía a mí.

—Por eso pensé en ti, para cuidarte. Podré estar pendiente de ti, podrás despejarte un poco, liberar tu mente de tus problemas y recibirás dinero por este gran favor, Ada.

—Si eso te tranquiliza, usaré parte del dinero para ir a un psicólogo. Será un favor mutuo.

Me miró, sorprendido, y se inclinó sobre la mesa, tomando mis manos.

—Has dado un gran paso, Ada. Estoy impresionado. Conseguiré al mejor psicólogo de la ciudad y me encargaré de los gastos. Los mejores profesionales te ayudarán.

Su entusiasmo era contagioso. Me di cuenta tarde de que mis ojos se habían llenado de lágrimas, nublando mi vista.

—Hey, por favor, no llores. —me dijo rápidamente, con la voz quebrada, acercando su silla para abrazarme.

Las lágrimas me sacudieron, y la sensación de vacío en mi pecho volvió a surgir, aunque la paz mental parecía estar a la vuelta de la esquina.

Max me rodeó con su brazo, reconfortándome con su cálido abrazo. Sentir su presencia tan cercana y amigable era reconfortante. Max era un hombre gentil y amable, y me sentía agradecida de tenerlo a mi lado.

—Quiero que sepas que a partir de este momento dejaras de estar sola. Serás mi amiga y juntos superaremos cualquier obstáculo. Te lo prometo.

Aunque pareciera extraño, Max era la única persona en la que podía confiar plenamente.

Mientras lavaba los platos que Max había utilizado para cocinar, me di cuenta de que eran utensilios que él había traído de su apartamento. No podría permitirme comprar ollas, cubiertos y copas como las que él utilizaba para cocinar para mí.

Max realmente me había sorprendido.

Me preguntaba qué habría pensado de mi momento de tristeza. Seguro que lo había asustado y pensaba que estaba lidiando con alguien inestable. No quería preocuparlo con mis problemas internos, no quería que pensara mal de mí.

Max había sido tan amable conmigo, no quería alejarlo.

—Aquí está el plan —dijo mientras se sentaba a mi lado mientras yo lavaba los platos—. Esta noche es muy importante, habrá personas influyentes e inversionistas interesados en los negocios de mis padres. Habrá comida y bebidas gratis por todas partes. Tenemos que lucir lo mejor posible, pero tú debes destacar, Ada Gray.

—Haré todo lo posible para que te sientas orgulloso de mí. Compraré un vestido para no avergonzarte. Tengo algo de dinero que saqué de mi antiguo trabajo, me tomé la molestia de sacarlo de la caja registradora yo misma —confesé, recordando la expresión de Walter al verme tomar los billetes que me correspondían.

—¿Ese fue el motivo por el que querías suicidarte? —se escandalizó Max— ¿Por perder tu empleo? Ada, si quieres, puedo ayudarte a encontrar uno nuevo...

—No, tengo problemas más profundos que eso. Renunciar a mi trabajo anterior fue la mejor opción que tuve. Era un restaurante que queda a un autobús de distancia. Mi jefe solía humillarme, acosarme y explotarme laboralmente. Decidí renunciar, y ahora tendré que buscar otro empleo, ya que mi intento de suicidio no funcionó —apreté los labios, sintiendo frustración por la situación en la que me encontraba.

De reojo, noté la expresión de disgusto en el rostro de Max al escuchar mi historia. Incluso pude ver cómo apretaba los puños, intentando ocultar su enojo hacia Walter. Era reconfortante saber que compartíamos el mismo sentimiento de odio hacia la misma persona.

—Creo que hiciste lo correcto al irte de un lugar donde no te respetaban.

—A veces es necesario alejarse de ciertos lugares para sanar —le respondí, encogiéndome de hombros.

Enjuagué el último plato y él lo secó, guardándolo en una bolsa de papel junto con las demás cosas de cocina.

—Yo me encargaré del vestido y te compraré unos zapatos fabulosos —me dijo, entusiasmado, y hasta creí que lo estaba imaginando en su mente tan divertida.

—¿Estás seguro de que puedes permitirte comprar esas cosas?

—Ada, el dinero no es un problema para mí. No te preocupes. No sabes el gran favor que me estás haciendo.

—Me alegra saber que puedo ser útil.

Me levantó el mentón y me obligó a mirarlo. El roce de su dedo en mi piel me hizo estremecer de alguna manera. Nuestros ojos se encontraron de una forma tan cálida.

—Tú eres más importante de lo que crees y muy valiosa —me dijo con su voz suave y profunda, haciéndome sentir pequeña.

Sus palabras hicieron que una sonrisa floreciera en mis labios.

—Sigue diciéndome esas cosas y terminaré creyéndomelas, Max —me reí, apartando mi rostro de su dedo.

—De verdad, voy a demostrarte que eres valiosa y maravillosa, Ada Gray —me aseguró con un guiño de ojo, recogiendo sus cosas—. Iré a trabajar, compraré ese vestido y esos zapatos que te quedarán perfectos esta noche —Sonrió, tomando lo que le pertenecía para marcharse, y se detuvo en seco cuando llegó a la puerta, frunciendo el ceño—. También me encargaré de arreglar esta puerta —añadió.

—Deja de preocuparte por mí y ve a trabajar.

—Como usted ordene, señorita Gray —hizo un gesto de saludo militar, tocando su frente con los dedos y luego separándolos, y se marchó.

Antes de que cerrara torpemente la puerta que claramente no cerraba bien, le grité:

—¡Espera! —él se detuvo, confundido y esperando a que dijera algo—. Gracias por todo lo que estás haciendo por mí.

Él me sonrió con ternura al verme, lo que me hizo ruborizar.

—Gracias a ti por permitirme salvarte, amiga. Pasaré por ti a las siete.

Sentí una satisfacción al poder hacer un amigo. Era bonito tener uno.


***

Eran las siete en punto cuando alguien tocó a la puerta. Tuve que retirar la silla que estaba pegada a la puerta para que esta no se abriera, ya que Max le había roto la cerradura y esta se abría sola.

—Sorpresa. —abrió los brazos de par en par, para que pudiera contemplar su vestimenta y con un par de bolsas en sus manos.

No lo reconocí. Max llevaba el cabello pelirrojo arreglado, con un pequeño copete en la frente con gel y a los costados lo tenía bien corto. Se había cortado el cabello y le quedaba genial. Sus ojos caramelo irradiaban entusiasmo, tenía puesto un esmoquin oscuro ajustado al cuerpo, haciendo lucir su cuerpo atlético, alto y brazos musculosos. Era todo un muñeco mi nuevo amigo. Lo que más me fascinaba era su rostro salpicado de pecas.

Sentí pena al instante al darme cuenta de que no estaba tan arreglada como él, sino que tenía la misma ropa puesta que llevaba hoy a la mañana.

—Tú tan perfecto y yo sin arreglarme. Siento mucho que me encuentres así. —admití, apenada.

—Eres belleza por naturaleza, Ada. Si eres fascinante sin maquillaje o ropa elegante, puedo asegurar que verte con la ropa que te he traído será una experiencia única, amiga mía.

—Hablas de una manera tan hermosa y extraña. Creo que empiezo a sospechar que no naciste aquí, Max. —le dije, permitiéndole el paso a mi horrible hogar.

Claramente él no encajaba en el mismo mundo que yo.

—Nací en Argentina y me mudé a New York junto con mi familia a los trece años. Así que aprendí hablar de manera no tan fluida aquí. Me queda mucho, mucho por aprender.

—¡Wow, Argentina! Qué hermoso lo que me cuentas.

—Más hermoso es lo que te traje para esta noche, bella Ada —dejó las bolsas con diferentes logotipos encima de la mesa pequeña de la cocina y me miró, con una enorme sonrisa.

—¿Cuánto dinero gastaste, Max? —le pregunté, hundiendo mi rostro en mis manos ya que reconocía las marcas de las bolsas y sabía que cada cosa podría costar una fortuna.

—¿Puedes dejar de pensar en el monto de cada cosa que consigo para ti? Relájate, amiga.

Me reí al escuchar otra vez la palabra "amiga" de su boca. Quizás lo hacía para no hacerme sentir sola, para hacerme sentir acompañada.

—Te daré privacidad para que puedas cambiarte, maquillarte y hacer de ti una diosa —me dio las bolsas que torpemente tomé y las pegué contra mi pecho, con los ojos bien abiertos—, muero por verte con eso puesto.

Había intensidad en sus ojos, cierta curiosidad que me hacía sentir extraña. Max era muy apuesto e intrigante.

—Haré lo posible para no decepcionarte. —susurré, y me marché a mi habitación con tanta curiosidad por saber qué había elegido para mí.

Cerré la puerta y dejé las bolsas sobre el colchón. Apreté los labios, preguntándome cuál abriría primero. Opté por la bolsa de Victoria's Secret y me ruboricé, al borde de dejarla para otra ocasión.

—¡¿Por qué me compraste ropa interior?! —le grité desde la habitación.

Tardó en responder, y eso me intrigó.

—¡Porque daba la casualidad de que justo pasaba por la tienda! No te asustes, no tengo intenciones de llevar a la cama a mis amigas, tómalo como un pequeño obsequio —respondió desde la sala.

—¡No quiero este tipo de regalos, Max! Es algo demasiado íntimo.

—¡Anotado, lo siento!

No me permití abrirla, así que opté por otra bolsa, en la cual encontré un precioso vestido que me dejó anonadada. Dios, aquello era demasiado.

Se trataba de un vestido rojo, con un estilo corazón que sostenían los pechos y de tiras muy finas del mismo color que se lucían en los hombros. El vestido era tan largo que seguro me llegaban a los pies, quizás con la intención de cubrir los zapatos. Era tan hermoso y tan sencillo que era una mezcla perfecta de elegancia.

Dejé cuidadosamente el vestido sobre la cama y me dediqué a abrir la bolsa que contenía la caja de zapatos más hermosa del mundo. Incluso la caja era hermosa, no podía imaginarme el contenido.

Lo que imaginaba, zapatos rojos fuego con una tira que podría ayudar a mantenerlos en mis pies y no caer. Agradecí con todo mi corazón que no se tratara de unos zapatos de taco aguja, ya que no sabía caminar con ellos.

Las otras bolsas contenían aretes colgantes color plata, collares para elegir y puro maquillaje, como sombras de ojos, mascarillas para las pestañas, labiales, delineadores...tantas cosas que me sobrepasaron.

Max tocó la puerta, haciendo que me sobresaltara porque estaba demasiado cautivada con todo lo que me había obsequiado.

—Me preocupa que estés demasiado callada, da señales de vida por favor —mierda, sonaba preocupado.

—No me he suicidado, Max.

—¿Me dejas pasar?

—Sí.

Abrió la puerta despacio e ingresó, con una sonrisa y con sus manos metidas en sus pantalones carísimos.

—¿Y? ¿Qué te ha parecido todo? —me preguntó—. Espero que te haya gustado.

—Te pasaste, todo esto es...mucho para mí —confesé, haciendo un gesto con la mano apuntando hacia las bolsas y la magnitud que tenía todo aquello para mí.

—Bueno, hoy serás una sugar baby para mí. De eso se trata este "trabajo", obtener obsequios por compañía —dijo, inquiriendo esa palabra con comillas imaginarias realizadas con sus dedos—. He llamado a uno de los mejores psicólogos de la ciudad, el señor Fausto. Tienes cita el viernes, estamos a miércoles. La idea es que el jueves descanses, esta noche puede ser que llegue a su fin muy tarde. Yo pasaré a recogerte con mi chofer para llevarte.

—Espera ¿tienes chofer? Dios mío—me escandalicé—. Gracias por localizar a un psicólogo, Max y pagarlo. Jamás me cansaré de agradecértelo.

Y sin que él lo esperara, solté algunos maquillajes que tenía en mis manos sobre el colchón y lo abracé, rodeándolo con mis brazos alrededor de su cuello, haciendo puntas de pie y hundiendo mi rostro en su pecho.

Eso lo tomó por sorpresa, lo supe porque su cuerpo se había vuelto tenso, pero no tardó en corresponderme el abrazo. Haciéndome sentir sus enormes manos sobre mi pequeña espalda y apoyó íntimamente su mentón sobre mi hombro, quedándonos así un instante.

Un abrazo podía ser tan reconfortante en los momentos difíciles. Es como si el mismísimo Olimpo me hubiese enviado un hombro en el cual llorar.

—Cámbiate, y sorpréndeme con tu belleza, Ada. —me soltó como si fuese frágil y con una última sonrisa se marchó de la habitación.

Listo, había terminado de prepararme y solo había tardado una hora y media. Me había dejado el cabello suelto, ya que lo tenía liso, lamentablemente sin movimiento como tanto me gustaba pero que nunca tuve.

Mirándome al espejo todo que tenía colgado en la pared de mi habitación y que había encontrado en la calle, me observé a mí misma, intentando reconocerme. Mi rostro, maquillado, destacando con simpleza y el vestido que dejaba al descubierto el escote de mis senos. No me reconocí, buscaba a Ada y no la hallaba.

La noche quería asomarse en la ciudad y me hacía verla desde mi ventana. Seguro a mi cuerpo le estarían haciendo pericias y toqueteándolo, muerto, si me hubiese suicidado.

Tomé mi bolso de mano, que contenía mi celular y las llaves del apartamento, y algunos maquillajes por si necesitaba retocar mi rostro.

—Madre mía.

Fueron las palabras provenientes de los labios de Max. Me miró de arriba abajo, haciéndome sentir que toda ternura proveniente de su rostro había desaparecido, suplantándolo lo que parecía el deseo de un hombre. No debía olvidarme de que Max tenía treinta y cinco años, era demasiado mayor para una chica de diecinueve.

Aunque a decir verdad, parecía más joven de lo que gritaba su edad.

—Estás bellísima, Ada Gray —soltó, con aire admirado.

—No, lo que me has regalado me ha vuelto guapa, Max.

Tomó mi mano y me hizo dar una vuelta, dicho acto me hizo ruborizar.

—Trataré de sacar a flote tu belleza lo que más pueda. Me declaro un gran admirador tuyo, amiga mía —me dijo, cuando nuestros rostros quedaron finalmente frente a frente.

—¿Realmente crees que soy bonita?

Como respuesta, me dio un casto beso en la frente. Dicho gesto me tomó por sorpresa.

—Que se congele el infierno si miento —me susurró al oído, provocándome un fuerte escalofrío que recorría inmediatamente mi cuerpo. Le sonreí como respuesta —. Estamos listos ¿no?

—Más que listos, amigo mío.

Cuando llegamos a la entrada de mi edificio, me paré en seco y él me miró, con el entrecejo fruncido.

—Sabes que estoy depositando toda mi confianza en ti ¿no es verdad? —le pregunté, algo temerosa —. Literalmente me estoy marchando con un desconocido, a una fiesta rodeada de gente que no conozco. Tampoco sé si realmente vamos a una fiesta y no a un callejón.

Siempre llevaba una navaja conmigo a todos lados, en caso de que necesitara defenderme de algún imbécil que decidiera acosarme. Sociedad patriarcal que no hace nada por defender a una mujer.

—Te juro que no pretendo ponerte en una situación arriesgada, Ada. Puedes confiar en mí, prometo no defraudarte. Aunque suene extraño, te estoy llevando a conocer a mi familia. Nunca les he presentado a nadie.

Una confesión inesperada. Arqueé una ceja.

—¿En serio crees que voy a tragarme eso, Max?

Se llevó una mano al pecho y levantó el mentón, con una agradable sonrisa.

—Trágatelo porque es verdad. No suelo llevar a mujeres a la casa de mis padres.

Posó una mano en mi espalda y ambos salimos del edificio. Una camioneta negra nos estaba esperando fuera, con la luz de la luna ya iluminándonos. El clima era agradablemente cálido.

—¿Y por qué llevas a una sugar baby a la casa de tus padres?

Max abrió la puerta trasera del coche, ayudándome a subir. Por lo que pude ver, alguien se encargaba de manejarlo y no él.

—Ahora te lo explico.

En cuanto me metí, cerró la puerta. Unos minutos a solas dentro del auto me hicieron pensar que aquella oferta de ser una sugar baby era muy tentadora. Quizás así podría saldar mi universidad y tener una profesión a la cual dedicarme. El oscuro coche me hizo sentir algo incómoda, y no paraba de respirar aquel olor a cuero.

Max rodeó el coche y subió, ya que primero le dijo algo al chófer que no pude oír. Cerró la puerta y me miró, volviendo a poner su atención en mí.

—Aunque te suene loco, tanto mi padre como mi madre tienen a su sugar. Ambos manifestaron que se aman, pero a veces necesitan salir con otras personas, conocer gente nueva. Los dos me han dicho que tener un sugar cada uno los ha ayudado como pareja. Así que, esta noche se hará una reunión especial para conocerlos.

No sabía si tomar eso como una relación sana o algo más terrorífico.

—¿Y tus padres te obligan a llevar a una sugar baby?

Se le endureció el gesto y apartó la mirada. El coche arrancó y se puso en marcha.

—Mi padre insistió tanto en este tema que me ha vuelto loco. Es horrible recibir llamadas telefónicas de tus padres a las tres de la mañana y que te comenten todo el tiempo lo fantástico que es tener una relación así —soltó, en seco—. Me faltan cinco años para ser un verdadero sugar daddy, es por eso que insisten a que pruebe este tipo de relaciones.

—¿No puedes simplemente ignorarlos y ya?

—No, es por eso que esta noche te haré pasar por una sugar baby para que crean que realmente tengo este tipo de relación.

—Me resulta extraño que recurras a mí y no a tus conocidas.

Me miró de hito en hito, como si hubiera dicho algo fuera de lugar.

—¿Y que se peguen a mí como chicle? Si yo les digo que es solo por una noche, continuarán insistiendo en querer ser una por el resto de sus vidas. Son capaces de arruinarme monetariamente. Cuando te metes en un círculo así, debes saber en quién confiar. Cualquiera puede decirte que es un sugar daddy y quizás su intención es explotarte sexualmente.

Entonces era más arriesgado de lo que pensaba.

—Pero eso no explica por qué a mí.

—Favor por favor.

—Eso ya me ha quedado en claro —rodé los ojos —. Pero eso no te asegura nada. Quizás puedo ser el peor chicle que se te puede pegar por el resto de tu vida.

Me fulminó con la mirada.

—Espero que estés bromeando.

Me eché a reír, pero me di cuenta de que aquel comentario no le había hecho gracia. Público difícil el de aquella noche, señores.

—No quiero tu dinero, Max. ¡No soy esa clase de persona, lo acepto solo porque lo tomo como un trabajo! Favor por favor —exclamé al instante, cruzándome de brazos.

—Ya, lo sé, lo pillo. Pero no puedes negarme que ser una sugar baby no es algo tentador.

—Sí, lo es —admití, sacando una pelusa imaginaria en el vestido con mis torpes dedos.

Me miró fijamente a los ojos, llenos de frialdad y tomó mi mano que había posado recientemente encima del asiento del auto.

—Ada, si esta noche uno de los señores o señoras te ofrecen este tipo de relación. No aceptes, tú no sabes quiénes son y qué quieren de ti. Prefiero ser yo el que te escoja un buen candidato que cumpla tus términos y no el de ellos. Esto no es una broma.

Su voz distante y seca me había hecho entender que hablaba muy en serio, me hizo estremecer.

—No haré nada que te haga enfadar —le susurré.

Asintió y volvió la vista hacia la ventana. Yo lo imité. Era gracioso pensar que, aunque ambos estuviéramos merodeando en nuestros pensamientos, nuestras manos continuaban uno encima de la otra.

Decidí mandarle un mensaje de texto a Hardi, mi vecino, para ver si todo marchaba bien en mi apartamento. Debido a la fuerte patada que Max lanzó contra ella para ingresar, la puerta parecía giratoria así que no tuve más remedio a qué alguien vigilara el apartamento hasta que yo regresará y así, podría contratar a alguien que arreglara la cerradura.

Cuando me di cuenta, el coche aparcó frente un portón alto y oscuro, que hacía la unión entre dos muros de aligustre. Las luces de la calle iluminaban su camino, haciéndome comprender que el terreno era inmenso y se perdía en algún punto de la calle.

Luego de un momento, el portón se abrió de par en par y el auto accedió con lentitud. No pude ver demasiado detalles sobre el gigantesco jardín delantero ya que el vidrio del coche estaba polarizado.

Me sentía algo nerviosa, tímida y no sabía exactamente dónde me estaba metiendo. El auto aparcó junto a otros que ya se encontraban estacionados.

—Permíteme, te ayudaré a bajar —me dijo Max, tan atento como siempre.

Abrió la puerta, rodeó el coche y abrió la mía, mientras yo tomaba mi bolso, en silencio.

—Demasiado callada. Seguro sigues sin confiar en mí, ciervito.

—El término ciervito comienza a irritarme.

—Me alegra saber que te afecto en algo y que aún no saliste corriendo. —se rió, ofreciéndome su brazo para sujetarme de él.

Le sonreí y ambos comenzamos a caminar en dirección a la enorme e inmaculada mansión que tenía frente a mis ojos. Tuve que impedir que mi boca se abriera para disimular lo impresionante que era. Las luces ahora iluminaban el jardín, el camino de piedras blancas que llegaban hasta las escaleras de la entrada de incontables escalones blancos (toda la casa era de ese tono) y había tantas ventanas que perdí la cuenta al instante.

Vi cómo Max desbloqueaba su celular y le mandaba un mensaje a alguien. Aparté la mirada al instante, no quería que pensara que me gustaba meter la nariz dónde no correspondía.

—Les estoy avisando a mis padres que abran la puerta antes de llegar a ella, ya que son algo mayores y podrían tardar en abrirnos. —me explicó sin que le preguntara.

—De acuerdo.

Cuando llegamos a la puerta, me miró de arriba a bajo y me sonrió, con los ojos chispeantes.

—Estás tan hermosa —me dijo y yo sentí cosquillas en el estómago.

—Todo por ti, amigo.

Sus ojos viajaron a mis labios y luego subieron a los míos nuevamente. Mis mejillas se ruborizaron y aparté la mirada de la intensidad de la suya. Parecía que estaba por decir algo, pero la puerta se abrió.

Una mujer de cabello canoso y largo, con un precioso collar que destacaba más que ella, se hizo presente. Una sonrisa se expandió en su rostro apenas vio al hombre que tenía en frente.

—¡Hola Maximiliano! —lo saludó ella, abrazándolo y él permanecía tenso en su lugar, con sus labios apretándose y mirándome mientras se encogía de hombros—. Me alegra verte, hijo.

La mujer puso su atención en mí, y su rostro pasó de ser alegría a extrañeza.

—Ella es Ada Gray, amiga mía, madre.

La mujer me saludó con dos escasos besos en cada mejilla, sin decir una palabra.

—Ella es... —le dijo en voz baja a él, como si yo no la escuchara.

—Ella es lo que querían que trajera esta noche. Veo que tu rostro no demuestra entusiasmo, mamá.

—Un gusto conocerla. —le dije a la madre de Max, tratando de salvar aquella situación tan incómoda y confusa que se había instalado entre los tres.

La mujer me miró de arriba a bajo, como si fuera basura pura. Mierda. Quería darle una bofetada por ser tan arrogante. Mi ánimo y mis expectativas empezaron a bajar.

—La idea de esta noche era conocer el futuro gasto monetario de nuestro hijo. Por lo menos conseguiste a una joven con rostro de muñeca y cuerpo de universitaria —espetó ella, con cierto recelo.

Max se puso a la defensiva al instante.

—¡Mamá, por todos los cielos! —exclamó, consternado—. Tú y papá querían conocerla. Te la presento y la miras de una forma tan asquerosa que me ofende.

Quería que me tragara la tierra. Si no me pagaran por ello, ya me hubiera marchado con la dignidad entre mis brazos.

—Qué más da. Pasen —carraspeó ella, permitiéndonos el paso.

—Por favor, no huyas. Es solo por esta noche —me susurró Max tan bajito que apenas logré oírlo.

—Deberás aumentarme el sueldo —bromeé.

Tomó mi mano y evadió una sonrisa, ocultándolo detrás de su otro puño.

Aquella sería la noche más larga de mi vida.

La casa de los padres de Max era tan elegante que me recordé a mí misma que estaba presentable para la ocasión y no con la ropa de telas desgastadas que tenía hace pocas horas en el apartamento. Candelabros hermosos, pisos inmaculados y encerados, personas vestidas con tanta elegancia que brillaban por sí solas, con copas en sus manos y risas seguramente falsas, invadían el lugar.

Max saludaba a su paso a cada una, con un gesto de cabeza y levantando su mano, manteniendo la distancia.

—Ejecutivos, jueces y juezas, dueños de algunas empresas importantes. Cualquiera de aquí tiene dinero suficiente como para ofrecerte ser su sugar baby. Algunas de estas personas me dan asco —me comentó Max, mientras íbamos a algún sitio.

—¿Tanto miedo tienes de perderme? —le dije, con gracia en mi voz.

—Mi miedo es que recibas una oferta tan tentadora que te ponga en peligro —soltó, en seco.

—No soy estúpida, Max —le respondí con el mismo tono de voz—. De toda las personas que están aquí, te obedezco a ti.

—Ven, te presentaré a mi padre.

Nos acercamos a un señor de traje oscuro, algo regordete y de baja estatura, que estaba de espaldas a nosotros, hablaba animadamente con otras personas.

—¿Papá?

El hombre se dio vuelta y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Las piernas comenzaron a temblarme, sintiendo como estas se volvían gelatina, la respiración se volvió una gran dificultar y el mundo se había caído sobre mis pies.

El padre de Max era Walter, mi exjefe.

Continue Reading

You'll Also Like

868K 46.7K 56
💙 - 💜 ✧・゚: *✧・゚:*✧・゚: *✧・゚:*✧・゚: *✧・゚:* cómic feo kahskajs AMOR TÓXICO Puedes encontrarlo también en Twitter: @ YediBLU
24.5K 2.9K 15
Juanjo ha pasado todos los veranos de su vida en el mismo sitio, un pueblo pequeño, sin nada que hacer y lleno de gente mayor. Sería fácil quejarse d...
68K 6.3K 25
Fina, una joven del 2024, y Marta, una mujer de 1958, se encuentran inesperadamente en el presente debido a un inexplicable viaje en el tiempo. A pes...
1.7M 87.1K 43
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...