✓ DAMA DE PLATA ⎯⎯ ʟᴇɢᴏʟᴀꜱ

By OrdinaryRu

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𝗹𝗲𝗴𝗼𝗹𝗮𝘀 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 [terminada en 2023] Silwen era la última de su linaje sobre la Tierra Med... More

Dama de Plata
Gráficos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
epílogo

Capítulo 20

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By OrdinaryRu

 Brethil mín. (Nuestra princesa) —musitó la dama deleitándose con esas simples palabras, que eran el origen de su ahora deslumbrante sonrisa.

Por otra lado, para Silwen los segundos se pegaban a su cuerpo como horas infinitas, y no había felicidad alguna plasmada en su rostro. Con las palabras martilleando en su pecho, se apartó de Galadriel confundida.

— Me temo mi señora, que os estáis confundiendo... —miró tras su hombro en busca de ayuda, aquella que tan solo podía darle una única persona allí presente. No hicieron falta palabras entre aquellos dos, que se observaban con mutua devoción, para que la distancia que los separaba se extinguiera.

— Estoy aquí, ithil nîn. (mi luna) —le dijo Legolas tras llegar hasta ella—  Av-'osto. (No temas) —y toda la duda que albergaba Silwen por el posible rechazo de él, tras los pasados días donde parecía repelerla, todo desapareció en cuando él entrelazó sus manos.

Sus dedos eran cálidos mientras la rodeaba, y ante el contacto de su piel, Silwen dejó de mirar asombrada allí donde se unían sus cuerpos, para alzar los ojos de nuevo hasta Legolas.

Sus labios rosados se entreabrieron, deseosos por expresar cuan agradecida estaba por tenerlo de nuevo a su lado, por completo. Mas el acto se vio interrumpido por Galadriel, quien retiró un largo mechón ceniciento tras la oreja de Silwen, extendiendo el contacto de sus dedos en su frente.

— Entiendo... —una triste y apagada sonrisa fue lo que recibieron ahora ambos elfos, que contemplaron a la dama con la misma incertidumbre— Tu mente se halla ahora en penumbras, mas no siempre fue así. —suspiró con fuerza, alejando el dolor que le había provocado ver reflejado en los ojos de Silwen, el más puro desconocimiento. Como si sus vidas jamás hubiesen estado entrelazadas, como si, aquel mismo bosque, no hubiera escuchado antaño las risas de ambas, y sus dulces y animadas conversaciones, no estuvieran también impregnadas en cada roca de Caras Galadhon— Por favor. —Galadriel asintió en dirección a Aragorn y Gimli, que en sincronía, hicieron una ligera reverencia ante ella— Diría que hay asuntos que debemos tratar con premura.

El vestido de la dama, puro como la mismísima nieve, se arrastró entre las briznas de hierba dejando tras de si, un ambiente pesado y difuso. El encuentro, había tejido un velo sobre el pasado de Silwen, uno más opaco del que ya poseía la pobre elfa. 

No ahora, galad nîn. (mi luz) El tiempo apremia y vuestro cometido requiere de nuestra completa atención.

Suave, la voz de Galadriel se hizo paso en la cabeza de Silwen. Pero aún así, la vanyar no pudo sino sobresaltarse y apretar con fuerza la mano de Legolas ante la intrusión que acababa de sufrir su mente. Sus ojos se abrieron con temor, y asemejándose a un asustadizo conejo blanco, un impulso la llevó a acercarse más al elfo de su lado. Y aunque Silwen ya no pudiera ver nada más que la espalda de la esbelta figura de Galadriel, supo que la inocencia de su acto, le había devuelto durante unos breves instantes la sonrisa a la dama.

No deberías vivir en el más absoluto desconcierto. 

Silwen se aferró con más vehemencia a Legolas, provocando que un rubor invadiera las mejillas de él, y las puntas de sus orejas ardieran como las brasas candentes de una hoguera.

Antes de que partáis, os mostraré las raíces de donde brota la historia, vuestra historia.

Legolas advirtió la mirada de Silwen aún sobre la silueta de Galadriel, y entendió al instante su extraño actuar. Pero aquello no hacía más soportable la cercanía de la elfa, era incluso capaz de ver las motas blancas que residían en los ojos de Silwen. Hasta su débil jadeo se le hacía ensordecedor a aquella inexistente distancia.

Raíces tan profundas y recias como la misma tierra. Brethil. (Princesa)

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A pesar de que Silwen mostraba cierta reticencia a encontrarse de nuevo cara a cara con la dama, no pudo sino seguir los pasos de Legolas. Este la arrastraba con las manos de ambos aún unidas, buscando entre los pasillos, aquella estancia que sería testigo del real motivo de la visita a Caras Galadhon.

— Tengo miedo. —confesó avergonzada viendo como la silueta de Aragorn y Gimli se dibujaba en la distancia. 

Legolas se detuvo en seco, incrédulo ante lo que había oído. ¿Miedo? Cómo podía poseer temor su ithil nîn, tan valiente que hasta soldados y orcos carecían de voluntad para enfrentarse a ella. Giró sobre sus talones, encontrando a una Silwen cabizbaja con la mirada perdida en su vestido.

— Nada podrá dañarte. —buscó su atención, ver sus orbes grises entre sus rizos que caían privándole de la belleza de su rostro.

— Y s-si lo que la dama me muestra... —tragó con dificultad, aún si despegar sus ojos de la tela azul cielo, y comenzado ahora, a arrugarla entre sus dedos— ...es un pasado aún más atroz del que ya poseo. 

La palabra aterrada no hacía justicia a los sentimientos que la asfixiaban en aquel momento. Entre aquellas paredes níveas, donde la hiedra esculpía su propio bosque en su interior, y el agua emanaba tan libre y salvaje como si allí no residiera nadie más que ella. Silwen se sintió fallecer, asomada al precipicio que era su mente, contemplando la ausencia de tierra bajo sus pies desnudos. Su vida requería ahora de un acto de fe por su parte, y la esperanza había perecido tiempo atrás, junto a la voluntad férrea de resistirse a Seregmor. Debía enfrentar un pasado que quizás no la aliviara en lo absoluto, esperar que las revelaciones no estuvieran tan sombrías y lúgubres como su mente tantas veces había especulado a lo largo de los años.

No podía llorar la pérdida, añorar no le era posible sin recuerdos, y finalmente, no tenía la capacidad de sufrir si no los recordaba. Y a pesar de todo ello, aunque su raciocinio gritara que era mejor para ella no rememorar una historia que tenia el poder de destruirla en mil pedazos, que padecería un insufrible dolor ante el posible recuerdo del completo asesinato de su familia, aún así, ella los amaba y albergaba la inocente esperanza, de que por una vez, tan solo una, su raciocinio errara y pudiera ser feliz tras tanto tiempo.

— Nada podrá dañarte.  —repitió Legolas abarcando las mejillas de Silwen con ambas manos. Obligándola a alzar su mentón, fijando por fin su mirada en él, le susurró aún más cerca de sus labios— Nada lo hará mientras yo esté contigo.

Ci athae, cunn nîn. (Gracias, mi príncipe) —suspiró una vez más antes de enfrentar a su destino, recabando toda la fuerza de voluntad para no salir huyendo en aquel instante. 

Con una última mirada a Legolas, se alzó de puntillas para alcanzar la mejilla de este, y dejando un sutil beso en su piel ruborizada, iniciaron de nuevo la marcha. Silwen, ignorando por completo la gigantesca sonrisa que dibujaba ahora el elfo a su lado, entró en la estancia con un semblante serio.

Luchaba por no sentirse inferior en presencia de la dama, incluso el elegante porte de Legolas y el fruncido ceño del rey de Gondor, Aragorn, la comenzaban a incomodar. 

Sentada entre Gimli, quien parecía ensimismado con la dama, y Legolas, quien no había podido ocultar su rubor aún, se encontraba ella, inflando su pecho y sosteniendo de forma inconsciente la empuñadura de su azabache arma.

La mesa pulida, rocosa y grisácea, no estaba sino liderada por Galadriel. Y aún cuando intentaba no mirar a su costado, allí donde Silwen se hallaba sin despegar sus ojos de la mesa, era inevitable no buscarla.

Los minutos transcurrieron, siendo únicamente la voz de Aragorn la que rompía el silencio. Y cuando un mapa fue puesto sobre la mesa, fue ahí el momento en el cual la atención de Silwen se desvió.

— Conozco al enemigo, mas no la ruta que deseáis emprender hasta él. —Galadriel colocó ambas manos delicadamente sobre la mesa.

La simple mención de Lómion, su hermano, le erizó los vellos. Lo que no pasó desapercibido para Legolas y sosteniendo aún la mano de Silwen, empezó a dibujar en su dorso tiernas caricias.

— Nos fue revelada la existencia de un paso bajo el río Nimrodel. —Aragorn alzó su mirada hasta la elfa de cabellos cenicientos.

— No es una ruta conocida para los foráneos. —repuso la dama evitando dar visibilidad a su confusión, pero tras seguir el rumbo de los ojos de Aragorn, sonrió— Pero mis más allegados si que son conocedores...

Y quizás no todos los recuerdos se habían perdido, y tan solo quizás, permanecían tras el velo en un constante letargo.

La reunión continuó, siendo las conversaciones estratégicas ignoradas por completo por Silwen. Finalmente, se obtuvo una unánime conclusión, y es que partirían al alba sin demora, mas dos de los más fieles soldados de la dama irían con ellos.

Elladan y Elrohir se irguieron, tras dar por concluida la reunión, y con una reverencia ambos desaparecieron tras un arco de piedra.

— ¿Creéis que debemos temer al enemigo, mi señora? —titubeó Gimli, quien junto al resto, aún no se había alzado de su asiento. 

— El miedo es un valioso aliado, pues nos vuelve prudentes y no temerarios. —le contestó dirigiéndole una mirada entrañable al enano— Pero aún así, no debemos darle más valor del que merece.

Gimli asintió con convicción a sus palabras, embelesado por su sabiduría se encaminó tras los pasos de Elladan y Elrohir, no sin antes inclinarse ante Galadriel como despedida.

— Os agradecemos vuestra hospitalidad, aunque las circunstancias no sean las más favorables. —Aragorn guardó nuevamente el mapa en sus ropas y dejó su asiento al igual que había hecho su compañero segundos atrás— No dejaremos que se alcen en esta nueva época de paz. —y con un mutuo asentimiento, Galadriel lo vio marchar, posiblemente buscando aprovisionarse antes del alba.

El silencio se tornó tan sofocante que el simple suspiro de Silwen llamó la atención de la dama.

— Es momento. —dijo Galadriel de forma enigmática sin quitar sus ojos de ella.

— Lo mejor será que os deje a solas. —Legolas fue a alzarse de su asiento, pero al instante fue detenido por Silwen quien lo sostuvo con firmeza de la muñeca.

— No, por favor... —no tuvo ni la valentía de mirarlo a los ojos mientras pronunciaba su súplica con vergüenza. Y al no hallar contestación por su parte, tuvo que separar sus orbes de la mesa hasta él. Legolas no podía sino sentirse conmovido y extrañado a partes iguales— Daro, gin iallon(Quédate, te lo ruego) —apretó sus labios en una fina linea, no sabía que demonios le estaba ocurriendo, pero si debía afrontar su tormentoso pasado, necesitaba a Legolas a su lado.

Pi iestol(Como desees) —susurró maravillado al ver como su presencia, parecía ser tan necesaria como el aire para ella.

Galadriel accedió moviendo levemente su cabeza, aunque nada ni nadie habría sido capaz de separar la mano de Silwen sobre Legolas.

— ¿De qué la conocéis? —él fue quien inició la tan ansiada conversación, que ninguna de las dos elfas osaba comenzar. Y a pesar de que la pregunta fue dirigida a Galadriel, Legolas seguía con los ojos puestos en su ithil nîn, tan frágil en aquel instante, que deseó fervientemente envolverla con sus brazos para jamás soltarla.

— Su padre buscó refugio aquí, en Lothlórien. —respondió mirándolos a ambos, escrutando sus rostros, halló un inmensurable amor entre los dos elfos, uno que jamás había tenido la dicha de presenciar.

— ¡¿Mi padre?! —Silwen dio un respingo en su asiento enfocándose por primera vez en la dama a su izquierda— ¿Quién? ¿Está aquí? —su cabeza se agitó buscando en todas direcciones una posible figura masculina.

Va, díheno nîn brethil. (No, lo lamento princesa) —negó con lentitud y ansió acortar la distancia para poder consolar a su pequeña, pero el espacio que las separaba era demasiado grande. Fue un consuelo para Galadriel ver como Legolas se había adelantado a sus pensamientos y ahora sostenía ambas manos de Silwen.

— Está muerto ¿verdad...? —el simple pensamiento la martirizaba, pero pronunciar ahora aquellas palabras comenzaban a volver real su peor temor. Silwen tuvo que alejarse del contacto de Legolas para poder ahogar el sollozo que comenzaba a desgarrarla por dentro. Recordó su último encuentro con aquel grupo de orcos al servicio de su hermano. Rememorar como uno de ellos le había asegurado la muerte de su madre junto a la de su progenitor, hizo que el tan retenido llanto, comenzara a fluir por sus mejillas.

— No, no lo está. —se apresuró a decir. Pero sus palabras no fueron lo suficientemente veloces como para evitar que las pálidas mejillas de Silwen se empapara, y sus ojos plomizos se enrojecieran por las lágrimas.

— ¡¿Entonces?! —rabia fue lo que comenzó a bullir en el más profundo interior de Silwen. Pues el único motivo por el que su padre no había llegado a ella debía ser la muerte, sino no hallaba otro motivo por el cual abandonarla a una vida en soledad— Si mi padre se encuentra con vida ¿porqué no ha venido a buscarme? —lo que empezó con enfado, terminó siendo un jadeo inaudible. A los ojos de los allí presentes, Silwen no se veía ahora como una aguerrida elfa, sino como una desolada y exhausta niña, que tan solo deseaba encontrar a su familia.

— Porque él no puede llegar a ti, mi pequeña. —no pudo evitar más la separación, y Galadriel terminó rodeando la mesa hasta encontrarse a espaldas de la joven elfa. Pensó bien sus siguientes palabras y antes de separar sus labios, colocó una mano gentilmente sobre el hombro de Silwen— No podrá llegar mientras aún poseas la condena que Morgoth impuso en el linaje de tu padre, en ti. 

Silwen no se encogió tras sus palabras, pues una parte de ella, una ínfima y oscura parte, siempre había creído las palabras de Sauron. Y es que la oscuridad de su sangre no podía ser sino obra de un mal mucho mayor.

Legolas, a diferencia de su compañera, había enmudecido y con desespero, buscó algún atisbo de mentira entre los orbes de la dama, pero no encontró más que tristeza y resignación.

— ¿Cuál es su nombre? —preguntó Silwen con pesadez— ¿Quién es mi progenitor?

Y la verdad no siempre esclarece el camino, no todas las respuestas deshacen los interrogantes. Y es que a veces, no se generan sino más preguntas, que te terminan dejando en una tiniebla aún más espesa.

— Ingwë.

La historia ha llegado a 1k votos ¡¡AHHHHHH!! Muchísimas gracias, mi corazón no puede albergar más amor ahora mismo ♥♥♥

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