courageous| neville longbottom

By SolinneGarte

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Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas. Ambos se... More

introduccion
prólogo
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐔𝐍𝐎
capítulo 1
capítulo2
capitulo 3
capítulo 4
capítulo 5
capítulo 7
capítulo 8
capítulo 9
capítulo 10
capítulo 11
capítulo 12
capítulo 13
capítulo 14
capítulo 15 (parte 1)
capítulo 15(parte2)
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐃𝐎𝐒
capítulo 16
capítulo 17
capítulo 18
capítulo 19
capítulo 20
capítulo 21
capítulo 22
capítulo 23
capítulo 24
capítulo 25
capítulo 26
capítulo 27
capítulo 28
capítulo 29
capítulo 30
capítulo 31
capítulo 32
capítulo 33
capítulo 34
capítulo 35(parte 1)
capítulo 35(parte 2)
capítulo 36 (parte 1)
capítulo 36 (parte 2)
capítulo 37
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒
capítulo 38
capítulo 39
capítulo 40
capítulo 41
Capítulo 42
capítulo 43
Capitulo 44
Gracias por su apoyo.

capítulo 6

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By SolinneGarte

Corregido sin cambios.

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Al día siguiente Hermione me despierta inusualmente temprano para ser sábado, si hubiera sido cualquier otro día seguramente la hubiera aventado por la ventana de nuestro dormitorio, pero debido a que la emoción de la noche anterior sigue corriendo por mis venas, decido pasarlo por alto y arreglarme con rapidez. Cuando ambas bajamos a la sala común, nos encontramos con Ron y Harry, y los tres bajamos con rapidez al Gran Salón.

Una vez dentro nos ubicamos en la mesa de Gryffindor, notamos que muchos chicos también habían despertado temprano y ya se encontraban ahí, algunos desayunando y otros contemplando el cáliz de fuego. Se hallaba en el centro del vestíbulo, encima del taburete sobre el que ponían el sombrero seleccionador. En el suelo, a su alrededor, una fina línea de color dorado formaba un círculo de tres metros de radio.

- ¿Ya ha dejado alguien su nombre? - pregunta Ron algo nervioso a una chica de tercero.

- Todos los de Durmstrang. - le contesta ella. - Pero de momento no he visto a ninguno de Hogwarts.

- Vamos, tiene que haber algún valiente que ya lo haya dejado. No podemos ser un colegio de cobardes. - digo.

- Seguro que lo hicieron ayer después de que los demás nos acostamos. - dice Harry. - Yo lo habría hecho así si me fuera a presentar: preferiría que no me viera nadie. ¿Y si el cáliz te manda a freír espárragos?

Yo asiento con la cabeza, de acuerdo con las palabras de Harry. De pronto siento que alguien toma asiento a mi lado, me giro hacia esa persona y me topo con la sonrisa tímida de Neville.

Una sonrisa inmediata se forma en mi rostro. - Hola, Nev.

- Buenos días, Sophie. - me responde mientras toma una tostada. - ¿Ya trataste de meter tu nombre en el cáliz?

Suelto una carcajada seca. -¿Yo? ¡Por favor, Neville! Puede parecer que no, pero en realidad tengo mucho sentido común. Ni loca podría meterme al torneo.

Él asiente con una sonrisa. - Hannah me comentó que Cedric Diggory quería poner su nombre en el cáliz.

Siento mi sonrisa flaquear al escuchar el nombre de la rubia, pero aun así actúo como si no me afectara en lo absoluto.

- Si, escuché unos rumores también. Hablando de ella, has pasado mucho tiempo con Hannah, ¿no es así? - le pregunto, tratando de sonar casual.

Neville se encoge se hombros y un leve tono rosado pinta sus mejillas. - Un poco.

- Te vi desayunando con ella en la mesa de Hufflepuff el otro día.

- Si, ambos ayudamos a la profesora Sprout los sábados, teníamos unos temas que discutir antes de ir a clases, y a ella le pareció buena idea que nos sentáramos juntos.

Asiento mientras tomo un poco de zumo de naranja. - Por cierto, ¿cómo van las cosas en los invernaderos? Escuché que tenían un tipo de planta nuevo.

Sus ojos se iluminan, lo cual sucede siempre que habla de un tema que le apasiona. - ¡Si! Tenemos un par de Mimbulus mimbletonia, son realmente raros de encontrar. Siempre había querido ver uno de cerca y estudiarlo, la profesora Sprout nos deja que Hannah y yo los estudiemos cada que queramos.

- Suena muy interesante. - le respondo, mi sonrisa se hace más grande al verlo tan entusiasmado hablando sobre Herbología. - Me gustaría mucho ir a verlos.

- ¿De verdad? - pregunta emocionado, yo asiento. -Iríamos ahorita, pero tengo que ayudar a la profesora Sprout con las mandrágoras, ya sabes que siempre las cultiva con los niños de primero. Pero, podríamos ir después de la comida, yo mismo te los enseñaré y te explicaré más sobre ellos. ¿Te parece bien?

- ¡Si! Está perfecto.

- Bien, me alegro de que pasemos más tiempo juntos, últimamente casi no hemos hablado mucho. - hago una mueca ante sus palabras.

- Bueno, estos días he estado ayudando a Hermione con P.E.D.D.O, y tu pareces muy decidido a evitarla. - le comento con burla. Neville se sonroja de inmediato.

- Ella está empeñada en que yo participe. - murmura entre dientes. Suelto una carcajada.

- Si, es muy obstinada cuando quiere.

Después de desayunar nos dirigimos hacia el vestíbulo y unas risas atraen nuestra atención, Fred, George y Lee Jordan bajan corriendo la escalera. Los tres parecen muy ansiosos.

- ¡Ya está! - exclama Fred, una vez llega junto a nosotros. - Acabamos de tomárnosla.

- ¿El qué? - pregunta Ron.

- La poción envejecedora, cerebro de mosquito. - responde Fred.

- Una gota cada uno. - explica George, frotándose las manos con júbilo. - Solo necesitamos ser unos meses más viejos.

- Si uno de nosotros gana, repartiremos el premio entre los tres. - añade Lee, con una sonrisa amplia.

- ¿Ustedes que tienen en lugar de cerebro? ¿Pus de bubotubérculo? - les digo con molestia. Fred rueda los ojos y me pasa la mano por la cabeza, despeinándome.

- Querida hermanita, tienes mucho que aprender. Uno no puede llegar alto si no se le ocurren ideas audaces.

- Ideas estúpidas, más bien. ¿Han pensado en lo que harán si alguno de los tres queda en el torneo? ¡Es peligroso!

- Ay, esposa mía. Se que te preocupas por mí, pero verás que en cuanto gane todo el dinero será para ti. Porque eso hacen los esposos, amor. - me responde Lee, colocándose a mi lado y tomando mi mano para besarla. Le doy un golpe para que se aparte.

- Por última vez, Lee. ¡No soy tu esposa!

- Aún. - dice y me guiña un ojo.

George le da un golpe en la nuca. - ¡Deja de coquetear con mi hermanita, imbécil!

- George tiene razón, tenemos que concentrarnos en el torneo. Después sigues con tus intentos inútiles de conquistar a Sophie. - comenta Fred.

- No estoy muy convencida de que funcione, ¿saben? Seguro que Dumbledore ha pensado en eso. - les advierte Hermione.

Fred, George y Lee la ignoran.

- ¿Listos? - les dice Fred, temblando de emoción. - Entonces, vamos. Yo voy primero...

Observo como Fred saca del bolsillo un pedazo de pergamino con las palabras ˂˂Fred Weasley, Hogwarts˃˃ Mi hermano avanza hasta el borde de la línea y se queda allí, balanceándose sobre las puntas de los pies como un saltador de trampolín que se dispusiera a tirarse desde veinte metros de altura. Luego, toma aire y da un paso para cruzar la línea.

Levanto las cejas sorprendida de que el truco haya funcionado, George se adelanta a cruzar también mientras suelta un grito de triunfo. Pero al momento siguiente se escucha como un chisporroteo, y ambos salen expulsados del circulo dorado como si los hubiera echado un invisible lanzador de peso. Caen con fuerza al suelo de piedra, a tres metros de distancia y de repente a los dos les sale la misma barba larga y blanca.

Una carcajada sale de mis labios con fuerza, todos los demás también se echan a reír, incluso Fred y George se ríen al verse cada uno la barba del otro.

- Se los advertí. - dice la voz profunda de alguien que parece estar divirtiéndose, y todos volteamos para ver salir del Gran Comedor al profesor Dumbledore. Examina a Fred y George con los ojos brillantes. - Les sugiero que vayan los dos a ver a la señora Pomfrey. Está atendiendo ya a la señorita Fawcett, de Ravenclaw, y al señor Summers, de Hufflepuff, que también decidieron envejecerse un poquito. Aunque tengo que decir que me gusta más su barba que la que les ha salido a ellos.

Fred y George salen corriendo para la enfermería, acompañados de Lee, que se partía de risa. El profesor Dumbledore voltea hacia nosotros y nos ofrece una sonrisa, luego sus ojos conectan con los míos y rueda los ojos sonriendo.

- Adelante, señorita Weasley. Sé que se muere por decir su habitual cumplido.

- ¡Profesor Dumbledore! Hoy se ve extremadamente guapo, esa barba, esa sonrisa y esa piel. ¡Por Merlín, usted es todo un galán! Me pregunto cuándo será el día que le acepte a esta humilde mortal una salida a Hogsmade. - dramatizo llevándome una mano al pecho, el profesore Dumbledore suelta una risotada y mi sonrisa se ensancha.

- ¡Vaya, señorita Weasley! Cada vez se luce más, pero me temo que esa salida a Hogsmade la tendré que rechazar, aunque estoy seguro de que hay muchos jóvenes en Hogwarts que estarán muy contentos de aceptarla. - dice con calma, sonriendo amablemente. - ¿No es así, señor Longbottom?

Neville se pone colorado de inmediato y asiente nerviosamente, provocando una pequeña risa en el profesor Dumbledore. Después de eso se aleja de nosotros y camina por el pasillo hacia su despacho.

- ¿Desde cuándo a Dumbledore le interesa tu vida amorosa? - pregunta Ron, observándolo con el ceño fruncido. - Además, ¿qué tiene que ver Neville con eso?

Mi amigo abre la boca para contestarle, pero solo comienza a balbucear. Yo me quedo en silencio, también algo sonrojada, le hago una señal de auxilio a Hermione, quien inmediatamente la capta y distrae a Ron diciéndole que Viktor Krum acaba de entrar al Gran Salón.

Una vez nos quedamos solos en el vestíbulo, volteo hacia Neville.

- Yo... yo voy a la biblioteca, tengo... tengo tarea. - tartamudeo, nerviosa. Él asiente rápidamente, aún sonrojado.

- Si, yo... Profesora Sprout... tener que ir, ya sabes... plantas... yo. - murmura entre dientes, balbuceando. Ambos nos miramos a los ojos y el sonrojo solo incrementa más, apartamos la mirada.

- Si, si, sí. Te veo a la hora de comer, ya sabes, para ir a los invernaderos.

- ¡Claro! Adiós.

Él comienza a caminar por los pasillos, y yo lo imito, yéndome hacia el lado contrario para ir a la sala común a recoger mis libros y pergaminos. En realidad no tengo mucha tarea que hacer, pero era eso o ir con Harry, Ron y Hermione a visitar a Hagrid y sinceramente no me apetece ver a los escregutos, de solo pensar en ellos me dan escalofríos.

Una vez tengo todo lo necesario, emprendo mi camino hacia la biblioteca, entro al lugar y me ubico en una de las mesas del fondo, cerca a la ventana, generalmente tomo una de las mesas más escondidas, justo al lado de la zona de pociones, pero hoy me apetece un lugar más iluminado. Antes de sacar mis libros y comenzar a hacer los deberes de Aritmancia, decido escribirle una carta rápida a mi madre.

¡Hola, mamá!

¿Cómo están las cosas por la casa? ¿Algo memorable que contar? ¿Has tenido noticias de Bill? Yo le mandé una carta hace unos días, pero no me ha respondido...

Por aquí todo está de maravilla, justo anoche llegaron los chicos de los demás colegios, Durmstrang y Beauxbatons. Los búlgaros resultaron ser realmente agradables, pero los franceses parecen ser unos estirados prepotentes... hubieras visto a Ron durante la cena, se encontraba babeando y miraba a las chicas con cara de idiota, y lo más molesto es que no es el único, todos los chicos están endiosados con ellas, todos mis amigos lo están. ¡Incluso Neville! ¡Neville, mamá!

En otros temas, esta noche darán a conocer quiénes serán los campeones de cada colegio. Los gemelos hicieron de todo para tratar de meter sus nombres en cáliz, como era de imaginarse, pero no te preocupes porque ninguno ha podido superar la inteligencia del profesor Dumbledore. Me gustaría mucho que el campeón de Hogwarts sea alguien de Gryffindor, escuché que Angelina Jonhson dejó su nombre en el cáliz, espero que ella sea la campeona.

Por cierto, mamá, tengo que pedirte un consejo... bueno más bien una amiga me pidió el consejo a mí, pero yo no supe que contestarle. Mi amiga tiene un mejor amigo, siempre lo ha visto como eso, pero en los últimos meses se ha sentido diferente cuando está junto a él; se pone nerviosa y se sonroja cada que él la mira, tartamudea cuando le habla e incluso, cree que ha sentido celos de verlo junto a otra chica. Mi amiga tiene miedo de que su mejor amigo le guste, porque no quiere arruinar su amistad, además cree que son sentimientos no correspondidos. ¿Qué crees que deba hacer?... es decir, mi amiga, ¿qué debe hacer mi amiga?

Te amo, mamá. Saludos a papá.

Sophie, tu hija favorita.

Después de escribir la carta, la guardo entre uno de mis libros. Mañana le pediré prestada a Harry su lechuza y se la enviaré a mi madre. Saco un pergamino nuevo y comienzo a escribir el ensayo que nos han dejado en Aritmancia, tengo suerte de que Hermione ya lo haya terminado, así puedo copiarme un poco de ella.

Pasan aproximadamente cuarenta minutos en los que me encuentro concentrada en mis obligaciones, cuando de pronto siento una mirada fija en mí. Levanto la vista de inmediato y me encuentro con cuatro pares de ojos que me observan atentamente. Ahogo un grito y me hago hacia atrás de la impresión.

Los cuatro chicos esbozan una sonrisa al mismo tiempo, lo cual resulta aún más escalofriante. Creo que ven mi cara de horror porque uno de ellos levanta las manos despacio, tratando de tranquilizarme.

- ¡No te asustes! No vamos a hacerte nada. - dice el chico, regalándome una sonrisa. Tiene cabello azabache, lleno de rizos, y su piel es tan pálida que luce como si nunca en su vida hubiera visto el sol, lleva unas gafas redondas que ocultan sus ojos miel. Es muy guapo, a decir verdad.

Giro mi cabeza hacia los demás chicos, dos de ellos son gemelos, ambos son rubios y tienen unos lindos ojos verdes y la piel blanca, uno de ellos lleva el cabello despeinado y el otro lo tiene acomodado prolijamente. Por último, se encuentra un chico de cabello oscuro y de piel clara, tiene un montón de pecas en su rostro y hermosos ojos azules. Los tres me observan sonriendo.

Me fijo en sus túnicas, son de Ravenclaw. De pronto el entendimiento surge en mí, son los mismos chicos que me saludaron aquella vez cuando bajamos del expreso de Hogwarts, recuerdo que querían que yo fuera en el mismo carruaje que ellos. Frunzo el ceño.

- ¿Qué quieren? - pregunto a la defensiva, mi tono solo hace que sonrían más. Espeluznante.

- Queremos sentarnos. - responde el chico que habló anteriormente, el de gafas.

Analizo la biblioteca, usualmente los sábados hay mucha gente, quizá se deba a que todos aprovechan ese día de descanso para adelantar tareas, pero en esta ocasión apenas hay dos personas además de nosotros.

- Hay muchas mesas disponibles. - les digo, levantando una ceja.

Uno de los rubios suelta una carcajada, más específicamente el rubio despeinado.

- Pero muñeca, esta es nuestra mesa.

Hago como si buscara algo en la mesa, y después los miro cruzándome de brazos. - No veo sus nombres aquí.

El rubio vuelve a reírse, camina hacia una de las esquinas y golpea con su dedo. - De hecho, están aquí.

Frunzo el ceño y me acerco hacia donde él señala, en un pequeño espacio de esa esquina, están grabadas las letras "M, D, D, F", me volteo hacia ellos con los brazos cruzados.

- Eso no es un nombre, y, además, va contra las reglas dañar el mobiliario del colegio.

- Son nuestras iniciales. - habla por primera vez el otro gemelo, con una sonrisa burlona.

- Y las reglas nos importa un comino, preciosura. - añade el pecoso, recuerdo que él fue el que me habló hace unas semanas. Me maldigo internamente por no recordar su nombre.

- Pues a mi me importa un comino que esta sea su mesa, que, por cierto, no lo es. - digo, volviendo a tomar asiento. Finjo ignorarlos y continuo con mi tarea.

Escucho que las sillas frente a mi se mueven, así como también las dos que están a mi lado.

- ¿Aritmancia? ¡Interesante! Es una buena materia. - doy un salto al escuchar esa voz tan cerca. Volteo hacia él, el chico de lentes está sentado a mi lado, inclinado hacia mi y con la vista fija en mi pergamino.

Suelto un gruñido y volteo el pergamino. - ¿Te importa?

Él suelta una sonrisa inocente. - ¡Oh, no! Sigue en lo tuyo, pequeña Weasley. Nosotros no molestaremos.

Entrecierro los ojos hacia él, una voz habla a mi derecha. - Es una linda pluma, ¿es tuya?

Me giro hacia el otro chico que tomó asiento junto a mí, es el pecoso de ojos azules, él está tomando mi pluma entre sus dedos y la analiza detenidamente. Se la arrebato.

- ¡Claro que es mía! ¡No toques mis cosas!

Levanta las manos con inocencia. - No tienes que ponerte así, lindura.

- ¡No me digas lindura! - le gruño, él suelta una carcajada.

- Deja de molestar a la chica, Marlon. - habla de nuevo el gemelo que si se peina. Me observa con un brillo burlón en los ojos. - ¿No ves que la pobre se está poniendo tan roja como su cabello? Si sigue así va a explotar.

Los tres chicos se ríen con fuerza por sus palabras, y yo me pongo aún mas roja de la furia.

- ¡Váyanse de aquí! Yo estoy ocupando esta mesa, no les di permiso de sentarse. - exclamo enojada.

- Solo venimos a hacerte compañía, Wealsey. Además, ya te dijimos que es nuestra mesa. - dice el otro gemelo.

- ¿Cómo saben mi nombre? Yo ni siquiera los conozco. - les reclamo. Los tres se ríen con fuerza.

- Todos saben tu nombre, Sophie Weasley. No por nada eres la chica más guapa de tu curso. - habla de nuevo el pecoso, que ahora recuerdo que se llama Marlon, guiñándome un ojo. Ruedo los ojos ante sus palabras.

El chico de lentes estira su brazo por detrás de mí y golpea con su mano la nuca de Marlon. Este último se queja en voz alta.

- Dijimos que nada de coqueteos, Marlon. Por eso se asustó la última vez. - le reclama.

- Es mi naturaleza, amigo. - se disculpa Marlon, con una sonrisa en los labios.

Noto que los gemelos ruedan los ojos.

- Ignóralo, se suponía que no hablaría esta vez. - dice uno de los gemelos sonriéndome con disculpa.

Yo solo los miro con cara de confusión, sin entender todavía por qué siguen aquí. - ¿Alguno me va a explicar por qué me están acosando?

- No te acosamos, guapa. Somos amigos de Fred y George. - me responde el gemelo despeinado.

- ¿Son amigos de mis hermanos? - les pregunto extrañada. Los cuatro asienten. Comienzo a recoger mis cosas con rapidez.

- ¡Eh! ¿Por qué te vas? - pregunta el chico de lentes.

- Porque son amigos de Fred y George, cualquier amigo de Fred y George es mejor tenerlo lejos. - les explico.

- ¡Nosotros no somos peores que tus hermanos! - se defiende Marlon.

Suelto una carcajada y lo observo burlona. - Eso no te ayuda, mi amigo. A mis hermanos los conozco y los controlo, - los miro a todos atentamente. - A ustedes no, así que los quiero lejos de mí.

- ¡Somos buenos chicos! - vuelve a hablar el chico a mi izquierda. - ¡Solo queremos ser tus amigos!

- No, gracias. - digo tomando mis cosas y alejándome de la mesa. Escucho que las sillas se arrastran atrás de mí y los cuatro caminan hacia donde estoy.

- Les dije que no iba a funcionar. - murmura Marlon, rodando los ojos.

- ¡Cállate, idiota! ¡Tú la asustaste primero! - le grita uno de los rubios.

Apresuro mis pasos y salgo de la biblioteca, siento un tirón en mi brazo que me detiene. Se trata del chico de los lentes.

- Vamos, pelirroja. Solo queremos ser tus amigos.

- ¿Por qué? - les pregunto, cruzándome de brazos y girándome hacia ellos.

Están acomodados en línea en el pasillo, uno al lado del otro, con las manos sujetas frente a ellos y las cabezas agachadas, como si fueran un montón de niños regañados.

- Porque Fred y George nos dijeron que eras divertida e interesante. - contesta uno de los rubios. Levanto la ceja hacia él.

- ¿Solo por eso?

Los cuatro asienten a toda prisa. Me doy la vuelta para seguir caminando.

- ¡Espera! - gritan al mismo tiempo, me giro hacia ellos de nuevo.

- ¿También porque eres guapa? - dice Marlon. Ruedo los ojos.

- Solo lo estás arruinando. - le regaña uno de los rubios, entre dientes.

- Mira, pelirroja. La verdad es que los gemelos nos han hablado muy bien de ti, nos pareces interesante, nos agradas y queremos ser tu amigos, ¿está bien? - vuelve a hablar el de lentes. Explicándome despacio, con temor a que me vaya. Sus amigos asienten antes sus palabras, de acuerdo.

- Estoy seguro de que ninguna chica pondría tantos peros si un grupo de chicos guapos se acerca ofreciéndole su amistad. - murmura uno de los rubios, lo fulmino con la mirada.

- Bueno, pues no me fio de ustedes. Ni siquiera sé sus nombres.

El de anteojos se adelanta. - Yo soy Finn Owen, un gusto. - y extiende su mano hacia mi para que la estreche.

Ruedo los ojos, pero lo hago.

- Yo soy Marlon Davies, dulzura. - dice guiñándome un ojo.

- Darren Berrycloth. - dice el rubio despeinado, dándome una sonrisa infantil y sacudiendo mi mano con fuerza.

- Y yo soy Daniel Berrycloth. - se presenta el otro gemelo, haciendo una elegante reverencia que me saca una risa.

- Bueno, al menos ahora sé sus nombres. Aunque me siguen pareciendo extraños. - les digo, mirándolos con los ojos entrecerrados.

Finn se echa a reír. - Cualquiera creería que lo somos, pero somos buenos chicos... bueno, todos menos Marlon.

- ¡Oye! - se queja el pecoso, golpeando el brazo de Finn. Después se gira hacia mi y me da un guiño. - Aunque tiene razón, si quieres hacer cosas malas puedes venir a mí.

Yo vuelvo a rodar los ojos, y les doy un último vistazo antes de girarme para seguir caminando. Ellos me siguen de inmediato, se colocan dos de cada lado.

- ¿Eso significa que aceptas ser nuestra amiga? - me pregunta Finn, poniendo un brazo en mis hombros. Yo lo aparto.

- No.

- Vamos, estoy seguro de que seremos grandes amigos. Daniel podría hacer tu tarea, es muy inteligente. - comenta Darren, señalando a su gemelo que rueda los ojos.

- No necesito que nadie haga mi tarea. - recalco.

- Entonces podríamos ayudarte a conquistar chicos. - dice Finn, volviendo a colocar su brazo encima de mis hombros. Lo aparto de nuevo. - Marlon y Darren son expertos en conquistas... aunque si me permites añadir, yo no me confiaría de los consejos del pecoso, siempre lo terminan odiando.

- Tampoco necesito que me ayuden a conquistar chicos. - digo molesta.

- ¿Chicas entonces? - pregunta Marlon, guiñándome un ojo.

Ruedo los ojos. - No soy lesbiana, aunque ganas no me faltan cuando veo a chicos como tú.

- ¡Vaya, gracias! - dice él, inflando el pecho orgulloso.

- No era un cumplido, idiota. - habla por primera vez Daniel, rodando los ojos.

- ¿Entonces somos amigos? - vuelve a preguntar Finn, suelto un suspiro de fastidio, quitando de nuevo su brazo de mis hombros.

- ¡No!

- Chicos, deberíamos dejarla en paz. - dice Daniel, volteo a verlo con esperanza.

- ¡Si, exactamente! ¡Al fin uno de ustedes piensa!

- Mañana podremos volver a tratar de convencerla. - vuelve a decir, con una sonrisa maliciosa.

Mis esperanzas se desvanecen al igual que mi sonrisa. Los demás chicos asienten de acuerdo y se despiden de mi despeinando mi cabello. Observo sus espaldas cuando me adelantan y comienzan a caminar por el pasillo, sacudo la cabeza. Vaya cuarteto más extraño que me he topado.

════ ⋆★⋆ ════

Entro en el Gran Comedor y me dirijo rápidamente hacia la mesa de Gryffindor, busco con la mirada a mi mellizo y nuestros amigos, pero no los encuentro por ningún lado, me encojo de hombros, deben de seguir en la cabaña de Hagrid. Distingo a mi hermana pequeña, Ginny, sentada junto con Neville. Me apresuro a llegar a su lado y me siento junto con ella.

- Hola, hermanita. - le digo sonriendo.

- Hola, Sophie. - dice con una sonrisa. Neville me saluda con la mano, se encuentra sentado al otro lado de Ginny, le devuelvo el saludo.

- ¿De qué hablaban? - les pregunto, sirviéndome un poco de estofado en mi plato.

- Sobre el torneo, ¿escuchaste que Angelina puso su nombre en el cáliz? - dice mi hermana con emoción.

Asiento con la cabeza. - Espero que ella sea la campeona de Hogwarts.

- ¡Yo también! - concuerda Ginny.

Continuamos charlando un rato más, acerca del torneo, sobre cuáles creíamos que serían las pruebas y hablando de los chicos de los otros colegios.

- ¡Todos los chicos en la sala común estaban hablando de las chicas de Beauxbatons! - dice Ginny, con molestia. - Es insoportable, actúan como si nunca hubieran visto una chica.

- ¡Exacto! Además, las francesas ni siquiera están tan hermosas. - suelto un bufido.

Ginny se queda en silencio y habla después de un rato. - Bueno... la verdad es que si lo están.

Me giro hacia ella. - ¡Lo sé! ¿viste sus cabellos? Son alucinantes. - tomo un mecho de mi cabello y lo examino con una mueca. - No como el mío, que está seco y sin brillo.

- Bueno, pues el mío es asombroso. - me contesta ella con una sonrisa egocéntrica, ruedo los ojos.

- No es justo, tú ni siquiera te bañas.

Voltea ofendida y suelto una carcajada.

- Todos en la familia tenemos el cabello bellísimo, solo tu no porque eres adoptada.

- Tiene sentido, así se explica por qué yo soy la mas hermosa de todos.

Ginny rueda los ojos, pero sigue sonriendo. Se levanta de la mesa.

- Eres insoportable, ya me voy.

- ¡Te quiero, hermanita! - me despido con la mano. Ella hace el signo de amor y paz y sale del Gran Comedor.

Me giro hacia mi plato y continúo comiendo tranquilamente, una vez que he terminado busco a Neville con la mirada, está sentado a unos metros de mí, charlando con Dean Thomas. Me acerco hacia ellos y detienen su conversación de inmediato cuando me notan, les frunzo el ceño.

- ¿De qué hablan?

- ¡Nada! - exclaman los dos al mismo tiempo.

Los miro con los ojos entrecerrados. Neville me sonríe nervioso y yo levanto una ceja en su dirección

- Me vas a decir, ¿no es así, Nev?

Él traga saliva nerviosamente, pero niega con la cabeza.

- Yo...yo creo que es mejor que nos vayamos de una vez, ya... ya sabes a los invernaderos. ¿Aún quieres ir a ver a las Mimbulus mimbletonia? - pregunta, cambiando de tema.

Yo asiento y me pongo de pie, Neville me imita. Ambos nos despedimos de Dean y salimos del Gran Salón con dirección a los invernaderos.

- ¿De qué hablaban? - vuelvo a preguntarle.

- Nada importante. - me responde nervioso.

- ¿Entonces por qué no quieren decirme? - me cruzo de brazos.

- Yo... son cosas de Dean.

- ¿Cosas de Dean?

Neville afirma con un sonido.

- Bueno, luego haré que me diga. - le respondo decidida.

Mi amigo suelta una pequeña risa mientras niega con la cabeza. Una vez llegamos a los invernaderos, Neville me guía hasta el número seis y nos adentramos en él. Hay una gran variedad de plantas extrañas ahí dentro, alcanzo a distinguir un trío de arbustos auto-fertilizantes y una larga fila de Geranios Colmilludos. Me giro hacia Neville.

- Jamás había entrado a este invernadero, tienen cosas muy interesantes. - le digo, observando detenidamente los cultivos.

- Generalmente se usa para clases más avanzadas, junto con el cuatro, cinco y siete. A la profesora Sprout le gustan más esos primeros dos, así que en estos últimos deja las plantas mas extrañas y peligrosas para su gusto personal.

- Vaya. - le respondo, localizo una planta pequeña que se encuentra en una mesa junto a la puerta, está apartada de todas las demás, es muy linda; tiene unas cuantas flores rosadas y un montón de líneas rojas en su tallo, estiro mi mano hacia ella.

- ¡No! - grita Neville con fuerza, al mismo tiempo me toma de la cintura y me hace retroceder rápidamente provocando que choque contra su pecho.

De pronto la pequeña planta comienza a crecer con rapidez, su tallo se hace mas grande y las flores que la adornan doblan su tamaño y se tornan de un rojo intenso. Abro los ojos asustada cuando noto que siguen creciendo con gran velocidad, Neville toma mi mano y me obliga a retroceder más.

- Maldición, no recordaba que la profesora Sprout siguiera teniéndola aquí. - dice con preocupación en su voz. Yo no puedo apartar la vista de la planta que no hace más que crecer, a este punto sus ramas han bloqueado la puerta por completo, de pronto se detiene y suelto un suspiro aliviada.

- Ya paró. - le digo con voz temblorosa.

- Tenemos que escondernos. - responde mi amigo, sostiene mi mano y me guía hacia una de las esquinas del invernadero, una pequeña puerta está pegada a la pared.

Neville la abre, es un diminuto cuartito que contiene un montón de repisas en una de las paredes. - Vamos, pasa tu primero.

Lo volteo a ver con el ceño fruncido, pero aun así obedezco. Neville entra detrás de mi y cierra la puerta. El cuarto se queda en completa oscuridad hasta que mi amigo enciende el foco que se encuentra en el techo.

Distingo muchos pares de guantes para herbología, orejeras y libros arriba en las repisas, también unas cuantas escobas colocadas en una esquina de la pequeña habitación.

Me giro hacia Neville.

- ¿Por qué tenemos que escondernos? - le pregunto con el ceño fruncido. El cuarto es tan pequeño que ambos estamos rozándonos y siento una de las repisas clavada en mi espalda. Neville se tiene que agachar un poco para que el foco no lo golpee en la cabeza.

- La planta, es una Perfume de las Montañas. Parece una planta cualquiera, con sus flores inofensivas, pero en cuanto nota algo acercándosele en un radar de 30 centímetros, comienza a crecer con rapidez, doblando su tamaño, luego se detiene y un minuto después suelta un perfume que provoca que las personas se desmayen. Pueden llegar a pasar semanas hasta que las personas despiertan, muchos dicen haber sufrido alucinaciones estando desmayados.

- Entonces estamos atrapados aquí. - le digo consternada. Neville asiente con una pequeña mueca en su rostro.

- Solo durante una hora y media, aproximadamente eso tardan las Perfume de las Montañas para volver a su tamaño normal.

Suelto un suspiro frustrada. - Entonces estamos atrapados aquí por una hora y media.

- Dos horas para estar más seguros de que el perfume se fue.

- ¿Dos horas? - exclamo con molestia, Neville asiente y yo me llevo las manos a la cabeza.

- Lo siento, es mi culpa que estemos atrapados aquí. - dice él después de un rato.

Ambos nos encontramos sentados en el suelo del pequeño armario, con la espalda recargada en la pared y nuestros brazos rozándose debido a la falta de espacio. Levanto la cabeza de mis brazos y lo volteo a ver con ojos comprensivos.

- Claro que no es tu culpa, Neville. En todo caso es mía, yo fui quien trató de tocar la planta.

- Debí haberte advertido.

- ¿Cómo ibas a saber que yo tocaría justo esa planta? - le respondo, él se encoje de hombros

- ¿Cuánto tiempo crees que llevemos aquí?

- Apuesto a que no han pasado ni quince minutos.

Neville deja escapar un suspiro de derrota y recarga su cabeza en la pared, estira sus piernas por completo. Yo imito su postura y una pequeña risa escapa de mí al comparar el tamaño de nuestras piernas, él me sobrepasa como por 10 centímetros.

- Recuerdo cuando era más alta que todos ustedes. - le digo con una sonrisa. Neville levanta su cabeza y sonríe también.

- Siempre te burlabas de nosotros en primer año.

- Me sentía poderosa, a partir de tercero todos crecieron menos yo. - pongo una mueca en mi rostro. - Incluso Ginny ya es más alta.

- Eres un pequeño Gnomo de jardín. - se burla él y yo ruedo los ojos con una sonrisa.

- Nos vamos a aburrir como nunca durante estas dos horas. - digo recargando mi cabeza en su hombro. Neville asiente.

- Al menos quedé atrapado aquí contigo y no con la profesora Sprout. - dice sonriendo. - Esas hubieran sido dos horas muy incomodas.

Suelto una carcajada. - Ella se hubiera empeñado en saber más de tu vida amorosa, le encanta indagar en los cotilleos amorosos del colegio.

- Se hubiera llevado una gran decepción. - dice Neville, con una mueca en su rostro. - Ninguna chica está interesada en mí.

Trago saliva nerviosamente.

- Tal vez lo están, pero les da miedo decírtelo. - digo en un murmuro. Neville niega con la cabeza.

- ¿Por qué les daría miedo? No soy alguien temible, ni muy solicitado. - contesta.

- Quizá no les das miedo tú, sino que temen perderte. Que el sentimiento no sea mutuo o que lo sea, pero eso arruine su amistad. - le respondo, Neville se gira hacia mi intrigado, pero yo aparto la mirada. - Tienen miedo a perderte.

- Yo... yo no lo creo. No tengo muchas amigas de todas maneras, solo tú, Hermione y Ginny, y dudo mucho que alguna se sienta de esa manera respecto a mí. - dice él negando la cabeza, como si la sola idea de que alguien se enamorara de él le pareciera completamente descabellada.

Neville, si tan solo supieras.

- ¿Qué me dices de Hannah? - pregunto.

- ¿Hannah? - pregunta desconcertado. - Ya te he dicho que ella no me gusta.

- Si, pero eso no significa que tú tampoco le gustes a ella.

- No le gusto a Hannah. - dice sonrojado.

- Si tu lo dices. - le digo burlona, solo para molestarlo.

- ¡De verdad! - dice y su rostro se sonroja con aún más fuerza. -Nunca le podría gustar a una chica como Hannah.

Sus palabras me hacen fruncir el ceño.

- Le podrías gustar a cualquier chica, Neville.

Él me voltea a ver con una sonrisa y ternura en su mirada. - Ambos sabemos que eso no es cierto, Sophie.

Me separo de la pared y volteo hacia él, lo observo ceñuda. - Yo se que es cierto, así como también se que cualquier chica sería afortunada en tenerte. Todas queremos un chico como tú, Nev.

Neville aparta la mirada sonrojado. - Me cuesta creerlo.

- Pues mas vale que lo hagas, porque no me voy a cansar de repetírtelo siempre. De decirte lo grandioso que eres y lo mucho que vales. - digo, con la mirada fija en su rostro rosado. Él me voltea a ver con ojos de ternura y me regala una sonrisa que correspondo de inmediato.

- Tú también eres grandiosa, Sophie. - dice. Ruedo los ojos sonriendo.

- Si, lo sé.

Neville suelta una carcajada y yo lo imito. Recuesto mi cabeza en su regazo y él me comienza a acariciar el cabello despacio, después de un rato comenzamos a conversar sobre diferentes temas sin importancia, todo con tal de que el tiempo se nos pasara más rápido. Lo observo con ternura cada que suelta una carcajada por algún comentario con hago, pues me gusta la sonrisa que esboza, provoca que sus ojos se hagan pequeñitos y que su nariz se arrugue de manera graciosa. También finjo que no me doy cuenta cuando se me queda viendo embobado mientras acaricia mi cabello, sé que le da pena que lo descubra y que se sonroja con fuerza cada ver que lo hago. También se que odia sonrojarse, pero que le es imposible evitarlo y que lo hace con frecuencia cuando está conmigo.

Se muchas cosas sobre Neville, demasiadas, por eso me resulta imposible no verlo de la manera en que lo hago, porque se que debajo de esa fachada de chico tímido e inseguro, hay muchísimo más; es muy divertido y amable, le gusta ayudar a las personas y no le importa arriesgar su felicidad con tal de que tú sonrías, tiene muchos miedos y presiones sobre él pero aún así se levanta cada día y le da su mejor cara al mundo, no le gusta que lo vean llorar aunque él siempre te abrazará cuando tú lo hagas, la herbología es su lugar seguro y cuando habla sobre ello sus ojos se iluminan y su mente se desconecta. Se que cualquier chica podría enamorarse de él, y que él la haría demasiado feliz porque así es Neville, irradia felicidad y amor por todos sus poros. Es por eso que estoy perdidamente enamorada de él.

No tiene caso que me lo siga negando a mi misma, no tiene caso que me mienta y que me castigue por ello. Estoy enamorada de Neville Longbottom y lo acepto, aunque no haré nada al respecto porque tengo miedo. Miedo de perderlo, miedo de que me rechace y que nuestra amistad se arruine por mi culpa. Neville es muy valiente, pero la verdad es que yo no lo soy tanto.

- ¿Qué se siente tener hermanos? - pregunta después de un rato, sacándome de mis pensamientos. Él sigue acariciando distraídamente mi cabello, y su mirada está perdida en un punto del diminuto armario. Una sonrisa inmediata surge en mi rostro.

- Se siente como tener a tu peor enemigo y a tu mejor amigo en una sola persona. Al menos a mí me pasa así, lucho constantemente con mis hermanos; peleamos por la comida, por la atención de nuestros padres, por quien es el mejor en lo que sea, por quien realizará tal tarea, incluso una vez discutí con Ron por un calcetín. - digo entre risas, recordando el momento. Neville también sonríe.

- ¿Quién lo ganó? - pregunta.

- Yo, obviamente. - digo sonriendo egocéntricamente. - Pero a pesar de las peleas, sé que nadie me defendería tanto como ellos. Se que, si alguna vez necesito la ayuda de ellos, de cualquiera, incluso Percy, me la darán. Y también se que yo daría mi vida protegiéndolos a cada uno. Porque de eso se trata tener hermanos, de ser capaces de odiarse y amarse al mismo tiempo. No sé si me entiendes.

Neville asiente rápidamente.

- Si, creo que me hago una idea.

- Igual creo que varía en cada familia, no todos son así. Pero al menos en mi la mía así somos. - le aclaro.

- Me hubiera gustado tener hermanos. - dice mientras sus ojos se iluminan. - Tener un hermano o hermana menor hubiera sido increíble, siento que seríamos como los hermanos Creevey.

- Estoy segura de que hubieras sido un estupendo hermano mayor. - le digo con una sonrisa.

- A veces lo imagino, ¿sabes? - dice con tono triste. - Imagino como sería mi vida si mis padres no estuvieran en ese hospital, si ambos estuvieran consientes y no en ese estado en el que los dejaron los motífagos.

Distingo algo de amargura en su voz, coraje y frustración juntos.

- Probablemente ellos hubieran tenido más hijos, mi abuela dice que ambos amaban a los niños. Seriamos una familia feliz, ellos me acompañarían a King's Cross cada año, me darían un abrazo y me susurrarían lo orgullosos que están de mí. Me dirían que no importa si no soy el mejor en todas las clases, que ellos aun así me aman. Papá me daría consejos sobre chicas, y mamá le diría que aun soy muy pequeño para pensar en esas cosas, después los tres nos reiríamos y ellos me contarían anécdotas sobre cuando eran más jóvenes. - su voz de quiebra.

Siento que mi corazón se aprieta dentro de mi pecho al ver que sus ojos se tornan brillosos, me levanto de su regazo y tomo asiento a su lado para poder abrazarlo con fuerza. Neville esconde su cabeza en mi cuello, y unos cuantos sollozos escapan de él. Lo abrazo con más fuerza.

- Ellos están muy orgullosos de ti, Neville. ¿Sabes por qué lo sé? - le pregunto en un susurro, mientras acaricio suavemente su cabello. Él me responde negando con su cabeza aún enterrada en el hueco entre mi mandíbula y mi hombro. - Se que están orgullosos de ti porque yo lo estoy, estoy orgullosa de tu fortaleza, de tu valentía, de lo amable que eres con todos, de lo mucho que te esfuerzas por ser mejor, y de que a pesar de los tropiezos que tengas cada día que te veo tienes una sonrisa en tu rostro. Estoy segurísima de que tus padres están muy, pero muy orgullosos de ti, aunque ellos no te lo puedan decir.

Mis palabras incrementan sus sollozos y me quedo ahí con él durante un buen rato, hasta que las lagrimas han cesado por completo y su hermosa sonrisa adorna su rostro de nuevo.

- Ya estoy mucho mejor, gracias Sophie. - dice con las mejillas sonrojadas, esbozo una sonrisa en su dirección.

- No tienes que agradecerme, Nev.

Ambos volvemos a nuestra posición inicial, donde teníamos la espalda recargada en la pared y las piernas estiradas frente a nosotros. Nuestra vista perdida en la pared, suelto un suspiro resignado.

- ¿Cuánto crees que nos falte?

- Calculo que llevamos una hora y media. - me contesta. Recargo mi cabeza en la pared.

- ¿Qué haremos en esta media hora restante?

Neville se queda en silencio durante un momento, y después me responde.

- ¿Sabías que mi tío abuelo Algie era un casanova en su época en Hogwarts?

Giro mi cabeza hacia él, y le sonrió extrañada. - La verdad es que no.

- Pues lo era, o al menos eso dice él. - se encoge de hombros. - Dice que fue el primer beso de muchas chicas, de tantas que ni siquiera recuerda sus nombres.

Hago una mueca. - Me parece muy triste eso, que las chicas hayan dado su primer beso con alguien que ni siquiera las recuerda. Me gustaría que mi primer beso sea con alguien importante para mí, alguien con quien tenga confianza y que este segura que me recordará.

Neville asiente distraídamente. - Si, a mí también. Me gustaría que fuera con alguien especial.

De pronto una idea cruza mi mente. - Deberíamos besarnos.

El castaño a mi lado levanta la cabeza con tanta rapidez que creo que le provocó un mareo, me observa con los ojos como platos y boquiabierto.

- ¿Q...qué di...dijiste? - tartamudea sonrojado. Despego mi espalda de la pared y lo enfrento.

- ¡Si! Tú quieres que tu primer beso sea con alguien especial, con alguien que te recuerde aunque pasen cuarenta años, yo también. Deberíamos besarnos, tener nuestro primer beso con el otro. - le digo decidida.

- N...no creo que...

- ¡Piénsalo, Neville! Yo quiero tener mi primer beso contigo, eres mi mejor amigo y una de las personas más asombrosas que conozco. No quiero que sea con alguien a quien no le importo lo suficiente, como las chicas a las que beso tu tío Algie. Sé que contigo sería especial. - la mirada de Neville se suaviza, y de pronto ya no parece tan exaltado, pero aún así noto que duda. - A menos, claro, que tú no quieras. Y lo entiendo perfectamente, seguro quieres tener tu primer beso con una chica que te guste, de la que estés enamorado, no conmigo... tal vez piensas que sería extraño besarme y no quie...

- ¡Claro que quiero besarte! - me interrumpe, ambos nos sonrojamos con fuerza ante sus palabras.

- ¿Seguro? - le pregunto, mirándolo fijamente, él asiente nervioso.

- S...sí. Yo también creo que sería muy especial contigo. - me sonríe, siento mis mejillas aún más rosadas, pero decido ignorarlas.

- Bien. - digo mientras me arrodillo a su lado, él abre los ojos asustado.

- ¿A...ahorita? - pregunta nervioso. Me encojo de hombros.

- Si, ¿por qué no? ¿o prefieres que sea en otro momento?

Neville niega rápidamente.

- En este momento está bien.

Tomo un fuerte respiro antes de hablar, de pronto me siento nerviosa. - Muy bien, cierra los ojos.

Él obedece de inmediato, yo me acerco más y coloco mis manos en sus hombros, Neville pega un pequeño respingón que me hace reír.

- Lo... lo siento. - susurra aún con los ojos cerrados, esbozo una sonrisa tierna al ver sus mejillas sonrojadas.

- Tranquilo, solo soy yo. - le digo también susurrando.

Observo su rostro, tiene los ojos fuertemente apretados y sus pestañas chocan con la piel de sus mejillas, unas cuantas pecas adornan su nariz y sus labios lucen rosados y carnosos. Trago saliva con fuerza al mismo tiempo que coloco una de mis manos en su mejilla. Acerco mi rostro lentamente, hasta el punto en donde nuestras narices se rozan, suelto una pequeña risa nerviosa que lo hace sonreír.

- Tranquila, solo soy yo. - me imita en un susurro.

Tomo aire con fuerza antes de cerrar mis ojos y chocar mis labios contra los suyos en un tierno beso.

Apenas es un roce, una caricia inocente y casta, hasta que lentamente abro mi boca y busco profundizar más, Neville me imita. Es un beso torpe y descuidado, que nos hace reírnos a mitad de él, probablemente muchos lo hubieran considerado un desastre, pero para nosotros fue especial porque lo dimos con alguien especial.

════ ⋆★⋆ ════

Una vez de regreso al Gran Comedor me encuentro con Ron, Harry y Hermione ya sentados junto a Fred y George, me separo de Neville, Dean y Seamus, a quienes nos habíamos encontrado en los pasillos cuando volvíamos de los invernaderos, y me dirijo hacia mis hermanos.

- Espero que salga Angelina. - dice Fred mientras me siento.

- ¡Yo también! - exclamo con una sonrisa entusiasta.

- ¡Bueno, pronto lo sabremos! - dice Hermione.

- ¿Por qué estas tan sonrojada? - me pregunta Harry, con el ceño fruncido.

- ¡No estoy sonrojada! - le digo, aunque estoy segura de que si lo estoy. Ron gira la mirada hacia mí, y me mira de la misma forma que Harry.

- Si, si lo estas. ¿Estás enferma? - pregunta con el tono un poco preocupado.

Niego con la cabeza. - Debe ser el calor, está un poco lleno aquí dentro.

El Gran Comedor parecía estar casi abarrotado, habían quitado del vestíbulo el cáliz de fuego y ahora estaba puesto delante de la silla vacía del profesor Dumbledore, sobre la mesa de profesores. El banquete de Halloween nos pareció mucho mas largo de lo habitual, quizá se debía a que era el segundo banquete en dos días, pero de todas maneras no lo disfrutamos igual. La mayoría nos encontrábamos muy impacientes, unos cuantos levantaban la cabeza y estiraban los cuellos cada cierto tiempo, tratando de ver si el profesor Dumbledore ya había terminado la cena para que diera la noticia de quienes serían los seleccionados como campeones. A mi lado Harry movía la pierna nerviosamente, y eso solo me inquietaba más.

Hasta que, por fin, después de un buen rato el profesor Dumbledore se pone de pie, junto a él, el profesor Karkarov y Madame Maxime tienen una expresión tensa y expectantes como los demás. Solo Ludo Bagman se encuentra sonriendo y guiñando el ojo a varios estudiantes. El señor Crouch, en cambio, no parece nada interesado, sino más bien aburrido.

- Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión. - anuncia el profesor Dumbledore. - Según me parece, falta tan solo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado. - indica la puerta que hay detrás de su mesa. - Donde recibirá las primeras instrucciones.

Saca su varita y ejecuta con ella un amplio movimiento en el aire. De inmediato se apagan todas las velas salvo las que están dentro de las calabazas con forma de cara, y la estancia logra quedar casi a oscuras. No hay nada en el Gran Comedor que brille tanto como el cáliz de fuego, y el fulgor de las chispas y la blancura azulada de las llamas casi hace daño a los ojos. Todo el mundo mira en su dirección, expectante. Algunos incluso consultan sus relojes.

- De un instante a otro. - susurra Lee Jordan, tres asientos más allá de donde me encuentro.

De pronto, las llamas del cáliz se vuelven rojos, y empiezan a salir chispas. A continuación, brota en el aire una lengua de fuego y arroja un trozo de pergamino carbonizado. Ahogo un grito.

El profesor Dumbledore coge el trozo de pergamino y lo aleja tanto como le da el brazo para poder leerlo a la luz de las llamas, que habían vuelto a adquirir un color blanco azulado. Escucho que Ron emite un pequeño grito de emoción, del que seguramente me habría burlado en otro momento, pero justo ahora me encuentro concentrada en el profesor Dumbledore.

- El campeón de Durmstrang. - lee en voz alta y clara. - Será Viktor Krum.

- ¡Era de imaginar! - grita Ron, al tiempo que una torre de aplausos y vítores inundan el Gran Comedor, incluso yo me encuentro aplaudiendo con fuerza.

Busco con la mirada a Krum, y lo encuentro levantándose de la mesa de Slytherin y caminar hacia Dumbledore. Se vuelve hacia la derecha, recorre la mesa de los profesores y desaparece por la puerta hacia la sala contigua.

- ¡Bravo, Viktor! - brama Karkarov, tan fuerte que logro escucharlo incluso por encima de los aplausos. - ¡Sabía que serías tú!

Se apagan los aplausos y los comentarios. Nuestra atención vuelve a recaer sobre el cáliz, cuyo fuego tarda pocos segundos en volverse nuevamente rojo. Las llamas arrojan un segundo trozo de pergamino.

- La campeona de Beauxbatons. - dice el profesor Dumbledore. - es ¡Fleur Delacour!

- ¡Es ella, Ron! - escucho que grita Harry, volteo hacia la mesa de Ravenclaw para poder ver a la campeona, y me encuentro con que es la misma chica que parecía veela, se pone de pie elegantemente, sacude la cabeza para retirarse hacia atrás la amplia cortina de pelo plateado, y camina por entre las mesas de Hufflepuff y Ravenclaw.

- ¡Miren qué decepcionados están todos! - dice Hermione elevando la voz por encima del alboroto y señalando con la cabeza al resto de los alumnos de Beauxbatons.

Dirijo mi mirada hacia donde nos señala, dos chicas que no habían resultado elegidas habían roto a llorar, y sollozaban con la cabeza escondida entre los brazos. Ruedo los ojos.

- ¡Que dramáticas! - exclamo molesta.

Una vez que Fleur Delacour desapareció también por la puerta, vuelve a hacerse el silencio, pero esta vez es un silencio tenso y lleno de emoción, casi se puede palpar.

- El siguiente es el campeón de Hogwarts. - susurro, para nadie en particular, pero veo que Harry asiente sin apartar la vista del cáliz.

Y el cáliz de fuego vuelve a tornarse rojo; saltan chispas, la lengua de fuego se alza y de su punta Dumbledore retira un nuevo pedazo de pergamino.

- El campeón de Hogwarts. - anuncia. - es ¡Cedric Diggory!

- ¡No! - dice Ron en voz alta, pero solo Harry y yo lo escuchamos debido a que el jaleo proveniente de la mesa de al lado es demasiado estruendoso. Todos y cada uno de los alumnos de Hufflepuff se ponen de pie de repente, gritando y pataleando, mientras Cedric se abre camino entre ellos, con una amplia sonrisa, y se marcha hacia la sala que hay tras la mesa de los profesores.

En la mesa de Gryffindor todos se encuentran aplaudiendo también, aunque con menos intensidad que los Hufflepuff, aún así me es imposible detener una sonrisa orgullosa de nuestro campeón.

Bueno, pudo haber sido peor.

Por supuesto, Ron no parece de acuerdo conmigo, pues tiene una mueca inconforme en su rostro.

- ¡Estupendo! - dice el profesor Dumbledore, en voz alta y muy contento cuando se apagan los aplausos. - Bueno, ya tenemos a nuestros tres campeones. Estoy seguro de que puedo confiar en que todos ustedes, incluyendo a los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons, darán a sus respectivos campeones todo el apoyo que puedan. Al animarlos, todos ustedes contribuyen de forma muy significativa a...

Pero el profesor Dumbledore se calla de repente, y la razón por la que se interrumpió es evidente para todos.

El fuego del cáliz ha vuelto a ponerse de color rojo. Otra vez lanza chispas. Una larga lengua de fuego se eleva de repente en el aire y arroja otro trozo de pergamino.

Ahogo un grito de sorpresa, junto con varios de mis compañeros.

El profesor Dumbledore alarga la mano y lo toma. Lo extiende y mira el nombre que hay escrito en él. Una larga pausa de silencio invade el Gran Comedor, durante la cual nuestro director contempla el trozo de pergamino que tiene en las manos. Todos lo observamos expectantes y curiosos de lo que aquello significa. Finalmente, él se aclara la garganta y lee en voz alta:

- Harry Potter.

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Muchas gracias por sus votos y comentarios, espero les esté gustando mucho la historia

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