Notas Doradas [Diabolik Lover...

Od GinNail

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Aquellas notas eran musicales, eran gramaticales, eran de él y de ella. Ambos se mezclaban entre sentimientos... Viac

Capítulo I
Capitulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX

XIV

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Od GinNail

Las fuertes manos de aquel joven de diecinueve años apretaban causando moretones en las muñecas de su acompañante. Una niña para él, una pequeña presa de todos los chupasangres que la rodeaban. Presa de lo que su propio padre permitió por una idiotez más. Las consecuencias de los actos son como un boomerang lanzado suavemente y que vuelve con una briza que pone los pelos de punta, pero hay una diferencia, ella no sabía qué había hecho. La empujó contra la pared, el estruendo se hizo presente en la habitación, volteando un cuadro que se había mantenido colgado por mucho tiempo. El golpe provocó un dolor agudo en su espalda. Sintió como dos ojos buscaban su mirada, una fiera surgía del interior de la persona que tenía en frente. Sus piernas temblaban, esos orbes que antes eran un dulce mar, ahora era un ciclón de furia. Sus muñecas ardían por dentro y comenzaban a entumecerse.

—Ten más cuidado —habló él con una voz grave y llena de amargura, ella solo inclinó la cabeza—. Cada pasó que das es uno que te puede llevar a la muerte.

Narumi agachó la cabeza pero Shu la obligó a seguir mirándolo a los ojos. Tenía bronca y locura dentro suyo, él sabía bien que no debía descargarse con ella. No iba a resultar bien, podía alejarla de su lado y allí terminaría todo. Sin embargo, sus emociones eran más fuertes. Ya había sentido algo así antes… con la novia que los dejó por los descendientes de los Tsukinami. El gesto de ella yéndose de su lado para ir tras Carla… le dolía. ¿Y si Narumi se iba con Yuma? Él volvería a estar solo.

“A ella no le importaría…” ese pensamiento fugaz solo provocaba que su furia aumentara.

—¿Eres un perro que menea la cola por comida? ¿No era que ibas a estar conmigo por siempre? —quería detener su boca, sus palabras. El daño que estaba causando era horrible—. ¿A cualquier hombre le haces esas promesas? —apretó un poco más.

—Shu —dijo ella captando por fin lo sucedido, movió sus manos para lograr liberarse del rubio pero no lo logró.

—No me llames. Yuma pudo morderte y hacerte suya… como un animal más —sin previo aviso, la joven logró soltarse y empujar a Shu para dejarlo contra el suelo.

—¡T-t-tonto! —gritó y corrió hacia su habitación azotando la puerta de Shu.

Una lágrima rodó por sus mejillas. Shu no solía ser así, siempre fue alguien un tanto comprensivo, nunca demostró ser impulsivo. Pero hoy estaba inquieto desde el comienzo. Él no quería desde el principio que ella fuera hacia la casa de Yuma, ¿Por qué? ¿Será porque sabía la naturaleza de esa familia?.

—Shu… —las lágrimas comenzaron a brotar con brutalidad al recordar aquellos ojos que gritaban traición. Ella sentía una gran necesidad de explicarle que Yuma no le haría eso, porque si no lo hizo por tres meses no lo iba hacer ahora. El castaño era un buen chico a pesar de su temperamento. Tenía una personalidad muy dulce en cuanto a lo que lo rodeaba. Quizás él era siempre así.

Su corazón dio un brinco ante un pensamiento fugaz. Si se deprimía en ese momento las cosas no se arreglarían, las acciones y los sentimientos hacen a la amistad. No iba a soltar a ninguno de los dos.

El joven se quedó callado… lo sabía y no se contuvo. Miró la puerta por donde ella había salido… por donde ella lo insultó. Fijó su mirada en sus manos, lo que hizo con su amor volvía a su mente. Era la segunda vez en su maldita vida que hacía eso. Sus celos… sus estúpidos celos la involucraban en una red que no tenía fin. Lamentablemente, la muchacha estaba para ser sacrificada y, quizás, por él. Se incorporó. Sentía un gran peso llamado culpa. No importara en que punto de vista se colocara: tanto lo sucedido con el Mukami como la pelea de hace unos minutos dejaban en claro los sentimientos mal formados que Shu tenía dentro de su ser. Si sólo lograba moldearlos.

Se acostó en la cama. Se abstuvo de cenar. El frío que entraba en por la ventana lo ponía en el peor humor. Mañana se pronosticaba nieve… justo para víspera de Navidad, una festividad que solo servía para comprar turistas de por ahí y hacer marketing vaya donde vaya. Se cubrió el cuerpo con una manta más. El viento helado seguía entrando y llenando la habitación. Apretaba los párpados para poder dormirse. No obstante, aquel sueño no llegó. No pudo dormir desde el momento en que se acostó hasta la mañana del otro día. Era una molestia. Sabía el porqué de su insomnio pero… ¿de qué servía hacer algo ahora? De vez en cuando escuchaba voces en su puerta, aunque no se quiso levantar para nada.

—… —escuchó como algo se deslizaba debajo de su puerta. Se levantó despacio para poder ver qué era, no obstante volvió a acostarse en cuanto vio que era una carta. Seguramente Reiji estaba enojado por la poca atención que le daba su hermano mayor.

Miró su celular, tenía miles de mensajes, la mayoría de su insoportable compañera que lastimó a la castaña. Se fijó en la hora.

—Las dos de la tarde… creí que eran las ocho de la mañana —su estómago gruñó suavemente, más de doce horas sin comer le afectaban y mucho. Un bistec o una fruta podrían ayudar a que el hambre se fuera. No se levantó, miró el techo pensando mil cosas. Las horas volvieron a pasar.

Su estómago comenzó a quejarse nuevamente. Levantó su celular, que casi no tenía batería, el reloj indicaba las veinte y treinta y dos minutos.

“No quiero levantarme…” pensó revolviéndose en la cama. La imagen de Narumi ocupaba su mente, los ojos vacios de ella, su cara que no expresa nada, esas típicas funciones de caminar de acá para allá y viceversa, habían vuelto. Recordó las mil veces que la vio sufrir mientras dormía, sus movimientos frenéticos que buscan escaparse de algo. Algún trauma que repercute hasta hoy y él, siendo consciente de ello, la lastima. “¿Qué le sucedió? ¿Recordara aquello? Y si es así… yo solo tiro más de la cuerda”.

Dio unos pasos hacia la puerta, de verdad tenía hambre. Arrastró sus pies para llegar hasta su campera para poder abrigarse. Miró una vez más la carta que yacía en el suelo. Se agachó y la tomó. Con solo darla vuelta notó que no era de Reiji sino de ella. La abrió con cuidado y desesperación simultáneamente.

“Shu-san, perdón por todo esto. No quiero que te enojes conmigo y menos con Yuma…”

—No era necesario eso —se dijo así mismo y prosiguió.

“… porque de seguro me abrazó por la situación que he pasado, él quiere que aprenda a defenderme por lo que me enseña algunas cosas, perdón por ocultártelo de esta manera, aunque sé que percibías que algo estaba pasando. Intentas protegerme siempre aún si disimulas que no lo haces ya que Shu-san es una de las personas más amables que he conocido. Si esto pudo convencerte, estaré esperando a que habrás la puerta…”

Con rapidez abrió la puerta para encontrarla allí, sentada al costado de la puerta, abrazando sus piernas y tiritando de frío. Shu se dio cuenta del frío que hacía en el pasillo. La cubrió con su abrigo y la joven levantó la cabeza. Le sonrió.  

—La tonta eres tú… —le dijo mientras la ayudaba a levantarse.

Vio sus muñecas, aún moradas por la fuerza aplicada. La tristeza provocada con anterioridad, se había desvanecido con el sentimiento de sus ojos. Sin ver la situacion del frío pero sintiendo la emoción del momento. Ella no tenía la culpa de los celos de su mejor amigo, él lo sabía. Todo lo que él pensaba, todo lo que ella pensaba en ese momento se referían en una sola acción: abrazarse mutuamente. Las miradas clavadas entre sí, el mínimo tacto y la misma sensación le prohibían al frío el poder manifestarse. Narumi levantó los brazos hacia Shu, dio un pequeño brinco y se aferró al pecho del vampiro.

—Narumi... Suéltame por favor —habló yendo contra su propios pensamientos, por respuesta la joven fue soltándose lentamente de él. Pero ella misma se apretó de nuevo contra él. El frío cuerpo de la joven provocó un leve escalofrío en el muchacho... ¿Cuánto tiempo estuvo esperando por él?  

—Por fin salió —habló Laito mirándolos, por su parte, el rubio llevó su mano a la espalda de la niña.

—Sí...

—Ella insistió en quedarse sentada desde anoche —habló Laito tratando de separarlos pero la castaña se aferraba a su amigo—. Ya, ya. No te lo voy a quitar, él no me pertenece. Quizás, tú sí —rió parándose y viéndolos.

—¿Estás desde anoche? —preguntó disimulando su sorpresa.

Ella se limitó a asentir. Narumi no podía ver los sentimientos que causaban sus acciones o las sobreprotecciones de Shu para con ella. El mayor era consciente que se había enamorado de alguien completamente sentimental en sus acciones y una piedra en sus emociones. Deseaba con todo tomarla de los brazos y besarla. Pero... Él no es así, o eso cree.

—Está frío, yo también quiero un abrazo —volvió a hablar el castaño rojizo, pero Shu lo miró con desagrado, cosa que provocó una carcajada en él.

—Vamos a la sala a tomar algo. Faltan algunas horas para el festejo —el rubio soltó a la niña y se adelantó. Un sonido extraño surgió en el silencio.

—¡Quiero comer algo! —dijo Laito imitando la voz de una mujer.

Narumi le dio un puñetazo en el hombro por burlarse de ella. Tenía hambre por esperar allí. Ella quería comer con Shu. Rechazó todas las veces que Laito y Yuuri le decían que vaya a comer. A ella no le interesaba nada más que ser perdonada por su amigo.

—¿No comiste mientras estuviste aquí? —preguntó con un poco de molestia el rubio.

—Se negó cada vez que le decíamos que comiera y bueh, le hicimos caso —Shu le dirigió una mirada a su hermano diciéndole que merecía una paliza—. Si fuera Ayato, te tendría miedo —Laito sintió como la mirada de su hermano se intensificaba—. Bueno, ya voy buscar un chocolate para ella.

“Shu puede mandar sobre sus hermanos, él es genial” pensó Narumi y se quedó mirando los hombros anchos del dueño de aquellos ojos… a los que ya no le temía. “Desde que lo conocí él fue alguien que tiene a muchas personas que lo respetan, pero ¿Qué sucedió? ¿Por qué él ayer fue… así?”.

Su amigo se agachó. Le llamó la atención que ella se quedara petrificada mirando a un punto fijo en dirección hacia él. Además de que le estaba hablando y ella no le prestaba atención. Quizás tenía frío y pensaba en ello ya que es muy colgada en esas cosas.

—Narumi —la llamó, pero ella seguía mirando al mismo punto, el pecho de él, cosa que le estaba comenzando a dar gracia. “Parece una cachorrita o una conejita”. Levantó un poco más la voz—. Narumi.

—¿Mm? —fijó su vista en los orbes de su acompañante que estaba muy cerca.

—¿En qué pensabas? —no era común que preguntara eso, pero necesitaba hacerlo.

Buscó su celular en uno de los bolsillos y al encontrarlo texteó rápidamente:

“En que Shu es genial, aunque no te conozca mucho. Y que tus reacciones te hacen ver muy imponente”.

¿Ella lo estaba halagando? ¿era masoquista o qué?, esas preguntas se repetían en la mente del mayor creando una laguna profunda, pero no podía evitar sentirse un poco ¿emocionado? ¿feliz?. Que ella lo vea de esa forma era algo que él no esperaba.

—Vamos a comer —dijo adelantándose para poder esconder el rubor que se le había generado, Noihara sólo se limitó a seguirlo.

Se sentaron juntos, Shu vio como la niña, al recibir el primer plato, se devoraba la comida. Rió para sí mismo, estaba encantado con la niña, estaba encantado consigo mismo en ese momento. A pesar de todo lo que sucedió, ella se mantenía a su lado… aquella promesa, quizá no fue en vano.

Al terminar de comer, todos se dirigieron a una de las salas. No había decoraciones navideñas ni nada por el estilo, cosa que deprimió un poco a la joven ya que acostumbraba a armar el árbol con su papá. Su padre… lo extrañaba, hace más de cuatro meses que no lo veía ni lo escuchaba. Se sentía sola en ese aspecto, nadie de su alrededor era como él: alegre, confiado y, sobre todo, afectuoso; o eso veía ella. Recordó la Navidad anterior donde recibió su cuadernillo de notas con mil hojas hechas de pino y cáñamo más una caja de lápices de colores de marca, a su papá le había costado muchísimo aquel regalo. Desde que se lo entregó, lo atesora y ese mismo cuadernillo podía hacerla explayarse con sus sentimientos.

La hora se acercaba, faltaban cinco minutos para Navidad. Narumi se dio prisa para ir a su cuarto. El rubio miró a través del rabillo del ojo. Ahora sí podría decirse que se sentía como una bola pesada. Los cinco minutos pasaron rápido, ninguno se dijo nada. Era una noche normal como las demás… no, no lo era.

La castaña bajó a toda velocidad trayendo consigo un montón de regalos para cada uno. Todos los presentes eran hechos a mano, como una taza para Reiji o el collar de Aki. Repartió uno a uno, los vampiros se asombraron por aquella dulce acción.

—Chibi-chan, eres adorable —dijo Laito contento con su bufanda nueva.

—Gracias —Subaru agachó la cabeza al ver el decorado de una nueva lapicera.

Shu se sintió más pesado aún. Ella aún no le había dado su regalo. Miró con recelo a cada uno que vociferaban un pequeño ‘gracias’ o un ‘feliz Navidad’ con pequeñas sonrisas como si fueran niños. ¿Eran idiotas o qué? Kino se lanzó a los brazos de la joven por lo que recibió lo que causó cierto impacto en ella. El de ojos celestes lo miró con una cara de odio, pero, gracias a la inexpresividad que la muchacha suele tener, se soltó rápido. Con el último regalo, se acercó con pequeños saltitos alegres hasta su mejor amigo, extendiendo el sobre. Shu miró los colores de este: azul con lunares turquesas y  una pequeña dedicatoria. La miró, ella tenía una expresión expectante. Lo abrió lentamente para encontrarse con algo más lindo de lo que él se imaginaba: una pulsera con las iniciales de su nombre más un dibujo de Shu durmiendo sobre un colchón de flores muy bien proyectado y, por último, un chocolate con la inscripción: ‘Para mi mejor amigo’. Volvió a levantar la mirada. Vio como Narumi le sonreía y sin querer se le escapó un bostezó.

—Gracias —agradeció en seco, se incorporó tomando a Narumi que bostezaba sin cesar—. Ven, te llevo a tu cama —sin más la tomó entre sus brazos.

La castaña colocó su cabeza en el pecho de su amigo y se durmió enseguida. Llegó a la habitación de la joven y la recostó.

—Shu… —pronunció adormilada.

—Sí —dijo mientras la cubría con las cobijas.

Ella se extendió en la cama. Era muy inquieta cuando quería. Shu esbozó una sonrisa al ver el rostro de ella tan calmado, la nieve reflejada a través de la luz de la luna menguante y de los faroles. El pequeño gatito se recostó a los pies. En el oscuro y silencioso cuarto, solo se podía oír la respiración relajada de Narumi que se acompañaban con movimientos de frecuencia de su pecho inhalando y exhalando. Todo en ella emitía dulzura y frescura y el hombre que la veía era consciente de ello. Recordó lo sucedido en el día anterior. No podía creer cómo había actuado y como ella reaccionó. Pero… ella dijo Tonto, algo que de verdad no la veía venir. Se rió por lo bajó. Esa chica era lo que él más quería y que ese querer se volvía un profundo -te amo-.

Miró sus cabellos esparcidos en la almohada, su rostro que expresaba su inocencia por sobre todas las cosas. Sus parpados tranquilamente cerrados, sus mejillas y su nariz eran rosadas por el frío, su boca entre abierta que emitían pequeñas ráfagas de aliento caliente.

“Tan desprotegida… podría morderte, comerte. Uff… siempre eres tan linda. ¿Por qué me haces esto? Sabes que te traté mal y me sigues buscando, me regalas cosas y me sonríes como si yo fuera lo que más aprecias,  pareciera que juegas conmigo. Todo estos regalos que les diste, pudiste no hacerlo y entregármelos a mí…, no, porque sé cómo eres. Aún así, me provocas. ¿Sabías cuántos chicos tienes detrás? Yuma no te abrazó por estar preocupado, lo hizo porque no puede no enamorarse de ti. Los celos me hacen perder parte de mi paz, me haces una montaña rusa de sentimientos que me vuelven loco y todo esto…”

—Es porque me gustas —dijo y se acercó a la cama. Sus instintos y sus emociones lo guiaban.

Apoyó una mano al costado de la cabeza de la muchacha. Sintió el aliento caliente y una respiración pausada y adorable ante sus ojos, estaba siendo hipnotizado por esto. Cerró sus ojos y con la mano restante tomó suavemente del mentón a su amiga. Rozó con su nariz la piel suave y rosácea, el olor a jazmín y rosas que emanaban del cuerpo de ella endulzaban aún más el pensamiento del rubio. Se detuvo y depositó un beso suave y rápido, pero no se alejó. Dio un segundo beso. Quería detenerse, ella podía despertar en cualquier momento, pero recordó el sueño pesado que ella suele tener. Sonrió y dejó un beso en su mejilla izquierda para luego incorporarse.

—Me gustas mucho, Narumi —dijo y desapareció.

Mientras tanto, una joven apretaba fuertemente la almohada sin entender que acaba de pasar. Sus mejillas rosáceas se volvieron rojas y ardían. Su pulso estaba acelerado ante las palabras y acciones de aquel chico. No podía creerlo…

“¿Qué acaba de pasar?”

Pokračovať v čítaní

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