Detrás de la cámara. © [Tom F...

By Sherley_Vila

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Magdala O. Armstrong "Moa" siempre ha estado enamorada de su amigo Tom Felton desde que tiene memoria pero el... More

Detrás de la Cámara.
Antes de leer.
Capítulo uno.
Capítulo dos.
Capítulo tres.
Capítulo cuatro.
Capítulo cinco.
Capítulo seis.
Capítulo siete.
Capítulo ocho.
Capítulo nueve.
Capítulo diez.
Capítulo once.
Capítulo doce.
Capítulo trece.
Capítulo catorce.
Capítulo quince.
Capítulo dieciséis.
Capítulo diecisiete.
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve.
Capítulo veinte.
Capítulo veintiuno.
Capítulo veintidós.
Capítulo veintitrés.
Capítulo veinticuatro.
Capítulo veinticinco.
Capítulo veintiséis.
Capítulo veintisiete.
Capítulo veintiocho.
Capítulo veintinueve.
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno.
Capítulo treinta y dos.
Capítulo treinta y tres.
Capítulo treinta y cuatro.
Capítulo treinta y cinco.
Capítulo treinta y seis.
Capítulo treinta y siete.
Capítulo treinta y ocho.
Capítulo treinta y nueve | FINAL.
EPÍLOGO | PRIMERA TEMPORADA.
Invitación.
Invitación II.
Invitación III.
Invitación IV.
Detrás de la Cámara | SEGUNDA TEMPORADA.
Antes de leer. | SEGUNDA TEMPORADA
Capítulo uno. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo dos. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo tres. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuatro. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cinco. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo seis. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo siete. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo ocho. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo nueve. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo diez. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo doce. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo trece. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo catorce. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo quince. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo dieciséis. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo diecisiete. | SEGUNDA TEMPORADA
Capítulo dieciocho | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo diecinueve. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veinte. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veintiuno. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veintidós. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veintitrés. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veinticuatro. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veinticinco. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veintiséis. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veintisiete. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veintiocho. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo veintinueve. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y uno. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y dos. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y tres. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y cuatro. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y cinco. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y seis. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y siete. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y ocho. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo treinta y nueve. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta y uno. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta y dos. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta y tres. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta y cuatro. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta y cinco. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta y seis. | SEGUNDA TEMPORADA
Capítulo cuarenta y siete. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta y ocho. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cuarenta y nueve. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cincuenta. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cincuenta y uno. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cincuenta y dos. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cincuenta y tres. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cincuenta y cuatro. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cincuenta y cinco. | SEGUNDA TEMPORADA.
Capítulo cincuenta y seis. | SEGUNDA TEMPORADA. | FINAL.
EPÍLOGO. | SEGUNDA TEMPORADA.
Una carta para Tom.
Agradecimientos.
EPÍLOGO. | FINAL ALTERNATIVO.
Curiosidades de DETRÁS DE LA CÁMARA.
"Mentiras." | ONE SHOT | Draco L. Malfoy.

Capítulo once. | SEGUNDA TEMPORADA

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By Sherley_Vila

S Á B A D O.

Odiaba su existencia.

Odiaba la existencia del mundo exterior.

Odiaba haber despertado un sábado por la mañana ¿Quién en su sano juicio se levantaba temprano en los únicos días que podías descansar hasta el medio día? Claramente ella no, no al menos por gusto.

Moa terminaba de alistar sus prendas en el interior de sus maletas, desde que llegó a la ciudad para la boda de sus amigos había estado viviendo en la casa de Robert pero claramente, no podía permanecer ahí, en algún momento tendría que irse.

El británico en más de una ocasión le dijo que las puertas de su casa siemrpe estarían abiertas para ella, su presencia no le incomodaba, la morena lo agradecía sin embargo una de las verdaderas razones por las que había estado viviendo con él era para ayudarlo con Kenia.

Pero esta misma bebé, había sido quitado del cuidado de ellos dos desde hace ya dos semanas.

Robert le había nuevamente dicho que no era necesario que se fuera pues para él jamás sería una molestia tenerla cerca.

Moa agradecía demasiado aquel gesto pero se planteaba que ella tenía que irse de ahí para dejar su Robby en las libertades que comúnmente de su persona, ella por su lado debía volver a su casa.

Al hogar que durante casi dos años no piso desde aquella noche helada y dolorosa de Diciembre en el 2015.

— ¿Estás segura? —Una voz volvió a insistir desde el umbral de la puerta.

La morena soltó una risa pequeña mientras se volvía a ver a sus espaldas, en el marco de la puerta de aquella habitación estaba Robert.— Muy segura, Robby, tranquilo.

Pattinson a pequeños pasos solo la observaba, tomó tímidamente asiento en el filo de la cama donde estaba la maleta de la chica.— Bueno, si cambias de opinión sabes que pue—Fue interrumpido.

— Puedo volver aquí, sí, ya lo sé. —Repitió en un ligero todo fastidiante aunque lejos de ser ofensivo era divertido, Moa soltó una risa sin gracia pero burlona.— Robby, solo, volveré a mi casa, no voy a un anexo.

El de ojos azules rió un tanto avergonzado.

Dos años podría decir que vivió en compañía de ella y no tenerla de un día para otro en su hogar sería un tanto difícil. Sin ver a Moa por las mañanas dándole muy contada vez un beso en los labios, sin ver como una morena movía su cabeza de un lado a otro al igual que su cuerpo al ritmo de la música, sin escucharla cantar con algunos cuantos desafines, sin oír esos pasos que desde las escaleras bajaban ansiosos para recibirlo.

Él, no queriendo, se había acostumbrado a la mujer que amaba.

Pero ella a él no, no al menos de la misma forma.

Para Moa siempre fue agradable ver a Robert cada mañana dándole tanto cariño con una mirada tan enternecida y bella que tal vez solo la literatura describiría, sin oír como el chico cantaba para ella cuando esta fingía darle el control de la televisión que simulaba ser un micrófono, sin notar como es que la mirada de aquel británico la envolvía en una calidez.

Pero cada mañana, al despertar, al verlo, al tenerlo cerca, se sentía peor.

Ella estaba abusando de la gratitud y la buena fe de aquel hombre que la amaba cuando ella no correspondía a sus sentimientos.

En más de una ocasión se atormentó por las veces en las que amaneció con los brazos de Robby aferrados a su cadera con su respiración tranquila en la nuca, con la vista a ese rostro de facciones finas descansar en su pecho, con apenas la sabana de la cama cubriendo sus cuerpos desnudos.

Ella realmente sabía que lo que estaba haciendo estaba mal.

Ella no quería sentirme mal, no quería seguir ilusionando a ese tan buen y puro hombre.

— ¿Me acompañas? —Preguntó la morena cerrando la tapa de su maletacpara bajarla de la cama.

Hasta el fin del mundo. —Le sonrió tan pasivamente, el varón se puso de pie para acercarse a aquella chica tomando la maleta del mango así como la otra que yacía ya hecha.

Robert salió de la habitación para ir a dejar las maletas en las cajuelas del auto, tras de él salió Moa quien se detuvo a dar una inspección rápida a la casa asegurándose de que todo estuviese en orden antes de irse.
Con la puerta cerrada, las llaves en mano, la morena acomodó su bolso en hombro para ir directo al auto y subir en este.

Los nervios comenzaban a comerla viva desde la noche anterior en la que pensó que era una opción no dormir pues creía que no podría pero al final lo logró.

Minutos de viaje para llegar a la casa.

Su hogar.

Una casa de dos pisos, no muy grande, lo suficiente para una familia de cuatro, un jardín y un patio trasero, se notaba en los arbustos como es que la naturaleza se había extendido aunque no lo suficiente.

— Se mantuvo decente para no estar dos años. —Dijo Robert aparcando el auto mientras miraba los arbustos sin forma exacta.

— Daniel me había comentado que cada que tenía tiempo venia a darle mantenimiento a la casa... —Susurró la morena saliendo del auto al igual que el varón.— Trataba de mantener la casa decente.

— Con razón... —Respondió, su mirada azul viajó a la morena que contrariada observaba la casa, parecía tan sumida en sus pensamientos, y lo estaba.


Aquí es donde viviremos. —Avisó la mujer que sostenía la mano de su hija.

Vivir durante un tiempo en la casa de los padres de la señora Constance era agradable pero la misma mujer no quería ser un problema más en la tranquilidad de sus padres, por ello, trabajó con mucho más esmero para conseguir poder comprar la vivienda.

Moa, una niña de apenas 11 años observaba la casa, grande, con una sonrisa que se ensanchaba a medida que la observaba con detenimiento.

¿Te gusta? —Habló la madre de la morena.

Ujum. —Salió de los labios de la niña.— Es grande.

Y tienes tu propia habitación.—Agregó la mayor consiguiendo una reacción de sorpresa con su hija.

¿Ya no tengo que dormir contigo? —Preguntó a lo que su madre negó con diversión.

Ya no... A menos que quieras seguir haciendo que no hay ning—Fue interrumpida.

¡No! Ya soy una niña grande, tengo 11 años mamá.

Cierto, cierto, perdón, ya estas grande. —Se corrigió la madre, pronto tomó a su hija entre sus brazos para cargarla y darle un beso que sonó en la mejilla.

Moa no sabía para ese momento el sacrificio que traía consigo tener una casa después de básicamente no tener nada. Ella solo veía como su madre se despedía en las mañanas para llegar en la madrugada a la casa de sus abuelos, y en ocasiones ella misma presenciaba todo el trabajo que tenía aunque claro, para una niña de 11 años, los problemas del adulto no caían en ella pues Constance siempre procuró que su hija no tuviese una infancia pesada de problemas que a un niño no le correspondían. Siempre trató de ser la clase de madre que a ella le hubiese gustado tener.

Trabajó siempre no para ella sino para su hija la cual era el amor de su vida, su todo.

No fue hasta que Moa supo de la leucemia de su madre, que fue consciente de todo lo que su madre hacía por ella, con 17 años, Magdala trataba siempre de ser la responsable del hogar trabajando de medio tiempo en la producción junto a su madre para aliviar los gastos de la casa, quería darle los menores problemas posible a su madre que de por sí ya tenía demasiado con saber que el cáncer no tenía cura.


— ¿Todo bien? —Preguntó Robert sacando de ese profundo mar doliente a la de ojos marrones que pronto, sobresaltada, pestañeó rápido para evitar que sus ojos dejaran salir las lágrimas de melancolía.

— Todo perfecto. —Respondió la chica, sonriendo. Moa caminó hasta la puerta para sacar sus llaves e introducir la llave madre en la cerradura de la casa.

Como si no se hubiese ido nunca, la casa seguía intacta, igual, a excepción de que el polvo en las superficies delataba la ausencia de personas.

La morena caminó al interior sintiendo como es que su ansiedad desaparecía, la calidez de la casa la cubría recordándole de donde venía y quien era. Sonrió para si misma sintiéndose plena en una oleada de sentimientos.

Robert entró a la casa con las dos maletas, una en cada mano y con la misma confianza que antes subió a la planta superior para ir a dejar las cosas en la habitación que correspondía a Moa.

Aquella mujer se desplazó por el resto de la casa, abrió cada gaveta de la cocina encontrandolas vacías cosa que la hizo reír.

“— ¡Pero se está echando a perder!—Exclamó un hombre de ojos azules al otro lado de la pantalla.— Es pecado desperdiciar la comida.

No estoy allá para poder consumirla.

Tú no pero yo sí.—La de ojos marrones rió.— ¿Entonces?

No sé por qué me preguntas, ve y toma todo, come, sabes que esa también es tu casa.—Moa le sonrió con ternura.”

Sí, Moa era hija única de sangre a la señora Armstrong pero ante muchos también era bien conocido que Daniel era un Armstrong.

Las gavetas junto al refrigerador estaban vacíos pero limpios, la casa estaba impecable lo que la hacia caer en cuenta de que su hermano había visitado la casa hace tiempo para darle mantenimiento.

— ¡Robby! —Habló la chica alzando la voz para que su compañero le escuchara.— ¡Robby!

— Aquí estoooy.—Canturreó el mencionado bajando de las escaleras para dirigirse a donde escuchaba la voz de su morena.— ¿Que pasa?

— Tengo hambre...

— ¿Quieres ir a comer? ¿De que tienes antojo? —Preguntó el británico sonriendole a la chica.

— No lo sé pero... ¿Puedes llevarme a hacer las compras? Sirve que comemos por ahí y cenamos aqui. —Propuso a lo que el ojiazul aceptó gustoso.

— Avísame cuando llegues a casa.

— ¿Estás segura de que deseas quedarte aquí? —Preguntó Robert. Ella con ternura asintió.

— Muy segura, no tienes que preocuparte... Este es mi hogar también, estaré bien. —Susurró la morena.

Ambos adultos estaban lo suficientemente cerca como para percibir el aroma del otro, así como las emociones en esas simples miradas. Esos ojos azules la miraban con ternura pero con dolor y resignación. Pattinson había pasada demasiado tiempo pensando en que debía hacer y creía que lo que haría sería lo mejor.

Esos ojos marrones miraban con ternura y cariño al varón, con amor, pero con un simple amor de familia, no más, no menos.

— Si cambias de opinión, puedes hablarme, eh. —Aunque personalmente, Pattinson rogaba porque no lo hiciero, si lo hacía, complicaría las cosas.

— Entendido y anotado. —Dijo la chica con una sonrisa pequeña en los labios, la corta distancia que tenían se esfumó cuando Moa rodeó con tanta ternura pero miedo al cuerpo del varón. Un abrazo que expresó mucho, más de lo que lo harían las palabras.

Moa por alguna razón que ella no comprendía, sentía miedo, un miedo que no sintió desde que se quedó sin su madre pero ¿Por qué sentirlo ahora? Todo estaba bien. Una parte de ella solo, en silencio, parecía gritar que memorizara una vez más el aroma de Robert, inhaló esa varonil colonia antes de alejarse de aquel.

La noche había llegado, y había golpeado aquel hogar de forma impresionante, Moa despedía desde el umbral de la puerta principal a aquel varón que sin saberlo ella, dentro de poco no volvería a ver. Aquel auto negro desapareció de su vista en la calle, sus ojos marrones se alzaron al cielo dejando escapar un suspiro pesado.

Ya estaba en casa.

La tarde la pasó en risas junto a su amigo, Moa compró las cosas que necesitaba, todo estaba bien lo único que faltaba eran los víveres que Daniel hace tiempo se había llevado ¿Cómo? Radcliffe tenía una copia de la llave de aquella casa.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de la morena al recordar la última vez que habló con su hermano, hace dos semanas desde aquella llamada que la hizo sentir ofendida ¿De que hablarían? ¿Sobre qué exactamente? ¿De Robert? ¿De Tom? Ella no tenía que dar explicaciones a nadie, absolutamente a nadie.

Ella se alejaba para estar bien con Robert, no quería lastimarlo más de lo que ella consciente que sufría.

¿De Tom? Ella lo detestaba, odiaba lo que le hizo, odiaba tener que verlo cada día de trabajo, odiaba tener que estar en contacto con él, odiaba sentir esa cálida mirada que le regalaba cuando este creía que ella no lo veía, odiaba sentirse vulnerable cuando lo tenía cerca, odiaba tener que ver esos ojos tan encantadores que cuando se encontraban con los de ella la miraban de una forma que la hacían sentir amada pero bien sabía que esa mirada era una mentira o eso creía ella, justo como la mirada que le dedicó hace tiempo, en las cabañas.

Odiaba tener presente que lo seguía amando.

Pero se negaba a aceptarlo, tenía que odiarlo ¡Debía hacerlo! ¡La lastimó! ¿Que fue lo que hizo mal para recibir ese daño?

Miserable.

Era muy poco decir que se sentía miserable.

Observó esa gran luna que se alzaba bella y resplandeciente en la ciudad, tímidamente ocultandose entre algunas nubes, sonrió por inercia, su mente traicionera trajó a ella el recuerdo de la misma noche en la que Tom le rompió el corazón, sintió un dolor punzante en su pecho.

Ser indiferente con las cosas siempre era malo, evadias todo en lugar de afrontarlo, ella lo hizo, evadió el dolor que le traía recordar todo eso evitando sanar cualquier herida.

Pero así como sintió ese dolor, sintió alivio, un alivio que lamentablemente no duró pues se convirtió en culpa.

Así como pensó en Tom en aquella noche, recordó a Robert declarandole su amor, suspiró con pesar, no quería seguir siendo una maldita despiadada con aquel varón de sentimientos tan inocentes.

Tal vez alejarse sería lo mejor.

Sin saberlo, ambos pensaban igual.

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