courageous| neville longbottom

By SolinneGarte

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Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas. Ambos se... More

introduccion
prólogo
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐔𝐍𝐎
capítulo 1
capítulo2
capítulo 4
capítulo 5
capítulo 6
capítulo 7
capítulo 8
capítulo 9
capítulo 10
capítulo 11
capítulo 12
capítulo 13
capítulo 14
capítulo 15 (parte 1)
capítulo 15(parte2)
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐃𝐎𝐒
capítulo 16
capítulo 17
capítulo 18
capítulo 19
capítulo 20
capítulo 21
capítulo 22
capítulo 23
capítulo 24
capítulo 25
capítulo 26
capítulo 27
capítulo 28
capítulo 29
capítulo 30
capítulo 31
capítulo 32
capítulo 33
capítulo 34
capítulo 35(parte 1)
capítulo 35(parte 2)
capítulo 36 (parte 1)
capítulo 36 (parte 2)
capítulo 37
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒
capítulo 38
capítulo 39
capítulo 40
capítulo 41
Capítulo 42
capítulo 43
Capitulo 44
Gracias por su apoyo.

capitulo 3

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By SolinneGarte

Corregido sin cambios.

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—No deberían dejarlo ser profesor, ¡es un sádico! —murmuro con enojo, camino dando vueltas a una de las mesas de la Sala Común de Gryffindor, con las manos en la cintura. Hermione se encuentra realizando un encantamiento para ayudar a Neville a quitarse los restos de tripa de sapo de las uñas. —Tal vez si él fuera mejor profesor, errores como éstos no ocurrirían.

—Bueno... creo que, si fue mi culpa esta vez, soy...soy el único de la clase que ha...

—¡No! —interrumpo a Neville deteniendo mi caminar para mirarlo severamente. —No fue tu culpa que tu caldero se fundiera esta clase.

—Pero es el quinto que fundo en Pociones.—murmura mi amigo, sonrojándose con vergüenza.

– El sexto, de hecho. – le corrige Hermione tímidamente, la fulmino con la mirada y ella me sonríe como disculpa. Neville agacha su cabeza y se sonroja aún más.

Vuelvo a seguir rodeando la mesa, caminando con pasos lentos.

– Que seas un poco torpe no es excusa para que él te obligara a destripar todo un barril de sapos cornudos. Además, sabe que tú tenías un colapso nervioso cuando finalizó la clase. ¡Él te provoca eso! – grito alzando las manos y deteniendo mi caminar.

– Sophie, está bien. Además, ya cumplí mi castigo, tendré que ser más cuidadoso de ahora en adelante.

– Pero, aún así él buscará cualquier excusa para castigarte. Parece odiarte y está peor este curso.

Neville asiente lentamente agachando la cabeza, sé que él le tiene mucho miedo al profesor Snape y es que ese hombre es la pesadilla de cualquiera, pero, con mi amigo parece como si fuera su juguete y diversión personal. Se la vive aterrorizándolo, lanzándole insultos y siempre diciéndole lo malo que es.

– Yo...yo lo soportaré. Como lo vengo haciendo todos estos años, no te preocupes por mí, Sophie. – me da una sonrisa tímida que me ablanda el corazón. Le sonrío de vuelta, dejándome caer en el asiento que Hermione ha desocupado hace apenas unos segundos.

– ¿Sabes, Nev? Tú siempre dices que no perteneces a Gryffindor porque no eres lo suficientemente valiente. Pero hay algo que tú no sabes y es que la valentía viene en diferentes empaques. Tú eres muy valiente al enfrentarte todos los días a Snape, aun cuando él es tu mayor miedo. Yo no podría hacerlo. – finalizo mis palabras mirándolo a los ojos, él se sonroja de inmediato y aparta la mirada.

– Siempre sabes cómo hacerme sentir mejor. – murmura tímidamente.

– Eso es porque soy la mejor amiga del mundo.

Neville rueda los ojos sonriendo. – Sí, lo eres.

Lo miro a los ojos aún sonriendo, siempre me ha gustado el color de sus ojos y la suavidad de su mirada, es amable y me hace sentir segura. Sé que, aunque me encuentre en el lugar más peligroso del mundo, si miro los ojos de Neville, me sentiré protegida.

Me inclino sobre mi asiento, hacia él y suavemente deposito un beso en su mejilla. – Te quiero mucho, Nev. – le digo cuando me separo, sé que para este punto mis mejillas se han puesto del color de mi cabello. Meto mi mano en uno de los bolsillos de mi túnica y saco una barra de chocolate, siempre traigo una conmigo. La parto a la mitad y se la extiendo a mi mejor amigo.

Neville me mira con el rostro totalmente sonrojado y acepta la barra de inmediato. – Yo también, Sophie.

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Camino de prisa por los vacíos pasillos del colegio, la mayoría de los alumnos están ya en sus salones tomando las clases correspondientes por lo que la ausencia de personas crea un aspecto algo tétrico. Mis rápidos pasos hacen eco contra las paredes de los pasillos, sujeto con más fuerza los libros que cargo en mis brazos y acelero aún más mi caminar.

Voy realmente tarde a la primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, después de comer deprisa decidí ir con Hermione a la biblioteca a terminar tareas que nos han encargado a lo largo de la semana, mi amiga ya las había hecho antes, por supuesto, pero debía terminar unos folletos para su proyecto en defensa de los elfos domésticos. Estaba tan concentrada en mis propias tareas que ni siquiera escuché el timbre que indicaba el comienzo de las clases, tampoco oí cuando mi mejor amiga dejó el lugar. De no ser por un chico de Hufflepuff que me avisó mi retraso, yo seguiría ahí sin percatarme de que me perdía la primera clase con el profesor Moody.

Doy vuelta en uno de los corredores y sigo caminando, a lo lejos distingo que un chico camina en la misma dirección que yo solo que unos pasos más adelante. Él parece escuchar mis pisadas pues da una mirada en mi dirección. Reconozco su rostro y su sonrisa ladina de inmediato, Draco Malfoy.

El Slytherin arquea las cejas en mi dirección y yo le frunzo el ceño de inmediato. – ¿Llegando tarde a clases, Wealsey? – pregunta deteniendo sus pasos.

– Lo mismo para ti, Malfoy. – cuando llego a su lado paso de largo, él me sigue muy de cerca.

– A diferencia tuya, yo tengo permiso por el profesor Snape. – ruedo los ojos.

Decido ignorar sus palabras y caminar con más rapidez.

– Sabía que eras maleducada, pero no pensé que tanto. Cuando alguien habla contigo debes ser cortés y responder, Weasley.

– No soy maleducada, simplemente que hay personas que merecen mi atención y otras que no. – le doy una mirada rápida. – Tú no la mereces.

El rubio suelta una risa sarcástica. – ¿Entonces por eso decidiste que yo ya no merecía tu valiosa amistad y me mandaste al demonio por carta?

Detengo mis pasos y me giró hacia él. – Sabes perfectamente porque decidí terminar nuestra amistad.

Draco levanta ambas cejas. – Oh, claro que sé. Es porque la señorita perfecta hará cualquier cosa para complacer a su familia de mierda, ¿no es así?

Lo miro con el ceño fruncido, sin comprender sus palabras. – ¿Qué mierdas estás diciendo?

– Tu familia no aprobó que tuvieras amistad conmigo, es por eso que mandaste esa carta durante el verano.

Suelto una carcajada mirándolo con incredulidad. – Malfoy, ¿al menos leíste la carta?

Frunce el ceño. – Claro que la leí.

– ¿Entonces por qué dices semejantes idioteces? – tomo un respiro antes de continuar. – Mira, Draco. Realmente eres agradable debajo de esa farsa de Slytherin prejuicioso y molesto, se que el chico que conocí el año pasado no es el mismo idiota que nos ha insultado todos estos días.

Él se cruza de brazos y trata de hablar, pero no lo permito.

– No, déjame continuar. La razón por la cual decidí terminar mi amistad contigo fue por el insulto que soltaste el día del Mundial de Quidditch, ofendiste a mi familia, Draco. No puedo ser amiga de una persona que es tan grosera y tiene tan poca empatía, si el año pasado decidí ofrecerte mi amistad fue porque vi más en ti, vi que tienes miedos, inseguridades y grandes expectativas que cumplir.

Draco agacha la mirada, ocultando sus ojos de mí.

– Me agradó mucho ser tu amiga durante esos meses, Draco. Pero las amistades que tengo se basan en respeto y cariño, no soy alguien masoquista, hipócrita y mucho menos estúpida como para ser amable con alguien que solo lanza bombas e insultos a mi familia. Sé que hay más en ti que esa fachada que le muestras al mundo. – me acerco a él y apoyo una mano en su hombro. – Así que cuando decidas ser quien realmente eres, volveremos a ser amigos.

Le doy una leve sonrisa antes de darme la vuelta y seguir mi camino hasta el salón de clases. Tomo un largo respiro antes de abrir la puerta, todo el salón voltea su mirada hacia mí, pero yo decido ignorarlos y buscar inmediatamente al profesor Moody. Lo localizo cerca del escritorio, de espaldas mientras lee algo en un libro, cierro la puerta detrás de mi y con rapidez camino hacia el lugar vacío que está junto a Neville, dejo mis libros en el pupitre y tomo asiento.

– Creo que no me vio. – le susurro a mi amigo, él asiente despacio con una sonrisa.

– ¡Señorita Weasley! – grita una voz sobresaltándome. Volteo hacia el frente de la clase y me topo con el profesor Moody aún de espaldas, trago saliva nerviosamente. – A la próxima, le sugiero que llegue temprano a clase. De no ser así me veré en la obligación de castigarla durante una semana entera.

Asiento rápidamente, pero luego me percato que él no puede verme, así que decido hablar. – S...si profesor Moody. Lo lamento.

El hombre voltea y fija su ojo mágico en mí. – Antes de que usted se dignara a honrarnos con su presencia, hablábamos acerca de las maldiciones. ¿Conoce cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?

Trago saliva antes de hablar. – Eh... mi padre me ha hablado de una. Se llama maldición Imperius. – le digo titubeando un poco.

– Así es. Tu padre la conoce bien. En otro tiempo la maldición Imperios le dio al Ministerio muchos problemas. – dice Moody asintiendo. Camina con cierta dificultad sobre sus disparejos pies, abre uno de los cajones de la mesa y saca de el un tarro de cristal.

Dentro correteaban tres arañas grandes y negras. Mi mirada va hacia mi hermano mellizo que se encuentra unos asientos más adelante que el mío, él se echa un poco hacia atrás. Ron le tiene fobia a las arañas.

Moody mete una de sus manos en el tarro, coge una de las arañas y se la pone sobre la palma para que todos la puedan ver.

– ¡Imperio! – la araña se descuelga de la mano de Moody por un fino y sedoso hilo y empieza a balancearse de atrás a adelante como si estuviera en un trapecio.

Moody vuelve a apuntarle con la varita, y la araña se levanta sobre las dos patas traseras y se pone a bailar. Toda la clase comienza a reír a carcajadas, incluso una pequeña risa sale de mis labios.

– Les parece divertido, ¿verdad? ¿Les gustaría que se los hicieran a ustedes? – gruñe Moody.

Todos detenemos nuestra risa de inmediato.

– Esto supone el control total. Yo podría hacerla saltar por la ventana, ahogarse, colarse por la garganta de cualquiera de ustedes. – dice mientras la araña comienza a dar vueltas como loca.

Siento a Neville estremecerse a mi lado.

– Hace años, muchos magos y brujas fueron controlados por medio de la maldición imperius. Le dio bastante que hacer al ministerio, que tenía que averiguar quién actuaba por voluntad propia y quién obligado por la maldición. Podemos combatir la maldición imperius, y yo les enseñaré cómo, pero e necesita mucha fuerza de carácter y no todo el mundo la tiene. Lo mejor, si se puede, es evitar caer víctima de ella. ¡ALERTA PERMANENTE! – brama y todos nos sobresaltamos.

Escucho que Neville murmura algo entre dientes, pero no logro entenderle.

– ¿Alguien conoce alguna más? ¿Otra maldición prohibida? – Moody toma la araña trapecista y la vuelve a meter en el tarro.

Hermione levanta la mano con rapidez y, para mi sorpresa, Neville también. Trato de disimular mi cara de asombro para que no se sienta cohibido.

– ¿Sí? – dice Moody, girando su ojo mágico para dirigirlo hacia Neville.

– Hay una... la maldición cruciatus. – le responde mi amigo, con la voz muy leve, aunque clara. Siento que mi piel se eriza de inmediato. Su respuesta me sorprende aún más, debido a que sus padres fueron torturados mediante esa maldición.

Moody mira a Neville fijamente, esta vez con los dos ojos. – ¿Tú te llamas Longbottom? – pregunta, bajando rápidamente su ojo mágico para consultar la lista.

Neville asiente nerviosamente con la cabeza, pero Moody ya no pregunta nada más. Se vuelve hacia la clase en general y alcanza el tarro para tomar la siguiente araña y ponerla sobre la mesa, donde permanece quita, aparentemente demasiado asustada para moverse.

– La maldición cruciatus precisa una araña un poco más grande para que puedan apreciarla mejor. ¡Engorgio! – y con eso la araña creció hasta hacerse más grande que una tarántula.

De la impresión mi cuerpo se hace hacia atrás e inconscientemente sujeto la mano de Neville con fuerza. Levanto mi mirada hacia la suya y siento que me sonrojo un poco cuando él me sonríe tratando de tranquilizarme. Volteo hacia el frente de la clase.

– ¡Crucio! – dice Moody levantando de nuevo su varita. De repente, la araña encogió las patas sobre el cuerpo. Siento que la mano de Neville se aprieta más con la mía y yo comienzo a deslizar mi dedo pulgar lentamente contra la palma de su mano. Trato de tranquilizarlo, se lo mucho que presenciar esto lo esta afectando.

La araña rueda y se retuerce cuando pudo, balanceándose de un lado a otro. No profirió ningún sonido, pero era evidente que, de haber podido hacerlo, habría gritado con todas sus fuerzas.

Moody no apartó la varita, y la araña comenzó a estremecerse y a sacudirse más violentamente.

Sentí mi cuerpo tensarse con todas sus fuerzas cuando mi amigo comenzó a temblar a mi lado. Una furia comenzó a formarse en mi interior.

– ¡Pare! – grito con voz furiosa.

Moody levanta la varita.

La araña relajó las patas, pero siguió retorciéndose.

– Reducio. Dolor. No se necesitan cuchillos ni carbones encendidos para torturar a alguien si uno sabe llevar a cabo la maldición cruciatus. También esta maldición fue muy popular en otro tiempo. Bueno, ¿alguien conoce alguna otra? –

Le doy una mirada a Neville, sus ojos están fijos en la pequeña araña que sigue retorciéndose al frente de la clase. Aprieto su mano para llamar su atención, en cuanto nuestras miradas se conectan le doy una pequeña sonrisa, él trata de devolvérmela, pero no logra mas que una mueca.

Toda la clase se encuentra en completo silencio, ninguno se atrevía a mencionar otra maldición por miedo de lo que nos tocaría presenciar.

La mano de Hermione se alza una vez más, temblando un poco.

– ¿Sí? – dice Moody.

– Avada Kedavra. – susurra ella.

Mi cuerpo se tensa una vez más, Ron, quien se encuentra unos asientos más adelante que yo, me da una mirada de confusión señalando a Hermione. Como si no entendiera por qué ha nombrado esa maldición, más cuando Harry está presente.

– ¡Ah! Si, la ultima y la peor. Avada Kedavra, la maldición asesina. – una sonrisa cruza el rostro de Moody. Parecía como si disfrutaba de esto.

Metió la mano en el tarro de cristal y, como si supiera lo que le esperaba, la tercera araña echó a correr despavorida por el fondo del tarro, tratando de escapar de los dedos de Moody, pero él la atrapó y la puso sobre la mesa.

La araña comenzó a corretear por la superficie.

– ¡Avada Kedavra! – el grito de Moody resuena por todo el salón.

Hubo un cegador destello de luz verde y un ruido como de torrente, como si algo vasto e invisible volara por el aire.

Al instante la araña se desplomó patas arriba, sin ninguna herida, pero indudablemente muerta.

Un grito ahogado sale de mi garganta y aprieto con fuerza la mano de Neville, sé que a este punto su mano debe de doler de tantos apretones que ha llevado a lo largo de la clase.

– No es agradable, ni placentero. Y no hay contramaldición. No hay manera de interceptarla. Solo se sabe de una persona que haya sobrevivido a esta maldición y está sentada delante de mí. – inmediatamente todos dirigimos una mirada hacia Harry, quien se mueve con incomodidad en su asiento.

– Avada Kedavra es una maldición que solo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podrían sacar las varitas mágicas todos ustedes y apuntarme con ellas y decir las palabras. Y dudo que entre todos consiguieran siquiera hacerme sangrar la nariz. Pero eso no importa, porque no les voy a enseñar a llevar a cabo esa maldición. Ahora bien, si no existe una contramaldición para Avada Kedavra, ¿por qué se las he mostrado? Pues porque tienen que saber. Tienen que conocer lo peor. Ninguno de ustedes querrá hallarse en una situación peligrosa en que tengan que enfrentarse a ella. ¡ALERTA PERMANENTE! – brama y todos volvemos a sobresaltarnos.

El resto de la clase pasa en silencio, la mayoría está demasiado asustados como para hablar más de lo necesario. Después de lo que parecen años, el timbre suena, indicando el fin de la clase, todos nos levantamos de nuestros asientos con rapidez, tratando de salir lo mas pronto posible del salón.

Tomo mis libros en mis manos y le dirijo una mirada confusa a Neville cuando noto que él aún no se ha movido de su lugar. Después de presenciar la última maldición estuvo mucho mas quieto que de costumbre, y se mantuvo con la mirada fija en su escritorio la mayor parte del tiempo.

– Nev. – lo llamo, pero él sigue sin moverse. Llevo mi mano a su hombro y lo sacudo un poco, mi amigo levanta la cabeza y me mira con confusión antes de notar que el salón se encuentra casi vacío.

– ¿Qué...? ¡Oh! Yo...yo no había...– toma sus libros y se levanta a tropezones.

– ¿Estás bien? – le pregunto, caminamos juntos hasta la salida del salón.

– ¿Eh? ¿Yo? Oh, si estoy muy bien.

Le doy una mirada extraña, pero decido ya no preguntar más. Jamás nos hemos presionado, siempre esperamos hasta que el otro esté listo para hablar. Creo que esa es una de las cosas que más amo de nuestra amistad, estamos ahí para el otro, respetando su espacio y dándole apoyo cuando lo necesita.

Ambos traspasamos la gran puerta del salón y comenzamos a caminar por el pasillo con dirección al Gran Salón. Antes de que podamos dar tres pasos, una voz nos detiene desde atrás.

– ¡Longbottom! – mi amigo y yo volteamos de inmediato, el profesor Moody se acerca a nosotros cojeando. En cuanto llega a nuestra altura, nos da lo que parece ser un atisbo de sonrisa. – ¿Por qué no vienes a mi despacho a tomar una taza de té? Usted también puede venir si así lo desea, señorita Weasley.

No lo deseo, ni siquiera un poco. Ni loca podría desear estar con Moody más del tiempo necesario de la clase.

Comparto una mirada aterrorizada con Neville antes de hablar.

– De... de hecho, profesor Moody. Neville y yo tendremos que rechazar su invitación. – carraspeo un poco. – Verá, la profesora McGonagall nos pidió a ambos que asistamos a su despacho antes de ir a cenar. Parecía de suma importancia y...

Él me interrumpe. – ¡Oh, vaya! Pues podría ir usted, señorita Weasley. Vaya con la profesora McGonagall e infórmele que el señor Longbottom está atendiendo unos asuntos conmigo. No creo que haya algún inconveniente, y si lo hay, yo personalmente hablaré con ella.

Me mira atentamente con su ojo mágico y esboza una sonrisa que solo me causa escalofríos. Volteo hacia Neville con rapidez y localizo el pánico en su mirada.

– Bueno, yo creo que...

– Insisto. – dice él, interrumpiéndome.

– Ve, Sophie. Yo te alcanzo luego. – dice mi amigo con una sonrisa falsa en su rostro. Le doy una mirada de disculpa antes de asentir y seguir mi camino rumbo al Gran Salón.

Les doy una última mirada por encima de mi hombro y alcanzo a ver como ambos entran en el despacho de Moody. No me siento nada cómoda con el hecho de que Neville se quede a solas con ese hombre, mucho menos después de esta clase y lo mucho que le ha afectado a mi amigo. Suelto un gruñido de frustración.

Continúo caminando con rapidez y cuando doy vuelta en uno de los pasillos, siento que alguien me toma del brazo con fuerza y me encierra en un lugar oscuro. Trato de ver a través de la oscuridad, pero me es imposible, siento una figura a mi espalda que me hace soltar un grito con todas mis fuerzas.

– Shh. – dice una voz, al mismo tiempo que me tapa la boca con la mano y sujeta mis manos a mi espalda.

El pánico me invade y comienzo a moverme con fuerza tratando de zafarme de la persona que me encerró aquí.

– Sujétala bien, Fred. – dice otra voz frente a mí. La reconozco inmediatamente, hago un movimiento que provoca que la persona que me tiene tapada la boca quite su mano.

– ¡Qué asco, me lamió! – grita la voz atrás de mí, me suelta.

– ¡La soltaste! – grita la otra.

– ¡Ella me lamió!

– ¡¿Qué creen que hace, par de idiotas?! – exclamo con todas mis fuerzas, debido a la oscuridad no puedo verlos, así que con mis manos comienzo a tantear el aire tratando de encontrarlos. Es entonces, cuando recuerdo que mi varita está uno de mis bolsillos. La saco rápidamente. – Lumos

La habitación se ilumina, estoy en un pequeño armario con escobas y trapeadores, también hay cubetas y montones de pergaminos viejos, distingo a mis dos hermanos acorralados en una de las esquinas, con sus manos cubriendo su rostro y temblando con fuerza.

– No nos pegues. – dicen al mismo tiempo. Al ver que no me acerco, ambos quitan sus manos lentamente, entonces fruncen el ceño.

– ¡Trajiste a la equivocada! – grita George, empujando a su mellizo.

– ¡Tú estabas vigilando! – le recrimina Fred, empujándolo de vuelta.

– ¿Cómo no te diste cuenta de que no era la correcta?

– ¡Tú debías de darte cuenta!

—¡Cállense los dos! – grito, levantando mi varita hacia ambos.

Fred y George se separan y voltean hacia mi con rostro aterrorizado.

—Y luego trajiste a la peor. —susurra Fred.

Me acerco a ambos lentamente, aún con la varita alzada y tomo la oreja de Fred con mi mano libre, guardo mi varita en el bolsillo y tomo la oreja de George. Ellos sueltan un grito adolorido cuando jalo sus orejas con fuerza.

—Suelta, suelta, suelta. – dice George, con una mueca de dolor.

– Ay mi orejita. – solloza Fred.

– Me van a explicar ambos, ¿por qué me encerraron en este armario con olor a rata y casi me causan un infarto?

– Pensamos... pensamos que eras Ginny. – habla Fred.

– Queríamos hacerle una broma a ella.

– Pero George no hizo bien su trabajo de vigilancia. – dice mi hermano, fulminando a su gemelo con la mirada.

– ¡Tú te equivocaste! – le grita el otro. Jalo las orejas de ambos y sueltan un grito de dolor.

– ¡Cállense, ambos!

– Perdónanos, dulce y bella hermanita.

– Nos equivocamos de pelirroja, haz como si nada hubiera pasado y sigue con tu camino.

Ruedo los ojos al ver como ambos juntan sus manos y hacen pucheros. Suelto sus orejas. Los gemelos se levantan rápidamente sobando la zona herida.

– Demonio. – me gruñe Fred. Mirándome con enojo.

– Bestia. – le sigue George.

– Par de idiotas, ni siquiera un secuestro falso les sale bien. Tuvieron suerte de haber fallado conmigo, si hubiera sido Ginny, ambos estuvieran muertos a este punto.

Ellos tragan saliva el mismo tiempo y fingen un escalofrío de terror.

– Tenemos que planear otra venganza. – Fred asiente rápidamente.

Ruedo los ojos y me dirijo hacia la puerta. Ellos me siguen.

– ¿Cómo estuvo tu primera semana de clases, dulce hermanita? – George pasa su brazo por encima de mis hombros.

– Muy buena, antes de que dos idiotas fingieran secuestrarme.

– Y estos idiotas...

– Se disculpan por ellos, además...

– Te regalan una caja de regaliz. – termina George, mientras Fred saca de su túnica el dulce. Frunzo el ceño negando.

– No aceptaré nada de ustedes, en un descuido termino con granos en el rostro, vomitando o se me pinta el cabello de verde.

Fred hace una mueca de indignación y se lleva la mano al pecho, a mi otro lado, George lo imita.

– Nos duele...

– Que desconfíes de nosotros.

Les doy una última sonrisa rodando los ojos antes de cruzar la puerta hacia la mesa de Gryffindor. Mis hermanos se apresuran a tomar asiento al lado de Lee Jordan y Angelina Johnson, yo me dirijo hacia Ron y Harry. Me desplomo en el asiento entre ambos, soltando un suspiro de frustración.

– Fred y George me secuestraron. – murmuro, dejando caer mi cabeza en la mesa.

– Harry se humilló con Cho Chang, él te supera. – dice mi hermano. La noticia me hace levantar la cabeza con una sonrisa, volteo a ver a Harry. Se encuentra sonrojado y recarga su cabeza en su puño.

– ¿Le hablaste? – pregunto. Ron suelta una carcajada.

– Oh, claro que no.

– ¿Entonces qué hiciste para humillarte?

– Le sonrió.

Frunzo el ceño. – ¿Le sonreíste?

El azabache asiente, con la mirada perdida.

– ¿Y qué pasó?

– Le sonrió, con sopa en la boca. Fue asombroso.

Hago una mueca de asco, pero estiro mi mano hacia el hombro de mi amigo y le doy un leve apretón. – Pobre Harry.

– Pobre de mí, tener que presenciar esa humillación– niega lentamente. – Fue vergonzoso.

– Cállate, Ron. – habla por fin Harry. Suelta un enorme suspiro y posa su mirada en su plato. Luce derrotado.

– Estoy segura de que dentro de una semana se habrá olvidado de eso. El próximo fin de semana es la primera salida a Hogsmade, deberías invitarla.

Mi amigo niega lentamente, pero ya no responde más. Decido ya no hablar más del tema, seguro se ha de sentir muy humillado y lo mas probable es que quiera olvidar lo sucedido. Trato de comer, pero tengo un nudo en mi estomago que me lo impide, Neville no ha entrado al gran salón para cenar y seguro debe estar con Moody todavía. Ese hombre me genera demasiada desconfianza, no creo que algo de él sea bueno.

Mis pensamientos se ven interrumpidos por la voz de mi hermano. – Hermione deberías comer algo.

Levanto la mirada hacia mi amiga, que niega rápidamente, se encuentra frente mío cruzada de brazos, mirando a todo con enojo. Mi ceño se frunce. – ¿Qué está pasando?

– ¡Lo que pasa es que está loca! – exclama mi hermano. – Se niega a comer desde que se enteró que los elfos domésticos no reciben vacaciones por trabajar en las cocinas

– ¿Pero qué mier...?– mi amiga me interrumpe.

– Lo que están comiendo fue realizado por esclavitud, así es como se realizó esta cena. Mediante esclavitud, de los elfos domésticos.

– Hermione no creo que esta sea la mejor manera de solucionar el problema. Es más, no creo que siquiera exista un problema. – ella frunce el ceño ante mis palabras.

– ¡Creí que estabas en esto conmigo!

Hago una mueca. – Bueno, lo estoy, pero no por eso dejaré de comer. Además, los elfos domésticos de Hogwarts son tratados con respeto y dignidad, ni siquiera los has visto, Hermione.

Ella bufa y niega. – Están siendo esclavizados.

– Al menos come otra cosa. – habla Ron. – Sophie, siempre traes chocolates contigo, dale uno.

– ¿Qué? – lo miro confusa. – No le daré uno de mis chocolates, no son para...

– Es tu amiga, no dejes que se muera de hambre. – exclama mi hermano, ofendido.

– Pero son para...– paro de hablar, sonrojándome.

– ¿Para qué? – pregunta Ron, mirándome con sospecha.

– Para... para otro momento, Ron. – volteo hacia Hermione. – Aunque si quieres podría dártelos, Hermione. No son hechos por elfos, los compré antes de venir a Hogwarts.

Ella niega de inmediato. – No me apetece comer algo, gracias Sophie.

Ron bufa. – ¡Que no te apetece! ¡Que no te apetece! ¡Loca, estás loca!

– Bueno, Ronald no se porque...

Ruedo mis ojos, dejando de prestarles atención. Giro mi cabeza hacia la entrada del comedor, justo cuando un chico de cabellos castaños va entrando. Camina con las manos dentro de los bolsillos de su túnica, la cabeza agachada mirando hacia el suelo y un leve ceño fruncido pinta su rostro. Se ve pensativo, sumido en sus propios pensamientos, tanto que cuando un chico de Hufflepuff pasa por su lado y choca su hombro, él ni siquiera se inmuta.

Toma asiento en una esquina de la mesa de Gryffindor, apartado de todos. Una lucha interna se instala en mi interior, no sé si debería ir y hablar con él, preguntarle sobre su reunión con Moody, sobre si le hizo o le dijo algo malo, pero, por otro lado, tal vez debería darle su espacio, darle tiempo para pensar y no presionarlo. Sé lo mucho que el tema de sus padres le afecta, él trata de ocultarlo, pero se que le duele demasiado verlos en ese hospital, no poder hablarles, pedirles un consejo.

Mi corazón se estruja. Siempre que Neville sufre, yo lo hago con él. Porque me duele verlo mal, me duele que se sienta triste, que algo lo lastime, me duele no ver su sonrisa y que sus ojos pierdan su brillo habitual.

Me encuentro tan perdida en mis pensamientos, que cuando vuelvo a levantar la mirada hacia donde se encuentra mi amigo, descubro que él ya no está ahí. Me pongo de pie inmediatamente.

Camino con rapidez por los pasillos, hacia la Sala Común de Gryffindor. Sé que es el único lugar en donde puede estar a esta hora. Subo todas las escaleras hasta que llego al retrato de la Dama Gorda, digo la contraseña y entro rápidamente a la sala común. Hay unos cuantos chicos ahí dentro, sentados en las mesas que se encuentran en los costados, unos cuantos más están charlando animadamente frente a la chimenea, mis ojos distinguen a un solitario chico sentado junto a la ventana, con la vista perdida en el cielo oscuro. Me acerco a él.

– Hola. – susurro cuando llego a su lado. Neville aparta la mirada de la ventana y sus ojos conectan con los míos, me da una leve sonrisa.

– Hola. – dice. Señala el lugar libre en el asiento. – Siéntate, si quieres.

Asiento levemente y me ubico a su lado, Observo a través de la ventana, es difícil distinguir algo ahí fuera, pero la luna está posada en lo alto del cielo, logrando iluminar lo suficiente. Distingo el borde del bosque prohibido y siento que un escalofrío me recorre. Siempre le he tenido miedo al bosque prohibido, a la cantidad inimaginables de criaturas que habitan ahí y a todos los secretos que oculta.

Siento una mirada fija en mi rostro, así que volteo hacia el frente y me topo con los ojos de Neville. En cuanto se percata de que lo observo, se sonroja y puedo sentir que yo también. Me aclaro la garganta, apartando la mirada y fijándola en la sala común.

– ¿Cómo... cómo te fue con Moody? – le pregunto titubeando. Él no responde durante unos segundos, después suelta un suspiro que atrae mi atención, así que fijo mi mirada en su rostro. Hace una mueca antes de hablar.

– Me hablo sobre mis padres.

Frunzo el ceño.

– Dijo que él los entrenó cuando ambos estaban en la academia de aurores. – se encoje de hombros. – No lo sé, no me dijo mucho de ellos. Solo mencionó eso y después preguntó sobre mi gran interés en la herbología, fue una conversación muy extraña, a decir verdad.

—¿No te hizo algo?

Me mira con confusión. —¿Hacerme algo?

Me encojo de hombros. —Si, no sé, pensé que podría lanzarte una maldición estando a solas con él. El tipo parece estar loco.

Neville ríe un poco, asintiendo. —Está loco. Fueron los cuarenta minutos más extraños de mi vida.

—¡Dímelo a mí! Estaba muerta de los nervios pensando que cosas podría estarte haciendo ahí dentro. Luego, cuando te vi entrar al Gran Comedor, ibas tan cabizbajo y sumido en tus pensamientos...yo, pensé lo peor. – suelto un suspiro, como si tratara de liberar toda la tensión que viví la última hora. Neville me sonríe de lado.

—Solo estaba pensativo, ya sabes que mis padres son un tema sensible. – asiento un poco. Tomo su mano entre las mías y le doy un apretón.

– Sabes que siempre puedes contar conmigo, si quieres hablar, aquí estaré.

Neville me sonríe y aprieta con mas fuerza mi mano. – Lo sé.

– ¿Cenaste algo? Saliste tan rápido del comedor que ni me di cuenta si comiste.

– Pareces mi abuela. – dice rodando los ojos, pero con una sonrisa. – Hasta tienes las mismas arrugas. – pasa su dedo por mi frente y acaricia mi ceño fruncido. Le doy un golpe en el hombro y lo miro ofendida.

—Perdón por preocuparme de ti. Ahora respóndeme si cenaste.

—No, no cené. Pero no tengo hambre. —añade rápidamente, lo miro desconfiada. Saco de mi túnica una barra de chocolate y se le doy.

—Al menos come eso, no es lo más saludable, pero es algo.

—Si, abuela. —añade entre dientes, le doy otro golpe en el hombro y hace una mueca de dolor.— ¡Deja de hacer eso!

Lo observo con una sonrisa en mis labios. 

━━━━━━━※━━━━━━━

FELIZ AÑO NUEVO!!!
Espero tengan un 2021 lleno de bendiciones y que todos sus deseos y propósitos se cumplan

No olviden comentar y votar si les gustó el capítulo. También me ayudaría mucho si recomiendan la novela, hay muy pocas historias de Neville y creo que a muchas personas les gustaría leerla ❤

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