Cambio de rumbo

By sacodehuesos79

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Un crimen involuntario. Un vuelo a media noche. Un cómplice inesperado. More

Prólogo: Ding-Dong The Witch is dead
1. Defiying gravity
2. It really was no miracle
3. If I only had a brain
4. Come Out, Come Out, Wherever You Are
5.Optimistic Voices
6. We're off to see the wizard
7. If we walk far enough
8. Follow the yellow brick road
9. Pay No Attention To That Man Behind The Curtain
10. No good deed
11. One short day in the Emerald City
12. As long as you're mine
13. If I only had a heart
14. I'm not that girl
15. Something bad
16. Hearts will never be practical
18. Somewhere...
19. ....Over the rainbow
20. There's no place like home

17. Learn it for yourself

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By sacodehuesos79

You've always had the power my dear, you just had to learn it for yourself.

Cuando se sube al coche con Bárbara y ve alejarse poco a poco el camping, Aitana no puede pensar con claridad. 

Deja atrás a Silvana, que probablemente montará en cólera en cuanto se dé cuenta de lo que ha sucedido. 

Deja también atrás a Luis. 

Pero no puede pensar en eso.

Ya lo pensará mañana.  

Está de acuerdo con Bárbara en que para escapar de Silvana y su familia no puede refugiarse en la cama de Luis. 

Pero joder que sería realmente fantástico poder repetir lo de anoche unas cuantas veces antes de tener que tomar decisiones importantes. 

Barbara deja pasar unos kilómetros antes de hablar. 

- ¿Madrid o Barcelona?

Aitana se gira y pestañea despistada. No tiene idea de a qué se refiere la otra mujer. 

- ¿Como destino del vuelo?- repíte Bárbara con paciencia- ¿Madrid o Barcelona?

Traga saliva. 

Para empezar la idea de subirse a un avión tan pronto después del accidentado vuelo de la semana pasada aún le produce dentera. 

Tener que tomar una decisión todavía le produce más angustia. 

En Barcelona, por supuesto, puede tener la conversación con sus padres que lleva meses posponiendo. 

Evitando, a decir verdad. 

Pero después de unas cuantas lágrimas y reproches merecidos por todos los bandos, probablemente podría encerrarse durante una semana en su antigua habitación. 

Quizás después podría convencer a alguna de sus amigas de pasarse horas cotilleando. 

Es la opción más cómoda. 

Silvana no se atreverá a seguir amenazandola si está con sus padres. 

Deja reposar la idea un rato, intentando averiguar como se siente con la idea de volver a Barcerlona. 

Pero la descarta antes de comentárselo siquiera a Bárbara. 

Tiene problemas que resolver allí,  eso está claro, pero ha quemado demasiados puentes y no está segura de poder reconstruirlos aún. 

Madrid es la otra opción. 

Pero si Barcelona la asusta, Madrid le repele. Es la ciudad en la que tendría que trabajar, aunque casi no haya trabajo estos días, sin conciertos y sin actuaciones en las que concentrarse tampoco está muy segura de que ese sea el lugar que le devuelva la paz. 

Por otra parte, sus amigos de Madrid, lo son también de Manuel y la familia Durero. No podría esconderse allí y no tiene la menor duda de que todos intentarían convencerla de que lo más correcto es volver al redil con las orejas gachas. 

Durante unos terroríficos instantes, apenas unos kilómetros, entretiene la idea de hacer precisamente eso. 

Pedir que se detenga el coche, volver atrás, aceptar las instrucciones de Silvana y diluirse en los planes que tienen para ella. 

Afortunadamente, esa posibilidad la desecha con más rapidez que las dos anteriores. 

Ha dado el primer paso para romper con esa vida. 

Eso la deja con un espectacular y terrorifico total de cero opciones. 

Si algo le ha quedado claro en los días pasados es que no está preparada para desenvolverse sola. 

Aun así...

Aún así no puede evitar recordar la sensación de triunfo al subirse al primer avión. Sola. Sin ayuda de cámara para marcar cada paso del camino. 

La primera chispa de la solución, se enciende en su cerebro al ver un cartel que anuncia un desvío a la Toscana. 

A su lado Bárbara lleva un buen rato al teléfono intentando razónar con su jefa. 

Lo hace con un tono de voz controlado, amable. El de quien está acostumbrado a tratar con todo tipo de gente a diario. 

Unos días antes, en el viaje de tren entre Livorno y Florencia, había intentado mediar entre Aitana y Luis. 

"No te preocupes, hay cosas peores que un viaje por la Toscana"

Después le había contado que ella y sus amigos había recorrido el norte de Europa en tren, solo con una mochila. 

Aitana había estado en muchos lugares del mundo. Con sus padres primero, después con sus amigos y por trabajo después. 

Ha viajado con asistente, peluquero, estilista y con diez personas a una tecla de distancia dispuestas a solucionar el más mínimo contratiempo. 

La chispa prende y se convierte en luz. 

Siente vértigo. O mareo. Después euforia. 

Paladea la mezcla y la deja rodar por su lengua. Se da cuenta de que está sonriendo. 

***********

Bárbara pone el grito en el cielo cuando le comunica su decisión. 

En la avalancha de acontecimientos de los últimos días no ha tenido ocasión de averiguar qué piensa realmente Aitana, pero de alguna forma se siente responsable de lo que le suceda. 

Y después de ver su torpeza para manejar absurdas situaciones mundanas tiene claro que Aitana Ocaña no está preparada para lanzarse al mundo en solitario. 

Pero sin más argumentos que su intución, no puede hacer mucho más que seguir a Aitana por unos grandes almacenes mientras ella mete en un carro de la compra todas las cosas que cree que va a necesitar. 

Mientras la ve dudar con gesto serio entre dos enormes mochilas, cualquiera de las dos demasiado grandes para ella, se siente tentada de llamar a Luis. 

O al menos responder a alguna de las llamadas suyas que ha ignorado en las horas que han pasado desde que dejaron Ventimiglia. 

Es más que probable que una sola llamada sea suficiente para que acuda, una vez más presuroso a salvar a la damisela en apuros. 

Por otra parte, sucede que fue la propia Bárbara la que le sugirió a Aitana que recurrir a Luis como forma de escapismo no fuese la mejor de las soluciones. 

Por otra parte no se le escapa mientras la observa, unos cuantos pasos por delante de ella, intentando averiguar la forma correcta de llamar a un saco de dormir en italiano,que la damisela en cuestión parece extrañamente imbuída de una nueva energía. 

Una que le hace brillar los ojos de una forma espectacular. 

Barbara inspira e intenta relajar algo de la tensión de sus hombros. Es poco probable que  la aventura vaya a durar más de un par de días. 

En cuanto Aitana descubra la vida sin una asistente personal volverá al redil. 

Pero Barbara no puede evitar preguntarse cuál sera el redil al que Aitana  decida volver. 

Y, sobre todo, que forma escogerá Luis para asesinarla a ella, a Bárbara, si durante esos dós días le sucede algo a Aitana. 

***********

En una sencilla habitación de hotel cerca de la estación de tren está a punto de suceder algo realmente horrible. 

Bárbara no puede apartar la vista de la escena que tiene delante. 

Traga saliva y piensa que su vida se ha vuelto realmente extraña. 

- ¿Estás absolutamente segura?- pregunta no por primera vez. 

Aitana está inclinada sobre el lavabo, desnuda de cintura para arriba excepto por el sujetador y con el cabello mojado. 

Ni tan siquiera se gira para contestar. 

- Por enésima vez- su voz llega con algo de eco al resonar contra la porceana del lavabo- Sí. 

La auxiliar de vuelo cierra los dos ojos primero y después uno solo. 

Probablemente para la tarea que tiene por delante, sea mejor tener los dos ojos bien abiertos. 

Se limita a seguir órdenes estrictas, pero aún así le tiembla la mano. 

- ¡Joder Aitana!- tampoco es la primera vez que dice esas palabras. 

La aludida se levanta de golpe y se gira salpicando de gotas diminutas la pared del baño y a la propia Bárbara.

Esta no puede hacer más que contemplar horrorizada mientras Aitana le arrebata las tijeras de las manos, sujeta con firmeza un largo mechón de cabello y lo corta tan cerca de la raíz que a Bárbara se le escapa un gemido de disgusto. . 

- ¡Joder, Aitana!- balbucea de nuevo. 

Desde luego cuando le había sugerido a Aitana la posibilidad de no ceder a las manipulaciones de Silvana Durero, había estado pensando más en la posibilidad de acompañarla de vuelta a su casa y dejarla sana y salvo con sus padres. Quizás con una buena amiga. 

No se había imaginado, ni por un segundo, que la propuesta, fuese a terminar con ella siendo testigo de cómo la joven se corta el cabello que la ha hecho tan famosa. 

Pero ante su mirada impotente, eso es precisamente lo que sucede, Aitana prosigue su labor con otro mechon, uno más y después otro y otro hasta que el suelo y el lavabo están cubiertos por una manta de pelo. 

La cabeza de ella, en cambio, es un cojunto irregular de trasquilones e incluso alguna pequeña calva. 

No se detiene en ningún momento hasta que capta su reflejo en el espejo del baño y entonces las tijeras caen sobre el pelo cortado con un sonoro golpe metálico. 

Aitana observa el resultado en el espejo y dos gruesos lagrimones se asoman a sus ojos sin que pueda detenerlos. 

- Cuando una mujer en una película quiere pasar desapercibida y hace esto, siempre queda monísima- su labio inferior tiembla de forma acusada- yo parezco una perturbada. 

Su mirada se cruza en el espejo con la de Bárbara que no parece saber si reir a carcajadas o llorar con ella. 

- Ahora que lo dices....

Intercambian por fin una carcajada nerviosa y Aitana pasa la mano por los mechones de apenas dos centímetros que se disparan desordenados en diferentes lugares de su cráneo. 

- En fin, supongo que volverá a crecer- traga saliva nerviosa- y ahora sí que es imposible que nadie me reconozca. 

Se arrodilla después en el suelo y recoge casi con mimo los largos mechones que han ido cayendo. Lo hace con tal reverencia que Bárbara se gira para darle algo de intimidad, supone que para Aitana, el cabello cortado es un símbolo de algo más. 

No puede evitar insistir una vez más. 

- Aitana, yo...

Pero la otra la interrumpe.

- Bárbara, lo sé. Tú crees que es mejor que vuelva a mi casa y que busque ayuda- no levanta la mirada, probablemente para ocultar las lágrimas y busca a tientas la papelera para empezar a tirar los mechones- y supongo que con lo que acabo de hacer no te convenzo demasiado de que esté estable para irme yo sola por ahí ¿no?.

Finalmente levanta la cabeza y sonríe. A pesar de las lágrimas sus ojos siguen brillando con energía. 

Las últimas horas han sido frenéticas. La conversación con Armand para explicarle la situación, con muchas, muchas, omisiones duró un par de tensas horas. 

Ella pidió tres meses. Él le ofreció quince días. Aitana se comprometió a estar de vuelta en tres meses. Armand le contestó que sería imposible conseguir más de un mes. Aitana le juró que no pasaría fuera ni un solo días más que tres meses. Armand marcó un límite ineludible en dos meses y esa era, advirtió su última palabra. 

También le advirtió que en tres meses habría muchas puertas que no se abrirían con tanta facilidad y otras estarían, directamente, cerradas. 

Aún así, probablemente porque ya estaba pensando la mejor manera de vender la desaparición de Aitana como una historia épica, aceptó finalmente los tres meses que le había pedido. 

Incluso se ofreció a que alguien de su oficina tramitase a toda prisa las tarjetas de crédito nuevas y se las enviasen a una sucursal bancaria italiana. 

Cosas más extrañas había hecho a lo largo de su carrera. 

Aitana se lo agradeció y, excepto en lo referente al tiempo que estaría fuera, se comprometió a aceptar el resto de sus condiciones. 

Tiempo habría de negociar otra vez cuando volviese. 

Cuando recoge el último mechón de cabello observa la maraña de la papelera y suspira sin querer examinar sus emocionese en ese momento. 

Miedo. Incerteza. Dudas. 

Sobre la cama, en la habitación del hotel, cuidadosamente ordenadas están todas sus compras de ese día. 

La mochila verde y gris que probablemente sea más grande que ella misma. 

El saco de dormir, sacco a pelo , que puede que nunca pueda devolver a su funda si lo saca alguna vez. 

Ropa cómoda para unas cuantas semanas y artículos de aseo. 

Una cámara de fotos que no tiene la menor idea de cómo utilizar, una libreta, un móvil nuevo. 

Suspira de nuevo, consciente de que, a pesar de todas las demas emociones, hay una nueva pulsión que las enmudece a todas. 

Libertad. 

****************

Luis Cepeda Fernández nunca ha formado parte del club de la Gran Milla. 

Sin embargo la razón por la que no aparta la vista de la señal que anuncia que es posible levantarse a los servicios una vez ha despegado el vuelo, no tiene nada que ver con esa posibilidad. 

Su pie izquierdo golpea el suelo rítmicamente, una y otra vez y todo su cuerpo parece preparado para saltar del asiento sin desabrochar siquiera el cinturón. 

Desde el otro lado del pasillo, un hombre de aspecto adusto, le lanza una mirada de reproche. 

El vuelo de las seis de la mañana no es lugar para mostrar tanta energía. 

Pero Luis lleva tres días sin que Bárbara, y mucho menos Aitana, respondan sus llamadas. Todos sus mensajes han sido ignorados. 

La desaparición de Aitana aún no ha llegado a los medios de comunicación, así que por lo menos Luis tiene el consuelo de que Silvana está cumpliendo su parte del trato. 

Pero eso no le ayuda a saber dónde está. Si está bien o si está recibiendo la ayuda que claramente necesita. 

En Ventimiglia recibió los resultados negativos de las pruebas que les permitían cruzar la frontera con Francia. Alquiló un coche y condujó durante horas hasta alcanzar la frontera con España. 

En Madrid, sin que sus llamadas o mensajes hubieran tenido contestación, no tuvo idea de cuál era la siguiente puerta a la que podía llamar. 

Porque lo cierto era que por más discreto que fuera, alguien sabría que estaba interesado en el paradero y bienestar de Aitana y eso, sin ningúna duda, era abrir la caja de Pandora. 

Una ducha de una hora, diez horas de sueño y una comida medianamente equilibrada más tarde se dio cuenta de solo podía acudir a quien estaba al tanto de todo el asunto. 

Bárbara. 

Tenía que ver a Bárbara en un lugar en el que no pudiera evitarle. 

Un avión en pleno vuelo parecía una opción bastante lógica. 

No está especialmente orgulloso de los hilos de los que tuvo que tirar para averiguar su siguiente vuelo.

Y quizás unas cuantas horas más de sueño habrían sido necesarias, porque ahora que no tiene que hacer nada más esperar a que sea posible levantarse, se da cuenta de que lo de acorralar a Bárbara en su trabajo es una idea de puñetero chiflado acosador. 

Pero se ha gastado el dinero del billete y se ha subido a un vuelo, que al menos no es internacional, y no le queda otra que seguir con su idea inicial hasta el final.

Levanta la vista al escuchar el sonido que indica que ya es seguro sacarse el cinturón de seguridad y se levanta a toda prisa. 

Lo bueno de un vuelo a las seis de la mañana es que no hay demasiada gente que vaya a ser testigo de lo que supone sera una dura negociación.

Distingue a Bárbara al final del pasillo, preparando el carro de las comidas con su compañera.  Está medio girada y todavía no le ha visto y vuelve a llevar, como la noche que la conoció, ese uniforme demasiado ajustado que le hizo tener unos pensamientos que ahora le hacen sonrojarse de vergüenza. 

Una lástima. Una verdadera lástima. 

Los labios de Bárbara, una vez más perfectamente pintados de color burdeos, dibujan un óvalo perfecto de sorpresa en cuanto le reconoce. 

Su cabeza niega imperceptiblemente y también lo hacen sus ojos. 

- ¿Puedo ayudarle en algo señor?

Solo porque ha estado en otras circunstancias más relajadas con ella, Luis distingue la nota de tensión en su voz. 

Duda un poco antes de contestar. Lo último que quiere es ponerla en un aprieto. 

- Ehhh, me gustaría un café con leche, por favor- pestañea desconcertado- si es posible. 

Bárbara relaja algo de la tensión de sus hombros al ver que Luis no pretende hacer una escena. 

- Ahora mismo se lo llevo,  señor- su sonrisa sigue siendo forzada. 

Luis vuelve algo decaído a su asiento y resiste el impulso de mirar hacia atrás. 

En cuanto en carro de las bebidas empieza a hacer su recorrido, tiene que contenerse para no gritar cada vez que se detiene con alguno de los pasajeros. 

Finalmente llega hasta donde está él. 

- ¿Con leche dijo, señor?

Su compañera está un par de filas más atrás, esperando el pago de otro pasajero. 

- ¿Dónde está?- sisea Luis. 

No quiere causarle un problema, pero después de todo se ha comprado un billete con el único propósito de hablar con ella. 

Bárbara mira por encima de su hombro antes de contestar. Abre varios cajones y se concentra en preparar el café con leche. 

- No tengo ni idea- plastifica una sonrisa tensa- ¿azucar o sacarina?

- ¡Y una mierda que no!- Luis se esfuerza en no levantar la voz. 

Pero Bárbara niega una vez, solo con la vista, pero dejándole claro que no piensa tener esa conversación en ese momento. 

Luis acepta el café hirviendo y guarda silencio cuando la otra auxiliar se acerca para cobrarle.

El contenido del vaso de poliestireno está demasiado caliente para tomarlo y Luis lo deja sobre la bandeja y se rasca la ceja incapaz de decidir cual debe ser su próximo movimiento. 

Una nube sobre su frente amenaza con convertirse en un tremendo dolor de cabeza.

Por fin al levantar el vaso para dar un sorbo, se da cuenta de que hay algo escrito a bolígrafo.

Baño. Cinco minutos. 

Luis está a punto de soltar una carcajada al verlo. 

Joder con la ironía. 

Espera el tiempo justo hasta que ve a Bárbara cruza de nuevo el pasillo con el carro de las bebidas y solo se permite cruzar una mirada rápida con ella cuando vuelve a desandar el camino para dirigirse a la cola del avión, a salvo de posibles miradas indiscretas. 

No pierde el tiempo en disimular demasiado antes de levantarse y seguirla. 

El habitáculo es realmente diminuto y, aunque limpio, a Luis le resulta complicado imaginar porque nadie lo escogería para echar un polvo. 

- ¿Tienes idea de por qué estoy en el vuelo de las seis de la mañana, Cepeda?.

A juzgar por el tono y el ceño fruncido con el que Bárbara le recibe, sospecha que le considera culpable en parte. 

- ¿Te gusta madrugar?- Luis está bastante seguro que no es el momento de hacer una broma pero no lo puede evitar, al ver la mirada de su amiga en seguida se arrepiente- ¿Perdón?. 

- Ha sido la única forma de que no me despidiesen, aceptar todos los horarios de mierda que nadie quiere- Bárbara frunce el ceño- para que ahora me vengas a joder con una escena. 

- Perdón- repite Luis está vez sonando sincero. 

Bárbara le mira con detenimiento por primera vez. No le había creído capaz de subirse a un vuelo solo para conseguir hablar con ella. 

Sería un gesto hasta romántico, sino fuese porque lo único que quiere de Bárbara es conocer el paradero de Aitana. 

Pero si algo tiene que reconocer es que ese hombre ha sido una continua sorpresa desde que le conoce. 

Parece cansado y preocupado. 

- No sé donde está Luis- cede un poco al ver su mirada de incredulidad- pero sé que está bien, hablo con ella todos los días. 

Esa había sido parte del trato con Aitana para no contarle a nadie donde estaba. 

Y con nadie, Aitana se había referido precisamente a Luis Cepeda. 

- ¿Está sola?, ¿la están ayudando?, ¿está bien?- dispara las preguntas una tras otra sin darle tiempo a responder. 

La sonrisa tensa de Bárbara se disuelve en una de ternura. No puede evitarlo. 

Esos dos imbéciles acabarán con ella. 

- Oye- pone una mano sobre el hombro de Luis obligándole a mirarla- ahora le toca arreglárselas sola. 

Eso es precisamente lo que Luis estaba temiendo escuchar. 

- ¡Joder, pensé que se iría con sus padres!- se frota la frente notando como empeora su dolor de cabeza. 

Barbara no retira la mano. Se ha ganado el derecho a decirle un par de verdades. 

- A lo mejor pensaste que volvería corriendo contigo- su tono es suave, sus palabras no lo son. 

Luis frunce el ceño. 

En los últimos tres días desde que consiguió que Silvana la dejase en paz, ni tan siquiera se ha planteado esa posibilidad. 

En realidad, ni siquiera se ha permitido pensar en lo que sucedería después. 

O quizás, después de lo sucedido entre ellos en Ventimiglia, lo dio por supuesto. Si Aitana necesitaba un refugio, él sería el escogido. 

- A lo mejor lo pensé, sí- replica suave. 

Bárbara sonríe. 

- ¿Sabes eso de que repetir lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes es la definición de locura?

Luis sonrie por primera vez desde que ha entrado en el baño. 

Ella tiene razón. Sabe que tiene razón. 

Pero no puede evitar sentir angustia por Aitana, sola por el mundo adelante. 

- ¿Y qué hago ahora?

Por un momento Bárbara se siente tentada de recuperar sus bromas de hace unos días y  piensa en hacer un comentario sobre pasar el rato y cumplir por fin, una de esas fantasías que Luis tiene pendientes. 

Pero le viene a la memoria la imagen de Aitana, con la gigantesca mochila cargada a la espalda, cuando se despidió de ella en la estación central de Milan. 

Todo a su alrededor era demasiado grande, el edificio, la mochila, el mundo y Bárbara había sentido entonces una ola de cariño por la joven que se empeñaba en poner una sonrisa valiente. Como se tendría por una hermana pequeña. 

- Si Luis te llama....- le había dicho mordiéndose el labio por los nervios- Bueno, si te pregunta...

Ahora Bárbara repite el mensaje que Aitana le transmitió. 

- Ten paciencia, Luis- espera que lo que ella le dijo tenga algún sentido para él- Me dijo que procuraría no tardar mucho. 

Ante esas palabras Luis abre los ojos sorprendido. 

Es un mensaje demasiado viejo y que había creído olvidado. 

Y ya no está seguro de que esté dispuesto a esperar toda una vida. 









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