Narrador omnisciente.
Un día, Tom no recordaba cuando exactamente, fue el primero en el que al despertar sintió esas ganas inmensa de visitar a alguien que seguramente le daría las respuestas a muchas cosas, visitar a una persona que sin duda fue una figura de autoridad en su vida.
Despertó con un cielo gélido, con una fría y lúgubre habitación de ventanas cerradas, a pesar de no ser invierno se sentía como tal, podías sentir la frialdad de la mañana calarte los huesos.
Tan solo recordaba vagamente como es que, en ayuno, vestido de traje como si acudiera a una gala, caminó por las frías calles de la ciudad con un ramo de flores para llegar a su destino, un terreno enorme que era cubierto por grandes muros que dividían este lugar de las calles y sus alrededores, identificándose, accedió al lugar buscando entre tantos a una persona en especial, pidiendo disculpas por aquellos a los que les faltaba el respeto al cruzar imprudentemente por encima.
Constance Armstrong.
“No llores por mi partida, porque cada lagrima que derramas inunda mi camino e interrumpe mi andar. Recuerda que todavía te extraña mi corazón y si te oigo llorar, lo primero que haré será voltear hacia atrás.”
“Estaré en la luna que veas en la noche, en el aleteo de un colibrí, en la foto que tomes como recuerdo de una vida gozosa.”
Tom, se hincó ante esa lapida de granito negro leyendo nuevamente el escrito que tenía, puso las flores sobre esta misma tumba, siempre que llegaba venía con las manos llenas de arreglos florares— Permiso. —Pidió y se tomó la libertad de sentarse frente a esa lapida en el fresco pasco de aquel cementerio.
Se sabía de memoria esas palabras que acompañaban el nombre de la madre de la mujer que amaba. Sabía que el primer escrito era una Crónica del Mictlán, le sorprendía como es que aquellas dos mujeres parecían interesadas en las leyendas de esa cultura. Ensanchó una sonrisa con ternura.
“Estaré en la luna que veas en la noche” Moony, Moa “En el aleteo de un colibrí” A pesar de haber pasado un año tenía presente ese recuerdo, en las cabañas, cuando la morena le relató aquella leyenda sobre los mensajeros del Inframundo. “En la foto que tomes como recuerdo de una vida gozosa” Todo iba dirgido a su hija, a la persona por la que trabajó día y noche para llenarla de las cosas que esta quería, para que ella misma no se sintiera sola al no tener una compañía paterna.
— ¿Cómo puedo empezar? Hoy no he desayunado... Apenas abrí los ojos, a diferencia de otros días, amanecí con tantas ganas de venir a verte. —Habló a la nada mientras su mirada recorría todo el cementerio, solo podía distinguir a lo lejos unas cuantas personas que como era normal, visitaban a sus muertos.
Tom había comenzado a visitar aquel lugar cada mes desde que Moa había desaparecido de su vida. Hablaba con tanta normalidad tal cual Moa lo hizo una vez a orillas del río en aquel viaje.
Él le hablaba a la nada, o al todo, le contaba todo con lujo de detalle, era ese lugar el único en el que podía sentirse tan libre de decir lo que sea, cosas que a veces no le contaría a Emma por nada del mundo.
— No hay novedad de ella.. —Susurró con algo de melancolía.— No la he visto, solo sé que está ahí porque ahora ya es noticia que al parecer Robert y ella son pareja, no lo sé. —Dijo con desgano.— No he prestado atención a eso, en realidad... Debes odiarme por faltar a mi palabra ¿No? Yo lo hago, la lastimé, no hace falta que cuente cómo o por qué, ya lo sabes.
El rubio suspiró con pesar mientras negaba con la cabeza decepcionado de él mismo ¿Que clase de hombre era?
Corría la grabación de El Caliz de Fuego, todos los alumnos de Hogwarts vestidos para el baile, pero antes de comenzar a grabar la escena se hacían pequeños ajustes.
— Hijo, espera, ven. —Dijo Constance caminando hacia el Malfoy que estaba ahí, de traje negro con una camisa con un toque victoriano blanca.
— ¿Sí? —Preguntó el rubio volviéndose a la señora que había sido como una madre para los actores en el set.
— Déjame hacerte unos cuantos ajustes.—Dijo la mujer mientras se agachaba un poco para notar las costuras de la camisa de aquel varón, el cual asintió manteniéndose quieto.
Apesar del bullicio, en aquellos dos, el adulto y el adolescente se mantenían en silencio. Un silencio cómodo que pronto se rompió por el interés de aquel varon de ojos azules.
— ¿Y Moa? ¿Vino? —Preguntó ocasionando que la mujer parara un momento ensanchando una sonrisa tierna.
— Sí, hijo, está por allí... Creo que está con Dann o el joven Pattinson.
Tom buscó con la mirada sin tratar de mover su cuerpo a la morena, para encontrarla en efecto, junto a esos dos varones exactamente. Una morena sonreía ampliamente con tanta emoción y diversión en medio de esa conversación de los varones, no sabía que hablaban pero no le importaba.
Ante los ojos de Felton, Moa era la niña más hermosa de todo el set con ese vestido verde olivo, su cabello peinado y su rostro descubierto dejando ver esos ojos grandes con claridad.— Está hermosa... —Las palabras salieron sin pensar haciendo que tan pronto como se diera cuenta, un sonrojo lo invadiera.
Constance rió enternecida erguiendose para mirar en dirección a donde veía el rubio.
— ¿Mi hija? Verdad que sí, se ve linda... Deberías bailar con ella. —Animó la mujer.
— Me gustaría, ya sabe, como amigos bailar con todos pero ya tengo pareja señora Armstrong. —Respondió el chico.
La mujer soltó una risa enternecida asintiendo suavemente.— Lo sé corazón, lo sé. —Acarició con cuidado el cabello del, rubio peinandolo bien de paso.— ¿Sabes?
— ¿Sí?
— Ella es una niña muy bonita y buena ¿No lo crees? —El rubio asintió. Sus miradas estaban en ese par de varones y la morena que pronto los visualizó y sonrió ampliamente saludando a ambos, tanto a su madre como a Tom.— Confío en que la cuidarás de cualquier patán, de una manera diferente y única.
— ¿Yo? —Asintió.— ¿Por qué yo? ¿Por qué no Daniel o Robert?
— Daniel es como su hermano, algo me dice que la cuidara bien al igual que Robert pero tú... Algo me dice que ustedes dos tendrán una buena conexión, que contigo ella se abrirá sentimentalmente como con nadie... ¿Me lo prometes? —El rubio asintió.— ¿Me prometes que cosa?
— Cuidar el corazón de su hija de cualquier patán. —Tom salió de su trance recordando la última linea de aquella promesa, suspiró con pesar negando con la cabeza.— Señora Constance, yo soy ese patán... La herí.
El frío de la mañana comenzaba a caer, su estómago se revolvía pero aquel rubio no sabía si era por el hambre de su ayuno o por la sensación de decepción y tristeza que le ocasionaba pensar en aquello.
— La lastimé y me arrepiento, usted lo sabe... Amo a Moa, yo la amo, solo necesito de una oportunidad para verla para poder decirle todo lo que siento por ella. —¿Moa soportó esa sensación por 15 años? ¿Por casi 15 años soportó verlo en brazos de alguien más?
“Me parece noble que te conformes con la felicidad de alguien más para ser feliz.”
¿Cuánto no soportó ella? ¿Y el como le pagaba? Hiriendola de la peor manera.
Tom jadeó como sollozo seco, cerró sus ojos por un momento dejando como la brisa de los imponentes árboles de la flora de aquel cementerio lo golpeara.
— Por favor, ayúdeme, le prometo que no desaprovecharé la oportunidad si la tengo conmigo, a donde ella vaya yo iré, solo quiero decirle cuanto la amo... Quiero que nos enamoremos... —Pidió, abrió los ojos manteniendolos sobre la lápida, las flores se movían suavemente.
Una sensación de calidez inundó su interior.
— Sí me ayudas... No solo vendré como siempre a verte con flores y novedades, sino que...
Se detuvo un momento llenando sus pulmones del fresco y penumbroso aire, poniendose de pie.
— Vendré con ante a usted a pedir su bendición.
Ese sería el comienzo de la travesía de Tom.