You've ruined my life (by not...

By raquellu47

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Inspirado por un prompt que vi en Tumblr: Fiesta de Navidad de la oficina. Acabamos juntas accidentalmente ba... More

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By raquellu47

A/N: ¿¿¿Que me comentan por el pinganillo que al parecer ya es Navidad??? ¿¿¿Cómo puede ser esto??? ¿¿¿Cuándo ha pasado??? ¿¿¿Qué es el tiempo???

Este año estoy algo baja de espíritu navideño, lo cual es algo raro y preocupante en mí (sí, soy de esas, las que adoran la Navidad, seguro que a estas alturas ya os habéis debido de dar cuenta de ello), así que espero que este fic me ayude un poco.

Me he puesto mi playlist navideña de Spotify a todo volumen, he bailoteado un poco, he roto un par de cristales al intentar cantar como Mariah Carey, y ahora voy a escribir esto.

Espero que os guste.

PD2. ¿Es realmente Navidad si no encuentro nuevas y ridículas formas de hacer que estas dos acaben bajo el muérdago juntas? I think not.

***

- Oye...

Beca se deja caer contra el respaldo de su mullida silla de trabajo y se impulsa con un empujón de ambos pies en el suelo. A medida que rueda sobre el entarimado, engancha un pie en la estrella metálica que forman las patas de su silla para girar el asiento hacia Jesse.

- ¿Crees que pasaría algo si me salto la fiesta de navidad de la oficina este año? – inquiere, pensativa.

Su amigo y compañero de trabajo se detiene con la boca abierta alrededor de una de las esquinas de su sándwich, a mitad de darle un generoso bocado, y clava sus amplios ojos en Beca casi con horror.

- ¿Qwé? – exclama con la boca llena.

Beca se encoge de hombros.

- No sé, no me apetece mucho este año.

Jesse sacude la cabeza, como si eso fuera a hacer más fácil comprender lo que está escuchando, y da un forzado trago a la bola de sándwich que tiene en la boca con una mueca dolorida, carraspeando para librarse de la sensación de molestia.

Beca casi puede ver el pan bajar por su esófago, abultándolo a su paso, igual que si fuera una escena sacada de los Looney Tunes o Tom y Jerry.

- ¿De qué estás hablando, Bec? – inquiere, bastante perplejo, tras beber un poco de agua. Se seca la gota que le ha salpicado en el labio superior con el dorso de la mano –. Si te encanta la fiesta de navidad – le recuerda.

Beca le concede la razón con un movimiento de cabeza.

Contraria a la que probablemente sea la creencia popular —no es su culpa que la expresión por defecto de su rostro cuando está relajado sea una de completa apatía, ¿vale?—, a Beca le encanta la fiesta de navidad de la oficina.

Es extraño, porque Beca no puede decir lo mismo de muchas cosas en su vida.

Aparte de la música, y un puñado más de temas que puede contar con solo los dedos de una mano, y por los que siente una ardiente pasión; todo lo demás... Le da bastante igual.

La navidad tiene la suerte de estar en ese selecto grupo.

Le encantan las luces de colores en las casas y las calles, le encanta la música alegre allá donde vaya, le encanta la emoción de ir a comprar regalos para otras personas, le encanta ver la ciudad cubierta de blanco y el mordisco del frío en la punta de la nariz —aunque, desde que se vino a Los Ángeles, ya ni recuerda qué es el frío.

¿Podría pasar sin las muchedumbres de gente? Sí. ¿Pero también admite que no sería lo mismo si la ciudad estuviera desierta? Sí.

Si bien hubo una época de su vida, poco después de que su padre las abandonara, en que las navidades no eran algo por lo que sintiera mucho agrado o ilusión; con el paso del tiempo esa herida cicatrizó y Beca hizo las paces con ellas.

Y, sorprendentemente, a pesar de que aborrece con todas sus fuerzas cualquier otro evento corporativo al que está obligada a atender a lo largo del año por formar parte de la plantilla de Residual Heat, la fiesta de navidad está bastante bien.

Es una excusa para comer, beber y celebrar con sus compañeros de trabajo, lo cual podrían hacer —y de hecho hacen— constantemente por su cuenta; pero tiene cierto encanto hacerlo en la oficina.

Sin embargo, eso era antes de que su grupo se hubiera visto infiltrado por el enemigo.

Traicionando la dirección de sus pensamientos, su mirada se desvía sola a través de la pared de cristal que separa la sección de los productores musicales del resto de la oficina, a la pelirroja sentada en su mesa, riendo y hablando animadamente con Stacie mientras come una barrita de cereales.

Sus ojos se entornan con obvio desagrado, sus labios se tuercen hacia un lado en una mueca.

Jesse sigue la dirección de su mirada y suelta un sonoro bufido desdeñoso, mostrando así su opinión sobre el asunto.

- Venga ya, Beca – protesta.

- ¿Qué? – se defiende la morena, a pesar de que sabe perfectamente lo que Jesse le está recriminando.

- Acepto que no vengas si es porque no te apetece de verdad, o no te encuentras bien, pero ¿por Chloe?

Beca alza las manos en el aire en un gesto exasperado.

- Ya es suficiente que se acople cada vez que vamos a tomar algo, ahora también va a estar en la fiesta de navidad, acaparando la atención de todo el mundo...

Se cruza de brazos igual que un niño con una rabieta, y desvía la mirada casi con brusquedad para no tener que seguir soportando la visión de esa estúpida sonrisa amable ni un instante más.

- La atención de todo el mundo menos la tuya, ¿no?

Beca frunce el ceño al clavar su mirada en Jesse.

- ¿Qué insinúas? – pregunta, algo a la defensiva. Al ver que Jesse no tiene intención de contestar por cómo aprieta sus labios en una fina línea, le bufa –. Como digas una vez más que los que se pelean se desean te juro que... – no acaba la amenaza, pero agita ambas manos en el aire en un gesto violento que deja claras sus intenciones.

Jesse suspira profundamente.

Se sacude las manos de las migas de su sándwich y arrastra su silla a trompicones hasta que puede inclinarse hacia delante para posar ambas manos extendidas sobre las rodillas de Beca con excesivo dramatismo.

- Bec – exhala en ese tono que siempre usa cuando está intentando ser paciente, pero está en las últimas –. ¿Hace cuánto que nos conocemos?

Beca frunce el ceño.

- Yo qué sé – resopla –. ¿Cinco, seis años? Desde que entraste a trabajar aquí.

Jesse asiente lentamente.

- Exacto, cinco o seis años. Así que podría decirse que somos amigos, ¿no? Hay confianza entre nosotros – agita una mano entre sus cuerpos.

Beca la bate lejos de ella de un manotazo y le lanza una mirada extrañada, temiendo que haya llegado el inevitable momento en que Jesse finalmente ha perdido lo poco de cordura que le quedaba.

- Sí... – dice con lentitud, incierta –. Pero si no dejas de comportarte tan raro voy a ponerte por detrás de Amy en la lista de mis mejores amigos.

Jesse suelta una exagerada exclamación ahogada y se lleva una mano al pecho, ofendido.

- Primero, ¿cómo te atreves? – exclama con indignación –. Y segundo, no estoy comportándome raro, solo estoy recordándote la historia de nuestra amistad para que no te enfades cuando haga esto.

Beca está a punto de preguntarle el qué, cuando Jesse le propina un suave manotazo en un lateral de la cabeza.

- ¡Ow! – se queja, llevándose una mano a la zona, que hormiguea ligeramente –. ¿Se puede saber a qué viene eso?

Jesse suelta una carcajada algo malvada, propulsándose con los pies hacia atrás justo a tiempo de evitar que Beca pueda devolverle el golpe, y alza ambas manos en el aire como si fueran sus banderas blancas de la paz.

- De nada – se burla, su sonrisa amplia, como la de un niño pequeño –. Te acabo de salvar de un agudo caso de gilipollitis extremis. Quién sabe qué habría podido pasar si no lo hubiera frenado a tiempo...

Beca pone los ojos en blanco de manera tan exagerada que juraría que uno de sus nervios ópticos sufre un tirón. Se posa la yema del dedo gordo en el párpado inferior cuando lo nota temblar brevemente, aplicando presión hasta que la sensación desaparece.

Al volverse hacia su mesa, observa la lata a medio beber de RedBull y le da un sutil empujón hacia un lado. Suficiente cafeína por hoy.

- Además – dice Jesse de repente como si estuviera continuando una lista de argumentos y este fuera el ganador y, por lo tanto, el que se ha reservado de último –. ¿Qué diría de nosotros...? – abarca con un círculo de la mano el espacio de los productores –, ¿...que nuestra jefa de departamento no se presentara a la fiesta de navidad?

Beca arrastra la mirada hacia su Mac con un gesto derrotado, y refunfuña para sí misma, fastidiada y algo aliviada al mismo tiempo.

No le queda otra que ir a la fiesta de navidad.

***

Tras una hora y media en la fiesta de navidad, Beca llega a la conclusión de que hizo bien en venir.

Hay muy buen ambiente, la música es buena gracias a que por fin han accedido a usar una de sus playlist navideñas, el ponche está agradablemente cargado de ron —probablemente obra de la petaca de Amy—, y el tupper de galletas decoradas que ha traído está triunfando.

Y, lo mejor de todo, no hay señales de Chloe por ningún lado.

¿Otra persona que tampoco ha aparecido? Su jefe y dueño de Residual Heat, Sammy, aunque en él es de lo más habitual.

- ¿Dónde creéis que estará esta noche? – inquiere Benji tras tragar un gran bocado de los brownies caseros de Aubrey.

Jesse hace un movimiento sugerente de cejas por encima del borde de su vaso de ponche, y Beca puede ver su sonrisa formarse tras el plástico transparente.

- Probablemente le hayan invitado a una fiesta mucho más elegante que esta y esté rozando los codos de su carísimo esmoquin con... – Jesse agita una mano en el aire en círculos, las puntas de sus dedos unidas y sus párpados caídos –, la crème de la crème.

- ¿Los Carter? – Benji cruza miradas con Jesse y se sonríen.

- O Kanye – Jesse se encoge de hombros y bebe de su vaso de ponche.

- ¿Acaso sabemos si está casado o tiene familia? – pregunta Emily.

La atención del grupo cae sobre la joven cantante y compositora.

No es habitual que el talento de Residual Heat acuda a la fiesta de navidad, pero Emily fue adoptada por decisión unánime de toda la oficina como la hermana pequeña, y ya es una parte tan fundamental de esta familia que habría sido raro no haberla invitado.

Además, si no hubiera venido, Beca nunca habría podido ser testigo del adorable momento en el que Amy —que por algún inexplicable motivo que solo ella comprende ha aparecido disfrazada de cupido—suspendió su rama de muérdago por encima de Emily y Benji.

Ambos se sonrojaron tanto que parecía que estaban a punto de explotar en cualquier momento, antes de que Benji depositara un dulce y tímido, aunque un tanto torpe, beso en la mejilla de Emily.

- ¿Sammy? – de alguna forma, Stacie se inserta en la conversación con facilidad, como si siempre hubiera estado ahí y no en el extremo opuesto de la oficina –. Qué va, es un soltero de oro – les regala un guiño lento y sugerente.

- Ew – exclama Beca, estremeciéndose de manera exagerada –. No quiero saber cómo sabes tú eso.

Stacie ríe y pasa un brazo por sus hombros, acercándola a su cuerpo en un semi abrazo.

- Verás, Bec – empieza a narrar con el mismo tono que usaría para contarle un cuento a un niño pequeño –. Cuando dos personas adultas se gustan...

- No, ¡no! – la corta en casi un grito. Agita la cabeza violentamente y empuja a Stacie, que se está carcajeando, lejos de ella.

- Es de conocimiento general, tonta – le tranquiliza Stacie, aunque con completa despreocupación –. Toda persona que se mueva en el ámbito de la industria musical lo sabe.

- Yo no – rebate Beca.

Stacie ni siquiera se digna a responder, sus ojos en blanco lo dicen todo por sí solos, y el resto de sus compañeros parecen de estar de acuerdo con el gesto porque se ríen, como si estuvieran compartiendo una broma interna que Beca no conoce.

Beca gruñe, aunque sin verdadera molestia, y se cruza de brazos.

Desvía la mirada hacia la mesa que alberga toda la comida, porque el brownie que se está comiendo Benji la verdad es que tiene un aspecto de lo más delicioso y Beca debería meter algo de sustancia en el estómago antes de seguir bebiendo ponche.

Y es en ese momento que la ve.

Chloe Beale.

Con sus estúpidos y brillantes ojos azules, y su estúpido gorro de Papá Noel que de alguna forma se las apaña para complementar perfectamente el estúpido tono cobrizo de su pelo, y su estúpida sonrisa amable, y sus estúpidos labios pintados de rojo intenso, y...

- No puede ser – musita Beca en voz alta sin ser realmente consciente de ello.

Su mirada se fija en el jersey verde que Chloe lleva puesto, con letras blancas bordadas en el ganchillo que dicen: "I'm on the nice list", con tanta intensidad que, si tuviera superpoderes, la lana habría salido ardiendo.

Beca no necesita mirar su propio jersey para saber que es el compañero del que lleva Chloe, rojo donde el otro es verde, y con letras que dicen: "I'm on the naughty list".

Y, para añadirle más sal a la herida, Chloe acaba de coger el último brownie de la mesa mientras se ríe de algo que le ha dicho Aubrey, totalmente ajena a la mirada fulminante que Beca le está lanzando desde el otro lado de la oficina.

Sus ojos se entornan solos, y sus amigos, dándose cuenta de su reacción, se giran a ver qué la ha provocado.

Emily cambia el peso de un pie a otro, incómoda, y Benji se llena la boca de brownie como si con eso pretendiera evitar que alguien le fuera a pedir su opinión. La sonrisa de Jesse, sin embargo, está cargada de demasiado deleite.

- Ey – exclama –. ¿Ese no es...?

Beca alza un dedo amenazador y lo apunta directo a su cara, acallándole.

- Ni se te ocurra terminar esa frase – advierte con seriedad.

A Stacie, sin embargo, se la suda la amenaza.

- ¡Aw, Becs! ¡Vais conjuntadas!

Le salva la vida que, en ese preciso momento, Chloe levanta la mirada en medio de su conversación con Aubrey y parece ligeramente extrañada cuando se da cuenta de que tiene a cinco personas mirándola fijamente.

Mueve la cabeza en un gesto lleno de confusión y frunce el ceño suavemente. Despacio, alza una mano para saludarles, dubitativa.

Beca gira el rostro de golpe, sintiendo calor en las mejillas por haber sido pillada. Pero lo peor es que sus amigos devuelven el saludo con entusiasmo.

- ¡Parad! – sisea, avergonzada, deseando que el suelo la trague de inmediato.

- Chloe también es nuestra amiga, Bec – le recuerda Stacie en tono jocoso –. Tenemos derecho a saludarla.

- Sí, porque sois una panda de traidores – les lanza una mirada llena de falso desprecio, cruzándose de brazos.

Jesse suelta una escandalosa carcajada, pero es Emily quien alza la voz primero.

- Si le dieras una oportunidad, seguro que te caería bien – suena tan convencida, que a Beca casi le rompe el corazón tener que llevarle la contraria con tanta rotundidad.

- Eso es imposible, Em.

- Vaya par de cabezotas... – ríe Jesse entre dientes –. ¿Acaso eres consciente de que vuestra guerra es de lo más absurda?

- ¿Absurda? – exclama Beca, ahora verdaderamente ofendida –. ¿Cómo puedes...? ¡Por su culpa tuve plaga de hormigas en mi mesa!

- ¿Eso no fue por guardar comida en el cajón? – pregunta el dulce e inocente Benji, confundido.

Jesse extiende una mano hacia él, dándole la razón, pero Beca sacude la cabeza en un movimiento furioso.

- Sí – admite, aunque la forma en que escupe la palabra casi la hace sonar como una negativa –. Pero ¿de quién fue la culpa de que tuviera que empezar a guardar toda mi comida en el cajón?

Stacie deja caer la cabeza hacia atrás con un gruñido exhausto que sale de lo más profundo de su pecho.

- Ugh, ya estamos otra vez...

Beca hace caso omiso y continúa, alimentada por su rabia.

- Se bebió mi café – sisea –. Primer día en la oficina y tuvo que ir a beberse mi café – se clava un dedo en el pecho con quizá demasiada fuerza, pero no es consciente de ello –. Y aún encima, por si eso no fuera suficientemente malo, vino a saludarme con él en la mano, para regodearse.

Beca recuerda todavía el momento de la ofensa con la misma claridad que si acabase de pasar hace tan solo un par de minutos, quizá por tanto revivirlo cada vez que su mirada tropieza con Chloe en la oficina.

Estaba en su mesa dándole los últimos retoques a una pista de música a través de los altavoces de su Mac para comprobar que todos los elementos se escuchaban con tanta claridad como desde sus auriculares.

- Hey, Bec... – la llamó Jesse a su espalda.

- ¡Ah, Jesse! Justo te estaba buscando – exclamó ella, interrumpiéndole antes de que pudiera continuar. Asomó una mano por un lateral de su silla para hacerle una señal de que se acercase –. A ver qué te parece esto.

Le dio al play antes de hacer girar su silla para poder ver la reacción de Jesse, y en ese momento se dio cuenta de que su compañero no estaba solo, sino que a su lado había una pelirroja escuchando atentamente la melodía.

Inmediatamente Beca presionó la barra espaciadora de su teclado para detener la reproducción y le lanzó una breve mirada acusatoria a Jesse por no haberla avisado de que tenían invitados.

- Yo subiría un poco los graves para que resalte el bajo un poco más – opinó la pelirroja con un suave asentimiento apreciativo.

La mirada de Beca saltó a ella, curiosa, si no algo sorprendida de que una completa extraña se haya atrevido a corregirle.

- Esta es Chloe Beale, es su primer día aquí – presentó Jesse tras un breve movimiento de hombros a modo de disculpa –. La han trasladado desde la oficina de Nueva York para ser nuestra nueva jefa del departamento artístico.

- Ah – Beca asintió y se levantó para ser correcta.

- Aubrey me ha pedido que termine de presentarla a todo el mundo mientras ella atendía una llamada importante – explicó Jesse.

No muy fan de los dos besos clásicos al conocer a alguien nuevo, Beca se adelantó y extendió su mano izquierda en el espacio entre ellas para estrechar la de Chloe.

Chloe extendió su derecha por instinto, su dominante y la que tenía libre, sin haberse dado cuenta de que Beca era zurda. Al ver que sus manos no coincidían, Chloe río por el pequeño error y rápidamente cambió el café de una mano a otra para poder extender su izquierda ella también.

- Perdona – se disculpó por los segundos extras que requirió la maniobra –. Esta mañana he tenido un pequeño altercado con el coche y no me ha dado tiempo a desayunar, así que Aubrey me ha dejado coger algo de vuestra nevera.

Pero el comentario hizo que Beca se fijase en el café helado que llevaba en las manos, y ahí fue cuando vio el nombre claramente escrito en permanente negro en la tapa.

B. Mitchell.

Su mirada indignada saltó de vuelta a Chloe.

- Ya te dijo que fue un malentendido – la voz de Jesse disipa los últimos instantes del recuerdo y devuelven a Beca a la fiesta de navidad con un parpadeo desorientado.

Pronto, sin embargo, recuerda cuál era el tema de conversación y deja escapar una risa seca y sardónica.

- Sí, sí, no lo vio... – agita una mano en el aire con un resoplido incrédulo –. Venga ya, ¡si estaba en toda la tapa escrito! ¡Era imposible no verlo! ¡Si hasta lo vi yo y no era la que se lo estaba bebiendo!

Jesse pone unos ojos en blanco.

- Te pidió perdón mil veces – defiende –, y al día siguiente te compró uno nuevo para reponerlo.

Beca esboza una sonrisa malvada.

Es cierto que, al día siguiente, cuando entró a media mañana en la cocina de la oficina, Chloe la siguió con intención de volver a disculparse por quincuagésima vez y un café helado exactamente igual al que le había robado en las manos.

Pero Beca la ignoró por completo y se dirigió directa a la nevera para pegar en la puerta con dos tiras de celo un papel impreso en el que, en letra bien gruesa, negra y grande se leía: POR FAVOR NO CONSUMAS LA COMIDA QUE NO TE PERTENECE.

Se volvió hacia Chloe, que estaba leyendo el cartel con gesto consternado, como si lo considerase una medida completamente innecesaria.

- Oye, Beca – le dijo –. Está claro que hemos empezado con mal pie y me sabe fatal lo que pasó ayer... – torció la boca, arrepentida –. Quería...

Sin hacerle mucho caso a pesar de estar ahí parada fingiendo escuchar, Beca sacó una barrita de cereales del bolsillo de su chaqueta, una barrita que había cogido esa mañana de la cocina cuando entró a por agua y la vio en la encimera.

Empezó a abrir el envoltorio metálico haciendo todo el ruido posible y Chloe, irritada pero tratando de no mostrarlo, no pudo evitar mirar con fastidio el lento trabajar de sus manos.

Beca sintió un estremecimiento de puro placer perverso recorrer su cuerpo al ver el azul bebé de los ojos de Chloe iluminarse con una chispa de reconocimiento y, a continuación, oscurecerse con la sombra de la sospecha.

- ¿Esa es mi barrita? – preguntó, su ceño fruncido.

Beca levantó lentamente la barrita hasta su boca y le dio un exagerado mordisco.

- No sé – respondió con la boca llena –. Me la encontré esta mañana en la cocina.

El rostro de Chloe se endureció.

- Sí, es mía – confirmó, su voz gélida –. Tenía pegado un post-it rosa con mi nombre.

Beca se limitó a devolverle un descarado encogimiento de hombros.

- Yo no vi nada.

Chloe entrecerró los ojos con rabia al darse cuenta de que lo que estaba haciendo Beca y apretó la mandíbula con fuerza, como si estuviera empleando todas sus energías en contener las ganas de darle una bofetada.

Beca esbozó una sonrisa empalagosa y se marchó de la cocina con la cabeza bien alta, aguantándose la risa.

La Beca del presente busca con la mirada a Chloe, que sigue al lado de Aubrey, pero ahora rodeada de un grupo de gente que parece estar pendiente de cada palabra que cae de sus delineados labios rojos, y se encoge de hombros sin una pizca de arrepentimiento por su comportamiento.

- Ya era demasiado tarde – constata.

- Sabes – empieza a decir Stacie, arrastrando la palabra –. Para dos personas que juran odiarse con todas sus fuerzas, pasáis mucho tiempo mirándoos cuando la otra no está prestando atención.

Beca le dirige una mirada poco impresionada desde el lateral de sus ojos y Stacie se encoge de hombros, despreocupada, alzando ambas manos en señal de rendición.

- Solo digo... – finaliza –, que estoy segura de que todos vuestros problemas se resolverían si echarais un polvo.

- ¡Eso le llevo diciendo yo desde el principio! – exclama Jesse con alivio al ver que por fin alguien le apoya.

Ambos chocan los cinco por encima de la cabeza de Beca, que les fulmina con la mirada.

- Esto a lo mejor os sorprende – comenta, sarcástica, pasándose la lengua por los dientes superiores –, pero no todo se soluciona a base de sexo.

Stacie esboza una sonrisa lenta y torcida, extremadamente sugerente, sin duda pensando en todos los conflictos que ha solucionado haciendo uso del cuerpo de diosa griega con el que nació, que Beca se siente algo sucia solo por verla.

- Esa no es mi experiencia – sus ojos verdes chispean con malicia –. ¿A lo mejor es que no lo estás haciendo bien? – ofrece con una preocupación que Beca casi habría creído que es sincera si no fuera porque conoce a Stacie demasiado bien.

Un revoloteo de pestañas, un paso adelante, y Stacie hace uso de su altura sobre Beca para inclinarse sobre ella en tono confidencial.

- Yo podría ayudarte – le susurra.

- No... – se humedece los labios nerviosa –. No, gracias – rechaza con la boca seca.

Beca da un paso hacia atrás para escapar de la intoxicante presencia de Stacie, roja como un tomate, casi a juego con su jersey navideño, y carraspea.

De repente hay una mano firme en su muñeca que tira de ella hacia delante y evita, por los pelos, que provoque una caída en dominó al chocar con una de las chicas del departamento de contabilidad, que está agachada justo tras ella, arreglándose un zapato.

Beca vuelve a su sitio con los ojos algo amplios por la alarma y deja escapar una temblorosa exhalación.

- Gracias – le dice a Benji, que ha sido el único suficientemente rápido a la hora de reaccionar y salvarla.

El joven se sonroja, empezando primero por las orejas hasta que se expande poco a poco por lo más alto de sus mejillas, y se peina los rizos del flequillo antes de asegurarle que no ha sido nada, agitando una mano en el aire.

- Esa es mi señal de que necesito algo que absorba un poco del ponche que he bebido – anuncia con una sonrisa sarcástica antes de girar sobre sus talones para cruzar la oficina hacia la comida.

Por el camino, se ve obligada a hacer varias paradas y desviarse unas cuantas veces al cruzarse con gente conocida que reclaman su atención, saludándola, entablando una breve conversación superficial, deseándole felices fiestas.

Y todos y cada uno de ellos, sin excepción, le hacen la misma pregunta, más pronto o más tarde.

- ¿Os habéis puesto de acuerdo Chloe y tú para venir conjuntadas? – acompañada de algún gesto jocoso y un dedo apuntado hacia su jersey, o un movimiento de cabeza hacia la pelirroja.

Para cuando Beca por fin consigue llegar a la mesa de la comida, se dirige directa al enrome bol de ponche que reside en uno de los extremos y coge el cazo, llenándolo hasta arriba para volcarlo en el interior de su vaso de plástico.

Aprovecha para, mientras tanto, analizar las opciones de comida de las que dispone con una mirada distraída.

Los tacos que ha traído Flo tienen una pinta deliciosa, pero Beca sigue llorando la pérdida de ese último brownie, de modo que redirige su foco de atención hacia la sección de la mesa dedicada a los dulces y los postres.

Nada resalta por encima de lo demás, sin embargo. Nada hace que le salive la boca.

Resignada, suspira y rodea la mesa para coger una de sus propias galletas porque por lo menos tiene asegurado que vayan a estar ricas.

Solo queda una, en forma de muñeco de jengibre y decorada como el de Shrek, en un lateral del plato. Los dedos de Beca están a medio camino de cogerla cuando por el borde superior de su campo de visión se cuela una mano con las uñas pintadas de rojo que se dirige a por ella también.

Beca frunce el ceño, molesta, porque ¿acaso no se ha dado cuenta esa persona de que ella se ha movido primero?

Alza la mirada para decirle algo y su respiración se le atasca en la garganta —por el susto, se dice a sí misma— al encontrarse a Chloe inclinada al otro lado de la mesa, sus ojos azules ya clavados en ella con un brillo desafiante.

Beca lanza su mano hacia delante de golpe y llega antes a la galleta, aunque sus dedos estropean el glaseado que formaban los botones, esparciéndolo por la superficie en un borrón rojo.

- ¡Ajá! – exclama, triunfal.

Los ojos de Chloe se entornan.

- ¿En serio? – le reprocha, retirando su mano para cruzar ambos brazos en el pecho con un mohín.

Beca cierra su sonrisa torcida alrededor de la cabeza del muñeco de jengibre, dándole un mordisco y masticándola lentamente para restregárselo a Chloe por toda la cara.

- Muy maduro, Mitchell – es su respuesta, seca y despectiva.

- No tengo interés alguno en ser madura, ¿no te has fijado? – pellizca la gruesa tela de su jersey navideño entre el índice y el pulgar, estirándolo ligeramente para que resalte el mensaje que lleva bordado.

Chloe pone los ojos en blanco y se dirige hacia el bol de ponche para rellenar ella también su vaso.

- No me he fijado, no, no te presto tanta atención, ¿sabes?

Beca le hace la burla con una mueca

- Pero tampoco me habría hecho falta – continúa Chloe sin alzar la mirada del cazo de ponche –, porque es de lo único de lo que me ha hablado la gente en toda la noche – lo devuelve al líquido blanco con cuidado de no salpicar y se lleva el vaso a los labios, por fin clavando sus ojos azules en Beca con un brillo inquisitivo –. Te tiene que estar matando, ¿huh?

Beca frunce el ceño y hace un suave movimiento de cabeza, insegura de saber a qué se refiere, insegura de querer saber a qué se refiere al ver la sonrisa torcida que curva los labios de Chloe por detrás del plástico del vaso.

Chloe rodea la mesa para ponerse del mismo lado que Beca.

Sus movimientos son lentos, calculados, deliberados, de tal forma que le recuerda a Beca a una pantera escondiéndose entre las altas hierbas de la selva para acechar a su presa hasta que sea el momento ideal para saltar sobre ella con las garras por delante.

- Te tiene que estar corroyendo por dentro – dice en un ronroneo mientras prosigue con su acecho cada vez más cerca –, haber aparecido con un jersey idéntico al mío.

Beca aprieta la mandíbula, molesta por la habilidad de Chloe para leerla igual que si fuera un libro abierto, y alza la barbilla en un gesto orgulloso.

- No son idénticos – sabe que es una respuesta débil y blanda, pero es lo mejor que tiene en su arsenal en estos momentos.

Aun así, no hace que la risa victoriosa de Chloe le sepa menos amarga.

Decidida a redimirse, Beca da un paso hacia delante hasta que la distancia entre ella y Chloe es menor que la de un brazo extendido y entorna los ojos, abriendo la boca para soltar un comentario deliciosamente frío y sarcástico que la calle de una vez por todas.

Sin embargo, algo la detiene.

De golpe, se hace el silencio en la oficina, solo la música navideña sigue sonando de fondo, y alguien se aclara la garganta de forma escandalosa a su lado.

Beca vuelve la cabeza hacia su derecha para ver qué está ocurriendo y, por el rabillo del ojo, ve a Chloe hacer lo mismo.

Se encuentra cara a cara con la amplia sonrisa de Amy la Gorda, esa que lleva siempre que está esperando a que alguien descubra su nueva travesura, y la australiana bate sus largas pestañas postizas en un gesto expectante.

Beca frunce el ceño.

Su mirada resbala por el sedoso vestido rosa de la australiana, las despeinadas alas de ángel que lleva a la espalda y la ridícula permanente que se ha hecho en el pelo.

Trepa por el brazo que Amy tiene extendido hacia arriba, el palo que sujeta en su puño cerrado, el hilo atado al extremo opuesto del que cuelga una rama de...

Oh.

Una rama de muérdago.

Sobre sus cabezas.

De Beca y de Chloe.

Beca mira hacia el frente y comparte una mirada alarmada con Chloe.

***

A/N: Esto estaba pensado como un simple one-shot, algo que pudiera estar por sí solo pero que, si se me ocurría alguna forma de continuarlo, también me permitiera añadir algo a posteriori. Rollo Serendipity.

Pero, para variar, se me ha ido un poco de las manos jeje. Estoy muy a tope con los enemies to lovers, son de mis tropas favoritas, así que, lidiad conmigo.

Publicaré el segundo capítulo próximamente, el 26/27, intentaré que no pase de esos días porque si no ya pierdo el fuelle y empiezo a deberos cosas y no me gusta eso.

¡Feliz Navidad! ¡Nos vemos pronto!

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