Parte 4 El Amor

25 1 0
                                    

Mi plan inicial para enamorarla era darle su espacio. Ella me había aceptado, pero un "OK" no me terminaba de convencer.

– Hola, amigo –le dije a mi mejor compañero en la misión quien recién había regresado a casa.

Le hice videollamada apenas vi sus fotos en Facebook.

– ¡Sam, hermano! ¡Qué raro es llamarte por tu nombre! –dijo con una gran sonrisa.

– ¡Lo sé! –me reí con él.

– ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo? ¿Qué tan asustado tengo que estar del mundo real? –clásicas preguntas de un recién retornado.

– No sé cómo sea en Perú, pero aquí está de temer. Agárrate de donde puedas –le dije riendo.

– ¡No me digas! Pues seguiré con la guardia atenta por cualquier cosa.

– ¿Y cómo vas con tus planes? No he pensado en otra cosa desde que supe que terminaste la misión. –Me preguntó. Creo que él fue la única persona a quien le hablé de mi Kate. Si algún otro misionero vio su foto en mi agenda, nunca me preguntó nada.

– Bueno, ella acaba de aceptarme.

– ¿¡EN SERIO!? ESO ES FANTÁSTICO.

– No tanto –respondí desanimado.

– ¿Por qué? pensé que eso era lo que querías...

– Pues sí, pero parece que ella tuvo una relación bastante fuerte antes de mi regreso, y pues él la dejó, y creo que ella no lo ha olvidado.

– Entiendo. Pero te aceptó, eso ya es un gran avance.

– No sé qué hacer para que confíe en mí y me ame nuevamente.

– Mmm –pensó él por un momento– ¿Recuerdas nuestro plan de acción?

– ¿Contactar, enseñar, bautizar?

– ¡Ese!

– ¿Qué con eso?

– Pues úsalo. Ya la contactaste, porque ya te aceptó, enséñale quién eres, y lo que puedes darle, y pues llévala al templo. ¡Eso es todo!

– Parece más fácil decirlo que hacerlo –le dije.

– ¡Arriba esos ánimos! que con ningún investigador nos rendimos, no te rindas con ella.

Él tenía tanta razón. Yo no la quería sólo como una polola, yo la quería para siempre, pero era muy pronto para proponerle matrimonio. Igual debía prepararme, y esa preparación incluía pedirle a mamá el anillo de matrimonio de la abuela. Era una tradición, y era lo que yo quería para ella.

Cuando cerré la llamada con mi amigo, me puse mi armadura invisible para hablar con mi mamá. Salí a buscarla por la casa, y como siempre, estaba en la cocina.

– Má...

– Mmhmm.

– ¿Te puedo pedir algo sin que te enojes?

Ella dejó de picar lo que sea que estaba picando y volteó la cara para mirarme. Tragué grueso.

– ¿Puedo tener el anillo de la abuela? –me estaba muriendo de miedo ante sus miradas.

– No –dijo rotundamente y volvió a la tabla de picar dándome la espalda.

– Por fa, má.

– ¿A quién se lo vas a dar?

– Ya sabes a quién.

– Entonces no.

– ¿Por qué no? –Le exigí más serio. Ella se volteó para verme nuevamente.

Another Mormon Love Story: SamOnde histórias criam vida. Descubra agora