LXVI - LXIX

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CAPÍTULO LXVI

Lizzie se atavió con un vestido verde de manga corta y una gargantilla de diamantes que hacía juego con sus aretes y se veía muy atractiva. Cuando Darcy la fue a buscar a su alcoba se sorprendió de su belleza y de la felicidad que irradiaba.

–Sra. Darcy, hoy luce increíblemente hermosa –afirmó él acercándose a su esposa y tomando sus manos.

–Gran parte se lo debo al Sr. Darcy –aseguró Lizzie con una sonrisa muy especial–. Estaba en un maravilloso sueño con mi marido, del cual no quería despertar, pero me di cuenta que mi realidad era mil veces mejor. Gracias por el inicio de día tan bonito.

–Perdóname por haberme quedado dormido ayer.

–Estabas cansado y hoy lo has compensado con creces. Estuviste fantástico –susurró acercándose y lo besó con cariño.

–Fue un placer –indicó sonriendo–, pero todavía me siento en deuda con mi bella dama. ¿Me permite resarcir mi falta, mi lady?

–¿Pronto realizaremos nuestro viaje?

–Pensaba en algo más inmediato. Sin embargo, llegando a Londres puedo hacer válido el ofrecimiento de Georgiana para que cuide de los niños unos días si así lo deseas.

–Las dos sugerencias suenan muy seductoras.

–Empecemos con la primera –murmuró acercándose con lentitud para tomar su boca y mordisquear su labio inferior a placer antes de besarla apasionadamente.

Al cabo de un rato, los Sres. Darcy salieron de su alcoba y Lizzie lucía un vestido azul cielo de tirantes con un bordado al frente que destacaba bellamente su silueta, con el collar y los pendientes de diamantes que se había puesto. Pasaron un momento a la habitación de los pequeños, donde se encontraba la Sra. Reynolds que los estaba terminando de alistar para bajar al desayuno, junto con Rose. Luego bajaron al salón principal donde ya se encontraban los anfitriones, los Donohue y los Bingley para dirigirse al comedor a desayunar y, al concluir, Georgiana y la Srita. Anne se retiraron con la Sra. Jenkinson para proceder al arreglo de la novia. Los demás se quedaron conversando en el salón principal mientras daba la hora de irse al templo.

El novio se fue de Rosings antes de que la novia saliera de su habitación y Darcy la recibió al pie de la escalera para

conducirla al carruaje que los llevaría por media milla a la abadía de Hunsford. Los Donohue ofrecieron llevar a Lizzie, después de que las madres se despidieron de sus bebés que se quedaron al cuidado de la Sra. Reynolds en su habitación.

El carruaje de Lizzie llegó primero y Donohue ayudó a bajar a las damas, luego arribó el de los Bingley. Había mucha gente esperando el advenimiento de la novia y el novio ya se encontraba en el interior del templo. Se acercaron a Lizzie varias amistades de la familia a saludarla y a felicitarla por el nacimiento de sus hijos, igualmente a Georgiana y al Dr. Donohue que la acompañaban. Lizzie recordó que esas mismas personas habían sido imprudentes con sus comentarios en la boda de Georgiana, queriendo averiguar en ese entonces si habría o no herederos del Sr. Darcy. La Srita. Bingley tuvo el valor de acercarse a saludar, pero no hizo ningún comentario, retirándose a la primera oportunidad. El Sr. Philip Windsor se inclinó cortésmente ante Lizzie y los Sres. Donohue, preguntando por la salud de su hijo. Ella le agradeció que hubiera llevado al médico al hotel y él se puso nuevamente a sus órdenes.

Lizzie y sus acompañantes se introdujeron al templo y tomaron los asientos que les habían asignado enfrente del altar, donde ya estaba el novio observando los últimos

movimientos del clérigo antes de iniciar la ceremonia. Las Bennet ya estaban en el interior del templo, igualmente los Sres. Gardiner. El Sr. Murray Windsor venía solo, aun cuando ya había notificado su próximo casamiento a sus familiares, y se sentó muy cerca de los Sres. Donohue, de quienes no arredró la mirada. Los Sres. Willis también habían asistido y se sentaron junto a los Sres. Windsor y su hija Sandra.

Los herederos del Sr. DarcyWhere stories live. Discover now