Capítulo 2

1.5K 161 3
                                    

De una guerra no se sale ileso.
Tiene la capacidad de derrumbarte.
Tú eliges qué hacer a partir de ahí,
Reconstruírte, o dejarte morir.

Una joven que solía irradiar fuego,
Ahora no era más que una vela a punto de apagarse.
Un joven que por la boca sólo soltaba veneno,
Ahora tenía la palabra precisa para alegrar el alma.

Ambos se toparon un día,
Uno decidió ayudar al otro.
Quizás no todo estaba perdido,
Tal vez el bosque estuviese dispuesto a ceder un poco de su olvido.

Pasaron varios días antes de que Draco Malfoy se pusiera en contacto con Hermione Granger de nuevo, incluso la joven llegó a pensar que al rubio se le había olvidado su promesa. Pero una tarde de agosto, junto con la brisa, llegó el visitante esperado a su puerta.

-Malfoy, bienvenido a mi casa- dio un paso al lado e hizo un ademán con la mano para invitarle a pasar.

-Estaré encantado de entrar a tu casa en otro momento, pero ahora tenemos prisa, vengo a llevarte a cierto lugar.

Hermione pensó en preguntar, quizás en objetar algo, aún quedaba un vestigio de su antigua personalidad allí, muy en el fondo, sin embargo la indiferencia ganó la partida, ella se alzó de hombros y siguió al rubio en total silencio hasta un par de cuadras más abajo. Doblaron en un callejón.

-Hablé con una persona que estoy seguro estarás gustosa de ver, no quería involucrar a terceros, pero necesitaba su ayuda para mi cometido.

Del fondo del callejón, aparentemente sin salida por la oscuridad que lo envolvía, se acercó una figura enorme y redonda, no hizo falta si quiera que pronunciara las palabras que venía ensayando desde que salió de su casa, la joven castaña lo reconoció al instante y corrió a su encuentro, olvidando por unos momentos su antipatía adquirida y rodeando, como buenamente podía, con sus brazos, a su buen amigo Hagrid.

-Aquí está mi niña Hermione, te he extrañado pequeña, ¿has estado comiendo bien? Te veo más delgada.

Un carraspeo de garganta por parte del blondo hizo que el semigigante detuviera su monólogo y se limitara a sonreírle a la que había sido su alumna y amiga.

-Te tengo una sorpresa, la preparé junto con Malfoy hijo.

La sonrisa de aquel hombre se mantenía tan sincera como la última vez que lo vio, era apenas creíble que alguien que vivió tantas injusticias pudiera albergar tanta bondad en su alma. Hagrid era, sin dudas, la demostración física de que, en efecto, hay buena gente en el mundo.

El semigigante guio la marcha hacia la oscuridad, Hermione le siguió dos pasos por detrás, al lado de Draco.

-¿Desde cuándo tú y Hagrid se llevan bien?

-Desde que regresé a pedirle disculpas y le conseguí un vendedor de cosas raras por las que él tiene afición.

-¿Más arañas gigantes?

-Vive a veinte pasos del bosque prohibido, él puede tener el animal que quiera y luego dejarlo crecer allí... donde, ahora que lo pienso, no es muy buena idea meterse.

Hermione asintió, su cuota de charlas por un día se estaba agotando, Malfoy no le resultaba, por increíble que parezca, una compañía incómoda, pero su cerebro se había gestionado para decir una cantidad, bastante pobre, de palabras al día, en caso de excederse su sistema se sobrecalentaría, ergo, explotaría.

Resultó el callejón ser un túnel que comunicaba directamente con la cabaña de Hagrid. La castaña contuvo el aliento por un segundo, quizás dos. El cálido lugar le traía recuerdos de su niñez y adolescencia, todos alegres, sonrió mientras miraba alrededor, poco, por no decir nada, había cambiado.

Segundas OportunidadesWhere stories live. Discover now