CAPÍTULO I: EL DIFÍCIL REENCUENTRO

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-Juliana... Espérate.

Juliana se detuvo en seco. Sin pensarlo siquiera. Se apresuró a limpiar la lágrima rebelde que escapó a destiempo, antes de volver sobre sus pasos para plantarle cara a un encuentro por el que habría matado durante todos esos años de ausencia. Se moría de miedo, entre muchas otras cosas, pero caminaría sobre brasas al rojo vivo por tan solo un minuto más frente a la persona que amaba con todo su ser.

-Hola, Val -la voz le falló al pronunciar ese nombre, sellado en sus labios por tanto tiempo.

-¿Puedo saber dos cosas? -Preguntó Valentina, empeñándose en sonar neutral-. ¿Quién te dio mi dirección? Y, ¿qué haces aquí?

Juliana sintió que se le helaba la sangre ante el tono inexpresivo de quien, en otro tiempo, le había hablado con tanta dulzura que la derretía. Pero se obligó a no desanimarse; fuera cómo fuera, Val estaba dirigiéndole la palabra por primera vez en años. No importaba qué le dijera o cómo se lo dijera; con tal de seguir escuchándola, era capaz de aguantar hasta su indiferencia. Por desconocido que fuera el trato de Valentina hacia ella, eso era mejor que nada. Se aclaró la garganta y respondió con tanta serenidad como pudo.

-Tu dirección me la dio Guille -sabía la bronca en la que estaba metiendo al hermano favorito de Vale, pero ya se las arreglaría para que ella los perdonara a los dos-. Y estoy aquí para darte esto.

Le entregó el vestido, que permanecía bien protegido por la funda que lo resguardaba, rogando a Dios porque no se lo rechazara. Había puesto todo su talento y su amor en ese diseño con el que esperaba abrir un resquicio para entrar en su vida de nuevo. Con alivio vio como Valentina tomaba el regalo, una graciosa expresión de sorpresa dibujándose en su rostro tan bonito.

-¿Qué es? -Preguntó Valentina, bajando el cierre de la funda, con curiosidad y suspicacia que se transformó en asombro en cuanto tuvo a la vista el vestido color escarlata.

-Es algo que te debía desde hace mucho, Val. ¿O ya no te acuerdas?

Valentina entrecerró los ojos, concentrándose en encontrar el recuerdo del que hablaba su visitante; tratando de ubicar lo que pudiera haber en ese pasado que tenían en común y que explicara el porqué sostenía ella un vestido -de diseñador, evidentemente- en sus manos, y entregado personalmente por la mujer a quien se había propuesto no volver a ver nunca. No pasó mucho antes de que diera con lo que estaba buscando en los registros de su mente; el cumpleaños de su hermano hacía casi seis años. Los recuerdos cayeron en cascada: Juliana y ella, por aquel entonces, habían tenido un disgusto y se reconciliaron precisamente el día de la fiesta sorpresa de Guillermo; la visita a la boutique para conseguir el vestido que usaría su entonces mejor amiga; su impacto al verla llegar, guapísima; los celos al verla bailando con alguien más; el casi primer beso en su recámara; amanecer junto a ella... Cómo la había apaciguado, al momento de pagar esa costosa prenda, diciéndole que algún día le regresaría el favor diseñándole un vestido. Empezaba a quedar todo claro.

-Este vestido... ¿Lo diseñaste tú? -En la mirada azul destelló algo más que una grata sorpresa; algo cálido y fugaz a lo que Juliana no se atrevió a ponerle nombre para no echar a volar sus esperanzas antes de tiempo.

-Sí. Te lo debía, Val.

Seguían de pie, en lados opuestos del umbral. Juliana quería entrar, conocer ese espacio en el que ahora habitaba la razón de sus desvelos, pasar más tiempo a su lado y tener la oportunidad de hablar, de explicar, de rogar por un perdón que necesitaba más que nada en el mundo. Pero Valentina no parecía muy abierta a la idea de que esa visita se extendiera, así que habría que ser paciente... Infinitamente paciente. Después de todo, no sólo no le había pedido que se fuera, sino que la detuvo cuando estaba a punto de hacerlo. Seguía ahí con ella, aunque fuera parada y en la entrada. Estaba mareándola la sensación de alivio mezclada con incertidumbre.

VOLVIENDO A TI-JULIANTINAWhere stories live. Discover now