2. Perdón

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Miguel se despertó todavía con pereza, pero no pueden culparlo, después de todo ayer no fue una buena noche para él, y como había estado pensando en muchas cosas que giraban en torno a una sola persona - su novio - no había podido descasar del todo bien.

Todavía le quedaba el consuelo de que al menos no era el más perezoso esa mañana, si tan sólo Marco se levantaba de la cama luego de varios intentos como si le costara un monumental trabajo despertarse, y todo para que volviera a dejarse caer en la cama apenas haya dado un paso.

Negó con la cabeza, prefiriendo apartar la mirada de su hermano e ignorarlo, sino seguro le contagiaría su flojera y Miguel todavía tenía que ir a la escuela. (Ambos debían ir, de hecho, pero entre ellos dos Marco siempre fue el menos entusiasta al pensar en atender las clases). Entonces se levantó de la cama para ir directo a la ducha. Confiaba en que el agua cayendo constantemente en su rostro le terminaría de despertar por completo.

Y así sucedió. Una vez volvió a la habitación con más energía dispuesto a terminar de alistarse en tiempo récord, también tomó su móvil para revisar si tenía algún mensaje o correo importante, como un aviso de que se cancelaban absolutamente todas las clases por ese día, (era demasiado pedir, lo sabía, pero déjenlo soñar). El único mensaje "relevante" que tenía era uno de Hiro, el típico que se mandaban para darse los buenos días y desearse un lindo día. Miguel levantó una ceja confundido por tres cosas; una, porque él era quién solía ser el primero en enviar ese tipo de mensaje; segundo, porque el texto había sido enviado más temprano de lo que Hiro suele hacerlo; y tercero, porque sólo contenía el saludo genérico entre ellos, no mencionaba nada más, mucho menos algo que tuviera que ver con que no llegó a su cita de ayer.

Rodó los ojos y volvió a bloquear el teléfono sin responder al mensaje. Lo dejaría para más tarde porque justo ahora no había despertado con un humor tan brillante.

Terminó de arreglarse y luego tomó su mochila tras revisar que tenía todo lo necesario, también cargó el estuche donde tenía su guitarra, pero antes de salir de la habitación se volvió hacia su hermano que seguía prácticamente haciendo un berrinche por no querer levantarse de la cama.

-Marco, me voy en quince minutos. Ni creas que te voy a esperar más que eso sólo porque estás de flojo.

Como respuesta recibió un gruñido no inteligible debido a que su hermano tenía la cara enterrada en una almohada. Antes de salir de la habitación, Miguel rodó los ojos por última vez ante la viva imagen de la pereza.

Se encontró a Cass en el comedor y la saludó amablemente. Volviendo a hacer sus cosas a un lado, Miguel se adentró a la cocina para prepararse rápidamente su desayuno. Siempre que hablaba con su familia, su abuela Elena le recordaba que debía comer bien, y que el desayuno era importante, le hacía prometer a Miguel que no se saltaría ninguna comida. Miguel lo cumplía tanto como podía, no quería defraudar a su abuelita. Entonces desayunaba antes de partir hacia el Instituto, así fuera algo sencillo.

A pesar de que desayunó en compañía de Cass, fue sin distracciones. Cass solía hablar prácticamente hasta por los codos, pero ella entendía cuando era momento de extender una charla, y cuando no había tiempo para conversar a sus anchas. De cualquier modo, ella también se levantó pronto para bajar a alistar el café antes de abrir Lucky Cat.

Cuando fue a cepillarse los dientes, Marco iba saliendo de la ducha, pero dando un vistazo a la hora confirmó que no podía esperarlo más tiempo si quería llegar puntual a la escuela, así que con todo el dolor de su corazón (no, realmente no) se iría sin su hermano.

Volviendo a bajar por las escaleras exclamó una despedida para Cass. Saldría por la puerta del café, aprovechando que el local ya estaba abierto.

El chico que mienteWhere stories live. Discover now