20. Confesiones de camino

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La rapidez con la que se presentan los acontecimientos me han hecho olvidar mis más básicas necesidades. Pero ahora que estoy junto a Axel, relajándome ante su bienestar y su calma, mi estómago me recuerda que llevo demasiadas horas sin ni una pizca de comida.

Siento los ojos de Axel sobre mí, pero no me atrevo a mirarlo. La inquietud de sus emociones son suficiente indicio de que se lleva a cabo una guerra en su interior.

—Ah, sí. —Él rebusca con una sola mano en un bolso tamaño mediano —. Toma, discúlpame por no haberlo recordado con anterioridad.

Me entrega una bandeja de comida. Y parece verdaderamente preocupado.

—Gracias —expresó suavemente.

Él hace silencio. Fija su vista en el camino como si fuese lo más sustancial en este momento.

Abro la bandeja y devoró a grandes mordiscos un pedazo de tarta de acelga y queso.

La carretera se extiende al frente nuestro, como un fantasmal camino sin principio ni final. Mis pensamientos se enredan en una imaginación muy poco realista. Pienso en nuestra situación de una manera distinta a la verdadera, como si en lugar de ser un par de fugitivos de la muerte, fuésemos algo muy diferente. Una joven pareja que viaja por el mundo, visitando los lugares más ocultos del planeta, el fondo del océano, la punta del Everest o la ciudad de Petra. Sin duda alguna todo esto viene de mis metas en la niñez, donde soñaba con ser una científica exploradora de exóticos lugares. Además, de alguna manera, ayuda a bajar mi ansiedad.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —pregunta Axel cortando el silencio.

—Qué extraño. —Recuesto un costado de mi cabeza sobre el vidrio de la ventana —, normalmente soy yo quien hace preguntas.

Una sonrisa de lado se dibuja en sus labios.

—Adelante. —Lo animó.

—Bueno. —Aprieta sus manos al volante —¿Por qué siempre tienes una expresión soñolienta?

Su pregunta logra sorprenderme. Simplemente no es lo que esperaba, pero me parece muy obvio. No es la primera vez que alguien me hacen esa pregunta, ni será la última; soy consciente de la imagen que presenta mi rostro hacia la gente: Unos enormes ojos enmarcados por un fleco demasiado crecido, labios rosados que mayormente se tuercen mientras evito reír por los pensamientos ajenos y una expresión soñolienta, seguida de constantes sobadas en mis ojos.

—La narcolepsia no es divertida todo el tiempo —expresó con indiferencia.

—No se que tan divertida es, porque apenas conozco lo básico.

—¿Y es...?

—Somnolencia excesiva durante el día.

—Es la mayor característica.

Alba (Fulgor I) ✔️Where stories live. Discover now