𝄪 Parte Única 𝄪

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Las yemas de sus dedos se posicionaban con suavidad en las teclas; en una agradable acaricia. Su concentración era sorpréndete, esta dirigida solo a la encantadora melodía que provenía del brillante, oscuro y místico piano desde la perspectiva del muchacho que con tanto amor lo tocaba. Aquel chico de orbes de la mismísima estrella solar mayormente se comportaba como un niño, infantil, emocionado, con demasiadas energías que eran difíciles de contener, y lleno de millones de sonrisas y risas que le sobraban hasta para regalar; extrañamente en ese momento lo consumía de cabeza a pies una serenidad profunda, la cual se mostraba en su rostro sosegado.

Infalible era el constante movimiento de sus dedos. Estaba totalmente sumergido en su burbuja, en dónde solo eran la música y él, unidos por un lazo informulable desde que tenía memoria. Tanta atención era la ofrecida a la melodía que gracias a él se producía en aquel club de "música" que no se percató de los sutiles toques dados en la puerta principal.

Unos curiosos faroles café oscuro se asomaron por la puerta entrecerrada, viéndose en el pilar de la misma su cabeza llena de rebeldes hebras castañas. Con maravilles aprecio dos obras de artes que ocurrían en su presencia: los rayos luminosos del amanecer entrando con imprudencia entre los enormes ventanales, aclarando ese tan conocido club, trayendo una atmósfera cálida y calmada, y sobre todo, alumbrando las gentiles facciones de terciopelo y porcelana de Tamaki, apreciándose debajo de sus párpados cerrados sus largas pestañas azabache y su piel radiando en claridad, recordándole a los mismísimos copos de nieve cayendo del cielo en invierno. La segunda cosa que encontró fascinante, no importaba las veces que la escuchara, era la armoniosa melodía que inundaba cada rincón y traspasaba paredes, expandiéndose gustosa en busca de susurrar en oídos ajenos. Cuando el joven de fanales amatista tocaba, lo hacía con elegancia, con gentileza y con cariño, hacía que la realidad se transformara en una fantasía; una fantasía de la cual no quería despertarse jamás. El mayor siempre reiteraba ser un príncipe; el príncipe más hermoso y perfecto nunca antes visto, lo decía tanto que ya cansaba escucharlo, eso podía asegurar Haruhi confianzuda, pero la susodicha guardaba un secreto que encadenaba en su interior, y no le permitía escaparse de sus labios carmesí, y ello era que en esos momentos, cuando veía a Tamaki tan majestuoso, angelical y encantador, ahí admitía con total sinceridad el príncipe qué era. Parecía, más que un príncipe, un rey. La idea de llamarlo su majestad le provocaba un ataque de risa desde lo más profundo de su ser. La completa atención de la menor se encontraba dirigida a sus pensamientos, es por esa razón que no pudo darse cuenta de la mirada del rubio en su figura.

Tamaki hace unos segundos gozaba del placer que le brindaba la música que escapaba del gran piano, pero una reconocible risa lo tomó desprevenido. Sin tiempo que perder detuvo el reiterativo movimiento de sus dedos en las teclas y se llevó una grata sorpresa al ver a Haruhi en el medio de la puerta. Esta traía puesto el característico uniforme escolar para hombres, impecable y ordenado, y su cabello suelto, dando a ver su típico estilo natural. Lo que hizo latir el corazón de Suoh desesperado y desenfrenadamente fue el hecho de ver a su compañera con los párpados cerrados y de sus labios entreabiertos escapando una pequeña risita.

"Ah, cada día se ve más hermosa." piensa con admiración, de sus labios cremas saliendo un suspiro enamorado, porque sí, Haruhi le fascinaba; le fascinaba su físico, su personalidad, sus fortalezas, sus debilidades, sus defectos, todo en ella le encantaba, y no era un secreto, siempre en sus palabras y gestos le demostraba cuánto la quería; tarde o temprano esperaba con ansias que castaña le pudiera dar una respuesta a sus sentimientos, y estos pudieran ser correspondidos.

Haruhi se percató de la mirada que le dirigía el contrario, y se tomó unos segundos para detener su risa y calmar su pulso acelerado. Luego de lograrlo, levantó su cabeza, y ambos conectaron miradas, marrón y violeta encontrándose uno al otro en una conexión íntima e inquebrantable, o así lo sentían en ese largo periodo en dónde solo se dedicaban a apreciarse el uno al otro, comunicándose en una forma que era inalcanzable para las comunicación verbal, para las palabras.

Tamaki se sorprendió al ver la sonrisa que le dedicaba, era la cosa más majestuosa que sus faroles hayan contemplado alguna vez. Ahí se dio cuenta de un misterio que hasta ese momento había estado irresuelto, aquella sonrisa, aquella expresión, aquellos ojos oscuros que juraba contenían un brillo especial se lo decían todo, aquel descubrimiento le volteaba y le jamaqueaba su pobre corazón, que sentía salirse de su pecho por la intensidad y la rapidez de sus latidos.

Sin tener que pronunciar una sola palabra respecto al asunto, sin tener que cuestionarse, sin tener que pensarlo dos veces, bajo su rostro unos segundos. Al levantarlo de nuevo, sus ojos estaban lagrimosos, no de tristeza, no de enojo, solo era pura felicidad reflejados en ellos; la comisura de sus labios alzada, mostrando su resplandeciente y enamoradiza sonrisa y susurro en un tono lleno de cariño: yo también te amo, Haruhi.

✎ I Love You ❀ TamaHaru (O.S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora