Epifanía

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La multitud coreaba junto a la melodiosa voz del joven en el escenario, quien había sido descubierto hacía varios meses.

Sus composiciones no solo eran atractivas, también llevaban mucha realidad en la letra.

El público estaba enamorado de eso: de aquel recuerdo que aparecía en sus mentes al escucharlo cantar.

Lo que no sabían era que el interprete pensaba en alguien al escribirlas.

Un alguien que le había roto el corazón.

Un alguien que estaba escuchándole con atención, mezclándose en el gentío y preparando su discurso.

Discurso que nunca pudo dar.

Los aplausos ensordecieron al cantante, pero le llenaron el pecho de orgullo y amor.

Sonriendo con sinceridad, les dijo:

—¡Tengo una sorpresa para ustedes!

Y en las pantallas apareció el nombre de su nueva composición.

El publico enloqueció.

Y él inició a entonarla.

...La última vez que mis ojos te vieron,

me despedí de la tristeza,

y saludé a la felicidad...

*

«Fue un éxito», «Felicidades», «Te luciste hoy», y muchos elogios más llegaron a los oídos del joven estrella.

Su emoción era palpable y todo su ser nadaba en alegría.

Pensó que nada podría bajarle los ánimos.

Hasta que ante él apareció su mayordomo con una carta sin remitente.

La abrió, leyó lo escrito y reconoció inmediatamente los trazos del emisor.

Pero, contra todo pronóstico, ese día, nada logró bajarle los ánimos.

Sin darle muchas vueltas, contestó con una respuesta afirmativa a la solicitud de su ex amor.

Se verían.

Le vería.

Los días corrieron con prisa, llegando la fecha estipulada más rápido de lo esperado.

Sucedió todo sin apenas tener conciencia, hasta que lo vio ahí sentado.

Su musculosa figura fue lo primero que captó.

Con confianza, sin bajar la cabeza, llegó hasta él.

Estaban solos, lejos de los ojos curiosos de los reporteros.

—Alaston. No pensé que de verdad vendrías—confesó, con voz ronca, como si hablar le costase.

Alaston enarcó una ceja.

—Sos vos.

Y el otro sintió un brinco en su pecho.

Sí, era él.

—Alaston...Lo lamento. Lo siento tanto—le dijo, las lágrimas acumulándose en sus irises azules.

Parecía que un día lluvioso se avecinaba.

Su corazón se encogió.

—Lo sé. Sé que lo sentís. Siempre lo supe.

Y no le estaba mintiendo: Alaston sabía perfectamente que todo el desprecio no era más que una fachada.

Aun sabiendo eso, le dolió mucho.

Pero Alaston no se lo diría.

—¿Y sabés que te amo? ¿Sabés que te amo tanto, tanto, que hasta respirar me duele? ¿Sabés, Alaston, que todos mis suspiros tienen tu nombre? Decime que lo sabes—rogó con la voz quebrada.

Alaston lo sabía.

Pero también sabía que lo suyo no podría funcionar.

No cuando uno de los dos se odiase tanto.

—Lo sé. Pero primero debés amarte a vos mismo. Ámate, y ámame después si te queda un poco de amor.

Después de eso, se marchó de ahí, dejando el peso de sus palabras flotar en el aire y la satisfacción de haberlas dicho.

Epifanía-#GWA2021Where stories live. Discover now