Caminaba con las bolsas en las manos y el niño sostenién-dose de mí, agarrándose de la parte trasera de mi playera de The Beatles. La verdad no comprendía, yo lo invité a mi casa ¿Por qué la inseguridad de que lo fuera a dejar a medio camino? En lo poco que había logrado observarlo, ya que se mantenía atrás mío, pude ver que tenía un rostro de un niño de a lo mucho dieciséis años, pero a la vez le encontré tantas heridas en sus brazos que me hizo cuestionarme cuantas más traería en todo su cuerpo.

Y aunque ya lo había escuchado hablar, ahora ese castaño se empeñaba en no decirme palabra alguna, aunque por milagroso que suene, yo ya había intentado sacarle un tema de conversación al menos unas cinco veces.

-Bueno, esta es. Sé que no es la gran cosa pero vivo solo.- Me reproché por mi mala imitación al diálogo de Linguini, abriendo la puerta de mi apartamento, dejé las odiosas bolsas de Jeno al lado de la entrada y bufé exageradamente, de no ser porque ese niño las había mirado con tanto anhelo, las hubiera dejado tiradas en el mismo lugar donde me quedé observando toda la escandalosa escena.

Él entró, estando aún detrás mío, sin embargo podía ver su nariz olfateando hacía cada rincón y de hecho me causó un poco de ternura. Si bien no era tan tierno como Jaemin, podía notar que su apariencia se parecía a la de esos mocosos que no respetaban a nadie, los niños que normalmente veías robando en la calle, solo que en este caso le agregabas un par de orejas y una cola larga y mucho más felpuda que la del rizado de mi mejor amigo.

No era que me gustara comparar, pero Jaemin era lo más cercano que había estado a uno de esos niños y ahora empezaba a cuestionarme cómo es que un niño gato puede estar libre en las calles como lo está él ¿Qué no costaban una mina de oro según los periódicos y noticieros?
Un momento, tampoco sabía otra cosa importante.

-Oye ¿Cómo te llamas?- Le pregunté en el mismo instante en que lo vi observar los cuadros de mi pared, todos pintados por mí. Me sentía bastante orgulloso de ser el artista de cada una de las pinturas que decoraban mi casa.

-Son bonitos.- dijo, al parecer, ignorando completamente mi pregunta. Ahora lo veía mejor, porque lo observaba algo alejado de mí y tuve la oportunidad de admirar cada detalle de su cuerpo, como esas delgadas piernas, shorts que no podían estar más gastados y sucios y luego una simple remera con las mangas cortadas y una gorra adherida, quizás lo hizo el mismo, los tejidos de la prenda se notaban y parecía más como que hubiera sido arrancados o tejidos por una pésima mano de obra. Supuse que usaba la gorra para cubrir u ocultar uno de sus dos detalles sobrantes.

Cuando volteó a verme, sentí una especie de corriente, era la segunda vez que esos ojos oscuros se encontraban con los míos. Y se debía al color, Jisung tenía los ojos también cafés, de un tono café un poco más claro que los del pequeño frente a el, pero en este caso, los de este chico eran diferentes, me mostraban emociones que no podía descifrar, unas que jamás captaría en los ojos de mi amigo.

-Gracias.- Le mostré una media sonrisa y me senté en el sofá, relajando todos los músculos, escuchando tronar mi cuello. No era para menos, de por sí era una persona demasiado floja y cualquier trabajo físico lograba cansarme, pero imaginé que era más cansancio mental que cualquier otra cosa.

Cerré los ojos para descansarlos un poco, pero los abrí de golpe al sentir un peso sobre mis piernas y luego unas suaves manos en mis hombros.

El cuerpo de ese niño estaba sobre el mío, con una de sus piernas a cada lado de las mías mientras él me miraba con una traviesa media sonrisa.- ¿Pero qué...?- La pregunta quedó al aire en el momento en que sus labios besaron mi boca, provocando que un torpe movimiento iniciara, sintiendo también como se movía sobre mis piernas, intentando que su cuerpo frote contra el mío.

-Espera, espera. Pausa. Stop. No sé, como mierda quieras decirle ¡Alto!- hablé tan rápido como pude y coloqué mis ma-nos sobre su cintura, alejándolo de mi cuerpo, no lo suficiente como para tirarlo pero sí la distancia prudente para lograr que sus labios se alejaran de los míos. Eso no me estaba pasando, no a mí, no ahora. Joder.

- ¿Qué?- me preguntó, sorprendentemente de mala gana, soltando un gruñido cuando relamió sus labios, al parecer muy malhumorado. -¿Quieres algo más? ¿Primero tengo que mamártela o cómo?-

-Espera ¿Qué?- pregunté de nuevo, sin entenderlo.

-Oh vamos ¿Eres o te haces? ¿Cuánto me costará quedarme a dormir aquí está noche? Prefiero ahorrarme las pláticas estúpidas y acabar con esto sí al menos quiero mi trasero en tu mueble hoy. Así que dime ¿Qué quieres que haga?-

Todo en mi cabeza hizo clic y pode soltar un -Oh, Jesús.- Mientras relajaba mi cuerpo. No era porque no me hubiera gustado que me besara o que se intentara frotar contra mi miembro, quizás si no me encontrara tan malditamente sorprendido hasta me habría puesto duro o algo así.

Vamos, nunca he sido del tipo que juzga por si eres gay o algo y si se me presentaba la oportunidad la tomaría pero ¿En serio era eso lo que tenía que hacer este chico para poder dormir en una casa decente? ¿Desde cuándo venía haciéndolo? ¿Por cuántas cosas habría tenido que pasar?

-No tienes que hacer nada de esto ¿Sabes?-Al fin volví la mirada hacía él, observando un pequeño puchero en sus labios, logrando que una leve sonrisa se formara en los míos. -Quiero decir, no te avergüences, no es que no me parezcas adorable, cogible y todos los adjetivos que se le parezcan, pero no te traje a mi casa para follarte, solo quería darte un techo por una noche, quién sabe si más. No todos somos personas como las que sea que te haya tocado conocer ¿Comprendes eso?-

Observé su gesto sorprendido, pero al instante su expresión volvió a una cargada de amargura, incluso se intentó bajar de mis piernas, pero no lo permití, manteniéndolo en ese mismo lugar. Era curioso, pero hasta podía observar con más detalle como su mente procesaba cada cosa que le había dicho.

- ¿Por qué?- preguntó, en un hilo de voz, al parecer realmente asustado o bastante incómodo.

-Le dije a ese cerdo gigante que ya no molestarías en su tienda, y creo que para encargarme de que no lo hagas tengo que vigilarte de cerca ¿Está bien?- Admiré sus hermosos ojos cafés volverse más cristalinos hasta el mismo momento en que unas pequeñas lágrimas se empezaron a formar en las esquinas, para luego derramarse por su pequeño rostro. Mi corazón se encogió y llevé una de mis manos a su mejilla, acariciándola con total suavidad.

-No tienes que llorar, niño.- Él no dijo nada, solo se inclinó y se acercó a mí, logrando que su nariz se roce con la mía, mientras esas pequeñas lagrimitas salían y salían. ¿Quién era yo para privarlo de llorar? Ni siquiera imaginaba cuando había sido la última vez que aquel pequeño había soltado lágrimas, así que si deseaba liberarse, aquí me tenía, para asegurarme de que sepa que todo estaba bien.

-Puedes empezar por decirme tu nombre, si gustas.- Él tembló ligeramente, seguro debido al llanto, pero después de unos segundos, meneando las orejitas castañas  de su cabeza, murmuró un suave.

-Haechan. —Empezando con sus sollozos nuevamente, ahora mucho más fuertes y ruidosos, acercándose después para rodearme en un fuerte abrazo por el cuello, llorando contra este, casi gritándome en el oído, oyéndolo también sorber por la nariz.

Pero estaba bien, no me importaba. Y puede que si Jeno, o Jisung incluso, me vieran en esta situación, se sorprendan mucho de mi actitud, pero les podría asegurar de que no existía nadie más sorprendido que yo. Y quién lo diría, al final parecía que hacerle las compras a Jeno podía traer buenas cosas, como un pequeño gatito castaño de unos ojos cafés hipnotizantes llamado Haechan.

【·。ʚ🥛ɞ。·】

Neko Corporation - NominWhere stories live. Discover now